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Overflow por Dra-chan

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Notas del fanfic:

Fanfics escrito para el primer concurso del grupo de Fb Bakudeku / KatsuDeku 80's & 90's Kids y que de alguna inexplicable forma ganó el segundo lugar, sigo sin poder creerlo.


La temática del concurso era hacer algo relacionado con oficinistas. Como bien dice el nombre del grupo, somos gente nacida entre los años 80 o 90 -¡muchos podríamos ser tus padres chamacos miados!- (?) así que es algo con lo que nos podemos relacionar un poco mejor. La verdad no iba a entrar al concurso, soy una de las administradoras del grupo y pa qué iba a querer entrar. Pero tengo una mala racha laboral, estoy harta de estar viva y de la gente pendeja, así que por alguna razón en una mala noche de insomnio -como hoy- me dio por escribir y sacar muchas frustraciones siendo Bakugo. Soy muy Bakugo en esta vida, quizás por eso no soporto al hombre.


Como sea, la verdad yo sólo quería escribir sexo sucio, por eso no me explico el segundo lugar que logré. Muchas gracias a las personas que lo hicieron posible y pues, como ya acabó todo ese pedo, ya puedo publicarlo por la vida, juejuejue.


Los personajes no me pertenecen y ya sabes, yo sólo los uso para homosexualizarlos.


El título viene porque estaba demasiado sobrecargada con todo a punto de explotar y creo que Katsuki simpatiza conmigo aquí.


Más o menos.

1


Bakugo gruñe por doceava vez en el día. Mira la hora. Sólo tiene veinte minutos desde que llegó a la oficina.


No es una buena señal.


Mira su bandeja de correo, seleccionando todo lo que es basura -la mayoría- para poder eliminarlo y quedarse sólo con lo importante. Le jode muchísimo que exista un correo global al que todo mundo envía correos que no son para él. Ver la cantidad de mensajes en su bandeja le pone de los nervios y pierde sus buenos diez minutos diarios purgando hasta quedarse con lo importante. Todo es importante, siempre. Todo es para ayer. Siempre va atrasado, aunque las cosas se las hayan pedido hoy.


Vuelve a gruñir. Debe dejar de contar porque eso sólo le pondrá de malas.


Más.


Mira todas las asignaciones que tiene en el día y se pregunta qué pasaría si va y renuncia en ese mismo segundo, sin anunciar. ¿Quién haría su trabajo si la oficina está llena de inútiles? La idea le seduce por un segundo, pero la descarta al instante. No es tan mezquino.


¿O sí lo es?


Mira a sus compañeros, evaluando si hay alguno a su altura. Lo duda. Quizás Todoroki, pero es el hijo del presidente de la empresa. Su trabajo es no trabajar por muy capaz que es. Es triste verlo todo el día con esa mirada de estar perdido y no encontrar su lugar. Ojalá se harte pronto y salga corriendo.


Él quizás siga su ejemplo.


Intenta pensar en las razones por las que sigue atrapado en ese trabajo y de momento no le llega ni una a la cabeza. Trabaja en automático las siguientes dos horas. Los procesos son tan repetitivos que le permiten perderse en sus pensamientos homicidas durante un buen rato.


Oh, cómo le gustaría hacer estallar esa oficina a la mierda y reír maniacamente mientras sale por la puerta.


Se ríe, al menos, porque es todo lo que le queda en esa situación. ¿Cuánto tiempo de cárcel tendría que pagar sino hay heridos? Debe buscar en Google al rato y ver si vale la pena.


Seguro que lo vale.


—¡Buenos días! —escucha que saluda una voz desde la puerta.


Bakugo alza la vista disimuladamente. El único motivo por el que sigue ahí, seguramente. Ver a Deku con un pantalón ajustado que se adhiere a su redondo trasero es un deleite a la vista. Su enojo baja dos puntos, pero seguro que nadie tarda en subirlo tres.


Conoce a Izuku desde la universidad. No estaban en la misma carrera, ni siquiera en la misma facultad. Pero amigos de amigos llevaron a una cosa y un día el pecoso le llamó para hablarle de esa vacante.


Todo es culpa de Deku, como siempre, el maldito nerd.


—Kacchan, buenos días —se atreve a saludarle, el cínico, después de ser la causa de su eterno sufrimiento.


Gruñe en respuesta, por supuesto. ¿Ya van veinte veces? ¿O es ahí donde perdió la cuenta? ¿No iba a dejar de contar?


Nunca deja de contar.


No sabe por qué alguien de recursos humanos se pasea por ahí a diario, como si no se estuvieran todos ahogando en trabajo constantemente. Su jefe le dijo que le contrataron en la peor época del año, pero que eventualmente todo se relajaría.


Tiene tres años atrapado en “la peor época del año”. Cree que está atrapado en la peor época de su vida.


Deku menea el trasero hasta la salida, su sonrisa brillante siempre en sus labios, una última mirada a Katsuki, brillante y adorable.


Bueno, no tan mala si lo piensa mejor.


2


Después de una rápida búsqueda en Google y revisar el código penal porque tampoco tiene mucho que hacer durante el almuerzo, decide que no vale la pena quemar la empresa. Sigue siendo tentador, por supuesto, siempre lo será cada que se enoje, pero el tiempo encerrado sólo le volverá más loco. Tiene un horario de oficina de ocho a seis de la tarde de lunes a viernes encerrado en ese maldito lugar y ya quiere tirarlo a pedazos, no se imagina estar encerrado por siempre en una jaula. Provocaría un motín al tercer día. O al primero, la verdad. Se ve causando el caos y la destrucción.


Ah, quiere causar caos y destrucción…


Quizás es momento de pedir vacaciones. O renunciar. Seguro no es sano tener esa clase de pensamientos. Ni esa clase de historial utilizando el internet de la empresa.


Borra el historial en su celular, intentando recordar si ha hecho búsquedas similares desde la computadora. Seguro que sí. Se hace una nota mental para borrar también el historial de ahí y de comenzar a hacer uso de las ventanas de incógnito del navegador. Si es que realmente sirven de algo.


—¡Kacchan! —vuelve a saludar Izuku, deslizando ese maldito apodo por sus adorables labios.


Debería irse de vacaciones con Izuku.


—¿Puedo sentarme aquí? No hay más lugares disponibles —pregunta, aunque ya se está sentando, acostumbrado a los gruñidos de Bakugo e interpretándolos a su conveniencia.


Sí, de vacaciones a un lugar solitario, alguna cabaña en las montañas o un bosque. Donde se lo pueda follar y hacer todo el ruido que quieran sin que nadie moleste.


—Te veías especialmente de malas hoy, ¿todo bien con el trabajo? —sigue charlando el pecoso, como si realmente esperara una respuesta.


—Siempre estoy de malas —responde de todas formas, pensando que la playa también es un buen lugar. Follarlo hasta que la arena les abra heridas en la carne y el ardor se los recuerde constantemente al rozar con la ropa. Suena bien.


—Por eso dije “especialmente de malas” —se burla Izuku, hace años que le perdió el miedo, el maldito. Seguro se vería mucho más adorable retozando en una mullida cama a su lado, el aroma salado del mar ahogándolos de a poco.


Katsuki se pregunta cuándo fue la última vez que folló. ¿Desde que ningún trasero como el de Deku le llama la atención? Su mano derecha se está cansando de hacerle compañía y sus fantasías han comenzado a empeorar. Se pierde más y más a menudo en ellas, haciéndole cuestionarse si dice o piensa las cosas.


—La época mala del año no se ha acabado desde hace tres años —dice entre gruñidos, para no perder la costumbre. No es exactamente lo que lo tiene de malas, pero es mejor que volver a gruñir, supone.


Se permite un momento de lucidez para preguntarse qué pasaría si en lugar de invitar de vacaciones a Izuku lo invitara primero a una cita. Deku tiene cara de ser uno de esos, de gustarle las citas y los besos a la luz de la luna. Katsuki totalmente lo haría si luego le deja agarrarle el trasero, quizás darle una nalgada. Se conformaría con un pellizco. O una buena sobada, contra su polla.


—Eso nunca pasará —se ríe Izuku y Katsuki pega un brinco asustado en su asiento.


—¿Qué?


—¿Qué? —regresa estúpidamente la pregunta Deku.


—¿Qué no pasará nunca? —intenta preguntar de forma tranquila. Está seguro que no externó ninguno de sus pensamientos. Pero a estas alturas de la vida y con la cantidad de estrés que se le acumula en los hombros ya no está seguro de nada.


—Nunca se acabará la época mala del año —completa Midoriya con una sonrisa, ajeno a los pensamientos de Katsuki, por suerte.


—Oh, sí. Lo sé. Primero terminaré renunciando —se relaja de nuevo en su asiento, alejando cualquier pensamiento para estar enfocado en la conversación. Mira su plato, semivacío y lo aleja de él. Tiene un nudo en el estómago que le impide seguir comiendo.


—¿Quieres renunciar? —pregunta Izuku en un susurro. Sus ojos se apagan un poco.


—Lo pienso a veces, pero tampoco es que tenga a dónde ir.


Ninguno dice nada más. Midoriya sigue comiendo lentamente y, aunque Bakugo ya terminó, espera pacientemente por él.


3


Katsuki recuerda vagamente escuchar a sus compañeros hablar sobre dónde estarían en ese momento si hubieran seguido sus sueños de niños.


En prisión, se responde con una sonrisa.


Siempre soñó con ser mafioso. Ver de niño las películas de “El Padrino” le hizo pensar que tener el poder y el dinero era lo que necesitaba en su vida. Fue un duro despertar.


También pensó en ser detective. Atrapar criminales, tener una excusa para golpear al que se porta mal. ¿Cómo pudo dejar ir esa oportunidad? En la oficina el único misterio relevante por descubrir es quién se roba el papel de la maquina copiadora. Los sospechosos usuales son Kaminari que gusta de mejorar su técnica con los aviones de papel cuando se aburre -que es todo el tiempo- o Kirishima, que esta semana decidió que aprender origami es muy varonil. No será él quien se lo haga ver al jefe de departamento, pero si Katsuki estuviera a cargo del caso ya tendría a los sospechosos llorando y confesando.


Vuelve a sus tareas antes que alguien pida su testimonio. Él no es ningún soplón y le gusta la grulla que vuela en un avión de papel que pasa a su lado y se estrella en su monitor. Sus compañeros le dedican una sonrisa inocente y vuelven a lo suyo.


Esconde su sonrisa. Tiene una reputación que mantener.


4


La mejor parte de su trabajo es cuando se termina. Pasar su tarjeta y marcar la salida para despedirse de sus compañeros sacando el dedo medio es tan catártico que casi podría salir de la oficina dando pequeños brinquitos. Se abstiene, sin embargo, sería demasiado vergonzoso.


Y es viernes. Aun mejor. Dos días para hundirse en la miseria. No se lo perdería por nada. Quizás y hasta se haga una paja pensando en Deku, para pesar de su mano derecha.


—¿Ya te vas, Kacchan? —pregunta Izuku cuando pasa frente a la oficina de recursos humanos. Puede tomar muchas rutas al salir, pero elige esa estratégicamente para que el pecoso tenga el privilegio de despedirse de él.


Asiente, satisfecho al ver que su estrategia nunca falla.


—Qué suerte, yo debo quedarme un par de horas extra —suspira el chico con un puchero, removiendo el bonche de papeles en sus manos.


Bakugo se detuvo frente a la puerta, generalmente sólo pasa de largo después de gruñir alguna respuesta, pero hoy quiere algo diferente. Cambia el peso de su cuerpo de un pie a otro, indeciso.


—¿Haces algo mañana? —se escucha decir. Deku es popular y lleno de amigos, seguro que sí tiene planes.


—No, ninguno —responde en cambio, una sonrisa en sus labios.


Tienen como siete años conociéndose, recuerda Katsuki. Nunca han sido amigos en realidad. Hablan mucho desde la universidad. Bueno, Deku habla sin parar. Bakugo se limita a gruñir o gritar. Es la base de su comunicación. Se sorprende al darse cuenta que es la primera vez que le habla de forma tranquila. Ahora se cuestiona si realmente será buena idea.


—Está esta película de All Might en el cine… —dice, a pesar de todo. No tiene nada que perder, es un gusto que comparten, al menos—. ¿Quieres ir conmigo?


—¡Sí, sí! —es la entusiasta respuesta que consigue. Midoriya se da cuenta de lo ridículo que sonó, poniéndose de un delicioso color cereza en todo el rostro y parte de su cuello. El sonrojo le baja por el cuello y Bakugo debe tragar duro para contener las ganas de averiguar qué tan lejos llega en su piel.


—Nos vemos a medio día, entonces. Te mando un mensaje —dice para romper la incomodidad del momento y que el otro no se intente retractar por la vergüenza.


—Muy bien, ¡Nos vemos mañana Kacchan!


Si Katsuki corre hasta su automóvil para que nadie vea la estúpida sonrisa en los labios, nadie tiene pruebas de ello.


5


Durante la noche, después de su buena paja pensando en Izuku, Bakugo intenta recordar desde cuándo empezó a gustarle tanto ese chico.


Cuando estaban en la escuela le parecía algo insufrible. Habla demasiado, siempre está sonriendo, siempre está queriendo ayudar, siempre está metiéndose en problemas y siempre le sigue como un perrito faldero. Cuando se graduaron pensó que sus caminos nunca volverían a cruzarse hasta el día que recibió su llamada para hablarle de una buena vacante en la empresa donde trabajaba.


Katsuki tenía un trabajo mediocre que estaba a punto de dejar y fue el paso definitivo. Pensó que no se verían demasiado, pero resulta que Midoriya sigue siendo igual de amigable que siempre y es amigo de todos en todos los departamentos y siempre pasa a saludar, deteniéndose especialmente con él para ver que todo vaya bien.


—Me siento un poco responsable al ser yo quien te trajo aquí —le dijo cuando le preguntó al respecto de sus visitas.


No se cree demasiado esa excusa, pero tampoco encuentra otra razón.


Un día, de la nada, se dio cuenta que Izuku siempre estaba en sus pensamientos cuando se ponía a divagar. Siempre pensando en cómo sería huir de ese horrible lugar llevándose al pecoso con él. Al mismo tiempo sus ojos seguían su figura, cada movimiento, cada que se mordía los labios, cada que pequeñas arrugas se formaban alrededor de sus ojos al sonreír. Y así, un día gimió su nombre al correrse con fuerza, pensando en lo jodido que estaba.


6


El sábado hace un frío del carajo, pero al menos no está lloviendo. Izuku está envuelto en mínimo veinte capas de ropa que le hacen ver esponjoso y adorable.


—Soy débil al frío —le dice el chico cuando arquea una ceja al ver su vestimenta.


Katsuki va un poco más ligero, aunque admite que debió llevar algo más abrigador. El interior del cine es cálido por el ambiente y la gente, así que no se preocupa demasiado. Compran las entradas y comida como si fueran a alimentar a un ejército. Bakugo encuentra entrañable lo mucho que puede comer Midoriya y todavía verse increíblemente sexy lamiendo el queso de los nachos de sus labios.


—¿A dónde va todo lo que comes? —no puede evitar preguntar, recordando sus almuerzos inmensos. Comen mucho juntos, nota ahora.


—Hago ejercicio tres o cuatro veces a la semana, depende qué tan cansado esté —responde entusiasta. Katsuki nunca le hace demasiadas preguntas y le emociona su interés.


No hablan mucho más después de eso porque da inicio la función. Le es un poco difícil concentrarse en la película al inicio, y eso que realmente tiene ganas de verla. Es demasiado consiente de la presencia del otro y eso le tiene agitado. Voltea a ver la pantalla e intenta concentrarse en lo que ahí pasa, pero no puede evitar divagar de nuevo.


Pensar en extender la mano y tomar la de Izuku. ¿Cuándo se volvió un colegial? Sus fantasías por lo general toman el rumbo de hacerse una paja aprovechando la oscuridad y quizás terminar la faena en los baños del cine. Pero en ese momento le gusta más la idea de entrelazar sus dedos con los de Deku y ver de nuevo como se sonroja hasta la punta del cabello por acciones tan simples. Izuku parece de esos.


Aunque, en realidad, no está seguro. ¿Qué puede saber él de Midoriya? Cuando lo único que hace es gruñirle y escucharle parlotear. Se hunde un poco en el asiento. Ve, pero no atiende demasiado la película, abrumado por lo que debe o no deber hacer de ahora en adelante. Por todo lo que quiere hacer y no puede porque tampoco es un bruto por mucho que le gusta pensar que sí lo es.


Su mano izquierda, el lado donde está sentado Izuku, está firmemente sujeta a su bebida cuando siente un par de dedos deslizarse entre los suyos. Voltea para mirar a su acompañante.


—La tuya está del otro lado —murmura apuntando a la bebida de Midoriya.


Éste mira a donde apunta, vuelve a ver sus manos y luego mira atentamente los ojos de Bakugo, mientras continúa deslizando sus dedos entre los suyos, haciendo que suelte su bebida y al fin sus manos se entrelacen.


Oh —piensa Bakugo, sin notar que es él quien se sonroja hasta la punta del cabello.


7


Cuando termina la película, esperan que la sala esté totalmente vacía antes de levantarse de sus asientos y caminar a la salida. Siempre tomados de la mano. Bakugo sigue un poco desconcertado por lo que está pasando, pero mientras caminan por el pasillo algo oscuro que les llevará a la salida, jala el cuerpo de Izuku hasta el suyo, dejándolo de frente. Tiene tiempo de pensar que es una mala idea, pero que es la mejor mala idea que ha tenido antes de estampar sus labios contra los de Deku.


Es una mala idea porque en la oscuridad ninguno de los dos calcula bien y sus dientes chocan un poco.


—Ouh… —exclaman ambos, sin alejarse, bebiendo aliento de la expresión del otro pues tienen los rostros a milímetros.


Izuku usa su mano libre para buscar el rostro de Bakugo y poder dirigir bien sus labios.


El beso es húmedo, un poquito desesperado, como si tuviera siete malditos años de retraso, piensa Bakugo, porque ha fantaseado con el trasero, los labios y todo Izuku desde el primer día que lo vio. Su lengua recorre los labios, saboreando antes de abrirse paso e invadir la cálida y húmeda cavidad que le da la bienvenida con una lengua que le busca pelea, se roza contra la suya, conociéndola, pero al mismo tiempo retándole a conquistar terreno.


Piensa en lo mucho que le gustó su estúpida sonrisa desde la primera vez que la vio, las ganas que tuvo de borrársela de un beso como está haciendo en estos momentos. Su mano libre, porque no tiene ganas de soltar la mano de Izuku, se cuela entre las mil capas de ropa que lleva el pecoso, sintiendo la piel caliente, bebiendo el gemido que deja escapar la boca contraria aprovechando ese momento para tomar control total del beso, mordisqueando los labios de Midoriya, deseando que al separarse estén rojos e hinchados. Seguro también tendrá los ojos húmedos pidiéndole más. Casi puede saborear la imagen tanto como saborea el beso.


Un ruidoso carraspeo les hace separarse de un brinco.


—Debemos limpiar la sala, chicos —dice una mujer desde la puerta. Siguen en la semioscuridad del pasillo, pero seguro que se dio una idea de lo que pasaba.


Ambos aceleran el paso hasta la salida, Deku encogiéndose de vergüenza al pasar por el lado de la mujer y Katsuki gruñendo su frustración, sobre todo cuando la empleada ni se inmuta y sólo le da una sonrisa burlona.


Se alejan unos metros, aun tomados de la mano, antes que Bakugo detenga a Midoriya y le haga darle la cara. Como imaginó, los labios de Izuku están rojos y un poco hinchados, haciendo juego con el sonrojo en sus mejillas.


—¿Vamos por algo de comer? —pregunta Katsuki, más envalentonado por toda la situación.


—Nada picante, por favor —susurra Midoriya, dando un ligero apretón a su mano.


8


Comen en un puesto de ramen que se especializa en los sabores picantes. Deku se queja y masculla por la elección, pero come con singular alegría ya que, sin contar el picante, el sabor de la comida es inigualable. También charlan largo y tendido. De verdad lo hacen por primera vez, es una plática real donde Katsuki responde y todo.


Habla mucho de cómo se siente sofocado en el trabajo, de su molestia por la falta de comunicación entre los departamentos, aunque es la última persona que debería quejarse sobre la falta de comunicación. Sobre cómo el talento de Todoroki se desperdicia teniéndolo sentado sacando foto copias porque papi no quiere que se le rompa una uña.


—Iida-kun me lo ha mencionado, por eso le asigna muchos proyectos a Todoroki-kun en secreto, y omite su nombre cuando los presenta. Es un poco triste, pero es la forma en que busca ayudarle y alentarle para que haga algo por su cuenta.


Bakugo asiente, satisfecho con esa información. Iida Tenya le molesta en sobremanera por lo ruidoso que es, pero es quizás el mejor trabajador en esa empresa. Después de él, claro.


—Sé que te sientes frustrado, Kacchan, pero es porque quieres hacer todo solo y te absorbes en el trabajo todo el tiempo. Si vieras desde otra perspectiva las cosas. Dónde empezaste y dónde estás ahora. Las personas que te respetan y saben que se pueden apoyar en ti. Estoy seguro que si les muestras la misma confianza obtendrás buenos resultados.


Le responde con un gruñido, para no perder la costumbre, no demasiado impresionado por sus palabras.


—Pero si no te sientes tranquilo en un lugar y sólo hay enojo al pensar en tu trabajo, no tengas miedo de buscar otras oportunidades. Algo que te haga sentir más pleno —continúa hablando, mientras una de sus manos se cuela sobre la mesa hasta alcanzar la de Katsuki, entrelazando sus dedos—. Aunque sería una pena no poder verte casi todos los días.


—Oh —exclama el rubio con una sonrisa sabihonda en los labios—. ¿Ese fue tu plan desde el inicio?


Deku tiene la decencia de sonrojarse.


9


Cae la tarde y ellos caminan sin rumbo, las manos entrelazadas dentro del bolsillo de la chaqueta de Bakugo. Ninguno parece muy dispuesto a terminar la velada todavía.


—¿Quieres ir un rato a mi casa? —ofrece Midoriya después de detener su andar, humedeciendo un poco sus labios resecos por el frío—. Puedes… quedarte si quieres.


Claro que quiere, sería tonto no querer.


Bakugo no contiene las ganas de besarle nuevamente. No están bajo la luz de la luna, pero espera se conforme con la luz de la farola.


10


El departamento de Izuku no queda lejos, aunque para ambos el camino fue interminable. Katsuki no se detiene a admirar el lugar y Midoriya tampoco se esfuerza en ser hospitalario. La puerta ni siquiera se ha cerrado detrás de ellos cuando las manos del rubio se anclan al trasero del pecoso, apretando con fuerza.


—Por fin —gime con deleite. O lo piensa. No está seguro ni importa.


Hace fuerza para impulsar el cuerpo del otro quien, siempre siendo muy listo, capta el mensaje y de un salto enreda sus piernas en la cintura de Bakugo. Sus labios se han fusionado desde antes de abrir la puerta, mordiéndose, besándose, quizás hasta desgarrándose un poco en su desesperación por probar al otro, llenarse de su sabor hasta que no quede nada más que les sea desconocidos. La humedad de su saliva escurre un poco entre la comisura porque están siendo desesperados, más en busca del placer que de la coordinación.


—Cuarto. Cama —dice Deku, haciendo un ademan lejos de ellos, como si Bakugo fuera un adivino que pudiera guiar el camino por pura fuerza de voluntad.


Lo logra, de alguna manera. Chocando contra una pared para ajustar bien el cuerpo de Izuku entre sus brazos, alineando sus caderas para que sus erecciones se rocen mientras se besan y caminan. La rodilla de Katsuki da contra un mueble y la esquina de ese mismo mueble se encaja en la cadera de Midoriya. Los dientes de ambos chocan cuando se quejan del dolor.


Es maravilloso para Izuku ver que Katsuki comienza a reírse, incrédulo por lo estúpido de la situación y vuelve a besarlo porque considera que esa risa es lo más hermoso que ha visto nunca y necesita beber de ella.


Llegan al fin a la recamara y Bakugo rompe el beso de forma brusca, separando el cuerpo del otro del suyo para después aventarlo sin ceremonias a la cama.


—¿Qué demo…? —va a quejarse Izuku, pero nota que Bakugo se está despojando de cada prenda en su cuerpo.


Se toma el tiempo para admirar las líneas de sus músculos, el bulto entre sus piernas. Se lame los labios con anticipación y siente su propio miembro quejarse dolorosamente cuando ve el hambre en los ojos de Katsuki, los ojos rojos le brillan como un animal salvaje que está a punto de abalanzarse sobre su presa.


Intenta imitarle de forma rápida para que ambos estén desnudos lo más pronto posible, pero Midoriya olvida la ridícula cantidad de ropa que lleva encima ese día, así que para cuando Katsuki al fin está totalmente desnudo, él todavía tiene un calcetín mal puesto, los bóxers a medio camino y no ha podido quitarse el último suéter que llevaba debajo.


El rubio vuelve a reír, porque hay algo estúpidamente tierno en toda la situación. De pie en el borde de la cama, toma una de las piernas de Izuku, la del pie con el calcetín mal puesto. Lo retira y arroja lejos, como si la prenda le ofendiera. Con sus manos recorre las torneadas piernas, mancillando un poco hasta llegar a sus caderas. Cuela los dedos debajo del bóxer y lo retira de la misma forma lenta en la que subió hasta ahí. Ya es de noche, pero por la ventana se cuela la suficiente luz de las farolas para poder apreciar cada línea descubierta en el cuerpo de Midoriya. Es firme y apetecible. Bakugo abre las piernas de par en par para poder colarse entre ellas, sus manos suben por los costados del cuerpo de Izuku, recorriendo con sus pulgares el vientre, como si masajeara la zona. Se deja caer de a poco hasta que cuela la cabeza debajo del suéter, su boca directamente yendo a uno de los pezones, al cual da un largo lametazo antes de mordisquear sin fuerza.


Es recompensado con un jadeo ahogado y sentir la polla de Izuku dar un brinco contra su pierna, la cual usa para frotar la sensible zona.


—Kacchan… —susurra Deku con voz cortada, moviendo las caderas para generar más fricción en su miembro.


Los labios de Katsuki se pasean por su pecho, subiendo y subiendo y con ello subiendo la última prenda que cubre su cuerpo hasta que a Izuku se le ocurre por fin moverse para retirarla por completo.


—Te estabas tomando tu tiempo, ¿eh? —se burla el rubio, llegando de nuevo a sus labios, besándolos con fuerza, aunque ambos se sienten adoloridos y sensibles en esa zona. Nada los detiene para continuar explorando.


Midoriya mueve sus manos, algo dubitativas, pero sin pausa hasta llegar a los pectorales de Bakugo y estrujar con fuerza.


—No voy a mentir —habla de forma entre cortada—, he fantaseado con esto bastante.


—¿Ah sí? —se interesa Bakugo, dejando que esas manos le amasen los músculos a placer mientras las propias bajan de nuevo por los costados de Izuku hasta perderse por su espalda y llegar de nuevo a sus nalgas, donde ancla ambas manos con fuerza, generando impulso para que Midoriya levante las caderas y sus miembros entren en contacto—. Yo también tengo mis fantasías —jadea las palabras, abrumado por la cantidad de placer que hace mucho no sentía. O que realmente nunca ha sentido.


Deku se lame los labios en un movimiento tan sugerente que Bakugo no se resiste en besarle de nuevo, no sabe si algún día podrá realmente volverse a resistir a besarlo. Llevarle al cuarto de archivos en la oficina para comerse a besos suena a una muy buena opción, los baños son demasiado cliché.


—Deja de pensar —gime Deku—. Estás aquí para follarme, no para pensar.


El miembro de Bakugo da un latigazo interesado. Nunca creyó que una de sus fantasías sería escuchar a Deku hablar sucio. Definitivamente lo será de ahora en adelante.


—¿Para eso estoy aquí? —pregunta, abriendo con sus manos el culo de su compañero para comenzar a restregar su polla entre los cachetes firmes, burlándose con la punta en la entrada que se contrae.


—¿O quieres que te folle yo a ti? —se ríe Izuku, balanceando las caderas para generar más fricción entre sus cuerpos.


Katsuki ladea el rostro, pensativo.


—Si te portas bien más adelante —se encoge de hombros al fin, sin poner atención al repentino cese de movimiento de parte de su compañero.


Era de suponerse la sorpresa, pero no va a pensar en ello en ese momento.


—Un nerd como tú seguro guarda el lubricante en la mesita de noche —dice separándose un poco de Midoriya para estirarse hasta el mueble y abrir el cajón. Efectivamente, hay dos botes de lubricante. Uno nuevo y otro a medio usar—. Típico —bufa, divertido.


—¡¿Y tú dónde mierda lo guardas?! —se queja Izuku, avergonzado, aunque no debería sentirse así.


—Debajo de la almohada —susurra Bakugo sobre sus labios una vez regresa a su lugar, entre las piernas de Midoriya. Tiene los dedos empapados en lubricante y la misma sonrisa socarrona en los labios—, así los tengo a la mano para cuando te vaya a follar.


Sus labios colisionan al mismo tiempo que dos dedos se abren paso en el cuerpo del pecoso. Resbalan sin dificultad por la cantidad de lubricante, pero Bakugo no se mueve al sentir cómo el cuerpo del chico se tensa con fuerza. Intenta distraerle con el beso, relajarle con el movimiento pausado de sus labios mientras su mano libre acaricia su cadera.


—¿A la mano? —es lo primero que sale de los labios de Izuku cuando rompen el beso. Katsuki comenzó a mover los dedos poco a poco, en forma de tijera, doblando y expandiendo, tanteando de a poco el terreno—. Ni siquiera me has invitado alguna vez a tu casa, ¿cómo podías pensar que me follarías en tu cama?


A Bakugo le gustaría quejarse de lo mucho que habla, parece que no puede dejar de hacerlo no importa la situación. Pero por otro lado es una ventaja porque así no piensa en los dedos que, siendo ahora son tres, se abren paso en su cuerpo.


—Eventualmente pasaría —responde, metiendo más profundo sus dedos, arrancándole un gemido a Deku.


—Para alguien… —intenta decir el pecoso, pero se detiene a tomar aire, abrumado por la sensación de esos dedos abriéndole con descaro—. Para alguien que tardó siete años en invitarme a salir, es un poco presuntuoso.


—Oye —reclama Bakugo, sacando sus dedos y poniendo ambas manos al lado de la cabeza de Midoriya, viéndose frente a frente—. Nunca escuché una palabra de tu parte, no eres quién para decir algo —se ve algo furioso e Izuku lamenta un poco sus palabras.


—No pensé… —intenta decir, pero se atraganta con las palabras. Carraspea un poco antes de seguir—. No pensé que realmente te gustara. Tomarte de la mano en el cine me tomó media película para atreverme. Ni siquiera recuerdo de qué trata la película.


Somos dos, piensa Bakugo.


—Esto no parece estarte costando nada —replica restregando ambas pollas aun duras.


—¡Kacchan! —se queja el pecoso.


—Oye, escucha —le interrumpe Bakugo, pero se detiene por un segundo, no muy seguro de cómo continuar, qué palabras decirle para hacerle sentir más seguro y cómodo. ¿Hablarle de todas las fantasías que ha tenido a lo largo de los años?


Bueno, no. Tampoco es cuestión de asustarlo. Cómo hablarle de sus planes de huir al caribe y vivir como forajidos para que el trabajo no los encuentre.


Tampoco es cuestión de quedar como un estúpido.


—También me gustas —opta por decir, tomando de nuevo el bote de lubricante. Prioridades—. Pero tú eres tan tú con todo el mundo. Cómo iba a saber…


—Oh, Kacchan —se vuelve a quejar Izuku, tomando con sus manos el rostro de Bakugo y chocando ambas frentes con algo de fuerza. No es muy doloroso, pero si es claro que quiere ver si así entra algo de sentido común en su cabezota—. ¿Por qué iba a intentar traerte a mi lugar de trabajo? ¿Ir a verte todos los días a la oficina? No me paseo por todos los departamentos a diario, sólo me paseo por tu departamento a diario para verte. Todos en esa oficina saben que me gustas menos tú.


Eso hace que Katsuki se detenga un momento y piensa durante largo rato sobre pequeños detalles. Bromas de doble sentido, sonrisitas dedicadas por sus compañeros, cosas que le hacen ver que todos en esa oficina saben que se gustan mutuamente, y nadie dijo nada al respecto.


Por tres años.


—Los voy a matar —masculla Bakugo, escondiendo el rostro en el hombro de Izuku. Se siente abochornado, molesto y un poco homicida. Se siente como un día normal de oficinal. Su polla le recuerda que no puede andar así en la empresa, pero generalmente también anda algo caliente por culpa de Midoriya, así que son sentimientos muy familiares.


Empapa su miembro en lubricante, vuelve a acomodarse en su lugar, no muy seguro si fue un buen momento para tener esa conversación, pero no dispuesto a detenerse.


—Habrá que recuperar todo ese tiempo —es lo único que dice antes de enterrarse de golpe en el cuerpo de Izuku.


Ambos sueltan un gemido largo y agónico, deseando e intentando con todas sus fuerzas no correrse por la sobrecarga de sensaciones en su cuerpo. La polla de Bakugo básicamente está siendo estrangulada por el agujero de Izuku, el cual se aferra dolorosamente sin permitir ningún movimiento. Les duele a ambos e intentan relajar sus cuerpos para poder concentrarse y moverse con soltura.


Les toma un par de minutos en los que se aferran al cuerpo contrario, Midoriya escondiendo su rostro en la curvatura del cuello de Bakugo, lamiendo las gotitas de sudor que escurren por su piel, de alguna forma buscando relajarse con ello. Katsuki disfruta de las caricias y se pone a contar las veces que ha gruñido ese día, distrayendo a su mente y a su cuerpo. Pensando en ello no recuerda haber gruñido demasiado, ni haberse parado a contar por alguna razón. Piensa que tiene años de no haberse sentido tan relajado como se siente en ese momento, a pesar de la situación, y le gusta pensar en lo bien que le hace tener a Izuku a su lado.


—¿Puedo moverme? —pregunta, porque siente más flojo el cuerpo debajo de él, pero no quiere lastimarlo.


—Sí —es la respuesta que recibe.


Opta por comenzar con movimientos ondulantes, de lado a lado, arriba y abajo en vez de empezar con las embestidas de inmediato. Parece funcionar porque poco a poco siente más flojo el cuerpo de Izuku hasta que llega un momento donde no se está aferrando tanto a él ni parece querer arrancarle el pene con tanta presión. Sale un par de centímetros y vuelve a entrar, aun tanteando el terreno. Se da cuenta que al fin parece que Midoriya puede disfrutar del momento así que lento, pero sin pausa va moviendo sus caderas. Quiere separarse un poco para poder moverse mejor, pero es en lo único en lo que Izuku no se rinde. Está firmemente aferrado a Bakugo con los brazos alrededor de su cuerpo y las piernas ancladas a sus caderas.


—No me dejas moverme bien —intenta de nuevo, cuando el pecoso obstinadamente le regresa a su sitio, sin permitir que algún centímetro de sus pieles estén lejos la una de la otra.


—Ya encontrarás la manera —es la respuesta que recibe y que se toma como un reto personal.


Bakugo lleva ambas manos a las caderas de Midoriya, se apoya con las rodillas en la cama, hunde el rostro cerca del oído de Izuku y sin darle tregua comienza a embestirle con fuerza. Le toma mucho esfuerzo, no va a mentir, pero sentir cómo su miembro roza esas cálidas y estrechas paredes, al mismo tiempo que su húmeda piel por el sudor resbala por la piel de Izuku, friccionando cada milímetro de sus cuerpos, es lo que le da fuerzas para seguir arremetiendo. Son embestidas brutales, destinadas a arrancar fuertes jadeos de labios del pecoso hasta que, al fin, las extremidades de Midoriya ceden en su presión y liberan a Bakugo, quien ni lento ni perezoso aprovecha para incorporarse, no por ello deteniendo sus movimientos, sus manos aun ancladas a las caderas de su compañero.


—Siempre encuentro la manera, Deku —se burla, porque no lo puede evitar.


No obtiene respuesta. Midoriya está demasiado abrumado por el miembro que le profana sin descanso, entrando y saliendo de su cuerpo. Puede sentir la punta llegar a lo más profundo de su cuerpo, rozando en cada entrada y salida un delicioso punto en su interior que le está volviendo loco. Quiere tocar su propia erección, pero sabe que si lo hace se va a correr sin remedio y quiere durar todo lo que le sea posible. Lo cual no es mucho tiempo porque es Bakugo quien libera una de sus manos y la dirige a la erección de Izuku, masajeando a la misma velocidad con la que le embiste.


El orgasmo es brutal y sincronizado. Deku se corre en largos chorros que mojan su vientre y parte de su pecho. Siente el orgasmo subirle desde la punta de los pies hasta cada fibra sensible de su cuerpo, contrayendo cada musculo y aprisionando el miembro de Bakugo en su interior quien, irremediablemente, se corre dentro de él. Gimen largo y tendido hasta que sienten sus cuerpos vacíos y satisfechos.


Caen exhaustos en la cama, respirando con dificultad en largas bocanas de aire.


Poco a poco el sudor en sus cuerpos se enfría hasta que comienzan a temblar de frío porque sigue siendo invierno y ellos están en pelotas, pero totalmente saciados.


—¿El baño? —pregunta Bakugo cuando parece que puede controlar mejor la respiración.


Midoriya hace un gesto vago a una de las puertas, creyendo que el rubio irá a asearse y pensando en seguir su ejemplo cuando confíe en que sus piernas podrán mantenerle en pie. Sin embargo, lo que hace Katsuki una vez se incorpora de la cama es tomarlo en brazos y llevarle al baño con él.


11


Se asean a profundidad. Bueno, Bakugo se hace cargo de todo porque Izuku no siente su cuerpo de caderas para abajo, pero si es el precio a pagar por sentir cómo Katsuki limpia delicadamente su cuerpo, haciéndole estremeces hasta que su polla vuelve a interesarse por todas las atenciones, bien vale la pena.


La mamada que le da ahí mismo y que casi le hace ver estrellas es un plus inesperado que espera se repita pronto.


Sentir la juguetona lengua subir y bajar por su polla haciendo espirales, desde los testículos hasta la punta, donde juguetea con el orificio donde brota liquido sin parar, casi hace que las piernas le fallen de nuevo, pero Bakugo logra mantenerlo en pie, tres dedos hurgando en su entrada, aprovechando el agua que cae sobre ellos y limpiando todo rastro de semen que el rubio dejó ahí con anterioridad.


Se corre de nuevo cuando Katsuki da una succión inesperadamente fuerte en la punta de su miembro, hundiendo con fuerza de nuevo sus dedos en el interior de su cuerpo por pura maldad. Es increíble y nunca pensó al despertarse esa mañana que terminaría el día con dos orgasmos increíbles.


Caen rendidos en la cama después de eso, uno junto al otro compartiendo el exquisito calor que nunca pensaron realmente llegar a sentir en algún punto de su vida porque son idiotas y obtusos, y si las cosas no hubieran cambiado de algún modo ese día, seguirían rondándose el uno al otro por toda la eternidad sin decirse algo.


Pasan el domingo remoloneando en el departamento de Izuku. Ven la colección de películas de All Might que posee el pecoso, compitiendo por quién sabe más al respecto porque siempre han tenido ese placer culposo de estarse chinchando y compitiendo en pequeños detalles. Bakugo sorprende a Midoriya con sus habilidades en la cocina y su súper poder de volvérselo a follar sobre el comedor sin destrozarle demasiado las caderas e Izuku le demuestra que no sólo Katsuki puede ser hábil con las mamadas y que la boca la puede usar bien para otras cosas a parte de hablar sin parar.


Es el mejor fin de semana que pasan en años y no quieren que acabe, pero Bakugo debe volver a su hogar porque al día siguiente es lunes y deben regresar a la realidad, tristemente.


—El siguiente fin de semana puedes ir a mi casa, te enseñaré mi escondite de lubricante.


El pecoso no puede evitar el ataque de risa y le besa largo y tendido mientras le despide en la puerta de su casa, pensando en que las horas que faltan para volverle a ver en la oficina se le harán eternas.


12


Generalmente los lunes por la mañana son lo peor. Enfrentarse de nuevo a la rutina del trabajo. Verificar los correos que se acumulan innecesariamente en su bandeja de entrada. Bakugo nota por primera vez cómo Iida y Todoroki cuchichean de algo, revisando papeles y de tanto en tanto la pantalla de la computadora. Nunca les había prestado atención a esos pequeños detalles, pero es como si viera todo por primera vez. Esa oficina se le hace ahora algo ajena a él. Sólo han pasado dos días desde que estuvo ahí y no le parece tan asfixiante como el viernes. Sigue sin ser su lugar favorito en el mundo, pero cree que no tiene tantas ganas de quemarlo todo. De momento.


Revisa uno de los correos que generalmente ignora, parte de los proyectos que se presentan en la empresa. Iida es el remitente y cree que no estaría mal darle una revisada para intercambiar opiniones con ellos después. Pequeños pasos, supone. Responde el correo una media hora después, haciendo varias observaciones y correcciones que le parecen pertinentes. Se lo envía solamente a Iida y Todoroki, quienes levantan la cabeza de sus lugares, asombrados al ver el remitente del correo.


Se enfrasca en su trabajo sin pensar demasiado en nada después de eso, y eliminando inmediatamente los correos de gratitud que recibe. No necesita que se le acumule más basura.


Todavía quiere unas vacaciones, piensa que ahora sí podría intentar que él e Izuku las coordinen y puedan hacer algo interesante. Generalmente está prohibido que dos empleados del mismo departamento tomen vacaciones al mismo tiempo. Por suerte para ellos, no están en el mismo.


Después de dos horas de trabajar de forma seguida, su atención se pierde en buscar puntos turísticos interesantes, olvidando su idea de dejar de buscar cosas innecesarias en la computadora del trabajo.


—¡Buenos días! —saludo Izuku desde la entrada.


Por primera vez, Bakugo no disimula el levantar la cabeza para observarle. Ve con atención el camino que hace. Saluda primero a Iida y Todoroki, quienes están más cerca de la puerta. Charla un poco con ellos y rápidamente pasa a Kirishima, quien le entrega lo que parece una rosa de origami. Una rosa marchita, si alguien le pregunta.


—Sigue intentando, seguro mejoras con más práctica —anima el pecoso con una sonrisa.


—¡Lo sé! Quiero aprender a hacer un dragón, ¡son asombrosos!


—¡Midoriya! —es ahora Kaminari quien llama su atención—. Al fin logré que uno de mis aviones llegara hasta la puerta, es todo un record —sonríe bobamente el rubio, como si fuera un logro del cual estar orgulloso.


—No olvides poner el mismo empeño en tu trabajo, Kaminari-kun —el rubio le sonríe estúpidamente, pero deja de lado sus papeleas y se enfoca en la pantalla frente a él.


Al fin, piensa Bakugo, Midoriya llega hasta su lugar. Le dedica una sonrisa resplandeciente. Sus ojos brillan felices de verle y eso le calienta el corazón. Y los pantalones, para qué mentir. Lucha con todo lo que tiene, pero fracasa porque siente las comisuras de sus labios levantarse un poco.


—Buenos días, Kacchan —le saluda al fin, hay un tono suave y amoroso en su voz.


—Deku —responde y se sorprende al pensar que hoy no ha gruñido ni una sola vez en el día. Eso le hace sonreír más.


—¡Wooow! ¡Amigo! ¡Al fin! —exclama Kirishima desde su lugar—. ¡Eh! ¡Iida, Todoroki! ¡Bakugo y Midoriya al fin están saliendo! —informa amablemente el pelirrojo a todo pulmón.


—¿Están saliendo? ¡Las políticas de la empresa indican…! —comienza a sermonear Iida, incorporándose en su lugar, pero Todoroki lo sienta de un jalón en la manga de su camisa.


—Felicidades, chicos —dice en su lugar, una sonrisa tranquila en su rostro—. No creo que nadie —remarca la palabra nadie mientras ve al chico de lentes a su lado—, le dé demasiada importancia.


Iida hace un ruido disconforme, pero no vuelve a replicar.


—Me vale una mierda lo que opine alguien al respecto, bola de idiotas —responde Bakugo—. Y ustedes —se dirige a Kirishima y Kaminari, quienes hacen un intercambio de dinero—, estaban conscientes de la situación. Así que quiero la mitad de las ganancias de su apuesta, de quien haya ganado, o los mato.


—Oh, vamos —lloriquea Kirishima, entregándole un billete—. Tampoco apostamos tanto, ¿quién diría que durarían tres años en rondarse así el uno al otro?


—Siete —corrige Midoriya, abochornado, cubriendo su rostro con sus brazos, casi deseoso porque la tierra se abriera y se lo tragara.


—¡¿Siete años?! —exclaman sus compañeros, incrédulos.


—Desde la universidad —agrega Katsuki, guardando el billete con el que piensa comprarle alguna golosina a Izuku de las que tanto le gusta.


—Oh, amigo, eso me hace ganador a mí, ¡dame mi dinero! —exclama Kaminari, recuperando su dinero de manos de Kirishima, pero ni loco haciendo amago de tomar el de Katsuki. Es idiota, pero no es tan idiota.


De a poco todos vuelven a sus actividades, Bakugo camina hasta su lugar, siendo seguido por Midoriya quien camina hacia la salida. Puede intentar evitarlo, pero no quiere, así que Katsuki baja una de sus manos y con total descaro pellizca el trasero de Izuku.


—¡Kacchan! —chilla el pecoso, dando un brinco en su lugar y alejándose del rubio.


—Te dije que tenía muchas fantasías, nerd —sonríe descarado, sentándose en su lugar—. Ya las irás descubriendo.

Notas finales:

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