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Placer nocturno por PrincessGisel

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-Oh, ¿qué tenemos aquí? – dijo una voz. Damián levantó la cabeza que apoyaba en sus rodillas, temiendo lo peor y se quedó estupefacto al ver un gato negro enfrente suyo con la mirada fija en él. La frase había sonado en su cabeza o resonado en todo el pasillo. No estaba seguro. Pero nunca escuchó en su vida algo tan fascinante.

- ¿Cuánto tiempo llevas ahí sentado? -el felino estaba apoyado en sus patas traseras y seguía mirándolo en silencio con sus ojos como una noche de medialuna y una única estrella.

Pensó que era el animal quien hablaba, aunque no lo había visto mover siquiera un poco sus fauces. Era increíble, pero también era lo menos extraño que había visto en las últimas horas. Después de todo se encontraba en una casa embrujada cuyos pasillos y objetos se movían solos de lugar, se oían pasos provenientes de un algo invisible, había cosas retorciéndose en la oscuridad y criaturas aterradoras al acecho en todos los rincones, debajo de las camas, en el armario del baño, en el ático, en la bañera…

Sus amigos desaparecieron sin dejar rastro y ni siquiera tuvo tiempo de imaginar lo que podría haberles sucedido. Se había quedado solo. Y corrió por todos lados huyendo al menor indicio de peligro. Cuando se dio cuenta de la repentina quietud de la mansión no pudo evitar apoyarse en la pared de un corredor, abrazar sus rodillas y romper a llorar con desconsuelo. Por eso, no vio venir al animal. La pequeña criatura de un bello pelaje oscuro parecía de lo más inofensiva y normal, que resultaba desconcertante.

De repente, como si una corriente eléctrica hubiese recorrido su cuerpo, Damián pegó un brinco y chocó con el muro a su espalda. Un pensamiento le había hecho reaccionar: si esa cosa era uno de esos bichos que se había encontrado antes dudaba mucho que pudiera escapar.

- ¿Qué eres? - preguntó mientras meditaba internamente si debía salir corriendo. El gato viró la cabeza siguiendo sus movimientos.

- Algunos me llaman un dios -Le pareció que tenía un matiz de diversión- otros, demonio. Pero, puedo ser cualquier cosa… Incluso una persona. -El chico se quedó atónito. Por un segundo, el miedo que sentía fue superado por la curiosidad. Aquello, fuera lo que fuera, no era ordinario. El ser por alguna razón había adquirido esa apariencia, tal vez para acercársele. Después de todo, los gatos tienen una apariencia benigna y pertenecían al mundo que conocía. Le asombraba la conclusión a la que llegó su mente, aunque no estaba seguro de que fuera acertada.

- ¿puedes transformarte? -inquirió Damián- ¿Cómo?

-…Así- el animal se incorporó y fue engullido por una densa oscura que se alargó tomando la forma de una silueta humanoide. Inmediatamente después surgió un hombre joven de piel lechosa y ojos ónices. Vistiendo una camisa de mangas largas y pantalón negro.

- ¿puedes ayudarme a salir de aquí? -suplicó al borde de las lágrimas sujetándose del borde de la camisa contraria. No supo qué le hizo tener un poco de esperanza. Quizás había sido la figura frente a él, humana y reconfortante en contraste con todo lo que había visto desde que se despertó.  Ni siquiera fue consciente del inquietante silencio de la casa. Solo esperaba una respuesta por parte del demonio. Este pareció sorprenderse por su reacción, pero luego sonrió. En sus orbes azabaches apareció un brillo misterioso.

- Esta bien- Su voz era una melodía. Extendió una mano en su dirección y Damián levantó la suya. Sin embargo, se detuvo dubitativo. Recordó diversas historias sobre pactos con demonios y seres del inframundo, donde dichas criaturas pedían un pago por cumplir los deseos terrenales de sus invocadores.

- ¿No vas a pedirme algo a cambio? -preguntó mirando fijamente la mano y luego el rostro contrario. El otro no contestó y Damián sintió que se acrecentaba su nerviosismo.

-si quisiera hacerte daño… ¿no crees que he tenido varias oportunidades para hacerlo? -Damián abrió los ojos sorprendido por la declaración. Le sostuvo la mirada y le pareció ver una expresión de afectuosa en los ojos negros. -No voy a pedirte nada - dijo el demonio. Las lóbregas noches de tu vida han sido suficientes.

Damián frunció el ceño confundido. No comprendió lo último que dijo, pero luego pensó que se refería a que afuera ya era de noche (él había entrado en la casa cuando se ponía el sol y el cielo se tenía de un color naranja rojizo) y el sufrimiento suficiente esa noche y todas las anteriores de su vida o las que se avecinaban habían sido suficientes. Tomó la mano.

-vamos, te llevaré a la salida- el chico lo guio por los pasillos con tranquilidad. De no ser por el suave tacto de la piel nívea y el cansancio de sus piernas creería que se encontraba soñando. No hubo movimientos extraños en las sombras ni ningún monstruo hizo acto de presencia. La casa se mostraba como lo que era: un sitio abandonado. Pero eso era lo que había pensado él cuando entró con sus amigos. Nunca había creído realmente en lo sobrenatural y por eso la prueba de valor le pareció una tontería.

Cuando llegaron al salón recibidor la puerta principal estaba abierta y en la calle una tenue luz rojiza se reflejaba contra el asfalto. Por un momento le pareció que en el exterior no había trascurrido el tiempo. Pero el firmamento celeste y azul pardo le indicó que amanecía. Dio un par de pasos al frente pasando por debajo del umbral para sentir los primeros rayos del alba. Realmente había logrado salir. Sintió que le escocían los ojos. Se giró con una sonrisa agradecida. Sin embargo, no vio a su salvador. El portal estaba cerrado y la vivienda bañada de un fulgor cálido tenía un aspecto tan tranquilo que ocultaba cualquier signo de letalidad.      


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