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DRAGONES por yukihime200

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Notas del capitulo:

Hola. Lamento la demora, pero hace poco comencé a trabajar y ya no tengo mucho tiempo libre.

 

22. Phoenix


Unirse a Leon fue una de las mejores cosas que pudieron ocurrir en su vida –la mejor seguiría siendo su encuentro con Marie–. Era tan perfecto que todos los intentos de sus amigos por burlarse y bromear respecto a ello solo terminaban con los soldados avergonzados por las cosas que tenían que oír devuelta.


Cuando las marcas profundas de dientes en ambos terminaron de cicatrizar el mayor tuvo que volver al trabajo, últimamente los casos de involución y descontrol estaban aumentando no solo en Achira, muchas ciudades comenzaban a entrar en pánico.


El alfa le contaba de las reuniones que se estaban llevando a cabo casi todos los días, donde los líderes y protectores de todas las comunas necesitaban asistir para determinar las nuevas medidas a llevar para proteger a sus ciudadanos. Podía sentir en esos instantes mediante el lazo el flujo de emociones que iban desde la angustia a la furia, eran tan intensas que aún no se sentía capaz de asimilarlas.


Paseando por el jardín para distraerse un día llegó hasta la fuente para tomar asiento a sus faldas sobre el césped y trató de cerrar los ojos, alejado de todo el mundo. Un casi imperceptible piar ronco y desesperado llamó su atención, costándole unos buenos instantes descubrir de dónde venía.


Al otro lado de la estructura en donde se apoyaba, en un montículo de tierra oscura, se podía apreciar la pequeña cabecita de una diminuta ave casi sin plumaje y con sus ojos cerrados e inflamados, un polluelo recién nacido. Aún hacía frío, Río nunca había sentido el invierno tan largo. Inspeccionando con rapidez los alrededores no fue capaz de dar con algún nido de donde el pájaro cayera, por lo que sin esperar más lo tomó entre sus manos apegándolo a sus ropas y lo llevó dentro ocultándolo de la vista de todos, nunca había hablado con nadie la posibilidad de tener una mascota en ese lugar, pero en caso de que alguien pudiera negarse solo aplicaría la misma técnica que los niños, dejar crecer al animal en secreto hasta que ya no pudieran correrlo de la casa.


Juntando un montón de mantas que proporcionaran el suficiente calor las apiñó sobre su cómoda en un intento de nido y a la vez de barrera para que nada pudiera caerse, y dejó al ave ahí.


Si se fijaba bien, el animal que trajo consigo era bastante feo, no tenía casi ninguna pluma, solo un plumón pequeño que asomaba en su cabeza de un imperceptible color naranja. Tal vez cuando el pájaro creciera y si él le dedicaba buenos cuidados en el futuro sería muy hermoso.


Unos minutos después de sentirse instalado entre sus cobijas, el piular constante por fin comenzó a disminuir hasta dejarse de escuchar. Entonces Río aprovechó la oportunidad para salir corriendo entre los pasillos y buscarle algo de comer.


Para su buena suerte salir a escarbar la tierra para buscar insectos era innecesario, la forma un poco curva y el grosor de su pico le indicaban que era un ave carnívora, la pregunta era si sería capaz de resistir algo de carne en realidad con lo pequeña y joven que era. Esperaba que sí, pues tenía que adaptarse o morir en el intento.


Se dirigió a la cocina con rapidez, rogando para sus adentros que en la nevera existiera un poco de carne molida que pudiera entregarle al polluelo. Río alabó en su mente vivir en una casa de ricachones, siempre tenían de todo para comer.


Tomando un diminuto puñado de carne envuelto dentro de un paño se encaminó otra vez en su recorrido a la habitación.


—¿Qué estás haciendo? —la voz que venía desde su espalda le hizo dar un gran salto. No sabía si sentirse feliz por acostumbrarse a ese constante picor dulce en su cuello que le indicaba la presencia del otro, o reclamarle al lazo que para algunas cosas si necesitaba ser avisado de la proximidad de su alfa.


Leon lo miraba de brazos cruzados apoyado desde el marco de la puerta con ojos curiosos. La flexión de esos músculos marcándose bajo la ropa desvió la atención de Río durante un momento cortándole la respiración, hasta que notó como la vista del mayor se dirigía a sus manos, ahí donde la carne fresca le mojaba las palmas.


—Puedo explicarlo —comenzó con rapidez a excusarse. El pelinegro lo miró enarcando una ceja en espera de sus siguientes palabras, luego soltó una carcajada cuando mirando detrás de él pudo comprender toda la situación.


—¿Pensaste que iba a enojarme? —la cara del chico compitió un poco con el color de su cabello delatándolo como una respuesta afirmativa sin que este tuviera que asentir para darle la razón—. Es solo un ave, Río. ¿Por qué tendría que enojarme?


La sonrisa de felicidad que le fue dedicada en agradecimiento y los pequeños saltitos de emoción le confirmaron al mayor que acceder a la petición silenciosa del otro fue una buena idea. Y se recordó a sí mismo que en el futuro podría ceder a algunos otros cuantos caprichos.


Se acercaron juntos a la criatura durmiente y con un dedo lo removieron con suavidad para sacarlo de su sueño. Río levantó con cuidado una corta tira de carne y la acercó a la ranfoteca del ave, el que si fuera un poco más grande le podría haber arrancado el dedo debido a la desesperación con la que atacó el alimento. En el futuro deberían asegurarse de tener cuidado con eso.


Se quedaron cerca de media hora mirando enternecidos como el omega cumplía la función de madre para el nuevo integrante de la casa y como este lanzaba sonidos que se interpretaban de felicidad.


Con el tiempo, los largos momentos ausentes de Leon cuando se iba a las reuniones aumentaron y trataban de ser llenados entre sus amigos y su nuevo compañero. El pájaro comenzó a crecer a un ritmo anormalmente ridículo y bellas plumas de color naranja comenzaron a esparcirse por todo su cuerpo.


—Nunca había visto ese tipo de pájaro —le comentó una mañana Lía cuando ambos se encontraban aburridos en el jardín de la casa, casi todos los hombres habían salido en una misión y Leon le encargó a él proteger a su familia. Eso significaba que las cosas empeoraban cada vez más.


—Tal vez no es un ave de este país —comentó él restándole importancia y encogiendo sus hombros en el proceso.


—No. Créeme, he tenido que estudiar incluso zoología por órdenes de papá. Esta ave no es de aquí. Ni de ningún lado.


Río frunció sus cejas escuchando eso, ella quería decir entonces de manera implícita que no era un animal de este mundo, y si lo pensaba bien tampoco era uno del suyo. Fijó especial atención en el polluelo que revoloteaba de tanto en tanto alrededor de su cabeza, mirando con curiosidad los resquicios de tres plumas en su parte trasera como colas y que cada día se veían más largas. Él había visto eso en alguna parte.


Sus ojos se abrieron en sorpresa al recordar una imagen similar en un libro en las estanterías de las tiendas.


—¿Tiene nombre ya? —lo distrajo la muchacha al saber que no existía respuesta al tema anterior.


—Se llama Liv.


—¿Liv? ¿Qué significa? ¿Es una palabra de tu mundo? —sus ojos comenzaron a brillar como niña pequeña atraída por un dulce al verlo asentir.


—Vida, también significa protección. Lo pensé después de encontrarlo luchando en la tierra por sobrevivir.


—Es bonito —indicó la muchacha haciendo un puchero cuando intentó tocar al ave y recibir un suave picotazo a cambio.


Río la miró satisfecho, agradeciendo que le gustara su elección.


***


El joven de ojos dorados confirmó sus sospechas sobre Liv de manera definitiva un día, cuando Leon le pidió ir con él a una ciudad vecina para detener una revuelta. Se estaban quedando sin mano de obra para frenarlas todas, el resto de soldados estaban repartidos en otros lados combatiendo o haciendo guardias.


Una bestia se lanzó con una rapidez impresionante a por un niño curioso –que de seguro se le escapó a alguna familia– y de esa manera arrancar de las furiosas garras de dragón con las que su alfa reducía a otras dos. Llegó justo a tiempo para impedir el asesinato del infante, pero no lo suficiente como para salir ileso. Un profundo corte se extendía a lo largo de su tríceps detrás de su brazo, pero dejó el dolor de lado para abatir a su contrincante.


Al final, no pudieron evitar terminar con la vida de los involucionados. Cuando les estaban colocando las cadenas y bozales para llevarlos a la Ciudad de Bestias los tres animales se soltaron a la fuerza y atacaron a traición. Río no tenía la amabilidad para volver a intentar hacer que reaccionaran ni para esperar que lastimaran a alguien más. Leon no cuestionó sus acciones, y se sintió bien saber por medio del lazo que aquello no le producía rechazo.


Un grupo de soldados similares a los que vio custodiando la entrada a la Ciudad de Bestias se acercaron cuando vieron que todo había acabado y se llevaron los cuerpos para dejar limpia la escena.


Leon le explicó que a ellos se les llamaba “purificadores”, eran los encargados de eliminar todo rastro de involución y luego esparcir rumores para que la gente se convenciera de que todo estaba bien, aún si sabían que era mentira, escuchar lo contrario les entregaba un poco de paz.


En medio del camino de vuelta a casa en el carruaje Río fue capaz de escuchar el graznido de su ave. Lo vio acercarse desde la ventana.


—¡Liv! —el pájaro, a pesar de aún ser joven y un poco rechoncho, se veía magnífico desde la distancia. Extendiendo su brazo por la ventana sintió a su amigo posar sus garras con cuidado en él y sacudir sus plumas acomodando sus alas— ¿Cómo llegaste aquí, amigo? —Liv soltó un sonido, que si no fuera descabellado, Río juraría que fue para responder su pregunta. Sin perder el tiempo, el ave revoloteó dentro del carruaje para luego posarse en su hombro inclinándose hacia su brazo y ladeando su cabeza.


Sintió una gota de agua caer en la herida abierta y como esta un segundo después comenzó a escocer con fuerza para volver a la calma al siguiente.


—No sabía que las aves podían llorar —el dragón observó curioso la acción del hermoso pájaro posado en el hombro de su pareja y que ahora se recostaba en él para cerrar los ojos, como si haber soltado agua de su lagrimal le hubiese quitado toda su energía. Entonces Río recordó dónde había visto un ave como esa.


—Leon —la seriedad con la que fue dicha su nombre despertó su interés por lo que centró todos sus sentidos en el menor—. No puedes decirle a nadie lo que ha hecho Liv —el delta lo miró sin comprender, no es como si que un animal llorara fuera algo muy importante para la humanidad. El pelirrojo comprendiendo sus dudas se giró un poco para mostrarle su brazo, ahí, donde debería existir una gran herida no había nada.


—¿Qué demonios? —si hubiese sido otra situación aquella mala palabra desencadenaría acciones placenteras para ambos, pero en ese momento todo era más importante que sus hormonas alborotadas.


—Liv es un fénix —los ojos del contrario y la duda que reflejaban le dijeron que nunca había escuchado esa palabra con anterioridad—. Un fénix es una criatura mitológica, al menos de donde yo vengo. Sus lágrimas, como pudiste ver, tienen propiedades mágicas curativas, y al ser inmortales mucha gente las busca con desesperación aún si nadie sabe si en realidad existen. Nadie puede saber de Liv, Leon. Nadie.


—Tienes mi palabra, Río. Nadie sabrá de él.


Leon se cambió de asiento en el carro, tomando lugar a su lado y entrelazando después los dedos de ambos de manera sutil.


Ahí en ese silencio abrumador Río sintió mediante su unión la fe ciega que su compañero tenía en él, también notó algo más, algo a lo que no le tenía nombre y por tanto estuvo ignorando desde que su cuello fue mordido. Ahora que no existían otras emociones que lo distrajeran se dispuso a comprender mejor, y lo que descubrió le sonrojó el rostro hasta volverlo un competidor de las fresas.


Porque el sentimiento furioso le revolvía las entrañas de una manera placentera.


Y quería gritar a los cuatro vientos que él también lo sentía.

Notas finales:

Preparadas porque en dos capítulos comienza la recta final!!

Saludos <3


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