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Lágrimas de Sangre por Nami Nkz

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Notas del capitulo:

Que tal, mis amoreees, he vuelto. Se que ahora mismo se preguntaran por que he tardado tanto y normalmente no tendria justificacion que valga la pena, pero esta vez, tengo que deirles que he estado trabajando en los fics que prometi que estarian aqui. Estoy pensando en uno en especial y quiero dedicarme mucho en el, pienso que valdra la pena la espera.

disfruten el capitulo :)

Para cuando el automóvil se detuvo definitivamente, su corazón se aceleró y esperó un momento antes de abrir la puerta para calmar su agitada respiración. Su voz tembló al salir del automóvil y al cerrar la puerta Zoro le miró con una sonrisa. Quedó congelado un momento y sólo reaccionó nuevamente cuando vió al moreno llevando por él su equipaje.
 
—No tienes por qué hacer eso. — Alcanzó a Roronoa para obtener su equipaje de regreso. —No me dijiste que tú padre era alguien importante. No entiendo por qué llevas el apellido de tu madre.— Susurró. 
 
—¿Conoces este lugar? Eres muy inteligente—
 
—Ahora mismo sólo tengo un dejà vu. — Miró hacía sus pies cuando llegaron al piso de madera. Zoro peinó su cabello rubio hacia atrás y dejó al descubierto ambos ojos. 
 
—Tan sólo debes relajarte. — Vió el pálido rostro de su pareja pintarse de un muy leve color rosa, quizá por la vergüenza. —Tus ojos son hermosos. Déjalos ambos descubiertos. — Ya había pasado poco más de una semana, así que el pigmento peligrosamente morado y casi negro ahora sólo era una pequeña mancha amarilla por encima de su mejilla. 
 
—No decías eso antes de que todo esto pasara. — Vió al blondo peinar su cabello hacia su lugar original y poco después dirigió su mirada hacia él.
 
El comentario de Sanji le hizo recordar algunas cosas, con todo lo que había pasado y contrastando lo que recordaba de él, entendía que nada volvería a ser como antes. Cosas que parecían insignificantes ahora mismo, como que solían pelearse e insultarse todo el tiempo, o que tenían una extraña rivalidad. Miró al mismo tiempo a ese rubio a su lado, diría que se trataba de la misma persona físicamente, aún que ahora mismo él creía que era una persona totalmente diferente.
 
Sanji miraba permanentemente hacia el suelo con temor, sus dedos estaban entrelazados con fuerza y su cuerpo estaba completamente inmóvil. Le vió tragar saliva.
 
—¡Padre! ¡Están aquí! ¡Apresúrate! —La voz de una joven señorita llegó a ambos oídos a través de la puerta. —¡Zoro! Querido... — Una señorita de cabellos azabaches se lanzó a los brazos de Zoro y él la aceptó con gusto. Sanji vió con una sonrisa la tierna escena, la hermosa mujer le recordó a cierto chico, que visitaba cada día su restaurante simplemente por qué amaba probar su comida, todos los dias a la misma hora. Su tensión se disipó un poco cuando ambos hermanos se separaron, aún que ella tomó los antebrazos del hombre con sus manos. —Por fin me has superado en altura.
 
—¡Silencio! — Zoro se exaltó por un momento y tanto él como la mujer rieron. 
 
—Discúlpame, cariño. ¿Cuál es tu nombre? ¿Eres el novio de Zoro del que habla con tanta ilusión? — La mujer sonrió ampliamente y al fin en mucho tiempo pudo ver el rostro acalorado de Zoro —¡Me da mucho gusto conocerte!
 
—Mi nombre es... — Miró a Zoro por un momento. — Sanji Vinsmoke. — Zoro no podía mirarlo directamente por la vergüenza, algo que jamás había visto en él y eso dibujó en su rostro una sonrisa completamente enternecida. 
 
—Sanji Vinsmoke. — La muchacha se quedó pensativa un momento, el nombre le parecía familiar. —¡Tienes un nombre muy bonito! Y un apellido interesante. 
 
—Es un gusto conocerte. — La pelinegra no se esperaba que él tomase su mano y la llevará a sus labios para besarla. El moreno sonrió, ya que seguía siendo el mismo caballero orgulloso de siempre, aún que ya no trataba a las mujeres como diosas, sino como iguales. A la chica se le subieron los colores al rostro y se había quedado sin palabras.
 
—Ni siquiera les has dejado entrar, Kuina. — Un hombre mayor apareció detrás de la muchacha y ambos hermanos se exaltaron. — Fue un viaje muy largo, ¿Cierto? Hablaremos por la mañana. Llévalos a su habitación. —
 
—Por supuesto, padre. Vengan conmigo. — Al entrar, Kuina cerró la puerta detrás de ellos y después les guió por los pasillos hasta una de las habitaciones. —Esta es su habitación. Pueden quedarse hasta tarde si lo desean, a nuestro padre no le importará. Que duerman bien. —La muchacha se despidió y ellos lo hicieron igual. Sanji se tendió sobre la cama y Zoro se sentó a sus pies. 
 
—No ha sido tan malo, ¿Verdad que tenía razón? — Zoro le sonrió con ternura. —Tengo que admitir que eres inmensamente adorable cuando estás nervioso. —
 
—Tenías razón, marimo. — Sanji se apoyó en sus antebrazos.— Kuina es encantadora.
 
—¿Vas a darte una ducha? Recuerdo que durante el camino dijiste “Quiero dormir abrazado a tí" como una señorita— Rió.
 
—Eres un idiota. — Paró en seco antes de completar la frase ya que Zoro le había callado colocándose rápidamente sobre él. Roronoa hundió su rostro entre su pecho y su cuello y él acarició sus cabellos verdes con sus dedos, sonriendo a la vez que sentía las manos del otro colarse poco a poco entre su cuerpo y el colchón. — Me haces cosquillas. —
 
 
...........ZS...........
 
 
 
Para cuando llegó a la habitación, Sanji ya estaba en la cama entre las sábanas, con la cabeza en la almohada y en posición fetal dándole la espalda a la lámpara de luz cálida en la mesita. Suspiró colocándose la toalla en la cabeza para secar su cabello y las pequeñas gotas que caían sobre su piel morena. Alzó las sábanas para meterse entre ellas y un momento después se encontró mirando hacia arriba con la mente en blanco. 
 
—¿Estás despierto? — Susurró para asegurarse pero no recibió respuesta ninguna ni tampoco algunos minutos después. Se volteó sobre su costado derecho para observar a Sanji un momento. Las mantas le cubrían hasta la mejilla, por lo que alzarlas le permitió ver cómo Sanji dormía protegiendo su cuello con ambas manos. Su rostro parecía pacífico e inmerso en un sueño profundo. Al acercarse un poco a su cabello cerca de su oreja reconoció el olor a su shampoo y la palidez de su piel. — Eres tan dócil como un gatito. — Acarició su mejilla y su cabello frío para peinarlo hasta detrás de su oreja.— No deberías dormir con el cabello húmedo.
 
 —Tus manos están frías. — Masculló. Estiró sus brazos al acomodarse de vuelta boca arriba en la cama y entonces cruzó su mirada con la de Zoro. —Y no soy un gatito indefenso.
 
—No pienso que lo seas. ¿Has estado despierto todo el rato? —
 
—Solo he estado dormitando desde que te fuiste. — Sanji cerró sus ojos, con su cabeza mirando hacia arriba. 
 
—¿No puedes dormir?—
 
—No...— Respondió Sanji, volteandose para darle la espalda y creyendo que el blondo no se quejaría se acercó él a sus espaldas para rodear con gentileza su cintura. Tal como lo supuso, Sanji no se quejó, no hizo ningún movimiento y parecía cómodo con la posición, así que deslizó sus dedos por la piel desnuda de sus brazos hasta dar con lo que buscaba. —... ¿Qué estás haciendo?— Susurró Sanji. —Uhm...— 
 
Sus dedos acariciaron esos pequeñísimos relieves en su piel, no quería verlos, pero no hacía falta para darse cuenta de que sus heridas estaban por desaparecer. Se le estrujó el corazón cuando a su mente llegó la imagen de ese muchacho andando por la casa con esos vendajes en los brazos, caminante a paso lento por el dolor en el costado y por supuesto con su dorado cabello cubriendo lo que ahora era una mancha café en su mejilla. Tenía miedo de hacer que Sanji se diese la vuelta y descubrir esa expresión dolida en su rostro.
 
—¿Aún te duele? —Susurró gentil a su oído. Sanji no entendió si su pregunta era metafórica, así que no respondió. — Desaparecerán pronto.
 
—No. Seguro quedará alguna cicatriz. — Suspiró cuando los dedos de Sanji se entrelazaron con los suyos, su tacto era cálido y suave, como acariciar una tela terciopelada. Hundió su nariz en el cabello del otro, éste aún estaba un poco húmedo y por ello alcanzaba a distinguir el olor de su shampoo y el de su acondicionador, hubo algo más que no pudo reconocer pero lo que sí notó fue el nerviosismo del blondo al acariciar su nuca con su nariz y olfatearla. —Zoro...—
 
Frunció el ceño cuando escuchó el débil y tembloroso llamado de Sanji que más bien parecía una súplica por qué dejase esa zona sensible en paz. Recorrió un poco más, en busca de cualquier indicio de una marca de dientes en ese lugar. Notó los pequeños espasmos en el cuerpo del otro cuando su aliento chocó contra su piel desnuda; fue cuando un gemidito se escuchó en la habitación y él presintió que debía detenerse.
 
—Lo siento. No quería asustarte. — Suspiró colocándose boca arriba de nuevo y Sanji se acomodó en el colchón para mirarlo a los ojos. 
 
—¿En qué estás pensando, marimo?— Su antebrazo había cubierto ambos de sus ojos, pero regresó la mirada hacia Sanji cuando escuchó su pregunta; la caída natural de su cabello le permitía observar ambos ojos, tan bonitos e intensos enfocando hacia los suyos con curiosidad. — No lo puedo saber si no me lo dices. — Sus labios cereza se arquearon en una pequeña sonrisa y logró distinguir un brillo particular en sus ojos.
 
Suspiró e intentó poner en palabras sus pensamientos, pero no podía conseguirlo. Decir que él quería ser quien dejase su marca en él, decir que quería ser el único en su vida para protegerlo y amarlo como se lo merecía quizá era demasiado repentino. Suficiente era que Sanji aceptara una relación con él en estas condiciones, si fuese otra persona le costaría mucho más tiempo recuperarse. Era estúpido afirmar que el Sanji que le miraba en ese momento era el mismo que conoció mucho tiempo atrás.
 
Habían sido suficientes dos semanas con ese trato inconstante para caer a sus pies de esa forma, aún estando en quizá su peor momento. Se había levantado y recuperado con tanta facilidad que sin duda era digno de admiración. 
 
—Quiero marcarte. — Soltó sin más, el rostro de Sanji ante sus palabras era un auténtico poema. No fue consciente de lo que dijo por un instante y la sorpresa de Sanji no podía ser mayor. El blondo soltó un par de balbuceos, monosílabos, tropezándose con las palabras mientras los colores subían a su rostro, prácticamente era como una propuesta de matrimonio, una vez aceptase era imposible deshacerlo y volver atrás.
 
—Zoro, yo... Uh no... Es... no quiero que... pero... A-ah — Repitió exaltado sintiendo sus mejillas acalorarse cada vez más con cada palabra que pronunciaba.
 
—Es demasiado apresurado. — Sonrió con ternura, su mano acarició su cabello y después se deslizó hasta su mejilla. — No tienes por qué responder ahora. Regresemos a casa primero.


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