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Go back in time: First year. por Nakamura Yuuki

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“Fuego y castigo” 

Draco había vuelto a Hogwarts hace un día, y ya notaba las diferencias en Harry. El niño miraba de vez en cuando por sobre su hombro, y estaba incluso un poco más reacio a dejar al rubio fuera de su vista más de lo necesario, y Draco estaba tratando de ser paciente, realmente, simplemente quedándose allí, tratando de actuar como si no viera lo raro que estaba actuando Harry.

Duró así el resto del día. Pero decidió que era suficiente ni bien estuvieron encerrados en su cuarto.

—Muy bien, Potter, habla. ¿Qué pasó mientras no estaba? —Indagó, apoyado contra la puerta, de brazos cruzados, obviamente poco dispuesto a seguir caminando en un puente de hielo fino—. Estuve fuera solo dos semanas, ¿Qué tanto perdí a mi mejor amigo?

No pudo evitar burlarse, siendo que hace rato estaba viendo cuan compinches se habían vuelto Harry y el pelirrojo. Le aliviaba un poco el saber que se habían unido de igual forma, a pesar del inicio brusco en su relación. Sin embargo, pareció que Harry no captó del todo la diversión en la voz del rubio, porque se había girado hacia él con una mirada de horror y culpa.

— ¡No me perdiste en lo absoluto! Es solo que-, yo, demonios- Solo necesitaba pensar y

— ¡Oye, oye! Tranquilo, Harry. Era una broma, solo jugaba. —Se despegó de la puerta, tomando las manos de su amigo, que prácticamente había corrido para estar frente a él—. Respiraciones profundas, Harry. Te escucho.

El azabache tardo unos minutos en calmarse, pero cuando finalmente lo logró, le sonrió a Draco. El rubio casi suspiro de alivio. Era la primera sonrisa real que podía ver del chico.

—En navidad… Recibí una capa de invisibilidad. —murmuró, Draco solo parpadeo, decididamente listo para no interrumpirlo. Harry se removió un poco—. Exploré por la Sección Prohibida esa noche, y llegué a una sala con un gran espejo. Te quería hablar de eso, pero no estabas allí para mostrarte… Entonces llevé a Ron. Vi a mis padres en ese espejo, Draco. Estaban allí, junto a mi familia. También vi a Sirius, a Remus… A ti. Todos estaban ahí, y se veían tan felices. —el rubio sonrió, apretando un poquitito más las manos del niño, quien lució agradecido por el afecto—. Era el espejo Oesed.

Draco asintió, ya habiendo escuchado de eso en un futuro, no recordaba muy bien en que fechas, ni mucho menos porque salió a colación el tema (en esos momentos estaba más ocupado tratando de evitar que lo mataran a él y a sus padres), pero había surgido y ahora comprendía mucho mejor al chico frente a él, que lucía como si estuviera por desmoronarse.

—Ron, él se vio a sí mismo, rodeado de oro, con un uniforme de Quidditch. —el rubio arqueó las cejas, para nada impresionado. Harry dejó salir una risita por su reacción, y el rubio se dio por servido—. Entonces, la tercera noche… El director estaba allí. Hablamos un poco, me pidió que adivinara para que servía el espejo. Al final de esa semana, el espejo se fue, y no lo he vuelto a buscar, pero…

—Tuviste una pequeña probada de lo que era tener una familia. Un lugar cálido, lleno de personas como tú. —Draco terminó por él, cuando se hizo obvio que el muchacho no hablaría pronto. Harry asintió, agradecido porque su amigo lo entendiera sin la necesidad de decir nada—. Esa bien sentirse vacío, Harry. Está bien añorar ese recuerdo. Es de las pocas cosas que tienes de tus padres, y aunque tu anhelo más grande no pueda cumplirse… Una pequeña parte puede llegar a pasar, ¿Sabes? —Al ver que el chico no entendía, rodó los ojos con cariño mal disimulado—. Remus, Sirius y yo estamos aquí, contigo. Somos tu pequeña familia, y aunque no es mucho, ni podríamos jamás reemplazar el vacío de tus padres-

Harry se lanzó hacia él, apretando a su amigo con fuerza. Draco solo lo entendió, abrazándolo también. Dejó un suave beso en su cabeza, balanceándolos durante un largo rato.

Un rato más tarde, Draco estaba recibiendo uno de los diarios que le habían llegado a Harry en navidad, el de damasquinas. El pelinegro le mostró el que él se había elegido, con una sonrisa brillante.

—Daphne nos regaló esto, aunque no entiendo porque me los envió a mí solamente.

El rubio se burló, sacando una pluma de tinta interminable que se padrino le había regalado en navidad ese mismo año. Pasó suavemente su dedo índice por el lomo del cuaderno, sintiendo la magia cosquillear allí, formando pequeños puntitos de luz a su paso. Harry jadeo, impresionado. Draco le indicó que hiciera lo mismo, y cuando ambas firmas mágicas desaparecieron totalmente, Draco escribió en la primera hoja. Cuando Harry miró su propio cuaderno dejó salir una risita.

“Eres un idiota, cara rajada. Espero que me muestres esa capa de invisibilidad pronto, no es justo que Weasley ya la haya usado y yo a penas me esté enterando de todo”.

Harry se lo prometió a Draco antes de acostarse a dormir.

Al final pasó un tiempo para que Draco pudiera probar por sí mismo la capa, siendo que ambos estaban muy concentrados en pasar simplemente un buen año con las notas que su casa exigía. Sin embargo, a eso de finales de abril sucedió algo sorpresivo. Durante días habían visto a Hagrid actuar todo nervioso o misterioso, pero no fue sino hasta que Weasley los arrastró hasta la cabaña del hombre que entendió el porqué.

— ¡Por favor, háganlo entrar en razón! —gritó Granger, ni bien los vio dentro de la pequeña choza. Ambas serpientes se miraron con confusión, antes de captar el movimiento en un cuarto contiguo, Draco jadeo al ver a un bebé dragón correr y escupir fuego.

Fuego, en una cabaña de madera.

Retrocedió, pálido. Draco había desarrollado un miedo poco disimulable al fuego. El murió entre las llamas, no le pueden pedir paz al verlo, y menos podría llevarse bien con animales tan fuertemente asociados con el mismo. Harry se paró frente al rubio, bloqueándole la vista del dragón, que casi estaba quemando una silla.

—Hagrid, no puedes tener esto aquí. Es peligroso. Una cosa es un cerbero, otra muy diferente es una cosa que puede incendiar tu casa. —exclamó Harry, señalando al dragón y luego al semigigante.

— ¡Pero es tan adorable, tan pequeño también!

— ¡Y tan ilegal! —exclamó el rubio, ocultándose aun en la espalda de su amigo. Harry asintió, severamente—. Tienes que deshacerte de él, Hagrid. Es peligroso, es ilegal y, por sobre todas las cosas, no es adorable. Puede matarte.

El hombre pareció atormentado, y Draco pensó como podrían solucionar esto sin tener que sufrir heridas. O tener problemas. Chasqueó los dedos, Harry lo miró por sobre su hombre, Granger inclinó la cabeza y Weasley dejó de comer para poder verlo.

—Tú hermano, Charles o algo así. Trabaja con dragones, ¿No es así, Weasley? Podríamos pedirle que venga por esa cosa.

— ¡Se llama Norbert! —lloró Hagrid, luciendo como la madre del rubio al corregirlo cuando es demasiado descortés con sus plantas. Suspiró.

—Bien, para que se lleve a Norbert a un lugar seguro, donde aprenderá a convivir con los de su especie… y donde no estén niños a los que pueda rostizar.

Así lo arreglaron, y por suerte todo salió bien. El dragón fue despachado, desgraciadamente gracias a Granger terminaron en un gran problema. Y, como se esperaba, tuvieron que darle una explicación a su jefe de casa para no conseguir incluso más castigos.

— ¿Qué se supone que estaban haciendo, eh? Escapándose de sus habitaciones, corriendo por allí con unos Gryffindors. Son serpientes, niños, esta no es forma de actuar.

Draco y Harry mantenían sus ojos en el suelo, el moreno más que nada por pedido de Draco, que por el regaño. El rubio dejó salir un suspiro, enderezándose, aun mirando lejos de los ojos oscuros de su padrino.

—Lo sentimos, señor. No se volverá a repetir. —prometió, y antes de que el hombre dijera algo más, agregó—. Y si es sobre los puntos perdidos, Harry y yo podemos reponerlos, hemos trabajado duro todo el año para poder obtener mucho más que eso, y lo sabe, señor.

Snape, viendo que no les sacaría la información esa noche, no de buena manera, los dejó marcharse a sus dormitorios. Y al día siguiente, cuando los demás vieron los puntos perdidos, miraron con cautela a todos, pero incluso al enterarse quienes habían sido los culpables, no dijeron nada. Tenían muchos puntos, y el rubio era el que más conseguía de sus primeros años, mientras que Potter los estaba llevando a ganar con mucha más facilidad la copa de las casas, por lo que sabían que rápidamente esa mínima pérdida sería obsoleta.

Esa noche, luego de pasar un día duro ganando la mayor cantidad de puntos posibles, ambos chicos se reunieron con los leoncitos, dispuestos a ir en busca de Filch de una vez.

—Lo siento, chicos, yo… —comenzó, de nuevo, Granger. Se había disculpado más de una vez ese día, y aunque el rubio lo agradecía, ya estaba algo cansado de eso, por lo que levantó la mano, callándola.

—Está bien, Granger. No fue intencional, lo entendemos. Todos podemos cometer errores. Además, ni siquiera fue relevante para nuestra casa… Para ustedes, sin embargo, pareció ser un desastre.

La chica asintió, ese día fue un completo horror, recibiendo insultos y siendo molestas por todos en la casa, no solo los de su año. Draco hizo una mueca al verlos en medio de la tormenta, pero tanto el cómo Harry sabían que poco podían hacer. Si se metían, serían más problemas, y no era plan.

Llegaron con el celador, quien inmediatamente se pudo a hablar de cómo sería su castigo si el tuviese algo que ver. Longbottom estaba pálido, Granger se veía más horrorizada que asustada, mientras que Harry y Draco solo se encogían de hombros a cada mirada que les enviaban los Gryffindors. No es que no les perturbara la charla de Filch, sino que sabían que eso no sucedía desde hace más de un siglo. Además de que el padre del rubio no estaba por encima de mover contactos para echar a un squib que amenace con la seguridad de su vástago.

Aunque Draco sabía que lo haría más por deshacerse del hombre que por la seguridad de su hijo.

En ese momento, Hagrid se acercó a ellos, junto con Fang. Traía una gran ballesta, junto a sus flechas, colgada en la espalda.

—Ya era hora —dijo—. Los estoy esperando desde hace media hora. ¿Está todo bien, niños?

—Yo no sería tan amable con ellos, Hagrid —gruñó el hombre, fríamente—. Están aquí para cumplir un castigo, después de todo.

Los hombres se enfrascaron en una discusión, mientras los niños avanzaban un poco más para dejar de oírlos.

—Chicos, casi olvido decirles esto —jadeó, Granger, sus ojos brillando—, hace unas horas descubrimos quién es Nicolas Flamel. ¡Gracias a Neville!

El mencionado se ruborizó, mientras la castaña parecía no poder parar de vibrar ante el nuevo conocimiento que poseía. El rubio miró hacia el imponente bosque que se alzaba a sus espaldas, pasando saliva. A pesar de tratar de evitar el pensamiento, el solo saber que cuando entraran allí se encontrarían con el hombre que lo arruinó todo para él, le daban escalofríos. El miedo lacerante recorría todo su cuerpo, casi entumeciéndolo.

— ¿A qué te refieres con que ya lo sabían, Harry? —preguntó la niña, Longbottom igual de confundido que ella, miraba al rubio, quien volvió a la conversación, fingiendo fácilmente que había estado escuchando.

—Draco me lo dijo ese mismo día, después de la discusión. —El azabache ladeó la cabeza, como si quisiera evocar un recuerdo lejano—. Creo que se lo mencioné a Ron en vacaciones de Navidad.

Antes de que alguien más pudiese decir algo, Hagrid llegó junto a ellos, luciendo irritado pero a la vez satisfecho. Draco supuso que había ganado la discusión contra Filch.

—Bueno, niños, hora de pagar los errores cometidos. —Cantó, casi feliz, el semigigante—. Iremos al Bosque Prohibido, estamos haciendo algo de sumo peligro, por lo que les pediré que se mantengan conmigo. Síganme un momento.

Los niños se miraron unos a otros, con miedo. Draco podía decir que Longbottom estaba temblando, casi con seguridad. Granger pareció murmurar con nerviosismo algún tipo de mantra, mientras Harry se mantenía casi neutral a su lado. Lo miró, y en vez de ver miedo, vio curiosidad. Por supuesto que había cierta cautela en el niño, pero la abrazadora necesidad de saber que había en esos bosques parecía demasiado como para lucir realmente preocupado por lo que podría sucederles.

—Miren ahí. —dijo el semigigante, señalando un sendero con la luz de su farol— ¿Ven eso allí, brillando en la tierra? Lo plateado. Eso es-

—Sangre de unicornio. —murmuró Draco, sin poder detenerse. Se ganó las miradas de todos, pero estaba demasiado ocupado viendo con horror el líquido espeso que estaba siendo lentamente absorbido por la tierra.

—Eso es correcto, Draco. —Asintió Hagrid—. Hay un unicornio que ha sido malherido, es la segunda vez en la semana que me toca ver esto. Trataremos de encontrar a este, y evitar que siga sufriendo.

Los niños asintieron, parcialmente. Draco miró al perro, quien seguía muy pegado a las piernas de su amo. Se preguntó por qué creyó, en algún momento, que ese animal podría protegerlo de algo ahí afuera.

— ¡Bien! Nos dividiremos en dos grupos. Hermione y Neville conmigo. Harry y Draco irán con Fang, ya que nuestros niños ya se han enfrentado a un troll sin titubear estarán bien.

El rubio lo miró con expresión en blanco, preguntándose qué pensaba ese hombre a la hora de realizar deducciones. Podrían haberle ganado al troll por suerte, sin embargo aquí estaba él, confiando en las habilidades de supervivencia de unos niños de primer año. Harry tomó la correa de Fang.

—Si ven algo, o tienen problemas, lancen chispas rojas con sus varitas. Iremos con ustedes de inmediato.

 

 

Habían estado caminando durante un muy largo rato, Draco sostenía el farol en alto, Harry caminaba a su lado, mirando las raíces. A ese punto ya se habían internado en el corazón del bosque, y la sangre se volvía cada vez más espesa, y había más.

Draco sentía que su corazón saldría disparado de su pecho. Estaba sosteniendo con mucha fuerza su varita, pensando en cada hechizo de defensa que conocía, pero aun dudoso de que algo funcionara contra ese hombre. Aunque, si mal no recordaba, en ese tiempo el Señor Oscuro no era él como tal. Solo utilizaba un contenedor.

Draco se detuvo abruptamente cuando Harry tomó su brazo. Miró hacia donde señalaba su amigo y sintió la bilis subirle a su garganta. El unicornio estaba tirado en el suelo, sus largas patas dobladas en ángulos que no eran comunes, sus hebras parecían ríos de luz, desplegándose por el suelo.

Escucharon algo deslizarse, desde un arbusto salió una figura encapuchada, que se acercó al unicornio, como una bestia al acecho. Bajó su cabeza hacia la herida del animal. Bebiendo su sangre.

La figura encapuchada se levantó momentos después, deteniéndose un momento, casi como si se hubiera congelado, antes de darse vuelta lentamente. Draco dejó caer el farol, su pequeña llama apenas sobreviviendo al impacto.

Se estaba acercando rápidamente a ellos, cuando Harry se dobló de dolor, hasta que cayó de rodillas. Draco hizo lo primero que se le ocurrió, poniéndose frente a su amigo, y en un estallido de adrenalina gritó:

— ¡Depulso!

La cosa salió volando lejos, y Draco estaba listo para lanzar una bombarda, solo por si las dudas, cuando un centauro apareció frente a ambos magos, interponiéndose entre ellos y el Señor Oscuro. Para cuando Harry sintió que el dolor desaparecía, solo estaban Draco y el Centauro allí. Fang había huido, al igual que el encapuchado. 

— ¿Están bien? —preguntó el centauro, haciendo que Harry se apresurara a ponerse de pie. Draco tomó la mano del chico ni bien estuvo parado.

—Estamos bien, gracias… ¿Qué fue eso?

La criatura no contestó, solo mirándolos a ambos con esos sobrenaturales ojos azules.

—El chico Potter, ¿No es así? —No esperó respuesta, inclinándose frente a ambos—. Súbanse, no es seguro que estés aquí en estos tiempos.

Harry fue el primero en montarse a su lomo, seguido rápidamente de Draco. El rubio no prestó atención a nada más que el latido seguro y constante de Harry, asegurándose de que el chico seguía vivo. Que estaba todo bien.

Harry permaneció en silencio, recostadnos en el abrazo de su amigo. Eso había sido aterrador. Y muy doloroso.

— ¡Harry, Draco! ¿Están bien? ¿Qué pasó?

Granger corría hacia ellos por el sendero, con Hagrid, Neville y Fang por detrás de ella. El rubio parpadeó hacia ella, confundido por escucharla llamarlo por su nombre, mientras, tanto el cómo Harry, se bajaban de el centauro, que Draco supuso se llamaba Firenze, o algo así medio escuchó.

—Estamos bien… —el azabache se volteó hacia Draco, tomando cuidadosamente la mano del rubio—. ¿Verdad?

Draco asintió, lentamente.

—Estamos bien, Granger. Pero el unicornio…

Hagrid se acercó un poco más, y Harry decidió tomar la palabra.

—Está muerto, cerca del claro.

Así terminó su noche, sin embargo, al día siguiente Draco decidió hablar con los demás del tema, demasiado consiente de que la presencia que los acechaba. Dejando al pobre de Longbottom fuera de eso, suficiente ya había pasado el chico por cosas suyas.

—Dinos, Malfoy, ¿Qué pasó en el bosque?

El rubio estaba inquietamente pálido, sus pies balanceándose en el aire, los demás se habían sentado en las sillas, en un círculo a su alrededor.

—Es… sé quién está en busca de la piedra. —Jugó con sus dedos, sus ojos gélidos clavados en sus manos—. Beber sangre de unicornio es un acto monstruoso. Solo alguien que ya no tenga nada que perder lo haría… La sangre de unicornio puede mantenerte con vida, aun si estás al borde de desaparecer, pero todo tiene un precio. Obtendrás media vida maldita por tal acto aberrante.

Granger miró a Weasley y luego a Harry, los tres en silencio, asimilando lo que decía el rubio.

—Es así… A menos que seas alguien que solo necesita un poco más de tiempo para conseguir algo más. Algo que te lo devuelva todo.

— ¡Por supuesto…! —gritó Granger, mirándolo con ojos grandes. Él asintió—. ¡La piedra filosofal! Pero, ¿Quién…?

—Voldemort. —Harry y Draco lo dijeron al mismo tiempo, sin siquiera mirarse el uno al otro. Los dos leones se estremecieron ante la oscura afirmación. 

Weasley siseó en voz baja, algo sobre el nombre que no debían mencionar, mientras que Granger se veía muy asustada. Aun así, trató de ser una voz conciliadora.

—Hay que confiar en Dumbledore, es el único mago a quien el-que-no-debe-ser-nombrado le teme. Estaremos a salvo.

Harry asintió, pero cuando se volvió a ver a Draco, su mirada decía todo menos confianza. Ambos sabían que algo malo sucedería, y si el Señor Oscuro ya estaba tan cerca, aun con Dumbledore en el colegio, no sabrían que tanto podrían confiar.

Solo esperaban que el director no se moviera del colegio, esa era, por ahora, su única esperanza.

Draco no creía en ninguna esperanza, puesto que recordaba vagamente que en algún punto el director se había reunido con su padre ese año en esas fechas. No había dudas de que algo malo pasaría.


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