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Lágrimas de Sangre por Nami Nkz

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Temprano en la mañana ya se hallaba despierto, se dedicaba a mirar por la ventana viendo a las personas pasar. Un escalofrío recorrió su espina dorsal y él se acomodó entre las mantas hasta dormirse, mucho después al despertar, no supo siquiera cuánto tiempo había pasado. La puerta se abrió dejando ver al moreno con una bolsa en mano, él se dió la vuelta para mirar hacia él.

 

—Creí que vendrías hasta mañana. — Le miró por encima del hombro. 

 

—Simplemente me apetecía y tenía tiempo. — Se alzó de hombros y se sentó en el pequeño sofá al lado de la cama. Reconocía que era una mañana fría, así que esperaba encontrar aún dormido al otro pero éste no fue el caso. A su lado en la pequeña mesita dejó su celular y miró un momento a su alrededor. Esas lúgubres paredes podían sumir en depresión a cualquiera que se encontrase dentro, menos mal que había encontrado un lugar para hacerse cargo del rubio.

 

Cuándo el muchacho frente a él en la cama se incorporó notó su mal estado. Marcas de todos los colores en su espalda y cuello asomándose por la delgada pijama del hospital adornaban de manera preocupante su grisácea piel. Tensó el cejo y miró por un momento los vendajes en sus brazos, los cuales parecían recién cambiados.

 

—Kidd estuvo aquí.— Quien rompió el silencio resultó ser el ojiazul. El moreno por otro lado no podía creer lo que había escuchado, simplemente mantuvo su silencio para escuchar con claridad lo que el muchacho quería decirle. —Después de que te fuiste la última vez que estuviste aquí… Kidd entró por esa puerta… ese mismo día por la noche —Comentó en un hilo de voz, notó que lo quiero dijo no tenía mucho sentido, se preocupó —Yo… uhm… él se fué antes de que pudiera decir algo… así que yo…—Su voz se quebró un poco, había hundido su rostro entre sus rodillas.

 

La comida en su plato pronto desapareció y el sueño poco a poco parecía vencerle, así que agarró su lugar en las sábanas mientras la enfermera se llevaba la bandeja en manos y salía de la habitación. Mientras comenzaba a perder consciencia encima de la almohada, la puerta se abrió tan agresivamente que él se incorporó de la sorpresa.

 

El hombre corpulento se acercó amenazante y por un vago intento por defenderse, el pelirrojo tomó ambos antebrazos vendados con fuerza. Se estremeció del dolor provocado pero no intentó gritar o golpearlo, si no que su mirada avergonzada y aterrorizada se cruzó con la contraria. 

 

– Así que ésto es lo que ha sido de ti. – Le dijo con asco en su voz. – Me habría despedido adecuadamente de ti de saber que intentarías acabar con tu miserable existencia. Considera ésto como la última vez que me verás frente a ti, pequeña mierda. – Besó por última vez su rostro, causando una mueca de dolor y odio en el otro. 

 

–Kidd…– Sollozó su nombre cuando el mayor se alejó de su cuerpo y se aproximó a la puerta para tomar el picaporte. Le vió quedarse quieto en ese lugar, pero pronto le dirigió la mirada y le hizo una confesión.

 

– Quiero que sepas que… ésto es un total desperdicio. – Rió. – Escuché el rumor que serás el juguete de Roronoa a partir de ahora. ¿No es divertido? Mándale mis saludos. – Con una carcajada salió del lugar, él mientras tanto aún en shock llamó a las enfermeras por el dolor en sus brazos y en poco tiempo llegó el doctor preguntándole que había pasado.

 

—… no me siento bien— Se quejó. — ¿A qué has venido?— Se encogió sobre la cama, escondió su rostro con su cabello, así que el moreno no vió sus lágrimas caer. El peliverde dejó la bolsa en la cama y él curiosamente la abrió para ver el contenido. — ¿Fuiste a… mi antiguo departamento?—

 

—Mañana llegaré a recogerte temprano, así que me tomé la molestia de coger algunas de tus cosas del departamento. — Intentó alcanzar su brazo derecho, pero el otro rechazó tal contacto, alejándose de él. —Mira hacia aquí, Sanji.— Pidió. El rubio limpió sus lágrimas y le dejó mirarle a los ojos, aún que uno estaba vendado ante sus heridas, podía distinguir su mirada agobiada.

 

—Zoro… creo que es momento de que te vayas…— Colocó uno de sus mechones rebeldes detrás de su oreja. Zoro habría hecho algo más que acariciar su brazo, pero una llamada entrante a su teléfono los alertó a ambos. 

 

—Joder, tienes razón.— La llamada se perdió, pero entonces notó el mensaje que no había visto antes que le había llegado hacía horas. Disgustado por la interrupción, simplemente se despidió. —Espero que estés listo para irnos cuando llegue. Estaré aquí antes de las seis, ¿De acuerdo?—

 

—Te estaré esperando.— Se despidió de él, pero lamentablemente el otro no lo escuchó ya que salió por la puerta. Dejando a un lado eso, volvió a acomodarse sobre la cama, pero ésta vez se quedó mirando el techo por un largo tiempo.

 

Pensó en un momento lo que haría su padre biológico al encontrarlo en esa situación. Cerró sus ojos avergonzado ante las posibilidades, pero luego, el recuerdo del hombre que lo crió y le enseñó todo lo que conocía llegó a su mente. Ese recuerdo del viejo rubio sanando sus heridas le hizo sonreír.

 

 ...........ZS..........

 

 

—Oh, Akane… de vuelta en casa.— Sonrió alegre sentándose en su amplio sillón. Su ama de llaves, que pasaba por ahí le dió la bienvenida y le ofreció un café, como todos los días. Dió un suspiro, la mujer tomó su portafolio que había dejado descuidadamente sobre el sillón y lo acomodó en la mesa.

 

—¿Qué tal el joven Sanji? ¿Fue a verlo?— La muchacha inició con el tema y él no se vió capaz de ocultarselo. —¿Cómo está él? Usted no ha tocado el tema en una semana.—

 

—Su ex-novio llegó a verlo la última vez que estuve ahí, pero no me quiso contar máa.— Comenzó. —Estaba  asustado, cansado, como si no hubiera dormido durante días. Estoy preocupado.—

 

—Puede relajarse, señor.— Sirvió nuevamente su taza de café. —Dijo que mañana iría a recogerlo, ¿Verdad?— Le guiñó el ojo. —La habitación de huéspedes está lista para su llegada, Señor Roronoa.— Bromeó.

 

—Deja de hablar así, Akane.— Dió un trago a su café.  —Agradezco tu ayuda.—

 

—Ni lo menciones, es lo mínimo que puedo hacer.— Agregó peinando su cabello hacia atras con sus dedos.

 

..........ZS..........

Dejó que sus pies colgaran de la orilla de la cama mientras veía la bolsa en la mesa frente a él. Momentos antes las enfermeras le habían entregado sus pertenencias, su teléfono e identificación y esas cosas. Talló sus ojos y volteó a ver el reloj en la pared; suspiró levantándose de la cama al ver que faltaban 20 minutos para que el otro llegase. 

 

Varios minutos después, cuando ya estaba vestido miró por la ventana, en el cielo oscuro desaparecían las estrellas una por una y poco a poco salía el sol de entre las montañas.

 

Se miró a sí mismo, las mangas de su camisa le quedaban más largas y ahora su pantalón ajustado se había vuelto algo holgado; el abrigo cubría más de lo que debería y lo sentía más largo que nunca. Entendió que había perdido masa muscular, entonces entró en la cuenta de su mal estado, Zoro casi podía haberlo confundido con un esqueleto andante.

 

Rió, obviamente estaba exagerando mucho las cosas.

 

Las personas empezaron a caminar por los pasillos, pero no veía a Zoro, se recostó en la camilla y decidió descansar, mientras el marimo decidía aparecer ahí; fue cuando sin darse cuenta, se quedó profundamente dormido.

 

Para él habían pasado sólo unos segundos, minutos quizá, pero según el moreno que le despertó y prácticamente le arrastró de ahí aún dormido habían pasado más de treinta minutos. Tallándose los ojos creyó estar soñando cuando el peliverde le abrió la puerta de su propio automóvil y se introdujo en él. Luego de darle la vuelta, el otro se acomodó a su lado e hizo girar las llaves hasta que el motor empezó a rugir con fuerza.

 

—Siéntete cómodo. Tardaremos en llegar.— Le dijo Zoro colocando las manos al volante. 

 

Siendo libre por fin de usar su teléfono celular y sus audífonos, se los colocó y se acomodó en su sitio, relajándose al escuchar el ritmo de la música.

 

Se había quedado dormido demasiado rápido y al ver esto, en un semáforo el peliverde aprovechó para ajustarle el cinturón y evitar algún accidente. Él no solía tener problemas para dormir, pero hacía días que despertaba cansado, esa mañana no era la excepción.

 

Al bajarse del auto, en su mente pensó “Oh dios mío". La gigantesca mansión de estilo moderno, con su enorme jardín lucía maravillosa con la escasa iluminación del sol y sus paredes blancas. El moreno rió al verlo de piedra y simplemente se adelantó. 

 

—Él es Sanji Vinsmoke. Akane para ti, cejillas.— La ama de llaves hizo una reverencia y él automáticamente lanzó besos y alagos al aire ante la bellísima figura de la mujer.

 

—Nunca te mencioné mi apellido.—

 

—Te escuché decirlo alguna vez. Luego lo asocié al vino de cigarro* para no olvidarlo.— Rió.

 

—Eres un tonto.

 

—¡Sanji-kun!, Es increíble tenerlo en casa por fin. Zoro me ha contado maravillas de usted.— Sonrió la mujer y en sus ojos se formaron corazones de la emoción.

 

—"¿De verdad él marimo ha hecho eso?" — Pensó a la vez que lanzaba piropos encantadores hacia la chica de origen japonés. 

 

—¡Permítame mostrarle su habitación!— Mientras la fémina le arrastraba hasta los pasillos, Zoro al parecer aprovechó para arreglar documentos del trabajo.

 

Al ser todavía bastante temprano, cerró las cortinas, se metió en la cama y apagó la lámpara. Abrazando las grandes y suaves almohadas, se dejó caer en brazos de Morfeo.

 

 

Notas finales:

Nota: 

 

El apellido de Sanji "Vinsmoke" está compuesto por dos palabras: "Vin" que significa "vino" en francés y "smoke" que significa "fumar" en inglés.

  En fin, nos leemos este viernes, con el capitulo 5.

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