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Encrucijada. por NNK

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Capitulo VII: Felipe Aihara.

 

Felipe ya se sentía incómodo cuando lo subieron al avión y viajó dos horas en él, pero ahora estaba asustado, le había sacado del avión y junto a otros niños que habían puesto en una sala, comenzo a caminar de un lado a otro. Los demás niños le miraban nerviosos e inquietos por su comportamiento, pero él estaba desesperado por ver a Maximiliano y su hermana, para colmo la muchacha solo llamaba a los demás niños de él. Y ¿Si se habían olvidado de él? ¿Y si le habían abandonado?

Comenzo a llorar asustado, la muchacha a cargo fue a verle y le limpió las lágrimas mientras lo consolaba, acariciando su cabello, sollozo llamando la atención de todos, sin darse cuenta de que su primo se acercaba y le abrazaba para levantarlo del suelo, se abrazó al cuello de él, escondiendo la cabeza en su hombro.

— ¿Por qué estabas llorando? Los hombres no debemos llorar, tenemos que ser valientes siempre—comentó con una sonrisa, mientras lo ayudaba a limpiarse las lágrimas—¿Por qué sigues siendo igual de chaparro que en el verano?

—Te demoraste mucho, pensé que me abandonaste—reclamó, mirándole a la cara.

— ¿Abandonarte? ¿Quieres que Renato me mate de verdad?—preguntó con sorpresa—Además ¿cómo podría abandonar a mi primo favorito?

— ¿Soy tu primo favorito?—se cuestionó con una sonrisa alegre,

—Claro, Renato y tú son mis primos favoritos—confesó con una sonrisa traviesa.

— ¿Tú eres tonto, verdad?—preguntó a su primo, cuando este le bajo.

— ¿Por qué me insultas? A los adultos se les respeta. Además ¿Por qué me preguntas eso?—habló ofendido, mientras arrastraba la maleta por los pasillos del aeropuerto.

—Porque yo y mi hermana siempre buscamos una forma de incomodarte o enojarte y tú como respuesta nos dices que somos tus primos favoritos—aclaró Gaspar confundido.

—El hacer enojar o incomodar al hermano mayor es un deber de los hermanos menores, aunque a veces se pasan y dan ganas de matarlo y aseguraré de que jamás respiren, debo admitir que en la última capa de mi ser los quiero un poquito, pero muy, muy, demasiado poquito—dijo con una sonrisa, mientras Felipe lo miraba con cara de pocos amigos.

—Por comentarios como esos, Renato y yo amamos molestarte—comentó para sí mismo.

— ¿Dijiste algo?—comentó Maximiliano con una sonrisa.

—Quiero un helado—habló nervioso con una sonrisa.

—Espérame un poco, tengo que presentarte a un chico que verás casi diariamente y luego te compro todo el helado que quieras—pidió Maximiliano con una sonrisa.

Felipe asintió un poco nervioso, no le gustaba la gente nueva, la mayoría era mala y le inspiraban desconfianza, solo entendió su mano Maximiliano le presentó a Alejandro y su hermano menor Esteban, pasaron por el helado y se fue callado durante el viaje, solo respondiendo las preguntas que le hacía su primo. Se quedó al lado de su primo cuando este le guió a su casa.

Maximiliano solo observaba a Felipe preocupado su primo menor usualmente se sentía incómodo con la gente desconocida, por ello, luego de dejar a Alejandro en el condominio junto a su hermano, se apresuró en sus trámites con el pequeño, como su uniforme y su inscripción en el colegio, siempre cuidándose de que Renato no le viera a él o Felipe hasta llegar a la casa. Se alivió cuando llegaron a casa y dejó a Felipe durmiendo en su cama.

Salió del cuarto del menor con una sonrisa alegre, miró hacia el living viendo como Esteban estaba viendo la televisión, ayudó a Alejandro a colocar la mesa, no estaba acostumbrado a ver tanta gente en su departamento, pero desde la llegada de Renato muchas cosas habían cambiado, pero no entendía si era para bien o para mal este cambio.

Observo el reloj de la pared sintiéndose preocupado al ver que Renato había pasado su hora de llegada y no había avisado siquiera, pero se alivió cuando escucho el timbre, fue a abrirle con una sonrisa. Renato se sorprendió al verle y le abrazo del cuello, colgándose de él.

— ¡Max!—exclamó al verle con una sonrisa.

— ¡Suéltame, me vas a tirar al suelo, animal!—exclamó, caminando hacia el living con ella—Pórtate bien, tenemos visitas.

—Hola, Alejandro y ¿Su gemelo?—nombró al ver al hermano de Alejandro—No sabía que tenía familia—comentó un poco desconcertado.

—No es mi gemelo, solo es mi hermano menor, Esteban—comentó Alejandro con una sonrisa alegre.

—Un gusto conocerte, Alejandro me habló mucho de ti—dijo Esteban con una sonrisa a Renato.

—El gusto es mío—dijo Renato con una sonrisa alegre.

— ¡Ren, ren!—exclamó Felipe al verle en el living.

Renato dejó de bromear y miró hacia la dirección en la que había escuchado el sobrenombre, sus ojos se abrieron sorprendidos, mientras una sonrisa aparecía en su rostro, le abrazo como no lo hacía hace tres semanas. Max miró un poco burlesco como Felipe primero disfrutaba del cariño de su hermano para luego tratar de apartarse con todas sus fuerzas, escucho las risas de Alejandro y Esteban al ver la escena.

—Ya suéltame, me ahogas—exclamó Felipe, arto.

Renato le soltó, votándolo al suelo. Felipe le miró con cara de pocos amigos, pero al final sonrió. Al fin podía vivir con su hermana libremente, sin miedo a ser adoptado por una familia que lo separaría de ella para siempre. Aún no podía creer que su primo Maximiliano había cumplido la promesa de traerlos a su ciudad, había estado realmente asustado, lloró, llamando la atención de su hermano, quien le abrazo, escondió su cabeza en su hombro.

—Sácalo todo, la gente fuerte siempre llora—comentó con una sonrisa, mientras le daba palmadas en la espalda—Fuiste muy fuerte, así que ahora debes ser débil, para permitirnos protegerte ¿Vale?

Felipe asintió aún llorando, mientras abrazaba a su hermana. Max sonrió al verlos, realmente ambos habían sido fuertes y valientes, cinco años que había llegado a esta ciudad y tres desde que había prometido a sus hermanos traerlos a vivir con él. Miró a Alejandro servir la comida, estaba feliz por sus primos, pero no estaba de acuerdo con el sacrificio que tuvo que hacer para poder conseguirlo. Realmente deseaba que esta fuera su familia en el futuro.

—Vengan a comer ¿No tienen hambre?—preguntó Alejandro a todos.

—Yo sí—exclamó Felipe, siendo el primero en sentarse a la mesa.

Felipe sonrió cuando Maximiliano y Renato se sentaron a su lado, recordó cuando estaban en la otra ciudad y se sentaban de la misma manera en el hogar de menores, antes de que Maximiliano cumpliera los 18 años y se viniera a esta nueva ciudad a los seis meses de cumplirlo, una vez más estaban en familia sin miedo a separarse nunca más. Al fin no tenían miedo de que lo alejaran de su familia nuevamente y aquello le agradaba demasiado. Por primera vez podría decir que estaba feliz.

Notas finales:

Gracias a todos por llegar hasta aqui, nos vemos en la siguiente publicación.


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