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Dentro de una falda por Marbius

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Estaba de ánimo para un poco de smut :)

Dentro de una falda

 

Izuku había dado por sentado que una vez que la etapa de luna de miel llegara a su fin y su relación con Kacchan se asentara en ese periodo que iba desde los 6 meses hasta la eternidad pocas serían las ocasiones en las que un zumbido eléctrico le recorriera el cuerpo cada vez que disfrutara de su compañía. Pero oh, qué equivocado había estado.

Hacía ya poco más de un año que (según sus palabras textuales mientras yacían en camas adyacentes del hospital) Kacchan “había sacado la cabeza del culo” para reconocer que durante su enfrentamiento con la Liga de Villanos el que su cuerpo se moviera por su cuenta para salvar a Izuku no había sido sino una prueba contundente de cuán poco podía imaginar un mundo sin él y cuán dispuesto estaba a impedir que así fuera.

Aquella conversación con varios huesos rotos, vendados hasta las cejas y con dolor hasta para respirar había sido incluso más agónica entre ellos dos durante las horas tardías de la noche en que las enfermeras no los molestaban a cada 5 minutos para tomarles los signos vitales, pero había servido para aclarar las últimas brumas de malentendidos entre ellos y reconocer de una vez por todas que la constante irritación de Katsuki por Izuku no era sino fascinación mal encaminada que ahora éste estaba dispuesto a corregir.

Cuando una semana después salieron del hospital sobre sus propios pies pero con instrucciones de tomárselo con calma al menos durante el próximo mes, Katsuki tomó la mano de Izuku sin importarle la presencia de sus padres, y a partir de entonces comenzaron juntos una nueva etapa en sus vidas que no fue simple ni mucho menos exenta de conflicto, pero que era justo lo que ambos querían y estaban más que dispuestos a luchar para conseguir.

Costara lo que costara.

Porque entre ellos dos la palabra moderación parecía estar ausente de su vocabulario, Izuku aprendió junto con Kacchan las mieles y las hieles del primer amor, y juntos coincidieron que darían lo mejor de sí para que funcionara.

Era casi divertido cómo una vida de ser amigos, enemigos y rivales no había hecho gran cosa por mantener la conexión que los unía, pero una vez que deliberadamente habían reconocido sus sentimientos por el otro lo discutieron con una seriedad absoluta que sólo habían compartido de críos al fantasear en su vida como héroes una vez que fueran adultos. Izuku había vuelto a enamorarse de Kacchan cuando éste tomó sus manos, y mirándolo a los ojos le juro que se entregaría en cuerpo y alma para no darle motivos de arrepentimiento por esa oportunidad que le estaba dando, y sin habla, éste había asentido porque para él era igual.

De eso hacía ya más de medio año, y aunque tenían sus altos y bajos abismales, por la mayor parte Katsuki había cumplido su promesa.

Hoy en día, ya en su tercer año en U.A. y contemplando la posibilidad de terminar su educación y unirse a las fuerzas laborales como héroes en ciernes, también tenían que enfrentarse a las realidades cotidianas del día a día, como era cuidar de su salud, entrenarse sin parar, comer de manera adecuada y cumplir con todo aquello que se esperaba de alguien que estaba por independizarse.

Katsuki había cumplido los 18 con el inicio del nuevo año escolar, y por los siguientes meses hasta su cumpleaños Izuku no había perdido oportunidad en chincharle que ahora tenía un novio menor de edad al que era un poco pervertido tocar por debajo de la ropa. A Izuku le encantaba molestar a Katsuki, sobre todo cuando éste lo besaba, y a base de caricias le hacía rogar por esos toques ilícitos.

Después de que Izuku cumplió 18 poco antes de vacaciones de verano la broma perdió su significado, pero no por ello dejaron sus juegos, y juntos exploraron esa nueva faceta suya que condimentó el sexo vainilla con el que habían comenzado.

Igual que otros grandes hitos de su relación, Izuku y Katsuki descubrieron ser vírgenes en una mayoría de primeras veces. Por descontado que ambos ya habían besado (Izuku a una compañera en secundaria y Katsuki a un par de chicas con las que salió antes de entrar a U.A.), pero por el resto eran tan inexperimentados que tuvieron que investigar por su cuenta y preguntar entre amigos antes de atreverse a dar el primer paso.

Y vale, sus primeras veces con el otro tampoco habían sido espectaculares o de lo que se pudiera escribir a la posteridad, pero no en balde se habían convertido en el Wonder Duo para la prensa, y lo que no conocían pronto lo aprendieron juntos por medio de práctica y repetición hasta dar algo con lo que fuera de su total agrado.

El sexo, junto con las sensaciones de infatuación, eran parte de lo que Izuku había creído que se volvería parte de la rutina cotidiana hasta perderse con el resto de su convivencia diaria, pero resultó (y para bien) que incluso hasta las acciones más simples estaban cargadas de significado por el simple hecho de tener a Kacchan a su lado.

Como despertar en las mañanas, y acurrucarse a su lado.

O preparar juntos el desayuno, y conversar como si el mundo a su alrededor no existiera.

E incluso hacer la colada, como era el caso ese jueves por la noche en la que ambos volvieron de un entrenamiento con los uniformes hechos un asco luego de que una intempestiva lluvia de otoño los sorprendió sin sombrilla de camino a los dormitorios.

—Argh, odio mojarme —rezongó Katsuki cuando entró con Izuku a su dormitorio (era el más cercano) y sacudió la cabeza buscando quitarse el exceso de agua.

—Espera, vas a empaparlo todo —le detuvo Izuku titiritando de frío y con los labios azulados mientras sacaba un par de toallas del armario y se dedicaba a secarle a Katsuki la cabeza.

En silencio y demostrando la misma consideración, Katsuki utilizó otra toalla e hizo lo mismo con sus rizos rebeldes hasta despeinarlo.

—A ver si no pescamos un resfriado, sólo eso nos faltaría —gruñó Katsuki no al desvestirse, sino al abrirle a Izuku los botones porque en su cabeza primero debía encargarse de que sus viejas heridas y huesos torcidos no se resintieran por el frío y después vería por sí mismo.

Izuku fue de la misma idea, y después desnudos se abrazaron unos minutos sobre la cama y debajo de una manta para recuperar el calor perdido.

—Ah, no quiero moverme de aquí —murmuró Izuku con la mejilla sobre el hombro de Katsuki, una de sus piernas metida entre las de su novio.

—¿E ir mañana a clases con el uniforme en ese estado? Ni lo pienses, nerd —refutó Katsuki, acompañando sus palabras bruscas con el roce de sus nudillos sobre la curvatura de la espina de Izuku—. Es imperativo que bajemos a la lavandería y... —Pero el resto de sus palabras quedaron en incógnita cuando Izuku alzó el rostro y lo besó en los labios.

—¿No podemos hacer eso más tarde?

Katsuki le miró con ojos entrecerrados de desconfianza. —Define ‘más tarde’.

Izuku miró en su reloj la hora y propuso quedarse ahí por un cuarto de hora, sólo 15 minutos cronometrados, y después bajarían a la lavandería, pero lo que en un inicio fue un pacto mutuo de responsabilidad, al cabo de 3 horas en las que no hicieron nada salvo besarse y acariciarse debajo del edredón hasta que se hizo necesaria una pausa para utilizar el sanitario se convirtió en una carrera desesperada por enmendar su error y ponerse manos a la obra.

Vistiendo un cambio de tantos que ahora tenía en los cajones que Izuku le había cedido tras considerar el tiempo que pasaba en su dormitorio y viceversa, Katsuki bajó con su novio a la lavandería cargando en una canasta los uniformes todavía empapados de agua y un gesto hosco en el rostro porque responsabilidades eran responsabilidades, pero eso no solucionaba el que daría un dedo de su mano dominante por volver cuanto antes a la cama a su lado.

Sin embargo, juntos habían hablado de la posibilidad nada remota de mudarse a un departamento compartido una vez que llegara el día de la graduación, y pragmático como siempre considerando los pros y contras de la situación había sido Izuku quien nervioso se cuestionara entre murmullos si realmente estaban preparados para dar semejante paso.

—Claro que sí, idiota —le había respondido Katsuki con brusquedad, y desde ese día apenas un par de meses atrás era que hacía todo lo que estaba en su poder para demostrar que era material para pareja estable, de esas que primero se mudan juntos y después toman en cuenta la opción de comprar una casa.

De ahí que Katsuki estuviera tan insistente con hacer la colada y anotarse un punto más como hombre capaz de enfrentarse no sólo a una horda de villanos, sino también a los contratiempos de la vida cotidiana.

En la lavandería, Izuku y Katsuki no fueron los únicos ahí porque la lluvia había sorprendido a la mayoría de regreso a los dormitorios, pero claro, la mayoría no se había quedado retozando con su novio en la cama durante las últimas horas, así que sólo eran Ashido y Kirishima en sacando sus prendas de la lavadora mientras conversaban de la última tarea de inglés que Present Mic les había dejado.

Izuku no perdió oportunidad en entrometerse en esa conversación porque aquella era una clase que se le dificultaba, y Katsuki lo dejó ser porque no necesitaba de él para poner en marcha una de las lavadoras con su uniforme.

Para cuando terminó, Izuku se estaba despidiendo de sus compañeros, y le propuso a Katsuki subir a la cocina por un tentempié mientras su ropa quedaba lista.

En el área común se toparon con más compañeros, e Izuku apenas pudo ocultar la sonrisa en labios cuando Katsuki le preguntó qué quería comer de entre un par de opciones que le ofreció. El que Katsuki cocinara no sólo para él, sino para ambos, era una novedad que había asombrado a sus compañeros de clase y corroborado que en verdad iban en serio, pero que se había vuelto rutina para todos menos Izuku, que con las mejillas arreboladas pidió arroz frito.

—Tsk, tú y los malditos carbohidratos —gruñó Katsuki, pero cumplió su petición adicionando suficiente pollo a la mezcla y haciendo que Izuku lavara el arroz mientras él lavaba las verduras.

A ellos se les unieron Uraraka, Asui, Kirishima y Kaminari, quienes cooperando en la preparación al menos tuvieron la decencia de no molestarlos cuando Izuku y Katsuki se sentaron juntos en la mesa y comieron aderezando el momento con una conversación que versaba de una próxima expo que se celebraría en Tokyo y que presentaría los nuevos avances en tecnología de trajes para héroes.

A ojos de terceros, la relación de Izuku y Katsuki podría parecer de lo más aburrida cuando limitando sus demostraciones de afecto en público preferían actuar como siempre minus la agresividad que había caracterizado de antes a Katsuki o los nervios de Izuku al lidiar con él, pero quienes los conocían estaban felices por ellos, y al final de cada día era lo que contaba.

Eso, y en opinión de Izuku, el que tras puertas cerradas podían explorar sin límites o miedo otras facetas de su relación.

 

A eso de las 7 y tras lavar sus platos, Izuku recordó que la ropa en la lavadora ya debía de estar lista y bajó por ella tras asegurarle a Katsuki que podía esperarlo en su habitación.

Izuku no se demoró mucho en pasarla por un corto ciclo de la secadora, y mientras tanto revisó en su móvil un par de redes sociales antes de que el aparato se detuviera por completo y el trabajo estuviera terminado.

Volviendo a su habitación, Izuku descubrió a Katsuki recostado en su cama y con un libro en el regazo, que éste al instante soltó para recibirlo.

—Espero no hayas olvidado el suavizante de telas.

—No, Kacchan.

—Porque odio cuando el cuello de mi camisa está duro. Argh, es como si me ahorcara.

—Pues en opinión de Aizawa-sensei esa no es excusa suficiente para no llevar corbata y... Ah —exclamó Izuku de pronto cuando al vaciar el canasto a los pies de la cama para separar sus uniformes descubrió una prenda que se había infiltrado de polizona entre las suyas.

Katsuki encogió las piernas, porque la última vez que había escuchado a Izuku emitir aquel sonido era cuando se topó con una enorme cucaracha voladora en las regaderas, pero la verdad esta vez era incluso más desconcertante.

—¿Qué pasa?

—Creo que... —Izuku recogió la prenda entre 2 dedos y se la mostró a Katsuki—. Esto no es tuyo, ¿verdad?

Katsuki rió con sorna. —No. Tengo las piernas para lucirla, pero nah.

—Vaaale —dijo Izuku, llevándose al frente la falda que se había venido con su uniforme y que claramente era de alguna de sus compañeras de curso—, porque mía tampoco es.

—Duh.

Izuku se la acomodó a la altura de la cintura, y con asombró comprobó que en tamaño no podía ser tan diferente a su talla de pantalón.

—¿De quién crees que sea?

—Si estaba en nuestra lavadora bien podría ser de Ashido.

—Pero ella tenía su ropa en la lavadora de al lado.

—Bueno, ¿y qué más da de quién sea? Déjala en el área común y la dueña aparecerá. O envía un mensaje al chat grupal, lo que sea —masculló Katsuki, que sin embargo se incorporó a medias sobre uno de sus brazos y contemplaba a Izuku con atención.

—Sí, puede ser...

—¿Es que te la piensas poner, nerd? —La chanceó Katsuki cuando Izuku no hizo ningún movimiento, y éste se la pegó más al frente antes de arrugarla y con nervios depositarla con el resto de las prendas.

—¡Kacchan!

—Parecías bastante interesado.

—No, sólo me preguntaba si podría adivinar a la dueña por el tamaño pero es imposible.

—Nah. ¿No envió Mineta alguna vez una lista con las medidas de las chicas? Bastaría sacar una regla y medir la cinturilla.

—Yaoyorozu la borró del grupo por considerarlo sexista.

Katsuki terminó por sentarse, y extendiendo la mano tocó el borde de la falda, que de la misma tela de sus pantalones no era muy diferente al tacto de lo que ya estaba acostumbrado.

Nervioso por el repentino interés que Katsuki estaba demostrando en la prenda, Izuku se cruzó de brazos.

—Ok, tenemos que devolverla antes de que la dueña se dé cuenta de su ausencia.

—¿Por qué? —Inquirió Katsuki, ahora sujetando la falda y contando con sus dedos el largo.

—Kacchan... —Gimoteó Izuku, y su novio alzó la mirada con un brillo particular en sus ojos de pupila roja.

—Deku... —Lo llamó Katsuki de vuelta, y su apodo estuvo exento de la furia o el desprecio de los primeros años; en su lugar, su voz sonó ronca, y su tono fue un llamado, casi una invitación.

Por un segundo, la visión de Izuku se estrechó hasta sólo enfocar a Katsuki, y parpadeó repetidas veces para librarse de ese efecto.

Katsuki no podía estar proponiendo lo que creía... ¿O sí? Izuku apretó con más fuerza los brazos, y se abrazó a sí mismo sujetando los costados de su camiseta con las manos, buscando un sitio de dónde asirse ahora que la sangre se le estaba acumulando en el vientre bajo con la posibilidad de una invitación a... A eso.

Recorriendo el borde de su labio inferior con la punta de la lengua, Katsuki miró la falda entre sus dedos y luego a Izuku antes de hacer su pregunta.

Una simple palabra, pero lo resumía todo: —¿Podrías?

Izuku exhaló el aire hasta entonces contenido en sus pulmones, y un escalofrío le recorrió desde la nuca hasta la parte baja de la espalda.

—¿Q-Quieres verme con una...? —Izuku volvió a sucumbir a un segundo escalofrío, temeroso de haber leído mal las señales, de que Katsuki se burlara de él por aquella idea tan ridícula y lo atormentara por ello, pero en su lugar...

—Sí.

Izuku apretó los labios y tragó saliva. Era una simple decisión, con consecuencias quizá no tan simples, pero... Le apetecía hacerlo.

Con un asentimiento de convicción para sí mismo, Izuku le indicó a Katsuki que volteara el rostro, y éste le obedeció clavando los ojos en la pared mientras tomaba la falda de sus manos rozando sus dedos y con torpeza buscaba cómo vestirse con ella de la manera más rápida e indolora posible.

Ni en un millón de años había considerado Izuku la eventualidad de vestir prendas femeninas, mucho menos una de las faldas del colegio, pero mientras se despojaba de sus pantalones de deporte y se subía la cremallera por el costado antes de tener segundos pensamientos respecto a lo que hacía, descubrió que la rutina no era tan diferente a la de vestirse por las mañanas. Ciertamente había un toque de libertad que no existía con su otro uniforme, y verse las rodillas de pronto le provocó un ataque de risa nerviosa, pero no era tan temible como se temía en un inicio.

—Izuku... —Sin esperar su señal, Katsuki lo volteó a ver y arqueó una ceja mientras lo absorbió con la mirada fija en él y los labios entreabiertos.

Removiéndose con nervios, Izuku se tiró del borde de la falda buscando prolongar su extensión pero era imposible. La prenda apenas le llegaba a medio muslo, y por detrás el efecto era incluso menos favorecedor al quedar unos cuantos dedos por debajo de la línea de su trasero.

Katsuki pareció adivinar su incomodidad, y tras superar el shock inicial, hizo un gesto con su mano para indicarle que se diera media vuelta.

—Pero Kacchan...

Salvo que Katsuki no aceptó protestas, e Izuku obedeció despacio su orden al moverse despacio hasta quedar de espaldas a él.

Angustiado a la espera de un veredicto, Izuku entrelazó las manos por encima de su trasero y contó hasta 3 a la espera de... ¿Qué? Kacchan no era del tipo que soltaba halagos, y por el contrario, era rápido con las burlas. Izuku no podía esperar nada más que un chiste a sus costillas por satisfacer su curiosidad respecto a cómo se vería con falda, pero a pesar de conocer a Katsuki por más de la mitad de su vida, en verdad que no las tenía todas consigo.

—Nerd... —Dijo Katsuki con la voz ronca, e Izuku apretó con más fuerza sus dedos—. Nunca imaginé que... ¡Carajo!

Izuku le miró por encima de su hombro. —¿Tan mal es?

Con ojos en los que la pupila había absorbido casi en su totalidad el iris, Katsuki denegó con la cabeza sin perder el punto focal situado sobre el área de su trasero.

—No te imaginas lo que verte en falda me está haciendo...

—Ka-Kacchan —se sobresaltó Izuku cuando un par de manos de ciñeron alrededor de su cadera y el empuje de Katsuki lo atrajo hacia él y hacia la cama.

Haciendo todo lo posible por mantener el decoro, Izuku terminó con las manos al frente tirando de su falda mientras Katsuki se lo sentó entre las piernas y con interés por la vista apoyó el mentón sobre su hombro y se asomó a su regazo.

—No actúes como chica —le reprendió Katsuki su repentina timidez, e Izuku se retorció entre sus brazos.

—Es que... Yo...

—Escúpelo, nerd.

Izuku giró el rostro hacia Katsuki, y susurrando sobre su oído le confesó que se había despojado de sus bóxers y que no llevaba prenda alguna debajo de la falda.

Sin perder tiempo para comprobarlo, Katsuki introdujo una de sus manos debajo de la tela, y al instante sujetó su pene a medio camino de una erección.

—¡Hah! —Exclamó al sujetar su miembro con la mano, y utilizar el pulgar para acariciar el glande ya húmedo—. ¿Acaso te crees que la dueña de esta falda agradecerá tenerla de vuelta con manchas de semen?

—Pensaba, ah, pensaba la lavarla, Kacchan —resopló Izuku, que en contraste con su tono molesto se mostraba dócil bajo las caricias de Katsuki al abrir más las piernas y no oponer resistencia a su mano—. No iba a devolverla sucia...

—Hay manchas que jamás desaparecen —resopló Katsuki al refregar su mejilla contra la de Izuku, y utilizando su otra mano se dedicó a masajear los testículos de Izuku hasta que la piel del escroto se contrajo—. ¿Qué harías si es la falda de la Cara Redonda?

—Kacchan...

—¿Podrías mirarla después a los ojos?

Izuku se retorció en sus brazos, pero su cuerpo hablaba por él cuando levantó un poco la cadera para darle cabida a los dedos de Katsuki cuando éste descendió todavía más por la sensible piel de su perineo.

—Esto es divertido —masculló Katsuki para sí, dejando ir a Izuku y después apartándose.

Jadeante, Izuku cubrió su erección con la falda, pero había algo lascivo en el modo en que la tela se curvaba sobre su erección y que le incitaba no a la vergüenza sino a proseguir.

—Inclínate —le presionó Katsuki entre los omóplatos, e Izuku le miró con ojos grandes y repletos de confusión hasta que apreció en sus manos el tubo con lubricante.

—Oh...

—A menos que no quieras... —Le ofreció Katsuki la oferta de dar marcha atrás, pero Izuku no era del tipo que se acobardaba en el último momento, así que obedeció.

Posicionándose sobre sus rodillas, Izuku procuró mantener el mayor tiempo posible el decoro al recostarse sobre su cama y apoyar el rostro en el cobertor, dejando su trasero al aire y ligeramente expuesto. Izuku confiaba que la tela de la falda cubriera lo esencial, pero fue una esperanza que ardió y se convirtió en cenizas cuando Katsuki se posicionó detrás de él y sin mucha ceremonia se la levantó.

—Mmm... —Expresó Katsuki su satisfacción por la vista, e Izuku contrajo los dedos de los pies cuando el primer par de dedos fríos por el efecto del lubricante tantearon alrededor de su abertura.

Katsuki no siempre había sido bueno con sus manos. Su quirk había desensibilizado su sentido del tacto hasta el punto en que la primera vez que masturbó a Izuku éste tuvo que detenerlo porque por riesgo de fricción corría el riesgo de perder una parte crucial de su anatomía. A base de paciencia, y altas dosis de humillación para explicarle qué se sentía bien y qué no, Izuku había conseguido que a pesar de tener las terminaciones nerviosas de sus dedos dañadas, Katsuki fuera eficiente con sus roces y caricias.

El uso de sus dedos en su interior era parte de aquel aprendizaje, e Izuku no paró de gimotear mientras Katsuki pasaba de 2 a 3 dedos y alternaba con caricias de su otra mano sobre sus testículos tensos y contraídos contra el cuerpo.

Hacía meses que habían superado la vergüenza inicial de verse desnudos en ese tipo de posición, pero Izuku descubrió que quedaban remanentes cuando Katsuki le plantó una sonora nalgada en el glúteo derecho, y después éste extrajo sus dedos y le bajó la falda hasta cubrirlo de nuevo.

—¿Uh? ¿No vas a...? —Preguntó Izuku con el rostro apoyado en el edredón y las manos agarrando puños de una almohada cercana.

—¿Y perderme de las vistas? Nah. —Katsuki recorrió sus muslos desnudos con la mano, trazando el contorno externo antes de hacer lo mismo por la cara interna y provocar que Izuku se retorciera por las sensaciones.

Izuku se movió para caer de costado sobre la cama y con ojos inquisitivos sopesar sus opciones. Kacchan no parecía estar tomándole el pelo con la reciente adición de la falda a su sesión de sexo, y en realidad, si era eso lo que quería...

—Entonces... —Izuku movió una pierna, y la falda se abultó sobre su erección mientras él deslizó su pie sobre el muslo de Katsuki hasta llegar a su ingle y presionar—. ¿Quieres verme?

Katsuki gruñó, y su expresión se tornó tan intensa como antes de una batalla.

—No tienes idea de lo bien que te ves, nerd... —Resopló Katsuki cuando luego de unos segundos de tortura se abalanzó sobre Izuku, cubriendo su cuerpo con el de él y tomando posesión de sus labios.

Las manos de Katsuki no perdieron tiempo en introducirse debajo de la camiseta de Izuku, y éste jadeó entre besos cuando con los pulgares le acarició en movimientos circulares sobre los pezones. Izuku a ratos encontraba fastidioso tener tanta sensibilidad en esa área, pero era un lamento breve cuando Katsuki ponía en práctica lo aprendido y le proporcionaba ramalazos de placer que no se comparaban a nadie más, ni siquiera a sí mismo.

Katsuki le subió la camiseta, y separándose de sus labios se entretuvo un par de minutos chupando sus pezones y provocando en Izuku toda clase de reacciones.

Por último, Katsuki lo despojó de su camiseta e hizo lo mismo con sus prendas, pero la falda se quedó en su sitio sin que Izuku tuviera objeción alguna por ello.

—Te quiero arriba —resopló Katsuki al bajar por el pecho de Izuku hasta su ombligo y ascender de vuelta por su esternón hasta llegar a su cuello y ondular sus cuerpos en un vaivén que hizo rechinar los resortes del colchón.

Izuku se mordisqueó el labio inferior, pero asintió con determinación.

Sin perder tiempo, Katsuki se recargó contra el muro y le hizo señas a Izuku para que lo montara ahorcajadas, los ojos fijos en su novio mientras éste le obedecía sin levantar la vista.

Con una pierna a cada lado de la cadera de Katsuki, Izuku se valió de la ayuda de éste para sostener su miembro en vertical, y tras cerciorarse de que estaba en el ángulo correcto, posicionarlo sobre su abertura y despacio dejar que la gravedad hiciera el resto.

Aquella no era su primera vez pero ni de lejos, y sin embargo la posición era todavía una novedad porque Izuku encontraba abrumador aquella penetración tan profunda cuando su cercanía y la de Katsuki hacía de su cuerpo una visión completa que todavía se sentía incómodo de mostrar a la luz de su lámpara de noche.

Katsuki gimió cuando en su totalidad su miembro desapareció en el interior de Izuku, y sujetándolo por encima de la pretina de la falda acarició sus afilados huesos de la cadera.

—Nerd... —Jadeó Katsuki, y luego se rectificó—. Izuku...

—Katsuki... —Gimió éste en respuesta, temblando bajo el toque de sus dedos, reaccionando instintivamente a la vulnerabilidad de la penetración con contracciones involuntarias de su cuerpo.

El placer era compartido, pero fue Katsuki quien requirió apretar los dientes e imaginar a Aizawa-sensei en bikini para no correrse como un jodido adolescente.

—Olvídate de Aizawa-sensei —dijo Izuku al apoyar una mano en el pecho de Katsuki y con la otra acariciarle la mejilla.

—¿Lo dije en voz alta? Mierda...

—Siempre podemos hacerlo más de una vez por noche —le recordó Izuku, y en recompensa por la mirada de adoración con la que Katsuki le trató, se elevó un poco con ayuda de sus fuertes músculos y después volvió a descender.

Aquella posición era tortura. Para Izuku en las piernas, peor que cualquier entrenamiento, y para Katsuki porque la vista y la estrechez del ángulo hacían casi imposible resistirse a la inminencia del orgasmo.

—Ven —tiró Katsuki de Izuku hasta que éste quedó recostado contra su pecho, y sujetándolo con los brazos por la espalda Katsuki alzó la cadera y volvió suyo el ritmo de las embestidas.

Izuku le rodeó el cuello con un brazo, respirando una cadena de gemidos contra su oído mientras utilizaba su otra mano debajo de la falda en movimientos veloces.

Ambos sabían que la novedad del disfraz los tenía al borde del precipicio, pero no que el efecto era compartido, así que Katsuki no dudó en buscar su placer del mismo modo en que Izuku tampoco lo hizo, y uno detrás del otro alcanzaron el orgasmo con roncos gemidos.

—Eso fue... —Exhaló Izuku su aliento húmedo sobre la yugular de Katsuki, y éste apenas consiguió tragar saliva.

—Patético.

—¿Uh?

—No durábamos tan poco por lo menos desde nuestras primeras veces en la cama.

Izuku rió entre dientes. —No puedes negar que la novedad ha sido... divertida.

—Puede ser —reconoció Katsuki a regañadientes, y soltando el agarre que tenía sobre el torso de Izuku deslizó sus manos a lo largo de la superficie de la falda hasta llegar al bordillo y de ahí a sus glúteos.

—¡Woah! —Izuku arqueó la espalda, y eso favoreció para que las caricias de Katsuki en su posterior fueran un poco más bruscas con un par de nalgadas—. ¡Kacchan!

—Te gusta, no lo niegues.

—Yo, bueno...

Rodándolos sobre la reducida superficie de la cama, Katsuki salió del interior de Izuku, y extasiado contempló el cuadro exquisito que hacía éste recostado de espaldas con la falda mojada al frente y las mejillas arreboladas de placer.

Y no era el único que pensaba así.

—Eres tan atractivo —musitó Izuku al extender su mano en el aire, y ahí donde en otro tiempo Katsuki lo habría rechazado con un golpe seco, en su lugar pegó su mejilla a él y se refregó contra su palma como un felino reconociendo a su amo.

Presa de un afecto que había tenido que aprender a canalizar con ternura y no con violencia como antes, Katsuki besó su palma y después el punto en su muñeca donde se podía leer su pulso acelerado. Pero no se detuvo ahí, y para cuando llegó a la cara interna de su codo Izuku ya estaba listo para recibirlo de vuelta.

Abriendo las piernas para darle a Katsuki espacio entre éstas, Izuku contuvo el aliento cuando su novio le levantó la falda y el aire fresco le recordó la mancha de semen que tenía sobre el vientre bajo y ensuciaba la falda. En el momento, era apenas un inconveniente menor, pero más tarde...

—Más tarde ya veremos qué hacer —dijo Katsuki contra sus labios, deteniendo los murmullos que incluso ni en los momentos de mayor pasión entre ellos dejaban de estar presentes.

—Ok —concedió Izuku, más interesado en conectar su cuerpo con el de Katsuki que en enfrentarse a las consecuencias de su pequeño hurto involuntario, y con la atención sólo puesta en su novio y en la manera tan precisa en la que estaba torturando uno de sus pezones, dejó de pensar y se limitó a sentir.

Con un mejor control que antes, Katsuki prolongó aquella segunda sesión hasta que ambos quedaron cubiertos de sudor y luchando por recuperar el aliento; en el caso de Izuku, con una segunda descarga de semen en la parte delantera de la falda, y apenas Katsuki salió de su interior...

Oh.

—¿Qué pasa, nerd? —Inquirió Katsuki, contemplando sus posibilidades de ir al baño por una toalla húmeda para los dos o mejor sugerir una ducha.

Izuku se cubrió los ojos con un brazo. —Olvidamos utilizar condones.

—¿Y eso qué tiene que-...? Oh. —Una pausa—. Oh.

—Exactamente.

Con dificultad, porque en esa segunda sesión Katsuki había alternado estocadas cortas y rápidas con otras que por momentos le habían visto ver estrellas en su campo de visión, Izuku se sentó en la cama y su gesto se torció cuando de su interior una conocida sensación húmeda dio paso a la vergüenza, y también a la mortificación.

—Tenemos que lavar esta falda de vuelta y, uhm, dejarla donde la encontramos —masculló Izuku, presionando el frente de la tela contra su cuerpo para no exponer el estropicio que ahí había dejado—. No quiero ni saber a quién le pertenecía.

Katsuki hizo una mueca.

—Sí, por eso —confirmó Izuku.

Poniéndose en pie con ayuda de Katsuki, Izuku se desvistió de espaldas a él y dejó en el piso la falda arruinada para después con prisa y movimientos torpes limpiarse con una toalla de mano húmeda.

—Ya, deja lo hago yo —se la quitó Katsuki de la mano y le ayudó a limpiarse entre las piernas y los muslos—. También es mi culpa.

Izuku resistió estoico el momento, y después se vistió con un cambio diferente al de antes, esmerándose lo más posible en lavarse el rostro y borrar lo más posible cualquier señal de lo que recién había ocurrido en su dormitorio. Pese a que el sexo no estaba prohibido por sus profesores entre el alumnado porque estaban al tanto de las relaciones y acuerdos que se cocían entre ellos, tampoco era un tema del que se hablara abiertamente. Al menos no en áreas comunes y en voz alta, sino más bien en pasillos y en secreto. A sabiendas de que nadie se lo diría a la cara pero que lo comentarían de pasada entre ellos una vez que no estuviera cerca, Izuku quería evitarse cualquier atención que después volviera a él en la forma de Uraraka llevándolo aparte para preguntarle acerca de cualquier rumor que lo implicara a él o a Kacchan con esa falda.

—Ugh, ¿cómo llevaremos esto de vuelta a la lavandería? —Expresó Katsuki su desagrado por la prenda, porque ahora que el semen estaba seco y había hecho manchas era casi tan desagradable como un calcetín usado para ese mismo fin.

Fue Izuku quien encontró la solución al refundirla en su canasto de la ropa sucia y echar encima algunas prendas limpias para disimular.

—Espero baste con eso... —Masculló antes de salir de su dormitorio con Katsuki detrás de él y el corazón latiéndole al doble de su capacidad.

Sin embargo, Izuku había sobreestimado el interés de sus compañeros en su vida personal, porque nadie pareció percatarse que era su segunda vez en el cuarto de lavado, ni del mal disimulado suspiro con el que metió todas las prendas en una carga con extra de jabón y que puso en marcha con intenciones de terminar lo antes posible.

Para entonces se había hecho tarde, y a esas horas Katsuki ya se estaría preparando para ir a la cama.

Si bien Izuku le hizo saber que podía dejarlo solo, que él se las apañaría, éste ahogó su tercer bostezo en los últimos 15 minutos y lo mandó callar.

—Estamos juntos en esto, Deku —le hizo saber con un apretón de su mano, y así Izuku encontró menos angustiante la espera.

El plan era simple: Sacar su ropa de la secadora, y con su mejor actuación posible, subir con la prenda polizona en la mano y la pregunta “¿alguien sabe de quién es esto?” en labios.

Después se lavaría las manos, literal y metafóricamente, y trataría de olvidar el incidente. O no. Porque Izuku ya estaba haciendo planes para revisar en Amazon por una paquetería discreta que le proveyera de ciertas prendas en su talla... Pero después. Primero lo primero, que era...

—Uhm, chicas —llamó Izuku la atención de sus compañeras de curso, que para su buena suerte estaban reunidas en el área común bebiendo té y comiendo galletas—. Una falda se mezcló junto a mi ropa en la lavandería, ¿es de alguna de ustedes?

Izuku se la entregó a Uraraka, que tras examinarla se la pasó a Asui, que se la dio a Ashido, que la pasó a Hagakure, que la puso en las piernas de Jirou, y quien por último se la lanzó a Yaoyorozu para que éste negara ser su dueña.

—¡Es mía! —Gritó Mineta desde el otro lado de la habitación, y por inercia hizo Yaoyorozu una mueca de asco.

—¡¿TUYA?! —Replicó Katsuki, hasta ese momento apartado de la escena pero incapaz de contenerse cuando el enano de las bolas declaró ser el dueño de la falda.

Mineta agarró la falda y la abrazó contra su pecho, ignorando las miradas de asco y desaprobación que la mayoría le dirigieron.

—¿Qué? —Reclamó Mineta a todos los pares de ojos que lo miraban ya fuera juzgándolo, con curiosidad, desconfianza, o una mezcla de las 3 versiones—. No es mía mía sino de mi dakimakura.

—¿Le pones ropa a tu almohada? —Preguntó Kaminari, y Mineta declaró orgulloso que sí.

—Por supuesto. Tengo una dakimakura de edición especial de Mount Lady del tiempo cuando debutó. Pero incluso a mí me pareció indecente tenerla en ropa interior en mi dormitorio, así que la visto a diario.

—¿Y le compraste un uniforme de U.A.? —Inquirió Kirishima sin comprender la lógica cuando Mineta asintió con repetidos movimientos.

—Claro, así puede ser mi senpai.

—Ew.

—Eres un cerdo, Mineta.

—Qué desagradable.

—Ugh...

En su mayor parte, el alumnado de la clase A se mostró contrario a la decisión de su compañero, pero Izuku y Katsuki guardaron silencio.

Por su cuenta, el trauma de lo que acababa de ocurrir era de tal magnitud que preferían olvidarse de aquella experiencia y fingir que jamás ocurrió.

(Excepto que el jamás duró exactamente 13 días, mismos en que al dormitorio de Izuku llegó una anodina caja de cartón de un remitente desconocido pero que se anunciaba en Amazon como Disfraces Para Toda Ocasión.)

 

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Notas finales:

Y tras hacer una lista de las posibles candidatas a perder una falda, nah, las chicas no son así de descuidadas. El toque de humor ganó.
Graxie por leer~!
p.d. Como siempre, cualquier comentario/kudos es siempre bien recibido :)


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