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ATADO A TÍ por Kitana

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Anthony se quedo solo de nuevo. ¿Cuánto tardará esta vez en regresar? pensaba, por lo general Brad  no se quedaba más de una noche  y casi siempre desaparecía por semanas enteras después de sus visitas. Anthony ya se había acostumbrado a eso, era ya parte de su vida después de casi cuatro años y en realidad las cosas no habían sido diferentes antes de conocer a Brad.  Apenas tenía tiempo de ducharse y prepararse para ir a trabajar, pero prefirió quedarse un poco más en su cama deshecha e impregnada con el aroma de Brad. Luego de unos minutos, Anthony se levantó y fue directo al baño. Mientras el agua caía sobre su piel evocaba las caricias de Brad y sus enigmáticos ojos azules.

 

 

 

Después de vestirse y arreglar su cabello, Anthony salió con rumbo a su trabajo. Tenía que darse prisa si no quería llegar tarde. Era maestro de danza en un prestigiado colegio para señoritas al sur de la ciudad. Gracias a ese trabajo había conocido a Brad. Brad era un tipo peculiar. Reservado en extremo y que no hablaba si no era estrictamente indispensable. Sabía muy poco de él,  casi todo rumores; lo único que sabia  de cierto era que Brad había estado casado con una mujer casi veinte años mayor que él, que estaba podrido en dinero, que no  tenía muchos amigos, si no es que ninguno y que a pesar de las críticas, no le interesaba ocultar su gusto por las personas de su mismo sexo.  Pero eso era todo, había muchas cosas que Brad jamás iba a explicarle. Y por supuesto que él no iba a preguntar, nunca hacia preguntas porque Brad jamás daba una respuesta clara y él se había cansado de recibir solo evasivas.

   

Enfundado en uno de esos conjuntos deportivos que sabía le sentaban perfecto, Anthony bajó al estacionamiento para buscar su auto, regalo de Brad, por supuesto, como cada una de las cosas que podía decirse tenía.

 

 

 

Llegó al colegio repasando cada detalle de su noche con Brad, no podía evitar recordar el contacto de los labios de Brad sobre los suyos, el modo que los labios de ese hombre habían explorado cada milímetro de piel, cada rincón de su cuerpo que para él no guardaba ya ningún secreto. Sin duda Brad sabía despertar en él sensaciones que no creyó jamás que experimentaría. Anthony dejó su auto en el lugar de siempre y entró en el viejo edificio que albergaba al colegio. Se dirigió a la sala de maestros como todos los días y como todos los días se sentó al lado de Isabel para compartir una taza de café.

 

- ¿Ya te decidiste a ir a la fiesta de esta noche?- preguntó Isabel. – Recuerda que todos estamos invitados, hasta la pobre Emily. Todos lo benefactores del colegio estarán ahí.

 

- La verdad no estoy de ánimo para irme de fiesta, ha sido una semana difícil... tú sabes, fin de cursos y muchas niñas locas. – dijo Anthony con una sonrisa.

 

- Anímate, Jorge se ofreció a llevarnos, él te llevaría de vuelta a casa en cuanto tú se lo pidieras, vamos amigo favorito, no me abandones. ¿Qué dices? ¿Vienes?

 

- No sé… déjame pensarlo.

 

- Bien, entonces piénsalo, pero no demasiado.- Isabel tomó sus cosas y abandonó la sala de maestros. Anthony se tomó un minuto para ordenar sus cosas y enseguida se dirigió a su salón. Al salir se topó con Gabriel, otro maestro.

 

- Hola, ¿irás a la fiesta? – preguntó Gabriel con los ojos clavados en el piso. Anthony sonrió, le divertía la actitud de Gabriel cada vez que se encontraban solos; le gustaba jugar con él.

 

-No sé, quizá: Isabel está tratando de convencerme.- dijo Anthony con una sonrisa seductora.

 

- Sí te decides, te veré allá.- respondió Gabriel, Anthony volvió a sonreír. Pero su sonrisa se borró cuando por su mente pasó como una ráfaga la mirada helada de Brad. Gabriel se fue y él continuó su camino. Al llegar al salón, todas sus alumnas lo estaban esperando, era el último día de clases. Se sentó de espaldas a la puerta como era su costumbre y comenzó a hablar. Estuvo a punto de quedarse callado cuando sintió una intensa mirada a sus espaldas. No resistió la tentación y volteó solo para toparse con los gélidos ojos azules de Brad que no dejaba de mirarlo mientras escuchaba sin atender a la directora. Se levantó y cerró la puerta, no quería darle importancia, pero estaba seguro que la visita de Brad no era sino otra de las “inspecciones” a las que Brad lo sometía periódicamente. Era inútil ocultarle algo, tarde o temprano se enteraba de lo que sea. Dio comienzo a la clase. No le pasó desapercibido que Brad llevaba la misma ropa que llevaba cuando salió de su departamento.

   

Durante el resto de la mañana Anthony no pudo sacar a Brad de su cabeza, no podía concentrarse. Para cuando llegó la última clase estaba tan inquieto que no veía la hora de irse. Consideró la idea de inventar una buena excusa y largarse a casa. Pero pudo concentrarse lo suficiente como para poder continuar. La idea de la fiesta había comenzado a entusiasmarlo, a pesar de que la reacción de Brad no iba a ser precisamente de alegría al encontrarse con él en la fiesta. Con esas cosas en mente salió a la puerta del salón para recibir al último grupo al que debía darle clase ese día. Era un grupo bastante latoso, 25 chicas de 15 años que lo devoraban con la mirada. Pero había una en especial que lo tenía loco, Amanda. Sabía que para la chica aquella clase era una suerte de tortura y que haría hasta lo imposible  para que la echara de la clase como había sucedido en muchas otras ocasiones. Odiaba la forma en que la niña  lo miraba, sabía con solo verla que le era muy antipático. Trataba de no darle importancia pero era difícil considerando que la chica conocía a Brad. Pero en ese momento todo podía irse al infierno, nada le importaba más que volver a encontrarse con Brad.

   

Se sintió aliviado cuando el timbre anunció el final de las clases. Con la velocidad característica en él, recogió sus cosas y salió del salón después de decir adiós a las chicas. Algunas chicas suspiraron al verlo irse, Anthony se percató de que Amanda lo siguió con los ojos. Ella estaba al tanto de que Anthony y Brad se conocían, y no confiaba del todo en las intenciones de Anthony, ni sabía porque Brad tenía tanto interés en que nadie se enterara de lo que fuera que había entre ellos. No entendía a Brad, estaba segura de que nadie podía entender a ese hombre, nadie en el mundo podía entenderlo. Anthony también lo creía y aunque jamás lograría  entenderlo, se aferraba a él y se rehusaba a dejarlo… a pesar de todo seguiría con él.

    

Después de acordar con Isabel a que hora irían ella y Jorge a recogerlo a su departamento, Anthony se fue a casa. De camino a su departamento Anthony se detuvo en un cajero automático para consultar su saldo. Esta vez Brad había depositado el doble de lo acostumbrado, eso solo podía significar dos cosas, una que iba a estar ausente por mucho tiempo o que esperaba ver a Anthony en la fiesta de esa noche. De inmediato pensó en comprar esa preciosa camisa de seda azul cielo que había visto con  Isabel el día anterior.  Así que en vez de ir a casa, se desvió para ir a comprar esa hermosa camisa y el traje que le hacia juego.

 

 

 

Después de hacer sus compras, Anthony se detuvo a comer algo en un restaurante  cercano a la tienda. Estaba impaciente por ver la reacción de Brad cuando lo viera usando sus nuevas ropas. Con mucho ánimo regresó a su departamento. Se sentía cansado y pensó que lo mejor sería tomar una siesta y un baño antes de prepararse para ir a la fiesta. Tenía tiempo de sobra.

 

 

 

Sí que se sorprendió cuando al entrar a su habitación se encontró a Brad dormido en su cama.  Se acercó un poco a él.  Brad estaba profundamente dormido. Se quedó un momento junto a la cama para verlo dormir abrazado a la almohada. Brad se veía hermoso, tan tranquilo, tan inocente y casi indefenso. El gesto infantil en su rostro hizo que Anthony lo encontrara todavía más atractivo. El contraste tan marcado entre su cremosa piel blanca y sus cabellos intensamente negros era espectacular. Anthony decidió dejarlo dormir, sí lo despertaba seguro que se pondría de mal humor. Debía estar muy cansado como para  no despertar al sentir su presencia ahí. Brad tenía el sueño muy ligero, cualquier ruido era capaz de despertarlo, por minúsculo que fuera.

 

 

 

Anthony se dio un baño rápido, le dolían los pies. Después del baño se sintió mucho mejor. Había decidido quedarse en casa. Llamó a Isabel para decirle que no iría a la fiesta. Mucho más tranquilo, aunque algo decepcionado, se instaló en el sofá para pasar la tarde viendo películas. No dejaba de pensar en que Brad estaba durmiendo en su cama, le pareció extraño. Lo dejaría dormir, no iba a pedir explicaciones, ni Brad iba a dárselas, así eran las cosas. Él sabía que una de las razones por las que él y Brad seguían viéndose era precisamente que él jamás preguntaba nada ni intentaba saber más que lo que Brad decía.  Brad siempre repetía que no había mucho que hablar porque sabían lo necesario uno del otro. Aunque esta vez sí que no esperaba a Brad, él jamás volvía tan pronto. Anthony siempre se decía a sí mismo que para Brad el teléfono era un invento absurdo, jamás llamaba, solo cuando tenía que hacer alguno de esos misteriosos viajes de los que jamás hablaba.

 

 

En ocasiones Anthony pensaba que Brad no tenía una razón precisa para estar con él. Siendo como era, podría conseguir fácilmente lo que él le daba sin tener que dar absolutamente nada a cambio.  Pero con Brad nunca se sabía, a veces parecía que las cosas que hacía no eran sino por impulso, sin tener una razón precisa para hacer tal o cual cosa, sin un objetivo o motivación. Nada más lejano a la verdad. Cada uno de los actos de Brad estaban dirigidos a un objetivo perfectamente delimitado que por regla, solo el propio Brad conocía. Jamás dejaba nada al azar ni permitía que nada se escapara de su control. Anthony sabía que Brad era un tipo en extremo calculador.

 

 

 

Pasadas las ocho de la noche Brad se despertó. Anthony lo escuchó ducharse. Poco después deambulaba por la cocina, y finalmente se reunió con él en la sala. Simplemente se sentó a su lado en el sofá. Anthony no dijo ni siquiera hola. No quería comenzar una pelea.

 

- ¿Qué es esto?- dijo Brad levantando del piso la bolsa de la tienda donde Anthony había ido de compras. –Bonita camisa.- dijo Brad sacando la camisa de la bolsa – Así que planeabas ir a la fiesta.

 

- ¿Por qué estás tan seguro de que ya no iré?

 

- Fácil. Son más de las ocho de la noche y estás aquí sentado viendo películas, no te has cambiado ni te has peinado, así que es obvio que no vas a esa fiesta.

 

- Es cierto, no voy a ir. – dijo Anthony un poco triste. No se le ocurrió nada mejor que hacer que quedarse callado.

 

- Estás mejor aquí, créeme, allá se va a poner feo.

 

- ¿Qué quieres decir con eso?

 

-¿Yo? Nada, solo que no será agradables. Ya te enterarás. Conociendo a tu amiga Isabel te apuesto doble a nada que mañana temprano te llamará para contártelo todo. Créeme, esa fiesta va a ser de todo menos divertida. – dijo Brad de mala gana.- es mejor que te hayas quedado en casa, no te iba a gustar involucrarte en ese asuntillo. Alguien se metió en un lío gordo con alguien que tiene peor carácter que yo. Esto va a ser de antología. Pero por ahora será mejor que yo mantenga cerrada mi enorme bocota.

 

- ¿Hace cuanto que llegaste?- dijo Anthony para desviarse del tema, Brad se rió.

 

- Ni idea… ¿eso importa? No, no tiene importancia. Solo quise estar aquí, contigo, ¿te molesta?  Por que si es así me puedo ir a un lindo hotelito.

 

- Claro que no me molesta, ¿desde cuando me preguntas sí algo me molesta?

 

- Nunca lo hago ¿verdad? Bueno no te acostumbres, esto solo fue para romper la rutina. – dijo con su más cínica sonrisa – Pienso quedarme unos cuantos días, no muchos. No voy a molestarte.- dijo Brad sin dejar de mirar a Anthony, parecía que lo estudiara.- No nos irá mal, te lo prometo. Ah, por cierto… ese tipo que te ha estado rondando, ¿Gabriel? Será mejor que dejes de perder el tiempo con él, deja de coquetearle, es lo mejor para todos, en especial para él.- le dijo Brad con en ese tono entre soberbio y cínico que acostumbraba emplear cuando estaba molesto. Anthony se dio cuenta de que había metido a Gabriel en un grave problema.-  ¿Te gustaría salir a cenar? No vamos a permitir que este lindo traje se quede en la bolsa ¿o sí? – Brad le guiñó un ojo y le sonrió de forma seductora, podía ser el tipo más encantador del mundo cuando se lo proponía. Anthony tomó la bolsa y se dirigió a su recámara, Brad lo siguió. Él lo contempló vestirse, como en otras ocasiones, simplemente miraba sin decir ni una palabra y sin variar esa impávida expresión en su rostro. Mientras Anthony se peinaba frente al espejo, Brad hurgaba en el closet en busca de un traje adecuado para ir a cenar a un lugar elegante. Finalmente se decidió por un traje negro, corbata color oro y una camisa de seda negra. – Creí que las había perdido, ni idea de que pudieran estar aquí. – dijo al toparse con untar de mancuernillas de oro blanco con sus iniciales grabadas que se apresuró a colocar en los puños de su camisa. Anthony lo miró detenidamente. Se veía espectacularmente guapo. – Tony vamos, quiero cenar algo rico.- dijo Brad jalando a Anthony fuera del departamento. Él no replicó, estaba embelesado contemplando a ese hermoso chico llamado Brad que no se apenaba de llevarlo del brazo como lo habían hecho otros…

 


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