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DRAGONES por yukihime200

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13. Entrenamiento infernal


Esa noche se quedaron todos en el bosque a la espera de que todo terminara, el ambiente era sofocante y algunos alfas continuaban inconscientes en el piso por la anterior presión causada por las fuertes feromonas del delta enfadado.


Uno que otro insecto revoloteaba cerca de él y tenía la intención de posarse sobre su lesión aún sangrante pese a todos los intentos que Río hacía por quitárselos de encima. Dolía, demonios si dolía como el infierno, tal vez nunca en su vida había tenido una herida tan profunda, donde con claridad podía notar el tejido dentro porque se traspasaron todas las capas de piel hasta llegar al músculo. La mordida se veía fatal, tal como en las películas de muertos vivientes ¿Él no se iba a convertir en algo así, verdad? Porque sería muy perturbador, Líam no se contuvo para nada. ¿Qué había de Lía? Si Liam le había dejado esa cosa en su brazo no quería ni pensar en qué le haría a esa frágil y delgada chica, tenía que detenerlo, e iba a hacerlo si no fuera porque ambos Nova lo detuvieron por segunda vez.


No hablaron, supuso que aún continuaban en shock por lo sucedido, él todavía no entendía que sucedió. Leon lo arrastró a su lado y lo obligó a sentarse junto a él, sacó de su bolsillo un pañuelo blanco y lo envolvió con cuidado en su brazo deteniéndose en todo momento por cualquier indicio de sufrimiento del paciente. Su expresión le dijo que podría ponerse a llorar en cualquier momento y Kilian quiso decirle que todo estaba bien y que no dolía para nada, de esa manera podría remover esos sentimientos que apresaban el corazón del alfa, aún si era mentira y sentía que su antebrazo se caería en cualquier momento por los terribles calambres que subían hasta su hombro e incluso más allá.


El primero en cortar el denso entorno fue Mihail. El hombre entrado en años se arrodilló frente al joven y se inclinó hasta que su frente tocó la hierba húmeda por el típico rocío de la noche sin importarle manchar su pulcra vestimenta o su piel. El ‘gracias’ que salió de sus labios fue acompañado de muchos temblores, temblores que le demostraban que aquél hombre estaba llorando por lo ocurrido.


—De no ser por ti, de no ser por ti…no quiero ni pensar en lo que le hubiera pasado a mi niña de no ser por ti. Te debo mi vida, Río —imágenes antiguas de su otra vida llegaron hasta él, en donde las únicas personas que le agradecieron de tal manera eran sus preciosas chicas, Marie y Luna. No se dio cuenta en que momento Leon se había inclinado también. Una sonrisa triste se plasmó en su rostro y tocó con amabilidad los hombros de los únicos Nova presentes en el lugar.


—Todo está bien. No hay nada que agradecer. Haría lo mismo por cualquiera de ustedes, son como mi familia, claro que lo haría, siempre —aun cuando el joven les dijo que no tenían que inclinarse ante él ambos mayores se tomaron su tiempo para calmar sus emociones y retornar a su antigua posición.


Las horas comenzaron a pasar. Uno a uno los alfas caídos recobraban la consciencia, y el cielo que hace un rato se iluminaba por el naranja de las llamas solo dejaba notar una gran masa de humo que se perdía en la inmensidad. En su mente el delta empezó a detallar una infinidad de maneras sobre cómo castigar a los sujetos que lucían avergonzados por sus actos, esta vez no sería amable para nada, se dejaron guiar por sus instintos sin ofrecer ninguna resistencia, necesitaban disciplina.


Se quedaron ahí, ocultos entre el bosque, hasta que los primeros rayos del sol hicieron su aparición despertando junto a ellos a los animales que moraban en el lugar. No mucho después la pareja que se perdió en la espesura regresó con una expresión calmada pero lejos de la felicidad. Nadie estaría feliz al unirse a su pareja de la manera forzada en como ellos tuvieron que hacerlo. La muchacha se sentó en silencio a su lado mientras que su amigo fue a sentarse cerca de un árbol, aislado de todo el mundo, pero sin perder de vista a su omega por ningún motivo.


Estuvo tentado a tocarla. La marca de esos dientes no se veía tan horrible como la que portaba en su brazo, pero aun así se veía muy dolorosa. Los bordes estaban rosas como lo haría cualquier herida reciente y las hileras de dientes se marcaban desde la separación de su cuello hacia la espalda y la clavícula. Al menos fue mordida en una zona con alta carne, no quería pensar qué tan doloroso sería sentir una mordida cerca del inicio de su columna. Junto a eso notó que el olor a miel, antes muy potente, ahora era casi imperceptible ¿Tenía algo que ver con la marca? Enterró la pregunta en un rincón de su mente pero sin olvidarla, así cuando las aguas se calmaran podría sacar la conversación a flote y quizá ya no sería tan incómodo para la pareja tocar el tema. Pobre chica, con su mirada perdida en el infinito. Sin quitarle la vista de encima pero a la vez sin interrumpir su viaje psicológico Río se giró hacia Leon.


—¿Qué pasará ahora? Su mansión se ha incendiado y no tendrán dónde regresar —el delta lo miró de soslayo y soltó un suspiro—. No te preocupes. No es la única casa que tenemos, y a esta no le tomará mucho tiempo quedar como nueva —. No quiso decir nada más, pero el menor pudo leer entre líneas, el dinero mueve montañas. El patriarca le había enseñado cómo funcionaba un poco la economía de ese mundo en sus tiempos rondando por la biblioteca. Las monedas de cobre eran lo más común, y luego le seguían las monedas de plata, casi todas las cosas cotidianas se podían comprar con ellas; mil monedas de cobre eran igual a una de plata y así en sucesión. Las de jade eran las siguientes, solo aquellos con ingresos muy altos podían llegar a tener de esas piezas, y por último seguían las de oro. Río recordaba muy bien que ese era el precio que pagó su amo por él. Solo las personas más ricas del mundo llegaban a tener como mucho diez monedas de oro, pero al parecer esta familia poseía muchas más. 


Emprendieron el camino no mucho después de ese intercambio, y comenzaron a circular por entre medio de los árboles un largo tiempo mientras se dirigían a la ciudad, donde al parecer se encontraba la segunda residencia Nova. El sudor mojaba los cuerpos de todos, sobre todo los de aquellos con menor resistencia como lo eran las sirvientas, pero nadie emitía ni una palabra, tenían miedo de ser eliminados de la faz de la tierra si algún decibel fuera captado por los oídos agudos de su jefe.


El viaje duró alrededor de tres o cuatro horas debido al lento caminar de algunos y el largo trayecto desde el bosque. Las personas al darse cuenta de su presencia se abrían paso delante de ellos asustados, por lo que no debieron luchar contra la marea en las calles más concurridas.


La nueva casa era casi igual a la anterior, la única diferencia era su tamaño más pequeño. Esta no parecía a punto de evolucionar a castillo. El terreno abarcaba casi una cuadra completa, delimitada por un hermoso enrejado de color negro con terminaciones en punta junto a algunos detalles elegantes. Casi cinco pisos hacia arriba y sus paredes de piedra destacaban bastante al verse divididas en los primeros niveles por bonitas enredaderas que se pegaban a las murallas. Tantas ventanas que iluminaban dentro y no poseía las suficientes cabezas para mirar por ellas. Sin duda un lugar maravilloso, más aún cuando todo lo sobrante era verde y floreado. Si Río hubiera reencarnado como un espíritu del bosque de seguro no le molestaría vivir ahí.


El ingreso fue silencioso y observado por todos los curiosos de las cercanías. De seguro en un par de horas toda la ciudad estaría enterada.


Leon, que llevaba a su hermana en brazos la dejó en lo que sería su habitación bajo el cuidado de su padre, y al regresar al salón principal le dirigió a todo el escuadrón una mirada severa dando una orden silenciosa y se encaminó al enorme patio, el que contrastaba de una manera casi horrenda con el jardín delantero. Solo veía tierra por todos lados y postes con barras para que los hombres entrenaran sus brazos. Mirando la cara impasible del gran alfa supo lo que le esperaba a sus compañeros. Iba a unirse al sufrimiento de los soldados pero el mayor se lo impidió colocando una mano frente a él refrenando su avance.


—Puedes tomarte el día libre, Río —no dijo nada más. Tampoco se giró a ver si se había retirado del lugar. Sin querer esta vez rebatir su autoridad Río se sentó en una gran roca que para su suerte tenía forma cuadrada, y se quedó ahí a observar.


Primero los hizo correr un par de horas, rodeando todo el lugar y saltando algunos obstáculos en el camino, pobres, ni siquiera descansaron luego de la caminata desde el bosque. Algunos no podían ni respirar al pasar los minutos y dar tantas vueltas a las que incluso ya les había perdido la cuenta. Sin darles tregua los obligó a realizar trabajos con sus músculos por repetidas sesiones, cien sentadillas, cien abdominales, cien flexiones de brazos, y así por algunas horas más. Cuando alguien no podía resistir y caía al suelo el aire se llenaba de furiosas feromonas que incluso a él le molestaban, y entonces Leon dejaba caer uno que otro golpe con una gran vara en sus piernas o espaldas procurando no romper nada pero infligiendo el mayor dolor posible. Era muy terrorífico ver que realizaba todo eso sin mover ni un músculo de su cara.


***


Uno. Dos. Tres. Uno. Dos. Tres. Arriba. Abajo. Abajo. Derecha. Arriba. Izquierda. La noche ya estaba cayendo. Nadie había comido. Había perdonado a los betas que ayudaron a defender a su hermana y que habían pagado el precio por mala suerte, Zack estaba a su lado respirando de manera forzosa mientras gruesas gotas de sudor caían desde su barbilla hacia sus pantalones. Desde la distancia podía ver cómo las manos de los alfas que aún continuaban su castigo sangraban bastante, habían perdido la primera capa de piel entre tanta flexión de brazo en la tierra y sujetando sus armas mientras luchaban a todo dar contra el delta. Fueron apaleados de manera monstruosa.


Kilian no esperó más tiempo, era obvio que Nova no los dejaría ir hasta que alguno cayera inconsciente o hasta que se le diera la gana. Aburrido les dirigió un último vistazo y se encaminó a la cocina, ya era muy tarde pero de seguro habría algún ingrediente que se pudiera comer. Rebuscó en todas las estanterías hasta que dio con un poco de café, un par de panes y algo que juraba eran medallones de pollo al horno que no se molestó en preguntar para quién eran.


Bebió su café azucarado y disfrutó de su sándwich hasta sentir que nada más cabía en su estómago, luego se encaminó a ver a la menor de los Nova, pero al llegar al final del pasillo donde se encontraba su habitación prefirió darse la vuelta y regresar con el resto dirigiendo una sonrisa leve al cielo. Ahí sentado en el piso fuera del dormitorio estaba Liam, con su cara sonrojada y tímida. No hacía falta ser un genio para imaginar que la chica se vería de la misma manera, sentada al otro lado de su pared con la puerta abierta mientras una mano temblorosa salía y tomaba el borde de la camisa de su ahora oficial alfa.


Ya pronto serían las tres de la mañana. El delta seguía aporreando a los alfas que ya no podían ni con su alma, y los betas se encontraban dispersos durmiendo en el suelo lo más lejos posible del resto.


Se acercó de manera decidida pero calmada hasta Leon, que de tan enojado que estaba casi lo golpea si no fuera por sus rápidos reflejos. Eso le hizo detenerse al instante, y tan pronto todos su sentidos se centraron en Río los agotados hombres se desplomaron en el piso casi sin espíritu.


—Ya es suficiente, Leon —sus ojos brillaron con ira, pero no iba dirigida a él.


—Aun no, ellos…


—Ellos ya no pueden ni moverse. Creo que casi dieciocho horas de castigo son suficientes por un día. Podrás seguir mañana.


Leon continuaba exaltado, podía percibirlo, el torrente de emociones furiosas lo consumía por dentro y en estos momentos no había nada que lo calmara. Hasta que Río pensó en una manera. Tal vez era demasiado arrogante de su parte, pensar que tendría alguna influencia mayor sobre ese imponente hombre, pero no perdía nada con intentarlo.


—Mírame —tomando su rostro de manera delicada le obligó a cruzar la mirada consigo y posterior le hizo inclinarse hasta que sus frentes se tocaron. Podía sentir la tensión emanando desde su cuerpo—. Todo está bien. Lía está bien. Todo está bien —. Repitiendo esas palabras como un mantra fue bajando la voz cada vez más hasta que fue un susurro arrullador, entonces, esforzándose lo más que pudo obligó a su cuerpo a emitir feromonas que intentaran tranquilizar al mayor. Fue todo un reto realizar aquello por propia voluntad, pero todo valió la pena cuando poco a poco los hombros de Leon empezaron a relajarse.


Aún en la misma posición comenzó a retroceder con el alfa casi hipnotizado hasta topar con la pared en su espalda y despacio comenzó a sentarse. El delta siguió cada uno de sus pasos hasta quedar acostado sobre las piernas de Río, quien no detuvo la emisión de feromonas y comenzó a cantar una bajita canción de cuna mientras acariciaba su negro cabello.


Cuando Leon se durmió después de media hora levantó la vista observando la masacre que había hecho el jefe. Había cuerpos tirados por doquier, y si no fuera porque podía notar que algunos pechos subían y bajaban confirmando que respiraban ya se hubiera puesto a cavar tumbas. El sueño lo invadió de golpe cuando sintió que ahora todo estaba seguro, por lo que no tardó ni dos minutos en caer rendido con su cabeza colgando mientras que poco a poco el olor a bosque tranquilo que emanaba se iba acabando hasta volver a la normalidad.


Como toda persona que aprendía rápido y que no podía quedarse quieta, Río despertó más temprano que todos los muertos en vida que gemían entre lamentos a pesar de dormirse después que ellos, dejó con cuidado al aún durmiente Leon en el piso acomodándolo de tal manera que ninguna pequeña roca pudiera alterar su sueño o causarle algún dolor, sacó su lanza plegable armándola, y caminando por entre el conjunto de cuerpos agonizantes tirados comenzó a repartir golpes para despertarlos mientras se reía malévolo y divertido.


Al tenerlos a todos despiertos los sometió a otro duro entrenamiento. No dejó de emitir feromonas esta vez con una clara intención asesina que intoxicaba al grupo de manera molesta y los apaleaba sin descanso.


Cuando Leon emergió a la consciencia un aroma penetrante a tierra mojada picaba sus sentidos, y pudo notar como un sudoroso y sonriente Río se giraba a verlo mientras su lanza descansaba sobre sus hombros con su pie derecho sobre el abdomen de un pobre sujeto derrotado que clamaba un constante ‘no más’.


—Oh, ya despertaste —fue una simple frase, pero gracias a ella el joven Nova pensó que esa mañana brillaba más que de costumbre, a pesar de ni siquiera dar paso al sol y que el cielo aún se viera un poco oscuro.


—Eso no funcionará, Río —ambos se giraron enseguida al escuchar la cantarina voz de Lía muy cerca. La muchacha llevaba un simple vestido blanco y venía en compañía de su alfa. Ambos se veían mucho mejor—. Si quieres que ellos se vuelvan resistentes a las feromonas de un omega entonces debes traer a otro. No quiero sonar mal, pero tu olor no es muy atractivo para ellos —. El joven no se ofendió, al contrario de Nova, al que no le entraba en la cabeza cómo es que tan increíble aroma no podía ser llamativo para el resto, pero era mejor para él si era el único en sentirse a gusto.


Pensando un poco lo que le había dicho quiso preguntarle a ella, pero seguro sería irrespetuoso después de lo que sucedió y de todas formas el dulce olor que ella siempre tenía seguía siendo casi imperceptible. Río no lo sabía ya que nadie se lo había explicado, pero en la zona donde un alfa muerde se ubicaban un par de glándulas encargadas de secretar el olor, las que eran desactivadas por las enzimas salivales de un alfa. Ahora solo Liam podría sentir el celo de su omega dado que se habían unido.


—Tal vez yo pueda ayudar. Si bien yo también soy una lambda, al ser una mujer mis feromonas son un poco más dulces por naturaleza —Cassandra venía entrando sonriendo con su rostro amable dispuesta a ayudar.


Sin saber nada de sus malvadas intenciones el omega aceptó su ayuda, y durante un buen tiempo siguieron entrenando. Mientras ella dejaba salir un agradable olor a flores para atraerlos con su aroma Río se dedicaba a lo físico, repartiendo golpes a cualquiera que según él pusiera cara de bobo frente a la mujer.


El castigo fue muy largo, tres días de puro dolor, tan extenuante que cuando les dieron un día de descanso en la mansión reinó el silencio. Los hombres durmieron las veinticuatro horas de corrido sin levantarse ni para ir al baño.

Notas finales:

Gracias por leer.

 


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