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Lágrimas de Sangre por Nami Nkz

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Notas del capitulo:

¿Que tal, mis amores? Hoy capitulo doble :D

—¡Sanji! Hora del desayuno — Entró alegremente la chica, se notaba que en ese día en particular se encontraba de un humor excelente. Encontró a ambos chicos en una escena que le pareció tierna: el peliverde cerca del rubio, con el ceño fruncido ligeramente y al rubio en la cama con el rostro acalorado. No le era extraño encontrar a parejas en situaciones similares por lo que había aprendido a lidiar con ellas, aún que a veces los visitantes no se lo tomaban muy bien. —Tu mañana no podía ser más alegre Sanji, querido —Sonrió.

 

El peliverde se cruzó de brazos y se apoyó en el respaldo del sofá mientras que el rubio quitaba las manos de su rostro, para admirar y elogiar lo que las bellas manos de la damisela frente a él le traían de desayuno. Pudo notar el disgusto en cara del moreno, lo que le puso bastante incómodo aún que desconocía la razón. Se despidió amablemente de la hermosa chica que le atendía en esos momentos.

 

Miró su plato y aún que realmente odiaba desperdiciar la comida, la verdad era que nada le apetecía en la bandeja que se le habían puesto enfrente. Volteó a ver al peliverde, que miraba con atención cada movimiento que hacía; se sintió nervioso, supuso que sería normal poniéndose en los zapatos del de ojos oscuros, después de lo que había visto y escuchado.

 

—¿Qué pasa?— Preguntó el moreno viéndole a los ojos. Sonrió mirando la bandeja. —Deja de hacer gestos tontos y empieza a comer, rubia teñida. —

 

—No eres quién para decírmelo, musgo. — Señaló su cabello verde.

 

—Sólo empieza a comer, idiota. — Se levantó y caminó hasta la puerta dejando a Sanji un tanto extrañado. Caminó por los pasillos cuidando no perderse por ellos y encontró al doctor que atendía o más bien estaba pendiente del ojiazul. Habló un poco con él para enterarse de su estado físico y emocional, intercambiaron puntos de vista y finalmente el doctor le dijo la fecha para cuando el rubio podría irse a casa.

 

Salió un momento del edificio para encender un cigarrillo, no era que fuese adicto a la nicotina tanto como su compañero, pero le gustaba uno de vez en cuando. Por supuesto además de sus botellas de sake todos los fines de semana.

 

Regresó a la habitación con su compañero, escuchando la televisión encendida antes de entrar, cosa que le pareció extraña. El muchacho se había quedado dormido después de comer, seguramente mientras veía televisión. 

 

Se sentó en la silla a su lado y sacó de su bolsillo su teléfono móvil en el cual al principio se dedicó a liberar espacio pero luego abrió uno de sus libros favoritos. No era muy fan de usar el teléfono en todos lados, las personas que lo hacían terminaban con su paciencia. 

 

Esperó varios minutos, en los que no dejó de darle vueltas al asunto. Para distraerse, abrió en su teléfono un juego aleatorio sólo para hacerle perder el tiempo. Sin darse cuenta habían pasado varias horas y ya había acumulado un récord de varios millones en su puntuación y pasado hasta el nivel cincuenta.

 

—¿Zoro...?— El muchacho bostezó luego de notar su presencia, seguido se llevar sus manos a su rostro tallando un poco sus ojos. 

 

—Buenos días, rubia. — Le saludó guardando su teléfono en su bolsillo —Veo que has dormido bien. —

 

—Y tú sigues aquí... ¿No deberías ir a ver a Luffy? Antes dijiste que se lastimó haciendo sus tonterías típicas—

 

—Su hermano se encargará de él. Yo tengo que encargarme de ti, si no ya sabes cómo es Luffy si llegara a enterarse. —

 

—Hay algo que quería preguntarte desde que te vi aquí. —Le interrumpió cambiando abruptamente el tema. A Zoro no le molestó está acción para nada, solamente emitió un pequeño sonido para que prosiguiera. — ¿Qué has hecho estos últimos años?—

 

—Muy resumidamente, soy empresario. — Se levantó y caminó alrededor de la cama hasta llegar a la ventana y la abrió agitando las cortinas para sacarlas. — ¿Qué hay de ti?—Preguntó sólo para seguir con la conversación, ya sabía a lo que se dedicaba.

 

—Abrí un restaurante en el centro de la cuidad hace unos años. — Jugó un momento con las sábanas en sus dedos y se extrañó cuando Zoro soltó un suspiro. — ¿Qué pasa?—

 

—Sé que no quieres hablar del tema...— Se acercó un poco más a Sanji sentándose en la cama al lado de sus piernas. Sanji le miró preguntándose a lo que se refería y su mano llegó a sus cabellos para revolverlos. —No estás obligado a decírmelo, pero necesito saber que pasó para que tú estés aquí.—

 

—Zoro...—

 

La mano derecha del cocinero llegó hasta el cabello verde y lo jaló una y otra vez hasta hacerlo quejarse, mientras le pronunciaba palabras de burla. Nunca se había alegrado tanto de que Sanji tomase a burla algo que había dicho; normalmente se enfadaría, pero ésta vez no tenía motivos para hacerlo.

 

—Te dije que no quería hablar sobre eso, sé bueno y deja de preguntar sobre eso — Se quedó callado un momento para después empezar a carcajearse. —¿De qué te ríes, eh?—

 

—Volviste a ser tú. — Eso le provocó un leve sonrojo al menor, quién solamente desvío la mirada avergonzado. —Eso me alegra. — Iba a decir algo más, pero alguien tocó a la puerta y le interrumpió. El joven doctor de disculpó por haberlos interrumpido y entró a la habitación.

 

—Si no te molesta, he venido a revisar la cicatrización de tus heridas. Por esa razón seré yo quien cambiará las vendas ésta vez y no la enfermera. ¿Estás de acuerdo?—

 

—Seguro, no hay problema—Sacó sus manos de debajo de la manta y el doctor cogió una de ellas, para después comenzar a quitar el vendaje. Cuando la mayoría estuvo fuera, el doctor las miró detalladamente y las tocó en ocasiones con bastante cuidado al llevar guantes de látex.

 

Dirigió la mirada hacia Zoro, quién permanecía mirando hasta la nada. En un momento cruzaron miradas y por un milisegundo notó como si le hubiese sonreído. Desvió la mirada nervioso y con sus dedos peinó su cabello hacia atrás para disimular un poco.

 

—Se ven muy bien para ser tu tercer día aquí, el área no está inflamada por lo que podrás irte a casa en solamente en unos días. Probablemente estés débil por la pérdida​ de sangre y el lavado de estómago por lo que pediré una dieta especial para ti y deberás seguirla al pie de la letra. ¿De acuerdo?—

 

—Está bien, gracias— El especialista volvió a envolver las heridas ésta vez con vendas nuevas y las manchadas las desechó. Finalizó con ajustarlas adecuadamente y se incorporó.

 

—Recupérate pronto, Sanji.— Se despidió el doctor y salió de la habitación. 

 

—Desde hace tiempo he querido preguntarte dónde está esa casa tuya. —

 

—No te preocupes por eso. Contrataré a alguien que se encargue de llevarte a donde quieras mientras estés conmigo.—

 

—No deberías malgastar tu dinero en cosas sin importancia. —

 

—Sólo tengo un poco de dinero de sobra y que puedo gastar en lo que se hinche la gana. El dinero me importa poco en realidad.-

 

— ¿Qué dices? Insisto en que no deberías gastarlo de ésta forma. —

 

—No tiene caso tener un montón de porquerías bañadas en oro si al final todas las riquezas que tengas no te harán feliz y al final estarás sólo el resto de tu vida. El dinero es sólo para gastarse y demostrar poder, no por nada es la base del mundo capitalista.—

 

—Ya... Supongo que tienes razón —

 

—Como sea. Me tengo que ir. — Se incorporó y caminó hasta la puerta. —Asegúrate de hacer todo lo que él doctor te diga. ¿De acuerdo? Volveré para llevarte a casa. Nos vemos después. — Dijo al mismo tiempo que cruzaba por la puerta.

 

Te estaré esperando. — Sonrió y volvió a acomodarse entre sus sábanas.

 

Después de verlo salir por esa puerta, volvió a cubrirse con la sábanas con la intención de dormir el resto del día, aún que tiempo después fue la enfermera quién le despertó y le dejó la cena, preparada especialmente para él.


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