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El Poder Para Proteger (Todo va a ir bien) por dominadaemoni

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—Todo saldrá bien, Rey —dijo Totsuka. Tocó suavemente los dedos de Mikoto, interrumpiendo su oscura melancolía.

Mikoto no sabía cómo ni por qué, pero Totsuka tenía una intuición infalible para las cosas que él necesitaba. Y en este instante, lo que realmente necesitaba, era la seguridad de que sus acciones fueran correctas.

En este mismo momento, todo HOMRA, los miembros de su clan, estarían buscando en los terrenos de la antigua fábrica, donde el escondite de Pale debería estar de acuerdo con la información dada por el abogado. Sólo Totsuka, Anna y el propio Mikoto se habían quedado en la camioneta móvil de color rojo oscuro, estacionada en un callejón no muy lejos del lugar.

Anna estaba sentada en una esquina jugando con sus canicas rojas sobre la pequeña mesa, sin prestar mucha atención a los dos hombres. Mikoto envidiaba a la niña por su tranquila compostura. Él, por el contrario, estaba nervioso y malhumorado.

Ni siquiera veinte minutos antes, la Espada de Damocles Roja había aparecido en el brillante cielo azul indicando que su gente había encontrado a Pale y que ya estaban luchando contra él.

Mikoto no había sentido el poder de su fuego ni una sola vez en los últimos días, pero dado que su Espada había aparecido en lo alto, algo también estaba desgarrándose permanentemente en su núcleo.

Lo estaba agotando. El Rey Dorado probablemente tenía razón: todavía existía algún tipo de conexión entre Mikoto y su Sanctum. Al ver su espada colgando sobre la ciudad, sin sentir el aura roja llenando sus venas, algo simplemente se sentía mal.

No le era familiar tener que ver una pelea desde el costado. Lo odiaba. Por lo general, estaría en el centro de la acción, donde podía dejar que su poder se liberara. Perder el Aura Roja había cambiado esto.

«Me he vuelto inútil» pensó con amargura, encendiendo otro cigarrillo. Ya había una docena de colillas de ellos amontonándose en el cenicero, testigos de su extrema ansiedad.

—Los chicos son buenos y sabrán cómo manejar la situación —continuó Totsuka—. Lo harán caer. Jugar contigo significa jugar con nosotros. Y nadie se sale con la suya jugando con HOMRA.

Las palabras alentadoras no hacían nada para que Mikoto se sacudiera la sensación de que algo iba terriblemente mal. Desde que se había convertido en Rey siempre había confiado en su propia fuerza. No, había sido así incluso desde antes. La gente siempre solía seguirlo, no al revés. Nunca le había gustado depender de la habilidad ó el juicio de alguien más.

Tal vez la razón de su inquietud era únicamente el hecho de que aparecían más y más grietas en su Espada. Cada nueva grieta le provocaba una punzada de dolor silencioso detrás de su plexo solar. Esto ciertamente era razón suficiente para inquietarse. Cuando su espada fuera a desmoronarse y quemarse, querría, por lo menos, que fuese a causa de sus propios actos.

Mikoto dio otra calada y exhaló el humo con un suspiro. Ansioso, marcó un ritmo con el pie en el suelo, haciendo que el llavero en su cadera sonara con cada movimiento.

—Lo verás, Mikoto. Kusanagi San llamará en cualquier momento para decirnos que todo salió como lo planeamos.

—¿Cómo puedes estar tan seguro? —preguntó Mikoto. Totsuka era, aparte de Anna, el miembro más débil de HOMRA, considerando el poder de su Aura. Mikoto nunca había entendido cómo Totsuka siempre mantenía la calma aunque en realidad no poseyera una habilidad que demostrara ser útil en una pelea. Al menos que esperases seriamente derrotar a un posible oponente con un enjambre de mariposas hechas de destellos de rojo.

Totsuka se encogió de hombros.

—Bueno... es lo que hay.

La PDA de Mikoto sonó en ése preciso momento causando que lanzara a Totsuka una mirada de sospecha; y más aún cuando leyó la pantalla: Izumo Kusanagi.

—¿Ves?

Totsuka se recostó en su silla, sonriendo con aire de suficiencia y con los brazos cruzados trás la espalda, mientras Mikoto atendía la llamada.

—Izumo... ¿va todo bien?

Siguió una breve pausa y luego Mikoto escuchó una risita relajada que envió un escalofrío helado por su espalda.

Eso depende, supongo..., ¿verdad Mikoto?

«Suéltalo, Mikoto, déjalo salir…»

Mikoto sintió la sangre congelarse en sus venas, recordando dónde y cuándo escuchó ésta voz por última vez.

Pale.

El cigarrillo se deslizó entre sus dedos aterrizando en el cenicero. De repente le costaba respirar, como si alguien lo estuviera estrangulando. Su lengua se pegaba al paladar, un temblor recorrió su mano libre e inconscientemente la apretó en un puño hasta que sus uñas se enterraron en la palma.

Totsuka notó que algo andaba mal. Se enderezó y lo miró. Anna soltó sus canicas y también se volvió hacia él.

—¿Qué pasa?

Mikoto sólo podía sacudir la cabeza, concentrándose en tomar -una tras otra- respiraciones lentas y extenuantes. No debía entrar en pánico igual que hace días. Tenía que recomponerse, así fuera sólo por Anna y Totsuka.

Estás terriblemente silencioso, Mikoto —dijo Pale burlonamente en el otro extremo de la línea—. ¿Estás rememorando nuestra íntima experiencia y por eso es que te has quedado mudo? Aunque por lo general no eres un hombre de muchas palabras, ¿verdad? A mi realmente me encanta hablar sucio, pero supongo que a ti no... ¿o me equivoco? No me opondría a una segunda ronda si estás preparado... y si no te molesta, ésta vez yo podr...

El resto de la oración no fue escuchada.

—¿Qué le hiciste a Kusanagi? —preguntó Mikoto con dureza en cuanto salió de su parálisis inducida por la conmoción, recuperó el control de su cuerpo y ordenó sus pensamientos confusos—. ¿De dónde sacaste ésta PDA?

¡Vaya! ¿Tu primera pregunta es sobre tu clansman? Estoy decepcionado. Realmente pensé que estarías más interesado en mí... considerando todo lo que ha pasado. Creo que tendremos que cambiar tus prioridades...

—¡Deja de soltar mierda! —Mikoto interrumpió con impaciencia. Su preocupación por Kusanagi y sus otros miembros del clan crecía con cada segundo, pero más que eso, las burlas del chico lo estaban poniendo de los nervios—. ¿Dónde está Kusanagi?

Mikoto escuchó un suspiro desde el otro extremo.

Está bien —dijo finalmente Pale—. El cantinero está acostado a mis pies, en el verdadero sentido de la palabra. No te preocupes, está vivo... por ahora. Realmente lo hizo bien… Démosle el crédito que merece. Pero contra el poder del Rey Rojo, incluso su mano derecha no pudo hacer gran cosa.

—¡Pequeño bastardo! —gruñó Mikoto con los dientes apretados—. Cuando te atrape, desearás…

Ya, ya ... —lo interrumpió Pale—. Será mejor que consideres la forma en que me hablas. Sería muy fácil para mí convertir a tu preciado amigo en un montón de cenizas aquí mismo.

«Hazlo y estás muerto»

Mikoto apretó los labios para no decir lo que ya tenía en la punta de la lengua. Respiró hondo. Se suponía que eso ayudaría a mantener la calma..., al menos eso es lo que Totsuka siempre le decía.

—¿Qué es lo que quieres? —acabó por preguntar.

¿Charlamos un rato?

Mikoto parpadeó atónito. Eso era simplemente... ridículo, y no podía ser tomado en serio. ¿El crío que había robado su Aura, atacado al Rey Dorado, permanecido oculto durante días y que se había enfrentado contra la gente de Mikoto, lo hizo sólo para charlar un rato? ¿Por qué no había comenzado por conversar en el bar hace unos días? En ése momento no había ido a por una charla, sino tras otro tipo de entretenimiento.

Al no responder Mikoto de inmediato, el niño continuó:

En serio. Me gustaría contarte una historia.

—¿Qué tipo de historia?

Mikoto pudo escuchar una calmada risita.

¿Ahora tengo tu atención?

—¡Déjate de malditos juegos y suelta lo que tengas que decir!

Mikoto, Mikoto... —ronroneó el chico—. No eres divertido en absoluto. ¿Qué tal si sales de tu escondite y hablamos cara a cara? Eso es mucho más personal que por teléfono.

Mikoto quería recordarle al niño que no tenía derecho a llamarlo por su nombre de pila, porque no eran lo suficientemente cercanos para ése tipo de intimidad. Pero por otro lado... el mocoso estaba usando el su Aura… Esa era, por tanto, una conexión más íntima que cualquier medio físico pudiera proporcionar.

Dudó en responder. Si fuera a enfrentar a Pale sin su Aura estaría completamente a su merced. Pero ya no podía quedarse sentado aquí sin hacer nada. Los miembros del su clan estaban allá afuera, luchando por él. ¿Qué clase de Rey sería si los defraudara en un momento así?

—Está bien —aceptó tras una silenciosa pausa.

Con la PDA en una mano, se dedicó con la otra a hurgar en un cajón debajo de la mesa en busca de su arma. Había tenido esta pistola por años, y sin embargo nunca la necesitó. El Aura Roja siempre había sido su arma.

Y trae a Resplandeciente-Rayo-De-Sol y a la pequeña lolita contigo —agregó Pale, mientras Mikoto pudo escuchar claramente su risa—. Eso será realmente agradable.

A Mikoto no le importaba cómo o por qué Pale sabía que Totsuka y Anna estaban con él. No involucraría a ninguno de ellos.

—Se quedan donde están. ¿Quieres hablar? Voy a ser sólo yo.

No lo entiendes, Mikoto…—contestó Pale, chasqueando la lengua con desaprobación—. ¿No sería triste que tuvieras que llevar al cantinero a su bar en una urna? Sin embargo, estoy seguro de que encontrarás un lugar bastante adecuado para él entre todos los adornos del mostrador.

Mikoto rechinó los dientes. No importaba cómo mirara la situación, no le gustaba de ninguna manera. De ningún modo. No podía dejar a Kusanagi a su suerte, ni podía poner en peligro a Anna y a Totsuka. Más que nunca, se dio cuenta de que siempre había estado dependiendo del Aura Roja y de lo vulnerable que era sin ella. ¡Maldición!

¿Y bien, Mikoto? Te andas escandalizando como si fueras un virgen, aunque ambos sabemos que no eres nada de eso. Eso es aburrido. ¿No es el barman más valioso para ti que todo esto? ¡Qué pena!

Lo que Mikoto escuchó justo después, en el otro extremo de la línea, fue un sonido demasiado familiar y aterrador: el rugir del resplandor del Aura Roja.

—¡No! ¡Espera! —gritó a la PD—. ¡Ya vamos!

Durante un rato que se le hizo muy largo, Mikoto no pudo escuchar nada más que las llamas tronar. Un escenario de terror tras otro se formaban su mente y todos terminaban con el Aura Roja arrebatándole la vida a su mejor amigo. Lo sacudió un escalofrío.

—Espera…—repitió, odiándose por lo suplicante que sonaba.

—Ah, ahí lo llevas —dijo Pale eventualmente, riéndose. El rugido de las llamas se detuvo—. Tienes dos minutos. Pasado este tiempo...

Pale no tenía que explicarlo, Mikoto entendió al instante.

Tras terminar la llamada, cargó el arma, se la metió en la parte posterior de la cintura y se puso la camisa y la chaqueta encima. Por si acaso.

—Anna, Totsuka, vendréis conmigo.

Casi fue físicamente doloroso para él verlos seguirle... confiando, sin objeciones. Todavía pensaban que era digno de ser su Rey.

«Pero, ¿Lo soy? ¿Alguna vez lo fui?»

No pasó mucho tiempo antes de que encontraran a Pale. El chico se encontraba parado en un sitio grande y amplio, entre dos edificios de ladrillos con paredes en ruinas y las ventanas partidas, que indicaban que habían sido abandonados hacía mucho tiempo. Aunque era difícil dilucidar qué daño era antiguo y cuál había sido causado por el Aura Roja hoy.

Se detuvieron a pocos pasos de Pale. El cuerpo inmóvil de Kusanagi yacía en el suelo junto al chico. A cierta distancia, en la esquina de uno de los edificios, Mikoto pudo ver a Yata boca abajo sobre el asfalto, con su skate justo al lado. No pudo ver a los demás muchachos, pero estaba seguro de que mostrarían un estado similar.

—Ahí está Izumo —exclamó Anna—... y Misaki ...

Totsuka la tomó de la mano.

—Los veo, Anna. Pero supongo que no podemos ayudarlos en este momento —explicó con cuidado.

—No te preocupes, pequeña niña Strain —dijo Pale—. No les haré más daño si tu Rey me escucha.

El chico llevaba el mismo traje gris de la última vez que se encontraron, y el mismo aire de elegancia a su alrededor. Desafortunadamente, tampoco había perdido nada de su atractivo para Mikoto, aunque con mucho gusto lo hubiera derribado en llamas.

—Tienes algo que es mío y lo quiero de vuelta —dijo Suoh.

Pale sacudió la cabeza.

—Lo siento, eso no será posible. Necesito el Aura Roja por un rato más. Además... no estamos aquí para eso.

—¿Para qué estamos aquí entonces? —espetó Mikoto—. ¿Quieres hablar? ¡Pues habla!

La situación le ponía cada vez más nervioso. Por primera vez en años, algo no estaba bajo su control. Y eso lo ponía furioso.

—Todavía tan arrogante, Mikoto —respondió Pale. Pero el tono burlón en su voz había desaparecido. En cambio, una triste sonrisa cruzaba su rostro—. Ni siquiera lo sabes, ¿verdad?

Mikoto lo miró confundido.

—Maldita sea, ¿de qué rayos estás hablando?

—Sobre ti arruinando mi vida...

—¡Deja de soltar basura! —gruñó Mikoto una vez más—. Jamás te había visto hasta hace unos días. Y hablando de arruinar vidas... ¡mira allá arriba! Eso es mío. Sólo se me permite arruinarla a mi, así que...

Pale no apartó la vista, y tampoco Mikoto lo hizo. Conocía muy bien la imagen de su espada de Damocles rota. Sólo lo se sentiría más miserable si la mirara.

—Realmente no lo entiendes. Ésta... —dijo Pale, señalando a su vez a la Espada Roja—...es mi forma de hacer justicia.

Mikoto inclinó la cabeza. El chico tenía razón, no lo entendía. ¿Justicia? ¿De qué?

—Has matado a mi maestro —dijo finalmente Pale.

¿Ichigen Miwa? Izumo le había contado a Mikoto todo lo que había descubierto sobre Pale: Himitsu, Kensuke. Entre otras cosas, el niño había sido miembro del clan del difunto Rey Incoloro.

—Nunca me encontré con tu maestro —declaró Mikoto, y no fue una mentira. El Rey Incoloro nunca había interferido en los negocios de los otros Reyes en la ciudad. Había llevado una vida ermitaña en algún perdido lugar cerca de un pueblo en las montañas. Además había evitado especialmente a Mikoto y a HOMRA—. ¿Cómo habría podido matarlo en ese caso?

—La bomba era de HOMRA.

— Un segundo... —Esto se estaba volviendo cada vez más sin sentido—. ¿Qué bomba? Por lo que Mikoto sabía, Ichigen Miwa había perdido la vida en una explosión de gas que se había llevado por delante a la mayor parte de la aldea. La historia había aparecido en los medios de comunicación, pero realmente no había prestado mucha atención a aquello en ése entonces.

Pale ignoró la pregunta.

—No sirve de nada negarlo. Yo estuve ahí. ¡Lo vi todo! ¡Sólo un poco más y también yo habría muerto ese día! No supe quién era el responsable hasta hace unas semanas. ¡Ahora ya lo sé!

—Pero… —murmuró Mikoto. Esto ni siquiera tenía sentido. Probablemente había uno dos pirómanos en HOMRA... Bueno, con certeza los había. Pero definitivamente no eran plantadores de bombas.

—¡Me has quitado a la persona más importante de mi vida! —Pale continuó sin doblegarse dando unos pasos hacia Mikoto—. Creo que es justo que me lleve a la persona más importante de la tuya.

—Esto es una locura —dijo Mikoto.

¿Estaba a punto de perder a la persona más importante de su vida?

De repente, y de manera completamente inesperada, apareció una imagen de Munakata en su visión interna. Mal momento, mientras las vidas de sus verdaderos amigos estaban en peligro.

Mikoto notó el pánico arrastrándose de nuevo por sus extremidades, apretando sus vías respiratorias. ¿Cuándo se había vuelto tan débil? ¿Realmente era sólo debido a la pérdida del Aura Roja, o siempre había sido un bueno para nada?

—A diferencia de mí, tú podrás elegir quién va a morir —Pale continuó sin piedad. No había ni una pizca de remordimiento o duda en sus ojos oscuros. Casi sonaba como si hubiera memorizado las palabras sólo para recitarlas ahora en una especie de morbosa obra de teatro—. ¿A quién debería quemar, Mikoto? ¿A tu mano derecha, Izumo Kusanagi? ¿O al chico que creyó en ti mucho antes de que nadie conociera incluso tu nombre, Tatara Totsuka? ¿O tal vez la chica que se deslizó inadvertidamente dentro de tu corazón, Anna Kushina? ¿A quién de ellos elegirás?

Si el asunto no hubiera sido tan grave, Mikoto se habría reído, porque este discurso le evocaba un recuerdo vago sobre un viejo programa de citas. Pero la realidad estaba a un paso de la demencia absoluta.

—¿Kensuke? —preguntó Totsuka durante la pausa que siguió a las descabelladas palabras de Pale. Su voz estaba llena de empatía— Ése es tu nombre, ¿no es así, Kensuke? ¿Por qué estás haciendo esto?

Pale lo estudió fríamente durante varios segundos.

—Mi nombre es Pale. Y no quiero tu simpatía. Sólo quiero justicia.

—Esto no es justicia —respondió Totsuka—. Esto es venganza.

—Estoy totalmente de acuerdo con ésa estimación —afirmó de repente un recién llegado, llamando la atención de todos.

Reisi se ajustó las gafas antes de doblar las manos tras la espalda, considerando la situación.

Según el plan, la unidad de operaciones de Scepter4 ya estaba rodeando al objetivo: Kensuke Himitsu, y alineándose en formación libre alrededor del lugar.

Aunque no según el plan, también estaban rodeando a Mikoto Suoh y sus miembros de su clan.

Eso era una complicación que Reisi no se esperaba y que encontró extremadamente desagradable.

El enfoque principal de Scepter4 para esta misión era arrestar a Himitsu. Pero ahora, además tenían que asegurarse de que ninguno de los civiles fuera dañado.

«¿Por qué no pudiste dejarnos el asunto a nosotros, Suoh?»

Al menos Reisi notó que Fushimi -que tenía el mando sobre esta operación- ya se estaba adaptando rápidamente a la nueva situación y aparentemente tenía todo bajo control.

—¡Benzai, Kamo, Gotō! Aseguren el área y atiendan a los heridos. Todos los demás, permanezcan en espera —ordenó Fushimi por sus auriculares y los miembros de Scepter4 que fueron nombrados se movieron en consecuencia.

—Muy bien, Fushimi Kun —elogió Reisi al joven parado a su lado. Fushimi solo asintió manteniendo los ojos fijos en Himitsu.

Cuando Reisi se percató del cuerpo del barman que yacía en el suelo, se sintió aliviado de no haberle dado el mando de ésta misión a su Teniente. Sabía que Awashima era lo suficientemente profesional como para no dejar que sus sentimientos personales nublaran su juicio, pero siempre quería evitar en lo posible que sus subordinados sufrieran.

—Cuánto tiempo sin verte, Munakata —dijo Mikoto. Era difícil saber si estaba molesto o aliviado por la aparición de Scepter4.

—No lo suficiente. No deberías estar aquí, Suoh.

— ¡Carai! Nuestro grupo se vuelve más y más majestuoso por minutos —dijo Pale, volviéndose hacia Reisi con una reverencia despectiva—. ¡El Rey Azul, Munakata Reisi en persona! Me siento honrado. Aunque tengo que decir que esperaba su visita mucho antes que la de él —agregó con una mirada de reojo a Suoh —Scepter4 me ha dejado bastante decepcionado.

—Kensuke Himitsu —Reisi respondió serenamente, ignorando la burla—. Han pasado algunos años desde la última vez que nos encontramos. Te recuerdo como un joven obediente y honorable al lado de tu mentor, Ichigen Miwa.

Reisi vio al chico ponerse rígido por un momento antes de que una fría sonrisa se extendiera por su rostro.

—Kensuke Himitsu murió junto a Ichigen Sama, mi nombre es Pale. Y ciertamente han pasado algunos años, Reisi... Era demasiado joven entonces, pero ahora soy capaz de interpretar tu sugerente mirada. Pero debo declinar: no me interesa.

Para Reisi era muy obvio lo que Himitsu pretendía con esa insinuación completamente fuera de lugar: quería irritarlo, poner a prueba sus límites. Fue sencillo para él no responder a la provocación porque podía ver a través del muchacho.

—Como habrás notado, Himitsu San —dijo Reisi señalando la línea de sus hombres— estás rodeado. Nos ahorraría mucho tiempo y recursos si reduces el nivel de Weismann del Aura Roja de manera inmediata y te rindes para que podamos ponerte bajo custodia.

—¿Pretendes que me rinda? No me conoces bien si crees que unos pocos de tus títeres son capaces de detenerme —dijo Himitsu sonriendo—. Por no hablar del lamentable montón de punks de allí atrás, ni siquiera los Usagi fueron capaces de manejar esto.

—Tenían la desventaja de no estar preparados para lidiar con un atacante invisible —declaró el Rey Azul—. Créeme, no cometeremos el mismo error. Además, hasta ahora ninguno de tus oponentes tenía un poder capaz de igualarse al Aura Roja.

El mocoso tuvo el descaro de reír a carcajadas.

—Estás hablando de ti mismo, ¿verdad?

Reisi se enderezó impasible y reprimió el impulso de empujar sus anteojos sobre la nariz. ¡Qué irrespetuoso!

—Ya lo sabes, Reisi —Himitsu continuó más serio en cuanto se recuperó del ataque de risa—. Mi maestro siempre pensó que eras el único Rey medianamente decente en esta ciudad. Pero ahora que te miro con detenimiento, eres sólo otro tonto engreído y santurrón que está subestimando a su oponente.

Al momento siguiente, Himitsu desató el Aura Roja. Las llamas cubrieron al chico en forma de esfera brillante, generando tanto calor que Reisi pudo sentirlo incluso a diez metros de distancia, lo que llevó a todos a dar un paso atrás.

Respondió instantáneamente desplegando su Sanctum, con lo cual la Espada Azul de Damocles se manifestó en el cielo justo al lado de la Roja.

—¡Avanzaremos con la espada en mano... —recitó Reisi y su voz resonó por todo el lugar—… porque nuestra causa es pura!

—¡Hombres, desenvainen sus espadas! —gritó Fushimi y los subordinados del Rey Azul siguieron su orden sin demora. Uno tras otro fueron desenvainando y tomando posición con los sables en mano. Al final, Fushimi y el propio Reisi desenvainaron.

—¡Munakata, battō!

— ¡O'ya, muy impresionante! — dijo Himitsu cuando Reisi rodeó el sitio con una barrera azul brillante, haciendo imposible su escape—. En serio, estoy un poco intimidado…—se burló, todavía envuelto en el Aura Roja.

— ¡Ríndete, Himitsu! —exigió Reisi, aunque sospechando que sus palabras caían en saco roto.

—Mira Reisi, tu problema es… —dijo Pale sacudiendo la cabeza— ...que te conozco. Pero tú a mi no. Usas tu poder para proteger, para defenderte. No para atacar. Ésa es la diferencia entre tú y yo.

Munakata mantuvo la calma, a pesar de que el niño tuviera razón. El Aura Azul era un poder bastante defensivo, que usaba a regañadientes como un arma. Pero -y esta era una ventaja crucial contra Himitsu- Reisi conocía su Aura. La había tenido durante años y sabía cómo usarla. En incontables ocasiones se había visto forzado a usarla ofensivamente en una pelea. Himitsu, sin embargo, había poseído el Aura Roja por apenas unos cuantos días. Si estaba a punto de atacar, seguramente estaría preparado para enfrentarlo.

—No dejarás que nadie muera sólo por arrestarme, ¿verdad, Reisi?

Y sin previo aviso, el chico despertó un infierno ardiente de llamas. A partir de ése momento, los eventos se dispararon y el caos se extendió por el sitio.

—¡Nooo!

El doloroso grito de Suoh llegó a oídos de Reisi, incluso antes de que se percatara del cortafuegos humano que corría hacia Anna Kushina y Tatara Totsuka.

No tuvo más remedio que rodear a los dos civiles con un escudo protector de su Aura. Desafortunadamente, eso significaba deshacer la barrera de energía con la que rodeaba el lugar, dejando un hueco que permitiese a Himitsu escapar. Pero asegurarse de que nadie fuera dañado o asesinado era una prioridad mucho mayor para él que arrestar al joven.

A pesar de su rápida reacción, el escudo de Reisi se estaba formando demasiado lentamente. Sólo un segundo antes de que el Aura Azul los envolviera completamente, ambos miembros del clan rojo fueron golpeados por la onda expansiva, arrojándolos contra el suelo.

Por el rabillo del ojo, Reisi vio que sus subordinados estaban ocupados luchando en repeler los innumerables ataques salvajes e impredecibles de Himitsu. Fushimi emitía órdenes en todas direcciones, mientras él corría hacia los dos heridos.

Anna Kushina se encontraba tapada bajo el cuerpo inmóvil de Tatara Totsuka. Su ropa estaba carbonizada en la parte trasera, revelando un trozo de carne roja y quemada. Al menos la niña resultó ilesa.

Reisi se arrodilló junto a ellos y ayudó a Anna a apartar al joven antes de asegurarse de que Totsuka aún estuviera vivo y respirando.

—Totsuka…—Anna repetía en un murmuro, tomando una de las manos del muchacho entre las suyas—. No puedes morir…

—¡Necesito un equipo de rescate aquí! —ordenó Reisi a través de los auriculares, obteniendo de inmediato la confirmación de que la ayuda iba en camino.

Luego se volvió hacia la niña que le tocaba ligeramente el hombro.

—Lo llevaremos a nuestro hospital donde podremos atender sus heridas. No te preocupes, vivirá —prometió Reisi, con mucha más confianza de la que realmente sentía considerando las quemaduras de Totsuka. El chico lucía más frágil que nunca.

Mientras mantenía su escudo protector, Reisi dirigió su atención al centro de la acción. Pensó que la pelea aún continuaba, pero lo que vio allí lo golpeó más duro de lo esperado. Dos de los miembros de su clan estaban en el suelo, cada uno de ellos siendo protegido por otros dos más. Sólo Fushimi todavía contaba con capacidad de presentar batalla: llevaba el sable en una mano y tres de sus cuchillos brillaban rojos en la otra. Pero su tercero al mando estaba a unos metros de distancia, solamente observando la situación.

Cuando Reisi siguió la mirada de Fushimi, entendió por qué dudaba: Himitsu y Mikoto estaban parados, cara a cara en el centro del amplio lugar. Suoh había agarrado la garganta del niño con una mano, mientras que con la otra sostenía el cañón de una pistola contra su cabeza. Eso ni siquiera irritó al joven, que sólo sonrió con aire de suficiencia.

—Aprieta el gatillo, Mikoto —lo escuchó decir—. El Aura Roja será toda tuya nuevamente. Entonces podrás dejar que todo arda... Eso es lo que siempre quisiste, ¿no? Convertir todo en cenizas... Permitir a las llamas arder en libertad…

Incluso desde su posición, Reisi pudo ver como Suoh apretaba la mandíbula, su mano tensándose alrededor de la garganta del niño, los dedos en el gatillo temblando.

—No puedes hacerlo…—Himitsu rió. Era un sonido extraño y amortiguado porque no podía respirar correctamente y jadeaba entre palabras—. Eso es interesante. Sabes que te estás acercando a tu inevitable final ... pero aún así, te aferras a la esperanza de poder llevar una vida normal. Eres lamentable, Mikoto. Una desgracia.

El chico aún no se había liberado del agarre de Suoh, cuando Reisi pudo ver con claridad el desdén parpadear en sus ojos oscuros. Lentamente, el niño levantó los brazos. Con una mano agarró el brazo que sostenía su garganta, mientras colocaba la otra en el pecho de Suoh. Una llamarada flagrante y roja emergió de sus dedos y Reisi vio la cara de Suoh distorsionarse dolorosamente cuando el calor lo alcanzó. Pero el Rey Rojo era demasiado terco para rendirse.

—No sabías cómo se siente arder, ¿verdad? ¿Puedes sentirlo ahora? Déjame ir, Mikoto. Lentamente, Himitsu abrasaba la camiseta de Suoh y la piel debajo de ella, pero el Rey Rojo todavía se aferraba al joven, todo su cuerpo temblaba y se retorcía. Reisi tuvo la sensación de que Himitsu era lo único que mantenía a Suoh en pie, lo único que evitaba que se desplomase contra suelo.

Ya no pudo seguir contemplando la escena. Se puso de pie, y sin más vacilaciones, envió un estallido de energía azul bien dirigido desde su espada contra Himitsu.

El impacto del Aura Azul los separó. Suoh cayó de rodillas, mientras que Himitsu sólo retrocedió unos pasos antes de poder estabilizarse.

La mirada de Pale se encontró con la de Reisi. Una sonrisa llena de superioridad y satisfacción se extendió en la cara del niño e hizo una reverencia con desprecio dando un golpe bajo contra el orgullo del Rey Azul. Al instante siguiente se desvaneció.

Donde había estado sólo unos segundos antes, tres dagas rojas y brillantes cortaron el aire sin éxito. El chico ya no estaba.

—El objetivo es invisible —escuchó a Fushimi emitir sus órdenes por el auricular— Amplíen el radio de búsqueda para establecer frecuencias de color y escanear los alrededores. ¡Himitsu no debe escapar! —Y luego escuchó una frase muy bajita y ciertamente no destinada a los oídos de sus colegas—: Tsk. ¡Esto resultó una mierda!

Para su propia vergüenza, Reisi sólo podía estar absolutamente de acuerdo.

Notas finales:

GLOSARIO:

O'ya: interjección equivalente a ¡vaya! o ¡carai! Esta interjección es muy típica de sobre todo de Munakata y de Kusanagi ya que su manera de hablar (sobre todo del segundo) corresponde con el dialecto de kansai o kansai ben. Muchas de las palabras y gramática de este dialecto vienen de las contracciones de sus equivalentes en el Japonés clásico. A comparación del Japonés estándar, este suele ser más melodioso y algo fuerte.


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