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Lágrimas de Sangre por Nami Nkz

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—Ven aquí, Zoro. — Estaba ya un tanto saturado con sus propias compras, así que estuvo a punto de tropezarse en el momento en el que  Sanji palmó su hombro para hacer que le siguiera hacía una tienda. Sanji estaba curioseando entre los pasillos de esa gran tienda y le costaba seguirle el ritmo hasta que el propio Sanji le llamó desde los probadores. —¿Qué tal? ¿Te gusta?


 
—Si te gusta lo compraré para tí. — Sanji había abierto la cortina para dejar ver un yukata blanco de rayas amarillas. Tenía que decir que le quedaba muy bien. El blondo se extrañó con su respuesta, pero eso no era lo que él quería escuchar.
 


— Lo pagaré yo. Compraré uno para tí también. — Dijo al cerrar la cortina para desvestirse. Escuchó que las telas cayeron al suelo y se rozaban entre sí.. 


 
— No es necesario. Tengo muchos en casa. — Sanji pareció ignorar lo que dijo y al salir de los probadores comenzó a recorrer los pasillos otra vez. — Cómpralo para tí. — Dijo cuando el blondo se detuvo en uno de los muchos estantes y tomó uno de color blanco.
 


—Me quedará grande. —  Le miró un momento y luego le sonrió. — ¿No te gusta?... Podrías probártelo almenos. — Terminó aceptándolo, era imposible resistirse ante esa mirada y esa sonrisa que habían creado un calorcito en su pecho. Sanji le sonrió con ilusión. 
 


— ¿Estás ahí? — Preguntó mientras dejaba sus propias vestimentas en el piso y tomaba la prenda que de suponía debía probarse desde los hombros. Sanji respondió a la lejanía "aquí estoy" en un tono amable. —¿Recuerdas lo que pasó anoche? — 
 


—¿“Lo que pasó anoche”? ¿Pasó algo malo?— 
 


—¿No lo recuerdas?... No es nada malo. Da igual, no le des mucha importancia. — Se miró al espejo, el yukata le quedaba bastante bien y le sorprendía el hecho de que Sanji hubiera acertado bastante con la talla.
 


 Dándose la vuelta para abrir la cortina, recordó el momento en que se despertó a mitad de la noche por qué no dejaban de escucharse ruidos extraños y al darse la vuelta Sanji no paraba de revolverse en la cama, como si estuviera reviviendo una escena en sueños. Preocupándose realmente por él, se acercó e intentó alejar su atención de aquello que le atormentaba sin despertarlo del todo.
 


El blondo suspiró en sueños su nombre cuando cepilló su cabello con sus dedos y llenó con su aroma la habitación, para hacerle saber qué estaba ahí. Sanji se tranquilizó, dejó de hablar dormido y su rostro se relajó por fin. Para cuando intentó volver a su posición, se dió cuenta de que el rubio sostenía con fuerza su camisa con sus manos. Interpretó que necesitaba de su atención, así que besó  su mejilla y tomó la mano de Sanji entre las suyas. 
 


Le llenó de ternura la imagen, sus ojos estaban cerrados, sus mejillas rojas, sus labios entreabiertos y por supuesto sus manos se aferraban a él. Quiso verle satisfecho, así que abrazó su cintura. No recordaba más allá que eso, al día siguiente Sanji fue el primero en levantarse, esta vez fue él quién preparó el desayuno y fue quien le recordó una y otra vez que tenían poco tiempo.
 


—Si no era importante no tenías por qué asustarme. — Dijo al otro lado de la cortina. 
 


—Lo siento. — 
 


Después de eso, salieron de aquella tienda con varias bolsas en brazos, la mayoría se trataba de compras hechas por Sanji. No les tomó mucho tiempo detener un taxi para regresar a casa. El resto del día transcurrió con bastante normalidad y fueron a dormir mucho tiempo después de cenar. 
 
 


...........ZS............
 
 


 
—¿Necesitas ayuda? — Se acercó lentamente a él. Podía ver vegetales picados en recipientes separados y especias frescas en un pequeño bowl. Tocó con sus manos los hombros de Sanji y los deslizó hasta sus codos varias veces. El blondo estaba preparando el pollo sobre la tablilla de cortar, pero detuvo sus movimientos con el cuchillo cuando Zoro apoyó su rostro en el espacio entre sus hombros y cuello. 
 


—Estoy bien. Sólo llevaré esto al horno y cocinaré el arroz. — Continuó con su trabajo y Zoro se apartó un momento de él, sólo para quedarse observando cada uno de sus movimientos sólo desde algunos centímetros de distancia entre ellos. 
 


Sanji tenía la camisa arremangada, así que prestó atención a sus manos por un minuto. 
 


—Es una pena que hayas tenido que cocinar para él.— No supo que lo había dicho en voz alta hasta que el cuerpo del otro se tensó. Obviamente Sanji no quería recordar eso y no pasó por su mente disculparse por decir semejante tontería. Sanji frunció el ceño y sintió el cuchillo templar entre sus manos, aún que pretendió que no le había afectado el comentario, sólo continuó con lo suyo y Zoro no notó nada extraño en él.
 


Zoro salió de la cocina, pero él no pudo evitar darle vueltas al asunto, no entendía por qué, se supone que pasaría la navidad con los familiares cercanos de Zoro y no tenía por qué pasarla mal recordando cosas, pero no pudo sacarlo de su mente en ningún momento, ni siquiera cuando se suponía que colocar la cubierta crujiente en la carne era relajante para el.
 


Mancharse los dedos y limpiarlos en el trapito húmedo sólo para volver a ensuciarlos con la mezcla y la carne y entonces colocarla en la bandeja para horno, uno de sus mejores placeres a la hora de cocinar y sin embargo continuaba tenso por un comentario que no tenía esa intención, pero quizá le hacía falta estar algunas horas a solas en la cocina para replantearse que era lo que habían sucedido.
 
 
“ Estás engañándome.”
 
 
Cruzó de pronto un recuerdo por su mente, su corazón se aceleró y su cuerpo se encogió, quizá de miedo, pero ni él mismo sabía la razón. Segundos después apoyó sus brazos sobre la mesa y escondió su rostro entre sus brazos, pero sin tocar sus manos manchadas.
 


Por fin llegó el momento de sacar la bandeja del horno y se propuso a terminar con todo lo demás. La encantadora señorita se ofreció a ayudarle en el resto de cosas por terminar y no pudo decirle que no.
 


Zoro le llenó de elogios y él se derritió internamente por todos y cada uno de ellos mientras recibía otros de parte de la señorita y el hombre que disfrutaban de su comida. No podía pedir más, todos a su alrededor sonreían y contaban historias dignas de recordar; sólo quería seguir disfrutando ese momento de felicidad un poco más.
 


A Zoro le preocupó su largo silencio y cara larga, pero horas después fue suficiente para el verlo sonreír  y dejarse explayar sobre aquél tema que tanto le apasionaba. 
 


Estaba estrictamente prohibido beber en aquella casa, pero no les impidió quedarse hablando hasta altas horas de la madrugada hasta el momento en que fueron a dormir. Debían preparar sus cosas para el regreso a casa, pero eso lo harían después. No importaba si debían llegar tarde al trabajo o no descansar por algunas horas, nadie los culparía por querer alejarse del trabajo un momento.
 


Sólo tendrían unas pocas horas de sueño antes de volver a levantarse y arreglar todos sus pendientes para regresar a su país.
 


Sintió el colchón hundirse a su lado y los brazos de Zoro rodear su cuerpo; tomó uno de los brazos de Roronos entre sus manos y acomodó la almohada bajo su cabeza, no dijeron nada más y cerraron s


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