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Tomarry Valentín 2021 por PinkuBurakku

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Notas del capitulo:

 

Amar, el peligroso amor. Con esto, termina este Fic, gracias por leerlo hasta el final. 

Los personajes aqui descritos no me pertenecen, son autoria total de JK Rowling, solo los uso para dejar volar la imaginación y sin fines de lucro. 

 

Prompt V: Pastel  

Pareja: Tomarry

 

#Maratóndesanvalentín

 

     Amar era sin duda uno de los desafíos más grandes de la vida, lo aseguro sobre mármol, yo que había combatido mil criaturas, que había sido hechizado una vez para morir, yo que me había tenido que enfrentar a violencia, torturas, palizas, hambre y muerte podría afirmar sin miedo a equivocarme que amar, eran sin duda el desafío más grande que había podido experimentar en la vida. El sentimiento de plenitud, de tocar las estrellas y bailar con el viento, era el regocijo más peligroso jamás existente, todas las capacidades se pierden en el limbo por la euforia, se siente volar sin una escoba. Amar, cómo duele amar cuando la euforia se convierte en pesadillas, cuando el sentimiento de plenitud se tuerce en el camino, cuando amas tan intensamente, pero amas lo prohibido, lo podrido de una alma, lo oscuro de la vida; amar la sangre, la magia oscura, torturas, asesinatos y gritos, sólo porque también lo amaba él, era el desafío más grande de amar, incluso de la vida misma.

Recorriendo los largos pasillos del castillo en penumbras, las palabras retumban en mi cabeza como el eco de mis pisadas, amar es difícil; tan difícil cuando amas la oscuridad. Apuro un poco el paso con dicha consigna, ajustando los dedos a la agarradera de la bolsa que portó con mucho cuidado aunque dicha habilidad carece de mis sentidos primarios, justo en estos momentos siento que puedo casi mimar la vida enredada entre mis dedos, sonrió al ver su contenido, aquella sonrisa chueca y algo nostálgica que siempre me invade cuando pienso en él. Con los fijos en la pequeña bolsa, me recuerdo mi andar, me había quedado apostado en la mitad del pasillo con los ojos fijos en la pureza de la crema batida que corona el pequeño regalo; una duda me acapara toda la mente, pero me obligó a romperle en pequeños fragmentos discordantes antes de empujarlo a un lugar oscuro de mi cabeza. No, seguro le gusta, a mi me gusta. Algo de dulce, le haría bien.

Reanudo el andar surcando los pasillos de piedras destartalados, sucios y mohosos. En cada esquina, los recuerdos me invaden mientras los pies rompen con la soledad del lugar, muevo la boca al sentir el frío de la muerte misma al bajar a las mazmorras y sostengo con más fuerza los dedos al sentir algún animalillo o rata pasar junto a mi pie, contengo el grito por supuesto, se que sabe de mi presencia, es imposible que no, pero quiero darle esta pequeña sorpresa, quiero alargar la hora de mi llegada sólo por el morbo de ver la desesperación ansiosa en sus ojos desorbitados al verme, al comprobar que no ha sido su imaginación, aunque debía romperme el corazón tal limbo en el cual consumó al mago, sólo un cálido sentimiento me azota, supongo que un poco de su propia maldad ha quedado estancado no sólo en mi alma, mi corazón mutilado de luz devorado hacía tiempo por las fauces de la demencia, es muy obvio que le pertenece desde un inicio, desde los propios inicios de la magia y el mundo mismo, me atrevo a decir.

Irrumpo en el último tramo que me separa de su cuerpo, irremediablemente me emociono y la adrenalina me baña al sentir su magia envolverme, es tan poderosa en este lugar, que tengo que poner toda mi fuerza de voluntad para no caer de rodillas y sucumbir ante sus deseos de destrucción, tomó entonces la bolsa con el postrecito, lo sostengo contra mi pecho, protegiéndolo de la magia que me consume, abraza y agobia; me reconoce en silencio, aunque estaba seguro que era yo, nadie, se atreve a venir por aquí, después de todo, el mago no tiene a nadie, sólo me tiene a mí. Esta consigna por más egoísta que fuese, me alegra el pecho, yo solo lo tengo a él, así cómo él  solo me tiene a mi; la posesividad en mi mente retorcida, me embriaga, nadie se acercara a lo mío, nunca, porque es mío y detesto que se acerquen a lo que me pertenece, rendido por el deseo oscuro de preservar al mago cómo mío, activo los hechizos de protección que lo mantiene fuera del mundo. En su propio mundo.

Entró sin dilatación a la única habitación funcional en todo el gran castillo, el chirrido de la puerta oxidada anuncia mi llegada, con la vista buscó su cuerpo, lo encuentro agazapado frente a una pequeña mesa. El castaño, se mueve un poco, dedicándome una mirada de soslayo; apenas soy consciente de los pies abandonando el umbral de la puerta, entrando por fin, todo en la habitación hasta ahora estético gracias al poder de su oscura magia vuelve a su cauce; la música invade mis sentidos con rapidez y perfora cómo una bala el cráneo, es música clásica al menos, al avanzar por el caótico lugar, todo explota a mi alrededor, los objetos estallan contra las paredes, la cama se mueve furiosamente, un torbellino de hojas, mugre y lo que supongo es sangre arremete contra todo el lugar, volando cómo una ráfaga de viento en medio del lugar, nada me amedrenta, sigo mi andar y la música me llena del ambiente, caótica tanto cómo el mago sobre la silla. Me seduce y adormeciendo los sentidos, drogando el sentido común.

Recuerdo la tercera vez al llegar a los aposentos, agazapado contra la pared, avanzando un pie detrás del otro, midiendo mentalmente el espacio, sí es que era posible en medio de la tensión y el repentino pánico, los ojos buscan salidas en vano; mi mente grita peligro y la piel se eriza como los gatos enfurruñados, un señal inequívoca de advertencia, sin embargo, mi cuerpo sólo empuja hacia delante sabiendo que me espera, quién lo hace. Descubro que a pesar de ser un solo ser, la cabeza y el cuerpo no iban conectados, como un muñeco armado por partes que luego se ensambla a la medida para la ocasión, formando un ser humano por el capricho humano, mejor, por el capricho de un monstruo; uno que actúa cómo se le da la gana, uno que me seduce y rompe en pedazos, sonreía entonces, recordando que no debía tener miedo, pánico ni conciencia. ¿Quién necesita dicha cosa cuando puede amar?.

Vuelvo de los recuerdos con una sonrisa y un estridente grito de la música en el gramófono, he llegado al centro del salón, donde el olor a tabaco y whisky de fuego, inundan mi olfato; mi objetivo, sigue de espalda impávido sin emitir un sólo resoplido, ni siquiera se sí respira, aunque no lo podía notar de no ser así de lo mortalmente quieto que se encuentra. Sobre el antebrazo del sofá dónde se encuentra, distingo un pedazo fugaz y mínimo de su túnica negra, entallada y un poco gris después de tanto uso, puedo vislumbrar incluso la forma en que se rasga la tela en las orillas de su muñeca. Se que si me acerco lo suficiente, podré ver gotas de sangre allí impresas después de toda la que ha bañado sus manos, misma que no se molesta en borrar, no hay caso para ello, el mago no le roba el sueño la sangre entre sus dedos, a mí, por supuesto que tampoco. Me entretengo en pensar, que un poco de esta sangre puede ser mía, mi marca sobre su cuerpo.

No lo veo, pero sé que su vista está enfocada en la librería destruida y casi vacía frente a él, sé que incluso esto tiene un significado más íntimo y mucho más valor que todo mi ser. Al menos, lo que entre deja ver al pragmático mago sentado aún de espaldas, sé que sólo lo hace para protegerse, aunque sabe que no podría dañarlo, nunca podría; sus viejas costumbres, nunca serán erradicadas. También tengo la certeza que si por un error se me ocurre mostrar tal debilidad que tiene por mí, rompería mi cuello sin pensarlo, mi sangre podría bañarle la túnica roja que porta y esto por supuesto, tampoco logrará perturbarlo, sólo seré unas gotas oscuras en la tela de su ropa. Él tiene sus ideas claras y yo, reconozco como un buen amante sus límites, paradójicamente, también los amo; su sadismo y frialdad ante lo que podía ser su fin me carcome de manera deliciosa cómo una buena lengua a una virgen, me humedece por completo, un mago que no le tienen miedo a nada, es el perfecto sinonimo de poder. 

Por fin llegó a su lugar, sentándome a su lado en el sofá adyacente al suyo, no me molesto en entablar alguna conversación, sé que sólo emite sonido alguno cuando quiera hablar, lo que es muy raro, he aprendido a sobrevivir con su poca charla, porque sin duda, cuando su boca se abre y dice mi nombre toda mi cabeza se pierde por completo, decido conservar un poco de cordura y dejó mi preciosa carga sobre la mesilla de té. Apartó el cenicero de cristal resquebrajado y lleno de cigarro muggle sin temor a quemarme aunque algunas colillas aún estaban encendidas, luego, aparto el par de botellas de alcohol. Una vez, despejado lo suficiente, dejó a la vista el gran pastel lleno de crema, fresas y adornos de azúcar; las mejillas se tiñen levemente al verlo a la luz de su caótica magia, un poco cursi, son al menos tres pisos llenos de azúcar y bizcocho, mucho para nosotros pero ideal para conmemorar el día, nuestro día, catorce de febrero, uno más a su lado. Me sonrojo un poco más, la parte de arriba del pastel es colindando por picos de crema batida y fresas a la mitad, con su nombre siluetiado en negro, una simple palabra. Voldemort.

Aguardé en silencio alguna muestra de agrado o desagrado antes de querer cortarlo. El sujeto sobre la silla era consciente de mi presencia, lo sé perfectamente desde que la puerta se abrió y tanto mi olor cómo magia abrazo la suya. Sin embargo, Tom sigue impávido con la vista fija en el librero, aún no se gira y las dudas comienzan a carcomer mi interior, quizás, había sido demasiado, niego; no, no podía serlo, yo también quería esto, espero nuevamente en silencio. Después de varios minutos, su objetivo es claro, hacerme sufrir en silencio disfrutando cómo los pensamientos carcomen desde el interior mi mente rendida a sus pies, destruyendo todo a su paso como si de ácido corrosivo se tratase, la inseguridad toma la delantera antes que la razón se presente nuevamente, conocía su forma de actuar y aún así, seguía dudando de que hacer; justo al borde de la demencia decido actuar.

Empujo un poco la mesa hacia atrás para quitarla de mi camino, el despojo de nervios que es mi alma consumida, necesita al menos un indicio de algo, sólo un gesto. Lo necesito, tanto cómo necesito al mago para que me dedique sólo miradas frías, gestos inentendibles o un par de gruñidos. Le doy un par de minutos cómo advertencia, esperando que deje de ver el maldito librero que quiero incinerar y me vea, pero nada sucede. Mis rodillas tiemblan al avanzar desesperado, mi pecho se sacude con furia dificultando aún más mi respiración entrecortada, ni siquiera un mísero soplo de aire quiere tocarme y entrar a los pulmones. Sin condescendencia, me subo sobre su regazo, las piernas a ambos lados de sus caderas, entierro las uñas en la piel pálida de su cuello acercando su cuerpo al propio, apenas gruñe, lo llamo. Mis labios destrozan el labio inferior en espera, desgarran sin el mínimo dolor la piel de este, hasta que el líquido carmesí baña mi paladar, el olor a sangre, lo despierta.

Su mirada siempre al frente, ahora se posa en mis orbes esmeraldas, pestañea un par de veces, saliendo del limbo en que su cabeza lo metió sin duda, me reconoce, lo veo en el temblar de las pupilas, sus manos viajan a mi cadera y las ajusta allí, las uñas largas y rotas me raspan un poco la piel cuando las introduce más abajo de la túnica. Puedo morir en este instante de alegría, de gozo porque por fin me nota, sabe quién es la persona que lo abraza y lo sostiene con fuerza del cuello, aprovechando la diferencia de estatura debido a la posición, entierro el rostro en su cabello, aspiró el olor de su cabello castaño. Huele a humedad, decadencia y algo de tabaco. La perfecta combinación de la locura, me entretengo en las hebras olvidándome de todo, por completo del mundo que está afuera de la habitación y el castillo, lo que está afuera de mi mundo. Tom, encajan las uñas con más fuerza en mi piel cuando tiró de la piel de su cuello para que sienta el corazón retumbando en mi pecho, por él. La sangre baña dónde sus uñas se encajan, no duele, lo dejó gozar del tibio líquido. 

- Pastel - Me recuerda, jugando con los pequeños surcos en mi piel, le entretienen y más gotas de sangre le manchan la túnica y las muñecas, feliz ahora por su entrega, asiento eufórico. Claro, quiere pastel.

Espero un par de minutos intoxicándome de nueva cuenta con su olor; destruido, roto y olvidado, beso sus hebras sucias de polvo. Me bajo de su cuerpo en completo mutismo y con un pase de varita la mesa vuelve a estar en su lugar, convocó un juego de té a sabiendas que ni siquiera esto podía disfrutar el mago encerrado en tal lugar, el tibio vapor de la taza al ser entregada le ilumina el rostro y veo sus ojos castañear un poco, el hombre anteponiéndose al monstruo, al amar los dos, tiene poco sentido decidirme por alguno de los dos. Corto un pedazo de pastel para ambos y sirvo mi propia taza de té, la consumo en silencio, nuevamente siendo absorbido por los recuerdos que inevitablemente gritan en cada rincón de la habitación, del castillo y sus alrededores. Hogwarts nunca había sido un lugar tan nostálgico y melancólico antes pero ahora, cómo cárcel personal de Tom, se vuelve el perfecto gira tiempo de años pasados. Despacio mastico el pastel, está bueno.

No había tenido una vida sencilla, un lunático había estado detrás de mí desde que sólo era un bebé para acabar con mi existencia por miedo, uno sin fundamento y mal gestionado que como era normal, lleva a un loco a la completa demencia, cuando se está tan en la cima, nadie quiere bajar de ella; un pequeño niño con la marca de un rayo en la frente, fue la prueba fehaciente de ello, había pagado en mi inocencia porque un mago con demasiado miedo y poder, no quería dejar su cima. Me condeno, desde pequeño lo hizo y aún así, no podía odiarlo, no a cabalidad al menos, me había condenado sí, pero también me había liberado, al menos muchos años después, lo entendí. Sin saberlo ninguno de los dos, desde aquel pequeño y furtivo encuentro dónde ambos cambiamos radicalmente, nuestro destino se había unido y para siempre, al menos eso me decía Tom y yo, siempre le creería a Tom. No por la veracidad de sus palabras, sino porque había decidido ignorar otra verdad que no fuera la de sus labios, siempre hay dos mostruos en las historias,  todo depende de como se vea el cuento. 

Ahora, a conciencia de ello, no me puedo apartar de Tom, no, es mio; mi parte  favorita de la historia. Sin embargo, al principio no fue así, lo aborrecía; había matado a mis padres y quería matarlo con mis propias manos; no obstante sólo bastó una vista a su cuerpo, a la mirada llena de pura maldad que traspasó todas mis barreras, sólo fue un vistazo y todo dejó de tener sentido. La oscuridad que le baña el cuerpo, no es otra que la propia, la soledad no es más que la misma sentida por mi en los primeros años de juventud, su monstruosidad, no es otra que la propia, aquella que escondo por dentro, ahogándome en silencio, una que nadie parece entender o sí quiera ver, todos confiados que a pesar de la locura, de la falta de afecto, las humillaciones y la sangre, aún fuera un hombre normal, su elegido normal y cuerdo. Que equivocados estaban todos, incluso yo mismo, su mirada llena de desdén fue la que me liberó, su retorcida pasión y encanto fue el que empujo mi vida al frente; el mago me ve a mí, más allá de las barreras, más allá de las falsas sonrisas y un título que de hecho, me había otorgado el mago, todo lo que era, es por el oscuro mago. Pero, la felicidad no puede ser entregada a la maldad. El resultado es la reclusión del mago poderoso del siglo, reducido a un andrajoso ser, sólo para mantenerlo con vida. Lo matarían si me atrevía a sacarlo de aquí.

- Harry - Murmura Tom, despacio cómo pocas veces ya que apenas utiliza las cuerdas vocales. Mi cuerpo se estremece y enseguida vuelto a la realidad, parpadeó furiosamente despejando la nostalgia de mis irises pero por cómo frunce el ceño el mago, sé que lo ha notado, odia, que tenga dicha mirada.

Mueve la boca hacia un lado, una chueca mueca de que está irritado, quizás enojado por haber cambiado su tiempo por los recuerdos de nuestra mutilada historia de amor. La taza de té entre sus manos tiembla medio llena y cierro los ojos ante lo que tengo certeza, va a pasar. No tengo miedo, en absoluto acostumbrado a sus ataques y  las fracturas de su magia inestable cuando le niego un pedazo de mí, un poco del tiempo que es tan escaso entre ambos, un tiempo que nos consume lentamente. Así cómo yo lo torturó, este también lo hace; rompe todo el juego de té ante mis ojos, incluso la taza que sostengo a medio beber entre mis dedos, los trozos bañan mi cuerpo, algunos se incrustan en mis manos otros caen a mis pies, no hay diferencia; la sangre me baña por igual. Lo reto, aunque no debería, pero morbosamente, quiero verlo estallar, un destello de su innegable poder siendo reducido en esta pequeña habitación para mantenernos vivos a ambos. 

Toma el pastel, aquel que mande a hacer con mimo, el que aún tiene su nombre coronado con fresas y crema. Aquel que cuide para no estropearlo; lo sostiene entre sus manos delgadas y largas, lo hace estallar al igual que todo a su alrededor, la crema y bizcocho llueven hasta empapar las paredes. Tom está rojo, yo mismo lo estoy ahora lleno de pastel. Nos miramos por un par de minutos enfadados, contendiendo muy mal ambas magias peligrosas y oscuras, avance seguro; empuje la mesa aún en sus cuatro patas hasta volcarla. La piedra fría queda desnuda llena de inmundicia, colillas de tabaco, botellas vacías de alcohol y pastel. Tom me sostiene de los hombros con fuerza, sin previo aviso, me tira contra la piedra. Muerde con saña, tirando de la piel hasta querer romperla, jadeo de dolor ante tal bestial trato, pero no me contengo, tiró de su largo cabello castaño hasta que un par de hebras quedan en mis dedos, él gruñe y lame la piel ahora expuesta y llena de pastel.

Mi cuerpo es expuesto, la túnica es arrancada de manera brusca por la aparecida desesperación, el cuerpo se arquea al sentir la lengua retirar el pastel embarrado en todo el cuerpo, comiendo el postre cómo sí mí torso fuera su plato personal. La lujuria estalla furiosa con todavía el cabreo que ambos tenemos, los gritos llenan la estancia llenos de dolor y fuerza, la sangre empaña ambas pieles que de ha tirones han sido desnudadas, las manos bajan peligrosamente arañando la piel hasta volverla jirones, los cuerpos reaccionan al otro en armonía y la magia se reconoce a la perfección. La locura misma nos consume y con un desgarrador grito, lloro en medio de furiosos jadeos, mientras llamo a Tom; a esto hemos sido reducidos, no hay más de nosotros, la historia fue cercenada cómo las manos de Tom al pastel que con tanta ilusión había traído y este, simplemente rompió; con el primer embiste dejó de pensar sabiendo que más sangre va a escapar de mi cuerpo, gritó de nuevo; así, así nos amamos.

El monstruo que me liberó, al cual decidí seguir hasta el mismo infierno, me ama entre gritos y gruñidos desesperado, ignoro deliberadamente, sus lagrimas empaparme la piel. Al menos un par de horas nos hacen falta para reencontrarnos y en todas ellas, gritó cómo un desquiciado hasta romper la garganta y llorar hasta consumirse por completo todas las reservas de agua en mi cuerpo, el estropicio que queda detrás de nosotros es el perfecto escenario para lo podrido de nuestra alma unida. Con un último beso, todo acaba. Después de comer por completo el pastel seco de mi cuerpo y que yo también limpie su cuerpo del bizcocho, todo acabo; la gélida capa de indiferencia cubre su cuerpo y yo sonrío feliz; ese es mi Tom. Una vez listo, salgo de la ensoñación, me visto y camino hacia la salida con aún la magia del mago revoloteando cómo un huracán consumiendo la habitación. De espaldas, le recuerdo lo mucho que lo amo y dejó un breve hasta luego , podría llorar nuevamente si digo algo mas. 

- Feliz San Valentín - Le oí murmurar contra el umbral de la puerta y no me vuelvo, iría contra sus brazos nuevamente. Asentí en silencio, pero le dejé una sonrisa amarga. Luego, salí por fin.

Salgo de la habitación, recorro los pasillos oscuros y húmedos, ignoré las ratas y bichos, incluso todas las criaturas mágicas escondidas en los salones abandonados y llenos de inmundicia. Al salir del castillo, murmuró los nuevos hechizos de protección, hasta que mi magia se resiente ante el uso tan abismal de mi poder, una vez más, el gran Hogwarts sólo queda reducido a un castillo viejo y roto, cómo el mago que lo habita y nadie tiene noción de ello, sólo yo. Le doy un último vistazo, cómo todos los años, juró en silencio que será el último, que pronto podré controlar el mundo mágico y pronto podré sacarlo de allí, cómo todos los años, se que nunca podré hacerlo. Sí, definitivamente, lo más duro de la vida, era amar y abrazar la oscuridad. 

Notas finales:

Gracias, nos vemos pronto, en una historia sin duda, dramatica. 

PK. 


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