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Haku's Moving Castle por Bo_Pendragon

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Toma de contacto

Howl se despierta radiante. La luz entra por las ventanas iluminando a su paso todo tipo de objetos extraños. Algunos se mueven, aparentemente por arte de magia. Ese día se viste de forma sencilla, con una blusa blanca y pantalón negro. Ha decidido cuál será la primera lección de magia para Haku.

—Te voy a enseñar a volar sin la necesidad de transformarte.

El chico responde algo como suena muy práctico, pero Howl ni siquiera le escucha. Van a dar la clase en su “estudio personal”y eso implica explicarle a Haku cómo funciona la puerta mágica. El chico muestra tanto interés que le deja hacer los honores y girar la ruleta. Al abrir la puerta, el paisaje no se corresponde con el bosque lluvioso que se ve por las ventanas del castillo. Se trata de un inmenso prado lleno de flores, con montañas a lo lejos, el cielo totalmente despejado y un pequeño lago en el centro. A un lado del lago hay una cabaña de madera.

—Un buen sitio para hacer magia, ¿no  crees?

Haku asiente mientras pasea la mirada por el horizonte. Howl alcanza a ver un brillo en sus ojos. Le explica cómo volar. Tienes que llenar tu mente de un pensamiento elevado y respirar profundamente, visualizando cómo ese pensamiento entra en tus pulmones y pasa a tu sangre, llenando todo tu cuerpo, haciéndolo levitar. Es fácil. Si lo que Yubaba le dijo es cierto, para esa noche Haku estará revoloteando por toda la casa. Pero el día avanza y Haku sigue de pie en medio del prado. Howl incluso le ha cogido en brazos en contra de su voluntad y no ha sido capaz de notar ningún cambio en su peso mientras el chico visualizaba.

—Lo siento, es más difícil de lo que pensaba. Creo que lo estoy haciendo bien, pero necesitaré practicar.

—Tranquilo, tómate tu tiempo. Yo tardé lo mío. ¿Sabes qué? Sigue practicando. Mientras iré dentro a arreglar unos asuntos que tengo pendientes.

—Sí, maestro Howl.

Pero Haku no lo consigue ese día. Ni en los tres días siguientes. Y Howl empieza a sentirse incómodo por su frialdad. La tercera noche, cuando el jovencito ya se ha ido a dormir, gira la ruleta de la puerta y vuela hasta un lugar que conoce bien. Necesita pensar.

 

Sam

Dragón.

   Una bocanada de humo sale de su boca. La mira crecer, retorcerse, disiparse. Un último hilo blanco se niega a morir. Lo hace desaparecer con un gesto de la mano.

   —¿Qué te pasa? —Samantha le acaricia el pelo mientras le habla. Es una chica muy guapa, pelirroja. Lleva un atuendo provocativo propio de aquel lugar.

   —¿Cómo sabes que me pasa algo?

   —Porque si no, no estarías aquí.

   Sonríe. Sam tiene razón.

   La habitación está iluminada por lámparas de colores y velas, que no alumbran demasiado. Caen telas del techo, como un laberinto de cortinas, y el suelo es un mar de almohadas y cojines con bordados de colores. Se puede ver a más personas dispersas, cada uno en su pompa. Está recostado allí con Samantha, como tantas otras veces. Va allí cuando necesita pensar. Es un lugar relajante y estimulante a la vez. Donde se le ocurren las mejores ideas.

   —¿Crees que pueda existir alguien sin alma?

   —¿Sin alma? —la chica se incorpora un poco.

   —Tengo un aprendiz ahora. Y creo que no tiene alma — Samantha ríe y a Howl le vibra el cuerpo. Ríe con ella—. En serio, no te rías. Le he intentado enseñar lo mejor del oficio, y no sólo no lo ha aprendido sino que no ha sonreído ni cambiado de expresión en todo el tiempo que lleva conmigo.

   —Tal vez no sea lo suyo.

   —No, no creo que sea eso. Tiene vocación, dicen que es muy bueno. Pero es como si estuviera vacío.

   Le cuenta la historia, omitiendo todo lo “sobrenatural”. Lo que­­ más le gusta de su relación con aquella chica es que ella no tiene ni idea de que es un mago. Le ha dicho que es zapatero.

   —No entiendo por qué eso debería afectar —dice Sam—. Es decir, mientras haga lo que tiene que hacer, ¿qué más da su personalidad?

   —No es tan sencillo. Yo no hago las cosas como su otra maestra. Ella es demasiado… técnica. Va a lo justo y necesario, al éxito. No le importa nada más. Pero yo pienso que cualquier cosa es débil si no sale del alma. Mi manera de trabajar es así y no voy a poder enseñarle nada a ese niño si no demuestra tener una. Por más obediente que sea, quiero ver motivación en él. No sé qué hacer. Tal vez no se me dan bien los niños.

   Da un largo trago a su  quinta copa de vino.

   —¿Cuánto hace que está contigo?

   —Tres días.

   Sam se echa a reír.

   —¿Por qué siempre eres tan dramático? Normal que no le haya dado tiempo a aprender nada, lleva muy poco allí. Si crees que no tiene motivación, te da tiempo de sobra a encontrarle una.

   —Con que encontrarle  una motivación.

Tiene sentido. Haku no recuerda quién es y su nueva identidad la ha forjado una mujer avariciosa que sólo le ve como a una herramienta. Es un esbirro, incluso se atrevería a decir un esclavo. ¿Qué motivación podría tener entonces? A él tampoco le haría ilusión aprender a volar si supiera que sólo iba a usar ese poder para enriquecer a una vieja loca. Tiene que darle a ese chico la oportunidad de buscar una motivación mejor. No puede liberarle, pero sí enseñarle a vivir  de nuevo. La clase de vuelo puede esperar. Primero va a darle motivos para querer hacerlo.

   —Guapa y lista.

Samantha ríe mientras le acaricia. Le gusta aquella chica. Supone que ese es el trato normal para los clientes, pero  aún así le gusta pensar que él es especial. Siempre, en cuanto le ve, deja lo que esté haciendo para irse con él. Aquel día precisamente le ha visto dar largas a un hombre con pinta de ricachón sólo para sentarse a acariciarle el pelo y escuchar sus problemas. La besa. Sus labios son blandos y suaves. Cuando se separan, ella baja la mirada.

   —¿Volverás antes de que pase otro medio año?

   —Te lo prometo.

.

Esa noche vuelve a casa volando. Ha bebido bastante y quiere que el aire le despeje la cabeza antes de dormir. De lo contrario al día siguiente estará muy cansado y aquello es algo que no puede permitirse. Tiene mucho  que hacer con su aprendiz.

   No se quita el tema de la cabeza. La misma Yubaba lo dijo: “La energía que emana de él es muy fuerte”. Le da la impresión de que la bruja no ha despertado ni la mitad del potencial de ese niño. Sí, se nota que tiene energía y él va a canalizarla de la manera adecuada. El primer paso es ampliar sus horizontes y se le ocurren mil maneras de hacerlo.

 

Abstracto

—Le estaba esperando, maestro Howl.

   —Le he dicho que podía servirse él mismo, Howl, pero no me ha hecho caso —exclama Cálcifer desde la chimenea. El mago ríe.

 —No hay problema Haku, puedes coger lo que quieras de la cocina. Estás en tu casa. Estarás hambriento, ¿no?

Howl prepara su desayuno favorito, huevos con beicon. Sirve un plato para Haku, que por más que lo niega debe estar muerto de hambre si ha estado esperando hasta que él se despierte. Después de desayunar le dice a Haku que vaya a prepararse para la lección de hoy. El chico asiente y sube a su habitación.

—Ese niño te admira más de lo que piensas —dice Cálcifer— . Me ha dicho que era “todo un honor para él” estar aquí. Ha oído leyendas sobre ti desde que Yubaba empezó a enseñarle.

   —No lo dudo tratándose de Yubaba. Quiero llevármelo por ahí, Cálcifer. Para enseñarle necesito que vea mundo, que se divierta. Es como si su corazón fuera de piedra. No podrá aprender nada de mí con esa actitud. Dime, ¿dónde le llevarías?

El demonio lo piensa unos instantes. Antes de que pueda contestar, al mago se le aclaran las ideas.

   —Arbia es perfecto, ¿no? Ahora es verano allí. La música, la comida. Si ese lugar no le hace sentir algo, nada lo hará.

   —¿No irás a hacerme llevar este trasto hasta Arbia?

   —No, fuego quejica. Tardaríamos demasiado.

.

—Deja eso, ha habido un cambio de planes. Nos vamos de viaje.

Haku levanta una ceja y cierra el libro entre sus manos, “Métodos efectivos de concentración nivel avanzado”. Su maestro le mira, pensativo, y agita una mano en su dirección. Nota cómo le cambia la ropa sobre el cuerpo. A su uniforme de las termas, blanco y azul, le aparecen bordados. Es capaz de ver los hilos trenzándose en una maraña de colores. Cuando el hechizo termina, se mira al espejo. Se ve muy distinto en ese nuevo atuendo.

—Perfecto. Prepara tu  mochila. Estaremos fuera… dos días contando hoy —diciendo esto, Howl sale de la habitación sonriendo, como siempre.

Dos días contando hoy. Vale. Haku empieza a meter sus cosas en una pequeña bolsa. No tiene mucho, apenas un par de mudas de ropa, un cuaderno y una pluma. Echa una lenta mirada al libro que le ha prestado su nuevo maestro. Lo echa en la bolsa también. Supone que Howl le avisará cuando tengan que irse, así que mientras tanto se sienta en la cama. Acaricia su nueva ropa y la siente muy suave. La verdad es que siente todo distinto desde que salió de las termas. La comida por ejemplo. Y el sueño. En la dimensión de los espíritus esas cosas no son necesidades, sólo protocolos. Sí que ayudan a recargar energía, pero no son necesarias porque el cuerpo no es algo físico. En ese mundo siente que se ha materializado. Pesa. Tiene hambre y tiene sueño. Y aun así es como si lo viera todo desde detrás de un velo. Como si todo fuera irreal. Abstracto. ¿Por qué se van de viaje si ni siquiera ha conseguido volar? Howl es disperso e impulsivo, pero también poderoso. No le queda otra que confiar en su criterio.

Se ayudan de la puerta mágica para acercarse a Arbia (un país al otro lado del mundo), pero esta les deja casi en la frontera y desde allí se ven obligados a tomar un tren en vez de volar puesto que hay mucha vigilancia mágica y Howl quiere pasar lo más desapercibido posible. Sentados uno al lado del otro, con el incesante traqueteo, Haku le hace la inevitable pregunta.

—¿En qué ayudará esto a mi formación?

—Estaba esperando que me lo preguntaras. Verás, la magia tiene una carga subjetiva importante. Es distinta para cada persona. Es algo que cada mago va descubriendo durante su aprendizaje. Y como habrás notado, Yubaba y yo somos muy distintos: a ella le gusta el dinero, el oro, la riqueza. Y su tipo de magia está adaptado a esas necesidades. Pero a mí me mueven otros intereses. Me gusta divertirme, vivir el momento. El caso es que, como es lógico, te ha educado según sus principios —frunce el ceño cómicamente—. Pero yo no sigo ese camino. Mi magia hay que sentirla para que funcione. Por eso aún no has conseguido volar. No se trata de técnica, sino de sentimiento.

Tras soltarle aquello, el mago sonríe satisfecho y devuelve la vista al frente. De nuevo, a Haku todo le resulta muy abstracto.

 

Arbia

   El tren les deja, por la tarde, en un lugar que Howl parece conocer muy bien. Se trata de un mercado callejero abarrotado de gente. Todo es colorido y ruidoso. Haku no es capaz de fijarse en una sola cosa a la vez. Tiene los ojos muy abiertos y cierta expresión de desconcierto. Aquello es muy distinto a lo que está acostumbrado. Howl le mira y desea con todas sus fuerzas no haberse equivocado al llevarle allí. Le pone una mano sobre el hombro para guiarle y ambos echan a andar. Se cruzan con todo tipo de personas, desde vendedores ambulantes a pitonisas. Howl procura evitar a estas últimas. Va muy atento a las expresiones de Haku y en un par de ocasiones paran para que ver más de cerca ciertas cosas que, según él, han llamado la atención del chico. Una de estas paradas es en un puestecito ambulante que vende instrumentos musicales. Howl compra una preciosa pandereta y se la tiende.

—La necesitarás mañana —le dice guiñando un ojo.

Haku se siente abrumado por tantos estímulos, sobre todo olfativos. Los olores son muy intensos en ese mundo y más concretamente en esa ciudad. Se descubre a sí mismo queriendo probar cosas sólo por ver si saben tan bien como huelen. Howl compra una bolsa de fruta confitada. Nunca ha probado nada tan dulce. Finalmente llegan a un edificio alto con una enorme puerta de madera. Howl da tres golpes en el llamador y un hombre gordo y calvo les abre al cabo de unos segundos. Sonríe al verles.

—Dichosos los ojos, Howl. Ha pasado mucho tiempo. Vamos, pasad.

—¿Cómo te va todo, Assed?

—Como siempre, la verdad. Tenemos mucho trabajo gracias a Dios.

—No sabes cuánto me alegro. Por casualidad no tendrás libre la habitación de arriba, ¿no?  —Assed se ha quedado mirando a Haku, que le devuelve la mirada solemne y sin pestañear— Te presento a mi aprendiz, Haku.

   El hombre sonríe mirando al niño.

—Encantado, muchacho —dice tendiéndole la mano. Haku se inclina en una reverencia.

—El placer es mío.

 Howl suelta una carcajada ante el desconcierto de su amigo.

—Sí, la de arriba está libre. ¿Cuántas noches os quedáis?

—Sólo dos.

Paga la habitación y le indica a Haku la escalera que deben tomar. El edificio es laberíntico, pero se sabe el camino de memoria. Siempre coge aquella habitación porque es la mejor de todas. Redonda y amplia, decorada con hermosos tapices y con un enorme ventanal que, al estar en lo más alto del edificio, tiene unas vistas preciosas de la ciudad.

—¿Te gusta? —pregunta a su pupilo. El niño asiente— En la cama cabemos de sobra, pero también hay un sofá por si lo prefieres.

Haku se lo piensa unos segundos, luego se dirige al sofá y deposita en él su mochila. Está bien, piensa Howl. Le observa mientras el chico voltea a un lado y otro la pandereta, fijándose probablemente en el colorido estampado similar en cierta forma al que ha hecho aparecer en su vestimenta. Está hecha de piel auténtica, con dos filas de platillos. Es preciosa.

—Es una pandereta —dice. Haku le mira con una ceja levantada.

—Lo sé. Las he usado en las termas. Sólo que allí no son tan coloridas. Tienen un objetivo ritual, ¿verdad?

—Pueden tenerlo, sí. Pero no se limita a eso. Recuerda que estamos aquí para divertirnos.

El chico mira de nuevo la pandereta, pensativo.

—Yubaba dice que la diversión es para pusilánimes.

—Yubaba nunca ha sabido divertirse —Howl le quita importancia al asunto con un gesto de la mano—. O al menos no como la mayoría de la gente. Eso no significa que hacer las cosas de manera distinta a ella te convierta en un pusilánime. ¿O acaso crees que yo lo soy? —Haku le mira con expresión contrariada y niega con la cabeza. Claro que no. Howl sonríe internamente— Aquí va tu primera lección: la magia se vuelve mucho más poderosa cuando hay sentimiento en ella. Un sentimiento que nazca de ti, no de los deseos de otra persona.

Notas finales:

¡Gracias por leer! Espero que os haya gustado y nos leemos en el próximo :D


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