Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Seducción Indirecta

Notas del fanfic:

¡Hola! Muchas gracias por darle una oportunidad a esta historia.
 
Estoy editándola, ya que pase por alto muchas cosas y ahora, voy a intentar corregir cada capítulo para mejorar todo lo posible.
Por supuesto no será perfecto, pero cuando aprenda más, iré revisando. Es lo bueno de ser un novato, no creo que un libro impreso pueda comprobarse.
Así que, comenzaré disculpándome por cada error que pueda existir en el texto.
Además de no conozco muy bien el mundo de Harry Potter por lo que puede haber detalles que no entran en la línea de tiempo.
 
Ahora, lo realmente importante.
 
Muchas gracias a todas las personas que me dieron una oportunidad leyendo. Por los votos y comentarios, o solo por leer.
Les agradezco a todos ustedes.
 
LAS ADVERTENCIAS:
 
Esta historia, contiene alto contenido sexual. Que esté bien escrito es otra cosa. Tendrán que leerlo para decirme.
Draco posee ambos sexos. Es decir, es tanto un hombre como una mujer. Si el tema les incomoda este no es para ustedes, si no es así, lean con gusto.
 
Hay lactafilia leve
Fetiches
Palabras vulgares
Juegos sexuales
Además de infidelidad.
 
Tal vez hay más, pero esas son las principales. Coloco las advertencias por si se sienten incómodos con puntos como estos.
Pero si no es de este modo, son realmente bienvenidos.

Capítulo Uno: El salvador y las bromas

Harry Potter, no entendía por qué estaba viendo a Draco Malfoy, un lunes por la mañana. No lo odiaba, pero por lejos quería estar con él en una sala tan temprano y sin aviso.

Iniciaba mal este año.

El hombre rubio se notaba igual de desconcertado, con la mirada brillante y plateada, fija en algún punto de la habitación, casi se quiso reír de la cara de estreñido que traía. Estúpido hurón.

Harry desvió su mirada del chico de ojos pálidos y miró al pobre hombre que sudaba debido al creciente malestar del salvador del mundo mágico.

—Señor Potter —saludó, y Harry tuvo un feo presentimiento al escuchar su voz indecisa—. Ya que, el señor Malfoy fue puesto en libertad gracias a su testimonio, es conveniente que usted vigile su situación ahora que ha ascendido a jefe de la oficina de aurores.

—¿Qué? —preguntó ligeramente enojado ante tal sorpresa.

El hombre se llevó un pañuelo a la frente y se secó el sudor, parecía que realmente quería estar en otro momento y lugar.

—Yo… —titubeó al hablar, lo que hizo suspirar al jefe con su actitud. El hombre se aclaró la garganta—. Debo ir a buscar los documentos, regresaré enseguida.

Se marchó más rápido de lo que le gustaría a Harry, que quería una larga explicación. Odiaba esa actitud cobarde y asustadiza que tenían todos frente a él. Ya no lograba saber si era respeto lo que sentían o miedo.

Al quedar solo con el chico rubio, la incomodidad se volvió aún peor, dando un suspiro, el hombre pelinegro toqueteó sus lentes nerviosamente.

—Bueno, Malfoy, ya que estás aquí, ¿por qué no me explicas qué sucede?

Un suave suspiro salió de los labios rosas del mortífago, acomodó su cabello detrás de su oreja y Harry siguió el movimiento por inercia, los largos mechones rubios casi blancos se acomodaron delicadamente.

Ese hombre seguramente se gastaba una fortuna en productos para el cabello, estúpido hurón de cabellera sedosa.

—Sucede Potter, que estoy obligado a rendir cuentas al ministerio y ahora a ti —explicó con un tono aburrido.

Que no hubiera veneno en su voz le sorprendió a Harry, que ya se preparaba para una lucha verbal. Su explicación fue bastante breve. Después de la guerra, el ministerio ordenó que cada mes visitara al encargado de su caso y diera su firma mágica para probar que había acatado la orden de no salir del país.

Potter, dando un largo suspiro, decidió que no empezaba de la mejor manera en su nuevo cargo. No si eso significaba tener a Malfoy en su oficina.

Esa noche llegó a casa y besando la suave cabecita de su hijo decidió tratar de pasar más momentos junto a su familia, Ginny discutía mucho con él por el poco tiempo que dedicaba a James y a ella.

Ese día antes de dormir, su último pensamiento fue en lo diferente que estaba el hombre rubio, no únicamente su aspecto, que se notaba más sano que la última vez que lo vio, sino en su actitud.

A Lucius, le hubiese dado un infarto al descubrir cómo su hijo le daba las gracias al marcharse de su oficina. Pero Harry lo comprendía, todos habían cambiado, Draco Malfoy no era la excepción.

Incluso los enemigos ahora se tratan con cordialidad, pensó antes de caer rendido.

 


 

Los meses posteriores a la primera vez que lo tuvo cerca, Harry creyó que sería una tortura pasar tiempo con él, sin embargo, no lo fue, era casi divertido, lograba que se olvidara de lo estresante que era estar en ese puesto.

No odiaba su trabajo, sabía que era fundamental para proteger el mundo mágico, sin embargo, a veces se sentía sofocado por la presión de hacerlo todo bien.

Estar unos cortos minutos con Malfoy era como un soplo de aire fresco, no había necesidad de fingir una sonrisa, ni de contener su mal humor. Era solo Harry.

A ese hurón, poco le importaba si era el jefe de los aurores o el salvador del mundo mágico. No lo miraba con ojos soñadores y asustados con que las otras personas lo miraban y, ahora que el desdén y el resentimiento se esfumó de las perlas grises, estos eran… ¿Cordiales tal vez?

Con el paso del tiempo su ligera relación se volvió aún más agradable, juguetona podría ser la palabra indicada.

Su actitud no era diferente de lo que recordaba, aún conservaba sus malos hábitos como ser caprichoso y envidioso, de lengua afilada, pero también, el resentimiento y la enemistad ya no existían, así que se sentía como una persona nueva, una diferente a las que conocía.

Jamás olvidaría la mirada que Malfoy le dirigió cuando recibió un paquete de la señora Weasley lleno de pequeñas tartas.

Podía observar cómo los labios de Malfoy temblaban deseosos por comer golosinas y se apretaban con fuerza para mantener un semblante neutro, Harry sabía que el chico rubio era un goloso y sinceramente no deseaba recibir algún maleficio por ser egoísta así que le ofreció algunos.

La verdad es que esperaba que los rechazara y alegara que jamás comería algo hecho por las pobres manos de los Weasley.

Pero Malfoy no pareció importarle la procedencia de los dulces y los comió gustoso, después de eso la opinión de Harry mejoró bastante y comenzó a llevar a la oficina uno que otro pastelito solo para regalarle alguno.

Le dejaba curioso lo mucho que le gustaba la franqueza con la que hablaba. Un día llegó a su oficina, y le dijo con total descaro que estaba enfermo por comer chocolate.

¿Cómo podía encontrar eso agradable?

Harry lo miró desconcertado, su invitado levantó la ceja, mirando como si esperara algo. El jefe de los aurores solamente abrió la boca para reírse y sacó del escondite la caja de bombones que había comprado para comerlos con el abusivo de Malfoy.

Aunque al final, el único que comía era el chico rubio, porque Harry olvidaba comer, solo era capaz de mirar cómo las mejillas rosadas se hinchaban por comer rápidamente.

Parecía un hámster, ¿sería primo lejano de los hurones?

Si hablamos de cosas que le agradaban de Malfoy, también le gustaba que la serpiente era increíblemente buena para coleccionar y averiguar información sobre objetos malditos.

Harry no apreciaba mucho su gusto, sin embargo, admitía que era algo útil cuando le preguntaba sobre cierto objeto y la maldición que albergaba.

Alargaba la conversación y no se iba tan pronto.

—Te lo menciono, Potter, por si no lo sabes —dijo fanfarrón—. Esa copa hará que se te caigan los dientes si bebes de ella. Sería muy gracioso observar eso.

Harry lo miraba desafiante, esperando que el otro terminara de hablar para poder devolverle las ofensas.

—No tanto como mirar que se te cae la nariz tan puntiaguda que tienes.

El auror se había ganado una mirada fulminante y se sintió ganador hasta que, luego de firmar, Malfoy se levantó de la silla.

Antes de abrir la puerta, mirando sobre su hombro, sonrió, de esas sonrisas que le paralizan la cabeza a un hombre porque son tan bonitas que pierdes la capacidad de pensar.

—Potter —dijo y lamió suavemente su labio inferior—. No sientas envidia porque mi nariz es aristócrata, y la tuya es solo el resultado de mi intento de asesinato frustrado. Nos vemos, y cuidado con la copa.

Con una sonrisa ladeada tirando de sus labios, se retiró dejando a Harry con una vena en la frente. Ese bastardo había ganado.

El auror jefe se acostumbró a la visita del bromista cada mes, siempre el mismo día a la misma hora.

No lo consideraba un enemigo, ni un amigo. La idea de convivir con Malfoy más allá de la fecha designada al mes no era muy mala, pero tampoco era su prioridad; fácilmente escogería a otras personas.

En especial a Ginny, que esperaba a su segundo hijo. Al enterarse, Harry fue el hombre más feliz de la tierra. Estaba tan emocionado que pasaba por alto que todo el mundo mágico parecía enterado hasta de la fecha del parto.

Tenía la familia que siempre quiso. Amigos increíbles, un trabajo fenomenal. Poseía más que cualquier otro, así que no lograba entender qué era lo que faltaba.

¿Cómo podía ser posible que se sintiera insatisfecho? Había algo extraño en él.

—Tal vez es la emoción. —La voz de Hermione hizo eco en su cerebro, mientras caminaba con ella por el ministerio—. Antes superaste la guerra dándoles caza a los criminales del mundo mágico. Ahora que no tienes esa adrenalina, sientes que algo te falta. Te dije que debías hablar de ello.

Harry se desconectó de la charla de Hermione, y desvió su atención. Miró asombrado el cabello rubio. No era el día designado, ¿qué hacía Malfoy aquí? La curiosidad lo obligó a mover los pies.

Despidiéndose de ella, rápidamente fue donde estaba el otro hombre. Tal vez debería invitarlo a comer, era casi hora de almorzar, quizás podrían conversar un poco.

—Malfoy —llamó suavemente.

La cabeza rubia se giró y Harry sintió una punzada de alegría y placer al contemplar que al chico rubio se le formaba una sonrisa en los labios.

Una que el jefe de aurores había visto muchas veces, esa típica mueca que hace cuando quiere crispar los nervios, y eso estaba bien.

Harry no quería un Malfoy que no fuera burlón y espinoso. Eso sería aburrido.

Y lo mejor es que también parecía feliz de verlo. Iba a invitarlo a comer, definitivamente, lo haría.

—Así que aún conservas tus dientes —comentó y la mofa en su voz era clarísima—. Hubiese sido gracioso verte sin ellos, te verías más atractivo que con tu cara actual.

Dando una suave risita, Malfoy lo miró juguetonamente, agitando las pestañas largas y rubias con lentitud.

La burla estaba ahí, era una provocación que hizo a Harry sentir la emoción burbujeante en su pecho.

—Me alegra que tus malos pensamientos te causen tanta gracia, Malfoy. —Se acercó un paso para que el engreído escuche con atención—. Porque todo el mundo sabe, que tú nunca te pones de humor, para nada hurón.

Dando una sonrisa maliciosa, Harry lo miró triunfante hasta que vio cómo el ofendido levantaba su perfecta y rubia ceja.

Su rostro cambiaba a una mirada presumida y arrogante, disfrutando de la incertidumbre del pelinegro.

—Creo que no estás actualizado, mi esposa puede decirte lo contrario y, si no le crees, bueno, en unos meses contemplarás a un pequeño Malfoy correteando por ahí cuando venga a verte.

A Harry se le cayó la mandíbula, esa serpiente iba a ser papá.

El bastardo tenía una mirada tan presumida. No solo le había ganado dos rondas, sino que además lo encontró con la guardia baja y ahora estaba a mitad del pasillo con todos, mirando curiosos cómo boqueaba como un pez.

Recuperándose de la pequeña sorpresa, se aclaró la garganta.

—Yo tengo más humor que tú… —gruñó enfadado, aunque no sabía la razón—. Pequeño culo arrogante, tendré otro bebé.

Miró al hurón saltarín con una mirada desafiante, estudiando su reacción, Malfoy ladeó su cabeza confundida y dio un paso hacia delante, justo como Harry había hecho con él.

El Auror jefe, sintió el perfume del otro hombre flotar en el ambiente, lo hizo respirar profundamente. Era un olor agradable, solo se distrajo de la embriagadora fragancia por las suaves palabras que susurró la boca contraria.

—Lo de arrogante lo reconozco, pero no acepto lo de culo pequeño —negó con suavidad, sus ojos lo miraron fijamente—. Tú, más que nadie, deberías saber que no es así. Piensa mejores insultos, Potter.

Harry cerró la boca y lo miró con los ojos bien abiertos detrás de sus lentes.

Esto es malo para mi corazón, opinó agonizante, demasiada emoción en periodos de tiempo tan pequeños. Además, la forma tan sugerente en que había sido dicho lo dejó pasmado.

—No sabía que ustedes se habían vuelto tan amigables.

Harry se sobresaltó y apartó los ojos de Malfoy, miró a Hermione como si lo descubrieran en medio de un delito, se acomodó los lentes, estaba avergonzado, aun sin saber muy bien el porqué.

—Creí que tenías una reunión —mencionó Harry a la mujer que lo miraba curiosa.

El chico de lentes observó a Malfoy, para cerciorarse de que no hiciera algo que fuera grosero. Pero este solo miró a Hermione e hizo un gesto con su cabeza como saludo.

—Potter, Granger —dijo y su voz sonó demasiado cordial para el gusto de todos.

Hizo un gesto con la cabeza despidiéndose y luego sus bellísimos ojos se centraron en Harry.

—Lo veré en un mes más. Hasta entonces, trate de pensar respuestas inteligentes.

Tragó saliva al sentir que le ardía el rostro al escuchar el respeto, esa suavidad burlona y ¿coqueta? Con la que hablo. Fue un sentimiento extraño, casi excitante, que Malfoy le hablara realmente como la figura de autoridad que era.

El hombre rubio se dio la vuelta y solamente en ese momento el león recordó que la idea era ir a almorzar con él, sin embargo, si lo invitaba ahora, Hermione lo miraría aún más extrañada y no quería un interrogatorio.

Lo observó marcharse y resintió un poco el haber sido interrumpido. Quería seguir conversando, quizás averiguar qué hacía en el ministerio, ¿Si no se hubiesen encontrado en el pasillo, lo hubiera ido a buscar para saludar?

¿Qué pensaba Malfoy de las charlas que tenían? ¿Él querría pasar tiempo juntos más allá de lo normal? ¿Sería divertido? ¿Pensaría en Harry?

Maldita sea, pensó enfadado. Estaba tan aburrido, ya había planeado salir con él, ¿era normal estar tan desilusionado?

—Harry, ¿por qué estabas coqueteando con Malfoy en el pasillo del ministerio? —preguntó ella sobresaltándolo.

Al Gryffindor se le cerró la garganta y su corazón dio un brinco del susto.

—¿¡Qué yo estaba coqueteando con quién!? —gritó Harry y cerró la boca mirando a todos lados.

Al notar que nadie los escuchaba, la observó como si estuviera viendo a Voldemort, su boca abrió y cerró compulsivamente sin saber qué decir.

Hermione, en cambio, lo miró con tranquilidad.

—Bueno, eso de violar el espacio del otro y charlar entre susurros da para suponer, si no te conociera y la relación que tienen de enemistad, supondría que estabas coqueteando con él —explicó, y sugerente le dio una mirada—. La forma tan íntima en la que se comportan, dice que no es la primera vez que conversan de ese modo.

Harry dio una risita porque la idea era francamente ridícula. Sí, conversaba con Malfoy, pero eran bromas y rayaban en la categoría del sarcasmo amistoso.

Coquetear con él era la cosa más estúpida que haya escuchado.

—Mione, eres tú la que deberías usar anteojos, obviamente no podíamos gritarnos en el pasillo, por eso susurramos, además Malfoy será siempre un pequeño culo arrogante y fastidioso.

Se quedó en silencio, ya que la frase del perfumado hombre le resonó en la cabeza.

No es pequeño, pensó malhumorado y Harry lo sabía bien, después de todo lo había acosado durante casi un año, pero se negaba a disfrutar de las curvas de alguien que no era su pareja, menos si era ese bastardo de Malfoy a quien vería todos los meses.

Sería muy incómodo recordar que cree que tiene una retaguardia bastante generosa frente a él.

Era tan redondo y coqueto allí abajo.

—¿Por qué te pones colorado y silencioso? —cuestionó ella arrugando el entrecejo.

Harry se aclaró la garganta para disipar esos pensamientos raros.

—Cómo decía —masculló—. Malfoy es un tonto arrogante y espinoso, no sé cómo se consiguió una esposa, si se lo pasa encerrado en su enorme mansión llena de objetos tan oscuros, igual que él.

Hermione lo miró aún más extrañada y Harry supo que había hablado demás.

Podía sentir los engranajes de la mente de su amiga girando alocadamente. Antes que ella pudiera preguntar cómo sabía todos esos detalles, se apresuró a despedirse y se marchó.

De pronto se le había quitado el hambre.

Para el mes siguiente, Harry había trazado un plan mental sobre cómo invitar a Malfoy a almorzar. Tal vez era porque era ligeramente obsesivo, así que la idea se instaló en su cerebro y se negó a irse.

Conocía bien el sentimiento de pensar en el antiguo mortífago, lo había hecho habitualmente cuando era joven, aunque no eran muy buenos pensamientos y tampoco los mejores motivos.

Se preguntó si era normal obsesionarse tanto con un nuevo amigo.

Ese día Ginny estaba más irritable de lo usual y Harry no la culpaba. El embarazo parecía cansarla, además de que James requería mucha atención.

—¿De nuevo llegarás tarde a casa? —La voz de Ginny lo detiene justo antes de marcharse.

—Lo siento, Ginny. Prometo que hoy, no importa si dejo los papeles a medio terminar, volveré a casa para cenar con James y contigo.

Ella se acercó y se apegó al cuerpo de su marido. El pelinegro le devolvió el abrazo con ternura, nervioso descubrió que su vientre se notaba.

Fue amargo dejarla sola, pero tenía responsabilidades que cumplir. Que una de ellas fuera Draco Malfoy, era solo una coincidencia.

 


 

Harry miró la puerta atentamente, sabía que faltaba tiempo para la llegada de Malfoy, pero aun así, la ansiedad lo mataba.

Quería verlo, con tanta desesperación, que era incómodo.

El bastardo entró a la oficina con su típica sonrisa y se acomodó en la silla frente a un héroe que estaba conteniéndose para que no se notara lo feliz que era.

—Buenas tardes —saludó al llegar, le miraba con una sonrisita—. Potter, sinceramente, no me alegra verte hoy, pero, ya que no tengo opción, compartiré contigo mi dulce y elegante presencia.

La soberbia en su voz fue encantadora.

Harry sonrió y lo miró con casi algo parecido a la ternura, y eso era tan ridículo como la idea de que Ron saludara de besos en la mejilla a Malfoy.

—No me complace demasiado tu dulce y elegante presencia —negó fingiendo seriedad—. Además, admítelo, Malfoy, como que no eres suficiente para mi presencia.

El hombre rubio contrajo su entrecejo ante su tono soberbio, arrugó la boca y estiró su labio inferior completamente fastidiado.

Potter admiró cómo su mirada cambiaba y se tensaba de repente. El Slytherin estaba listo para soltar una buena bomba que pondría a Harry contra las cuerdas del cuadrilátero de lucha mental.

—Estúpido Potter, solo acepta que soy una presencia irresistible y que esperas estos breves momentos todo el mes —comentó animadamente el Slytherin.

Malfoy le dio una amplia sonrisa, porque al parecer el insoportable sabía que tenía toda la razón. Lo cual era cierto, lo aceptaba, pero no había ningún motivo para que Harry se lo confirmara.

—No tanto como sé que tú esperas venir a verme. —Harry se sintió muy orgulloso de sí mismo por haber respondido tan velozmente.

Al parecer iba a ganar esta batalla porque las pálidas mejillas de Malfoy se tornaron rosas rápidamente.

¿Era una confirmación? ¿Su rostro acaba de delatarlo?

¡Incluso sus orejas están coloradas! Opinó emocionado.

Para que el otro no notara lo que sucedía en su cabeza bulliciosa. Abrió el libro donde el hurón tenía que firmar; de esa forma llamaría su atención y no vería su inevitable sonrisa.

Tarareando lo miró expectante, entonces decidió que era el momento adecuado.

—Ya que acabas de sufrir una inmensa derrota, me debes una recompensa —dijo sonriente.

Los ojos plateados lo miraron atentamente.

Aún tenía las mejillas rosas y el propio Harry comenzó a sentirse avergonzado. ¿No estaba siendo Malfoy, demasiado tímido al respecto? Era casi lindo que se pusiera rosa tan fácilmente.

—Depende de si puedo o no satisfacer los deseos de San Potter —reclamó.

Se suponía que debía ser algo sarcástico, pero Harry no pudo identificar el tono con el que habló, así que sonrió brillantemente al saber que no fue rechazado.

—No te avergüences tan fácil, hurón, estaba pensando… ¿Si querías ir a almorzar conmigo?

Draco que había estado firmando, se detuvo abruptamente, lo miró asombrado, demasiado para ser natural.

Ahora fue el turno de Harry de sonrojarse, eso fue más vergonzoso de lo que debería ser, es decir, eran dos hombres adultos y un almuerzo a mitad del día de semana, nada para que sintiera que estaba pidiendo una cita.

—¿Estás preguntando en serio, Potter? —preguntó con ojos enormes—. ¿Realmente comprendes lo que significa que tú salgas a comer con un antiguo mortífago a plena vista de todo el mundo mágico?

A Harry se le desvaneció la sonrisa que había mantenido desde la llegada de Malfoy.

—A mí no me importa nada de lo que puedan comentar —aclaró seriamente.

Malfoy le dio una leve sonrisa y Harry sintió que el nudo que se le había formado en el estómago se desvanecía levemente.

—Aun así, prefiero que nuestra… amistad, sea un tema reservado, como lo son las pequeñas charlas que compartimos. Es más emocionante así. ¿No lo crees? No me gustaría ser nuevamente presa de los diarios —explicó contrariado—. Vamos, Potter será un secreto entre tú y yo.

Ciertamente, la idea de dar explicaciones a todo el mundo le parecía insoportable, pero no quería que Malfoy pensara que se avergonzaba de tener una amistad con él.

El chico de ojos bonitos le dirigió una mirada casi suplicante y Harry, a su pesar, tuvo que admitir que era hermoso.

Su rostro, ahora de mejillas rosadas, al igual que esa boca, se veía muy bien con los brillantes ojos color plata que lo miraban con toda su atención.

El Gryffindor, sintió que le faltaba el aire en una habitación tan pequeña, no era agradable sentir algo por la apariencia de otro hombre.

—Bueno, si eso es lo que quieres —dijo Harry cuando pudo reunir suficiente compostura para que no le temblara la voz.

Se sorprendió de lo mucho que deseaba alargar el tiempo que pasaba con Malfoy, lo suficiente como para guardar un secreto de Ginny y de sus amigos.

El hombre rubio no se quedó más tiempo después de eso, le prometió que el mes siguiente se quedaría a almorzar con él.

Harry seguía molesto con esto, esa serpiente lo hacía sonar como si fuera un niño desesperado por atención y se negaba a pensar que la presencia de Malfoy era lo suficientemente tentadora para rogar por ella.

 


Ginny estaba sinceramente cansada, con su mirada recorrió la habitación en la que el pequeño James correteaba riendo.

A pesar de que debería estar feliz de conseguir la vida que quería. Era un poco amargo estar todo el día completamente sin compañía. Harry apenas si llegaba a casa y solo era para dormir.

Extrañaba los días en los que podía salir a citas con él, disfrutaban del Quidditch juntos, o en los que ella volaba en su escoba junto a su equipo.

Esos días en los que podía salir a divertirse con sus amigos, pero lo que más extrañaba era el sexo. Ahora ambos estaban tan cansados que simplemente ninguno de ellos tenía ánimo de nada, menos si James se despertaba en la noche y los iba a interrumpir.

Intentó soportar, darse fuerza; sabía que ser la esposa de un héroe no sería fácil. Él era un hombre ocupado, siempre trabajando casi sin ver a su familia. Como su esposa debía ser considerada.

Por eso, cuando él regresó a casa temprano, justo como prometió, ella vibró de alegría. Harry parecía tan feliz. Era una buena vida, aunque se sintiera sola algunas veces.

Aunque sintiera que no era su prioridad.

 


 

El auror jefe se preparó silbando esa mañana, peinando su cabello increíblemente revoltoso, la emoción lo estaba matando, su nuevo amigo, conocido como el hurón abusivo, le había prometido quedarse un pequeño tiempo junto a él.

No los escasos cinco minutos que últimamente pasaban juntos.

En los últimos meses, era imposible divertirse porque la molesta esposa de Malfoy no quería estar ningún momento sin la presencia del hombre rubio.

Potter recordaba cuando la conoció, pequeña y frágil, esa fue la impresión que le dio, estaba apretada contra el brazo del hurón y este le sonreía con una chispa de ternura que Harry jamás había visto en los ojos plata.

No supo cómo sentirse al respecto, solo recuerda que tuvo un malestar agrio el resto del día.

La señora Malfoy lo miró fijamente cuando lo observó acercarse. El salvador del mundo encontró realmente divertido que ella se colocara frente de su marido como si fuera una muralla.

Quizás por ese vientre enorme que tenía, parecía dejar claro que ella era la familia del chico y que Harry era una obligación del ministerio.

Intercambiaron pequeños saludos, Malfoy firmó y, con una despedida seria, se marchó con su esposa.

La verdad es que fue tan rápido que aún no puede creerlo. ¿Dónde había quedado la promesa de almorzar? ¿De quedarse más tiempo?

La segunda vez que la vio, pasó exactamente lo mismo. El pelinegro resistió la tentación de echar a la joven mujer de su oficina para poder conversar con su amigo en privado. ¿Dónde habían ido las risas? ¿Las miradas? ¿Por qué Malfoy no le colocaba atención?

La tercera vez que la joven mujer llegó del brazo de Malfoy, Harry quiso tirarla por la ventana del ministerio.

No podía hablar con la serpiente de ningún tema, ni bromear junto a él y este no le daba ni una mirada o alguna sonrisa, nada que aliviará la creciente irritación que dejaba la joven señora Malfoy.

Casi lloró de alivio cuando la mujer ya no pudo acompañar a su marido, seguramente se acercaba su fecha de parto, y eso lo aliviaba porque no le gustaba que ella lo mirara como si Harry fuera una amenaza, jamás lastimaría al Slytherin.

Además, el hurón no se comportaba como habitualmente lo hacía, tal vez se sentía avergonzado de bromear con Harry comportándose de manera tan adolescente.

Era tan frustrante que teniendo a la serpiente tan cerca y no poder decirle un insulto o alguna provocación, tener que comportarse como el jefe Auror que era y Malfoy seguir siendo el mortífago reformado.

Se sentía encadenado con la presencia de la mujer.

En todo caso despejó esos pensamientos y se enfocó en lo que sucedería, le dio un suave beso en la frente a Ginny que aún dormía y se marchó emocionado.

Hoy sería suyo completamente, nadie estorbaría, pediría chocolates para atraparlo y comería junto a él, entre risitas.

Solo pensarlo lo dejaba emocionado, ¿era raro tener un leve cosquilleo en la base del pene de lo excitado que estaba?

De cierta manera, en enero. Era el aniversario de ellos. Hoy se cumplía un año desde las visitas mensuales, sonriendo, ocupo más perfume, queriendo oler lo mejor posible. Doce visitas, y había descubierto que quería seguir viéndolo, más y más, aunque no en una oficina para siempre.

Hoy podría conversar a solas con él, tal vez debería pedírselo, la sola idea, y ya sentía cosquillas deliciosas en su vientre de la emoción.

Espero pacientemente la llegada de su compañero de juegos. Pero este no llegó, apretando los dientes, pensó en una buena excusa para ir a la mansión Malfoy, estaba ligeramente nervioso y preocupado, había hecho una promesa con él.

Y sabía que, aunque ese bastardo no quisiera verlo, tenía que asistir al ministerio. Por eso, no lo pensó mucho y apareció en la mansión Malfoy.

Le sorprendió que la mansión no tuviera restricciones o defensas, pudo abrir la puerta principal sin ninguna dificultad. Lo cual era algo extremadamente peligroso, si alguien deseaba atacar no encontraría resistencia.

Escuchó un fuerte llanto y la oscuridad de la mansión comenzó a ponerlo nervioso. Dando rápidos pasos siguió el sonido del bebé.

Se le rompió un poco el corazón al contemplar qué, acurrucado cerca de la chimenea, que era la única fuente de luz de la habitación, estaba Malfoy con su hijo.

Corrió hasta llegar a él, esperando que el demacrado hombre rubio le dijera que ocurría.

Este, al sentirlo, soltó un sollozo desgarrador, el héroe se agachó para ponerse a su lado. El tembloroso Slytherin se sujetó contra su cuerpo, Potter notó con horror que estaba demasiado frío para ser natural.

Harry lo rodeó con los brazos con cuidado de no lastimar al bebé que seguía llorando tan fuerte como su padre.

Esperaba sinceramente que el calor lo tranquilizara, aunque sea un poco. Lástima que el mismo no tuviera consuelo al entender qué sucedía, quiso llorar junto a Malfoy porque quería compartir su carga.

El hombre rubio no merecía esto, no cuando su felicidad recién iniciaba.

Harry decidió que no lo dejaría sufrir, que quería ser su apoyo, no lo abandonaría en un momento difícil como este.

Draco tenía que ser feliz, ya había sufrido bastante, Harry lo cuidaría, lo ayudaría y se quedaría a su lado.

Porque eran amigos.

Notas finales:

Espero sinceramente que les haya gustado y poder leer sus opiniones,
no duden en dejar un comentario, con sus dudas o sugerencias.

¡Nos leemos!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).