Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El Poder Para Proteger (Todo va a ir bien) por dominadaemoni

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Bueno, hasta aquí la traducción de Airplaneless. A partir de ahora comienza la mía y los que me conozcáis creo que os temeréis lo que eso significa. 

Traducir no me suele llevar tanto tiempo como escribir mis propias historias, pero aún así, estoy siempre liada con mil mierdas por lo que los tiempos de espera es posible que se alarguen. 

Aún así, al menos os queda la garantía de que nunca abandono. Por mucho tiempo que me tome, el comenzar una historia aquí os garantiza leer algún día su final… Aunque tarde siglos…

Este fic en total cuenta con un total de 21 capítulos y es una historia redonda así que tenedme paciencia y os prometo una lectura de lo más interesante.

 Domina Daemoni

Tres días más tarde, Reisi se encontraba sentado frente a una montaña de papeleo, mirando, inquieto, de vez en cuando, el reloj de la pared.

«Todavía faltan dos horas.»

No podía recordar un momento de su pasado en el que hubiera estado tan genuinamente nervioso, excepto tal vez el día en que había sido convocado por primera vez ante el Rey Dorado. En aquella época no sabía qué esperar. Todos los apabullantes sucesos: su posición como Rey Azul recién elegido, la adquisición de sus poderes, y el hecho de que realmente todavía no los había dominado… Todo eso había sido nuevo para él. Y Reisi desde siempre había odiado tener que adaptarse a lo nuevo y desconocido.

El estado en el que se encontraba actualmente se acercaba bastante a los sentimientos de entonces. Las imágenes de lo sucedido en el dōjō se reconstruían constantemente una y otra vez en el interior de su mente y no sabía muy bien cómo manejarlas.

No podía negar que la situación con Suoh lo había excitado. Una pequeña parte de él, ya fuera su curiosidad o su libido, estaba ansiosa por descubrir hasta dónde los llevaría esta mutua atracción. Pero la otra parte, mucho más grande y mayoritaria, su racionalidad o su sentido común, le indicaban que un acercamiento en esta dirección solo complicaría aún más las ya tensas interacciones entre el Rey Rojo y el Rey Azul.

Pero su orgullo herido exigía reparación. Reisi tuvo que tragar con que Suoh hubiera podido tomarlo con la guardia baja y no estaba dispuesto a aceptar su derrota tan fácilmente.

No habían pasado ni dos minutos cuando volvió a mirar el reloj. Sacudiendo levemente la cabeza, volvió a ocuparse de su trabajo. Trató de calmarse mientras leía un informe aburrido tras otro, evaluándolos y comentándolos apropiadamente antes de repasar varios documentos que estaban listos para ser firmados. Pero todavía estaba un poco distraído.

Cuando la puerta de su oficina se abrió sin previo aviso, Reisi casi se alegró por el inapropiado disturbio. Aún así, reprendió al intruso con una mirada gélida.

—¿Fushimi Kun?

El tercer al mando de Reisi incluso tuvo la decencia de hacer una mueca de dolor antes de cruzar la habitación y detenerse frente al escritorio.

—No puedo trabajar de esta manera —declaró, con los brazos en jarras.

Reisi lo miró pensativo, bajó su bolígrafo y se reclinó en su silla.

—¿Dónde está el problema?

—El problema está en los métodos de Scepter 4 —respondió Fushimi. —Himitsu solo está jugando con nosotros. Se mueve libremente por la ciudad, pero tan pronto como llegamos, ya se ha largado. Ni siquiera oculta el hecho de que tiene el apoyo de los Verdes. Jungle se ocupa de cubrir sus huellas cada vez que nos acercamos demasiado a él.

Fushimi puso los ojos en blanco con molestia.

Tsk. Apuesto a que ahora mismo está sentado en su escondite, riéndose de nosotros.

—Eso es realmente problemático... pero… no veo cómo tiene algo que ver con nuestros métodos.

—Somos demasiado lentos —explicó Fushimi de mal humor—. Necesito un permiso especial para cada movimiento que quiero hacer y tengo que alejarme de demasiadas secciones para no violar algunas leyes o convenciones. Y si eso por sí solo no fuera suficiente, la teniente Awashima me está vigilando constantemente, como si no pudiera esperar a que caiga en alguna de sus trampas.

Reisi sabía que su segunda al mando había estado vigilando a Saruhiko Fushimi desde su primer día en Scepter 4. Probablemente no confiaba en el joven debido a su pasado en HOMRA, y asumía que Fushimi algún día también traicionaría a su Rey. Awashima era demasiado considerada para tocar ese asunto directamente con su líder, pero Reisi sabía también que no estaba completamente de acuerdo con él en relación con todos los privilegios que le había otorgado al 'novato'. Reisi entendía algunas de sus preocupaciones, aunque no compartía en absoluto su ansiedad por la lealtad de Fushimi. Aunque seguramente no tenía malas intenciones.

—Bueno... es su deber liderar rangos inferiores y cuidar de...

—Debo encontrar a Himitsu por ti, ¿no es así? —Fushimi interrumpió el intento de Reisi de apaciguar—. Necesito más discrecionalidad para poder hacerlo.

Reisi miró al joven con severidad. Vio su propia determinación y tenacidad reflejada en la expresión de Saruhiko, aunque por desgracia, también vio una parte de desafío juvenil en su actitud. Pero el chico tenía potencial. Reisi ya lo había visto cuando se conocieron, y eso es lo que le facilitó promoverlo y alentarlo más. Aunque no fuera por resolver ese caso en particular lo antes posible, Reisi no dudaba de sus decisiones ni de su confianza en el muchacho..

—Okey. Lo tendrás —dijo finalmente.

Fushimi parpadeó sorprendido.

—¿Así de fácil?

—Así de fácil —confirmó Reisi, entrelazando los dedos—. Asumo que las razones para ampliar tu autoridad son razonables, y siempre la uses en nombre de Scepter 4, lo aprobaré.

—¿Siempre y cuando la use en nombre de Scepter 4? —repitió Fushimi, chasqueando la lengua de manera casi inaudible—. Siempre y cuando no lo haga a tus espaldas, quieres decir.

—No me malinterpretes, Fushimi Kun —dijo Reisi con calma—. Serás tú el que asuma toda la responsabilidad de tus acciones. Si resulta que no actúas en mi nombre, también sufrirás las consecuencias.

—Eso suena…—Fushimi inclinó la cabeza—… aceptable. Creo...

—Bien— dijo Reisi, tomando su bolígrafo de nuevo—. ¿Eso es todo? Todavía tengo trabajo por hacer.

—Claro —respondió Fushimi, se encogió de hombros y se dirigió hacia la puerta.

—Ah, Fushimi Kun...

Reisi contuvo a su tercero al mando de improviso.

—¿Sí, Capitán?

—Por pura curiosidad... ¿qué planeas exactamente hacer con tu autoridad recién adquirida?

Una sonrisa se extendió por el rostro de Fushimi. Una sonrisa tan calculada y de una arrogancia tan maníaca, que Reisi sintió un escalofrío correr por su espalda.

—Venceré a nuestros oponentes en su propio juego.

Reisi asintió brevemente.

—Gracias, Fushimi Kun. Te puedes ir.

«¿Vencerlos en su propio juego? Mmm. Buena idea»

Quizás ésta pudiera ser también la clave de cómo ganar contra Suoh. Un pensamiento se formó en la mente de Reisi y sintió una sonrisa tirando de sus labios, casi tan calculadora como la de Fushimi.

Decidió dejarse llevar por las condiciones cambiantes.

¿Suoh quería jugar? Reisi estaba dispuesto a hacerlo. No retrocedería ante su desafío.


Mikoto nunca lo hubiera considerado posible, pero ya no era capaz de dormir. Simplemente no estaba lo suficientemente cansado, y eso que eran las 5 de la tarde. Hace apenas dos semanas habría necesitado un terremoto bastante grave para despertarlo de su siesta. Una vez que se acomodaba a descansar en uno de los sofás del bar y cerraba los ojos, solía permanecer en ese estado durante bastante tiempo.

Ese día, sin embargo, Mikoto sentía una inquietud ansiosa en su interior cada vez que pensaba en la noche que se avecinaba. Rodó de un lado a otro, hasta que finalmente se abstuvo de tratar de dormir. Se sentó, se inclinó hacia el paquete arrugado del reposabrazos y sacó un cigarrillo.

—¿Irás a boxear de nuevo hoy? — preguntó Kusanagi desde detrás del mostrador.

—Mhm… —respondió Mikoto, apretando el cigarrillo entre sus labios y encendiéndolo. Boxeo… y Munakata.

Mikoto había provocado intencionalmente al otro hombre en su última pelea, para desconcertar un poco al siempre tan sereno y moralista Rey Azul. Pero las reacciones que había provocado en Munakata con sus acciones habían sido mucho más valiosas, mucho más atractivas de lo que Mikoto había esperado. Y quería más de eso.

—Pareces satisfecho —dijo su amigo, dejando el paño de cocina y encendiendo a su vez un cigarrillo —. No te había visto tan relajado en años.

—Mhm...

—¿No deberías estar molesto porque los Azules todavía no pudieron encontrar y arrestar a Pale?

—Nah... ya se solucionará...

Kusanagi lo miró sorprendido, luego una sonrisa se dibujó en su rostro.

—¿Después de todos estos años, el optimismo de Totsuka finalmente te está contagiando?

—Tal vez... —Mikoto respondió vagamente, aunque estaba bastante seguro de que Totsuka nada tenía que ver con el asunto. Su buen humor se debía más bien al hecho de que nunca se había sentido tan descansado como se encontraba actualmente. Al menos de algunos años a esta parte. O tal vez fuera por la emocionante anticipación que se extendía por todo su cuerpo cuando pensaba en sacudir el estoico autocontrol de Munakata nuevamente.

—Siempre y cuando no comiences con sus mismos pasatiempos extraños... —continuó Kusanagi lanzando una voluta azulada de humo al aire.

Mikoto lo miró con sospecha. ¿Pasatiempos extraños? ¿Acaso había mencionado inconscientemente sus actividades de ocio con Munakata a Kusanagi?

—Cultivar bonsáis…, pintar…, recolectar discos y huevos de porcelana...

— Ah, estás hablando de Totsuka…—soltó aliviado Mikoto. Sabía que Kusanagi tenía un sentido infalible para los pensamientos de su Rey, pero esto último hubiera sido simplemente espeluznante.

Kusanagi inclinó la cabeza.

—¿De quién si no?

—No importa —respondió Mikoto, apagando su cigarrillo en el cenicero.
Se alegró de que el camarero solo le dirigiera una prolongada y curiosa mirada, pero no profundizase en el asunto.


Dos horas después, Mikoto se dirigía al pequeño gimnasio en el corazón de la ciudad de Shizume. Llegó al dōjō a las 19:08, bastante a tiempo, considerando su "puntualidad" habitual.

Estaba acostumbrado a que todos siguieran sus órdenes a rajatabla y naturalmente había asumido que Munakata también acataría su solicitud. Por ello, cuando encontró la sala vacía y sin rastro del Rey Azul, fue una gran decepción para él. ¿Acaso Munakata ya había estado aquí y se había marchado? ¿O no se había presentado en absoluto?

Abrió el shōji al patio trasero y encendió un cigarrillo en el porche… y un segundo cigarrillo tan pronto como terminó el primero. Pasaron otros cinco minutos mientras se dedicaba a mirar el reloj encima de la entrada hasta que finalmente dio por hecho que Munakata ya no aparecería. Mikoto simplemente había juzgado mal al Rey Azul.

«¿Que esperabas?» Se preguntó a sí mismo de mal humor. «¿Que comiera de la palma de tu mano, solo porque tuvo una erección después de que tú lo provocases?» Mikoto hizo una mueca. «Es un Rey. ¿Por qué debería seguir tus órdenes?»

Sacudió la cabeza a causa de su propia estupidez, se obligó a relajarse, y ya estaba a punto de dejar el dōjō para comenzar su entrenamiento de boxeo, cuando se abrió la puerta y entró Munakata.

El Rey Azul había reemplazado el atuendo tradicional de kendōka por modernos pantalones de chándal azul oscuro y una camiseta negra ajustada. La vista era tan poco común y sorprendente -y sobre todo tan fascinante- que Mikoto necesitó unos segundos para acostumbrarse.

—¡Vaya, has llegado temprano! —dijo Munakata, cerrando la puerta.

Cuando Mikoto se dio cuenta de que se encontraba mirando al otro con la boca abierta, cambió de inmediato a una expresión aburrida.

—Más bien eres tú el que llega tarde —respondió con un movimiento de cabeza hacia el reloj. Ese reproche sonó impropio de él. No obstante, no pudo evitar notar lo satisfecho que estaba de que Munakata apareciera al final.

Reisi siguió su mirada y se encogió de hombros.

—Tenía que conseguir algo más cómodo para ponerme.

—¿Qué pasó con tu otra ropa? —preguntó Mikoto. Definitivamente le había gustado lo bien que se veía Reisi en hakama uwagi. El Rey Azul llevaba la ropa tradicional con cierta dignidad propia, como si estuviera hecho expresamente para ella. Aunque no es que se quejara de cómo se veía hoy…

Con cada segundo que pasaba, Mikoto tenía más y más la impresión de encontrarse con una trampa invisible cuidadosamente diseñada. Se sentía un poco extraño... como al revés.

—Nada en particular —respondió Munakata, acercándose lentamente. Se detuvo tan cerca de él que Suoh pudo sentir su cálido aliento en su rostro. Al momento siguiente, Munakata dejó que sus fríos dedos se deslizaran sobre los bíceps de Mikoto—.Tras pensarlo bien, llegué a la conclusión de que no estaría de más adaptarme a mi oponente para ganar.

—Hm...

Munakata lo soltó y se colocó en el medio del ring, tomando posición de pelea. Un desafío inconfundible yacía en el fondo de sus ojos violeta.

—¿Estás listo?

—¿Para derribarte de nuevo? Sí —replicó Mikoto. Todavía contaba con una ventaja física, aunque fuera muy pequeña. Aunque el otro podría usar su Aura, Mikoto estaba seguro de que jamás lo haría. Su sentido de la justicia era demasiado fuerte para eso.

—Veremos, quién derriba a quién hoy —dijo Reisi con voz calmada.

Ya en los primeros instantes de su pelea, Mikoto se dio cuenta de que algo había cambiado. La última vez Munakata se había mantenido a la defensiva, siempre esquivando o bloqueando con cautela los ataques de Mikoto. Hoy el Rey Azul era mucho más ofensivo.

Y aún así, los rápidos golpes de Munakata no eran duros ni dirigidos con la intención de causar moratones. Todo lo contrario. Los ataques de Reisi se deslizaron por el cuerpo de Mikoto como sensuales caricias; rozaron su piel caliente, a veces de manera tan tierna que Suoh incluso se preguntaba si no habían sido producto de su imaginación

Los contraataques de Mikoto, por otro lado, resbalaban sobre Munakata como gotas de lluvia en el cristal de una ventana. El otro hombre o se daba suavemente la vuelta o los eludía hacia atrás en el último momento hasta terminar con Mikoto simplemente rozando su cuerpo con las yemas de los dedos.

Era como bailar con una sombra. Un baile cercano pero no del todo tangible. Y sus miradas se mantenían pegadas una a la otra, separándose a veces por apenas fracciones de segundo, antes de cruzarse de nuevo.

El siguiente ataque de Munakata parecía estar dirigido al hombro del Rey Rojo, pero finalmente, la mano del Rey Azul se deslizó casi acariciando el cuello y la nuca de Mikoto, tocando suavemente su oreja y cabello, mientras que su cuerpo delgado y tenso se aferraba al de Suoh por un momento.

De repente, la respiración de Mikoto se aceleró. Un calor agradable se expandió por sus venas y no estaba seguro si era por la pelea o por la atmósfera cargada de erotismo que Reisi estaba creando de manera tan casual.

—Viniste preparado —pronunció, levantando su brazo para lanzar otro puñetazo.

El Rey Azul esquivó el ataque con un suave giro, antes de que sus largos dedos recorrieran los hombros de Mikoto.

—Mhm... Esa es mi forma de ganar: conoce a tu enemigo, usa su debilidad.

—Ajá. ¿Y cuál es mi debilidad?

Munakata respondió la pregunta con una sonrisa lánguida y una mirada llena de promesas, que envió una sacudida de anhelo y lujuria directamente a la ingle de Mikoto.

—Tu ego.

—¿Mi ego, eh? —Mikoto reprimió una amarga risilla—. Si alguien tiene un problema con el ego aquí, ese eres tú, Munakata.

No obtuvo respuesta. Al menos ninguna efectuada con palabras. Pero Reisi dejó de ocultar sus toques detrás de golpes a medias o ataques imprecisos. En cambio, permitió que sus manos se deslizaran de manera clara y segura sobre el cuerpo de Mikoto… sobre sus brazos, sus hombros y su pecho. Dondequiera que lo tocara, dejaba rastros de un calor emocionante y estimulante a su paso.

En un pequeño rincón de su mente, Mikoto sabía lo que estaba haciendo su oponente: quería confundirlo de la misma manera que Suoh lo había hecho hace unos días. Pero aunque hubiera descubierto la intención de Munakata, no pudo resistirse a su apelación.

Descartó la idea de ganar esta batalla con poder, agilidad o resistencia, y se permitió un juego mucho más sensual, con la intención de cambiar las tornas.

Con los ojos todavía fijos el uno en el otro, se arriesgó. Extendió el brazo y dejó que su mano descansara en la parte posterior del cuello de Munakata. Muy lentamente lo acercó un poco más. Munakata aceptó el toque y respondió con un suave gemido que tiró por la borda cualquier intento de restricción de Mikoto. ¡Maldita sea! Ya se estaba poniendo duro.

—¿Estás seguro de que puedes ganar este tipo de enfrentamiento? —preguntó con voz ronca—. ¿O que incluso quieras hacerlo?

La mirada de Munakata era oscura e intensa.

—Absolutamente —respondió sin aliento.

Lentamente dieron vueltas uno alrededor del otro, Mikoto acercando a Munakata con cada giro,hasta que no hubo nada más entre ellos que dos capas de ropa fina de entrenamiento.

Obviamente, la situación también afectó a Munakata. Mikoto podía sentir su erección presionando contra la suya. Con una mano aún en su nuca, acarició su trasero con la mano libre y lo atrajo aún más cerca.

Un suspiro escapó de los labios ligeramente abiertos de Munakata. Sus largas y oscuras pestañas eclipsaron los ojos violeta por detrás del cristal de las gafas.

Mikoto gruñó. Ya no se trataba de ganar o perder. El objetivo había cambiado en apenas minutos.

Mikoto tomó la iniciativa. Lentamente, pero decidido, comenzó a desplazar a Munakata hacia un lado de la habitación. Sintió a Munakata ceder, con las manos firmemente apoyadas en sus caderas, permitiendo ser empujado hasta llegar a la pared.

Mikoto apenas resistía el impulso de apartar algunas de estas hebras sedosas que caían sobre el lateral del rostro de Reisi y besarlo hasta que todo a su alrededor se desvaneciera en el olvido. Pero quería saborear la situación un poco más. Quería ver los ojos de Munakata oscurecerse aún más con la lujuria, quería sentir la excitación del otro aumentando al igual que la suya.

Las yemas de los dedos de Munakata rozaron los brazos de Mikoto, lo que provocó un escalofrío de placer que recorrió su columna vertebral. El Rey Azul empujó su pelvis contra él y Suoh respondió de la misma manera. Se apretó contra Munakata y lo empujó suavemente contra la pared. Su pulgar se deslizó como una pluma sobre su barbilla y bajó hasta sentir el pulso en la garganta de Munakata. Mikoto se inclinó lentamente hacia adelante y…

En el momento siguiente, sintió como Munakata agarraba con fuerza su brazo derecho y enganchaba una pierna detrás de la suya. Antes de que pudiera disipar la niebla que todavía nublaba su juicio, ya había perdido el equilibrio y se encontraba tirado en el suelo y boca abajo solo un segundo después. Munakata dobló dolorosamente su brazo hacia atrás y presionó la rodilla contra su columna. Tuvieron que pasar unos momentos más hasta que Mikoto finalmente se diera cuenta de lo que acababa de suceder.

—Tu ego... —repitió Munakata.

«¡Maldita sea!»

Mikoto comenzó el intento a medias de liberarse del agarre del Rey Azul, lo que hizo que Munakata torciera su brazo sin piedad aún más hacia atrás, hasta que lo último que quedaba de su excitación se hubiera desvanecido en el aire y ya no pudo soportar más el dolor en su hombro.

—Está bien, me rindo —siseó con los dientes apretados y golpeando el tatami con la palma de su mano libre. Suoh sabía que había sido derrotado y, por extraño que parezca, no estaba tan enojado por ello como probablemente debería haberlo estado—. Esta ronda es para ti.

Munakata lo soltó de inmediato y se puso de pie. Esta vez fue Mikoto quien tomó la mano ofrecida y no la soltó incluso cuando ambos estaban de pie uno frente al otro.

Suoh había esperado ver la sonrisa arrogante de Munakata, pero no pudo detectar ni siquiera el más mínimo indicio de superioridad en el delgado y definido rostro del Rey Azul. Más bien, parecía que Munakata hubiera sufrido otra derrota, mientras su mirada se detenía en sus manos entrelazadas.

La tensión era demasiado obvia para que Mikoto pudiera ignorarla.

—Has ganado, Munakata —dijo—. ¿No deberías deleitarte con tu victoria?

El Rey Azul frunció el ceño.

—Lamento la forma en que gané —respondió y levantó la cabeza para mirar a Mikoto directamente a los ojos—. Me molesta hacer uso de trucos tan primitivos.

—No —lo corrigió Suoh y torció sus labios en una sonrisa irónica. Soltó la mano de Munakata y se dirigió hacia el engawa, donde había dejado su paquete de cigarrillos—. Después de todo, se trataba de usar todos los medios posibles. Has ganado de forma justa y equitativa.

Mikoto ofreció un cigarrillo a Munakata cuando el Rey Azul lo siguió al porche. Realmente no esperaba que el otro hombre lo aceptara. Habían pasado años desde la última vez que vio a Munakata fumar. Por ello arqueó una ceja mientras el Rey Azul tomaba el cigarrillo y se encogió de hombros mientras encendía el suyo.

—Pensé que desaprobabas contaminar el aire...

Munakata encendió su cigarrillo, le devolvió el encendedor y dio una profunda calada.

—Parece que hoy estoy rompiendo algunos de mis hábitos —dijo mientras dejaba su mirada vagar por el cielo cada vez más oscuro.

Mikoto miró al otro hombre pensativamente, dando una calada a su propio cigarrillo. Aunque no quedaba casi nada de la atmósfera tentadora y sensual de antes, apenas lograba resistir el efecto cautivador que Munakata todavía tenía en él. La suave luz de las linternas proporcionaba a su piel un brillo casi transparente. Fue completamente incapaz de apartar la mirada, mientras observaba a Reisi dar distraídamente otra larga calada.

—Toma una copa conmigo —dijo antes de que pudiera pensarlo dos veces.

Munakata tosió y se volvió hacia él. Mikoto se habría reído de la expresión de desconcierto en el rostro del otro hombre si no se hubiera sentido tan tenso.

En rápida sucesión, la sorpresa, la curiosidad y el rechazo cruzaron por el rostro -por lo demás siempre tranquilo- del Rey Azul. No parecía estar muy emocionado con la sugerencia.

«Al menos valió la pena intentarlo» pensó Mikoto, ya convencido de que sería rechazado.

—Está bien —dijo finalmente Reisi, lanzando una voluta de humo al aire—. Pero me gustaría ir a comer algo antes... si quieres unirte a mí...

Mikoto miró al otro estupefacto antes de que una amplia sonrisa se extendiera por su rostro.

—Claro.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).