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El Poder Para Proteger (Todo va a ir bien) por dominadaemoni

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—Respire hondo... exhale… —dijo el médico a Mikoto mientras auscultaba sus pulmones, dejando que un estetoscopio se deslizara sobre su espalda con una expresión concentrada.

Mikoto se encontraba sentado en una cama de hospital con los pies colgando por un lado. No podía esperar a que el médico terminara su examen para poder salir de allí lo más rápido posible. El hospital era una de las muchas instituciones administradas por Scepter4. Naturalmente, no se sentía muy cómodo en un entorno así, aunque tuvo que admitir que el personal, tanto enfermeras como médicos, no le habían mostrado otra cosa más que amabilidad.

El Dr. Orihama ya se había encargado de las quemaduras en su cuerpo. Había usado un ungüento especial y refrescante y las había sellado profesionalmente con vendas, mientras le indicaba que las cambiara todos los días y mantuviera las heridas secas.

Eso significaba que vería la huella de la mano de Pale en su pecho todos los días en el espejo, recordando su fracaso. Recordándole que no había sido capaz de detener al bastardo antes de que usara su Aura -la suya- para atacar a Totsuka y Anna.

Encima Totsuka, de todas las personas, había sido lastimado. Totsuka, que siempre había sido inmune al fuego de Mikoto en el pasado. Totsuka, que siempre creyó en él.

«Tus poderes no están destinados a la destrucción. Existen para proteger.» Mikoto se había jurado a sí mismo jamás lastimar a nadie que le importara con sus poderes. Pero aún así había sucedido.

Incluso en éste momento, al sólo recordar la escena, y aunque le habían dicho que Anna estaba ilesa y que las heridas de Kusanagi, Yata y los demás, incluidas las quemaduras de Totsuka, no que eran tan malas como había pensado inicialmente, los mismos sentimientos de horas antes se apoderaron de él: ira, desesperación, miedo.

Mikoto había visto el poder Rojo. Como un loco, había corrido hacia Pale y sacado su arma. El mocoso no había visto venir. El niño no esperaba el acercamiento suicida de Mikoto, o estaba demasiado ocupado con los ataques de los Azules, pero Mikoto había podido alcanzarlo sin ser atacado.

Todo su cuerpo temblaba incontrolablemente de ira. Al mismo tiempo, se sintió impotente como nunca antes, a pesar de la pistola en su mano.

—¡Devuélveme mi Aura, maldita sea! —gritó, quitó el seguro del arma y la puso en la cabeza del chico.

—No puedo —respondió Pale, con los ojos bien abiertos, un segundo antes de que una sonrisa se extendiera por su rostro—. Pero seamos honestos, Mikoto. Estás contento de haberte deshecho de ella. Fue muy fácil atravesarte. Ni siquiera necesité mucha persuasión antes de que me la entregaras. Como si llevaras mucho tiempo esperando que te liberaran, para no cargar más con ella.

Mikoto apretó los dientes. Eso era cierto. Había odiado sus poderes desde el día en que los obtuvo. Habían amplificado todos los malos rasgos de su carácter: su distanciamiento, su temperamento violento, su agresividad. El Aura Roja lo había cambiado; literalmente le había prendido fuego y lo había quemado al mismo tiempo.

Y por el contrario, se había sentido extrañamente libre los últimos días. Casi despreocupado. Pero, ¡al infierno…! No lo admitiría ante este mocoso. Con fuerza, empujó la boca del arma contra la sien de Pale.

—No importa. Es mio. No tuyo.

—¿De verdad crees que podría conservarlo si no quisieras que lo hiciera? —Pale se rió a carcajadas—. No, puedes recuperarla en cualquier momento... pero realmente te falta determinación.

Mikoto miró al niño atónito. ¿Era eso cierto? ¿Era su falta de fuerza de voluntad la razón por la que ya no podía sentir conscientemente su Aura, aunque todavía existía cierto tipo de conexión? Se negó a aceptar este pensamiento. Tenía que haber otra razón. Cuando el ataque de Munakata lo golpeó, hace unos días, Mikoto sintió que algo dentro de él se había roto... tal vez había sufrido una pequeña lesión, lo que le había facilitado a Pale el...

Aprieta el gatillo, Mikoto. El Aura Roja será toda tuya nuevamente. Entonces podrás dejar que todo arda... Eso es lo que siempre quisiste, ¿no? Convertir todo en cenizas... Permitir a las llamas arder en libertad…

Mikoto casi lo hizo. Su dedo se dobló alrededor del gatillo, pero dudó en apretarlo. Había sido muy difícil para él en el pasado. Todos los días tenía que luchar contra la tentación de dejar que el fuego destructivo se liberara. Como una pesada carga, llevaba consigo las imágenes de sus pesadillas: una ciudad en llamas, personas en llamas, vidas arruinadas. El temor que lo invadió cuando pensó en tener que controlar al Aura Roja nuevamente lo estaba paralizando.

Pale vio a través de él.

No puedes hacerlo...

La risa burlona cortó despiadadamente el orgullo de Mikoto, lo puso enfermo. Su corazón latía demasiado rápido. Podía escuchar su sangre corriendo por sus oídos, haciéndole difícil el pensar.

Te aferras a llevar una vida normal. Eres lamentable, Mikoto. Una desgracia.

"¡No!", quería gritar, pero no pudo pronunciar un sólo tono. Pale tenía razón. La repentina conciencia dio paso a otro ataque de pánico. Casi agradeció el calor y el dolor cuando Pale lo quemó con su propio fuego... porque se lo merecía, todo.

—Excepto las quemaduras en su brazo y pecho, no puedo determinar ninguna irregularidad sin exámenes más profundos —el Doctor Orihama lo sacó de sus pensamientos.

El médico era algunos años mayor que Mikoto, aproximadamente treinta y tantos, pero con cabello castaño claro, ojos amables y sonrisa sincera. A Mikoto le recordaba a un Totsuka más mayor, aunque el médico careciera de la ingenua filosofía del chico.

—¿Entonces soy libre de irme?

El doctor asintió.

—No está enfermo ni herido de gravedad. Su tensión es normal y sus órganos internos, por lo que puedo juzgar, están en buenas condiciones... Aunque realmente debo aconsejarle que reduzca su consumo de nicotina. Aparte de eso, no hay razón para que no se vaya.

—Bien —dijo Mikoto, pero para su propia sorpresa, se quedó donde estaba.

El Dr. Orihama levantó una ceja.

—¿Desea hacerme alguna pregunta?

Muchas. Mikoto tuvo que admitirlo internamente. Pero obviamente era difícil hablar sobre eso que estaba pensando. Especialmente porque ni siquiera estaba seguro de si quería hablar sobre ello... No hay manera de calmar a los perros dormidos una vez despertados.

—También estás tratando a Munakata, ¿verdad? —preguntó antes de que pudiera arrepentirse.

El doctor inclinó la cabeza, acercó un taburete y se sentó.

—Sí, también estoy tratando a Su Majestad.

Mikoto tuvo que reprimir una risa. 'Su Majestad'. Bueno, si ese tratamiento era apropiado para algún Rey, entonces ése seguro que era Munakata. Sin embargo, nadie pensaría seriamente en abordar a Mikoto de tal manera.

—¿Desde cuándo?

—Los últimos ocho años, supongo.

—¿Así que eras su médico incluso antes de convertirse en Rey?

—Sí —confirmó el doctor, mirándolo con sospecha—. Pero no puedo darle más información al respecto. Confidencialidad médico-paciente

Mikoto hizo una mueca. Como si tuviera interés en la presión arterial de Munakata, o en la condición de sus órganos internos... O en si el palo que siempre llevaba metido en el trasero le causara problemas digestivos.

—Me pregunto…, ¿existe alguna señal... alguna característica anatómica para el Sanctum? ¿Dónde está ubicado dentro de nuestros cuerpos? ¿En el corazón? ¿En el cerebro?

—Comprendo lo que quiere decir —contestó el Doctor Orihama—. Pero no, no hay ningún elemento físico. Aunque somos capaces de escalar la energía que utiliza: el nivel de Weismann. La conexión con su Sanctum es más... de tipo espiritual que anatómico. Y sin embargo, los efectos se pueden apreciar físicamente.

¡Espiritual, mi trasero! ¿Entonces cómo diablos, Mikoto, de todas las personas, que no creía en nada más que en la ley del más fuerte, fue a terminar como Rey Rojo?

—La espada de Damocles, el símbolo del Sanctum, es una imagen directa de la condición espiritual de su portador —continuó explicando el médico.

—En otras palabras… —murmuró Mikoto— Munakata es una imagen de la epifanía espiritual, mientras que yo soy un desastre emocional.

—Bueno ... hum …

El doctor, obviamente, no fue educado para responder con sinceridad a esa pregunta.

—¿Se puede revertir mi estado de alguna manera?

Mikoto no sabía muy bien de dónde provenía ésta pregunta, ya que nunca había prestado mucha atención a su espada en descomposición. De hecho, siempre había evitado pensar en las inevitables consecuencias: moriría, más temprano que tarde, si no hacía nada al respecto, pero nunca escuchaba a Munakata cuando comenzaba a sermonear sobre ese asunto. Pero probablemente la pérdida de su Aura lo había vuelto más sensible para este asunto.

—Es difícil de decir. Hay algunas opciones, por supuesto, para mejorar su condición mental. Si se siente estresado o ansioso, le sugiero que encuentre algún tipo de equilibrio haciendo cosas que disfrute.

—¿Como qué ?

—Bueno... como pasatiempos, por ejemplo.

Mikoto no respondió. Él no tenía pasatiempos... Hubo un tiempo en que jugaba al fútbol, al béisbol, o practicaba algo de boxeo. Pero desde que obtuvo los poderes del Tercer Rey, la distancia con antigua vida se había hecho cada vez más grande. El Aura Roja consumía la mayor parte de su energía, por lo que aprovechaba todas las otras oportunidades para echarse una siesta. Durante las pocas horas del día en las que permanecía despierto tenía que lidiar con delincuentes de poca monta o...

—O pasar un tiempo con tus amigos...

¿Había pasado el rato con sus amigos? Nunca había participado realmente en sus conversaciones. Mikoto siempre se contentó con sólo mirar y escuchar. Llamaba 'amigos' a los miembros de HOMRA, pero su condición de Rey siempre se había interpuesto como un muro invisible. Y también estaba el hecho de que la mayoría de sus actividades en común terminaban en peleas contra delincuentes insignificantes. Después de la experiencia de hoy, sin tener acceso al poder de su Aura, Mikoto creía que no era buena idea meterse en peleas en un futuro cercano.

Una nueva ola de culpa lo invadió. Seguía siendo su Rey. Sus amigos... los miembros de su clan lo admiraban. Lo seguían incondicionalmente y nunca lo cuestionaron. Pero, ¿qué podría ofrecerles a excepción de sus poderes? Nada. ¿Y cuánto tiempo pasaría hasta que ellos llegaran a esa misma conclusión y se alejaran de él?

«¿Quién soy yo sin el Aura Roja? Sólo un pedazo de punk»

Rápidamente disipó estos pensamientos inconvenientes.

—Hm ... ¿y qué más?

El Doctor Orihama reflexionó.

—Bueno, hay muchas maneras de equilibrar cuerpo, mente y alma. Es diferente para cada persona. Pero podría intentar practicar deportes, leer un libro o hacer música... las posibilidades son muy diversas.

Mikoto asintió. Tal vez era hora recuperar algunos hábitos de su juventud, y tal vez todavía existiera ese pequeño gimnasio donde solía entrenar mientras estaba en la preparatoria.

—También puede ser útil hablar con alguien que conozca su situación y pueda entenderla — agregó el médico. Era obvio a quién se refería.

Mikoto hizo una mueca. Dudaba mucho que Munakata pudiera entender cómo se sentía en ése momento... o en cualquier otro. Y más que eso, realmente no necesitaba escuchar uno más de los sermones del Rey Azul.

Estaba bastante seguro de que su expresión hostil y escéptica dejaba muy claro lo que pensaba sobre esa sugerencia. Y sin embargo, el médico continuó:

—No hay muchas personas que sepan qué se siente al poseer los poderes de un Rey, pero estoy seguro que Su Majestad...

En ese momento, la puerta se abrió y el Rey Azul entró en la habitación, sin llamar y sin tener en cuenta la privacidad de otras personas.

Mikoto suspiró. Hablando del Diablo…

—¡Suoh! Te alegrará escuchar que …—Reisi comenzó a hablar pero se detuvo de repente.

Primero notó la presencia del Doctor Orihama, antes de que el pecho desnudo de Suoh obtuviera toda su atención. Las quemaduras estaban ocultas debajo de tiras de vendaje blanco, pero eso no perjudicaba el atractivo de la imagen en general.

Reisi fue plenamente consciente de la belleza del cuerpo del Rey Rojo: hombros anchos, músculos definidos debajo de la piel bronceada, abdominales cincelados y una delgada línea de vello rojo oscuro, que crecía desde su ombligo hasta desaparecer bajo la cintura baja de sus jeans.

La boca de Reisi se secó mientras involuntariamente imaginaba dónde terminaba esa delgada línea. No podía negar que Suoh estaba, en el ranking de 'atractivo', en la décima superior incluso completamente vestido. Pero esto era, definitivamente, todo un espectáculo para los ojos.

Fue consciente de que se había quedado mirando por demasiado tiempo, pero no podía recordar por qué había venido aquí en primer lugar.

—¿Perdiste la lengua, Munakata? —preguntó Mikoto—. Ver a un hombre medio desnudo no puede ser nuevo para ti después de todo, ¿o sí?

Tanto su tono burlón, como la mirada divertida en sus ojos color ámbar, mostraron a Reisi que Suoh tenía una idea muy precisa de la dirección que sus pensamientos habían estado a punto de tomar.

—Hm... en absoluto —admitió.

Unos años antes, la declaración de Suoh probablemente hubiera sido suficiente para hacer que Reisi se sonrojara. Pero ahora pudo ocultar su vergüenza al aclararse la garganta y saludar al médico con un pequeño asentimiento.

—Orihama Sensei...

—Su Majestad... ¿Puedo hacer algo por usted?

—Hoy no, Sensei.

Por fin pudo recordar el motivo de su visita. Inicialmente, Reisi había querido confiarle a Fushimi la tarea, pero luego pensó que su tercero al mando probablemente no habría reaccionado con demasiado entusiasmo al respecto, considerando su pasado en HOMRA y el final repentino de sus relaciones con la pandilla. Así que Reisi decidió ocuparse del asunto él mismo.

—Quería comunicarte, Suoh, que, según su médico, Tatara Totsuka se recuperará bien de sus heridas. —Reisi vio que el Rey Rojo se relajó visiblemente ante sus palabras—. Si no surgen complicaciones, podrá abandonar el hospital en las próximas dos semanas.

—Quiero verlo —dijo Suoh. Agarró su camiseta, que estaba junto a él en la cama, y se la puso.

—Por supuesto —asintió Reisi—. Si has terminado aquí, te acompañaré a su habitación.

—No te molestes, Munakata —respondió Suoh con dureza—. La encontraré de todos modos.

Si hubiera sido otra persona, Reisi no se lo habría pensado dos veces y le dejaría ir. Pero Suoh no era una persona normal. No podía dejar que el Rey Rojo deambulara solo en una instalación de Scepter4.

—Me queda de paso de todos modos —le dijo con no total sinceridad. Únicamente tenía que redisponer un poco sus próximas citas.

Suoh se levantó, se puso la chaqueta y se volvió hacia el Doctor Orihama.

—Gracias por su consejo, Sensei —dijo y Reisi lo miró sorprendido. No hubiera pensado que Suoh, que generalmente actuaba de manera intimidante y hostil hacia las personas que lo rodeaban, pudiera mostrar agradecimiento.

—De nada. Y si hay algo de lo que quieras hablar, siempre estoy aquí para escucharte... y tal vez consideres...

—No... no lo creo —interrumpió Suoh, volviendo a su normal, distante y aparentemente aburrido modo de ser.

Salieron del consultorio del médico y siguieron el laberinto de pasillos hacia otra ala del hospital. Se encontraron con algunos de los subordinados del Rey Azul, que lo saludaron respetuosamente al paso.

—Himitsu pudo escapar de nuestra red de vigilancia, me temo —dijo Reisi después de un rato—. Pensé que deberías saberlo.

—Hm... —respondió Suoh.

—Pero Fushimi ya está trabajando en una estrategia para localizarlo. Esta vez, no podrá esconderse de Scepter4 por mucho tiempo.

—Hm...

Reisi volteó. Las respuestas taciturnas de Suoh eran estresantes. ¿Por qué no era posible entablar una conversación normal con el Rey Rojo, sin tener la sensación de sostener un monólogo? Por otro lado, eso era típico de él. Reisi podría haber jurado que Suoh sabía muy bien que su falta de interés lo molestaba, y por ello actuaba exactamente de ésa manera.

—¿Por qué tuviste que ocuparte del asunto tú mismo, Suoh? —preguntó Reisi. La interrogante lo había estado molestando todo el tiempo. Era consciente de que la frustración que sentía, a causa de la falta de confianza de Suoh en su competencia, era claramente audible en su voz—. Scepter4 tenía todo bajo control.

—Sí, claro.. —Suoh respondió sin siquiera mirarlo.

—Con el debido respeto, la situación sólo se salió de control porque tú y los miembros de tu clan estaban allí.

—A ha...

Reisi suspiró. Las discusiones con Suoh siempre acababan de la misma manera. Reisi ya debería saber a estas alturas que no valía la pena tratar de hacerlo razonar. No obstante, lo seguía intentando.

—Sin embargo, lo que Himitsu hizo con el Aura Roja nos dio al menos una idea sobre su nivel de Weismann.

Suoh levantó una ceja y le lanzó una rápida mirada de reojo. Aparentemente, Reisi finalmente había encontrado algo que pudo captar su interés. Lo tomó como una señal y continuó:

—Nuestras mediciones revelaron un claro aumento de energía. En ti, no en él. Esto confirma nuestra suposición, que todavía estás conectado a tu Sanctum y...

—Ya sabía eso —interrumpió Suoh, pero no sonó demasiado brusco—. Dime algo nuevo.

Reisi asintió.

—El aumento fue temporal y el nivel de Weismann descendió rápido cuando Himitsu y tu Espada de Damocles desaparecieron. Todo muy por debajo de los números que son 'normales' para ti.

Suoh disminuyó la velocidad un poco.

—¿Y eso significa…?

Reisi se permitió una sonrisa ligeramente engreída.

—Eso significa que tu nivel de Weismann es capaz de regenerarse cuando no usas en exceso tu Aura. Como he tratado de decirte en cada encuentro de los últimos meses.

—No me soltarás un 'te lo dije' ahora, ¿verdad?

—Ni se me pasaría por la cabeza —respondió Reisi rápidamente y notó que las comisuras de sus labios se torcieron ligeramente antes de volver a ponerse serio—. Pero, y éstas son las malas noticias: mientras Himitsu estaba usando el Aura Roja en la lucha, nuestros sistemas registraron un agravamiento de tus signos vitales. Todavía tengo que aclarar esto con nuestros expertos, pero...

—Pero él puede matarme si se excede, ¿es eso lo que quieres decirme?

Suoh lo miró severamente, probablemente buscando alguna pista en su rostro. Reisi trató de mantener una expresión en blanco, una tarea bastante difícil considerando que Suoh prácticamente había golpeado el clavo justo en su cabeza.

Reisi vaciló.

—Bueno, el tuyo es el primer caso de este tipo, no tenemos comparativas. Y como dije: quiero tener una confirmación antes de hacer una declaración concreta...

—Hm. Eso significa que sí.

«Extenuante.»

—Eso significa que todavía tengo que confirmarlo para estar seguros.

—Munakata ... Soy un adulto —dijo Suoh con ojos aburridos. Parecía tan irritado como el propio Reisi lo estaba—. Puedo manejar la verdad.

Munakata parpadeó. Y tragó saliva cuando se dio cuenta de que no había sido tan evasivo porque hubiera estado tratando de ser considerado con los sentimientos de Suoh, sino con los suyos propios. Estaba ansioso por tener la respuesta incorrecta, a pesar de que no podía detectar de dónde provenía ésta emoción, o qué significaba. Finalmente, asintió con lentitud.

—Sí, en el punto donde estamos parados ahora.

—Hm...

—No te preocupes —dijo Reisi rápidamente. Las palabras no estaban destinadas sólo a Suoh, también estaban destinadas a calmarse a sí mismo—. Como he mencionado anteriormente, estamos pisándole los talones a Himitsu. Esta vez no fallaremos, Suoh. Deja el asunto a Scepter4.

Suoh se detuvo en seco y se volvió hacia Reisi.

—Y se supone que debo sentarme de brazos cruzados hasta que tú y tus lacayos encuentren al…

—Me sorprende escuchar que tal palabra existe en tu vocabulario —lo interrumpió Reisi, no dispuesto a tolerar el insulto a los miembros de su clan sin contradecir—. Pero está bastante desactualizado. Hoy en día se les llama 'subordinados'.

Imperturbable, Suoh levantó una ceja.

—¿...hasta que tú y tus lacayos encuentren al mocoso de nuevo? ¿Y luego qué?. ¿Cuál es tu plan perfecto para cuando lo hayas encontrado, Munakata?

Reisi decidió ignorar la repetida provocación.

—El Rey Dorado autorizó personalmente a Scepter4 para tomar todas las medidas necesarias y garantizar que otro incidente de éste tipo no vuelva a ocurrir, y…

Reisi hizo una pausa cuando vio a Suoh poner los ojos en blanco.

—¿Puedes ser directo por una vez sin usar mil palabras? —preguntó el Rey Rojo suspirando.

—Bueno, yo...

—No tienes ningún plan —dijo Suoh con precisión—. Porque éste es un territorio nuevo para ti, igual que para mí.

Reisi permaneció en silencio y observó a su oponente. ¿Cuándo aprendió Suoh a entenderlo tan a fondo? Siempre se había considerado un jugador de cartas extraordinario, algo que sus subordinados sin duda confirmarían, pero parecía que todavía tenía que trabajar en su cara de poker.

—Puedo terminar esta situación en cualquier momento —dijo Suoh, mirándolo de reojo, como si prefiriera hablar consigo mismo que con su persona.

—¿A qué te refieres?

—Eso es lo que dijo Pale ésta tarde, cuando estaba a punto de hacerle un agujero en la cabeza.

—¿Qué dijo exactamente?

Reisi quería saber. A veces un pequeño detalle era suficiente para captar la esencia correcta. Al igual que en un juego de rompecabezas: cada pieza es importante para ver la imágen completa al final. No importa cuán insignificante pareciera algo a primera vista, de vez en cuando podría acabar siendo una pista crítica.

—Él me dijo que podía recuperar mi Aura en cualquier momento. Sólo necesito...

—¿Necesitas, qué? —preguntó Reisi cuando el otro hombre hizo una pausa.

Suoh lo miró directamente a los ojos. Durante un largo momento pareció reflexionar. Había una mirada profunda en sus ojos, que Reisi nunca había visto antes, y que dolorosamente le apretó el pecho.

Entonces el momento terminó.

—No importa —respondió Suoh secamente. Su rostro volvió a mostrar la mueca inexpresiva e ilegible de costumbre.

Reisi no se movió cuando Suoh se apartó de él y se adelantó caminando lentamente. Sintió que había estado cerca de ver un lado que el otro generalmente mantenía en secreto. Una faceta que tal vez ni siquiera había mostrado a sus amigos de HOMRA antes. Pero, para su pesar, Suoh no confiaba lo suficiente en él para desvelarla del todo.

No obstante, debía conocer todos los aspectos de este caso para manejar las cosas de la mejor manera posible. Pero Reisi también sabía que eso era sólo una mitad de la verdad completa.

—Pensé que me llevarías con Totsuka... —dijo el Rey Rojo finalmente, deteniéndose

—Sí, por supuesto.

Reisi se ajustó las gafas y lo alcanzó. Permanecieron en silencio el resto del camino, ambos reflexionando sobre sus propios pensamientos. Cuando llegaron a la habitación de Tatara Totsuka, el Rey Azul finalmente rompió el silencio:

—Hemos llegado —señaló una de las muchas puertas similares en el pasillo.

—Hm —dijo Suoh, agarrando la manija de la puerta.

«Supongo que eso es lo más cercano a un 'gracias' que puedo esperar»

Reisi estaba a punto de continuar su camino cuando notó que Suoh se había vuelto una vez más hacia él.

—¿...pasatiempos?

Reisi parpadeó.

—¿Perdón?

Suoh torció la boca con impaciencia, antes de repetir sus palabras más claramente:

—¿Tienes pasatiempos?

Reisi lo miró confundido. ¿Que si tenía pasatiempos? Qué pregunta más rara.

—No te entiendo...

—¿Qué qué haces en tu tiempo libre? ¿Qué equilibra tu cuerpo, mente y alma? —preguntó Suoh y Reisi pudo notar lo incómodo que estaba el otro hombre, como si hubiese probado algo amargo.

La forma en que Suoh enfatizó las palabras dejaba claro que no eran suyas, pero aún así las preguntas confundieron bastante a Reisi. No pudo entender el repentino interés de Suoh en sus actividades de ocio, y mucho menos la razón por la que le había preguntado sobre eso a él de entre todas las personas.

Incluso cuando habían asistido juntos a la escuela preparatoria, habían sido muy diferentes entre sí. Mientras que Suoh no se quedaba ni un minuto más de lo debidamente necesario en los terrenos de la escuela, Reisi había dividido su tiempo libre después de las clases entre el consejo estudiantil, el club de debate y la biblioteca.

Sus vidas habían cambiado mucho desde entonces, pero sus diferencias se habían mantenido. E incluso acentuado. Debido a la Pizarra de Dresden, Suoh y Reisi se habían convertido en rivales: Suoh el Rey Rojo, Reisi el Rey Azul.

—No estoy muy seguro de los motivos ocultos detrás de tal pregunta —contestó finalmente Reisi. Se dio cuenta de que Mikoto se había puesto rígido y su rostro estaba a punto de volver a tener aquella expresión repelente e ilegible, por lo que rápidamente agregó— Pero respondiendote..., me gustan los rompecabezas, el Shodō y las ceremonias de té tradicionales.

—No digas más—. Suoh puso los ojos en blanco, pero parecía más divertido que insatisfecho. Finalmente, le dedicó a Reisi un pequeño asentimiento—. Nos vemos—dijo, entró en la habitación y cerró la puerta detrás de él.

—Sí... Nos vemos —Reisi repitió con el ceño fruncido. Eso fue extraño. Cuando se dio cuenta del hecho de que llevaba ya un buen rato allí, mirando la puerta, cuadró los hombros y continuó su camino hacia su próxima cita.

Notas finales:

NOTA DE LA TRADUCCIÓN

El pasado de Fushimi Saruhiko: Para la gente que no conozca K debéis saber que Fushimi fue anteriormente miembro de HOMRA y mejor amigo de la infancia de Yata Misaki. Abandonó a la pandilla para unirse a los azules por desavenencias con (o más bien celos de) Mikoto Suoh. Yata, tiene una adoración casi enfermiza por el Rey Rojo y eso es algo que Fushimi nunca pudo soportar por lo que acabaron peleándose y Fushiimi abandonó la banda y pasó a ser considerado un "sucio traidor" por parte de Misaki. Por supuesto, a pesar del "profundo odio" que parece que se profesen, en el fondo los dos siguen preocupándose y cuidando el uno del otro, aunque de cara a la galería se lleven a matar. Eso, por supuesto, ha terminado por encender el "radar-otp" de toda fujoshi que se precie, haciendo nacer otra de las shipp más queridas del fandom: el sarumi


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