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Sentimientos Hacia Ti por AniBecker

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Después de unos segundos, asimiló lo que estaba ocurriendo y salió en su busca, pero vio como tomaba un taxi y por más que gritó, el auto no se detuvo.

Con rapidez, regresó a su casa, tomó las llaves de su motocicleta y salió dirección a casa de los Aomine, con un poco de suerte, llegaría antes de que entrase dentro y pudiera detenerlo para hablar.

Pero no fue así, en cuanto llegó, llamó a la puerta y, nada más dejar ver al señor Aomine detrás de ésta, un puñetazo se estrelló contra su boca.

—¿Puedo hablar con Daiki, por favor? —pidió, aún en el suelo. Se limpió con su brazo la sangre que brotaba de su posible labio partido.

—¿Tú te haces llamar alfa, maldito mocoso? No sé qué mierdas es lo que le has hecho a mi hijo, pero ha llegado a estas horas, con una maleta y llorando —en esta ocasión, con la pierna le dio una patada en el costado.

—Golpéeme todo lo que quiera, me lo merezco, pero por favor, déjeme hablar con Daiki, se lo suplico.

—No te voy a permitir hablar con él, así que ¡fuera! —Kagami se levantó y encaró al otro alfa.

—No me pienso ir hasta conseguir aclarar las cosas con Daiki. ¡Daiki, Daiki escúchame! —comenzó a gritar a ver si así conseguía hacerlo salir—. ¡Necesito hablar contigo, perdóname, quiero aclarar las cosas contigo! ¡Por favor, déjame explicarte!

—He dicho que fuera de mi casa o no respondo —el hombre metió medio cuerpo dentro de su casa, para agarrar su arma de reglamento. Kagami se echó hacia atrás con las manos al frente para que no disparase—. Vete de mi casa si no quieres que te dispare, puedo hacerlo.

—Podrá dispararme o llevarme preso, pero no me pienso mover de aquí hasta que no consiga hablar con Daiki.

—Entonces tú lo has querido, mocoso.

—¡Papá, papá! —salió por la puerta el moreno, colocándose entre la pistola de su padre y Taiga—, por favor, ni se te ocurra disparar.

—Quítate ahora mismo de en medio Daiki.

—¡Daiki qué haces! —gritó con horror su madre al verlo en la trayectoria del arma. Kagami lo tomó de los brazos para quitarlo de en medio, pero volvió a ponerse delante—. ¡Daichi, baja el arma ahora mismo por Dios! ¡Es tu hijo el que tienes delante!

—Papá está bien, hablemos como personas civilizadas —el hombre no tuvo más remedio que bajar su arma, pero tomó el brazo de su hijo y lo atrajo hacia él.

—Taiga, márchate ahora mismo.

—Por favor, déjame hablar contigo un momento, un momento nada más.

—Mi hijo no tiene nada qué hablar contigo. No le escuches Daiki, entra a la casa con tu madre.

—Está bien, hablemos —dijo con seriedad.

—¿Qué estás diciendo?

—Daichi, tendrán que arreglar lo que haya ocurrido, lo mejor es que hablen —comentó el omega.

—Pero no ahora, así que mejor regrésate.

—No me pienso mover de aquí hasta que no hablemos —el señor Aomine tomó nuevamente a su hijo del brazo y a su omega para entrarlos lo suficientemente dentro de la casa.

—Si lo que quieres es quedarte aquí bajo la lluvia, tú mismo.

—Pero ¿cómo se va a quedar ahí con la lluvia? —habló el omega adulto—. Lo mejor es que Kagami-kun entre y hablen con calma.

—Déjalo, si eso es lo que quiere. Nori, Daiki, para dentro.

La puerta fue cerrada y Kagami se quedó, tal como había dicho, afuera esperando a que Daiki quisiera escucharle. Fue hasta el porche techado de la casa Aomine y se quedó sentado en los escalones. Tenía muy claro que no iba a irse.

Estaba dolido y molesto con Taiga, pero eso no quitaba de que estuviera preocupado por él, ya que simplemente su padre lo metió dentro de la casa, dejando al pelirrojo allí plantado, bajo la lluvia. Desde la ventana de su habitación, podía observarlo.

Nori, que podía notar como su hijo estaba preocupado por Kagami, se acercó a él lentamente.

—¿Por qué no hablas las cosas con Taiga-kun? ¿Qué es lo que ha pasado para que os pelearais y hayas venido hasta aquí? —preguntó de forma serena, sentándose en la cama de la que fue la habitación del moreno, esperando a que él se sentase a su lado.

Daiki suspiró.

—Me pidió que pasara aquí el celo. No quiere pasar el celo conmigo.

—Quizá es algo nuevo para él, y se sintió algo asustado.

—No es sólo por el celo, también me ha hecho varios desplantes —murmuró, sentándose al lado de su madre, quién le dio pequeñas caricias en su espalda.

—¿Te ha faltado el respeto o te ha tratado de hacer algo?

—¿Cómo? Si ni si quiera se acerca a mí. Si le doy asco o no quiere saber de mí, por qué demonios tuvo que hablar con su padre para intervenir y casarse conmigo.

—Ay hijo... ¿sabes lo que pasa? Que sois muy jóvenes aún, demasiado para haberos tenido que casar... Unos completos inexpertos que sin haber sido pareja antes y haber convivido, ahora deben hacerlo de buenas a primeras. Ambos estáis perdidos, es normal, pero una pareja debe hablar estas cosas, la comunicación es muy importante.

—¿Qué pareja? Sólo lo somos por un papel firmado. Ni si quiera está interesado en mí.

—¿No crees que si no estuviera interesado en ti no hubiera intervenido para ser él el que se casara contigo? Puede ser que se sienta avergonzado, asustado y perdido —Daiki se revolvió con desesperación los cabellos, y se levantó de la cama para volver a asomarse por la ventana—. ¿Por qué no le dices de pasar y habláis las cosas? Quizá todas las dudas que tienes pueden ser resueltas.

—Sí claro, como si papá fuera a permitirle pasar.

—De tu padre me encargo yo —le guiñó un ojo—. Ve y hazlo pasar, yo procuro de que tu padre no se dé cuenta.

Algo dubitativo, aceptó, y salió de la habitación dirección a la entrada de la casa.

Cuando abrió la puerta, Kagami se levantó con rapidez, y trató de acercarse a él, aunque a mitad de camino se paró en seco, temiendo de que el moreno le volviese a cerrar la puerta en las narices.

—Pasa antes de que mi padre te vea y quiera apuntarte con su arma —fue cuanto dijo, cosa que no objetó Taiga, asintió y lo siguió en completo silencio. Después, le extendió una toalla—. Toma sécate, pillarás un resfriado.

—Gracias.

—Te escucho, quiero saber por qué eres así conmigo. Quiero que seas sincero —tragó saliva, no creyéndose que por fin iba a poder tener la oportunidad de explicarse.

—Antes que nada, lo siento mucho si te he herido. No ha sido mi intención, lo prometo. No estoy acostumbrado al cariño, a las atenciones ni a vivir con alguien. Cuando estaba en América mi padre estaba siempre ceñido al trabajo, mis padres están separados y siempre nos hemos criado mi hermano y yo separados también. Y después cuando vine a Japón, he estado solo viviendo.

Daiki, que tenía los brazos cruzados sobre su pecho, los bajó, dando a entender que no estaba tan a la defensiva.

—No estoy acostumbrado a que cuando llegue a casa me espere alguien, con la cena lista, un baño preparado y un tiempo para conversar. Sé que no es excusa, porque también tengo parte de culpa, pero lo siento, de verdad, porque te he hecho sentir mal.

—¿Por qué... por qué hiciste casi a la fuerza de que me fuera de Seirin? ¿O por qué ni si quiera llevas la alianza? —cuestionó desviando su mirada—. Hasta huyes de mí. ¿Tanto te repudia dormir conmigo?

—Confieso que entré en pánico, por si se llegaba a saber y me expulsaban, pero me enteré de que no pasaba nada —una de sus manos rebuscó en el cuello de su camiseta, sacando la cadena que siempre portaba—. Claro que llevo el anillo, aquí. En la mano es un poco incómodo, así que justo como con mi otro anillo, lo llevo en el cuello —se sonrojó y se llevó su brazo detrás de la cabeza, con vergüenza—. Y bueno... no es que repudie dormir contigo, sólo tenía miedo de que tú me odiaras.

—¿Odiarte, por qué?

—Porque... la primera noche te vi durmiendo, la ropa interior y... ¡me excitas demasiado! —confesó, levantando un poco la voz—. Tenerte cerca hace que siempre me despierte con una erección, y no quería que tú pensaras lo peor de mí...

Aomine no sabía si sentirse aliviado por la respuesta o reírse. ¿En serio Taiga creía que él podría pensar que era un pervertido sólo por tener una erección al verlo?

¡Joder! Pensó lo peor de él, sí, pero no precisamente por eso, sino porque creía que lo estaba rechazando.

—Entonces... ¿sí te gusto? —preguntó en un murmullo.

—Joder, claro que sí. Vale que soy muy torpe para mostrar e incluso entender mis sentimientos, pero cuando contaste que te tenías que casar, me sentí molesto, muy molesto. Pensé que se trataba porque quizá ya no podríamos jugar, por eso hablé con mi padre. Pero luego me di cuenta que mi enfado no se debía a eso, sino que eran celos. Celos de que tuvieras otro alfa que no fuera yo, en todos los sentidos. Perdóname, te he hecho daño por ser un idiota —lo atrajo hacia él para abrazarlo—. Debí prestarte más atención.

—Ya está bien, pero no lo vuelvas a hacer más —se hundió en el abrazó, aspirando el tranquilizante aroma del alfa.

—¿Vamos a casa? —el rostro, oculto por los fuertes brazos, buscó los orbes rubíes.

—Pero mi celo está cerca —dijo escueto.

—Lo sé, y te dije que lo pasaras en tu casa por miedo a no controlarme y hacerte daño —se separó y le tomó de las manos—, pero sé que más daño 5e haré y me haré si no lo pasamos juntos. Empecemos ahora bien.

Taiga colocó sus manos en la cintura del moreno, y éste rodeó el cuello ajeno con sus brazos.

Un beso que iba a sellar el nuevo comienzo en su matrimonio.

—¿Qué estás haciendo en mi casa? ¡Aléjate ahora mismo de mi hijo, bastardo!

—Papá, por favor, yo le dije que entrará, teníamos que hablar —se interpuso entre Kagami y su padre, temiendo que éste le hiciera algo a su esposo.

—Hablar para qué, ¿para hacerle más daño? No te quiero cerca de él, ya sabía yo que este matrimonio no podía salir bien, y voy a hacer todo lo posible para que esté matrimonio termine.

—¡No! —exclamó Daiki—. Ya está todo bien.

—Señor, sé que no he hecho las cosas bien, pero por eso estoy aquí, quiero arreglarlas, quiero a Daiki y que todo salga bien entre nosotros.

—Mi hijo no se va de aquí contigo. No quiero que vuelvas a hacerle daño.

—No voy a hacerle más daño, lo prometo.

—Papá, todo va a estar bien, de verdad.

—Vamos Daichi —intervino Nori entrando en la habitación de su hijo y tomándole del brazo a su marido—, ha sido un pequeño malentendido y debían arreglarlo.

—En unos días tendrá el celo y qué mejor que lo pase aquí, contigo a su lado —insistió el alfa.

—Con Taiga-kun estará bien, ya verás.

—Perdón por todo, de verdad —se volvió a disculpar—, pero prometo que trataré bien a Daiki, lo cuidaré y le haré feliz.

—Confiamos que así será —le sonrió, mirando a su marido para que estuviera de acuerdo también.

—Juro que si mi hijo vuelve a regresar llorando a casa, lo lamentarás.

Después de varias amenazas más por parte de Daichi, unos cuantos buenos deseos por parte de Nori y más disculpas por parte de Kagami, ambos jóvenes se marcharon de la casa dirección a la suya.

Bajaron de la moto, que Kagami estacionó en los aparcamientos privados del edificio, y sacó las llaves de su mojado pantalón.

—Estamos empapados, deberíamos darnos una ducha —dijo el moreno. Aunque ya no llovía, el pelirrojo sí estaba mojado, por lo decir que al subir a la moto que sí lo estaba hizo que sus ropas se humedecieran. Justo cuando iba a entrar por la puerta, el pelirrojo lo detuvo—. ¿Qué pasa?

—Vamos a hacer las cosas bien —sonrió, cargándolo sin previo aviso en sus brazos—. Ya que hemos tenido que seguir con las tradiciones, sigamos bien con las tradiciones, ¿no?

—¿Qué haces? Taiga, bájame —dijo entre risas, sujetándole del cuello para evitar caerse.

Ambos entraron en el apartamento, dirección al baño, primero debían darse una buena ducha si no querían enfermarse debido a la lluvia.

Solamente unas pequeñas caricias y dulces besos bajo el agua caliente, después comieron algo.

—Oye Taiga...—murmuró, llevándose a la boca la taza de chocolate caliente—... hay algo que me ronda la cabeza, y no quiero sonar como un celópata, pero si no te pregunto, me seguirá atormentando.

—¿Qué es lo qué pasa?

—Fui con Satsuki a tu partido, ella quería ver a Tetsu... Vi que te trataba la lesión una chica.

—¿Mochizuki-san? ¿Qué ocurre con ella? —jugueteó con la taza vacía entre sus manos.

—Cuando yo te di el masaje, te pusiste duro y... ¿con ella también? —primero los ojos se abrieron de asombro, después trató de evitar la risa—. ¡No te rías, idiota!

—Claro que no, tonto. ¿Te crees que me voy poniendo duro con cualquiera que me toque o qué? Fue por ti, idiota, ¿o te vuelvo a decir lo que me pasa cada mañana? —lo acercó hacia él para besarlo. Con la cercanía, podía oler con más intensidad el dulce aroma a chocolate—. Oye Daiki, ya que tu celo está cerca, ¿no quieres hacer un nido?

—¿En serio? ¿Puedo? —los orbes zafiro se iluminaron. Siempre hacía un nido con cosas suyas y de su madre, le calmaba mucho su aroma, pero no se esperaba que Taiga le permitiera hacer un nido con cosas de él.

—Claro que puedes. Ven —lo tomó del brazo y fue con él hasta la habitación. Le estuvo preguntando qué necesitaba, y el moreno le iba pidiendo varias de sus prendas para formar el nido que, una vez terminado, entró en él, y Kagami a su lado, pasando toda la noche abrazados, dándose pequeñas caricias. 


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