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La aldea oculta entre la achicoria por shiki1221

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Notas del fanfic:

Disclaimer: los personajes son propiedad de Masashi Kishimoto, sólo la historia es de mi propiedad.

Este fanfic es parte del reto literario del grupo de Facebook “Shhh narusasu sasunaru”. Las palabras que me tocaron son: achicoria, alpaca y multiplicaciones.

Notas del capitulo:

No sé si será three shot o short fic. Es un canon divergente. Ninjaverse. Romance. Humor. Drama. Aventura. OOC. Adaptación de la película “Las locuras del emperador”. Quiero agregar que al ser adaptación de dicha película la aldea de Konoha está basada en Perú. Consulte con amigas y con personas de ese país para incluir parte de su geografía, historia, gastronomía, etc. Espero que haya quedado bien :D

Cap 1: El Hokage y su gato

Existían diversas aldeas shinobis en el mundo. Cada una con sus propias peculiaridades haciéndolas únicas y diferentes a las demás. La más conocida entre ellas era la aldea oculta entre la achicoria, mejor conocida como Konoha. Ciertamente esa aldea había iniciado en un área que prácticamente estaba en medio de la nada, en pleno bosque. Era como combinar la sierra con la selva, se encontraba justo en ese límite. Para llegar, era necesario ir caminando con algún ninja guiando hasta el destino deseado. Si bien, eso era conveniente en un inicio para mantener a las familias de los ninjas fuera de peligro, también era una desventaja para ellos a la hora de ir a buscar provisiones. Cuando se trataba de civiles, mujeres embarazadas o niños quienes aún no recibían el adiestramiento ninja, eran como prisioneros de su propio hogar. Con el tiempo se volvió un sitio arqueológico. Las generaciones posteriores se mudaron a nuevas áreas con mejores oportunidades para lograr el equilibrio entre seguridad y accesibilidad. Sin embargo, conservaron ese lugar cómo recuerdo de sus orígenes. Además de preservar allí algunos tesoros valiosos, tanto por su valor simbólico ―para honrar a sus ancestros por tantos sacrificios hechos para que ellos llegaran a ser quienes eran hoy en día―, como por el valor monetario por los minerales preciosos y reliquias hechas de oro y plata.

En la actualidad, las nuevas generaciones vivían en un complejo parecido a una ciudad cubierta por un gran muro que la rodeaba. Tenía muchas entradas diferentes, formando un laberinto infranqueable a menos que se conociera el lugar. De esa manera, varios invasores habían terminado cayendo en las trampas para los intrusos. Sólo los oriundos de la aldea sabían cómo entrar o salir ilesos. Se dice que una cadena es tan poderosa como su eslabón más débil. Teniendo a los civiles y demás personas indefensas bien resguardadas, los ninjas podían concentrarse plenamente en las misiones que realizaban fuera de la aldea. Y tras el éxito celebrarlo con un buen descanso junto a su familia. Eso se perpetuó durante décadas alcanzando una gran prosperidad para la aldea. El nombre Konoha se les había quedado pese a sus avances y mejoras, como haber logrado traer achicoria y cultivarla en gran parte de los alrededores. Aunque su aldea estuviera rodeada por la nueva flora desde hacía tantos años, para el mundo ellos siempre serían “la aldea oculta entre las hojas”.

―¡Naruto! ―llamó a gritos uno de los consejeros del Hokage, como se le llamaba al líder de la aldea―. ¡Naruto! ―volvió a bramar Shikamaru asustando a los subordinados del rubio.

―No se encuentra en su cuarto ―avisó Shizune acercándose a trote lento luego de haber inspeccionado el lugar.

―O sea que no se quedó dormido de nuevo, ¿verdad? ―interrogó resoplando con fastidio―. Todos los días es la misma historia. Se queda dormido, se gasta su tiempo comiendo o…

―Dicen que se lo vio salir con Sasuke ―intervino Shizune abrazando al cerdito mascota que siempre la acompañaba.

―Otra vez ese maldito gato ―se quejó antes de caminar rumbo a donde podría encontrarlo.

Nara tenía serios problemas con esa bola de pelos mimada. La distracción favorita del Hokage, quien dicho sea de paso, descuidaba repetidas veces sus deberes por jugar con aquel animalejo. Uno creería que aparejada a la prosperidad geográfica de la aldea vendrían tiempos mejores. Habiendo saciado sus necesidades básicas de obtener un lugar seguro, comida de sobra y trabajos bien remunerados por la fama de la aldea, sólo restaba dar una buena administración. Sin embargo, la capacidad de liderazgo en los Hokages era inversamente proporcional a las maravillas naturales. El tercer Hokage, Hiruzen Sarutobi, luego de dos años de gobierno, renunció cuando lo estaban investigando por casos de corrupción. Tomó el puesto su protegido Minato Namikaze, un familiar proveniente de una rama secundaria y casi olvidada del clan Sarutobi. Todo iba bien con él, fue magnífico. Sin embargo, el consejo le pidió dimitir y se retiró por incapacidad moral. Meses después se descubrió que estaba metido en reuniones secretas con ninjas extranjeros. Debido al carácter secreto de aquellas reuniones seguía sin saberse el contenido de aquellas conversaciones sostenidas entre ellos.

Y así llegaban hasta Naruto. El hijo de Minato Namikaze, quien nombró a su hijo Hokage antes de desaparecer de la aldea. Habían muchas oposiciones a dejar a un joven tan inexperto en el puesto, pero era su derecho legitimo de nacimiento, pues los únicos que podían ocupar el lugar de Hokage eran aquellos que pertenecieran a la familia del mismo. Ellos nacían destinados para dicho puesto y era casi inamovible dicho privilegio. Intentar hacerlo sólo causaba peleas entre los miembros del consejo, debido a que uno de ellos, ―elegido por votación entre los demás―, podía asumir en un caso extremo. Tales como la muerte de un Hokage sin dejar un heredero o uno demasiado joven como para asumir el liderazgo, en ambos casos era algo de carácter temporal, pero lo que hicieran durante ese lapso podía repercutir durante varias generaciones venideras.

Se aceptó el nombramiento de Naruto como Hokage, pese a tener sólo diecisiete años porque el consejo vio una gran oportunidad en el chico. No era muy listo, poco sabía sobre el liderazgo o el deber a cumplir en su puesto. Era alguien sencillo creyente de que proteger a su aldea era sencillamente oír las peticiones y molestias de todos para darles una solución. Por muy absurdo que fuera el problema. Incluso habían destinado ciertas horas del día para que Naruto oyera a los aldeanos, inaugurara lugares o cosas de ese estilo. Aquello auténticamente importante era gestionado en secreto a sus espaldas. Shikamaru sabía de esto e intentó advertirle al rubio como su amigo. Lo instó a tomar las riendas de los asuntos secretos de la aldea, pero se veía imposible cuando ni siquiera era capaz de cumplir las tareas diarias para tener contentos a los del consejo.

―¿Quién es mi lindo gatito? ¿Quién es el gatito más mimoso de todos? ―Se oyó la cantarina voz del Hokage hablándole a alguien.

―¡Naruto! ―llamó Nara con voz firme para atraer su atención causándole un sobresalto por la sorpresa―. ¿Otra vez jugando con ese estúpido gato? ―interrogó cruzado de brazos.

―Pero es que Sasuke se subió al árbol y no puede bajar ―señaló el rubio mirando hacia la enorme rama del árbol donde descansaba un jaguar negro.

―No creo que no “pueda” bajar ―mencionó viéndole desde abajo.

El animal para cualquier cazador o coleccionista sería una pieza que presumir colgado en un salón tras una cacería. O tal vez como abrigo para el invierno. El felino poseía un pelaje oscuro brillante viéndose como si tuviera reflejos azulados visibles al contacto con los rayos del sol. Algo que incitaba aun más las ansías de Shikamaru por convertirlo en alfombra era el carácter del animal. Era caprichoso, mimado y exigía atención todo el tiempo. No comía cualquier tipo de sobras o alimento corriente como el resto de las mascotas, él exigía comer en un plato. Y cada cosa la probaba con calma antes de dar su veredicto. El más insignificante descuido en la preparación de sus alimentos, traía aparejada la molestia del gobernante de la aldea. Éste no dudaba en dar un largo sermón sobre cómo debían cocinar para complacer a su “gatito”. Esa maldita mascota se paseaba a sus anchas por todos lados y dormía donde quería; sobre el escritorio donde debía trabajar el Hokage, el trono donde se sentaba a oír los problemas de su pueblo, árboles cercanos a la torre del Hokage y cajas. Bueno, eso último no era tan molesto. Ocupaba poco espacio y era casi invisible. Sólo que si Naruto no tenía en su rango de visión a ese felino se ponía ansioso.

―Está enojado porque le trajeron la leche demasiado caliente ―admitió el joven de ojos azules soltando un largo suspiro―. Les dije a los cocineros que tiene una lengua muy sensible y le gusta la leche tibia, pero creo que tienen nuevos ayudantes y lo pusieron de malhumor ―explicó el rubio volviendo su vista hacia el animal―. Ya te pedí perdón, no volverá a pasar ttebayo.

―¡Deja de perder el tiempo con ese bicho, bajara cuando tenga hambre! ―afirmó sujetándolo con fuerza del brazo para arrastrarlo de regreso a la torre del Hokage―. Los aldeanos te están esperando y la fila es enorme por culpa de tu retraso.

―¡Pero Sasuke sigue enojado! ―exclamó el Hokage volteando repetidas veces hacia atrás viendo al felino mover la cola mientras gruñía por lo bajo.

―Luego del trabajo puedes jugar con ese tonto gato ―le dijo antes de que llegaran a donde todos esperaban.

Las reacciones de los aldeanos no se hicieron esperar al verlo llegar. La zona destinada para las entrevistas con ellos era casi privadas, generalmente era en el gran salón. Allí se encontraba un enorme trono donde se sentaba el Hokage, custodiado por dos anbus y en la mayoría de ocasiones era acompañado por alguno de sus múltiples consejeros. Las personas estaban formadas y con la fila avanzando, cosa que extrañó a Shikamaru, pues Naruto apenas si estaba llegando. Vieron salir a uno de los aldeanos maldiciendo por tener rechazada su petición sin siquiera dejarle explicarse. Soltó frases cortas maldiciendo a Orochimaru por ser tan frío e insensible respecto a las necesidades del pueblo. Nada más llegar a sus oídos aquel nombre, Nara supo que debían entrar de inmediato.

―¡Orochimaru! ―llamó el consejero viéndolo de mala manera por estar tan cómodamente sentado en el trono que correspondía al Hokage―. ¿Qué haces allí?

―Sólo le hago un pequeño favor a Naruto-kun ateniendo esta insignificante tarea en su nombre ―se excusó con tranquilidad.

―Eso no te corres…

―¡Muchas gracias, Orochimaru! ―interrumpió el rubio al reclamo próximo a salir de los labios de Shikamaru.

El hombre de ojos amarillentos dejó escapar una sonrisa de suficiencia ante el agradecimiento. Por su lado, el otro consejero no veía con buenos ojos a aquel hombre. Siempre estaba metido en todos los asuntos de la aldea, incluyendo aquellos totalmente ajenos a su jurisdicción. Toda aquella intriga no sería un problema si tan sólo Naruto no lo hubiera invitado personalmente a formar parte del consejo. Puesto ganado por un simple regalo: Sasuke. Ese maldito bicho sólo traía desgracias. Sólo bastó con su presencia para dejar maravillado a un muy impresionable Hokage. Una vez que aquello sucedió ya no hubo marcha atrás. El rubio se había vuelto alguien aun más irresponsable que antes y mientras él se descuidaba, aquella serpiente tomaba el rol de Hokage a placer. Cuando le apetecía realizaba algunas de las tareas del Uzumaki, quien lejos de molestarse por semejantes libertades, le agradecía quitarle trabajo de encima.

Naruto no parecía ver el problema respecto a su imagen como gobernante. Muchos lo defendían, muchos lo odiaban. Su gobierno no era tan malo para algunos. Pero había algo que sí se podía destacar de este gobernante: su perseverancia. Siempre había luchado como cualquier otro ninja a la vanguardia cuando surgían problemas. Durante su periodo como jounnin, sucedió lo que hoy se conocía como “La operación rescate del Kazekage”. Fue una misión de liberación de unos rehenes, ―como su propio nombre indicaba―, en la cual estuvieron envueltos todos los miembros de la familia del Kazekage. Estaban incluidos el matrimonio junto a sus tres hijos. Un grupo revolucionario los había secuestrado durante una reunión y estuvieron encerrados por meses en una localización que les tomó tiempo encontrar. Y mientras el gobierno de Tsuna negociaba con estos terroristas, en Konoha Naruto estaba entrenando a los shinobis para el rescate en completo secreto. Tras ubicar a los rehenes se preparó para entrar al escondite cavando unos túneles subterráneos, muy parecidos a los que cavaban en la aldea para despistar intrusos.

Al final, de todos los rehenes sólo murió uno, el tercer Kazekage convirtiéndose en una de las operaciones de rescate más exitosas. Pese a la pérdida de uno de sus miembros, Gaara al igual que sus hermanos y madre estaban muy agradecidos con Naruto por haber ideado un plan como ese. Literalmente, le debían su vida. Desde aquel acontecimiento, surgió una fuerte amistad entre ambos futuros Kages, pues debido a la muerte del anterior, Gaara tendría que sucederlo en el puesto. Aunque era el más joven de todos los hermanos, Kankuro declinó de la oferta al igual que Temari. Ambos prefirieron reforzar sus habilidades shinobi para no cometer los mismos errores anteriores. No pudieron ser dignos guardaespaldas de su padre, pero lo serían de su hermano menor.

Algunos pensaban que esto sucedió a manos de seguidores de Minato. Esto porque parte de esta época sucedió durante su gobierno, cuando se celebraban las reuniones secretas. Por aquellos tiempos, su relación con Tsuna no era la mejor. Es más, tenían asuntos pendientes tras un ataque a traición ejecutado por aquella aldea con propósito de ejecutar al tercer Hokage. Muchos odiaban a Naruto, tanto en Konoha como Tsuna. En su propia aldea, debido a la traición que sentían al ver a su futuro líder destinando tantos esfuerzos y recursos en tenderle la mano al enemigo. En Tsuna, lo detestaban al creerlo todo un estratagema de los Hokages para forzarlos a pactar la paz con ellos. El exitoso rescate realizado por el rubio, les había dejado una gran deuda de vida, imposible de obviar o saldar con facilidad.

―Es extraño no ver a Sasuke-kun contigo ―mencionó Orochimaru sacando al Nara de sus pensamientos acerca del rol de su amigo.

―Está enojado porque no le dieron su leche a temperatura ―refunfuñó el rubio cruzándose de brazos mientras fruncía el ceño―. Ya le expliqué que no volverá a pasar, pero subió a un árbol y no quiere bajarse de allí.

―Ya veo ―mencionó el hombre de la larga cabellera oscura con un tono comprensivo, o al menos eso pretendía ser―. La lengua de los gatos es muy sensible y las temperaturas altas los lastiman mucho.

―Más tarde buscaré cómo compensarle para que deje de estar molesto conmigo ―dijo el rubio en tono ansioso.

―Si quieres yo puedo hacerme cargo de las tareas del Hokage por hoy mientras atiendes a tu gatito ―ofreció el mayor con una ancha sonrisa a la espera de la respuesta del rubio.

―¡¿En serio?! ―interrogó con los ojos azules brillando de felicidad por poder librarse de aquella tediosa tarea―. Eso sería…

―Irresponsable ―interrumpió la voz de la razón, alías Shikamaru, poniéndose firme al respecto cuando vio al blondo hacer ojos de cachorro triste en un intento de convencerle de dejarlo ir sin más―. Debes terminar con tus tareas y responsabilidades como Hokage antes de dedicarte a tus aficiones.

―¡Pero mis tareas nunca terminan! ―protestó Uzumaki―. Siempre que termino de atender o hacer algo tengo el triple de trabajo. De una tarea completa luego tengo seis pendientes.

―No eres muy bueno con las multiplicaciones ―mencionó al oír semejante desliz matemático―. Supongo que repasar las operaciones básicas será otra de tus actividades para cumplir después.

―¡No, por favor! ―suplicó Uzumaki haciéndose para atrás―. Aun tengo pesadillas con las divisiones.

―¿Qué harás el día que tengas hijos y debas que enseñarle a hacer cuentas? ―interrogó Nara cruzado de brazos.

―No creo que sea posible eso ―murmuró Orochimaru con su rostro apoyado en su propia mano mientras los miraba desde arriba.

―¿Cómo que no? ―lo enfrentó Shikamaru viéndolo de manera fiera casi listo para pelear de ser necesario―. Es el deber de todo Hokage dejar descendencia para que haya un sucesor en el futuro.

―Aun quedan miembros del clan Sarutobi que podrían tomar el lugar ―argumentó el de cabellera oscura.

―¡No! ―negó de inmediato el consejero―. Es mejor si tiene un hijo al cual educar desde el nacimiento para asumir su papel cuando le corresponda y Naruto se retire.

―Es esa mentalidad absurda de que sólo los miembros de la familia del Hokage pueden tomar el liderazgo la que ha traído una larga historia de gobernantes incompetentes ―opinó el hombre de amarillentos ojos―. Sin ofender, Naruto-kun ―agregó viéndolo con una sonrisa de inocencia fingida.

―Bueno, me gusta ser Hokage, pero eso de casarme y tener hijos como obligación no ttebayo ―habló con absoluta sinceridad respecto a cómo se sentía sobre el tema.

Shikamaru volvió a soltar un suspiro de frustración al no tener avances sobre ese aspecto. El Hokage seguía soltero y rechazando a cuanta pretendiente se le presentara. No importaba su estatus, belleza o cualquier otro atributo que la hiciera considerarse deseable. Le habían presentado kunoichis, expertas en las diversas artes ninjas; desde las que poseían kekkei genkais únicos en su tipo hasta aquellas con un prestigio formado por su carrera como ninjas. Sin embargo, nada de eso parecía despertar el interés del gobernante de la Hoja. Entonces asumieron que no deseaba tener una esposa que fuera compañera de armas. Cambiaron de estrategia bajando sus estándares a una princesa o noble que trajera beneficios políticos o monetarios mediante un pacto matrimonial. Todas fueron rechazadas de manera torpe alegando que no eran lo que buscaba el Hokage. Nuevamente bajaron los estándares. Llegados a ese punto no les importaba con quién tuviera relaciones sexuales, podía ser una kunoichi, princesa, aldeana, lo que fuera con tal de que engendrara al siguiente legitimo Hokage. Empero, la negativa de Naruto persistía llevando la paciencia de sus consejeros a límites peligrosos.

―Oh mira, Naruto-kun quien decidió venir a hacerte compañía ―mencionó Orochimaru señalando hacia la puerta.

―¡Sasuke! ―gritó el rubio emocionado corriendo hacia él antes de acariciarle la cabeza y frotar su rostro contra el suyo―. ¿Me ayudarás con mi trabajo? ―preguntó antes de comenzar a hablarle de manera cursi.

Mientras el líder estaba perdido en mimar a su mascota convenciéndolo de ir hacia el trono, el domador de serpientes bajó del mismo dejando el lugar libre. Shikamaru se le acercó al otro consejero con clara molestia, pero moduló su voz para no alzarla demasiado e iniciar un conflicto que no les llevaría a nada bueno.

―Deberías dirigirte a nuestro líder como “Hokage-sama” y no tomarte tantas libertades con él ―regañó de manera sutil.

―Tú no eres precisamente formal en presencia del “Hokage” ―refutó con soez.

―Nos conocemos desde niños. Tengo ese privilegio ―mencionó como toda respuesta―. Mi padre fue consejero del suyo. Hemos nacido con nuestros futuros escritos.

―Tu vida sí que suena triste y aburrida ―opinó el mayor con un exagerado gesto de tristeza y lástima.

―Sólo es problemático, pero puedo con esto ―contestó antes de volver a ponerse firme al respecto de las obligaciones pendientes―. Ya deja ese sucio animal y comienza a atender a los aldeanos. Te están esperando desde hace mucho tiempo y deben estar muy impacientes.

Sabiendo que no había más escapatoria, Naruto se acomodó en el trono con Sasuke echado a sus pies. De vez en cuando el rubio pasaba su mano por su cabeza y le rascaba detrás de las orejas haciéndolo ronronear. Cada consejero se situó uno a cada lado antes de que se permitiera el paso al siguiente aldeano. Nada más soltar la petición, problema o malestar Nara y el hombre serpiente soltaban opiniones contrarias en cada oreja del pobre rubio. Ni siquiera podía terminar de entender qué le estaban aconsejando por los opuestos que eran. Si uno negaba, el otro aprobaba. Si uno decía azul, el otro decía rojo. Desde lo trivial hasta lo verdaderamente relevante, siempre estaban en desacuerdo. Uzumaki no entendía exactamente qué se traían esos dos, pero parecía que aceptar la sugerencia de alguno era como darle una victoria imaginaria frente al otro consejero. Incluso él veía infantil que intentaran aconsejarlo cuando no eran capaces de lograr paz ni entre colegas. Así que, cansado de esas disputas zumbando en sus oídos, prefirió seguir a Sasuke. Le permitió a su jaguar elegir a quién escuchar y a quién no. Su lindo gatito alzaba la cabeza y gruñía ante quien debía ser rechazado.

―No puedes dejar que ese caprichoso gato elija a quién escuchar ―regañó Nara viendo como la fila avanzaba rápido por todos los aldeanos a los que Naruto ni siquiera dejaba hablar.

―Sasuke no los quiere, no vale la pena oírlos si él no los aprueba ―respondió Uzumaki con total practicidad.

―Es injusto que te bases en tu mascota para elegir a quien ayudar y a quién no ―explicó intentando hacerle caer en cuenta del problema que podría estar cocinando por semejante acto totalmente arbitrario―. ¿Qué dirán de ti las personas que has rechazado sin piedad? Peor aún, ¿qué imagen crees que estás dándole a tus subordinados?

―Confío plenamente en el juicio de Sasuke ―respondió con firmeza ante el reclamo―. Él sabe exactamente quienes no son sinceros ni leales y sólo fingen necesitar mi ayuda.

―¡Es un animal! ―le recordó soltando un largo suspiro de frustración―. Ya es suficientemente malo que se crea con derechos como si fuera una persona.

El jaguar negro al oír como se refería a él soltó un gran rugido y amenazó con saltar sobre el consejero. Fue detenido a tiempo por un abrazo de oso dado por el Hokage. Éste le susurró unas cuantas palabras a la oreja y comenzó a rascarle entre los omoplatos hasta lograr que se recostara en el suelo exhibiendo su vientre en señal de sumisión. Pocos segundos después, el enorme animal se cerró alrededor de la mano de Naruto al sentir que le rascaban “la pancita”. Se puso de nuevo a cuatro patas y le dio la espalda al rubio no sin antes darle un golpe con su cola en la cara. Después de eso fue detrás del trono y se echó allí.

―¡Teme! ―maldijo el rubio al ver cómo le dejó la mano y el brazo.

―Un día de estos ese animal va a matarte ―predijo Nara viendo algunas marcas rojizas producto de los arañazos del felino.

―Mi bebé sólo está jugando ttebayo ―justificó el Hokage antes de permitirle a Orochimaru curarle las heridas―. Además Orochimaru sabe de ninjutsu médico, puede hacerse cargo de lo que me haga Sasuke.

El consejero de cabello castaño sólo se limitó a guardar silencio. Era evidente que no podía hacer mención de lo peligroso que era Orochimaru. Sus ansías de poder y su manera de usurpar sutilmente el lugar del Hokage sacando ventaja de su ingenuidad era evidente hasta para el más sencillo campesino. Todos lo veían excepto quien debía. La vida del Uzumaki podría volverse muy corta de seguir así. Había tantas oportunidades de deshacerse de él por sus bajas medidas de seguridad y no parecía hacerse consciente del peligro. En el pasado, hubo escenarios casi trágicos en los cuales se vio envuelto Naruto. Los autores intelectuales seguían siendo desconocidos y el asunto resguardado bajo el sello especial del Hokage como algo confidencial. ¿Y si volvían? ¿Y si otra aldea intentaba traicionarlos como hizo Tsuna en el pasado? Él estaba casado con la hermana del Kazekage, lo cual debería de tenerles asegurado el pacto de paz, pero habría sido mejor si Naruto fuera el comprometido. Amaba a su esposa, pero no dejaba de pensar en lo ventajoso que pudo haber sido esa unión. Pudo ser la garantía perfecta para evitar nuevas traiciones.

―Qué pase el siguiente aldeano con problemas ―pidió Naruto tras oír al de turno. La siguiente persona en aparecer fue una jovencita de unos trece años de cabellos castaños claros―. Bien, pequeña, ¿cuál es tu nombre?

―Me llamó Izumi ―respondió con una inclinación de cabeza en señal de respeto―. Hokage-sama acudo a usted para pedirle una prórroga. El sembradía de mi familia fue atacado por unos delincuentes e incendiado sin piedad. De momento no tenemos suficiente dinero para pagar los impuestos y el plazo se nos vence.

―¿Y cómo han estado sobreviviendo de momento? ―preguntó el Hokage preocupado por el evidente estado de suciedad de la joven.

―Usamos lo poco que sobrevivió al incendio para replantar y nosotros nos alimentamos de las achicorias que recogemos junto a otras plantas silvestres ―explicó con calma―. Gracias a la flora y fauna de la aldea hemos podido palear el hambre, pero en cuanto a dinero no tenemos de momento.

―¿Sólo se quemó el sembradío? ―cuestionó interesado.

―El granero donde guardábamos lo cosechado también junto a nuestro hogar, pero…

―En ese caso dile a tu familia que espere un poco. Enviaré a un subordinado mío para que les guíe hasta una nueva casa y un terreno que podrán trabajar en lo que se recupera el propio ttebayo.

―¿Habla en serio? ―interrogó Izumi maravillada por la generosidad de su gobernante.

Antes de ingresar había sentido miedo de ser rechazada. Las personas que habían salido enojadas maldecían al jaguar del Hokage. Según los rumores si éste te rechazaba, el Hokage ni siquiera te oía. Al entrar vio al felino alzar la cabeza para posteriormente volver a dormir como si nada. Y ahora podría tener de nuevo un techo sobre su cabeza. Sus padres habían estado intentando vivir en un refugio improvisado hecho de ramas y hojas, pero estar sin ningún tipo de edificación que los protegiera, la asustaba. Especialmente porque cuando hablaron a la policía militar de la aldea en busca de socorro, éstos apenas si dieron un par de vueltas a las cenizas tras el crimen y afirmaron no poder hacer nada. Nadie investigó ni se interesó por su tragedia. Y el cobrador de impuestos seguía visitándolos con presiones constantes a que debían pagar o sus terrenos serían rematados para saldar la deuda.

―¡No puedes hacer eso, Naruto! ―se opuso Shikamaru mirándolo con un gesto reprobatorio―. Por favor, sal un momento, niña. Nos pondremos en contacto contigo cuando estudiemos tu caso y lleguemos a una resolución ―ordenó viendo a la joven con un gesto severo.

―¡Pero si yo ya tomé una resolución respecto al tema! ―gritó el Hokage con molestia―. Aunque seas mi consejero, lo que yo diga se hace ttebayo.

―Como consejero mi deber es advertirte cuando estás tomando una mala decisión y esta sin dudas lo es.

―No veo porqué ―dijo el rubio frunciendo el ceño.

Izumi se sintió fuera de lugar cuando inició aquella pelea verbal, por lo cual mantuvo silencio y permaneció estática en su sitio. El consejero Nara le había dicho que se largara, pero el Hokage hizo un gesto con la cabeza negando esa orden. Se movió de manera inquieta en su sitio y se miró los zapatos como si fueran la cosa más interesante del mundo. Se negaba a levantar la mirada o emitir palabra a menos que se le pidiera directamente, pues en ese punto, ¿qué más podía hacer? De tomar cualquier acción estaría desobedeciendo a alguien, si se iba al Hokage y si se quedaba al consejero, quien aunque no fuera la máxima autoridad de la aldea si era más que ella. Aun así la estaba poniendo nerviosa oír cómo discutían acerca de la situación de su familia delante de ella como si no estuviera oyéndolos. Repentinamente sintió un escalofrío en la mano. Notó una pálida mano sujetándola y al mirar al dueño de la misma se topó con aquellos amarillentos ojos fijos en su persona. Soltó un pequeño grito de miedo y se quedó en su lugar cual ratoncillo siendo acechado por una serpiente.

―Si me permite una sugerencia, Hokage-sama ―dijo Orochimaru antes de acariciar la mejilla de la castaña con lentitud usando su dedo índice―, deberíamos discutir estos asuntos en privado. Los consejeros no deberían desafiar al líder delante de los aldeanos acomplejados y es una situación que deberíamos evitar a futuro.

―Creo que tienes razón ―concedió Naruto cerrando los ojos mientras resoplaba molesto por su desacuerdo con Shikamaru―. Izumi-chan por ahora regresa donde tus padres, pero no te preocupes por nada. Vamos a solucionar lo sucedido con tu familia. Te lo prometo.

Tras esas palabras la joven salió del lugar lo más rápido que pudo. El ambiente era demasiado tenso entre todos y a diferencia del jaguar, ella sí entendía las discusiones. Envidiaba como aquel felino podía dormir a sus anchas sin siquiera mostrarse algo inquieto pese a los tonos altos en los cuales se llevaban a cabo las discusiones. Si de por sí, el ruido de gritos entre aquellos hombres ponían nerviosos a todos, ni se diga de alguien como ella capaz de entender los sentimientos de enojo y frustración. Sólo esperaba que las cosas mejoraran para su familia. Incluso se conformaba con que se les dieran tiempo para pagar los impuestos. Sólo con eso estaría satisfecha, lo demás podrían reponerlo con el tiempo y el trabajo duro. Ni siquiera tenía intenciones de exigir que se apresara a los responsables del hecho. Pese a la ira contenida contra quienes le arrebataron todo, era consciente de que el Hokage no se encargaba de esos asuntos de manera personal. Era el trabajo de la policía militar y esos ya demostraron no estar interesados en esforzarse por unos simples aldeanos.

―¿Cómo puedes faltarme al respeto de esa manera delante de una pobre niña asustada? ―interrogó Naruto a su consejero claramente ofendido por su atrevimiento.

―¿Ahora te importa el respeto? ―cuestionó Nara mostrándose indignado por aquellas palabras―. ¿Tú que permitiste a Orochimaru hacer tu trabajo y usurparte mientras hacías el vago?

―Sólo le estaba facilitando el trabajo ―se defendió el acusado alzando las manos en señal de rendición―. Hubo muchas personas que sólo iban a hacerle perder el tiempo al Hokage. Dudo que sea deber del gobernante de la aldea buscarle pareja a un solterón que aun vive con su madre y se cree un gran partido sólo porque su mami le dijo que era guapo ―dijo sarcásticamente.

―Aun así debe hacerse cargo él mismo de rechazar ese tipo de peticiones ―retrucó Shikamaru.

―¿Para qué? ―preguntó Naruto con una ceja alzada como cierta persona que él conocía solía hacer―. Tú eres el que insiste en que debo enfocarme en asuntos de mayor relevancia. Qué Orochimaru se deshaga de quienes vienen con trivialidades facilita llegar con el tiempo para atender casos como el de Izumi-chan.

―Ese no es el punto aquí, Naruto ―regañó con dureza Shikamaru.

―Dejemos este asunto por el momento. No quiero pelearme contigo y ya tengo hambre ―se quejó el rubio intentando dejar enfriar las cosas.

―Bien ―aceptó el consejero de mala gana antes de girarse y darle la espalda al Hokage―. Me retiro por hoy. Mi turno ha terminado y no me pagan horas extra.

Con esas palabras, el consejero Nara abandonó el lugar viendo de reojo como Uzumaki se quedaba hablando con Orochimaru mientras el jaguar subía al regazo del rubio acomodándose para ser mimado como de costumbre. Soltó un largo suspiro ante la dantesca imagen; un animal peligroso capaz de matar personas con sus garras y fauces y otro, que sin poseer garras o dientes filosos seguía viéndose como una serpiente capaz de inyectar veneno a cuanta presa cayera en sus manos. Entre ambos seres su inocente y torpe amigo siendo manejado a placer por esos dos. Nada bueno podía salir de esa relación. Por ese día no quedaba nada que hacer. Sólo retirarse y buscar alguna solución consultando con su almohada. Caminó por inercia por las calles de la aldea hasta su hogar, donde su esposa Temari le esperaba con una brillante sonrisa.

―¿Día difícil? ―preguntó nada más verle con aquella cara larga.

―Ni te imaginas ―respondió sentándose en su lugar viendo la cena humeante delante suyo.

―Déjame adivinar, ¿otra pelea con Orochimaru?

―Sigo sin entender cómo Naruto no se da cuenta de la influencia negativa que ese sujeto ejerce en los demás consejeros. Varios de ellos han votado en contra de mis propuestas únicamente por sugerencia suya ―explicó con cansancio.

―Ya, amor ―pidió la rubia dándole un masaje en los hombros―. No te estreses tanto. Se acerca la fiesta del Rikkudo Sennin y al fin tendremos una salida sólo para nosotros dos.

―Eso espero ―murmuró con pesimismo―. Ese día vendrán de invitadas personas de diversas aldeas y el asunto de la seguridad será un problema. Especialmente cuando Naruto no se toma en serio juzgar a las personas.

―Es algo ingenuo, pero tiene buen corazón y muchos lo apoyamos ―consoló ella dándole un corto beso en los labios―. Hay más personas que le queremos que aquellos que le odian. Ya verás como todo resulta bien.

―Eso espero ―volvió a suspirar dejándose caer en el regazo de su esposa―. Eres lo único bueno de este día.

Mientras tanto, lejos de todas las casas donde las familias estaba reunidas para cenar compartiendo las anécdotas de su día, el jaguar negro del Hokage corría deprisa por uno de los bosques de la aldea persiguiendo a un par de aldeanos. Ambos hombres se encontraban exhaustos de tanto correr intentando escapar de aquel animal, pero cuando creyeron estar a salvo, se detuvieron delante de un árbol. Craso error. Sasuke saltó sobre uno de ellos mordiendo directamente su yugular. Tras arrancar un gran pedazo de carne lo dejó desangrándose en el suelo mientras cortaba al otro con sus garras. El felino no se molestó en hacer nada más que darles muerte mientras unos ojos amarillos lo veían desde la oscuridad con una sonrisa complacida por el trabajo realizado.

Continuará…

 

Notas finales:

Si llegaron hasta aquí muchisimas gracias a todos los que me dejan comentarios en mis fics, no he olvidado los fanfics que están sin actualizar y he estado avanzando con ellos de a poco queriendo acumular capítulos antes de subirlos para que tengan varios que leer, pero aun así quiero darles las gracias por los reviews a quienes siempre me han dejado alguna opinión sobre mis historias n_n


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