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Clockwork Absolution por hana midori

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Notas del fanfic:

Fanfic creado para el reto Mermay 2022. Basado en la historia Clockwork Manipulation creado por Kit-Replica. Los personajes no me pertencen, son de sus respectivos autores. Todo se hace sin fines de lucro. 

Notas del capitulo:

¡Hola! Vengo con un fanfic basado en la lista del mermay de este año. Primero que nada, quiero aclarar que me he basado en la idea de una historia llamada Clockwork Manipulation, creada por Kit-Replica. Tomé la base solamente, ya que el desarrollo de la mía es diferente así como también el tratamiento de algunos de los personajes involucrados, sin embargo, me parece importante mencionarlo porque sin sus dibujos y su creatividad, no me habría animado a hacer algo como esto. Segundo, el personaje de Eros M. no es mío, sino que pertenece a Lazy_Scorp, quien no sólo me lo prestó sino que también me ayudó a desarrollarle gran parte de su historia. Les recomiendo mucho buscarla, ya que tiene historias hijack/frostcup maravillosas < 3 Tercero, solamente haré los días impares de la lista, por lo que en total, esta historia tendrá quince capítulos. Ya los tengo todos hechos, pero por cuestiones de trabajo, los subiré en la tarde/noche. Cuarto, soy muy mala para la construcción visual de mundos, así que con que sepan que está ambientado en un mundo tipo steampunk, se pueden dar una idea de la estética y los espacios. Quinto, hay ligeras menciones de tortura. Nada gráfico, pero me parece que es importante mencionarlo. Sexto, no habrá escenas nsfw. Y séptimo, espero que les guste y la disfruten, la hice con mucho amor, jajaja. Cualquier error de ortografía y de redacción, me disculpo de antemano < 3

 

Day 1: Moon.

 

Hoy era una noche inusualmente bella. La luna llena iluminaba los adoquines de las calles, sacando brillos plateados a los charcos de agua y aceite que se formaban sobre éstos. Una brisa fresca se llevaba lejos los vapores del día, haciendo que el aire fuera agradable de respirar. Parecía un buen momento para salir a dar un paseo, para ir a alguna fiesta o para simplemente abrir la ventana y contemplar las sombras de los edificios de ladrillo oscuro que daban tanta personalidad a la ciudad de Berk. No era una noche para tener miedo. No era una noche para cazar monstruos. No era una noche para sentir lo que Jackson sentía conforme se acercaban más y más a la villa.

 

A su alrededor, los policías lanzaban miradas hastiadas a los alrededores. Lucían cansados, y como no estarlo, si muchos tuvieron que abandonar sus tibios lechos para completar el número de unidades requeridas para la misión. Estaba seguro de que lo odiaban, de que pensaban que no era más que un pobre bastardo al que su adicción con la droga de moda había excitado a niveles inaceptables su imaginación. Pero Jackson sabía la verdad. Sabía que en cuanto entraran a la villa, entenderían su trastorno, su terror. Ninguna droga podía hacerte inventar lo que él vio esa misma tarde.

 

—Llegamos —dijo uno, deteniéndose frente a la puerta metálica. En ella, podía verse el escudo de armas perteneciente al dueño de la casa: un cuervo envuelto en llamas posado sobre un árbol floreciente. Jackson se quedó quieto, viendo aquella figura. En el día le había parecido impresionante. Ahora, con lo que sabía, era un presagio terrible de lo que venía.

 

Alguien de la comitiva dio un paso al frente. Los demás se hicieron a un lado para permitir que avanzara. Jackson se apartó de la puerta y desvió sus ojos a la persona, sorprendiéndose tanto como la primera vez que lo vio en la fiesta: su cabello castaño parecía emitir luz propia bajo la luz de la luna, y sus ojos, de un intenso color verde, miraban todo con la expectación de quien espera descubrir un secreto maravilloso.

 

Jackson observó la forma en que sacaba una llave de su traje de gala, vestigio vivo de que antes de estar aquí, había estado celebrando algo importante en los patios de su casa. Luego, vio la delicadeza con la que la introducía en el candado, tal vez por no hacer ruido, tal vez porque siempre lo hacía de esa forma. Y después, con firmeza, retiró las cadenas, abriendo ante todos las puertas metálicas que no emitieron ningún sonido mientras el viento las empujaba.

 

—Listo. Vamos.

 

Él era el único que no le había visto como un loco cuando le contó lo que vio. Él había sido el único que no se había reído o le había señalado con desprecio. Él fue el único que le ayudó a componerse y le prometió llegar al fondo de esto, entrar y buscar dentro de la casa, hallar a su hermano…

 

Anduvieron como fantasmas por los jardines de la hacienda. La mayoría de los oficiales no se separaban del grupo, pues no conocían demasiado bien esta propiedad. Sólo el chico de ojos verdes parecía cómodo en estos territorios, y como no, si hasta cierto punto era también dueño de la villa: Hiccup Haddock, heredero de las industrias Haddock, visionario por excelencia de la ciudad de Berk y mayor inversionista del estado Golden Age.

 

Él, como su padre antes, se había empeñado en hacer crecer la ciudad, a llenarla de maravillas tecnológicas alimentadas por el vapor, el carbón y la electricidad. Igualmente, se dedicaba a apoyar a los científicos que no contaban con ayuda gubernamental, a llevar a cabo sus investigaciones que, en muchas ocasiones, cambiaban el rumbo social por completo. Así, esta hacienda le pertenecía, lo mismo que otro puñado más alrededor de la ciudad.

 

“Pero ésta no es igual a las demás” se dijo Jackson, temblando. Antes incluso de su descubrimiento, no lo era. La villa se encontraba a nombre de Kozmotis Pitchiner, un renombrado académico que no sólo se preocupaba por la huella de su nombre en la historia, sino también por la gente de la que, según él, venía. Y es que, en su infancia, había vivido en uno de los distritos más pobres del estado, y confesaba que, si no fuera por la ayuda de las personas acomodadas que se dedicaban a donar dinero a los orfanatos de la zona, habría muerto de hambre. Así que él hacía eso, y llevaba el asunto un paso más adelante: contrataba gente de la zona para darles un techo seguro y educación. Claro que para ser elegido había que pasar una serie de pruebas… y su hermano lo había hecho.

 

—Está bien, Jack, —le había dicho él cuando se enteraron de que solamente uno había sido escogido. —Ve y estudia. Cuando tengas un título, iré contigo a la ciudad y ya no pasaremos hambre.

 

Jackson todavía recordaba la expresión de su hermano. Se veía tan culpable, tan triste… y tan emocionado también. ¿Con qué corazón podía decirle él que no quería que se fuera, que lo dejara solo en aquel lugar tan frío? Jackson, como el hermano mayor, debía mostrar madurez, y dejar que Jack creciera, aun si eso significaba que los años pasarían diferentes para ambos.

 

Ahora se arrepentía de su decisión, de su ingenuidad y de su estupidez. Ahora entendía que ese sentimiento que le llenó de piedras el estómago no fue la envidia, sino el miedo. El mismo que le hizo buscarlo cuando después de unos meses, dejó de contestar sus cartas. El mismo que no le permitió creer que Jack ya no quería saber nada de él, tal como el mayordomo que lo recibió en la entrada ese día le dijo. El mismo que le hizo entrar sin permiso y buscarlo por toda la mansión. El mismo que ahora le hacía sentir cristales de hielo en la sangre al ver que Hiccup tocaba la puerta y los sirvientes los dejaban pasar, blancos como la misma luna…

 

Kozmotis Pitchiner apareció al poco rato. Estaba vestido, cosa rara a esa hora, aunque no demasiado cuando mencionó que lo sorprendieron en medio de un experimento. Hiccup se rió y comenzó a charlar con él, igual que si fueran viejos amigos.

 

“Tal vez lo son” se dijo Jackson, apretando sus manos en puños con tanta fuerza que comenzó a lastimarse.

 

—Escucha, Pitch, queremos revisar algo en la casa, será rápido.

 

Pitchiner no dejó de sonreír, pero sus ojos dejaron de enfocar a Hiccup y se posaron sobre él.

 

—Claro, —dijo. Jackson sintió todo el odio que esas orbes ámbar emanaban. —Adelante.

 

Hiccup se alejó. Entonces fue hasta Jackson, y cubriendo a Pitchiner de su campo de visión, lo tomó de los hombros.

 

—Guíanos.

 

Jackson así lo hizo. Ignorando los murmullos, los pasos ahogados por la alfombra y, especialmente, las miradas que se clavaban como cuchillos en su espalda, Jackson los condujo por varios pasillos, acercándose poco a poco a la fatal habitación de puertas negras. Temblando, Jackson las abrió, y el interior estaba tan oscuro que los policías tuvieron que sacar sus linternas de mano para llenarla de luz.  

 

—Es mi estudio privado, sólo tengo libros y algunas carpetas, —comentó Pitchiner con cierta indulgencia. Pero Jackson no se detuvo. Jackson siguió hasta el fondo, hasta la chimenea. Suavemente, tocó el escudo que sobre ésta descansaba, y éste, frío, igual que esa misma tarde cuando vio que Pitchiner lo hizo, desapareció en la pared bajo el peso de su mano. Entonces hubo una serie de clicks y zumbidos que hicieron estremecer el cuarto. Las luces de los policías alumbraron la chimenea en su totalidad, y donde antes había estado, aparecieron unas escaleras de piedra que guiaban hacia el subsuelo.

 

Lo siguiente que pasó fue… extraño. O quizá demasiado rápido. Jackson escuchó una conmoción detrás de él, pero cuando se giró, sólo alcanzó a ver como algunos policías sujetaban a Pitchiner contra el escritorio, mientras Hiccup lanzaba lejos de sí algo metálico que hizo un sonido sordo al caer a la alfombra.

 

—¡Que no se escape! —gritó Hiccup, mientras iba con Jackson y lo tomaba del brazo. —Llévanos. Ahora.

 

Jackson volvió a temblar. Respiró hondo, pero el aire de afuera no llegaba aquí. Sólo había un aroma viciado, un aroma de muerte y dolor… Antes de que Hiccup le repitiera las cosas, Jackson bajó las escaleras. Al llegar al fondo, encontraron un laboratorio que, a simple vista, no era diferente a otros: tenía mesas metálicas llenas de probetas, de medidores y de miles de utensilios que muchos no conocían. Pero al alcanzar el final, al atravesar la puerta que se encontraba en la pared más alejada, todo se revelaba.

 

—¡Dioses!

 

Algunos oficiales salieron corriendo. Otros, en el acto, comenzaron a vomitar. Jackson no los culpaba. Él lo había hecho también cuando vio esto por primera vez. Solamente Hiccup permanecía quieto, con sus ojos verdes recorriendo todo lo que había ahí… Jackson intentó no hacer lo mismo, pero no pudo evitarlo. De nuevo, su atención cayó sobre los miembros humanos que estaban almacenados en las neveras de vidrio, en los cuerpos preservados dentro de tubos de cristal. También se fijó en las réplicas de metal, en que unas simulaban ser humanas y otras parecían partes de animales. Jackson volvió a sentir el horror que se instalaba en su corazón, y cuando miró a Hiccup, él ya tenía sus ojos clavados en su figura.

 

—No pasé de aquí, —le dijo, intuyendo su pregunta. —Yo…

 

Tenía miedo. Aún ahora lo tenía. Jack no estaba en ninguno de los tubos, pero… pero eso no significaba nada. Hiccup pareció comprender. Se acercó a él y le puso una mano en el hombro. De esa forma le pidió a los guardias que se habían compuesto que lo siguieran, y algunos lo hicieron.

 

Cuando dejaron esa sala atrás, llegaron a una segunda que resultaba más pequeña, aunque no por eso menos perturbadora. Aquí no había miembros ni cadáveres, aunque sí bastantes instrumentos y muchos dibujos y diseños extraños. El rostro de Hiccup se ensombreció terriblemente cuando estudió algunos, sin embargo, Jackson no se atrevió a preguntar. Aquel sentimiento de miedo se hizo más palpable en su estómago, y si le hubiera cuestionado… no. Tenía que estar fuerte. Tenía que, por Jack.

 

Alcanzaron la tercera sala. Ahí, nuevamente el horror los dejó petrificados. No había más utensilios ni más cuerpos. Pero había gente. Gente viva. Gente cortada en pedazos, gente con metal y cables saliendo de su piel gangrenada. Gente que gritó cuando los vio. Gente que hizo que Jackson volviera a vomitar.

 

La voz de Hiccup se escuchó por encima del pandemónium. Ordenó que trajeran a los demás, que vinieran a ayudar. En unos minutos, la habitación se llenó de policías que sacaban en brazos a esas personas, personas que lloraban y gemían y miraban a Jackson como si supieran a quién buscaba. Él se quedó quieto en una pared, viendo sin ver… Jack tampoco estaba ahí.

 

De pronto hubo silencio, y fue ahí cuando Jackson se dio cuenta de que no quedaba nadie, sólo él, y Hiccup y dos oficiales… y una puerta más, al fondo. Jackson volvió a sentir la piedra en el estómago, el nudo en el corazón. Sin decir nada, sin esperar a que le dieran indicaciones, Jackson se adelantó. Tomó el pomo, lo giró… y eso es todo lo que recuerda. Todo hasta la parte en que vio a Jack, mutilado y frío, sobre una mesa de operaciones.

 

Alguna vez le habían dicho que el fin del mundo se sentiría como un terremoto. Otros le dijeron que sería como si el fuego te consumiera hasta dejarte hecho cenizas. Uno se atrevió incluso a afirmar que sería como si el agua del mar te cubriera por completo. Jackson ahora sabía que no era ni uno ni otro, sino todo a la vez. Era el mar en las lágrimas, el fuego en la garganta y el terremoto en el alma.

 

No supo cuanto tiempo estuvo así, llorando y gritando sobre el destazado cuerpo de su hermano. Pudieron ser minutos, pudieron ser horas. Bien pudo haber nacido ahí. En cualquier caso, algo le alejó de su hermano, y ese algo le evitó que volviera a tocarlo.

 

—¡Jackson, Jackson, calma! —exclamó Hiccup, intentando por todos los medios que le diera espacio, —¡Déjame verlo, puedo ayudar!

 

¿Ayudar? ¿Es que no veía? ¡No había nada que hacer, nada! ¡Estaba muerto, destrozado, convertido en una muñeca con la parte inferior de un monstruoso pez! Pero entonces, alguien más apareció. Jackson no pudo entender qué estaba viendo hasta que la impresión logró sobreponerse encima de su duelo.

 

—Necesita agua, —dijo, en voz baja, señalando a la mesa con… ¿su dedo? No, no su dedo, sino una garra. Una garra metálica larga, ligeramente oxidada. —Duerme. Él le puso anestesia.

 

Jackson siguió mirándole. Las garras no era lo único de metal que había en su cuerpo. Su espalda estaba casi cubierta por completo, pues de ésta nacían unas alas artificiales que hacían ruidos horribles cada vez que se movían. Él pareció darse cuenta de que las veía, e intentó hacerlas pequeñas, cosa que le provocó una expresión de dolor en el rostro.

 

—Agua. No va a sobrevivir sin agua, —les dijo otra vez. Hiccup ya se había puesto manos a la obra y llevaba una cubeta que quien sabe de dónde había sacado. Entonces, con cuidado vertió el agua, y… y Jack se convulsionó. Jack abrió los ojos. Jack les miró inmóvil. Jack comenzó a llorar y Jackson tomó su mano, mientras le decía que todo estaría bien, que ya estaba ahí…

 

Salieron todos al cabo de un rato. Hiccup llevaba en brazos a Jack, porque Jackson no tenía fuerzas para sostenerlo. La cola metálica brillaba débilmente bajo la luz de la luna, única testigo de lo que había pasado ahí dentro. Detrás de él venía el otro chico, el de las alas. Parecía que lloraba, pero Jackson no pudo comprobarlo. Afuera, el aire les recibió con un perfume cargado de jazmines, de madreselvas y de lirios. Hoy, en definitiva, era una noche bellísima. 

Notas finales:

¡Y eso es todo por ahora! Espero sea de su agrado y nos vemos en dos días para el siguiente :D <3


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