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Boku no H: Titty Bar Edition por Marbius

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Es una idea boba donde Katsuki conoce a Izuku tras superar algunas nociones bobas de lo que es un bar de pechos. Plus, se hace amigo de Uraraka y parece no enterarse de nada, pero una como lectora sí y de todo :) Espero disfruten~

Boku no H: Titty Bar Edition

 

Katsuki iba a matar a Kirishima. De preferencia, de la manera más lenta y dolorosa que su mente consiguiera conjurar apenas terminaran con aquella nefasta aventura en la que su idiota amigo lo había involucrado.

—Quita esa cara, parece que te traje a un funeral y no a un bar de pechos —le amonestó Kirishima con sorna, ambos esperando turno en el lobby del establecimiento para pasar mientras una chica en minifalda, medias de red y tacones pero completamente topless salvo por un par de cintas adhesivas que atravesaban en cruz sus pezones les extendía los menús con ‘las meseras’ disponibles para esa velada.

—Cuando los caballeros estén listos los haré pasar a su mesa —dijo la recepcionista, y el único detalle interesante que encontró Katsuki en su persona fueron las expansiones en sus orejas.

—No sé por qué carajos acepté venir aquí contigo —gruñó Katsuki apenas tuvieron un momento de privacidad en el lobby, y Kirishima le dio un codazo.

—¿Es que no quieres conocer a mi chica?

—No.

—Vamos, colega. Hazlo por mí. Eres mi mejor amigo en el mundo.

—No abuses del título.

Katsuki se cruzó de brazos, porque de entre todas las posibilidades a su disposición para pasar un sábado en la noche agradable, lo último que había cruzado por su mente era visitar un bar. Lo que era peor, un jodido bar de pechos en el que daba la casualidad que la nueva chica de Kirishima trabajaba 3 veces por semana para supuestamente pagarse la universidad. Ajá, y Katsuki era un unicornio.

De sobra estaba decir que Katsuki no lo comprendía, y con toda certeza jamás llegaría a hacerlo, en primera porque para él la idea de ver pechos le dejaba tan frío como un carámbano de hielo. No en balde era gay, y aunque tenía ojos y un sentido estético capaz de diferenciar lo bello de lo feo, en lo personal encontraba desagradable (si no es que denigrante) no sólo acudir a uno de esos establecimientos, sino pagar para contar la compañía de una de esas chicas.

Cuando Kirishima le había revelado por fin a qué se dedicaba la misteriosa chica con la que salía y que se sentaba desde ese semestre a su lado en algunas de sus clases, pero que a diferencia de ellos dos no tenía un empleo de medio tiempo mal remunerado con el que apenas iban tirando como estudiantes universitarios, Katsuki apenas había podido creerlo.

Y cualquiera que conociera a Kirishima estaría con él en eso: La tal Mina Ashido con la que ahora salía y que oficialmente era su novia para nada daba la impresión de ser su tipo. Katsuki todavía no la había conocido más allá de los innumerables relatos con los que Kirishima le había obsequiado en el último cuarto de año, pero en un inicio habían sido bastante típicos y hasta cursis. La chica en cuestión, Ashido, se había sentado a su lado desde el primer día de clases, y aunque no era de las primeras en calificaciones, ella y Kirishima habían hecho buenas migas, quedándose a veces a estudiar en la biblioteca o viéndose en cafés con la finalidad de conversar.

Una cosa llevó a la otra, y Kirishima se había declarado, salvo que en lugar de recibir la respuesta afirmativa que esperaba Ashido se había tornado seria y confesado que todavía faltaba mostrarle una faceta de ella que quizá sería determinante para su futuro juntos.

De todo eso se había enterado Katsuki a posteriori, incluida la parte en la que Ashido le había entregado a Kirishima una tarjeta de un negocio en uno de los distritos mejor conocidos por su vida nocturna y las indicaciones de preguntar por Pinky. Obediente Kirishima había seguido sus instrucciones, listo para enfrentarse al peor de los panoramas y sólo para descubrir que la chica de la que se había enamorado trabajaba como mesera topless en un bar unas cuantas noches a la semana y que con eso se pagaba la universidad en Tokyo.

Al escuchar su relato, Katsuki no había podido menos que reírse por su mala suerte e inocencia, porque le costaba creer que precisamente Kirishima hubiera dado con la única chica honesta cuyo envolvimiento con un negocio de ese tipo fuera meramente laboral, pero su amigo había afirmado vehemente que así era, y que para demostrarlo, quería llevarlo a que la conocieran.

—¡¿Pero es que estás demente, maldito Puercoespín?! —Le había gritado Katsuki cuando su amigo lanzó la proposición de ir juntos al bar donde su novia trabajaba y presentarlos, pero éste no cejó en su empeño.

Al parecer, Kirishima estaba convencido de la honestidad de su chica, y quería que Katsuki la conociera a como diera lugar justo en su entorno, porque como explicó en numerosas ocasiones antes de convencerlo, Midnight’s Dream no era el tipo de establecimiento que fungía como fachada para una red ilegal de prostitución ni mucho menos, sino que era un simple bar de pechos con música en vivo, excelentes bebidas, y chicas lindas que se paseaban desnudas de cintura para arriba y que tenían por regla cero contacto entre ellas y los clientes. Lo cual en opinión de Katsuki era una patraña y Kirishima y completo imbécil por creerlo con tanto fervor, así que al final había terminado aceptando la invitación con una mueca de desagrado por las horas de su sábado que iba a perder sin retorno alguno.

—Bueno, yo pediré a Mina, pero tú eres libre de pedir a la mesera que te apetezca —dijo Kirishima, que magnánimo agregó—: Hoy yo invito.

—Wow, qué generosidad la tuya —ironizó Katsuki al examinar el menú que la recepcionista había dejado para ellos y en el que se podían ver fotografías de torsos desnudos con pechos para todos los gustos, desde los más pequeños hasta las copas más grandes, seguidos de un seudónimo y una breve biografía.

Katsuki no tuvo problema en encontrar a Pinky y fruncir el ceño el leer que le gustaba el color rosa, bailar break dance, yoga y las películas de extraterrestres. Eso explicaba el que ella y Kirishima hubieran congeniado tan bien desde un inicio, aunque quedaba a su criterio si era lo único.

—¿Ves alguna que te guste? —Se asomó Kirishima por encima de su hombro.

Esbozando una mueca, Katsuki gruñó: —Son sólo fotografías de pechos. ¿Qué esperan que haga con esto?

—Elegir una, duh. ¿Te gustan grandes o pequeños? ¿De pezones claros u oscuros? Mira, ésta de aquí los tiene perforados —señaló Kirishima a una chica que se hacía llamar Stealthy.

—No me gustan los pechos y lo sabes. De hecho, tampoco me gusta nada de lo que viene con los pechos —dijo Katsuki entre dientes, y no por primera vez esa noche consideró dar media vuelta y mandar todo el demonio.

¿Kirishima quería salir con una chica que trabajaba en un bar de pechos? Allá él. Katsuki no velaría más por su sanidad mental y bienestar. Si el precio era pasar por todo eso él mismo cuando su interés en las mujeres se medía en números negativos, entonces pasaba de todo eso.

—Vaya que eres gay —dijo Kirishima con admiración—, y lo digo en el buen sentido.

—¡Maldito P-...!

—Vale, vale —lo aplacó Kirishima en el acto—. Elegiré por ti, ¿está bien? Las chicas aquí son agradables y sólo quieren ganarse su dinero de la manera más honesta...

Seguuuro —ironizó Katsuki.

—... y fácil posible —finalizó Kirishima su oración, mirando las fotografías y dándole unos golpecitos a una que por lo menos era copa D y se hacía llamar Uravity—. Mira, a ésta le gusta el té verde y la comida japonesa. Tal vez tengan algo de qué hablar ustedes dos.

—Te juro que si me has traído a un bar de alterne...

—Tranquilízate de una vez —dijo Kirishima, masajeando sus hombros antes de dejarlo ir del todo—. No es de esa clase de establecimiento. Lo entenderás una vez que estemos dentro.

—Por tu bien más vale que así sea —siseó Katsuki antes de que su amigo presionara el botón de recepción y la chica de antes volviera para tomar nota de su reserva.

Katsuki no abrigaba ni la más remota esperanza de pasar un buen rato, pero ya que Kirishima pagaba, al menos esperaba que el alcohol hiciera decente su espera.

Era lo menos que le debía por arrastrarlo ahí.

 

—Tsk, para tratarse de un par de pechos la verdad es que esperaba más —fue el primer comentario de Katsuki cuando la chica de recepción los llevó a su mesa, un booth semicircular con los respaldos altos y que proveía de privacidad con respecto al resto de los clientes.

—Chist —le pateó Kirishima por debajo de la mesa, y Katsuki puso los ojos en blanco porque presentía que por delante tenía un par de horas de lo más tediosas.

—Pinky y Uravity estarán con ustedes en unos momentos —dijo la recepcionista con una inclinación antes de retirarse, y de nueva cuenta, lo más interesante que encontró Katsuki de su visión fue su look un tanto rockero con esas medias de red y zapatos industriales que llevaba.

Kirishima no perdió oportunidad en sonreír bobaliconamente porque a su alrededor al menos 2 docenas de chicas ocupaban asientos en mesas contiguas o se movían de aquí a allá en distintos estados de desnudez, pero sobre todo, con los pechos al aire y apenas cubiertos de los pezones, ya fuera con cinta adhesiva o distintos aditamentos hechos precisamente para ese fin.

Katsuki bostezó sin disimular, y Kirishima se inclinó sobre la mesa. —¿Qué, de verdad no te hacen sentir nada todas esas chicas topless?

—Sí —dijo Katsuki con el gesto impávido—. Aburrimiento.

—Bah, tú eres el aburrido, colega.

—Mejor aburrido que ser el tipo idiota que trae a su amigo a conocer a su novia en un establecimiento de este tipo. —Katsuki resopló—. Estoy seguro de que Hanta o Kaminari habrían aceptado más que encantador venir en mi lugar.

En respuesta, Kirishima puso un gesto horrorizado. —¡No, ni hablarlo!

—¿Qué te pasa?

—¡A ellos sí les gustan los pechos! Jamás dejaría que vieran a Mina así.

—Pero es a mí a quien traes a este sitio de tortura, claro —dijo Katsuki poniendo los ojos en blanco antes de que 2 figuras aparecieran frente a su booth y se presentaran como Uravity y Pinky, sus acompañantes por las siguientes horas pagadas.

Katsuki las examinó por turnos. Ambas eran de estatura promedio y de cuerpos bien redondeados con pechos abundantes que marcaban al aparecer frente a ellos con las manos en la cintura y arqueando un poco la espalda, pero hasta ahí llegaban los parecidos. La primera de ellas tenía el cabello castaño y vestía con falda y mallas gruesas; sobre sus pezones, llevaba una estampa de una luna y un sol, y Katsuki dedujo que tenía que tratarse de Uravity por la temática espacial. La otra chica era más llamativa con el pelo pintado de rosa y alborotado, de piel más bronceada y que tapaba sus pezones con 2 corazones en papel brillante de un chillón fucsia que iba a juego con su cabellera. Por descontado que era Pinky, y Katsuki examinó su rostro con detenimiento tratando de vislumbrar en ella cualquier señal de deshonestidad que le obligara a noquear a Kirishima y alejarlo de su lado antes de que cometiera una locura irreparable como sacar un par de préstamos a la yakuza para continuar pagando su nuevo vicio.

—Wow, no mentías —dijo Pinky al ocupar el lugar al lado de Kirishima sin que Katsuki le quitara la vista de encima ni un segundo—. Tu amigo sí que es gay.

—¿Algún problema con eso? —Gruñó Katsuki, y la chica desdeñó la noción con una sacudida de su mano—. Yo no, pero seguro que Uravity lo agradecerá.

—Siempre es agradable conocer a uno más del gremio —dijo Uravity, que sentándose a su lado se mostró mucho más relajada que antes.

—Ugh...

Atrapado en su asiento, Katsuki se cuestionó una vez más cómo había terminado envuelto en todo ese lío, y si acaso estaba en sus posibilidades fingir que iba al sanitario y escabullirse por la puerta trasera, pero aunque lo negaría incluso bajo tortura, el de pronto tener a Kirishima con una chica de la que parecía estar enamorado hasta el tuétano le produjo curiosidad. Después de todo, su amigo había pasado por un considerable número de relaciones fallidas en los años que tenía de conocerlo, y resultaba interesante que esa fuera la primera vez que no estuviera actuando como un completo imbécil pero que la chica en cuestión no diera la impresión de ser del tipo que llevarías a casa a presentar a tus padres.

No que Katsuki supiera realmente de eso último. Él tampoco había sido muy afortunado en el amor a largo plazo, complaciéndose mejor con relaciones fugaces y con fecha de caducidad por una noche, pero quería al menos creer que no iba a ser tan descuidado como para caer por alguien como Kirishima. Aunque en su caso, ¿qué, se trataría de un tipo que trabajara en un par de pelotas? ¿O un bar de glúteos?

Riendo entre dientes por lo absurdo de la idea, Katsuki se congeló cuando un par de ojos castaños lo miraron con atención.

—¿Qué quieres? —Le preguntó a Uravity, que había colocado el menú frente a ellos y esperaba por cualquier orden suya.

—Tu amigo, insiste en que va a pagar por todos —dijo Uravity—. ¿Ya pensaste que vas a pedir, amo?

—Ew, ¿y llamarme ‘amo’ es parte del paquete?

—No, pero me diste la impresión de ser del tipo de persona que lo apreciaría.

Katsuki se llevó una mano al rostro y se presionó el tabique nasal entre el índice y el pulgar. —Mira, aclaremos algo desde un inicio: Vine aquí por obligación para conocer a la novia de mi amigo, así que ahórrate cualquier intento de exprimirme dinero y mantén tu distancia.

—¿Mis pechos no te parecen atractivos?

Katsuki le respondió con una mueca.

—Vale —respondió Uravity sin tomárselo a mal—. El consumo mínimo por hora paga lo suficiente para que estar aquí sentada sin hacer nada valga la pena por sí solo, pero es tedioso, ¿sabes? Al menos podrías regalarme con algo de conversación en vista de que ese par... —Y señaló con el pulgar a Pinky y Kirishima, que sin tocarse porque las reglas del bar exigían cero contacto físico hablaban entre ellos con los rostros casi tocándose y ajenos del mundo que les rodeaba.

Katsuki detestaba reconocerlo, pero nunca había visto a Kirishima así de feliz con cualquiera de las otras chicas con las que había salido en el pasado, aunque también era justo decir que nunca había presenciado esa misma escena con una de sus novias en topless, así que quizá eso influía en algo a su estado de ánimo.

—¿Puedo al menos pedir algo de comer? —Inquirió Uravity sin verse afectada por el mutismo de Katsuki.

—¿Piensas inflar la factura y arruinarnos?

—Nah, pero tengo hambre y en el menú hay platillos que vale la pena probar. ¿Te gusta la comida japonesa?

—¿Te parezco acaso extranjero?

Uravity le dio unos golpecitos al menú y le señaló un plato para 2 con distintas variedades de alimentos fritos. A juzgar por la fotografía, al menos tenía buen aspecto, y ya que Kirishima invitaba fue Katsuki quien autorizó el pedido junto con un par de tés helados.

—¿Qué, es un bar y no piensas beber u obligarme a beber? —Cuestionó Katsuki a su acompañante, y Uravity se encogió de hombros haciendo que sus pechos se sacudieran.

—Aunque no lo creas, mañana temprano me reúno con mi grupo de estudio y apreciaría no presentarme ahí con resaca. Además, yo nunca bebo en horas de trabajo, reglas del local —dijo la chica—. ¿Y tú qué haces? ¿También estás en la universidad?

—Ajá.

—Yo estudio física —suplió Uravity, y tras una larga pausa, Katsuki le correspondió a regañadientes.

—Ingeniería química.

—Oh, pensé que estarías en la facultad de geología con Kirishima.

—Kirishima estudia eso porque tiene la cabeza dura de granito. No todos somos igual de idiotas que él.

Uravity rió de su broma, y justo en eso llegó a su mesa el pedido que habían hecho. Por su cuenta Kirishima y Pinky habían encargado 2 copas con una bebida dulzona que por el solo aroma hizo a Katsuki poner una mueca de desagrado, así como un par de botanas para picar que les ofrecieron.

Sólo entonces se percató Kirishima de su descortesía por acaparar la atención de su novia, y haciendo su mejor esfuerzo porque en la mesa los 4 pudieran participar, trató de buscar entre todos temas en común.

Entre Pinky y Katsuki no había gran cosa en común salvo el gusto por unas cuantas bandas a las que habían visto en vivo justo ese año, y aunque éste respondió por su mayor parte con monosílabos, Kirishima sonrió para sí porque si su desaprobación por su novia fuera total, Katsuki ya se lo habría hecho saber.

Era molesto reconocerlo, pero salvo por el hecho de su empleo y que se movía en ese lugar a sus anchas sin prenda alguna que cubriera sus pechos, la tal Pinky era un buen elemento para Kirishima, a quien Katsuki jamás había visto con anterioridad tan atento y dedicado a una chica. Juntos parecían congeniar más allá de la evidente atracción física que sentían el uno por el otro, y si a Kirishima no le molestaba la manera en que su novia se ganaba un salario (que lo suyo le debía costar, sin dudarlo), ¿por qué debía Katsuki de hacerlo por él?

Tras una segunda bebida y pedir más botanas para su mesa, Katsuki se excusó al sanitario, y no se sorprendió cuando tras orinar y frente al lavamanos Kirishima se le unió con aspecto de querer hablar urgentemente con él.

—Escúpelo de una vez —dijo Katsuki al hacer espuma y esmerarse en que sus manos quedaran limpias en su totalidad.

—Bien, ¿qué te pareció?

—¿Honestidad total?

Kirishima resopló y asintió. —Lanza tu mejor golpe, colega.

Katsuki se esperó hasta eliminar el último rastro de jabón de sus dedos y arrancar una toalla de papel del dispensador antes de dar su veredicto final.

—No es tan fastidiosa como la hiciste sonar en tus descripciones, y al menos tiene buen gusto musical. Será un problema de los gordos si después de la universidad sigue trabajando en este bar, pero mientras no tengas ningún conflicto con ello...

—¿Entonces la apruebas?

—Es tu vida, Kirishima. Haz con ella lo que quieras —dijo Katsuki en aparente indiferencia, pero su amigo lo conocía mucho más de lo que le daba crédito y aquella era su versión de aprobación, y presa del momento se lanzó hacia él y lo abrazó—. Joder, Puercoespín.

—No sabes cuánto significa esto para mí —dijo Kirishima rodeándolo con fuerza con ambos brazos sin importarle que Katsuki estuviera luchando por quitárselo de encima—. Estaba más nervioso de presentarla contigo de lo que seguro estaré cuando la lleve a casa a que mis padres la conozcan.

—Pf, lo que sea —masculló Katsuki, dándole unos golpecitos en la espalda con ánimo de apartarlo, y por el rabillo del ojo presenció una figura que entró al sanitario y se quedó congelado al ver aquella escena.

Al fin y al cabo, estaban en un establecimiento para adultos, y Katsuki suponía que la escena que él y Kirishima protagonizaban era una que podía prestarse a malinterpretaciones, así que se dirigió al recién llegado con mal humor.

—¿Y tú qué miras, uh?

El individuo, que en apariencia tenía de peligroso lo mismo que un cachorro con esos enormes ojos verdes y rostro juvenil en el que se notaba a leguas que apenas tenía la edad suficiente para acceder a uno de esos establecimientos, simplemente levantó ambas manos con las palmas hacia arriba en señal de rendición.

—P-Perdón si interrumpí a-algo —dijo con un apenas perceptible tartamudeo.

Katsuki bufó. —Largo de aquí.

Y con una leve inclinación de su cabeza, el tipo dio media vuelta y se marchó por la misma dirección en la que había llegado.

—Genial, ahora pensará que encontró a un par de maricas a punto de montárselo en el baño —gruñó Katsuki, y sin soltarlo, Kirishima le miró al rostro.

—¿Qué más da? Eres gay, y la persona menos reservada con eso que conozco.

—Pero tú no, idiota. Piensa un poco al menos. ¿Qué creería cualquiera que nos viera si no es lo obvio?

—Que somos un par de amigos en un muy masculino abrazo —dijo Kirishima, dándole un último apretón y refregando sus mejillas como un gato antes de dejarlo ir—. Si a ti no te importa mucho menos a mí.

—A mí me vale un carajo porque soy gay, Puercoespín, pero tú...

—Yo estoy seguro de mi sexualidad —dijo Kirishima sin ningún titubeo—. Tengo una novia linda con el mejor par de senos en todo el establecimiento, y lo que piense un desconocido me tiene sin cuidado.

Muy en contra de su propia personalidad, Katsuki rió entre dientes. —Ah, quizá después de todo eres menos idiota de lo que te doy crédito.

—Viniendo de ti ese es todo un cumplido.

Tras terminar con sus asuntos en el sanitario, ambos volvieron a su mesa para descubrir que Pinky y Uravity charlaban entre ellas y manifestaron su gusto por tenerlos de vuelta.

—¿Es parte del show? —Inquirió Katsuki cuando Uravity miró su vaso de té a punto de finalizar y se ofreció a pedir por él otro más.

—¿Qué?

—El actuar solícita, casi como hostess en su elemento. Aunque por la falta de ropa...

Uravity le dio rápido un golpe en la mejilla, que sin llegar a constituir una bofetada, tuvo la saña de una.

—No me llames prostituta —le reprendió la chica—. Trabajo 3 días a la semana aquí para pagar mis estudios y es lo mejor que me pudo haber pasado en el mundo.

—¿Qué, encontraste un sugar daddy que cuidara de ti?

—No es necesario. Basta pasar el rato en un par de mesas por noche y tengo suficiente para pagar mis gastos y tener un extra considerable. Además del tiempo libre que dispongo el resto de la semana, y que en realidad no es la gran cosa.

—Te paseas topless por aquí, ¿eso no te parece la gran cosa?

—No —replicó Uravity sin dejarse amedrentar, el mentón en alto al verlo directo a los ojos—. ¿Te crees muy importante porque eres el único cliente que entra aquí y no está interesado en mis pechos? Pues piensa de vuelta, porque a veces hay clientes que vienen por la curiosidad del momento, ancianos que sólo desean un poco de compañía, a veces hasta mujeres que aprecian la belleza en su mismo sexo, y sí, el típico pervertido que cree que puede propasarse y acaba en el callejón trasero cuando Deku lo pone en su lugar.

—Vale, éste es tu trabajo y estás orgullosa de él.

—No, orgullosa no. Simplemente me niego a avergonzarme por lo que hago —dijo Uravity, que en penitencia hizo a Katsuki comprarle un coctel bastante caro en el menú que éste pagó en efectivo porque sí, la chica tenía agallas y él podía apreciarlo. Merecía el crédito.

Intrigado por el tipo de ambiente que podía vivirse en ese bar, Katsuki hizo que Uravity le contara historias de las chicas que trabajaban ahí y de sus clientes, y su acompañante satisfizo su curiosidad con gusto al pegarse a su costado y en voz cómplice señalar aquí y allá a los ocupantes de otras mesas.

—Ella es nuestra jefa y gerente del local, Miss Midnight, y los tipos con los que está sentada son sus mejores amigos desde la escuela preparatoria. Seguido vienen a pasar el rato y dejan buenas propinas. Nunca están interesados en ninguna chica más que nuestra jefa, así que sospechamos que son pareja.

—No lo dudaría —opinó Katsuki, pues si bien ese par no se mostraba afectuoso entre sí, en el rato que los observó también descubrió que podían comunicarse casi en silencio, con gestos y miradas, justo como hacían los amantes que se conocen desde mucho tiempo atrás.

Katsuki escuchó historias, algunas aburridas por su obviedad para un local como ese pero la mayoría interesantes, y no pasó por alto que Uravity se saltó una mesa situada en un rincón estratégico desde el que se tenía una vista privilegiada de toda la habitación y el área del bar.

—¿Y ese de ahí quién es? —Preguntó por el tipo que antes los interrumpiera a él y a Kirishima en el baño.

Era detestable reconocerlo, pero Katsuki sentía curiosidad por el desconocido, simplemente porque la visión de sus ojos verdes abiertos de par en par con sorpresa le habían resultado atrayentes. De menor estatura que él y un cuerpo que bajo la ropa no se adivinaba como gran cosa, no era el tipo de Katsuki ni en un millón de años. Algunos exes y la mayoría de encuentros de una noche (o de horas) que Katsuki sostenía eran con hombres como él, con al menos un poco de músculo en el cuerpo y noción de las reglas del juego en el que participaban.

Por descantado que mínimo debía de tener algún interés en las chicas del local, aunque resultaba casi gracioso verlo sentado ahí solo en un booth en el que realmente nunca experimentaba soledad porque las chicas del local pasaban por ahí sin parar y le dedicaban toda clase de atenciones, ya sea llevándole algo de comida, bebida o de pasada haciéndole un mimo que con toda seguridad ponía un llamativo rubor debajo de ese puñado de pecas que tenía en las mejillas.

—Ah, es nuestro chico favorito en todo el mundo —dijo Uravity con una sonrisa en labios—. Es encantador, ¿verdad? Quizá hasta podría ser de tu tipo.

—Nah, no me gustan los flacuchos. —«Y tampoco los hetero, atraen demasiados problemas... como un corazón roto», pensó Katsuki, rememorando la única vez que se había enamorado de un jodido hetero y lo difícil que había sido sacárselo del corazón una vez que experimentó el dolor del rechazo.

Por salud mental era mejor no pensar en eso porque era un relato del pasado, ya enterrado y olvidado, pero que le servía como recordatorio de lo que estaba más que vetado en su lista de errores a cometer por una jodida segunda ocasión.

—Tendrías que verlo debajo de la ropa —dijo Uravity con un guiño travieso que puso a Katsuki en alerta.

—¿Y lo has visto tú? —La retó a confirmarlo—. Creí que este establecimiento estaba en contra de mezclar los negocios con el placer.

—Y lo está.

—Vale, no me cuentes si no quieres —gruñó Katsuki tras esa respuesta tan críptica.

—No seas así, estoy jugando contigo —dijo Uravity al pegarse a su brazo, y uno de sus pechos rozó a Katsuki sin que éste moviera un músculo—. Wow, en verdad que debes de ser gay...

—Es la segunda vez que me lo dicen así esta noche.

—¿Sí? Pues es agradable tener mis horas reservadas contigo.

—¿Incluso si eso implica no pasar un rato con el tipo de la mesa del rincón? —Volvió Katsuki a la carga, pues en los últimos 10 minutos había presenciado a varias de las chicas del establecimiento pasar a su mesa para revolverle el cabello, pellizcarle la mejilla y en general tratarlo como un cachorro perdido al que fuera necesario hacerle mimos para que no se aburriera.

Uravity levantó las cejas con interés. —¿Estás seguro que no es de tu tipo? Desde aquí no lo parece, pero tiene unos muslos y pantorrillas que...

—No molestes, cara redonda —gruñó Katsuki, escondiendo el bochorno que de pronto le atacó al llevarse el vaso con té helado a los labios y bebiendo hasta al fondo.

—¿Te la estás pasando bien, colega? —Preguntó Kirishima al otro lado de la mesa, con Pinky sobre sus piernas pero de alguna manera ingeniándoselas para no ser él quien la tocara de manera indebida.

Katsuki hizo un gesto vago y lo ignoró. No se la estaba pasando mal, per se, pero tanto que llamarlo bien...

Porque para tipos que se la pasaban bien tenía que ser el tipo de la mesa del rincón, que en esos momentos tenía 3 chicas y ninguna perdía oportunidad en tocarlo y atenderlo como sultán en su harem.  Katsuki al menos dedujo que tenía suficiente dinero para comprar afecto, porque tener en exclusiva para él a una de las chicas costaba lo suyo, ya no se diga a 3 de ellas. Y el cuadro habría de ser completo salvo por la parte en el que pobre infeliz no parecía estar a sus anchas, sino que se mantenía rígido en su asiento e incluso desde la distancia se le podía apreciar el bochorno que le subía por el cuello y le teñía el rostro de un vivaz color cereza.

—Realmente te tiene intrigado, ¿eh? —Se burló Uravity, y Katsuki gruñó—. Puedes ir a su mesa y hablarle.

—Estás loca.

—¿Y por qué no? Puede que hagas un nuevo amigo.

—Ya bastante tengo con éste —señaló a Kirishima con el pulgar—, como para conseguir otro que me arrastre a sitios como éste.

—¿Es que no te estás divirtiendo?

—Diversión no es la palabra con la que lo definiría.

—Te hace falta relajarte un poco más, Bakugou-sama —dijo Uravity al pegarse a él y apoyar su mentón en su hombro. Katsuki olió de su cabello un aroma a té verde agradable, pero por inercia arrugó la nariz y se giró en dirección contraria—. Ah, eres tan fácil de molestar.

—Entonces detente.

—No hasta que me digas qué interés tienes en el chico del rincón. Porque te tiene intrigado, ¿no es así? Quieres saber quién es él, y yo podría contarte lo que quieras de él, incluso averiguar por ti si tienes una oportunidad...

—Basta —refunfuñó Katsuki, moviendo el hombro y quitándosela de encima sin que Uravity se lo tomara a mal a juzgar por sus risitas.

—¿Puedo llevarte a conocerlo? Si quisieras... Es mi amigo, y podría ser el tuyo si descubres cómo jugar tus cartas.

—¿Estás segura que has pedido esos tés vírgenes? Actúas como borracha.

—Aw, puedes oler mi aliento si lo prefieres.

—Basta.

Pero Uravity no parecía ser del tipo de chica que se dejara amedrentar con facilidad, y sujetando su brazo contra su pecho (el contacto de sus senos contra su piel desnuda lo dejó helado) susurró muy cerca de su oreja:

—Ven. Y si no es lo que esperabas, juro que la factura de esta mesa correrá por mi cuenta.

—Pareces muy segura de ti misma.

—Tengo que estarlo para trabajar en un sitio como éste. —Y repitió—: Ven.

Katsuki no sabía qué esperar. Por una parte, una chica a la que apenas conocía de una hora atrás lo quería invitar a la mesa de un desconocido que no lo era totalmente si tomaba en cuenta lo que ocurrió antes en el sanitario, y por otra, en su fuero interno, él quería ir con ella y satisfacer esa curiosidad que le quemaba las entrañas como brasas ardientes.

—¿Es un chulo? —Preguntó Katsuki sólo para cerciorarse, y la risa cristalina de Uravity le dijo todo lo que necesitaba saber.

—¿Qué, él? ¡Ni en sueños! Es demasiado dulce para eso.

—¿Tampoco es tu proveedor?

Uravity perdió su buen humor y le miró directo a los ojos. —¿Te parezco del tipo que consume drogas?

—Nadie lo parece hasta que lo descubren.

—Pues no —bufó la chica—, estoy limpia desde siempre. —Una pausa—. ¿Alguna otra suposición tonta que te apetezca hacer?

Katsuki chasqueó la lengua, y Uravity se deslizó fuera del booth y de pie le tendió la mano.

—¿Vienes o no? A menos que seas un cobarde...

Y Katsuki le siguió.


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