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Go back in time: First year. por Nakamura Yuuki

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“Cerca” 

Los exámenes finales se llevaron todo el tiempo de los niños, evitando efectivamente que alguno de ellos se centrara demasiado en el mal que acechaba el colegio, que cazaba unicornios y atentaba contra la seguridad de todos.

Harry y Draco tenían muchas pesadillas. Mujeres gritando y rayos verdes. Risas malvadas, miradas decepcionadas y rayos rojos. A veces, llamas ardientes consumiéndolo todo.

Los niños dormían juntos, abrazándose fuertemente, como si quisieran esconderse de sus temores más grandes. Ambos estaban pálidos, ojerosos y parecían nerviosos todo el tiempo. En lo que iba la semana, sus compañeros ya los habían llevado más de una vez con la enfermera, e incluso Snape les había comenzado a dar chocolate caliente con algo de poción calmante cada noche. El hombre había pasado mucho tiempo en la sala común en ese período, ayudando a sus alumnos a prepararse para sus exámenes. Harry lo consideraba entrañable, pues era la primera vez que veía algo así.

Cuando dieron su último examen, y solo entonces, pudieron respirar con más facilidad. Ambos estaban caminando hacia la cabaña de Hagrid, cuando se cruzaron a la profesora McGonagall, a quien saludaron cortésmente. Esta les sonrió, un poco rígidamente, pero no les dijo nada. Continuaron su camino y vieron al jefe de su casa doblar en uno de los tantos pasillos que por allí había, y, segundos más tarde, se estaban encontrando de cara con Granger y Weasley.

— ¡Gracias a Merlín! —exclamaron ambos, jalándolos hacia un lugar apartado: nuevamente, un salón vacío. Draco se preguntó si esto se volvería una tradición

—Tenemos problemas, chicos. Draco tenía razón cuando dijo que Hagrid podría haber abierto la boca con alguien más que nosotros. ¡Se lo dijo a un encapuchado, en el pub Cabeza de puerco!

Harry parpadeó, desconcertado, mientras Weasley asentía. El rubio entrecerró los ojos, la niña seguía llamándolo por su nombre.

—El que le dio el huevo de dragón. —murmuró, de repente, Harry. Draco no podía creer que alguien fuese tan descuidado, maldita sea Hagrid.

— ¡Exacto! También le dijo como se calma a Fluffy-

— ¡Eso no es lo peor! —interrumpió Weasley, luciendo casi frenético—. ¡El director se fue! ¡Nuestra única salvación no está!

Draco se apoyó contra la pared, luciendo realmente enfermo ahora. Harry, por su parte, tenía los ojos clavados en su amigo, pensativamente.

—Hay que ir por la piedra. —Dijo, aun concentrado en Draco—. Tenemos que conseguirla antes que  él.

Draco asintió, aun sin apartarse de la pared, pensando profundamente en lo que podrían hacer. Miró a los otros tres niños, solo pensar que estos chicos de once años vivieron todo eso solos, y aun así salieron vivos la primera vez. Le hacía dudar un poco del señor oscuro. ¿Por qué le temían tanto, si niños de once años podían detenerlo? ¿Por qué ningún adulto se estaba haciendo cargo?

—Hoy, después del toque de queda, nos encontraremos en la puerta de Fluffy. — decidió, Harry. Lucía tan seguro que ninguno refutó.

 

 

Draco y Harry estaban parados frente a la puerta, bajo la capa de invisibilidad. Estaban allí hace más de diez minutos, y los leones no estaban llegando. Harry ya hasta había espantado al poterlgeist con una absurda imitación del Barón Sangriento. El rubio se había reído un poco por ello, y Harry se jactaría de eso más tarde.

Escucharon suaves pasos, y vieron a los dos chicos llegar, ambos algo nerviosos por no encontrarlos allí. Harry les quitó la capa de encima. Granger casi gritó del susto, pero Weasley alcanzó a cubrirle la boca.

—Llegan tarde. —murmuró Draco, de mal humor, listo para abrir la puerta, mientras Harry sacaba su flauta rústica.

—Neville trató de detenernos. —se quejó el pelirrojo, y Draco sonrió, imaginándose esa escena. —Hermione lo petrificó… Espero que no nos odie.

 La puerta se abrió, y cautelosamente entraron. Había un arpa tocándose sola,

Weasley y Granger se adelantaron a ellos, y Draco pudo haber resoplado algo sobre Gryffindors impertinentes. Harry le envió una sonrisa divertida antes de ponerse a tocar la flauta. El arpa se estaba apagando, por lo que, si no querían tener problemas, mejor empezar ya.

El grupo se adelantó, Harry aun tocando. Weasley levantó la puerta trampa, y ante los cuatro, sólo apareció una oscuridad inconfundible. Se miraron entre ellos, tratando de ver quien iría primero. Al final, Granger tomó el lugar de Harry con la flauta, y fue el azabache quien se lanzó.

— ¡Todo bien! —Exclamó, unos segundos más tarde, su voz llegando como un eco—. ¡Fue un aterrizaje suave, pueden venir!

Draco se lanzó primero, luego Weasley, ambos cayendo parcialmente alejados del azabache. Miró hacia abajo, apenas distinguiendo en donde habían caído, cuando escuchó a Granger caer, ni siquiera esperó para mover su varita, llamas azules revoloteando por allí, hasta que la planta retrocedió por completo. Los tres lo miraron, algo sorprendidos.

—Uh, era el Lazo del Diablo, nos habría aplastado. —se encogió de hombros, levantándose y mirando a su alrededor—. Lo vimos en herbología, una de las primeras clases, ¿Recuerdan?

Harry asintió, mientras Weasley fruncía el ceño, tratando de recordar. Granger lo miraba fijamente.

—Chicos, por aquí. —indicó Harry, señalando un pasadizo de piedra, que era el único camino a la vista. Draco ya estaba a medio camino, al igual que el azabache. Los otros dos se apresuraron a seguirlos.

Caminaron unos minutos, el sonido zumbeante haciéndose cada vez más fuerte.

—Alas… —susurró Granger, Draco se adelantó un poco, con Harry pegado a sus talones. Al final del corredor había una habitación muy bien iluminada, estaba lleno de llaves con alas, que iban de un lado al otro. 

Harry, Weasley y Granger corrieron, pero Draco estaba muy ocupado viendo las tres escobas pulcramente apoyadas contra una pared. 

—Weasley, dime qué tipo de llave necesita la cerradura. —pidió, encaminándose sin siquiera molestarse en cubrirse. Ya había visto que no le harían nada.

—Una llave grande, antigua… probablemente de plata, como la manija.

Draco le lanzó las otras dos escobas a Weasley y a Harry, con una mirada final, los tres dieron una patada al suelo para elevarse.

Las llaves se movían muy rápidamente, pero no por nada Harry había sido tan buen buscador. Draco mismo era muy bueno, cuando no era en contra de Gryffindor.

Volaron en círculos unos segundos antes de que Draco la señalara y Harry gritara.

— ¡Tiene las alas aplastadas de un lado! 

Weasley se lanzó, Draco moviéndose por debajo del chico, casi cazándola. Harry asintió.

— ¡Hay que acorralarla!

Luego de unos segundos pudieron atraparla. Bajaron rápidamente, y al abrir la puerta, terminaron viendo de nuevo la cara de la pura oscuridad. Cuando los cuatro estuvieron en la sala, esta se iluminó, dejando ver un gran juego de ajedrez mágico.

Draco se preguntó si podría solo pasar volando, con las escobas del desafío anterior. No creía que estuvieran para perder tiempo en una partida. Se volteó para plantearle eso a Harry cuando vio que Weasley ya había entrado al tablero.

Por poco no se golpea la cabeza contra la pared de la frustración.

Weasley se colocó como el caballero, eligió a Granger para ser una torre, a Harry como un alfil, pero se le quedó mirando a él, con ojos confusos, como si no supiese en qué lugar ponerlo.

—Malfoy, tú serás la reina.

El rubio arqueó sus cejas, pero el chico no lo estaba mirando, por lo que simplemente fue a su lugar. La partida fue bastante bien, en términos generales, y Draco no se atrevió a decir nada. Por lo menos no hasta el último movimiento.

—Weasley, no es necesario. —habló, por primera vez, haciéndose oír por encima de los gritos de los otros tres. Señaló hacia un lugar en específico a la izquierda, un lugar al que no podría llegar ninguna de las otras piezas, pero que pone en riesgo al rey—.

Ve allí y luego…

— ¡Pondrás en jaque al rey! Gracias, Malfoy. Tienes razón.

El chico asintió, dejando que la jugada se llevara a cabo, y cuando fue su turno, avanzó con seguridad hasta estar frente al rey, movió su mano, casi como un arma tajante, y la corona del rey cayó a sus pies.

Corrieron rápidamente fuera de la habitación, entrando a la siguiente, en donde solo se encontraron con un troll inconsciente. Draco estaba parcialmente agradecido, sin embargo, frunció el ceño.

¿Por qué Quirrell elegiría algo a lo que le tiene tanto miedo? No podría controlarlo, además, ¿Dos troll en un año? ¿De dónde había salido el primero? No había forma de que entrara al colegio, no sin ayuda.

Llegaron a la prueba de Snape, siendo este un acertijo. Hermione se tomó unos minutos, antes de apartar dos de los brebajes.

Harry y él se miraron, viendo que el contenido era demasiado poco para los cuatro. Cerró los ojos, asintiendo. Harry sonrió, tomando el líquido.  Cuando entró a la siguiente habitación, Draco abrió la boca.

—No es Snape. —los otros dos se sobresaltaron—. No es Snape quien está en busca de la piedra. En el juego de Quidditch, Quirrell estaba murmurando y mirando fijamente a Harry, y no era la misma mirada de borrego a medio morir que les da a todos. Estaba atacando, lo sé. —Los chicos se miraron entre ellos, no había razones para no creerle, pero estaban comparando la imagen de Quirrell y Snape en sus cabezas—. Está ocultando algo o sabe algo… No lo sé, quizás tenga a Voldemort metido en su turbante, pero les aseguro que el que está ahí adentro no es Snape.

Se miraron entre ellos antes de que Granger tomara un poco del brebaje.

— ¡Iré a enviarle una lechuza a Dumbledore! Confío en tu juicio, Draco.

Weasley asintió, dando un pequeño trago también. Se lo pasó al rubio, quien entendió y bebió, dejando un poco para Harry.

—Yo iré con McGonagall, tu ve por Snape… Prefiero ser expulsado a que Harry muera.

Los tres asintieron y se fueron corriendo rápidamente.

Pasaron por las tres salas, e incluso volvieron a dormir a Fluffy. Una vez en la base de la escalera, el trio se separó, tomando diferentes direcciones. Ron corrió a todo lo que le daban las piernas para llegar con la jefa de su casa.

— ¡Antes de que me castigue o expulse, tiene que escucharme!

Por su lado, Draco había corrido más que en toda su vida, sin importarle en lo absoluto el haberse cruzado a Filch, o el saber que las serpientes no corren. Golpeó rápidamente la puerta de su profesor, encontrándose minutos más tarde con la expresión gruñona del mismo.

—Draco, qué-

— ¡Quirrell está tratando de robarse la piedra, ya llegó a la última prueba! ¡Harry está con él, vaya a ayudarlo!

Snape se quedó congelado un segundo, buscando en los ojos plateados de su ahijado alguna señal de mentira, pero solo vio preocupación y desesperación pura. Asintió, saliendo de sus aposentos.

Paralelamente, Hermione no había escrito nunca una carta hacia alguien mayor con tanta informalidad. Envió a una lechuza y luego de verla desaparecer, corrió dentro nuevamente, en donde se cruzó con Snape y Draco, quienes se dirigían al tercer piso. Corrió junto a ellos, uniéndose más adelante McGonagall y Ron. Cuando los adultos comenzaron a subir las escaleras, Draco detuvo  a ambos leones.

Ellos entendieron, y simplemente esperaron allí, caminando en caso de ella, estando inmóvil enfrente de las escaleras en caso de los niños.

El alivio los recorrió al ver a Snape bajar, con Harry en brazos. El profesor no se veía perturbado, y el pecho del chico subía y bajaba, por lo que asumieron que nada malo había pasado.

McGonagall tenía tela morada entre sus manos, Ron y Hermione se observaron con miedo. Draco había tenido razón, pero… ¿Dónde estaba Quirrell ahora? ¿Había escapado?

—Vengan con nosotros, niños. Poppy les dará algo para calmarse, y nos contaran exactamente lo que sucedió hoy aquí.

Siguieron lentamente a los profesores, y por primera vez en lo que parecían años, Draco le tomó la mano a alguien más, alguien quien no fuera Harry. Granger estaba tan asustada que le ofreció el contacto, Weasley lo abrazó por los hombros. De alguna forma, Draco sintió que era hora de dejar de usar sus apellidos a la hora de hablarles.


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