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Benjamín. Tomo 1 y 2 (Traducción finalizada) por yuniwalker

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Salió el sol, pero estaba terriblemente oscuro dentro de la casa debido a la enorme tela que había puesto en la ventana

La había lavado ayer.

Cambió la ropa de cama y el edredón y lo colocó todo en el lugar donde originalmente había instalado una cortina. El cristal estaba roto así que, ya que había bloqueado anteriormente el marco con maderas bien pesadas, todavía quedaban varios clavos alrededor de la ventana como para permitirle acomodarlo todo allí. Era tarde, pero en una habitación tan oscura como la boca de un lobo, Benjamin pareció tener la suficiente motivación para quedarse acurrucado en la cama hasta que llegara la noche. Sabía que la cama todavía estaba bastante asquerosa pero si no fuera por ella, entonces tendría que tumbarse en el suelo para poder dormir y definitivamente eso sería terriblemente doloroso para la condición actual de todo su cuerpo. Por fortuna, el colchón estaba cubierto con una sábana impermeable que hacía que la suciedad no penetrara en el interior o de lo contrario, lo habría tirado desde hace mucho tiempo. Pero no había nada como un colchón limpio en la zona cero. Era muy caro y difícil de encontrar así que todo lo que tenían ahora era un reembalaje de lo que fue rescatado de un área contaminada.

Benjamín cojeaba mientras limpiaba la casa. No había hecho nada por un tiempo desde que el chico se había largado por la puerta de la entrada y de todos maneras, cuando se despertó tarde por la noche, descubrió que la suciedad húmeda y pegajosa se había secado en todo su cuerpo hasta hacerlo parecer totalmente una basura. Corrió al baño y lavó cada centímetro de su piel con un paño húmedo. Sus muslos y su boca estaban cubiertos de semen y además, tenía un montón que permanecía todavía adentro. Benjamín lloró cuando tuvo que meterse un dedo para abrirse. El bulto de ese hombre había estado goteando salvajemente desde el interior así que la sensación fue evidentemente espeluznante. Después de lavarse el cuerpo, lavó las sábanas y las mantas. No lo había hecho bien porque no tenía la fuerza suficiente y además, porque era completamente difícil cuando las lágrimas estaban fluyendo tanto y tan rápido. Y después de terminar de lavar, incluso tan obstinadamente, lo colgó todo junto al cristal que daba a la calle y dejó que todo tipo de polvo y suciedad que se había pegado ahora se secara en casa.

Después de limpiar, Benjamín volvió a la cama. Se acostó después de saltarse todas las comidas y se cubrió con una manta de invierno un poco más gruesa de lo que tenía planeado. ¡No podía lograr quedarse dormido! Rodó y rodó, escuchó un ruido aterrador trás la ventana de la casa y comenzó a temblar, asustado por la visión del hombre entrando por su puerta para abrirle las piernas.

Y así, finalmente se hizo de mañana.

Tenía que ir a trabajar pero descubrió que tampoco podía salir de allí. Estaba aterrado y traumado así que tuvo que repetirse que una oportunidad como esa tal vez no volvería a presentarse nunca en su existencia. Se cambió, se arregló... Pero luego comenzó a pensar que cuando llegara al trabajo, el hombre iba a estar esperando precisamente por él. ¡Estando en casa era peligroso pero en el hotel era como si caminara directo a sus manos!
Benjamin cerró la cerradura y se aferró a ella tontamente. Había pensado varias veces sobre mudarse de vecindario pero por supuesto que no era nada sencillo. Para llegar hasta aquí, Benjamín tuvo que gastar más de la mitad de su fortuna inicial. Después de la guerra, los hijos de los nobles y los ricos ya de por si establecidos habían construido nuevas ciudades rodeadas de áreas verdes. Se quedaron en un refugio seguro y cómodo durante la guerra así que habían conservado por completo su salud y sus propiedades, pero eso no fue lo mismo para el resto. ¡La gente había quedado varias decenas de veces más pobre que nunca! Para sobrevivir, se mudaron de las ruinas en busca de nuevas oportunidad y mayores expectativas así que, ya que los rumores sobre Ciudad Nueva se extendieron por todas direcciones, comenzaron a llegar un gran número de personas pobres que intentaron entrar para vivir allí. Los ricos aceptaron al principio debido al agotamiento de sus trabajos actuales pero, a medida que los pobres acudían sin cesar, se erigió un muro para evitar el terrible aumento de la población. Tenían armas poderosas así que los pobres se vieron obligados a obedecer las reglas que establecieron para regularlo. Y mientras acampaban y esperaban en un lugar menos contaminado pero habitable, comenzaron a aparecer otras ciudades mejores y más grandes. Fue ese el caso de Ciudad Verde. La gente rica tomaba aviones y trenes para avanzar, pero no los pobres. Ellos se movían en secreto en trenes de mercancías o camiones que se caían a pedazos. Escondidos en una caja de carga para ir desde un lado para otro y viviendo con suciedad y enfermedades durante más de una semana. Miserables. Todo tan miserable. Y como la migración urbana tenía que atravesar zonas contaminadas, el pago por riesgo se volvió completamente exorbitante.

Benjamín llegó de niño.

Cuando vino hasta esa ciudad, con una familia saqueada debido a la reubicación, notó que todo a su alrededor estaba verdaderamente hecho un desastre. Ahora Benjamin estaba mirando la enorme pila de billetes en sus manos. El dinero que le había dejado ese hombre la noche anterior. No le gustaba en absoluto pero tampoco era como si pudiera dejarlo pasar así de fácil. El dinero que le había dado era una suma bastante grande y de todos modos, no era suficiente para permitir que se moviera de lugar. Es decir, recientemente el precio de todo se había incrementado a más de la mitad por lo que necesitaba toda la ayuda posible. Se había mudado para poder vivir como un ser humano y ahora pareció como si no tuviera más remedio que perderlo todo para irse de nuevo.

Con una expresión sombría y la manta todavía entre sus manos, suspiró con miedo en el momento justo en que se escuchó otro golpe sobre la puerta. Benjamín se sorprendió de inmediato y se ocultó un poco más bajo su manta, pero el estrépito nunca se detuvo y llegó un momento en que hasta pareció que pateaban la madera.

"¡Oye! ¡Abre la puerta!"

Era una voz familiar, diferente a la que esperaba encontrarse. Benjamín se levantó, salió con cautela para abrir la puerta y allí se encontró con el dueño de la casa, de unos cincuenta y cinco años, una gran barba y una barriga regordeta.

"¿Olvidaste que es el día en que pagas el alquiler?"

"Ah... Espere un poco."

Benjamín le ofreció una expresión preocupada. De hecho, lo había olvidado por completo tras lo ocurrido la noche anterior así que, después de mirar alrededor y meterse las manos a los bolsillos, inmediatamente dejó solo al dueño y fue a la habitación: El inmenso paquete de billetes seguía estando junto a la cama. Realmente no quería utilizarlo tan rápido, pero el trabajo no era tan generoso y no tenía otro lugar donde dormir en este momento.
Cuando sacó su alquiler mensual y se lo dio al propietario, el hombre contó el dinero e inspeccionó a Benjamín de arriba para abajo:

"¿Estás durmiendo aunque sea tan tarde? ¿No vas a trabajar?"

"Me estoy tomando un descanso porque estoy enfermo."

"¿Estás enfermo?"

El dueño habló más lento de lo habitual. En el pasado, solo aceptaba el dinero y se iba, pero hoy decidió que estaba bien mirar más de cerca en su expresión. Le preguntó de una manera completamente descarada:

"¿Estás en el negocio de la prostitución?"

"¿Qué? ¡No! ¡Yo no hago eso!"

"¿No?"

El dueño lo miró con una expresión más pegajosa que la de costumbre. Benjamín estaba molesto con lo que estaba sugiriendo así que lo imitó también como para retarlo. El hombre se guardó el dinero en el bolsillo.

"Pues si vas a hacerlo, procura que sea en silencio. Ya sabes, han habido un montón de quejas de los vecinos recientemente."

Se sintió como una prostituta de verdad, así que definitivamente pensó que sería un buen momento para morir. El dueño soltó una carcajada.

"Cuídate. Es difícil encontrar a un inquilino tan tranquilo como tú y que además, pague bien el alquiler mensual."

"Sí..."

"Oh y..." El dueño no trató de alejarse y se dio la vuelta de nuevo. Miró hacia un lado y hacía otro como si estuviera a punto de decir un secreto y luego, sonrió con satisfacción. Tenía un diente amarillo. "¿Sabes que tienes que pagarme una tarifa si vas a hacer negocios?"

"..."

"Todo lo de abajo, se hace pagándome . Lo haré al 7% ya que me caes bien así que... Solo se sentirá como si hubiera elevado un poquito más el alquiler."

Benjamin cerró la puerta de golpe sin decir una palabra. Escuchó gruñidos y maldiciones afuera pero, el propietario, que quedó satisfecho con el recibo del alquiler, pronto desapareció sin reclamar ninguna otra cosa.

Benjamin se desintegró, respiró hondo y se sentó en el pequeño sofá que tenía en la sala. Aunque ya estaba bastante deprimido y sin energía para ese momento, igual ese tipo se atrevió a venir así que había logrado revolverle la panza. Se avergonzaría si vendiera su cuerpo ¿¡Cómo es que se le ocurrió algo así!? Pensó que iba a vomitar pero, muy al contrario de eso, percibió como su estómago ya estaba gruñendo en reclamo a sus acciones. Benjamín suspiró, fue a la cocina con una evidente expresión de decepción y buscó en los cajones para intentar alimentarse. Por supuesto que no había nada para comer. No había logrado comprar el desayuno o almuerzo últimamente porque el hotel siempre se lo daba todo. Además, se llevaba las sobras y los residuos de los cuartos y se los comía sin dejar ni una pequeña porción. Ahora no tenía energía para salir a buscar más. Además, en la zona cero nunca era bueno deambular cuando el clima estaba tan apagado. Especialmente, no con un cuerpo en tan mal estado, como el suyo ahora. Era probable que lo secuestraran de inmediato o que solo lo mataran al notar que no ponía resistencia. Y si tenía de verdad muy mala suerte, podría ser violado o sometido a algunas de esas pruebas que hacían en humanos para controlar los efectos de la contaminación.

Benjamín revisó las sábanas y se sentó en la sala, agarrándose la camisa con una nueva expresión ansiosa. Originalmente era una casa que se sentía bastante fresca la mayor parte del tiempo, pero ahora tenía un escalofrío impresionante corriendo por su espalda por lo que abrochó el último botón de su camisa y gateó para buscar su otro abrigo.

Llamaron a la puerta otra vez:

"Paquetería".

Benjamín, que nunca había ordenado la entrega de algún paquete en su vida, curvó las cejas y se pegó un poco más a la puerta para escuchar mejor. Después de un rato en completo silencio, llamó de nuevo para decir:

"¿No está ahí?"

Tras una inspección más cercana, descubrió que el sonido no era tan feroz como el del propietario. Más bien era... Algo como un pequeño murmullo desde afuera. Hubo un sonido sordo de una caja al ser depositada en el suelo y después de un rato que se sintió eterno, escuchó también un par de pasos que se alejaban de su casa. Benjamin se puso nervioso pero, cuando finalmente no escuchó nada más, abrió la puerta con cuidado, miró hacia afuera y vio un gran ramo de flores y una canasta como de picnic frente a la entrada. Había una bonita tarjeta en el ramo. Le echó un vistazo antes de abrirlo y vio su nombre escrito con una caligrafía más que impresionante. No parecía que fuera un error así que Benjamin suspiró, evidentemente conmocionado por todo el asunto. Las flores frescas eran tan preciosas en esa parte de la ciudad que incluso en los hoteles solo se colocaban en pasillos y vestíbulos bastante específicos. A veces se veían alrededor de la zona cero, pero no tan constantemente como se pensaría. Sin embargo, ahora mismo, justo frente a sus ojos había unas flores tan frescas y tan bonitas como las que vería en un cuadro. Estaban muy bien empaquetadas y ¡Vaya! Era todo un espectáculo si tenía en cuenta que las cestas también eran un producto raro en los barrios marginales. En los escaparates de las tiendas rara vez se encontraban artículos como estos y cuando lo hacían, por lo general eran solo para exhibición así que se devolvían después de cierto periodo de tiempo. Benjamín se mostró cauteloso y lo abrió con bastante cuidado, pero pronto dejó caer la boca como si no pudiera creerlo. Y no lo hacía. Dentro había una linda cajita cubierta de tela que tenía además, dos cajoneras extra. Y cuando se abría la tapa superior, había una función de enfriamiento que se utilizaba para mantener en buen estado un par de cuencos. Eran alimentos que debían mantenerse bien fríos porque tenían cosas como ensaladas frescas y frutas. Le habían puesto un guiso cremoso, carnes a la brasa y verduras bien calientes. Cuando puso los dedos sobre la tela encima de la canasta, descubrió que todavía estaba llena de pan tibio junto con una inmensa variedad de mermeladas y mantequillas en pequeños frascos de vidrio. También había jugo fresco y leche en un termo de metal. Benjamín puso la comida en la mesa con una expresión cansada, se sentó en la silla que tenía más cercana y comenzó a cubrirse el rostro mientras suspiraba por tercera vez. Sabía bien quien lo había enviado, pero no podía permitirse tirarlo aún así. ¡No sabía que alguna vez tendría la oportunidad de comer estos alimentos en su vida! Su estómago se sentía como si fuera a dar un vuelco y su alma estaba más emocionada de lo que era correcto sentir. Benjamín tomó el pan frente a él, lo partió con brusquedad y se lo metió de inmediato en la boca. Por supuesto, era mucho más sabroso que la comida que había empacado del hotel. 

Benjamin, sin darse cuenta, abrió toda la canasta. Recogió la comida que había dentro y se la puso apresuradamente en la boca. Todo parecía recién hecho y por consiguiente, estaba bien fresco y muy calientito. El estofado fue lo mejor que había probado en su vida y no sabía ni siquiera cuanto tiempo había pasado desde que comió carne recién cocida. Y después de haber repetido esta acción por un rato verdaderamente muy largo, rápidamente recobró el sentido y dejó que la cuchara cayera contra la mesa. Ahora que lo pensaba, no debería haberlo comido tan deprisa. Ya que había faltado al hotel podía decirse que ya no tenía trabajo así que debería ahorrar dinero y comida también. Por supuesto, tampoco era como si tuviera refrigerador en casa para guardar el contenido de la cesta por lo que solamente podía darse el lujo de mantener el pan. Ya había pensado que cuando su situación mejorara, podría huir o encontrar un nuevo trabajo pero, mientras pensaba en ello y aquello, se deprimió porque eso significaba que tendría que dejar el lugar en el que se acababa de instalar. Incluso después de que le tomara tanto encontrarlo.

Cuando Benjamín llegó hasta aquí, acababa de convertirse en un adulto y no sabía absolutamente nada. Ni siquiera recordaba como era la vida junto con su familia ya que en ese entonces solo había montañas y campos a su alrededor. Para ganarse la vida en una gran tierra de cultivo, lo hacían justo como el propietario principal se los pedía y, por supuesto, solo necesitaban de una educación bastante menor para sobresalir. Si salían a la ciudad, había pequeñas escuelas y centros comerciales y la población era lo suficientemente pequeña como para que todos conocieran el rostro de cada habitante. Todas las familias eran numerosas así que la de Benjamin no fue la excepción. Tenían cuatro o cinco hijos al inicio y cuando finalmente llegaron a los diez, los pusieron al cuidado del ganado o a ayudar en la agricultura del terreno del abuelo. Benjamin tomó un camino diferente al de ellos cuando vio la oportunidad. Se fue de casa temprano para ganar su propio dinero porque sabía que la vida al aire libre no era para él. Pero no importaba cuán diligentemente tratara de vivir, el efectivo nunca llegaba o se mantenía y, a diferencia de su ciudad natal, la contaminación ambiental también había incrementando hasta volverse absolutamente grave. El primer lugar en el que trató de asentarse fue en una ciudad pequeña, no un lugar grande y desarrollado como la Ciudad Verde. Intentó vivir decentemente, pero la oportunidad no pareció llegarle nunca debido a la falta de alguna conexión. Era joven e ignorante del mundo y además, aunque tratara de ganar dinero trabajando duro, pareció como si nunca tuviera realmente una verdadera oportunidad. Cuando trató de encontrar una casa resultó ser exorbitantemente cara, e incluso cuando trató de conseguir un trabajo, le pedían mucho dinero para lograr tener una plaza. Más tarde se enteró de que había sido estafado así que incluso si iba constantemente para conseguir una devolución, seguían diciendo que se lo devolverían en algún momento. Un momento que nunca llegó.
Mientras contenía la respiración y buscaba oportunidades, escuchó las noticias sobre Ciudad Verde y la enorme cantidad de personas que iban con la esperanza de encontrar un trabajo justo allí. Cuando se enteró de que había gente saliendo a cada hora, tomó el dinero que tenía a mano, buscó transporte y se transladó directamente hasta la central. Sin embargo, hubo una notificación (claramente falsa) sobre haber robado la caja fuerte de su anterior jefe para poder viajar por lo que, después de ser golpeado y encarcelado durante más de un mes, pudo llegar apenas a algunas de las inmediaciones de la zona cero.

Y la vida en la zona cero era aterradora. 

Primero abordó un tren. Eran pocas personas esperando en la fila pero, cuando se subieron al vagón y comenzaron a amontonarse, la luz comenzó a desaparecer y la sensación de encierro se hizo verdaderamente insoportable. Tenía que pasar una semana antes de llegar. No había inodoro separado, por lo que podía verse toda la suciedad en una esquina, soltando un olor insoportable que provocaba que todos se pusieran a vomitar.

La zona cero era mucho más grande que su ciudad original. Los rascacielos que veía a través de las ventanas parecían ser de otro planeta y la iluminación de las aceras daba la ilusión de que todo comenzaba a brillar... Pero ahora había decidido no confiar en nadie para no volver a ser engañado. Por supuesto que al principio también lo estafaron un montón de veces y por supuesto que también existieron momentos en los que su vida pareció estar en peligro real. Pero si había algo sospechoso, entonces tenía la suficiente inteligencia como para huir de allí primero. Vivió muy duro y trabajó muy duro también, día con día para recibir la ciudadanía de Ciudad vieja. Aunque obviamente tener la ciudadanía no era un gran acontecimiento, era necesario para conseguir un trabajo y algo de comer. Eran muchos pasos en realidad: Haber vivido más de tres años en la zona cero y haber sido debidamente registrado también. Tener un lugar de residencia y trabajar durante al menos tres años en un lugar concertado por una agencia de empleo. Por consiguiente, para obtener la ciudadanía tuvo que soportar un salario extremadamente bajo y condiciones precarias. Se quedaba en un lugar parecido a un dormitorio, pero con ocho personas que compartían una habitación con él. La habitación estaba llena de cuatro literas y armarios y nadie se detenía a cuidarla nunca, por lo que siempre había un horrible mal olor. Ni siquiera se ocupaban de la comida adecuadamente, por lo que solo vivían con botes medio vacíos de pasta para hervir.

Benjamin se tapó la boca al recordar ese momento. Es decir, ahora había comida deliciosa en sus manos y tenía una casa únicamente para él. Pero cuando pensaba sobre todo su pasado, sobre todo lo que hizo para sobrevivir, irremediablemente comenzaba a sentir muchísimas náuseas.

Sin esfuerzo, tratando de aclarar sus pensamientos, organizó las sobras y se sentó de nuevo en el sofá ¿Era por la sopa? Tras comer, sus nervios se habían suavizado un poco así que, aunque quería morir hace un momento, ahora solo estaba un tanto estupefacto. En estos casos descubría que el cuerpo humano era realmente muy simple. Benjamin se recostó al pensar que ya no había más que hacer y se quedó dormido en algún momento de la tarde, despertándose de nuevo solo con el sonido de la puerta al abrirse. 

Alguien había abierto la puerta de madera sin llamar.

Benjamin se asustó por la sombra entrante y se levantó gritando:

"¿¡Quién es!?"

Una luz brillante golpeó su campo de visión así que Benjamin cerró los ojos y volvió la cabeza.

"¿Por qué está tan oscuro? ¿No te gusta tener las luces encendidas?"

Era la voz del hombre.

Benjamin sintió la piel de gallina y dio un paso para atrás, aunque igual había quedado completamente atrapado por el sillón. Cuando se sentó, la luz blanca que había iluminado parcialmente la casa pareció apuntarle a la cara así que, solo en ese momento, descubrió que era una linterna. El hombre llevaba una linterna en la mano que ahora había dejado boca abajo sobre la mesa, haciendo que la oscuridad en el interior se volviera lo suficientemente brillante como para poder ver.

"¡Vete! ¡Ahora mismo!"

Benjamin agarró el sofá y abrió la boca, tartamudeando. Frente a él estaba un hombre vestido de manera muy diferente al día anterior, aunque por supuesto, seguía pareciendo perfectamente organizado aún así.

"Yo... No soy la persona que estás buscando".

"¿Cómo sabes a quién estoy buscando?"

Ante la pregunta del hombre, Benjamin inmediatamente se puso de color azul. Se dio cuenta de que al parecer había dicho algo sin sentido... El hombre se acercó a él mientras lo veía temblar.

"¿Por qué haces así? ¿Tienes frío?"

Benjamin se sorprendió cuando tocó su mano, así que inmediatamente después lo empujó. En realidad, lo había hecho tan fuerte que hasta se sorprendió un poco de si mismo, pero el tipo estaba actuando como si no hubiera sentido nada además de calor.

"Yo... No sé quién eres. Por favor vete."

"Una mentira de nuevo."

El hombre sonrió con frialdad mientras levantaba el cuerpo de Benjamin entre sus brazos. Benjamin se inclinó, se retorció y comenzó a patearlo con todas sus ganas, pero estaba tan apretado que fue inútil.

"¿Por qué no te lo comiste todo? Creí que eso iba a gustarte así que me disculpo si me equivoqué."

Contrariamente a la falta de calidez en sus ojos, su voz demostró ser infinitamente amable y tierna. Benjamin tenía más miedo de eso que de su faceta de monstruo así que, de alguna manera, pareció como si tratara de salir de entre sus brazos de nuevo para ponerse a caminar.

"Solo soy una persona que vive aquí. Soy un hombre cualquiera. Un trabajador. Creo que entendiste mal y buscas a alguien que se parece a mí."

"No me gusta que estés bromeando".

La voz del hombre cambió en un instante. El cuerpo de Benjamin se estremeció al recordar lo que había pasado la noche anterior así que, al mismo tiempo en que le llegaba un terriblemente presentimiento sobre lo que podía llegar a pasar, el hombre elevó un poco más su cuerpo hasta hacer que gritara algo muy parecido a "¿¡Qué estás haciendo!?" Y comenzara a estremecerse otra vez para intentar pegarle. Su cuerpo flotaba en el aire, colgando del hombro del hombre como si fuera un costal de papas. Benjamin sostuvo aquel cuerpo con ambas manos y aunque lo empujó una y otra vez y otra vez más, su oponente ni siquiera se movió un centímetro. Más bien, sonrió como si le hubiera hecho cosquillas y después decidió que era mejor tirarlo en la cama.

Benjamín, que aún no se había recuperado por completo, gimió de dolor y se derrumbó entre las sábanas. Intentó encogerse en su lugar para protegerse pero sus piernas estaban bien levantadas para ese momento. Al instante siguiente, descubrió que le había bajado los pantalones junto con la ropa interior. El hombre le dio la vuelta y le abrió las nalgas con ambas manos.

"¿Es común para ti tener un cuerpo tan travieso como este?"

"¡Ah!"

El cuerpo de Benjamin se endureció ante la sensación del aire fresco golpeando su entrada y luego, lo hizo por el dedo entrando de repente. Mientras gritaba, el hombre arañó lentamente su pared interior para decir:

"Todo se ha ido."

"¡Uf, sácalo ya!"

"¿Lo raspaste tú solo? En ese caso sería un poco triste porque mi verga quería hacerlo por su cuenta."

Y cuando lo tocó, las lágrimas brotaron de sus ojos, el calor se le elevó hasta las alturas y sus pies y piernas parecieron extenderse por si mismas. No le gustaba la manera en la que estaba actuando y definitivamente odiaba mojarse de inmediato en cuanto estimulaban su trasero. Trató de resistir tanto como le fuera posible mientras tomaba la sábana a su lado pero, mientras dejaba caer la cabeza, sintió esta vez esa enorme agarrándole los pechos.

"Es porque estás seco que tus pezones son pequeños".

"¡Ah!"

"Necesitas quedar embarazado de inmediato. De esa forma, crecerán lo suficiente como para que pueda succionar". El hombre movió su cuerpo hacia un lado, acomodando su espalda con una mano mientras continuaba frotando su pecho con la otra. Y mientras lloraba, el hombre de repente se inclinó y lo cubrió para decirle: "Por eso también necesitas comer mucho y ganar algo de peso. Si no ¿Cómo vas a amamantar a tu bebé?"

"¡Basta!"

El hombre tiró de su pezón con fuerza. Detrás de él, se oía el sonido cada vez más húmedo de su ano. Aumentando en intensidad como lo hacían las lágrimas en sus ojos.

"¡Yo soy un hombre! ¡No puedo quedar embarazado!"

"¿En serio?"

Pero el hombre no estaba en absoluto confundido. Mientras sonreía y le bajaba todavía más los pantalones, la mente de Benjamin pareció comenzar a vagar por toda la habitación hasta lograr que cada cosa frente a él se pusiera oscura. Cuando el hombre vio su cara, enrojecida y llevando un traje que le hacía ver, chasqueó la lengua y levantó su mano.

"Que maleducado."

No lo había sentido antes, pero ahora estaba seguro de que había dos dedos enormes moviéndose dentro de él para ese momento. ¡Estaba completamente aterrorizado! El pene del hombre pareció comenzar a alinearse con su entrada así que, por mucho que tratara de cerrar las piernas o de cubrirse el torso, su cuerpo y su ano ya se estaban sacudiendo como si no lo quisieran obedecer.

"Y los tipos maleducados necesitan ser entrenados adecuadamente".

"¡Aaah!"

"Mira nada más esto. Si te gusta tanto, ¿Por qué mientes?"

Cuando el enorme pene lo golpeó, Benjamin ni siquiera pudo emitir un sonido claro. Su interior ya se estaba aflojando lo suficiente debido al trabajo de su mano por lo que no se sentía completamente como si le estuviera desgarrado, pero si parecía como si su cuerpo se partiera por la mitad. Luchó con el dolor, manteniendo la boca bien abierta como para comenzar a gritar de nuevo... Pero el hombre solo sacudió la espalda desde atrás y ensanchó el interior tanto como pudo.

"Incluso si dices que duele, derramas tanto líquido como para volverte pegajoso."

"¡Ah! ¡Ah, ah, ah!"

Pero aunque su interior ya estuviera más que empapado, Benjamin no estaba sintiendo placer en absoluto.

"Oye, no... ¡Ah! ¡Ah!"

"¿Por qué finges no amarlo incluso cuando mueves tan alegremente tu culo?"

Cada vez que su pene se atascaba dentro de él, Benjamín sentía poco a poco un picor increíble en la base del estómago. Movió su trasero desde abajo, estiró un poco más las piernas y cuando su cuerpo se tiñó completamente de rojo, la espalda se le sacudió tanto que pareció como si el hombre sonriera de satisfacción:

"¿Es tan bueno?"

"¡Ah! ¡Detente! ¡Detente por favor!"

Pero la persistencia siguió por muchísimo más tiempo. El hombre agarró el pecho de Benjamin en rebelión.

"¡Oooh! Duele, ¡Duele! Ah, déjame ir ¡Déjame ir!"

Por supuesto que el hombre no lo soltó. Más bien, levantó la parte superior de su cuerpo y le frotó el pecho con todavía más rabia. Benjamin lloró y suplicó, casi gritando:

"¡Estaba equivocado ¡Ah! ¡Estaba equivocado y me disculpo!"

Benjamin se disculpó frenéticamente para intentar aminorar el ambiente. Pero era tan doloroso que cada vez que le apretaba los pezones con fuerza, su cuerpo se retorcía al mismo tiempo y el pene, que estaba llenando un agujero lo suficiente estrecho, se empapaba y se empujaba cada vez más y más.

Y cada vez que eso ocurría, el líquido ardiente de su semen se filtraba hasta hacer que Benjamín, que había quedado de rodillas, se quejara de nuevo:

"Lo siento. Ya dije que lo siento así que, así que... Oh por favor ¡Por favor! ¡Aaah!"

"¿Quieres ser perdonado?"

"Uf, sí. Ah. Lo siento. Lo siento. ¡Ah! ¡Ahhh!"

"Entonces deberías ser más amable conmigo, mamá ."

El hombre le susurró esto dulcemente contra el oído. Cuando escuchó la palabra "mamá", Benjamín pareció como si ya no tuviera más oxígeno que almacenar dentro de los pulmones. La diferencia de edad entre las dos parecía demasiado pequeña para que fuera posible. El hombre tenía alrededor de veinte años y Benjamín parecía tener poco más de treinta. Además, a diferencia de ese hombre que parecía todo un cabrón sin importar por donde se mirara, Benjamin era la persona más apacible del planeta. (Y tenía una complexión bastante parecida a la de cualquier habitante en la zona cero) Es decir, la textura de su piel era áspera, su cabello estaba encrespado debido a la exposición a la luz solar intensa y siempre parecía estar en los puros huesos. Conceptualmente era imposible, pero el hombre había utilizado casualmente esa palabra por lo que ahora había nuevas dudas.

"Ah, ah..."

Benjamin murmuró otra vez, perdido completamente en su mente. El hombre le había levantado una de sus piernas para que pudiera eyacular así que ahora estaba dando la completa impresión de un perro orinando. Y mientras Benjamín estaba asustado por ello, el hombre simplemente entraba más profundo y más severo que nunca antes. Empujando y empujando hasta que Benjamin aulló como un animal en celo ante el insoportable placer que se le otorgó a un de por si ya muy acalorado cuerpo.


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