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Solo queda avanzar por LeanaB

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Notas del fanfic:

Hace poco vi esta serie (estoy muy arrepentida de no haberlo hecho antes porque la amé) así que estoy con los feels a mil y tenía que sacarme el amor por estos dos en este one shot. Me disculpo por el posible Ooc.

Solo queda avanzar

 

 

1

 

Cuando Kakeru le preguntó a Joji qué se sentía estar enamorado, era una manera de confesar y reafirmar sus propios sentimientos. Porque en ese preciso momento supo, cuando colgó la llamada de Haiji, que él estaba enamorado.

Se había enamorado de ese hombre que poseía una fuerza increíble, aunque dijera que era débil. Estaba enamorado de su perseverancia, de su entereza y liderazgo. Kakeru amaba la persona en que se había convertido gracias a él, a Haiji. A ese chico que lo persiguió en bicicleta aquella noche en que pareció que todo se le fue de las manos.

Sus manos hormigueaban en nerviosismo y escondió la nariz bajo la tela del cuello de su chaqueta, el frío era implacable aquella noche de invierno.

Haiji aún no llegaba de su visita al doctor, donde lo habían llevado inmediatamente después de que terminara de correr en el Hakone Ekiden. Kakeru lo estaba esperando de pie en la entrada, aunque el mayor había pedido que no lo hicieran, Kakeru por supuesto que lo haría, esperaría por él el tiempo que fuera.

El vehículo de color blanco se estacionó de pronto y la garganta se le secó. Haiji bajó de la furgoneta con lentitud y pudo ver con claridad la cojera cuando avanzó hacia la casa.

Sus ojos se encontraron.

—Ya es tarde para que sigas afuera.

—Te estaba esperando, Haiji-san.

Avanzó otro poco, su cabello castaño agitado por el viento y una muleta en la mano izquierda.

Haiji sintió la mirada preocupada del azabache, sus ojos negros fijos en su rodilla lastimada mientras avanzaba hacia él.

—Kakeru…

—Me preguntaste si sabía lo que era correr —lo interrumpió alzando sus ojos oscuros y las manos en puños cayeron a sus costados—. Eres tú, Haiji-san. Es nuestra existencia misma. Eso es correr y al fin lo entiendo.

Haiji frunció el ceño, un gesto que rara vez empleaba y Kakeru sintió su estómago tensarse, nunca había sido bueno expresándose y quería decirle que ahora entendía lo que significaba para él correr, que era entregarse a su equipo pero también así mismo, lo abarca todo, sus sentimientos y pesares, su amistad. Corrían porque les gustaba hacerlo y era algo que podían compartir pero también disfrutar en soledad.

Lo vio avanzar unos pasos y Kakeru dio un paso adelante para sostenerlo. Todo pasó muy rápido cuando la muleta cayó al suelo y Kakeru sintió esa mano aferrarse a su chaqueta y llevarlo aún más hacia delante. Sus ojos chocaron otra vez y sus labios también.

Haiji lo besó.

Fue un toque de todo menos suave, sintió la presión caliente sobre su boca y cuando quiso replicar, fue humedad lo que recibieron sus labios. Haiji chupó y jaló, pero sin ahondar más. Lo sintió temblar contra sobre su boca, ¿o era él quien temblaba?

Se alejó, juntando sus frentes y cerrando sus ojos, aferrando a Kakeru por la nuca esta vez.

—Gracias, Kakeru —dijo, su voz ronca pero su expresión al fin se suavizaba.

Entonces Kakeru sonrió con el calor de la emoción en su pecho, alzando las manos y descansándolas en sus hombros, subiendo los dedos para acariciar el cabello tras sus orejas.

 

 

2

 

Si bien el carácter de Kakeru se había templado, cuando de Haiji se trataba (o a veces de los gemelos) todo se salía de control.

Era el desborde de sus sentimientos, era el no saber cómo actuar sin ir directo al grano, porque Haiji siempre lo guiaba para poder hacer las cosas de mejor forma, pero no había nadie que lo guiara con el mismo Haiji, así que Kakeru terminaba cayendo en sus viejos hábitos.

—¡¿Por qué no puedo acompañarte?!

—Porque no es necesario, Kakeru —respondió Haiji con la mirada fija en sus zapatillas mientras ataba los cordones—. Debes concentrarte en tu entrenamiento.

—Pero esto es importante, si quisieras podríamos coordinar para que pueda acompañarte sin perderme el entrenamiento.

—No quiero que lo hagas.

—¡¿Por qué?! ¡Dame una buena respuesta!

—¡Porque no quiero que me veas así! —Gritó Haiji, poniéndose de pie de forma repentina y un montón de arrugas adornando su entrecejo—. Esto es algo con lo que yo debo lidiar, ¡es mí  asunto y solo mío!

Kakeru no pudo responder a eso, atontado por el grito y más que nada tratando de entender aquellas palabras. Apenas fue consciente de que Haiji había pasado a su lado y había salido sin más, rumbo a su terapia con el kinesiólogo y dejándolo solo en medio del dormitorio.

Kakeru apretó los labios y salió cerrando la puerta con fuerza, rumbo a la cocina por un vaso de agua para poder calmarse.

Cuando Príncipe llegó ahí, no le extrañó. Las paredes eran muy delgadas y sus voces fueron tan altas, que estaba seguro que todos habían escuchado aquella discusión.

—Salió el nuevo capítulo —dijo Akane con la voz suave tan propia de él y el tomo de un manga en la mano.

—¿Por qué es tan difícil entenderlo a veces? —fue lo que respondió Kakeru, sin querer irse en rodeos. Sabía que el otro estaba allí para hablar.

—A veces el protagonista del manga le teme a la debilidad, se supone que son los héroes, ¿no? —respondió Príncipe abriendo el tomo y ojeando las páginas con ligereza.

Kakeru lo miró unos momentos, entendiendo lo que quería decir. Era consciente de que a veces se empeñaba mucho en darle todo su apoyo a Haiji en cuanto a su rodilla, pues sabía que no podrá volver a correr y eso le partía el corazón.  Pero se preocupaba porque eran pareja y se suponía que debían apoyarse en los momentos difíciles.

¿Acaso Haiji pensaba que era por lástima?

Cuando el mayor regresó, Kakeru no volvió a tocar el tema.

 

 

3

 

Esa tarde era especialmente calurosa. El sudor resbalaba por su piel y el abanico de mano no hacía mucha diferencia.

Haiji se asomó por la puerta de la cocina cuando escuchó el ajetreo en la escalera y vio a todos reunidos en la entrada de la casa, calzando sus zapatos y listos para salir.

—¿No van a almorzar?

—Hoy no podemos, Hana-chan nos invitó a la piscina en la casa de su abuela —respondió Jota con una sonrisa radiante.

—¡Nos vemos! —se despidió Joji alzando la mano y saliendo raudo junto a su gemelo.

Yuki terminaba de teclear algo en el celular y esperaba a que Nico-chan estuviera listo.

—Acompañaré a Yuki a comprar lentes nuevos.

—Quizás pasemos por otras tiendas así que volveremos tarde —dijo Yukihiko moviendo la mano en despedida antes de salir.

Entonces el castaño notó que Akane se levantaba y se acomodaba un bolso al hombro.

—Me reuniré con los chicos para ir a comprar el último tomo del manga que estoy leyendo esta semana, creo que también volveré tarde —dijo Príncipe y cerró la puerta tras de sí.

Haiji se cruzó de brazos mientras se apoyaba en la muralla. 

Los últimos en bajar las escaleras fueron King y Takashi, seguidos de Musa. Se calzaron los zapatos y Haiji se acercó para despedirlos. Entonces sintió la mano de Musa en su hombro y una sonrisa suave le siguió, pero el brillo pícaro en sus ojos lo hizo tragar con fuerza.

—También volveremos tarde. Nos vemos, Haiji.

El chico parpadeó varias veces mientras los veía salir por la puerta. ¿Acaso se perdió de algo?

Entonces escuchó los pasos en la escalera y Kakeru lo miró unos instantes, antes de ponerse rojo y avanzar hacia la cocina. Lo siguió después de mirar la entrada vacía una vez más.

Ambos comieron en silencio. Haiji no podía evitar mirarlo de tanto en tanto, ya habían pasado unas semanas desde su última discusión y Kakeru pareció dejar el tema de acompañarlo a las terapias. Pero se seguía sintiendo un poco incómodo, como una nube de tensión que pesaba sobre ellos cada tanto. Suave, pero perceptible.

Terminó de comer y se preparó un té helado. Kakeru no había dicho palabra alguna, pero decidió dejarlo estar.

—Estaré en mi cuarto —dijo Haiji pasando tras Kakeru y besando su cabello, dándole un apretón a su hombro.

Kakeru se estremeció de pies a cabeza, sabía que era una invitación a pasar el tiempo juntos. Lo hacían bastante seguido, pero nunca se acostumbraba a aquello. A que realmente estaba en una relación con Haiji.

Terminó de lavar los platos y subió, sabiendo que Haiji estaría terminando su te. Cuando entró al dormitorio, lo observó apoyado en su ventana y la brisa entrando con frescura, mitigando el calor que hacía dentro.

Cerró la puerta tras de sí y avanzó con lentitud hasta sentarse en el futón que estaba acomodado en medio del cuarto. Haiji se le unió, dejando el vaso sobre la repisa de libros y el repiqueteo de los hielos fue todo lo que se escuchó por unos momentos. Pronto Haiji estaba sentado frente a Kakeru, inclinándose hacia adelante para besarlo.

—Kakeru…

Pero toda palabra que fuese a salir, fue interrumpida por los labios del azabache, que se aferró a sus mejillas para besarlo con fuerza. Eso tomó desprevenido a Haiji, que gruñó contra sus labios, complacido.

Apenas fue consciente cuando ya estaba sentado, apoyado en sus codos y Kakeru se alzó entre sus piernas para mirarlo. Había algo en sus ojos, el negro como carbón resplandecía con sentimiento y Haiji se lamió los labios.

Kakeru le quitó el short deportivo y guio la mano por su pantorrilla, los dedos deslizándose con cuidado sobre la humedad del sudor, hasta detenerse en la cicatriz que cruzaba su rodilla.

Miraba esa línea roja con detenimiento, la herida incluso tenía marcado donde los puntos habían mantenido unida la carne. Era áspera y sobresalía. Cuan maltratada estaba…

Entonces se inclinó y depositó un beso sobre ella, un toque sonoro que hizo a Haiji soltar un sonido de sorpresa, pero cuando la mano de Kakeru sostuvo la rodilla en alto y esta vez el roce de la punta de su lengua se unió a los besos, Haiji no pudo más que gemir ante la sensación.

—No es por lástima, Haiji —le habló Kakeru, sin usar honorífico y clavando sus ojos en él—. Es porque estoy enamorado de ti, es por eso que me preocupo y es por eso que quiero ayudarte.

—Es injusto que me digas eso mientras estamos en esta situación —contestó Haiji son una sonrisa ladina, los pómulos rojos y el corazón latiendo con fuerza. Quería desviar el tema en un intento por esconder lo vulnerable que se sentía.

—Si quieres hacer esto solo, respetaré tu decisión —dijo alzándose otra vez, deslizando las palmas abiertas por los muslos de Haiji y llegando hasta su abdomen, donde se apoyó para acomodarse a horcajadas sobre su erección creciente—. Pero quiero que sepas que cuando lo necesites, estaré aquí, siempre.

Sus ojos se humedecieron y Haiji se alzó para abrazarlo, apoyando la mejilla en su pecho y notando que el corazón del azabache golpeaba con tanta fuerza como el propio.

—Te amo.

Entonces sus labios se unieron y terminó de desnudar esa piel blanca que lucía la marca de sus besos y mordidas. Kakeru era increíblemente firme, delgado en todas partes, poseía un cuerpo perfecto para correr.

Haiji quería marcarlo como suyo, siempre tenía esa necesidad cuando le hacía el amor. Marcar y morder, acabar con esa resistencia casi inhumana cuando lo llevaba al orgasmo una y otra vez. No era el cuerpo que él poseía, el suyo era un cuerpo débil, pero el de Kakeru era resistente y liviano.

Se amoldaba y entregaba a sus caricias, temblaba de placer entre sus brazos. Lo amaba en toda su esencia.

Haiji lo aferró de las caderas y se movió para que sus erecciones se rozaran bajo la tela de la ropa interior que él aun llevaba y que ya le había quitado al azabache. Iba a girarlo para acomodarse encima, pero Kakeru lo detuvo, poniendo la mano sobre su pecho y empujándolo hacia abajo.

—Esta vez lo haremos así —jadeó con la voz temblorosa y Haiji pudo ver la piel blanca de Kakeru encenderse de un furioso color rojo.

—No tienes que forzarte.

—Y tú tampoco.

No supo que responder y Kakeru no se lo puso fácil, bajando la tela y acomodando su duro miembro justo en la entrada y dejándose caer con lentitud.

Haiji apretó los dientes cuando sintió la estrechez apresarlo con fuerza, pero sobre todo, sentía calor por todas partes. Los sentimientos se mezclaban, su adoración por Kakeru estaba siendo retribuida, al fin se dio cuenta de que no era el único que sentía tal amor.

Al ver esos ojos negros fijos en los suyos, esas manos acariciando su pecho, los besos que repartió con tanta devoción sobre su rodilla lastimada, todo le dejó claro que Kakeru lo adoraba con el mismo fervor. Que no debía avergonzarse, porque ahora eran pareja y no había necesidad de esconder sus miedos ni debilidades.

Habían llegado hasta allí juntos.

Kakeru se movía a un ritmo rápido, intenso, dejando caer cuerpo hasta el fondo. No le estaba dando tregua y Haiji estaba maravillado con esa actitud. En sus encuentros, Kakeru tardaba un poco en dejarse llevar debido a la vergüenza y el castaño adoraba darle atenciones hasta lograr que se desinhibiera. Siempre entregado, pocas veces exigente. Era toda una sexy novedad aquella actitud atrevida. 

Iba a correrse en ese instante, rápido y brutal. Haiji intentó alzar a Kakeru para salir de él, pero el chico solo se inclinó para morderle el labio.

—Dentro.

—Mierda, Kakeru —jadeó Haiji apretando los muslos del azabache, los dedos hundiéndose en la dura carne y alzando las caderas con fuerza para enterrarse más profundo en él.

Así se corrió, con Kakeru temblando sobre su pelvis y el semen desperdigado por su abdomen. Jadeando, Haiji no pudo dejar de mirar ese rostro enrojecido y bañado en sudor.

—Lo siento, me vine pronto.

—No pensé que te gustaba tanto esta posición, Haiji —soltó Kakeru, igual de jadeante, tratando de calmar el latir de su corazón mientras se movía para recostarse a su lado.

Así era, Kakeru era su debilidad declarada. Aquel encuentro había sido demasiado intenso, sus sentimientos desbordando lo habían orillado al orgasmo más intenso que había sentido.

Se inclinó para besarlo, profundo y húmedo, más lengua que coordinación y risitas por parte de Haiji, que por fin se entregó a Kakeru. Con todo y sus cicatrices.

 

 

4

 

Kakeru se apoyó contra el respaldo de la silla, las manos en los bolsillos y el silencio inundándolo todo. Con los ojos cerrados, no podía hacer nada por mitigar su nerviosismo.

La puerta frente a él se abrió y Haiji salió con una sonrisa, seguido por el doctor que estaba a cargo de su terapia.

—Haiji, felicidades. Estás de alta —dijo el doctor haciendo una reverencia mientras Kakeru se detenía a su lado—. Ante cualquier molestia que no puedas controlar con analgésicos, te comunicas conmigo.

—Gracias Doctor —respondió Haiji haciendo una reverencia al igual que Kakeru.

Ambos comenzaron a caminar por el pasillo rumbo a la salida. De pronto, el azabache se detuvo frente a la máquina de café, pagando por dos y esperando a que la máquina los preparara.

—Ten —ofreció ante la mirada curiosa de Haiji—, sé que con el frío duele más.

Una sonrisa apenada se dibujó en los labios del mayor, que agradeció el gesto y tomó un sorbo de la caliente bebida.

—Aunque no lo creas, estoy mejor —dijo Haiji cuando estuvieron fuera del hospital, caminando hacia el Chikusei-so—. El dolor ha disminuido bastante y los ejercicios me han ayudado con la movilidad.

—Lo sé, cojeas mucho menos —respondió Kakeru con simpleza.

—Oh, así que te la pasas observándome, ¿eh? Quizás tiene una obsesión conmigo.

—¡Yo no…!

Pero la risa de Haiji se alzó interrumpiéndolo. Sus ojos de mirada traviesa y la sonrisa juguetona que le acompañó le recordó a Kakeru sus primeros días en el Chikusei-so, cuando estuvo convenciendo a todos para correr.

—¿Kakeru? —lo llamó Haiji cuando el chico se detuvo de pronto, sus cabellos negros tapando sus ojos.

—Estoy feliz —respondió cuando sintió al otro acercase a él, entonces Kakeru apoyó la frente en su hombro—. Me alegra que Haiji siga siendo Haiji, no importa qué.

Haiji sonrió suave, alzando la mano y acariciando los sedosos cabellos negros de su cabeza.

Él perdió una parte importante de sí mismo en esa carrera. Sacrificó su rodilla para encontrar la respuesta del porqué corría, qué era correr. Había valido totalmente la pena. Porque en la vida se pierde y se gana. Él no podría volver a correr, pero había comenzado a amar.

—Sigue esforzándote, Kakeru —dijo Haiji con los labios pegados en su oído—. Una parte de mí corre contigo.

 

 

5

 

Kakeru giró hacia la entrada con los gemelos hablando animadamente a su lado. Habían llegado con las bebidas para la despedida del Chikusei-so, ya que el edificio estaba condenado a la demolición.

Vio a Haiji avanzar con dos enormes botellas de licor en la mano y una sonrisa animada.

—Vamos a beber hoy, Kakeru.

Ya había cumplido su mayoría de edad y ese sería su último año en la Universidad. Sentía que ese día estaba dejando muchas cosas atrás, sus recuerdos y vivencias quedarían enterradas bajo esos cimientos.

Los gemelos se detuvieron frente a él, uniéndose tarde a la conversación donde todos le preguntaban a Musa sobre la respuesta de Hana en ese entonces.

—Yo creo que era Joji quien le gustaba a Hana —comentó Haiji aun con ambas botellas de licor en las manos.

—Ambos —respondió Kakeru recibiendo una botella y dejándola en la mesa, luego acomodó unos vasos para que el mayor sirviera.

—¡¿Qué?!

—Ambos, a Hana-chan le gustan ambos gemelos —respondió Kakeru encogiéndose de hombros. Una tarde donde Hana-chan se le acercó para hablar sobre las rutinas de entrenamiento, la conversación se había desviado y Kakeru terminó preguntando directamente, como siempre.

—Los gemelos lo saben, por eso prometieron contenerse hasta la graduación —agregó Kakeru girándose para acariciar uno de los cachorros de Nira que rascaba su pierna.

—El amor es muy curioso —dijo Haiji con una sonrisa y sirviendo el licor.

Kakeru llevó al cachorro rezagado donde su madre para evitar que pudieran pisarlos. Para cuando volvió, se deleitó con la escena de todos juntos. Era como volver en el tiempo, pero también se notaba que todos habían seguido avanzando. Trazando su camino.

—Nico-chan, ese corte te queda muy bien —dijo Takashi alzando el segundo vaso que estaba bebiendo.

—¿Cierto? —Contestó Yuki, pasando la mano por los cabellos castaños del más alto—. Al fin parece un adulto y no un viejo que se aferra a su juventud.

—Admite que eres el que más disfruta de que ya no interfiera el cabello —rebatió Akihiro con una sonrisa ladina. Yuki siempre se había quejado de su cabello cuando el castaño estaba arriba y lo besaba.

—¡Idiota!

La risa de todos se alzó ante el sonrojo furioso en las mejillas de Yukihiko, que al final soltó una risita y siguió bebiendo.

—Te entiendo, Yuki —agregó Takashi guiando la mano para señalar a Musa—. La barba le queda bien, pero me da comezón.

—¡Takashi! —exclamó Musa llevándose una mano al rostro y todos rieron aún más fuerte.

—No más alcohol para ti —sentenció Yohei quitándole el vaso de la mano al chico de cabellos claros.

—Siguen tan animados como siempre —suspiró Akane, llevándose el vaso a los labios.

—Oh, lo olvidaba —dijo Nico-chan acercándose al más bajo—. Cuéntanos Príncipe, ¿ya encontraste a tu princesa? King ya está comprometido con una linda chica, ¿Qué nos cuentas tú?

Akane lo miró alzando una ceja y se removió del agarre del más alto, la apariencia de madurez solo se quedaba en eso, apariencia.

—Aún no hay nadie que me interese —respondió encogiéndose de hombros.

—Si esperas a una chica como las de tus mangas, creo que seguirás sin interesarte en nadie —dijo Yukihiko dándole un leve codazo.

—¡No es eso! Bueno, sí, ¿acaso no has sentido ese algo especial con alguien cuando lo ves?

—¿Amor a primera vista? —preguntaron los gemelos al unísono.

—Destino —corrigió Príncipe.

La mirada de Kakeru voló hacia Haiji, que ya lo estaba mirando con una sonrisa dulce. Avanzó dándole un beso en la mejilla y ofreciéndole otro vaso de licor. No hubo nada que decir, ellos habían sentido eso, Haiji lo había sentido cuando Kakeru pasó corriendo frente a él aquella noche.

—¿Ya llevaste tus cosas?

—Sí, ya las dejé en tu departamento, pero no alcancé a desempacar —respondió Kakeru con la mirada tímida, sintiendo el roce de la mano de Haiji.

—Tenemos todo el fin de semana para eso, Kakeru —dijo Haiji, enlazando sus dedos a los de Kakeru con firmeza.

Habían tomado la decisión de vivir juntos, Kakeru estaba por graduarse y Haiji tenía un trabajo estable y que le gustaba. Era un paso que querían dar y era el tiempo perfecto, sin apresurarse, a su propio ritmo.

Sus miradas afianzaron la promesa, estaban enamorados y seguirían juntos.

Kakeru le dio otro sorbo a su bebida, estaba particularmente dulce.

 

Notas finales:

Creo que esta serie me hizo reír y llorar. Tuvo de todo y fue tan bien desarrollada, que la veré otra vez –y quizás otra más- así que por supuesto quería dar mi aporte a la shipp. Espero no haber divagado mucho.

Los Gemelos eran mis favs, lo admito. Así que no pude evitar dejar a ambos con Hana-chan. Sorrynotsorry.

Besos de gato~


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