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Venecia contigo por PinkuBurakku

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Notas del capitulo:

 

Gracias a Riona_Sagita, por comentar el capítulo, me alegra verte aun aqui. Espero leerte seguido. 

PK. 

 

5/17

 

Una notte e Napoli - Pinki martini

 

     La primavera, es según los que saben; la estación perfecta del año. Es un estado perpetuo de relajación, calidez y calma. No hace frío, ni viento, ni sol excesivo. No es cómo el bochornoso calor de verano que confunde los sentidos y perturba cualquiera realidad, dónde la necesidad de la carne y los sentidos; es la perpetua liberación. No es por supuesto, cómo el helado invierno que trastoca los instintos, haciendo que te resguardes en la melancolía, el hielo y los copos pesados de nieve. Qué decir del otoño, sus vientos pueden incluso envolver al más incauto. No obstante, la primavera, es la exaltación perfecta de todas las estaciones. Lo puedo entender ahora, la infinita primavera que me envuelve. A pesar de estar en pleno invierno, en una laguna con la humedad hasta en los huesos, mi cuerpo parece en la mejor de las primaveras, vagando por praderas verdes y calmas, divirtiéndose con el ligero sol; dejando de lado cualquier perturbación en mi intimo nirvana. Aunque los pies están un poco adoloridos por la ajetreada tarde e incluso, tengo ligeras marcas de los dedos de aquel loco camarero; la cabeza, el cuerpo mismo parece en una perpetua primavera. El buen humor que sospese en la mañana se afianzó de la mano de Tom, literalmente; el hombre me hizo danzar por toda la plaza, ingresando en cada edificio histórico, hasta que saturó todo mi organismo de información. Algo es seguro, sabía muchísimo más qué la guía; tanto que decidimos andar por nuestra propia vertiente en el tour. Comienzo a ver la mala decisión en el recorrido, ya he encontrado mi propia guía. Un alto, considerablemente soportable, orgulloso y ególatra guía, a pesar de que dichos atributos deberían perturbarme, la verdad es que me producen una inexplicable diversión; sana y tibia diversión. Tom es un verdadero enigma del cual, es un gusto conocer cada una de sus variantes.

He conocido al hombre hace tan poco, sin embargo, es inexplicable la conexión surgida de una cualidad que antes, nadie había apreciado. El caos absoluto que me acusa. Mismo que se aglutina con una extraña inteligencia y una habilidad inigualable, para meterme en problemas; arrastrando conmigo a Tom. Ronald antes me había acusado de patoso, incluso extremadamente torpe, sin embargo ahora lo agradezco, es dicha cualidad desastrosa, la que me ha empujado hacia el fondo del canal, con Tom a cuestas. Tras el cristal del balcón, con las cortinas abiertas, noto mi sonrisa estúpida contra la nada, misma que parece combinar a la perfección con la ciudad que ha despertado abajo; la otra ciudad. Los museos, obras de artes y cafés costosos, han sido cerrados para darle paso a la noche y su diversión aún más candente. Ese es justo mi destino esta noche. Después de la buena tarde, el sobrecargo de información - no precisamente de la historia que Tom, orgulloso relataba con soltura - y una admiración incluso sobrenatural a la fisonomía del pelinegro. Decido con mucho más ahínco divertirme; quizás sea el estado retumbante y ambivalente de primavera en mi cabeza, el par de negronis que Tom ha conseguido que beba o simplemente porque me he prometido no sufrir más por un pasado lejano que esta noche he decidido pasarlo afuera, en verdad; no sólo ir al bar por un trago. Quiero seducirme con Venecia de noche, tanto cómo la ciudad y sus obras de arte, lo han logrado por el día.

Tanta es mi convicción que incluso, me he decido a beberme a Venecia, un trago a la vez. Rindiéndome también a la tentación de buscar una buena estancia, para mover un poco el cuerpo; aunque no lo parezca puedo echar a perder mis justas habilidades, si el cuerpo no encuentra una pista pronto. Con la idea serpenteando la cabeza sin indulgencia, vago hacia el armario al lado de la ostentosa cama; uno a uno los detalles para la noche se van juntando cómo piezas del mismo cuadro, mismas que encajan a la perfección. El estómago despierto cómo nunca, se une a la perspectiva de la noche; debo encontrar algo que comer antes de vagar por la nocturna Venecia. Quizás eso sí lo pueda hacer en el hotel, las opciones se presentan ante mí, mientras escojo una camisa y un par de jeans para la ocasión. Sin embargo, antes de poder complementar el conjunto con la adecuada ropa interior y zapatos; un suave pero firme golpeteo suena con eco en la silenciosa habitación. Guardo silencio un par de segundos, solventando que he imaginado el golpe; estoy sólo en Venecia y no he pedido servicio a la habitación, debe ser alguna otra puerta.  Tomo un par de tenis negros para complementar el conjunto. Sencillo y cómodo. Trepo por la ropa interior en el momento justo que un nuevo golpe resuena en la calma de la estancia. Con una toalla sobre la cabeza y una similar, que  anteriormente cubría mi cadera entre los dientes, viro hacia la puerta con extrañeza; los oscuros boxers se tambalean entre los dedos, tanto cómo lo hago al sentir un nuevo golpe en la puerta, esta vez mucho más conciso. Definitivamente es mi puerta. 

Dejo el boxer de lado, atando de nueva cuenta la toalla a la cintura, suspirando profundo; seguramente algún botones necesita algo. No me molesto en mejorar mi estado, aún con la piel húmeda del anterior baño, la toalla sobre la cabeza y descalzo, me apresuro a abrir antes que el incauto al otro lado, tumbe con sus firmes golpeteos mi puerta. No me cohíbo en absoluto al abrir de un empujón esta, no hay apariencias que guardar de cualquier modo. Sin embargo, siento un escalofrío helado cubrirme las costillas al dar con un par de ojos verdes, consumiendo todo el lugar. Demonios. Retrocedo por mero instinto, llevando las manos hasta el nudo atado en mi cintura, el único impedimento para que Tom, no me vea por completo desnudo. Mi cuerpo tiembla oscuramente al ver su sonrisa burlona, escalar incluso las pupilas maliciosamente verdes; mismas que se entrecierran divertidas de mi estado. Definitivamente soy un completo desastre. Tom se queda impávido en el umbral, analizando mi poca ropa. Por extraña que sea la situación, me bloqueo por completo, permitiéndole el escrutinio. El pelinegro, mueve a consideración la cabeza, analizando casi con demencia cada trozo de mi piel a la vista, lo cual es mucha; se entretiene con las gotas bajando de mi cabello húmedo, mismas que son acogidas por el cuello, antes de que estas sigan su rumbo por mi clavícula, perdiéndose aún más abajo. Sigue el agua, deslizándose por en medio de mi pecho; no pasa desapercibido el tenso tirón que da su garganta, al tragar en seco. Encarno una ceja, curioso

Sorprendido por su reacción, me limito a observarlo con la misma fijeza, sin siquiera plantearme qué estamos en medio del pasillo, en un hotel costoso de la hermosa Venecia. Todo pierde sentido al vagar por las anchuras de Tom. Para sorpresa de nadie, va en su modo monocromático de siempre, sin embargo, esta noche no porta un ostentoso conjunto de tres piezas, ha optado por algo mucho más sencillo, si es que el hombre, se puede definir con tal premisa. Va con un par de jeans, gruesos y oscuros; sin rasgado alguno o marca, perfectamente impolutos y que de alguna forma maravillosa, se pega a su piel con facilidad, enmarcando con mucho más ahínco, sus curvas. Arriba, una costosa camisa tan azabache cómo su cabello, una casaca de cuero con interminables botones que afortunadamente va abierta, sólo así, puedo apreciar el diminuto parche de su piel, dónde el pecho queda al descubierto debajo de la camisa y los dos primeros botones fuera de sus ojales; sin cadena, ni otro aditamento más que un macizo reloj dorado en su muñeca. Sencillo. Por alguna extraña razón, el hombre aún se ve elegante, aunque un poco rebelde. La mezcla es tan extraña que me prendo de ella, por un par de minutos más. Su cabello, es el epítome de su aparentemente rebeldía sin causa. Va un poco desprolijo, tal cómo en la tarde; mucho mejor. El aire, repentinamente falta en los pulmones. Un inclemente sol de verano, azota mi perpetua primavera. Es mi turno de tragar con esfuerzo. Tom por supuesto, lo nota a la perfección. 

El hombre ensancha su mueca divertida, encarnando una ceja en plena sincronización; siento un escalofrío besarme  la piel en plena inclemencia, no sólo del frío invierno que me rodea, sino de la mirada del hombre que no me deja de repasar de arriba a abajo. Aún así, ninguno de los dos se mueve, recorriendo hasta el hartazgo la piel ajena. Sólo volvemos a la realidad al abrirse una puerta detrás de Tom; el hombre no gira a ver al intruso, sin embargo al estar de frente lo puedo observar por completo, el rubio que sale de la habitación también me admira con curiosidad, sobre todo a mi casi desnudez. Tom, parece consciente de esto aún mirando la situación de soslayo, avanza hasta que el espacio personal, es una cosa del pasado; el pelinegro se empuja tanto en mi habitación que el umbral queda de lado, retrocedo por mero instinto hasta que los pies desnudos tropiezan entre ellos; Tom se apresura a sostenerme evitando que además de la desnudez, también la vergüenza se haga dueña de mi alma. Siento el brazo del pelinegro rodearme por completo la cintura, juntando tanto nuestros pechos que la respiración estrangulada de ambos, se convierten en una sola cosa. El hombre frente a ambos, se ríe en una extraña complicidad. Venezia la città dell'amore. Murmura al andar hacia el ascensor; aunque lo intento esconder, la vergüenza me nubla por completo el juicio. En mi limitado conocimiento del italiano, he entendido sus palabras.

Tom por obviedad, también está al tanto de las palabras del extraño, mismo que nos sigue con la mirada hasta perderse tras las puertas del ascensor; aunque tenga que alzar la cabeza sobre el hombro de Tom, no me pierdo segundo de su burla cómplice. Suspiro con furia, es un mal entendido, es lo único que puedo pensar e incluso estoy tentado a gritarle antes que el rubio se pierda en la nada; sin embargo, la vergüenza se atora con fuerza en la garganta tensa. En el silencioso pasillo, sólo quedamos Tom y yo, ambos nos volvemos a observar ante la extrema cercanía; el corazón galopa dolorosamente en el pecho al sentir la respiración del hombre contra el rostro. Su agarre no se suaviza, aunque volvemos a estar en confidencia. Es estúpido.  El tiempo se detiene cuando Tom se acerca en demasía a mi rostro; tan lentamente que una idea vaga, serpentea mi cabeza al ver sus labios demasiado cerca de los propios, a pesar de estar en la tambaleante sobriedad, el mismo anhelo de encuentros anteriores me perturba. Sólo debo estirar un poco los labios, quizás empinarme lo justo y lograre cumplir mi capricho. No obstante, cuando la boca del hombre es una mera sombra sobre los propios, desvió el rostro un poco aturdido. Estoy medio desnudo, en el umbral de la puerta, con Tom a punto de comerme la boca. ¡Reacciona Harry, el hombre es sinónimo de peligro!. No quiero otro corazón roto, aunque el pelinegro sea una increíble obra de arte y un descubrimiento encantador en toda orden, para mi aburrida realidad; no puedo perder el norte tan fácilmente. 

Tom se detiene de súbito al dar contra mi mejilla, a pesar de ello, siento su ligera sonrisa contra la piel antes de dejar un escueto beso en la misma; el calor inunda todo mi panorama ante su morboso movimiento. Contengo el burdo jadeo que me escala la garganta, sólo por el mero deseo inundando los sentidos, a pesar que me he reprendido por sensatez, esta es esquiva con Tom respirando cerca de la mandíbula. Exhalo con un poco de tormento antes de que la locura de ojos verdes, decida soltarme despacio. Tan consciente de mis movimientos cómo lo soy de sus acciones. Sus dedos me acarician perversamente la cintura desnuda, antes de desaparecer por completo. Da un agradecido paso hacia atrás, volviendo a su posición inicial contra el umbral. Aunque esta vez, descansa un brazo contra el marco de la puerta, asechándome con oscuridad. No me toca, pero aún así, es cómo si lo hiciera. El cuerpo se estremece de igual manera; carraspeo para quitar el grueso peso de la repentina incomodidad que me abruma, sobre todo al tanto de mis emociones y hormonas, mismas que creí controladas desde la adolescencia, ahora revolotean al son de la sonrisa de Tom. Maldita sea, quizás sea la falta de sexo. Agrego a la lista de la noche, dicha necesidad. Cuando estoy por completo seguro que algo no se alzara bajo la escasa toalla, me atrevo a hablar. Necesito encaminar mi noche, pero sobre todo terminar esta extraña situación; no esperaré a que otro huésped nos observe y malinterprete el encuentro. 

- Hola Tom - Murmuro en un patoso intento de conversación, carraspeando de nueva cuenta para eliminar la incomodidad que se aferra con ganas a la garganta. Muevo ligeramente la cabeza para centrarme.

- Hola Señor Potter - Susurra Tom, al tanto de mi ritual de concentración. El pelinegro, se aproxima un par de centímetros más sobre mí, hasta que la mitad de su cuerpo, descansa dentro de la habitación.

- ¿A qué debo tu visita? - Inquiero, dando un sabio paso hacia atrás, sólo por no perturbar los sentidos aún más oscuramente de su aroma a perfume caro y gel de baño. Incluso este, es un motivo para trastornarme en esta extraña situación.

- ¿Tan rápido te has deshecho de mi recuerdo? - Interroga con una mezcla de jugueteo insano y veracidad. Exhalo con profundidad con la sombra de una sonrisa pululando en los labios, no debo estar nervioso; es Tom con quién converso. Los nervios no son nuestro conductor. No hay razón para ello.

- ¿Aún con tu complejo de centro del mundo? - Indago, devolviendo el sutil jugueteo. Cruzando ambos brazos sobre el pecho mientras, la sombra de sonrisa, se vuelve una gran mueca en toda forma.

- Mi estado natural... - Acepta con vehemencia, dejando el marco de la puerta de lado; irguiéndose correctamente por fin. Aunque con ello, la sensación abrumadora de cercanía no desaparece, extrañamente se acentúa -... Pero en este caso, he venido con una propuesta. Una buena propuesta... - Afirma con la siempre excesiva confianza que corona al hombre; lentamente volvemos a nuestros papeles habituales. La comodidad, vuelve a su causal. Tiene mi completa atención ante sus palabras -... Ya que te has convertido en mi compañero para olvidar, debes hacerlo correctamente - Finiquita, cómo si esta fuese una verdad universal que hasta ahora, no había tenido bajo consideración. Aunque estuvimos juntos toda la tarde, presiento que su compañero para olvidar, ha tomado una nueva variante.

- Pobre de mi alma... ¿Qué tienes en mente? - Preguntó con la curiosidad a tope, envuelto nuevamente en mi eterna primavera, dónde la perspectiva de diversión, es bien recibida sin importar el motivo alguno. Mis planes para la noche, resurgen de la inconsciencia dónde los he olvidado por un momento.

- Te espero en quince minutos en la recepción... - Comunica al tanto de mi curiosidad, misma que parece disfrutar al dar un paso hacia delante; esta vez no retrocedo habiendo dejado la pena de lado, me limito a encarnar una ceja observando su nueva cercanía -... Espero que lleves algo de ropa. No me molesta en absoluto tu piel, sin embargo... - Prosigue, su voz se torna mucho más baja, casi íntima mientras su cuerpo se aproxima ilógicamente cerca; hasta que vuelvo a sentir su respiración cálida demasiado cerca -... Creo que hace un poco de frío... ¿O calor?¿Qué dices tú Harry? - Pregunta con lo que puedo jugar es innata coquetería, misma que se corona al sentir sus palabras susurradas contra el oído. No sé en qué momento, la situación ha escalado a este nuevo nivel. Siento la sonrisa de Tom contra la mandíbula, al sentir el nuevo trote del corazón agitado. Demonios.

- Quince minutos en la recepción, lo tengo... - Siseo un poco ahogado, tal cómo la primera vez que a Tom, se le ocurrió su despedida italiana, ahora mortalmente sobrio; su impactó es mucho caótico -... Al menos la primera ronda la pago yo, por la nariz hinchada - Murmuro arrastrando las palabras, tanto que quedo sin aire en los pulmones al dar un par de pasos hacia atrás, cerrando la puerta con rapidez.

Es apenas lo justo, para no maltratar de nueva cuenta la nariz de Tom. El sujeto detrás de la madera, se carcajea oscuramente divertido. Es la primera vez que escucho su sardónica diversión en toda forma. Tardíamente soy consciente del infantil movimiento, no sólo eso; la ligera vergüenza me ataca de nueva cuenta. Maldición Tom, eres sinónimo de peligro. Aún así, no puedo alejarme de dicha cosa, es por completo un imán para mi cuerpo. Sólo cuando sus pasos se pierden en la lejanía, puedo respirar correctamente; retorno sobre mis pasos, antes de que el huracán llamado Tom Riddle, atacara mi estabilidad. Ropa, me estaba vistiendo. Me apresuro hacia la cama, dejando por fin de lado las toallas que me cubren, en un par de empujones, la tela toma su lugar en mi cuerpo; cómo siempre debió ser. Aunque el conjunto es diametralmente diferente al rebelde Tom, no me planteo en cambiarlo. Apreciativamente echo un vistazo al espejo en el baño, nada mal. Intento acomodar el nido de pájaros que tengo por cabello, mismo que da mucha más batalla de la pensada, al echar un vistazo al reloj del teléfono; mis quince minutos se han consumido. Acomodando los lentes, ignoró no sólo que no he podido moldear el cabello del todo, sino que el teléfono bulle en mensajes. Ronald aparece en todo el espectro, sin embargo, he decidido otra vertiente para mi noche. Ni siquiera me planteo llevar el aparato. Con un suspiro profundo, para darme valor salgo de la habitación; presiento que necesitaré bastante valor para la noche, con el nuevo modo seducción de Tom. Mismo que no sólo, no para desapercibido, sino que es extrañamente aceptado. Ya me tomo de la mano y estuvo a punto de devorarme en el umbral. ¿Qué más puede hacer el hombre en una sola noche?.

La espera del ascensor parece una eternidad, en medio de mis ansias por bajar hasta la recepción del hotel; los nervios que antes me dominaban ahora parecen retornar a mi organismo, aún así, no me dejó dominar por dicha insensatez. Soy un hombre adulto, se comportarme cómo tal. Este encuentro es sólo entre dos hombres que se empiezan a conocer, nada por lo cual preocuparse; a pesar de la obvia tensión sexual y coquetería desmesurada. Culpo de todo por supuesto a Venecia, la ciudad parece expeler seducción innata, misma que se aferra a los incautos. Tom y yo, hemos caído en sus garras sin duda. Con la perspectiva de mi noche casi intacta - apenas perturbada por Tom -, salgo del ascensor directo a la recepción; ando muy poco antes de encontrar al ojiverde. Tom está recorriendo el granito de un lado a otro, enfrascado en una sustancial conversación; su tono modulado con tanta frialdad y seriedad que poco queda del Tom acechándome en el piso de arriba. Sisea apenas contenido mientras murmura agitado sobre precios, bienes y la repartición de los mismos. Las cantidades que expresa son irrisorias; tanto que tengo que parpadear un par de veces y fruncir el ceño, el dinero con obviedad no es un problema para Tom, aún así, el hombre ha pasado el umbral de lo normativo. Tengo dinero, las fortunas de mis tíos, padres y padrino de siglos antes, a pesar de ello, tengo la ligera certeza que todo mi capital es una nimiedad al lado del hombre; que no me haya dicho en que trabaja, además de respetable es sospechoso. ¿Quién eres Tom Riddle?. No puedo ahondar en el pensamiento, Tom se da cuenta de mi presencia. 

- Estoy encantadoramente decepcionado. Demasiada ropa - Es su saludo al avanzar hacia mi cuerpo. Veo con absoluto asombro cómo la fría mascara de hace un momento, se moldea ante las nuevas necesidades de su dueño. La sonrisa seductora de Tom, vuelve justo antes de rozarme con descaro el costado.

- Me han dicho que hace frío - Es mi corta respuesta, asombrado por su cambio de postura con tanta facilidad. Entrecierro los ojos, serpenteando con astucia por su sonrisa y facciones; no parecen falsas. A pesar de la rapidez con la que cambia su humor. ¿Tendrá algún trastorno de bipolaridad?. Quizás. 

Tom sin estar al tanto de los escabrosos pensamientos en su nombre, se ata a mi costado, entrelazando su brazo con el propio mientras tira de mí fuera del hotel; el helado viento de la noche es lo único que me atrae a la realidad. El estómago se queja al ser olvidado, mientras las entrañas parecen derretirse bajo el tono animado de Tom al modular; ha preparado una buena noche. No obstante, al igual que el caótico ser que me acusa de ser, estropeo su perfeccionismo, virando sus pasos hacia otro lugar; Tom no opone resistencia alguna cuando expreso mi plan inicial. Entre tropezones por comandar el camino, nos perdemos entre las calles de Venecia, dando con pequeños bares, restaurantes simples y un par de clubes animados; cuya música nos atrae con morbo, antes de perdernos en sus indecencias, arrastró a Tom a un simple restaurante. La comida pasa entre una estimulante charla, acompañadas de sonrisas discretas y una nueva complicidad, que Tom instaura con seducción; dejando de lado la sencillez de nuestros dedos entrelazados, empujando por un poco más, acariciando con sus piernas las propias, debajo de la mesa. Después de una puja por quién pagaba, dónde Tom astuto se corona cómo ganador, por fin nos rendimos a la descarada diversión que nos ofrecen los clubes y bares cercanos. Vagamos por un par, admirando la música desde afuera, Tom parece calcularlo todo milimétricamente, hasta que una vez más, lo arrastro a mi locura. Ingresamos en el primer club con un pegajoso ritmo latino, aunque la letra la reconozco a la perfección cómo italiana.

Nos deslizamos a la barra, mientras Tom se deshace de su casaca en la entrada; pido nuestro cóctel predilecto a la vez que me apresuro a pagar, sintiendo la sombra de Tom a la espalda, en plena diversión le sonrío con orgullo al recibir la tarjeta de vuelta, estoy a punto de gritarle algo infantil cómo ¡gané!. Sin embargo, Tom versado en el arte de la astucia, atasca dichas palabras en mi garganta, al envolverme con un brazo la cintura, pegando su pecho a mi espalda, susurrando contra el oído lo insolente que soy, el hombre toma su trago y lo absorbe de un sólo empujón. Siento el regusto de su aliento caliente contra la piel, al dejar un húmedo beso sobre el cuello de la camisa, la sonrisa que se forma en su boca al jadear, se plasma contra mi carne antes de retirarse. ¡Tom nunca me deja ganar!. A pesar de pecar de infantil, me bebo el negroni con la misma rapidez del hombre, dejando con considerable fuerza el vaso contra la barra, yendo a bailar por mi cuenta; escucho a Tom reír abiertamente al pedir dos más. Nuevamente el inclemente sol de verano, me acaricia la nuca, el cuello y las mejillas; hace calor a pesar de que acabamos de llegar. Sin perder el norte, ante la seducción perversa de Tom, me centro en disfrutar la noche, evitando ahondar en el ritmo de mi corazón, retumbando al son de la música en el lugar. Tom me da caza poco después con dos nuevos negronis, con plena coquetería, me incita a beberlo; lo hago por la sed que me gobierna, no por su decisión. Al bajar el licor por la garganta húmeda, todos los sistemas en el organismo se avivan y mi noche empieza por fin. El huracán a mi lado, se arrastra conmigo al son italiano de un jazz con sabor latino. 

El mundo parece perderse desde allí, la música perfora mis sentidos, mientras serpentea con placer debajo de la piel, el ritmo constante de las bocinas expulsando los atrayentes ritmos, vibra al ritmo de mi corazón con cada movimiento de cadera que doy entre los brazos de Tom; he transformado al hombre con el correr constante de los negronis. El pelinegro con un nuevo mililitro de néctar endulzado por críticos, parece dejar atrás la pulcritud que siempre lo comanda, para darle paso al absoluto desenfreno. Una nueva fase de Tom aparece frente a mi con el danzar de sus caderas contra las propias, muchos descubrimientos me azotan a la vez; Tom, no es tan mal bailarín cómo espere al ser demasiado recto, de hecho es perversamente aceptable, mientras mueve los pies al perfecto jazz que bamboleamos de un lado a otro. Por otro lado, el hombre también sabe divertirse a lo grande, una verdad conocida a medias después de nuestra tarde en el museo, sin embargo esto es diferente, en verdad sabe cómo reír, llevar la corriente y envolverse con el ambiente. Sus manos, se mueven al contornean mi cuerpo, mientras en algún momento difuso de la noche, le permito el atrevimiento encantador de sostenerme la cintura al bailar. Bebo con ansias un nuevo negroni, entregado de la excelencia de sus dedos; no dejó de ver a Tom mientras lo bebo con gula.

Tom, me guiña un ojo al terminar el propio. Me relamo los labios con morbo, al seguir su juego; la extraña, excitante y cálida tensión que me derrite las entrañas, se acrecienta entre ambos; ahora esta es por completo palpable, tanto cómo la osadía de Tom al hablarme contra los labios, sabiendo lo que provoca su aliento cálido contra la boca abierta. La lógica se esfuma al sentirlo tan cerca, no sólo es el alcohol gobernando lentamente los sentidos, es Tom en su máxima expresión. Antes de rendirme al pecado que profesa la boca húmeda de Tom, este vira su rostro susurrando alguna sandez contra el oído, me da un rápido giro, encaminando nuestros pies ante la nueva canción. Tom se corona una vez más cómo el ganador de nuestro divertido juego, esta vez me decido mostrarle, lo que puede hacer un verdadero caos. Me giró de vuelta, empujando con burda sensualidad el pecho contra el ajeno, tan cerca que cuando muevo la cadera de arriba a abajo, imitando una cruenta ola; Tom apenas tiene tiempo de llevarme el ritmo. Sonrío con suficiencia al escuchar su jadeo lleno de sorpresa; es hora de jugar querido Tom. Encajo los dedos contra su nuca, empujando con mucho más morbo nuestros cuerpo unidos, mientras el hombre intenta seguirme el nuevo ritmo, puedo sentir a la perfección su cuerpo en comunión con el propio, despido cualquier vergüenza o nervios, anteriormente vividos, para darle paso a la auténtica y ennegrecida locura. Tom aceptando el reto, encaja los brazos contra mi cadera. La verdadera batalla se alza ante nosotros, la misión, rendir al otro.

Tomo la batuta, danzando la cadera de lado a lado bajo el nuevo ritmo que nos brinda un poco más de calor; la noche parece rendirse ante la obscenidad, cambiando su ritmo sensual por uno mucho más denso, ennegreciendo el ambiente hasta que es asfixiante; siento a la perfección el cuerpo de Tom y su respiración contra los labios mientras bajamos nuestra caderas, parecen unidas por algo más allá que la atracción. Tom devolviendo el movimiento, se atreve a ir un poco más allá, baja las manos hasta el inicio del trasero, mismo que se tensa un poco ante el poder de sus dedos; la perversa sonrisa de Tom, se entrelaza con mi sonrisa aceptando el reto, empujo los dedos con más ahínco contra su nuca, hasta que Tom tienen qué inclinar el cuello, quedando a meros milímetros de mí boca, tanto que siento el sabor de los negronis de sus labios cómo propio. Aprovechando su descuido, perturbado por mis labios tan malditamente cerca, muevo el trasero cómo nunca antes; imitando los indecentes bailes latinos que tanta sensualidad expelen y ahora, nos gobiernan las venas. Ambos cruzamos la línea, cuando empujo la lengua contra los labios abiertos de Tom.

Este jadea nuevamente sorprendido ante el sucio gesto, sobre todo al mover la cadera en círculos, logrando que el trasero por consiguiente siga el rotativo movimiento; Tom afianza los dedos a la carne que se le presenta, intentando sostener su poca cordura cuando succiono oscuramente uno de sus labios abiertos, me bebo su gemido perversamente encantado; sin embargo, cómo he aprendido a lo largo de la noche, Tom no se rinde tan fácilmente. Mueve nuestro poderío, antes que me corone cómo ganador, bajando sin pena alguna los dedos hasta el trasero que habido rebota contra sus dedos,  el hombre lo sostiene con verdadera sorna, hasta que tengo por seguro que sus dígitos quedarán plasmados en la carne por un buen rato. Es mi turno de jadear y Tom de sonreír. No me amedrento, empujando la pelvis con la ajena, sintiendo a la perfección más que los huesos de cadera, chocar contra los propios; la sangre comienza a llenar más que las venas de Tom. Vilmente, acecho al hombre, llevando una mano contra el centro de su cuello y poseído por la indecencia cómo nunca antes, aferró los dedos a la nueva posición, veo resplandecer contra las luces, los pupilas dilatadas de Tom, las chispas saltan entre ambos, mientras la tensión sexual, explota contra nuestras entrañas. No sólo es Tom, el emocionado por este salvaje baile. 

- ¿Dónde estás tocando, Tom? - Farfullo con indecencia contra sus labios, mientras el hombre desliza sus dedos sin timidez por toda la circunferencia de mi trasero, incluso palmeando con gula. Todo pierde sentido, cualquier cosa que no sea reconocernos.

- No se de que hablas, sólo estoy bailando Harry - Se defiende con cinismo, siento a la perfección todas sus palabras contra los dedos. Esto sólo es combustible para los sentidos perturbados. Ni siquiera puedo echarle la culpa de tal indecencia a los negronis, estoy casi perfectamente al tanto de mis movimientos y lo qué producen en ambos cuerpos.

- ¿Dónde aprendiste a bailar de esa manera? - Inquiero con ironía, sin dejar de mover la pelvis con la ajena. Tom no se intimida al seguirme el ritmo, añadiendo deliciosamente un lento vaivén de caderas. Aprende rápido.

- ¿Dónde has aprendido tú? - Murmura contra los labios, sólo mi mano interfiere en un posible y descarado roce. La sangre bulle caliente en las venas ante tal hecho, jadeo con gravedad contra su boca. Tom es peor que cualquier licor para marearme. La morbosidad de este ligero peligro, me seduce.

- Inteligente movimiento - Ironizo repasando con el pulgar sus labios, rendido a la tentación mientras siento a la perfección su anatomía ligeramente despierta, en comunión con la propia. Tom da un furioso embiste contra mi pelvis, el calor nos inunda hasta la conciencia.

- Todos mis movimientos lo son... - Aclara con orgullo, soltando despacio sus dedos, sin embargo apenas lo noto; la poderosa sombra de estos aún me desfigura la carne -... Te demostraría mucho más de mi inteligencia pero mi vejiga pide un descanso... - Susurra ahogado, contra los labios abiertos; a la vez que tambaleamos cuando Tom pide un descanso, antes de cometer una locura en medio de la pista de baile -... Ve a la barra - Ordena lúgubremente, mientras aprecio con gracia como empuja el deseo que le gobierna los sentidos con decisión, tal cómo lo ha hecho antes con su seriedad, lo comprendo; Tom no es bipolar sino que tiene por completo dominio de sus sentidos. Es un loco por el dominio.

- ¿Es una orden? - Preguntó con ligera sorpresa, pero más que nada satisfecha coquetería al reconocer una pieza más del comportamiento de Tom; poco a poco lo voy conociendo.

- Por supuesto - Aclara sin pena, tirando de mi mano en su cuello, hasta que esta se desliza fuera de su piel. 

Suelto al hombre cómo lo pide, retrocediendo un par de pasos, hasta que puedo aspirar algo más que el aroma de Tom entremezclado con alcohol y su atrayente sudor. A pesar de ello, aún deambulo en los brazos del pelinegro, Tom consciente de dicha cosa, acaricia escuetamente mi cintura, logrando que este sea nuestro único soporte al inclinarse y robarme un rápido beso; es apenas un toque que me deja con muchas ganas. Se aleja en grandes zancadas después de eso. Un poco abrumado, me tomo un momento para respirar correctamente, sintiendo el calor serpentear incluso las mejillas ligeramente húmedas de sudor. Tom en verdad, es todo un imán; un peligroso, adictivo y candente imán. No me planteo por un momento lo que hago, ni siquiera porque ando hacia la barra, sólo me arrullo con el recuerdo vivido de Tom en comunión con mis necesidades. Evoco el itinerario para la noche, una sola palabra parece brillar en mi subconsciente; sexo, brilla en letras rojas en mi cabeza. Abanicándome, planteó la moción, Tom parece apto para el trabajo. Ha pasado tiempo desde que el deseo me corroe con la misma intensidad e incluso más que al estar con Ronald, eso debe ser una buena señal. Pido nuestros tragos, mientras aún estoy en el morboso pensamiento. Apenas llevamos pocos días de conocernos, sin embargo, nuestros cuerpos reaccionan al contrario tan fuertemente, que la química queda obsoleta para definir tal simbiosis. Tom también parece encantado con la conexión, no hay mucho que pensar en ese caso. Aún así, aún no es momento; quiero un par de tragos más. Sólo cómo juego previo.

- Ciao cara, ti piacerebbe ballare? - La voz demasiado cerca, no sólo me roba el aliento, sino el hilo de los pensamientos. Parpadeo confundido, sólo para vislumbrar a un hombre a mi lado. Instintivamente me echo hacia un lado de la barra, tambaleando ligeramente los tragos apostados en esta. ¿Cuándo los han servido?.

- No hablo italiano... - Comunico al castaño a mi lado, mismo que no conoce el concepto de espacio personal, deslizándose sobre la barra. Tan cerca de mi que me marea con su excesivo perfume; el hombre mueve nuevamente los labios, niego con las manos en alto para colocar la correcta distancia -... Estoy acompañado... - Indico, señalando los cócteles batidos en la mesa, el hombre los vislumbra un momento antes de señalar la pista; poco a poco vamos componiendo un lenguaje entendible entre ambos -... Ma Grazie mille - Murmuro lo mejor que puedo la frase que he aprendido del diccionario. Dejó los sentidos intoxicados de Tom de lado, para reemplazarlo con lógica. Me cuesta un poco, Tom no quiere salir de mi sistema, aún así, lo logro. 

- Una sola canzone - Pide el hombre, acercándose un poco más, hasta que las manos dan contra su pecho, sin embargo, al intentar negarme de nueva cuenta; el tipo se mueve rápido, girándonos hasta que la espalda da contra la barra y el castaño sobre mí.

- Suéltame - Ordeno de inmediato removiéndome de su agarre, mismo que va a dar sin ningún cuidado a mi cadera.

- Por favor... Te aseguro que te encantará - Murmura el hombre en un apenas entendible inglés; no me soltara hasta conseguir lo que quiere. Las manos tantean la barra en busca de apoyo, los dedos dan contra los cócteles tambaleantes; la idea de romperle un vaso si no acata mi orden, me seduce en demasía.

- Ha detto di no, rilascia lo ora - Exige la voz de mi prematura salvación, Tom se irgue detrás del hombre; tomando su hombro con fuerza, tanta que veo al hombre hacer una mueca demasiado cerca de mi rostro.

- Il ragazzo è con te? - Inquiere el tipo, girando ligeramente hacia Tom, aunque aún me aferra de la cadera; sus dedos parecen garras al encerrarme contra la barra. Tomo el vaso a mi lado con más fuerza, hasta que siento vibrar el vidrio del mismo. Respira Harry.

- Fuori dalla mia vista - Escupe Tom con furia, tirando tan fuerte del hombre que desengancha sus dedos de mi piel; misma que se queja adolorida, palpitando levemente. 

El castaño se tambalea penosamente bajo el poderoso azote de Tom, el pelinegro parece tener mucha más fuerza al apartar por completo al sujeto de mi cuerpo; este sin embargo, al verse libre reta a Tom, enfrascándose en una candente discusión en italiano que apenas puedo seguir, un poco abrumado los admiro con cautela; los hombres no dejan de gritarse con ahínco, nunca había visto tan eufórico a Tom. Toma al desprevenido hombre, por el cuello de la camisa, acercándolo tanto que escupe sobre sus labios sus siguientes palabras; apenas entiendo que le dice, no obstante, antes he estado comprometido con un policía, sé perfectamente lo que es la intimidación. Tom ni siquiera parpadea al soltar al hombre, mismo que se escurre lejos, sin dedicarme una sola mirada. Inteligente. Aun así, al irse el inadaptado, me quedo con el huracán que ha dejado atrás, mismo que me dedica una mirada furibunda, repleta de tormentosa irritación; ni siquiera se preocupa por aplacar su carácter, avanza hasta mi. Aún sobre la barra y con un negroni entre los dedos, se lo tiendo al enderezarme; Tom toma el vaso, empujando su contenido sin respirar siquiera, luego, se bebe el mío. Me dedica un precario vistazo, antes de tomar mi muñeca y empujar hacia delante hasta que trastabillo, intentando seguirle el ritmo. Estoy volando ante lo intenso de la situación. 

- Vámonos - Farfulla entre dientes, hasta que apenas le puedo entender. Tom avanza por el club a paso atronador, sin detenerse siquiera ante las personas que empuja sin cuidado alguno en su camino; abrumado tampoco hago el mínimo movimiento para excusarlo.

- ¿Por qué?... - Inquiero reaccionando sólo, al ver que se acerca demasiado al vestidor en busca de su casaca. Me detengo de súbito, trayendo su cuerpo contra el propio -... Tom, no me quiero ir - Explico ante la mirada desdeñosa que me envía al vislumbrarnos a medio camino de su objetivo.

- Vámonos Harry, ahora - Exige tirando de mi brazo con fuerza, hasta que me tambaleo hacia delante, sin embargo; tiro de mi muñeca de vuelta en contraparte. Se necesita mucho más que una mirada furibunda para callarme.

- ¡Pero...! - Protesto al verlo suspirar con oscuridad, conteniéndose al ver mi obvia rebelión; que se joda, hemos tenido una buena noche, quiero que siga de tal modo.

- Vamos a divertirnos a otro lugar con mucha más clase - Intenta recobrando lentamente los sentidos, en la pequeña riña qué componemos. Niego, aunque a Tom parece gustarle las órdenes, no soy muy adeptos a seguirlas sin rechistar.

- No, quiero divertirme aquí... - Aclaro, tirando de nueva cuenta de mi muñeca, hasta que Tom afianza el agarre, se fundirá con mi piel si sigue aferrado con tanta fuerza -... Me divertiré aquí, Tom... - Afirmo, dando un paso decidido hacia delante. Mirándolo tan fijo, que no puede apartar la vista de mí; me he rendido en recuperar la muñeca -... La estoy pasando muy bien - Le recuerdo, cruzando mi brazo libre sobre el pecho, esperando que recobre el sentido después del estúpido alboroto anterior.

- Yo no, vámonos - Murmura, aunque apenas se mueve; flanqueando un poco ante la decisión en mis palabras. Es mi oportunidad. Lentamente su huracán se va apaciguando.

- No me iré... - Aseguro, dando un nuevo paso; tanteando despacio a la bestia que respira agitado, sacando entre suspiros la irritación que lo gobierna -... Sólo un poco más... - Persuado teniendo certeza que una vez volvamos a nuestra atmósfera anterior, Tom desistirá de marcharnos; sólo debo convencerlo -... Incluso podemos bailar otra canción, si dejas de fruncir el ceño - Intento al dar con su cuerpo, deslizando mi brazo libre contra sus hombros, atrayéndolo con descaro, Tom se deja guiar por un momento, inclinándose a mi antojo, hasta acortar la distancia entre ambos; no sólo la física.

- Una canción más, sólo eso - Acepta después de minutos de sólo observarnos en silencio; sin importar dónde estamos o quién nos tropieza al andar, nos dedicamos al otro; hasta que la irritación en Tom se consume casi por completo.

- Trato hecho - Finiquito con una sonrisa, empujando un poco el cuerpo de Tom; dejando un beso sobre la comisura de sus labios cómo agradecimiento ante la sensatez que por fin, lo ha alcanzado. 

Tom no pierde oportunidad y como sí cumplirme un capricho, fuese una derrota absoluta; empuja por un nuevo beso, nuevamente es un simple roce que apenas perturba la forma de mi boca, sin embargo se siente igual de caliente que el anterior; le permito un roce más antes de ir a la barra. El pelinegro sólo me suelta la muñeca al comenzar una nueva canción; ambos brazos dan contra la cintura, enrollándose allí al igual que una serpiente, respirando contra mi cuello, erizando a conciencia mi piel; su sonrisa es lo que más me perturba los sentidos, lentamente, recobramos nuestro camino olvidado. Tom vuelve a ser el innato seductor. Después de incontables negronis, la ridícula situación se ha olvidado. El hombre a mi lado, se dedica a sacarse el mal sabor de boca a base de mis labios y sus pequeños roces, también a beber como un sediento. Besando la madrugada, después de más negronis de los que puedo contar, demasiadas canciones y Tom intentando que el dueño del club, nos permita la estancia a pesar que el club cerraba, por fin lo saco del lugar. Tom nuevamente se ha transformado, pero en nuestro estado, ambos nos reímos del otro; disfruto cómo un niño al ver a Tom discutir en un italiano apenas entendible con el dueño del club. ¿A dónde se fue su seducción?. Utilizando la poca fuerza que queda en el organismo, lo convenzo para ir al hotel con el sol despuntando en el horizonte; Tom me sigue aún revolviéndose. Disfruto de su rostro desaliñado murmurar una mezcla de inglés e italiano; una comunión que sólo el hombre parece entender. Oscuramente divertido.

- Tom, anda derecho... - Le riño a media carcajada al trastabillar, tambaleándonos a ambos; Tom se ha aferrado a mis hombros sin poder andar por sí mismo -... ¿Dónde está tu guardaespaldas? - Inquiero divertido con un nuevo tropezón. Tom se endereza lo mejor que puede, atándose a mi cintura, caminando de lado al encajar su rostro en mi cuello.

- Le he ordenado marcharse, para estar por completo contigo - Susurra mientras nos arrastro al hotel; esta vez en serio, hemos dado un par de vueltas sin sentido debido a la ebriedad. La sonrisa en mi boca, sólo se ensancha; allí está el seductor empedernido.

- Que romántico - Ironizo divertido, aunque en realidad si lo considero romántico; sin embargo todo es para hacer reír a Tom, quién murmura lo romántico que es, con la persona adecuada. Un poco de calor salta a las mejillas, al saber que me considera dicha persona.

- La compañía lo amerita - Afirma, aún aferrado a mi piel, dejando un caluroso y húmedo beso contra la base del cuello; ambos jadeamos en comunión. 

Dejando de lado el jugueteo e incluso el hermoso amanecer, nos empujo hacia el hotel que se alza no muy lejos; agradezco estar mucho más consciente que Tom, sí no, esto fuese un completo caos. Tom en todo el recorrido se dedica a avanzar entre tropezones, murmurar una que otra sandez divertida e intentar seducirme entre susurros; siento su sonrisa plasmada contra mi piel, antes de llegar al hotel. Al traspasar las puertas de cristal, el hombre de turno nos mira con curiosidad, antes de prodigarme un... Bienvenido, señor weasley. Esta vez, sus palabras ni siquiera me pueden perturbar al estar atado a Tom; el apellido es apenas un susurro en el viento, mientras empujo al pelinegro hacia el ascensor. Una vez contra los espejos del mismo, aprecio nuestro lamentable aspecto; un desorden de hebras, ojos demasiado brillosos y labios un poco rojizos, debido a todos los roces indiscriminados de Tom. El hombre también parece reparar en nuestro aspecto, llega a la misma conclusión; un auténtico y divertido desastre. La clase innata de su porte, ha sido reemplazada por su ropa revuelta y un poco arrugada, no se cómo, ha terminado con la camisa casi abierta; dejando que el parche de su piel visible sea aún más grande y atractivo. Me enorgullezco una vez más, al volver un desastre al señor perfección. Al salir del ascensor, son pocas las fuerzas que nos quedan a ambos y después de una morbosa búsqueda de las llaves, entre los ropajes de Tom; por fin tropezamos dentro de su habitación, al cerrar la puerta, lo arrastró a su cama, jadeando cuando ambos caemos sobre esta. 

- Hemos llegado... - Suspiro agotado y agradecido, respirando con fuerza ante el caos que ha compuesto Tom, a pesar que este siempre me acusa de dicha cosa -... Por esta vez, tu eres el caótico - Exalto con justa malicia y burla, mientras me estiro cómo una estrella sobre la cama; misma que está impregnada de su olor natural. Cierro los ojos por un instante para recomponerme.

- Has puesto de cabeza todos mis cimientos desde el inicio. Es justo el retribuirte correctamente - Contesta, sabiendo siempre que responder incluso ebrio. Sonrío naturalmente, seducido no sólo por su voz ahogada, sino su aroma inundándome todos los sentidos al tenerlo atado a mi costado. Aún aferrado a mi cadera.

- Bueno yo no pretendo arrastrarte conmigo - Me quejo con un poco de veracidad y un poco de diversión, sin poder aguardar callado cuando Tom, me provoca de manera tan vil. Sin embargo, el hombre guarda perpetuo silencio. Levanto la cabeza de la cama, para observarlo; Tom nunca se queda callado.

- Potter - Sisea aún más ahogado que antes, después de minutos de perpetua observación. Encarno una ceja, curioso ante su voz estrangulada. 

- Tom - Susurro de devuelta, a punto de carcajearme al ver cómo el hombre, intenta despertar de su estado, mientras sus ojos viran desenfocados.

- Quiero vomitar - Afirma en un mero murmullo estrangulado; es incontenible la carcajada, a pesar de la aparente seriedad que envuelve a Tom. Me siento sobre la cama, ahogándome en medio de la tormentosa risa.

- ¿Dónde quedó el orgullo del centro del mundo? - Preguntó con burla, sintiendo el cuerpo de Tom tambalearse hasta dar contra mi regazo, descansando la frente contra mis muslos. El hombre intenta respirar adecuadamente, entre grandes bocanadas.

- Potter, lo digo en serio... Quiero... - Tartamudea el pelinegro, a la vez que lo ataca una arcada; misma que se roba momentáneamente mi burla. Es en serio lo de vomitar

- ¡No, levántate!... - Farfullo con la risa atorada en la garganta, mientras Tom tiene un par de arcadas más; no necesito empujarlo, el hombre se levanta de un salto cómo una vara, antes de salir corriendo al baño -... ¡Tom! - Grito al seguirle de cerca, teniendo apenas tiempo de no romperme los lentes al tropezar con la puerta que el hombre intenta cerrar.

- Mierda... Esto es asqueroso... - Murmura el ojiverde hincado contra el sanitario; vomitando todo el alcohol que consumió cómo agua; mi propio estómago se revuelve demasiado lleno y tibio -... Y vergonzoso - Se queja, al saber que lo observo casi con demencia, mientras deja todo su estómago de rodillas. 

Sin embargo, ya no hay risa morbosa contra los labios; sólo una débil sonrisa ante lo irreal de la situación, el dios que siempre me ha mostrado nada más que clase, elegancia, poder e inteligencia; se sostiene el estómago con fuerza mientras vomita escandalosamente. Aún así, me acerco con cuidado, a pesar del obvio olor que perturba mis propias entrañas, se lo tormentoso que es un vomito, mucho más inducido por el alcohol, aunque apenas sea de ayuda, me echo al lado de Tom, masajeando su espalda con parsimonia. Ronald, era un hábil bebedor, aun así a lo largo de la vida, han sido incontables veces las cuales, he estado en la misma posición; mientras acaricio la espalda ajena un poco de melancolía se cuela entre los huesos sin querer, misma que se acrecienta al Tom sacudirse mi mano con fuerza, empujando los hombros hasta que me detengo a la mitad de su espalda; Ronald también hacía lo mismo. Si de algo me ha acusado el hombre, es de lo aburrido que resulto en preocupaciones monótonas cómo estás; dónde con los días, he descubierto que el hombre no me necesitaba, sólo estorbaba en su panorama, incluso en acciones tan insignificantes cómo vomitar después de una borrachera. No sé porque le he ofrecido el escaso consuelo a Tom, quizás por el alcohol o mi naturaleza innata, pero rápidamente retrocedo.

Retiro la mano de la piel ajena, justo cuando Tom me toma la misma; espero un momento de lucidez de su parte, para exponer la irritación ante la tonta acción, sin embargo, el hombre no me aparta cómo espere, sino que entrelaza los dedos con los propios, llevando las manos unidas hasta su estómago aún convulsionando; se las arregla para que nuestros dedos, se cuelen directamente contra su estómago, mientras, me enseña el agarre justo para frotar su abdomen endurecido. Este simple gesto, por estúpido que parezca, se siente repentinamente tibio. Masajeo cómo pretende querer, mientras de alguna manera lo ayudo a sacar todo el alcohol que su estómago, no ha podido contener. La otra mano parece tener vida propia mientras escala contra su espalda, retomando el movimiento que he dejado de lado, Tom se curva contra mis dedos, buscando el toque; no me siento fuera de lugar al proporcionárselo. Junto a su costado, descanso la cabeza contra su temblorosa espalda, esperando ser un consuelo en su tormentosa cruzada. Sólo la oscuridad reinante nos acompaña. Después de un par de minutos de auténtica tortura, Tom toma un poco de aire.

- ¿Es todo? - Preguntó al ver que no se inclina de nuevo contra el sanitario, de hecho baja toda su carga, retirándose del borde el mismo con asco. Siento su cuerpo tenso antes de arrastrarnos a la pared de enfrente, tomando un par de bocanadas tortuosas.

- El sabor en mi boca, es repugnante - Se queja en medio de la oscuridad, casi escupiendo de nuevo; se lo que se siente. Suelto su cuerpo para hincarme lejos del hombre. 

Tom aunque intenta sostenerme, sus fuerzas con escasas después de tal faena; apenas puede respirar, así que consigo soltarme con facilidad, arrastrándome de rodillas hasta la cómoda del lavabo; me pongo de pie al dar con el granito que corona todo el lugar. A ciegas, busco los objetos personales del pelinegro, después de un par de parpadeos para enfocar y tropezar varias veces los objetos sobre el extenso lavabo, logro encontrar un vaso de vidrio con su cepillo de dientes dentro, sin pensarlo saco el cepillo, vagando con el vaso entre los dedos hasta la llave del agua, lo examino un par de segundos comprobando con ahínco la suciedad en este; Tom sobrevivirá, con lo perfeccionista que es el tipo, seguramente al vidrio esta impoluto, sin poder comprobarlo lo lleno de agua, agitándolo con toda la fuerza que poseo al estar considerablemente mareado, luego descarto el agua; repito el proceso un par de veces antes de llenarlo por completo. De igual forma, busco a tientas su cepillo en medio de la penumbra; al dar con este, busco la crema dental del pelinegro y ayudándome de la poco que enfoco, unto el extremo del cepillo de pasta, embarrándome incluso los dedos al colocar excesiva cantidad, a pesar de tener los dedos pringados, no me molesto en lo más mínimo, acercándome al pelinegro aún en la misma posición dejada; aunque al menos, respira con mayor facilidad. 

- Tom - Murmuro para despertarlo de su ligera ensoñación y repentino mutismo; el hombre se remueve un poco, sentándose más derecho para enfocar mis acciones. Le entrego el vaso con agua, el cual agradece con un jadeo encantador. 

- Me has ayudado a vomitar. ¿En serio crees que puedo hacerlo? - Inquiere después de tenderle el cepillo lleno de pasta de dientes. El hombre ha pasado largos minutos, lavando su boca con el agua y tirando los restos sobre el sanitario.

- Quién diría que el gran Tom, necesita ayuda de un simple mortal... - Ironizo con una nota divertida al verlo hincado nuevamente sobre el sanitario, mientras el vaso de vidrio tiembla entre sus manos y el hombre repele su cepillo -... Abre - Ordeno con una inevitable sonrisa, tomando el vaso de sus dedos antes de que lo rompa. Tom me observa al tomar su mejilla.

- ¿Estás consciente de lo que haces? - Pregunta mientras paso un dedo por sus labios, intentando abrirlos patosamente ante la nula cooperación del pelinegro.

- ¿Te ayudo a quitar una molestia?... - Murmuro sarcástico, mientras me encojo de hombros ante la intensidad de su mirada; se lo que hago, es sólo un favor entre camaradas. Un cuidado mínimo para su atormentado organismo -... Abre - Ordeno de nueva cuenta ante las dudas de Tom.

El pelinegro me analiza, cómo si fuese alguna clase de extraño ser, mientras se debate mentalmente en sí ceder ante su obvia molestia o sacudirse mis dedos, afortunadamente, el hombre es sensato y abre por fin los labios, permitiendo que con cuidado ingrese en su boca. Gracias a que no tengo la iluminación adecuada, vago el cepillo con cuidado, acariciando sus encías con las cerdas despacio antes de remover toda la molestia de Tom, a base de menta fresca; ni siquiera me perturba el llenarme del conjunto acuoso de pasta de dientes y su saliva los dedos, no hay asco absoluto al estar tan enfrascado en mi tarea. Repaso una y otra vez su boca; arriba, abajo, contra sus dientes y mejillas, lavo muy bien todo con un par de pasadas, antes de darme por satisfecho; Tom ni siquiera se mueve al invadir su cavidad bucal, se limita a respirar despacio y sostenerme de la cadera, un hábito constante con el correr de la noche. Se que ha sido suficiente cuando el hombre, parece despertar de su letargo, enredando su lengua contra mis dedos y el cepillo; sonrío ante la perversión del simple gesto. Saco el cepillo de su boca a la vez que Tom, se deshace del exceso de pasta con la poca agua que aún le queda. Aprovecho para levantarme y dejar el cepillo en su lugar, lavando de paso la menta en mis dedos. Al volverme el hombre se ha deslizado hasta el filo de la puerta, mientras me mira con una ancha sonrisa satisfecha; los pensamientos bailan en su psique sin qué pueda sostenerlos. Aunque me hago una idea de ellos. Tom estira los pies con morbo, haciendo un gesto con la mano para que me acerque, niego divertido al verlo palmear su regazo. Lentamente vuelve a ser él.

- Acabo de estar en tu boca... - Le recuerdo recuperando la burla que he perdido brevemente por el estado del hombre; estiro la mano intentando tomar la que me tiende -... Arriba hábil seductor - Le sonsaco, tirando de nuestros dedos unidos para ponerlo en pie. Lo logramos a pesar de que tambaleamos. 

- Bien... He cumplido mi misión - Compongo con orgullo al arrastrar al hombre hasta su cama. Viendo con gracia cómo su cuerpo rebota contra está; de pie admiro su porte desordenado sobre la impoluta cama. Tom no pierde su interesante atractivo ni siquiera borracho, incluso en la mitad de mi mareo lo puedo reconocer. 

- Desnúdame... - Exige el hombre, consciente de que lo miro; perturbado salgo de los pensamientos oscurecidos con su piel, muevo la cabeza queriendo deshacerme de estos, mientras enfoco lo mejor que puedo la sonrisa maliciosa del pelinegro -... La ropa me incomoda - Continúa su verborrea, sin embargo, la timidez me embriaga. Aunque lo acepte cómo posible prospecto y he permitido su sucio manoseo; desnudo, es una connotación diferente, mucho más densa.

- Yo no creo... - Intento retrocediendo un paso, cómo si el cuerpo ajeno quemase ante el mínimo contacto. Sin embargo, Tom con su costumbre de siempre tener la última palabra, no me deja huir.

- Has estado en mi boca... - Murmura con malignidad, al estirar las largas piernas y atraerme con estas hasta que pierdo el equilibrio, apenas tengo tiempo de llevar las manos a los lados de su cabeza para no caerle encima -... Desnúdame - Exige una vez más, ahora demasiado cerca. Está claro que no me dejará ir.

Nos retamos por largos minutos, esperando quién será el primero en ceder en esta extraña situación dónde nos ha envuelto Tom; después de un par de parpadeos furiosos y sonrisas picaras del pelinegro, se que no se rendirá en su infantil pujada; por el bien de mi cabeza dando vueltas, doy el primer paso está vez. Me levanto de la incómoda posición que apenas puedo mantener, palmeo las piernas que me aprisionan con decisión, incitando a Tom, mismo que al ver que cedo a sus absurdos caprichos de ebrio, me suelta dejando laxas las piernas sobre la cama. Esperando. Aprovecho la liberación para arrodillarme y comenzar a desnudar su cuerpo; primero quito los zapatos, forcejeando con estos cuando Tom apenas quiere cooperar. Una vez libre también de los calcetines, tanteo bajo los primeros rayos del sol el cinturón y pantalón repentinamente ajustados a su piel; esta vez consigo algo de colaboración, el hombre levanta con seducción las caderas, bamboleándolas deliberadamente a pesar del poco equilibrio que ambos guardamos. Lo reprendo con burla, rozando con fuerza los pulgares contra la piel bajo su camisa, Tom se retuerce volviendo a la cama con un suspiro ahogado y un siseo; le ha dolido, sonrío satisfecho al tomar valor y bajar los pantalones con premura, evitando tocar lo obvio, rozando apenas su piel al deshacerme de la tela. Tomo una tormentosa bocanada de aire al sobreponerme sobre su figura, tanteando lo siguiente en el menú

- Tus manos tiemblan - Susurra con malicia, mientras intento sacarle la atractiva casaca que ahora, me parece el peor de los tormentos aún con la colaboración del pelinegro.

- Cállate Tom o te ahogare con la corbata - Reprendo concentrado sólo en tirar de la tela que lo cubre, Tom se apiada de mi pobre alma, hasta deshacerse él mismo de la costosa tela. La tira sin cuidado alguno.

- Harry... No llevo corbata - Murmura apenas conteniendo la risa, la vergüenza me azota tan oscuramente que me callo al instante, centrándome en casi arrancar los botones de su camisa, sintiendo el vibrar constante de su risa baja. Maldición Tom

- Listo. Estás desnudo... - Exalto al tirar la camisa al suelo, coronando el montón de tela arrugada a nuestros pies; rápidamente dejó de lado el cuerpo ajeno irguiéndome con rapidez -... Y-yo... - Tartamudeo espantosamente desde la nueva posición, una privilegiada dónde puedo apreciar con demencia el cuerpo casi desnudo del pelinegro, el cual es un autentico pecado; si con la costosa ropa es una obra de arte, ahora, es simplemente inmoralmente atrayente. Da Vinci debió usar su complexión al imaginar la perfección humana -... ¡Tom! - Grito agitado ante el repentino movimiento del pelinegro, el cual al tanto de los pensamientos que le profeso, ha tomado ventaja de estos, mostrando una agilidad mucho más precisa de la que aparentaba tener al estar ebrio

- Quédate - Suplica al dar mi espalda contra la cama, con el hombre sobre mi cuerpo; enjaulando este bajo sus brazos apostados a cada lado del rostro, mientras compartimos el poco aire que quiere brindarnos.

- Tom, estás ebrio - Le recuerdo preso de sus ojos y la calidez de su aliento contra mis labios; el hombre susurra tan cerca que casi puedo saborear su tibieza.

- Pero no soy idiota... - Aclara, empujando demasiado despacio su rostro contra el propio; todo el cuerpo se tensa ligeramente ante la brutal cercanía; la oscuridad en los ojos de Tom, me enciende las entrañas -... Lo sería, si te dejo ir - Finiquita, brindando nuestra sentencia, apenas puedo protestar, no me deja la clemencia para hacerlo. La cercanía se corta de súbito.

Tom empuja su cuerpo contra el propio, hasta que ambos encajan cómo el mejor de los puzzle; hemos bailado toda la noche, rozándonos con descaro y malicia, no obstante, esta nueva cercanía se siente diferente; asfixiante pero plena, una sensación que me perturba las neuronas ya consumidas por el alcohol. La piel se eriza ante el brutal contacto y la respiración se corta en seco, al sentir la boca ajena tomar con premura la propia. Le permito el gesto, aplastando los labios con los ajenos, acostumbrado a la intensidad de Tom en toda la noche y su manera extravagante de besar. Sin embargo, esta vez el hombre no sólo los roza con insolencia, marcando un movimiento pausado y tortuoso, sino que araña la locura buscando mucho más contacto; succionando la carne sensible, pidiendo un permiso mudo que no recibe respuesta concluyente. La única réplica, es un jadeo grave contra la tráquea, mismo que abre la cavidad levemente, dejando ir incluso mi alma, en el burdo movimiento. Tom satisfecho con la respuesta, embiste sin contemplación mí boca deslizando con gula la lengua dentro; jadeo contra su órgano húmedo, ahogándome con este a pesar que el pelinegro apenas va profundo en la garganta, es la sorpresa la que me convierte en una gelatina no pensante sobre la costosa cama.

El hombre se aferra a mi rostro cuando intento retroceder ante lo intenso del contacto; Tom no me lo permite, empujando con más ansiedad la lengua dentro de mi boca, recorriendo cada recoveco inexplorado. Adueñándose de mi pobre razón, para tambalear los cimientos de mi locura intoxicada, dejando a plena vista los deseos oscuros que me han seducidos desde la primera vez que tuve conciencia de la forma de sus labios. No sabe a naranja y Ginebra cómo espere, sólo a menta de la pasta dental; aún así es adictivo contra mi boca caliente. Mi completa perdición. El cerebro se derrite sin pensamiento alguno, dejando a la necesidad adueñarse de todo mi organismo. A pesar de la pasividad momentánea por la sorpresa, aferro los dedos a los hombros ajenos, disfrutando a plenitud del trastornado encuentro; siento la sonrisa de Tom contra los labios al encontrar la respuesta que desea, olvidó por un momento que nuevamente, le doy la razón al perfeccionista orgulloso. Aunque acaricio su ego a conciencia, le permito levantar mi cuerpo de la cama, enredarse en mis caderas y proclamarse dueño de mi mejilla, mientras su lengua coloniza toda mi boca a su antojo. Tímidamente saco la propia, entrelazándola con la ajena; bebiendo su mentolada saliva y acariciando sus suspiros entrecortados. El alba se torna, mucho más candente e íntimo.

A plenitud, la piel de Tom es suave y perfectamente curvada, sus ángulos se alzan filosos, indicando dónde empieza uno de sus músculos y acaba el otro; el hombre no se queja ante la burda inspección, dónde las manos inquietas dejan sus hombros para bajar sin pena alguna; la timidez ha sido succionada por su boca. Recorro sus costillas, espalda y caderas, escuchando sus jadeos encantados y los gruñidos graves, cuando las uñas hacen un paseo divertido por la blanca piel. Todo es más intenso al tener los ojos cerrados, siendo preso a la perpetua deriva. Tom hace lo propio, repasando con los pulgares mi pecho con hambre, misma que se siente en la forma de succionar mis labios, hasta que estos palpitan inundados de calor. Un remolino compone nuestra unión de lenguas, mientras aprendemos de memoria, la intensidad y profundidad de la boca ajena. La saliva lubrica todas nuestras malas intenciones. Sólo después de un par de embestidas, dónde Tom conquista todo recoveco de mi cavidad húmeda, me suelta por fin; aunque es más una protesta en sus labios, no sólo por el aire, sino por mi mano tirando decidido de sus hebras azabaches, al sentir otro tipo de dureza, coronar ambos organismos necesitados. Apenas puedo respirar entre el ligero mareo por el alcohol y lo intoxicado de mi cuerpo por la intensidad aplastante de Tom. No puedo sostener mucho más. Hace rato, olvidé mi lista de necesidades para la noche, es obvio que se han cumplido a la perfección, a pesar de todo. 

- Tom - Jadeo agitado, la cabeza ahora es un completo torbellino mientras siento las manos del ojiverde, deslizarse con calma sobre la ropa, robándome otro jadeo en consecuencia.

- ¿Entonces te quedas?... - Murmura ignorando mi llamado a la calma, deslizando con malicia sus manos por mis caderas, tocando más de lo debido al rozar contra mi retaguardia -... Harry... Me molesta tu ropa - Se queja al no tocar por completo la piel, niego ante su cinismo y aún medio ahogado, lo empujo a consideración, agradezco tener la suficiente fuerza para tirarlo a mi lado.

- Me he divertido esta noche - Susurro contra sus labios, intentando cambiar de conversación; escapando con agilidad a pesar de la carcajada perversa de Tom, quién da un último apretón a mi trasero antes de soltarlo, dejándose caer en la cama.

- También lo he hecho... - Acepta mientras me deslizo a su lado, sabiendo que el mensaje ha sido comprendido a pesar la obvia excitación en ambos cuerpos, contra su pecho, puedo respirar profundo el aroma de Tom; perfume costoso y gel de baño -... A pesar del idiota - Retoma nuestra conversación al girarnos una vez más, esta vez de costado, me acomoda a su antojo entre sus brazos. Niego ante su intensidad, pero no me remuevo.

- Los celos son algo corrosivo en ti, Tom - Acuso malicioso, descansando la cabeza contra el brazo que me ha tendido de almohada. Su otra mano, se desliza por mi cuerpo, sin pretender más profundidad que la rendija que deja mi camisa desperdigada.

- ¡Te toco!... - Denuncia encajando los dedos con un nuevo nivel de intensidad, aún sin ser doloroso pero tampoco tan pasivo; su mano se amolda a la perfección a la llanura de mi estómago -...¡Justo aquí! - Sigue su pataleta, tomando mi cadera esta vez; lo recuerdo, estoy tentado a reírme, pero simplemente lo dejo hacer.

- ¡Qué desdicha! - Ironizo sin poder contenerme, divertido ante su verborrea. Seducido por lo tornando de su cuerpo y lo endurecido de su entrepierna a la espalda, aunque no puje por algo mucho más candente, este simple gesto, genera una intimidad extraña; no sexual por supuesto, sólo... intima.

- Insolente... - Se queja levemente ofuscado, enterrando con oscura malicia los dedos a mis costados, de sufrir de cosquillas ya estuviera retorciéndome entre sus brazos; al no ser así, le saco la lengua en venganza; Tom me apretuja mucho más contra su cuerpo -... Aunque te he besado, eso compensa el mal rato - Compone, besando mi mejilla en represalia de mi juego; la sonrisa imborrable, no se perturba ni un poco, sólo aumenta su grosor.

- Ve a dormir, Tom - Ordeno aún con la realidad que ambos estamos perfectamente ebrios, a pesar de este interludio sin sentido. Cierro los ojos, en comunión con el ambiente ennegrecido por las cortinas pesadas del pelinegro y la paz reinante.

- ¿Te irás? - Pregunta al ceder a mi mandato, acomodándose después de un par de meneos, dónde nos cubre con su grueso cobertor; lo recuerdo, estamos en invierno, aunque el calor que irradia el cuerpo a mi lado, dicte otro panorama.

- Me quedaré - Acepto aunque es más que obvio, aún así brindo la respuesta vocal que Tom necesita; en otro momento hubiese ahondado en la clara insistencia, pero tan cómodo, me olvidó de todo lo que no sea la suave cama.

- Perfecto - Acota Tom en plenitud, apretujando una vez más mi cuerpo, hasta que me envuelve por completo con sus extremidades. Su calor se convierte en el propio, mientras dejó que el mareo se adueñe de mi mente.

En otra circunstancia, me plantearía la locura que estoy cometiendo, durmiendo tan plácidamente en la cama de un extraño, sin embargo, con Tom a la espalda, respirando tan pasivamente, casi arrullándome, es imposible que piense en otra cosa que no sea entregarme a la inconsciencia después de un día tan ajetreado. Cualquier duda se consume a mi misma, al lograr sincronizar mi respiración con la ajena, una nimiedad estúpida pero que me llena de absoluta calma. Estaré bien, sólo necesito descansar un par de horas. Olvidándome por primera vez de toda realidad fuera de la puerta, mi estancia en Venecia y la locura en Inglaterra, me rindo ante la calidez que me cobija, no sólo por el edredón; la piel del Tom se siente tan bien, que de tener fuerzas estaría tentado a desnudarme cómo ha indicado; solo para sentir esta a plenitud. A pesar de la necesidad no me muevo solo por cabezonería, necesito ganar una partida ante Tom de vez en cuando, su ego ya está muy elevado. Nuestra balanza debe estar equilibrada. Afortunadamente, el alcohol hace de las suyas hasta adormecerme en el próximo suspiro; perfecto. Venecia será el juez, acompañante y cómplice de esta locura, suyas serán las consecuencias al despertar. Ahora, mía es la necesidad de paz. Me duermo pensando en un par de ojos verdes, una sonrisa descarada y un par de dedos demasiado hábiles; duermo entre cavilaciones de la calidez perpetua que me embriaga, una nunca antes sentida, ni añorada tanto cómo ahora. La primavera vuelve a azotar mi cuerpo, el sol a mi espalda, me calienta el alma. 

Tom, cosa ho intenzione di fare con te?

 

 

Notas finales:

Nos vemos pronto. PK. 


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