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El Poder Para Proteger (Todo va a ir bien) por dominadaemoni

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Frescos, tras una ducha, llegaron a su destino después de un paseo de 10 minutos por las calles de Shizume.

Mientras se acercaban, Munakata se iba percatando de lo mucho que difería su concepto de "ir a comer fuera" de la propuesta del Rey Rojo.

Pero tuvo que admitir que el tachigui-ya* cerca del puerto, donde finalmente se detuvieron, tenía su propio encanto.

Mikoto saludó al cocinero, un hombrecillo canoso de rostro arrugado y ojos entrecerrados, con un breve asentir y un par de cortas frases, tras las cuales la expresión del anciano detrás del mostrador se iluminó visiblemente. Después pidió un par de menús para ambos mientras su acompañante esperaba en una parte libre de la barra del bar.

Reisi se encontraba demasiado lejos para poder oír la conversación entre Suoh y el dueño de la tienda, pero el anciano parecía estar realmente feliz por la visita del Rey Rojo ya que sonreía de una manera muy diferente a la ofrecida por simple cortesía a un cliente y se inclinó varias veces, negándose estrictamente a aceptar el pago. Finalmente, Suoh se rindió encogiéndose de hombros, y recogió el humeante encargo.

—¿Vienes aquí con regularidad? —preguntó Reisi cuando se acercó a él y colocó los dos tazones de ramen en la rayada superficie de madera de la barra.

—Mhm...

—¿Y es privilegio del Rey Rojo comer por la cara aquí o qué?

Suoh entrecerró los ojos.

—No hay ningún privilegio —afirmó—. Solo dio la casualidad de que estaba cerca cuando una de estas bandas de matones verdes quiso golpearlo.

«Así que el dueño no quiso tomar el dinero en agradecimiento...» caviló Munakata sorprendido. Esta faceta de Suoh era nueva para él. Siempre había visto al Rey Rojo como un alborotador. Como un matón, un agresor que aliviaba su aburrimiento intimidando a los demás. Pero al parecer aparentemente también sabía usar sus poderes para defender y ayudar a la gente.

—Ya veo —dijo Reisi, tomando sus palillos—. Itadakimasu*.

Itadakimasu —respondió Suoh, siguiendo su ejemplo.

Reisi se alegró de haber dejado que Mikoto eligiera el sitio para cenar. Parecía estar a gusto en este entorno y dudaba mucho que eso también se hubiera aplicado a un restaurante francés en el centro de Tokyo. La postura de Suoh era relajada como siempre, pero también había un poco menos de tensión en sus gestos y su expresión era un poco más suave de lo habitual, lo que lo hacía parecer dos o tres años más joven. Ambos habían crecido aquí, en el corazón de Shizume City, pero el Rey Rojo había mantenido su arraigo mejor que Munakata. Se notaba que "estaba en casa".

Cuando Mikoto notó la mirada persistente de Reisi, acabó por fruncir el ceño.

—¿Qué?

—Nada —respondió Reisi, bajando de inmediato la mirada mientras fingía estar ocupado desenredando algunos de sus fideos en el tazón. Por el rabillo del ojo, notó que Suoh continuaba mirándolo.

—Oh, ya veo —dijo finalmente—. ¿La comida sencilla no es lo suficientemente buena para Su Majestad?

—No, no es eso —respondió Reisi con sinceridad. Los fideos, el pescado y la combinación de verduras formada por cebollas verdes, maíz y zanahoria que flotaban en el sabroso caldo definitivamente no eran alta cocina, pero estaban bien condimentados y bastante deliciosos. Además contaban con la ventaja de ser la primera comida del día de un Munakata que llevaba desde por la mañana manteniéndose a base de tazas de té—. Es más probable que sea la compañía la que me esté estropeando el apetito —añadió con la insinuación de una sonrisa que le quitó el filo a sus palabras.

—Lo mismo digo —respondió Suoh relajado—. Ver tu cara de moñas mientras comes tampoco ayuda.

—No recuerdo haberte obligado a venir. También podrías haberte quedado en el gimnasio, lamiendo tus heridas. Solo.

Suoh entrecerró los ojos y Reisi temió por un momento haberse sobrepasado. Al fin y al cabo no solo el ego de Suoh se había resentido por la pelea. Tuvo que admitir que le había jodido detener su sensual batalla, solo por probar un punto de vista. En el mismo momento en que tuvo a su rival yaciendo indefenso bajo él sobre el tatami, la victoria dejó de sentirse como una victoria en absoluto. De hecho, Reisi tenía la impresión de que ambos habían perdido.

Por suerte Suoh continuó con el pique.

—¿Y desaprovechar la oportunidad de emborracharte? —dijo con un brillo travieso en sus ojos.

—¿O'ya?¿Eso es lo que estás haciendo? Muy esclarecedor, gracias. No te había tomado por el tipo de hombre que necesita drogar a otros para lograr su objetivo.

—Tsk. No estoy tan desesperado, Munakata —respondió Suoh, inclinándose en dirección a Reisi y acortando de manera significativa el espacio entre los dos. Sus ojos miel brillaban intensamente, su voz era tan oscura y suave como el terciopelo negro.

—Sabes que podría haberte tenido antes en el gimnasio. Y sin alcohol de por medio.

Reisi tragó duro. Cierto, lo sabía: en circunstancias diferentes era muy probable que se hubiera dejado llevar

—Te sobreestimas a ti mismo, Suoh —dijo en voz alta. Mikoto no necesitaba saber cuánto autocontrol le había hecho falta para romper su juego sensual, ni cómo la mera evocación de lo sucedido aun ahora le agitaba la sangre.

—Hm... Si tú lo dices… —Suoh se encogió de hombros—. Pero trata de verte más relajado para variar.

—Estoy relajado.

—¿A pesar de ese palo que tienes metido en el culo? —añadió Suoh con una sonrisa de desprecio.

— ¡Qué grosero!

Reisi se ajustó las gafas.

¿Realmente el Rey Rojo lo veía de esa manera? ¿Lo tomaba por un amargado? Solo porque su sentido del humor no fuera entendido por la mayoría de la gente, no implicaba que no lo tuviera. Reisi se consideraba en realidad, una persona muy graciosa.

¿O Suoh se creía que estaba tenso porque tenía un trabajo estable en lugar de holgazanear en el bar día tras día? ¿O porque asumía y se tomaba en serio sus responsabilidades con respecto a la sociedad o sus subordinados, en lugar de sucumbir a cualquier pequeño capricho?

Se tragó un par de bruscas respuestas porque no quería arruinar la atmósfera relajada entre ellos. Mejor demostrarle lo equivocado que estaba con respecto a lo de no saber encajar una broma.

—Ese 'palo' no parecía molestarte demasiado hace un rato, mientras agarrabas mi... trasero.

—El 'palo' estaba en otro lugar en ese momento —respondió Suoh con un guiño sugerente—. Y realmente necesitas un trago si ni siquiera eres capaz de decir la palabra culo.

Suoh sabía que ahí lo había pillado y se rió suavemente.

Era un sonido que Reisi no había escuchado en años, y se sorprendió de lo atractivo y fascinante que le resultaba. No recordaba que hubiera tenido ese efecto para él en el pasado. Y menos cuando la broma se hacía a sus expensas. Suspiró y procedió a defenderse, tratando de ocultar su turbación.

—No recurriré a una forma poco refinada de hablar sólo para convencerte de que estoy muy a gusto.

Tal vez debido al esfuerzo paralelo que hacía por calmarse, su voz sonó un poco más disgustada de lo que estaba en realidad. Siguió una breve pausa.

—Relájate… —dijo finalmente Suoh—. Me gusta tu culo, con o sin el palo.

Reisi parpadeó. Ninguno de los dos podría continuar negando esta nueva atracción física mutua. No después de lo que casi había pasado en el gimnasio. No obstante, se sorprendió por el enfoque contundente de Suoh, como si no hubieran pasado años confrontando. Por otro lado, el Rey Rojo siempre había sido un poco beligerante; que ese temperamento ardiente también se mostrara en su manera de enfocar las relaciones de cortejo o sexuales, no debería haber sido tan inesperado.

—Uh... ¿gracias? supongo…

«Demasiado pronto» pensó Mikoto al verlo balbucear y reculó de inmediato.

—En realidad pensaba invitarte a unos tragos para meterte en algún lío embarazoso. Pensé que sería divertido tomar fotos y enviárselas a todo HOMRA o a tus lacayos.

Reisi casi se atraganta con los fideos.

—No sé qué tienes en mente, pero te aseguro que necesitarás una cantidad mucho más considerable de 'unos tragos' para eso.

—¿Qué? ¿Ningún comentario sobre los 'lacayos'?

Reisi suspiró, poniendo los ojos en blanco.

—¿Cambiaría algo la forma en que llamas a mis subordinados si te lo vuelvo a señalar?

—No. No lo creo —admitió Suoh y sorbió ruidosamente de su cuenco.

Durante un rato, disfrutaron de la cena sin hablar.

Reisi había experimentado que el no hablar solía derivar en un silencio incómodo con la mayoría de la gente, pero sorprendentemente, no era el caso con Suoh. Permanecían en un cómodo silencio y tuvo que admitir que disfrutaba ésto incluso más que sus fideos.

Después de unos minutos, Reisi notó que Suoh dejaba el cuenco sobre la mesa para ensartarlo con una mirada pronunciada e intensa.

—Por curiosidad —dijo, cuando Reisi levanto la vista para encararlo—. Esa 'cantidad considerable' de la que hablabas…, ¿de cuánto más de 'unos tragos' estamos hablando?

Pasaron unos segundos hasta que las palabras de Suoh cobraran sentido para Reisi. Luego sonrió.

—¿Por qué? ¿Estás calculando cuánto te costará emborracharme?

Suoh mostró una sonrisa irónica también.

—Tal vez... Así que…, ¿cuánto?

Reisi inclinó la cabeza.

—Mucho más de lo que puedas pagar…—Ante la cara de retadora incredulidad de Mikoto, Reisi decidió cortar con el tonteo. Frustrar a Suoh puede que lo tentara en el pasado pero no estaba entre sus actuales prioridades—. Tengo que admitir que esa es una pregunta a la que no puedo responder. El Aura Azul me protege de todo tipo de toxinas y el alcohol entra en esta categoría. Desde que los Dresden Slates me eligieron para ser el Cuarto Rey, no he vuelto a emborracharme.

Los ojos de Suoh se abrieron sorprendidos.

—¿De veras? —dijo y sonó como si estuviera hablando consigo mismo—. Qué putada...

—¿Por? Es práctico.

Solo en ese momento Mikoto pareció percatarse de que su última observación fue hecha en voz alta. Lanzó una última mirada fugaz a los labios húmedos del Rey Azul.

—No importa—dijo para finalmente apartar la mirada y volver a coger el cuenco y sorber el resto del caldo.

Munakata lo observó por un rato, analizando.

Por lo general, no le resultaba particularmente difícil leer a la gente. Suoh era uno de los pocos que ocasionalmente podían sorprenderlo, pero en ese momento Reisi tenía una idea bastante precisa de lo que hacía que Suoh se moviera. Sabía que tenía que correr el riesgo ahora si no quería desperdiciar la oportunidad.

La vocecita de su sentido común gritaba que lo dejara en paz. Ciertamente, había miles de buenas razones para que Reisi se diera la vuelta y pusiera la máxima distancia posible entre el Rey Rojo y él. Insistía en algo sobre la rivalidad natural entre reyes, equilibrio y orden, HOMRA y Scepter4... pero ninguno de esos argumentos parecía ser realmente importante para él en este momento.

—Suoh... —dijo inclinándose sobre la mesa. Bajó la voz a un susurro para que fuera imposible que los demás clientes del restaurante le oyeran—. La protección del Aura Azul tiene un efecto secundario que te conviene… No voy a poder usar la excusa de que estaba borracho y no sabía lo que hacía, cuando vaya a dormir contigo.

Con satisfacción, Reisi notó cómo los ojos ámbar del Rey Rojo resplandecieron salvajes.

—No será a causa del exceso de alcohol —continuó con total intención de avivar la brasa hasta convertirla en llama— sino como resultado de una consciente y libre decisión por mi parte…, por nuestra parte.


«¡Maldita sea!» Mikoto pensó por enésima vez, mientras recordaba las palabras de Munakata de camino al bar. Cuando vaya a dormir contigo, había dicho.

Cuando, no ...

Lo había escuchado claramente y estaba seguro de que esa había sido la intención exacta del Rey Azul.

Mientras pensaba en el significado de esta oración, sus jeans se estiraron con fuerza alrededor de su entrepierna y tuvo que obligarse a mirar hacia la entrada iluminada del establecimiento enfrente suya, en lugar de hacia el Rey Azul que caminaba despreocupadamente a su lado. No había ni la más remota posibilidad de que el hombre no fuera consciente del efecto que provocaba en él.

Cuando Munakata abrió la puerta del bar con el acertado nombre Karma, fueron recibidos por una densa nube de humo del tabaco, el tintineo de vasos y un ambiente alegre.

Mikoto no había estado aquí desde que se convirtiera en Rey y su mejor amigo abriera su propio bar. En aquella época, Karma tenía distinto dueño y otro nombre: The Temptation. Mientras Mikoto seguía a Munakata a su interior y dejaba a sus ojos deslizarse por el firme trasero del Rey Azul, estaba seguro de que ambos nombres parecían ser un presagio.

Ya eran pasadas las 10 de la noche y el lugar estaba bastante lleno, pero encontraron dos asientos libres uno al lado del otro, en la barra.

—¿Qué diría Kusanagi San, si se enterase que estás bebiendo en otro bar?—preguntó Munakata sonriendo mientras se sentaban en los taburetes—. ¿O si se enterase de que estás aquí conmigo? —Mikoto se encogió de hombros y encendió un cigarrillo—. ¿Qué piensas que sería más impactante para él? —continuó indagando Reisi.

El Rey Azul obviamente trataba de irritarlo. Pero se necesitaría algo mucho más molesto para lograr ese objetivo.

—Hm… ni idea… —respondió Mikoto, dando una larga calada—. No tengo la intención de preguntarle tampoco. ¿Y tú?

Munakata se rió entre dientes.

—No es muy probable.

Pidieron whisky: Mikoto solo, Munakata con hielo.

Eso era apropiado, aunque el Rey Azul no era tan frío y reservado como de costumbre.

Quizás esto se debía al hecho de que Mikoto lo viese con ropa de civil por primera vez en años. El uniforme, tan perfectamente ajustado como era, siempre le daba al Rey Azul un aire de rigidez y condescendencia, mientras que Munakata parecía casi un hombre común con su camisa azul oscuro abotonada, las mangas arremangadas hasta los codos y los pantalones negros.

«Como un hombre ordinario y pecaminosamente atractivo», añadió Mikoto en su fuero interno.

—¿Y en tu caso? ¿Qué pensaría tu segunda al mando de ésta situación? —preguntó, volteando las tornas—. El muy querido Capitán de Awashima en un bar junto con el Rey Rojo... claramente ansioso por tener sexo con él...

Munakata abrió la boca para responder, pero no dijo ni una palabra cuando Mikoto puso su mano en la parte superior del muslo del otro hombre, apretando ligeramente.

—Eso mismo pensé yo..., —continuó Mikoto contento, disfrutando de la reacción de Munakata, así como de la sensación de tirón que el toque provocó en sus entrañas.

—No estoy ansioso por eso. Pero tienes razón… —murmuró finalmente Munakata, se aclaró la garganta y se subió un poco las gafas—. Quizás no fue la mejor idea traer a nuestros clansmen a la discusión.

Para sorpresa y deleite oculto de Mikoto, el Rey Azul dejó la mano donde estaba en lugar de sacudirla. Es más, Munakata puso sus propios dedos encima de los de Mikoto; un consentimiento tácito que provocó que un agradable calor se extendiera por su cuerpo.

—¿Entonces tu Aura te protege de emborracharte? —preguntó Suoh, tan pronto como trajeron sus bebidas. Munakata asintió.

—Y de la comida contaminada, los disparos, los rayos, las picaduras de mosquitos...

—¿De las picaduras de mosquito?

—Sí, de las picaduras de mosquito también. Eso es muy útil a veces. Aunque no estoy tan seguro al respecto de los rayos. Solo existe una posibilidad de entre seis millones de ser alcanzado por un rayo. Supongo que soy una de las 5,999,999 afortunadas que se han librado, así que no puedo confirmarlo personalmente, pero el principio es similar a...

Mikoto levantó su mano libre en un gesto defensivo, interrumpiendo la explicación innecesaria.

—Ok, vale… De acuerdo.

Munakata inclinó la cabeza y miró a su compañero de copas.

—La forma en que preguntaste sobre el Aura Azul me lleva a pensar que la Roja es diferente. ¿Lo es?

Seah… —bufó Mikoto con desdén—. Es diferente.

Munakata tomó un trago de su vaso y giró en su asiento hasta que sus rodillas rozaron la parte exterior del muslo de Mikoto.

—¿Qué tan diferente? ¿Querrías iluminar a tu oponente sobre las peculiaridades de tu Aura?

Mikoto dio una calada a su cigarrillo y exhaló.

—Querría...

En ese momento no podía usarla y, curiosamente, no tenía la sensación de sentarse frente a un oponente. Pero Munakata tenía razón: era un hecho que eran portadores de poderes opuestos. Cuando recuperara su Aura de nuevo… o más bien si encontraba el coraje suficiente para arrebatarle sus poderes a Pale, volverían a ser rivales.

—Es agresiva… —comenzó, permitiendo que el recuerdo del Aura Roja lo tragara—. Me agita, no me permite descansar, exige constantemente ser liberada...

Casi podía sentirlo: el calor de las llamas, el deseo rebelde de destruir, de prenderle fuego a todo. Mikoto cerró los ojos e inconscientemente apretó los dedos en un puño.

—Es dolorosa. Es aplastante. Es un monstruo.

Munakata se quedó en silencio, pero Mikoto sintió unos fríos dedos acariciando los suyos lenta y suavemente, ahuecando su puño. Debería haber agradecido el toque del Rey Azul, pero de repente el contacto se sintió incómodo.

—¡No necesito tu lástima! —espetó y retiró su mano.

—No es lástima lo que siento —respondió Munakata con calma.

—¿No lo es?

—No —respondió Munakata.

Después permaneció en silencio durante tanto tiempo que Mikoto ya estaba convencido de que no diría más.

—Reconozco y respeto tu fuerza —dijo finalmente el Rey Azul.

—Hm. Deja de decir tonterías, Munakata —gruñó Mikoto, dio otra calada a su cigarrillo y lo apagó en el cenicero. Era muy consciente de la mirada violeta que seguía cada uno de sus movimientos, pero no había venido aquí para hablar sobre el Aura Roja. Ni siquiera quería pensar en ella. Tenía que escapar de este sentimiento de constricción lo antes posible, así que forzó una expresión relajada y dejó que sus ojos se deslizaran abiertamente sobre el cuerpo de Reisi—. Solamente me halagas porque quieres llevarme a la cama.

El Rey Azul lo miró atónito por un momento, luego inclinó la cabeza, su expresión se volvió más suave y aceptó el cambio de tema.

—Supongo que no voy a necesitar halagarte demasiado para eso. Pero pensé que eras tú el que tenía intención de meterme en tu cama a mi.

—Lo mismo da... —Mikoto bebió su vaso de un trago, antes de levantarse y dejar que su mano rozara el hombro de Munakata—. Voy a mear.

Por un segundo se vio a sí mismo y a Munakata echando un polvo rápido en uno de los baños. Al mismo tiempo, sabía que algo así no era una buena idea, Munakata no estaría ni remotamente de acuerdo.

«Tiene demasiado estilo para eso».

Además -y esa era la razón principal por la que Mikoto se fue al baño- necesitaba un minuto… o dos, para recuperar la calma. Había sido un error abrirse. El recuerdo del Aura Roja le molestaba más de lo que pensaba.

Cuando finalmente se paró frente a los lavabos, observándose en el espejo, casi tuvo la impresión de ver su resplandor parpadeando detrás de sus ojos. Abrió vigorosamente el grifo y se echó un poco de agua en la cara. Eso ayudó. Pasó sus dedos mojados por su cabello revuelto y sintió que se calmaba lentamente.

No permitiría que el miedo lo controlara nunca más. Él era un Rey. Saldría ahora, besaría a Munakata hasta que ambos estuvieran mareados, se alojarían en algún hotel y se lo follaría hasta que ni siquiera pudiera recordar cómo deletrear 'Aura Roja'.

Motivado por ese pensamiento, Mikoto salió del baño y se dirigió de regreso a la barra solo para detenerse en seco a unos pasos de distancia. Mientras tanto, el asiento junto a Munakata había sido ocupado.

Una morena delgada y bonita, con gafas y un tamaño de busto que competía con el de Seri Awashima se había sentado en el sitio de Mikoto, empujando sus curvas contra el antebrazo de Munakata. Sus grandes ojos estaban pegados a sus labios como si el Rey Azul estuviera hablando del camino definitivo hacia la paz universal.

A Reisi no parecía importarle que se riera demasiado fuerte, que su maquillaje fuera demasiado abundante o que se aferrara a su brazo con demasiada fuerza, porque estaba en su elemento. Su postura era erguida y engreída; con la cabeza ligeramente inclinada hacia atrás, miraba a la joven con una sonrisa benevolente mientras hablaba.

Algo en su discurso debía ser realmente estimulante. La mujer se rió, agitó las pestañas y se inclinó aún más hacia Munakata, lo que seguramente le ofrecía una excelente vista de su escote. Pero el Rey Azul aparentemente estaba ciego al torpe intento de la morena de tirarle los tejos.

Pero Mikoto lo veía con claridad y no sabía qué había desencadenado su repentina ira.

¿Era el hecho de que Munakata se había estado divirtiendo los últimos diez minutos sin él? ¿O fue porque el Rey Azul, con toda su capacidad de percepción habitual, no se había dado cuenta de que la mujer lo estaba devorando sin restricciones por los ojos, como si fuera el próximo plato de su banquete particular?

Cuando se dio cuenta de que gran parte de su ira provenía de lo posesivos que se estaban volviendo sus pensamientos, sacudió la cabeza. Esta rabia no valía la pena. Munakata no le debía nada, ni Mikoto debía nada al Rey Azul.

Se acercó a ellos. Cuando notaron su presencia, los ojos de la joven se abrieron en una mezcla de sorpresa y timidez, mientras que los de Munakata se entrecerraban.

La mirada de la morena saltaba de uno a otro mientras preguntaba desconcertada:

—¿Este es…? ¿Este es el Rey Rojo?

—Acertaste —confirmó Mikoto sin pestañear, lo que le valió una mirada de desaprobación del Rey Azul.

«¿Qué? ¿Te avergüenza estar aquí conmigo, Munakata?»

Antes de que la joven pudiera hacer otra pregunta, Reisi suspiró y comenzó a explicar:

— Scepter4 está trabajando en estrecha colaboración con el Clan Rojo en este momento para resolver un caso de máxima prioridad. Aunque no se trata principalmente de la seguridad de Japón -por lo que nos hemos abstenido de informar a la oficina del primer ministro hasta ahora- es de gran importancia tratar este asunto de manera confidencial, ¿entiende, Amisaki San? Por lo tanto, hemos tenido que elegir un lugar tan poco común como éste para una reunión.

—Vaya..., —dijo ella, todavía con una expresión preocupada en su rostro— ...entiendo, Su Majestad... —Tras esa aseveración, se acurrucó junto a Munakata de nuevo—. ¡Es usted tan comprensivo…, tan noble como para trabajar con esa banda de matones! Es realmente admirable...

—No necesita decir eso…—respondió, turbado el Rey Azul.

De repente, Mikoto sintió la necesidad de esparcir su ramen a medio digerir sobre el mostrador. Rápidamente luchó contra las náuseas y solo puso los ojos en blanco.

—¿Nuestra reunión ya ha llegado a su fin, Su Majestad? —preguntó Mikoto satisfecho de la tensión provocada en Munakata por su tono burlón.

Entonces los ojos violetas del Rey Azul se iluminaron.

—No, en absoluto. Pero sugiero que traslademos nuestra reunión a otro lugar, para repasar los detalles en privado.

Con una pequeña reverencia, el Rey Azul se volvió hacia la morena.

—Lo lamento mucho, Amisaki San, pero tengo que irme ahora. Negocios, ya sabe...

Se puso de pie y dejó algunos billetes sobre la superficie brillante de la barra.

—¡Por supuesto, Majestad! —respondió ella con entusiasmo, pero también claramente decepcionada de que Munakata simplemente la abandonara.

Mikoto no pudo dejar de sentir cierta satisfacción cuando Munakata dejó el bar junto con él. —¿Tanta prisa tienes por acostarte conmigo? —preguntó, aparentemente sereno, inmediatamente después de que la puerta se cerrara detrás de ellos. Se puso un cigarrillo entre los labios y lo encendió.

Munakata le lanzó una mirada rápida.

—No tiene nada que ver con eso. Simplemente pensé que también sería de tu interés no llamar la atención innecesariamente sobre nuestra reunión. Las palabras equivocadas en los oídos equivocados traerán consigo muchas consecuencias no deseadas para ambos. Amisaki San es la secretaria del Primer Ministro y también...

—... y también está loca por ti —interrumpió Mikoto, lanzando volutas de humo al aire—. Ella no mancharía deliberadamente tu imagen.

—Imposible —dijo Munakata. Su rostro mostraba tanta perplejidad inocente que a Mikoto casi le entró la risa.

—¿Ni siquiera te diste cuenta de que estaba coqueteando contigo? ¿Cómo puede alguien con tu inteligencia estar tan desorientado?

—No seas ridículo —replicó Munakata, ajustándose las gafas—. Ella no actuaba esta noche de manera diferente a lo habitual.

Ahora si que Mikoto no pudo reprimir la risotada. Munakata lo miró como si pensara que había perdido la cabeza. De repente, Mikoto se sintió tan a gusto que ni siquiera pensó en cuestionar la razón de este sentimiento.

Su camino los llevó a lo largo de los muelles, desde donde tenían una vista impresionante del horizonte de Tokyo brillantemente iluminado y del puente arcoíris en el lado más alejado de la bahía.

Reisi disfrutaba de la fresca brisa nocturna, la tranquilidad y la compañía de Suoh. Esto último, mucho más de lo que quería admitir. El Rey Rojo caminaba a medio paso a su lado, con las manos enterradas en los bolsillos de su chaqueta, un cigarrillo en la comisura de la boca e irradiando un calor agradable.

Hablaron relajadamente de todo y nada en particular, comentando trivialidades cotidianas, hasta que Reisi dirigió de nuevo su conversación hacia el Aura Roja.

Como Suoh había cambiado de tema antes en el bar, la pregunta se había quedado circulando por su mente sin descanso y esperó impaciente la oportunidad de sacarla a la luz:

—¿Cómo hizo Himitsu para hacerse con tu Aura, Suoh?

La pregunta tomó al Rey Rojo, obviamente, con la guardia baja, porque miró a Reisi por un momento como si le hubiera crecido una segunda cabeza. Luego, arrojó la colilla de su cigarrillo a la bahía.

—No es asunto tuyo.

O'ya...

Eso fue duro. Pero Reisi no sería Reisi si reconociera la derrota tan fácilmente.

—Facilitaría enormemente nuestro trabajo si supiéramos las circunstancias exactas. Himitsu tiene un inmenso poder a su disposición en este momento, y todavía no sabemos para qué exactamente pretende usarlo… Aunque probablemente sea seguro decir que no será nada bueno. Entonces, si logramos averiguar como recuperar tu Aura, nosotros…

—Ya sé cómo recuperarla —lo interrumpió Suoh, deteniéndose a un paso de Reisi y con la mirada dirigida hacia la bahía—. Yo… ya estoy trabajando en eso.

Reisi recordó lo que Suoh le había dicho hace más de una semana en el hospital. El Rey Rojo había mencionado que podía recuperar el Aura Roja en cualquier momento. Solo necesitaría… Bueno… solo necesitaría... ¿el qué exactamente? Tal vez la respuesta fuera bastante simple y Suoh no pudiera verla... Si el Rey Rojo permitiese que Reisi colocara las piezas de este rompecabezas, todas las piezas de este rompecabezas en su mente…

Reisi estaba convencido de que podría resolver este asunto en poco tiempo y Suoh lograría recuperar finalmente sus poderes.

—Si supiera los detalles, podría esbozar un plan y hacer que Fushimi...

—Sí, claro... Fushimi..., como no… —gruñó Suoh y Reisi notó claramente el tono cínico en su voz—. Olvídalo.

Reisi inclinó la cabeza.

—Está bien, nos olvidamos de Fushimi —cedió. Comprendía que Suoh no estuviera de humor para lidiar con la situación del jóven renegado—. Trabajaré en ello solo, si así lo deseas.

Suoh se volvió hacia él.

—No lo deseo.

—Pero…

—¡Basta, Munakata!

Reisi no podía comprender el tenaz rechazo de Suoh. Era lo lógico, desde su perspectiva, buscar el consejo de alguien como Reisi; alguien que poseía previsión y un intelecto muy desarrollado.

—No lo entiendo, ¿por qué sigues resistiéndote a confiar en...?

Suoh lo interrumpió cerrando la distancia entre ellos con un solo paso. Antes de que Reisi pudiera protestar, agarró su rostro y lo acercó con un movimiento suave, hasta que sus labios se encontraron.

Reisi estaba tan sorprendido que solo pudo mirar a Suoh por un momento. Entonces sus instintos tomaron el control, cerró los ojos y le devolvió el beso.

Automáticamente abrió los labios para dejar entrar la lengua de Suoh, empujando suavemente contra ella con la suya y dejando que explorara su boca. Reisi sintió el humo de los cigarrillos, un matiz de whisky, y debajo de todo eso, un sabor con el que no estaba familiarizado pero que evocaba connotaciones de fuego: el sabor de Suoh. Era un sabor que podía lograr aquello que se suponía que el Aura Azul impedía: era un sabor capaz de intoxicarlo.

Su mano derecha apretó con fuerza el brazo de Suoh, no para alejarlo, sino para mantenerlo donde estaba, tal vez incluso para acercarlo aún más, mientras los dedos de su mano izquierda se enredaban con su melena salvaje en la parte posterior de su cabeza.

Reisi, más que escuchar, sintió el suave gemido de Suoh. Eso tocó un acorde profundo dentro de él y lo hizo desear más. Mucho más .

Se inclinó hacia el abrazo. Sintió la mano áspera de Suoh rozar su mejilla de manera sorprendentemente tierna. Un deseo repentino inundó su cuerpo de calor y esta vez fue el mismo Reisi quien gimió en voz baja.

Cuando Suoh finalmente se alejó de él, Reisi fue golpeado por una ola de frustración. Abrió los ojos y volvió a ser consciente del lugar en el que se encontraban. Tragó con dificultad. Efectivamente, habría sido muy inapropiado continuar en público.

Pero aún así permanecieron un momento más pegados, ambos sin aliento y con los ojos fijos el uno en el otro.

—Entonces, es así como uno logra hacer que te calles —dijo Suoh—. Bueno es saberlo...

Reisi lo entendió. Probablemente habría algunos temas sobre los que el Rey Rojo no quería hablar.

Y a pesar de que estaba muy tentado de cruzar la línea nuevamente, si la consecuencia era otro de estos besos acalorados, Reisi aceptó su decisión.

Por ahora.

Notas finales:

GLOSARIO:

Tachigui (????) Tipo de pequeño restaurante de Japón en que solo se puede comer de pie. Resultan muy útiles y prácticos pues suelen estar situados en lugares de mucho tránsito de personas que necesitan comer rápidamente y sin complicaciones.

Itadakimasu (lit. "yo lo tomaré") Esta frase se usa antes de comer para agradecer los alimentos ofrecidos. Equivalente a nuestro "buen provecho" o "que aproveche"


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