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DRAGONES por yukihime200

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Notas del capitulo:

Es martes y como dije, les traigo capítulo. Ya quiero terminar de escribir la historia, pero la verdad es que no sé como agarró tanto vuelo y los capítulos no dejan de salir.

 

En fin. No digo más. 

 

Que tengan buena lectura.

8. Dragón


Cassandra se terminó quedando por tiempo indefinido. De manera constante aparecía unos minutos al día para observar el entrenamiento de sus alfas con el pequeño escuadrón de Nova y luego se retiraba a realizar lo que sea que hiciera en la mansión con su adorable rostro risueño y amable.


Desde que esa oración fue dicha delante de ella el horrible sentimiento que removía sus entrañas ya no aparecía, o al menos no tanto. El alfa había sido muy claro y ella lo aceptó de muy buena manera, era una chica demasiado agradable, casi le recordaba a su tierna Marie.


Cada vez que los veía juntos se repetía así mismo las palabras declaradas por Leon, y eso le hacía preguntarse si algo estaba mal con él, con los dos. El alfa era el sucesor de la casa Nova, protectores de la ciudad por orden del gobierno durante generaciones, y lo más seguro es que siguiera así durante los siglos venideros. Entonces ¿qué caso tenía que ellos se casaran? Como hombre no podría darle descendencia a diferencia de esa muchacha y lo más seguro es que le quitaran su cargo debido a eso. Río le dio mil vueltas al asunto, su cerebro trabajaba a una velocidad extrema mientras trataba de llegar a una respuesta, porque no podía pensar en un Leon que contrajera matrimonio con él para luego ir a buscar una omega que le diera un niño, eso no cuadraba con la imagen que se había formado de ese hombre durante el tiempo que llevaba ahí.


Con cada choque de espadas y lanzas que podía escuchar durante el entrenamiento y el jadeo cansado de los hombres que ahí se encontraban su humor iba empeorando y se irritaba cada vez más, hasta que alcanzó una conclusión.


 —¿Es eso? ¿Me está usando para que le quiten su puesto? —estaba tan furioso que no notó cuando en un último movimiento para derrotar a su adversario la punta de su lanza casi atraviesa la garganta de su contrincante si este no se hubiese movido hacia atrás unos milisegundos antes. El pobre beta tenía sus oscuros ojos abiertos en pánico y casi todos los presentes podían jurar que le escucharon tragar saliva de manera forzosa, ya que un diminuto punto rojo hizo su aparición en su manzana de adán comenzando a dejar un imperceptible camino escarlata.


Tan pronto como notó la reacción del público presente por sus incomprensibles acciones se obligó a calmarse para tratar de mantener la compostura mientras veía como siempre, desde ahora último, como sus buenos tres amigos se le acercaban con cautela tratando de no empeorar su ánimo. La verdad es que podía decir que el intento comenzaba a funcionar mientras que Liam pasaba uno de sus brazos en sus hombros y entre ellos comenzaban a contar algunas anécdotas graciosas en lo que el resto de hombres reposaban en el piso exhaustos, acalorados, sudorosos y aún peor, apestosos.


—Y entonces, cuando era pequeño y me estaba bañando en el río un pez mordió a mi amiguito —Liam gesticulaba su cuento con la mano sobrante y una falsa expresión de dolor al rememorar el supuesto pasado.


—Oh Dios, que asco.


—Si fue profundo debe haber cicatriz. ¡Rápido Río, ayúdame a quitarle los pantalones! —Zack se lanzó en un santiamén hacia la parte baja de su primer amigo mientras trataba de arrancarle los pantalones semi ajustados de entrenamiento y este luchaba porque su ropa interior no fuera bajada, pero sus amigos eran insistentes y de tanto jaloneo se podían apreciar ya la mitad de sus nalgas.


Estaban haciendo un gran alboroto causando que sus demás compañeros se rieran y algunos apostaban ridiculeces, como que toda la historia era falsa o que no se atrevía a mostrarles la cicatriz en realidad y por eso no liberaba su hombría. Se estaban divirtiendo mucho en su hora de descanso, sin embargo, Theo mostraba una expresión muy seria e incómoda y se debatía entre sacar el tema o no, pero como eran sus amigos y hermano prefería no guardar ningún secreto, sobre todo si pensaba que era algo que afectaba a uno de ellos, con mucha probabilidad, al omega. Pasando ambos brazos sobre sus compañeros los arrastró a un rincón donde su conversación no pudiera ser escuchada.


—Oye, Río —su expresión se veía tan abatida que los tres restantes enseriaron sus rostros de inmediato para ponerle su total atención.


—¿Qué sucede, Theo?


—Verás, hay al…


Pero el chico de albinismo parcial no pudo completar su oración al momento que Leon y su invitada hicieron acto de presencia en el lugar con las expresiones más profesionales que podían y comenzaron a recorrer a sus trabajadores con la mirada.


—Tenemos una misión y debemos salir ahora. Es de prioridad máxima. Que los mejores preparados vengan conmigo.


No fueron necesarias más órdenes, pero todos se veían entre ellos diciéndose con la mirada que ellos no tenían el valor aún para arriesgarse en una misión especial. Es por esa razón que tomando el mando Río sujetó la mano de Liam y lo arrastró junto a él hasta llegar frente al joven Nova, quien al mirarlo se cruzó de brazos y frunció el ceño.


—¿Qué estás haciendo?


—Dijiste que los más preparados debían ir contigo. Sabes que en estos momentos soy tu mejor opción y puedo dar fe de que Liam ha alcanzado un buen nivel, es muy bueno —si hubiese sido otra situación en donde fuera halagado de esa manera el pelinegro con seguridad se hubiese lanzado a besar la mejilla de su amigo en son de broma, pero para su mala suerte fue elogiado por Río, quien al parecer no recordaba bien que era el futuro esposo de su jefe, jefe que en estos momentos lo estaba fulminando con la mirada por ser halagado por su persona de interés. Tal vez debería pensar en cavar un agujero y meterse ahí por las de él, porque no quería saber cómo sería por mano de su señor.


—No irás —Río comenzó a recuperar el mal temperamento que había logrado apaciguar, y cruzando sus brazos también a modo de reto, exclamó.


—No me harás cambiar de opinión Leon, te esperamos afuera. Vamos Liam —el muchacho se sintió atrapado entre la espada y la pared, pensó que tal vez nunca había tomado una decisión tan difícil. Por un lado estaba su jefe, el que si bien nunca lo había castigado de alguna manera aun así le seguía dando miedo desafiar alguna orden. Y por otro lado tenía a Río, que aunque no lo quisiera admitir también le tenía mucho miedo, sobre todo porque se gastaba una habilidad y fuerza monstruosas. Así que optando por la persona a la que más le temía en esos momentos siguió a Río como si fuera un cachorro aterrorizado con la cola entre sus piernas.


No fue demasiado el tiempo que esperaron a un lado del carruaje hasta que salieron algunos individuos más de la casa siendo guiados por Leon, uno de ellos era Cassandra, y siguiéndole venían dos de los alfas que había traído con ella y aproximadamente unos diez hombres más que irían repartidos entre los otros coches que por fortuna y riqueza eran parte de los bienes Nova.


Para la suerte de todos, el carruaje en el que iban –en el que ahora se fijaba bien, era negro con terminaciones y adornos en rojo oscuro de una manera muy lúgubre– era los suficiente de grande para que dentro cayeran todos, si bien no de una manera muy cómoda, lo bastante como para que no tuviera que irse en las piernas de alguno de los presentes.


Mientras el transporte estaba en camino Liam no pudo seguir soportando el aterrador silencio que lo asfixiaba, dado que ni los alfas extraños eran muy amigables ni su jefe era muy hablador como para comentar algo y aligerar el ambiente, y sacó del bolso café que portaba en la cadera un conjunto de 5 cilindros metálicos de color verde y terminaciones doradas que dejó en manos de Río.


—Ten, lo más seguro es que la necesites allá a donde sea que vamos.


—¿Qué es esto?


—Una lanza plegable. ¿Qué tal? ¿Ahora me adoras mucho más, no es así? —el pelinegro mostró una sonrisa tan grande en su rostro que el pelirrojo pudo notar las dos hileras de sus perfectos dientes blancos— Todos notamos que es tu arma favorita.


El muchacho se encontraba muy emocionado por el regalo y estaba seguro que en cualquier momento se lanzaría sobre su amigo para revolver su ya alborotado cabello, pero la única mujer presente se le adelantó para hablar bajo la curiosa mirada de los alfas que eran sus acompañantes.


—¡Vaya! Y yo que me preguntaba por qué Leon te dejó venir sin objetar y pasas tanto tiempo entre los soldados —Río guardó en el rincón de su corazón –ese donde estaba guardando todo lo que le hacía enfadar– aquella oración que dejaba en claro la confianza que estaba teniendo aquella señorita con el señor Nova, y así tratar de ocultar el pequeño pinchazo de odio que le molestó por un instante—. Debes ser muy bueno en combate. Lamento si no te he prestado la suficiente atención ya que solo me dedico a ver el avance de mis muchachos y luego a trabajar —. Diablos, no podía enojarse con ella si mostraba ese tipo de expresión realmente apenada.


—No pensé que un esclavo, y mucho menos un omega, pudiera ser útil en batalla —solo un tonto no podría captar que la frase dicha por el alfa con cabello de un horrible color rubio era lanzada con mala intención. Pero Río, arrogante, altanero y seguro de sí mismo como era, no necesitó esperar a que alguien saliera en su defensa.


—¿Qué puedo decir? En realidad me sorprende mucho más que tú seas útil. Por si no recuerdas, yo soy uno de los que supervisa los entrenamientos, y tú, amigo, no tienes nada especial.


—¡Hijo de…!


Siéntate —un escalofrío recorrió la espalda de los ahí presentes cuando la voz de Leon, baja y amenazante, se hizo escuchar lanzando una implícita sentencia de muerte sobre el maleducado guerrero que osaba tratar de insultar a su omega. Cassandra puso un rostro afligido y se disculpó en nombre de su empleado, se disculpó tantas veces seguidas que Liam sintió un poco de pena por la joven mujer a cargo de un montón de idiotas.


No pasó mucho hasta que el carruaje tuvo que detenerse en la entrada de un bosque. Río observaba maravillado y quizás un poco preocupado a su alrededor, porque cuando veía en películas y animaciones que los héroes se adentraban a forestas con árboles resecos y troncos de color negro solo significaba que en sus profundidades se encontrarían con una bestia que podía arrasar con una ciudad entera. Claro que esas desgracias siempre sucedían al atardecer o en la noche, ahora, el sol quemaba su cráneo de manera dolorosa y hacía que la ropa que traían se pegara a sus cuerpos debido al agua que producían para bajar su temperatura, eso le quitaba un poco de tensión al panorama.


A medida que caminaban tras los pasos del jefe podía notar como la tierra oscura y deshidratada crujía bajos sus pies y que no existían animales en el lugar, de seguro habían huido de lo que sea que viviera en ese bosque, y él que se había querido relajar un poco.


—Leon —Su llamado después de dos horas de intensa caminata en silencio provocó que todos se dieran vuelta hacía él haciendo que rodara los ojos y luego comenzar a hablar— ¿Qué es lo que venimos…a…enfrentar? —. A medida que terminaba su pregunta su voz comenzó a disminuir su volumen y su semblante se tornó pálido mientras una expresión de pánico nunca antes vista en él se plasmaba en su rostro bajo la mirada interrogante del grupo.


Realizó un gesto con sus manos de manera rápida a sus acompañantes para cortar cualquier pregunta que quisieran hacer y comenzó a retroceder de manera lenta siendo lo más sigiloso posible. El resto no lo pensó dos veces antes de seguir su ejemplo tratando de no realizar ninguna acción que fuera a perturbar lo que sea que estuviera viendo el omega para estar así de aterrorizado.


Ahí detrás de Leon, acostado sobre una gran roca plana que formaba un extraño tipo de trono, yacía un gran dragón. Sus grandes y brillantes escamas negras le hacían pensar que su cuerpo sería impenetrable y ni hablar de las filosas garras que sobresalían de sus extremidades. Solo había visto algo tan terrorífico como eso en la televisión, pero la realidad era otra cosa. ¿Podía detectar el olor de su sudor? ¿Qué hay si la bestia lanza fuego? ¿Qué harían si mezclando todo eso los atacara desde el aire? Río pensó millones y millones de escenarios trágicos en su mente, cada uno con un peor final que el otro para ellos.


Mientras continuaban retrocediendo un sonoro “crack” retumbó en el notorio silencio del bosque haciendo que Río cerrara los ojos y respirara profundo por el enfado. El alfa idiota con el que había intercambiado un par de palabras dentro del carruaje había pisado una diminuta rama de árbol. Demonios, si ni siquiera era de un tamaño en el que se consideraría que podría crujir en realidad.


Por supuesto, la criatura los había escuchado con sus increíbles sentidos, y tan pronto el pelirrojo observó el más mínimo movimiento de sus músculos gritó.


—¡Corran!


Todos obedecieron en un segundo, el que les bastó para esquivar por los pelos la prominente cola espinosa del reptil que había impulsado al girarse muy poco de lado. De inmediato la adrenalina comenzó a recorrer sus cuerpos y sacando cada quien sus respectivas armas se lanzaron al ataque. La tropa completa se movía esquivando árboles tratando de rodear al gigante ser, pero este no tenía que hacer un gran esfuerzo para contraatacar, con un fuerte pisotón tiraba unos cuantos troncos resecos mientras que con su estridente voz casi hacía estallar los oídos de sus adversarios. Muchas veces el pelirrojo terminaba sin poder oír más que un interminable pitido que duraba bastantes minutos. Sus movimientos eran muy erráticos, tal como una bestia salvaje, así que en cada oportunidad que tenían aprovechaban para realizar algún corte o tratar de punzar en los lugares blandos no protegidos por su dura piel escamosa, pero aun así casi todo era inútil, una bestia como esa no podría ser retenida solo por quince personas.


Tratando de esquivar uno de los árboles caídos el alfa idiota no prestó atención al siguiente movimiento del dragón, que de un manotazo lo lanzó un par de metros lejos, dejándolo con seguridad inconsciente junto con algunos otros que iban cayendo en medio de la batalla.


Ver a un compañero caído en medio de una guerra era la última de las preocupaciones de Río, quien girando con gran habilidad su lanza entre sus manos y por sobre la espalda comenzó a enfrentarse a la nueva criatura que apareció de improviso en el sector cerca de donde se encontraba él y el alfa número dos, después de evitar un zarpazo del dragón, y el que tratando de parecer un héroe se interpuso entre él y el otro reptil bípedo casi tirándolo en el proceso, por poco y era atravesado por esa cosa. ¿Qué se pensaba que hacía? No tenían el tiempo para lucirse.


—¡Río! Ve a ayudar a Leon. Yo me quedaré con este imbécil —su amigo se acercó corriendo esquivando una que otra extremidad escamosa para intercambiar posiciones después de ver la ridícula acción y sospechando que el chico podría explotar de improviso por la furia.


No fue necesario que se lo dijera dos veces. Enseguida se dirigió camino al alfa, quien en ese momento bloqueó la poderosa garra del dragón que iba directa a su cuerpo cubriendo a algunos otros que intentaban penetrar la dura piel del gran dragón. Casi soltó un grito de horror, casi, porque entonces se fijó que esas afiladas y gruesas uñas ónix no habían podido atravesar nada, Leon tenía sus brazos levantados en una cruz, se veían más grandes de lo normal y pudo ver como duras escamas de color dorado sobresalían de ellos aguantando el poderoso golpe mientras jadeaba por la prolongada batalla que estaba llevando para evitar que esa cosa se fijara en el resto de sus compañeros. Se repuso de su asombro dejando su mente en blanco y se lanzó a la desprotegida nuca de la bestia dando un gran salto mientras esquivaba su poderosa cola junto a movimientos erráticos, y en un preciso ataque la punta de su lanza atravesó el agujero que conectaba el gran hueso occipital y la médula espinal saliendo justo por debajo de su mandíbula. La sangre fluía a borbotones de la herida y comenzó a caer sobre Leon y el resto, pero él ni siquiera lo notó, sus ojos estaban más centrados en la salvaje y atrayente figura que observaba sobre el lomo del dragón.


Río se fijó en el resto de batallas. Al final, Liam terminó haciéndose cargo de la otra bestia que había aparecido y Cassandra –en quien no había reparado hasta ahora– limpiaba su arma después de, sanguinariamente, cortarle la cabeza a otra mientras protegía al alfa que al parecer aún seguía con vida. Luego recordó algo que lo hizo enfadar otra vez.


A pisotones se dirigió hacia aquel alfa que lo había empujado lejos de la batalla con ese reptil, como si él hubiera necesitado ayuda en primer lugar, al contrario, esa acción casi le causa una herida. Su amigo, notando su ánimo, se acercó con rapidez y lo detuvo colocando una mano en su pecho bajo la mirada furibunda del menor.


—No hagas una estupidez, Río —le susurró.


—Nadie notará si falta.


—Piensa en el jefe, ¿si? Creará malas relaciones con la jefa de la otra ciudad si eliminas a uno de sus hombres —lo pensó un par de segundos para luego asentir dándole la razón de mala gana.


—Bien.


El alfa estúpido se les acercó con una sonrisa en el rostro como si no notara el ambiente hostil que expelía por cada poro del pelirrojo.


—¿Estás bien? —el chico de ojos grises le preguntó como si realmente lo hubiera rescatado de un gran peligro. Espera, él recordaba esos ojos. Soltando un gesto similar a un intento de risa sarcástica habló.


—Ya te recuerdo —entonces los ojos del alfa frente a él brillaron con algo parecido al anhelo.


—¿Lo conoces? —su amigo pelinegro hizo la pregunta que también se encontraba en la mente del Nova que se había aproximado en silencio.


—Por supuesto.


—Oh, no sabes lo feliz que me haces I… —Río no le dejó terminar y soltó con hastío la respuesta.


—Es el imbécil al que casi le rompo el hombro por dárselas de listo conmigo. 


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