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Go back in time: First year. por Nakamura Yuuki

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“A media noche”

La primera clase de vuelo era la más esperada por todo primer año, para algunos porque querían aprender, otros porque ya sabían y querían volver a volar. Harry estaba en el primer grupo, nervioso hasta la médula, pero emocionado hasta más allá del cosmos.

Draco había arrullado cuando el azabache le comentó esto, molestándolo durante todo el día con una voz de bebé, que hacía que las mejillas del chico se sonrojaran cada vez más.

Tenían clase compartida con Gryffindor, para variar al parecer. Y mientras que ellos llegaron más que puntuales, los leones llegaron junto a la misma profesora. Si Draco quisiera lucir impresionado no lo lograría.

 El rubio aún se sorprendía buscando al trio dorado de vez en cuando, cuando la parte fundamental de ellos estaba a su lado, habitualmente.

Madame Hooch entro al campo, sus ojos ambarinos mirándolos a todos como águila. Parecía bastante seria, aunque nunca se sabía con sus profesores.

— ¿Qué están esperando? —ladró—. Cada uno párese junto a una escoba. Rápido.

Draco dirigió su mirada a su escoba, haciendo una mueca al ver lo destartalada que estaba la barredora. A día de hoy no entendía porque no hacían un mantenimiento de ellas, eran sumamente peligrosas en ese estado.

—Extiendan su mano derecha sobre la escoba. —Ordenó, comenzando a movilizarse por el pasillo que quedaba entre ambas casas—. Y griten “arriba”.

Hubo un grito grupal y el rubio vio como la escoba de Harry, la propia, de Finnigan y otros pares, se elevaban de buena gana. El elegido le dirigió una sonrisa emocionada, Draco asintió su cabeza hacia él con aprobación.

Otros, en cambio, no tuvieron tanta suerte.

Fue cuestión de algunos intentos más hasta que todos tenían las escobas en sus manos. La profesora volvió a caminar de punta a punta la fila, corrigiendo la postura o la forma de sostener la escoba. Esta vez la profesora no tuvo nada que corregirle.

—Muy bien, ahora darán una patada fuerte. —Instruyó madame Hooch—. Mantengan las escobas firmes, elévense unos pocos pies y luego inclínense suavemente para bajar. A la cuenta de tres… dos…

Draco se estremeció cuando escuchó a Longbottom despegar antes de tiempo.

La profesora y todos los demás gritaron, pero Draco no podía apartar la mirada de la cara asustada del chico, e inevitablemente recordó a su tía Bellatrix, burlándose de lo que les había hecho a sus padres.

— ¡Profesora, haga algo!

 El rubio casi temblaba a este punto, en su cabeza reproduciéndose una y otra vez la imagen de su tía torturando a una pareja, con un bebé pequeño cerca. Draco jadeo, sin saber muy bien porque, un ahogado “Harry”, como si el pelinegro pudiera hacer algo.

Cosa que, al parecer, si era posible. Harry, viendo el estado nervioso de su amigo, supo que debía moverse y hacer algo puesto que Draco parecía estar al borde del colapso. Y cuando escuchó lo que pareció ser una súplica, hizo lo primero que se le vino a la cabeza.

Se montó a la escoba y voló rápidamente hacia Longbottom, zambulléndose tras el cuándo el niño cayó. Lo atrapó limpiamente, antes de bajar al suelo, en un aterrizaje limpio.

— ¡HARRY POTTER!

Miró hacia donde venía la voz, y vio a la profesora McGonagall y a Madame Hooch correr hacia donde habían aterrizado. Más atrás estaban todos los chicos, mirándolo con diferentes niveles de asombro, pero la mirada que más le quedó marcada fue la de alivio de Draco.

Bueno, había valido la pena, aun si terminaban expulsándolo por esto.

—Nunca… en todo mi tiempo en Hogwarts…

La profesora McGonagall estaba casi muda de la impresión, incluso sus anteojos parecían estar centelleando por furia.

— ¿Cómo se atreve?... pudo haberse roto el cuello…

La profesora parecía que seguiría despotricando, pero la profesora Hooch dio un paso al frente, posando su mano sobre el hombro del chico.

—En todos mis años enseñando, nunca, jamás en mi vida, había presenciado tal naturalidad al volar. ¿Lo habías hecho antes, chico?

Harry negó, fervientemente. Esperaba que ella pudiese zafarlo de ese lío.

La mujer sonrió, empujando un poco su hombro hacia el frente, comenzando a guiarlo por los pasillos. La profesora McGonagall los seguía, aun murmurando sobre irresponsabilidad, pero Madame Hooch ni siquiera le prestaba atención. Llegaron al aula de DCAO.

 

Para cuando Harry volvió a la sala común de Slytherin, casi todo primer año estaba preocupado, con Pansy caminando de un lado al otro por la zona de los sillones, Theodore jugando con su libro en vez de leerlo, Millicent y Daphne jugaban con el pelo de Tracey, quien estaba al borde de morder sus uñas. Crabbe y Goyle miraban sus dulces sin atreverse a tocarlos, sus estómagos retorciéndose.

Blaise tenía una mano en el cuello de Draco, masajeándolo, y el rubio no había despegado sus ojos de la puerta. Si bien creía saber que sucedía, no estaba por encima de la preocupación. Las dos personas faltantes habían sido llamadas por Edrick.

En el momento en el que el elegido puso un pie en la sala, ya estaba siendo arrastrado por una muy alterada Pansy Parkinson. Harry estaba retorciendo sus dedos, no sabiendo muy bien qué le esperaba. Pero si pudiese esperarse algo, no sería un apretujado abrazo grupal. Draco solo le palmeó la cabeza, sin moverse del sillón. Nadie dijo nada, porque todos sabían que el rubio no era demasiado afín con el cariño físico.

—Bueno, ¡Habla! ¿Te expulsaron? ¿Te irás? —chilló Pansy, una vez todos se sentaron en ronda. Harry seguía sentado en el suelo, junto a las piernas del rubio—. Hablaré con mi padre, veré si puede hacer algo para que no lo hagan-

— ¡Eso! Podríamos mover nuestros contactos, Harry. —Se introdujo a la conversación Blaise, quien seguía acariciando el cuello de Draco—. No dejaremos que te vayas.

El moreno se derritió un poco, cariño puro flotando de sus poros por sus amigos. Draco puso una mano en su cabello, acariciándolo lentamente. Harry se acurrucó en su pierna, disfrutando del extraño momento de mimos.

—No me expulsaron, chicos… Pero les agradezco su preocupación. Realmente lo hago. —Abrió los ojos para verlos cuando les diera la noticia—. Madame Hooch me llevó con Flint… —una sonrisa parecida al gato de Cheshire comenzó a formarse en sus labios, mientras sus compañeros jadeaban, entendiendo lo que estaba por decir el niño—. Empiezo a entrenar como buscador la semana que viene…

—Estás bromeando. —afirmó Theo, enderezándose por completo en su sillón. Blaise le dio la razón, aun con la boca abierta casi cómicamente. Harry negó.

—No, no lo hago. Flint dijo que si Madame Hooch me tenía tanta fe, entonces debían probarme. Estuve enfrentándome a Terence Higgs hace un rato, me gané el puesto… de alguna forma.

— ¡Eso es increíble, Harry! —Exclamó Daphne, aplaudiendo. Una mirada impresionada de Millicent dejó ver cuán de acuerdo estaba.

—El jugador más joven en un siglo…—Draco habló, en tono neutro. Los demás lo miraron, preguntándose cómo reaccionaría ante aquello, teniendo en cuenta cuanto amaba el Quidditch el rubio. Una sonrisa ladeada se formó en sus labios—. Eso es lo más genial que he escuchado hoy… Pero ¿cómo no sería así?, llevas el Quidditch en la sangre.

Los demás fruncieron el ceño, no entendiendo, mitras que Harry se arrastró para mirar a Draco mucho mejor, sin recibir un dolor en el cuello.

— ¿A qué te refieres?

—Tu padre era un gran cazador.

Hubo un jadeo grupal, y Harry sintió sus ojos escocer. Esa era la primera información real y personal de sus padres, puesto que más allá de los balbuceos de Hagrid y algún comentario sobre sus ojos, no tenía nada. El rubio entendió inmediatamente, levantándose.

—Ven, te mostraré de lo que hablo.

Los guio a todos a una sala de vitrinas, donde había varias placas, fotografías, medallas y otros tantos premios. Draco señaló una en particular, donde citaba el nombre del padre de Harry. El moreno la vio, con ojos llorosos, mientras Draco frotaba su espalda, y los demás se mantenían en silencio, a su alrededor, respetando el momento.

—Él hubiese estado muy orgulloso de ti, Harry. —el moreno se giró, y abrazó a Draco, quien lo envolvió suavemente con sus brazos, aun mirando las placas. Él esperaba, desde el fondo de su corazón, que lo que estaba diciendo fuese real.

Cuando el momento se disipó un poco de sentimentalismo, y todos comenzaron a caminar nuevamente hacia la sala común, uno de los prefectos llegó en busca de las chicas. Y mientras ellas se iban, Draco pensó que se estaba olvidando de algo sumamente importante, algo que se supone debía pasar.

No tuvo mucho tiempo para pensarlo, porque a mitad del pasillo, encontró su respuesta. Harry y Weasley chocaron accidentalmente, y el rubio entendió lo que faltaba.

—Fíjate por donde vas. —gruñó el pelirrojo, Draco rodó los ojos, y ese detalle pareció no pasar desapercibido por el chico, que dio dos zancadas para pararse frente a frente. Draco arqueó ambas cejas ante el arrebato—. ¿Algo que agregar, Malfoy?

Weasley fue apartado por un empujón de Goyle, y tenía a Crabbe de frente ahora. Draco dio un paso atrás, donde lo esperaban un divertido Blaise y un confundido Theo. Harry seguía mirando hacia el pelirrojo.

— ¡Muy valiente escondiéndote detrás de dos elefantes!

—Podría encontrarte donde quieras, Weasley. —gruñó, sin pensarlo mucho.

—Nos veremos esta noche entonces, en un duelo mágico… ¿O eres un cobarde que se esconde tras excusas baratas, como tu padre?

Draco vio como Vincent comenzaba a apretar los puños, listo para solucionar el problema. El rubio estiró una de sus manos, para detenerlo, y se enfrentó a Weasley.

—Hoy, a medianoche, en el salón de los trofeos. Trae a alguien a quien le importe salvarte, weasel.

Antes de que el pelirrojo dijera algo, Draco siguió su camino. Escuchando varios pasos tras él.

Harry fue el primero en alcanzarlo.

— ¿Qué pasó con lo de la compostura?

El rubio dejó salir una risita, divertido por la perspicaz pregunta.

—Nada, Potty. No pienso ir, era solo para que nos dejara en paz.

El azabache abrió la boca, incrédulo.

— ¡No puede hacer eso, Heir Malfoy! —chilló Theodore, burlón. Blaise le secundó, divertidísimo—. Los duelos mágicos son como un pacto, tienes que ir. Además, no quiero escuchar a Weasley chillar sobre la cobardía, realmente no en esta vida.

El rubio entrecerró los ojos, pero acabó rindiéndose ante las miradas tercas de los tres. Crabbe y Goyle estaban siguiéndolos en silencio.

—Bien. Potter, serás mi segundo… y si, te voy a explicar que es un duelo mágico y cuál es tu función, pero ahora quiero llegar a la sala de Slytherin, muchas gracias.

 

 

Faltaba media hora para que diera la medianoche, por lo que, tanto él como Harry, se escabulleron fuera de la sala común, encaminándose ya al duelo. Estaban tratando de ser lo más silenciosos posible, teniendo en cuenta que si eran atrapados escabulléndose, no solo sería una bajada de puntos lo que obtendrían.

Estaban a medio camino, cuando escucharon una respiración poco sutil, y luego la voz de Filch. Ambos niños se miraron antes de correr lejos, entre los cambios de pasillos se chocaron abruptamente contra un pelirrojo, una castaña y un asustado niño. Se miraron a los ojos un segundo antes de que las serpientes recordaran porque estaban corriendo en primer lugar, llevándose a rastras a los leones, subiendo escaleras y doblando entre pasillos intrincados. Draco no necesito mucho para saber a dónde estaban corriendo: el tercer piso.

Se cruzaron con Peeves, pero corrieron lejos también. Llegaron a una puerta cerrada, la cual fue abierta rápidamente por un rápido alohomora por parte del rubio. Se apresuraron a meterse, cerrando la puerta inmediatamente y apoyándose en la misma. Se mantuvieron con la respiración atrapada en sus gargantas, hasta que estuvieron seguros de que no había ruido cercano. De alguna forma perdieron al celador.

Draco sintió que le jalaban la túnica, por lo que se volteo parcialmente hacia esa dirección, el rostro pálido de Neville Longbottom lo hizo preocuparse, mirando hacia donde él tenía clavados los ojos: un perro enorme, con tres grandes cabezas, enojadas miradas trillizas. La saliva chorreaba de sus hocicos, y había un gruñido constante. El rubio estaba impresionado, pero no asustado, no como para no ver la trampilla bajo una de las grandes patas del cerbero.

Les tomó dos segundos a los demás para voltear y ver al perro también. Draco sacó su varita y abrió la puerta con una floritura, los niños salieron corriendo, mientras el rubio lanzaba hechizos de silencio a sus pies, maldiciendo en voz baja por el descuido de los niños. Llegaron al final de las escaleras, metiéndose inmediatamente a una de las aulas vacías.

— ¡Qué fue eso! —chilló el pelirrojo, agarrando su cabello, su voz temblorosa por el miedo.

Granger estaba caminando de un lugar al otro, mientras Longbottom no paraba de balancearse nervioso en una esquina. Harry miraba sus pies, ojos desorbitados, luciendo tan perturbado que Draco sintió náuseas. Le tomó la mano, dando un apretón suave en ella.

Harry lo miró, acercándose un poco más, la máscara de indiferencia que había estado creando esos días, envolviendo a sus facciones. El rubio había notado, días antes, que Harry funcionaba mejor cuando estaba en contacto físico.

— ¿Por qué tendrían eso en el colegio? —chilló, nuevamente la voz del pelirrojo.

La castaña se detuvo de repente, mirándolos a todos con ojos salvajes.

— ¿Ustedes no usan los ojos o qué? —ladró, enojada.

El rubio ladeo la cabeza, Weasley contestó algo, pero él no le tomó atención. Longbottom se acercó más al grupo.

— ¿No vieron donde estaba parado?

Draco sonrió de lado, dando un paso más cerca, para ver mejor a todos.

— ¿El piso? —murmuró Neville.

—No miraba sus patas, ¡Habían tres cabezas rabiosas ahí! —siguió Weasley.

—No. —Habló Draco, haciendo contacto visual con Granger—. No el piso. Había una trampilla, el cerbero está haciendo lo mismo que en la mitología: vigila algo.

La chica asintió, menos enojada al ver que alguien prestaba atención al entorno y no solo al peligro inminente. Unos minutos más tarde, Draco se estaba despidiendo cortésmente, sugiriéndoles llegar a su sala común lo más pronto posible.

El grupo se separó, las dos serpientes caminando silenciosamente hasta llegar a su habitación. Ambos se arreglaron para dormir, aun sin decir palabra. Draco se preocupó un poco, pero lo dejó ser. Todos teníamos cosas que guardar para nosotros mismos.

Pero fue a la mañana siguiente cuando se dio cuenta de que Harry Potter parecía no querer tener secretos, no entre ellos dos al menos. Ya se habían arreglado para subir al comedor, pero Harry quería hablar a solas con él.

—Cuando fui a Gringotts la primera vez… Hagrid se llevó algo de una bóveda, diciendo que estaría mucho más seguro en Hogwarts. Y creo que sé dónde está.

Draco frunció el ceño, pensando profundamente. Normalmente él no se involucraría, pero algo le decía que esto era importante.

—Bien, investigaremos un poco sobre esto.

El azabache asintió, sonriéndole a Draco con entusiasmo.

—Ese algo debe ser valioso, ¿verdad?

El rubio arqueó sus cejas, sonriendo. —Valioso y peligroso.


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