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Noche de Luna por Arkannos567

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Notas del fanfic:

Simplemente no pude evitarlo, al ver el ultimo capítulo de Battle for Santuary me quedo esta espinita en mi mente y corazón ¡Saga lloro después de que Aioria se fue! Ósea, chille al imaginar eso. En pocas palabras, esta historia se desarrolla después de que Aioria y Shaka pelean frente al Saguis y luego el le aplica el Satán Imperial. Saga tiene el cabello negro porque así me gusta más xD

 

Mezcle un poco de la nueva serie y el anime clásico. Aioria si consigue atacar a Saga tal como en el anime clasico, ya saben como soy :/ Me gusta tomarme varias licencias artísticas xD

 

Este fic es de temática Yaoi. Saga/Milo, posiblemente Saga/Aioria y unas vagas menciones al Saga/Aioros. Las ventajas de ser multishiper, es que tengo para todos B-)

Notas del capitulo:

¡Antes que nada! No me maten, les juro que yo iba a escribir un Saga/Aioria y cuando menos lo espere, Milo se atravesó en mi camino y como un diablito me susurro palabras al oído que terminaron en todo esto.


Tengo una idea muy clara de como continuar esta historia, pero me gustaría saber su opinión en ella ¿Vale la pena seguir? ¿Supe narrar bien la historia? ¿Mi querido Milo lo supe manejar bien? Siento que me quedo un poquito OoC. Déjenme saberlo, pues soy una primeriza en esta extraña pero adictiva pareja... Ojo, aun seguiré publicando AioSaga y Kanon/Saga. No crean que los he olvidado, es solo que necesitaba sacar esta historia de mi sistema xD


Este fic sera actualizado a velocidad tortuga, ya que el ultimo capitulo tiene que estar entrelazado a Battle For Santuary . Ademas, siento que hay varios errores que se me fueron, por favor notifíquenmelos para editarlos n.n


Gracias por leer y espero con paciencia sus comentarios :3


AVISO: Hace tiempó publique un par de fics en mi otra cuenta (Arkannos), pero de un tiempo para acá no me deja acceder ¿Serian tan amables de decirme como puedo dar de baja esa cuenta? El motivo es que quiero resubir mis fics aquí en este nuevo usuario que me hice, ya que quiero tener todas mis historias en un solo lugar :D De antemano, muchas gracias


SafiroBipolar

-Noche de Leo-

 

El sonido de sus pasos hacia eco en cada recoveco del templo de Sagitario. Estar en ese lugar tan lúgubre y calmado le estremecía, pues sabía muy bien que el alma de aquel que algún día fue su fiero guardián aún se encontraba ahí. Posiblemente penando eternamente hasta pagar la osadía de haber hecho caso omiso al Santo Patriarca.

 

Era su castigo por atentar contra la humanidad al proteger a una Diosa que acabaría con todo lo que existe con el solo hecho de seguir respirando. Shaka curveo levemente los labios, en unos cuantos días, por medio de la flecha mata Dioses, la vida se extinguiría de esa chiquilla y el Santo Padre realizaría lo que ella, Athena, no pudo hacer; Proteger la tierra.

 

Y él, como Santo de Virgo, lo seguiría hasta el infierno de ser necesario.

 

Y sabía muy bien que su silencioso acompañante también lo haría.

 

-Es muy descortés de tu parte mantenerte oculto, Escorpio. -dijo, volteando su rostro al pilar más lejano. Una suave carcajada se dejó escuchar.

 

-Lamento si te he ofendido, Shaka. -respondió Milo sin un deje de culpabilidad tiñendo su voz con calma se acercó al rubio, su capa ondeaba al son de sus movimientos -Es solo que me alertaron un par de poderosos cosmos en el salón del Patriarca. Y no me equivoque, sabía que eran tu y Aioria. -sonrió de lado, había visto al Leo pasar hace no mucho tiempo rumbo a su templo -¿Acaso el gatito fue a quejarse con su Ilustrísima porque el olor de tu incienso llega hasta su casa? ¿O es que acaso te mortifica el que deja bolitas de pelo en tu salón cuando pasa? -movió la mano señalando el suelo, sonriendo con visible diversión.

 

-Son muy intrigantes tus suposiciones. -murmuró Shaka, sin una pizca de humor -Pero, lamento decirte que las razones de nuestra pelea fueron otras. -su semblante, mortalmente sereno reflejo un deje de tristeza que no pasó desapercibida para el peliazul, el cual se alertó en una fracción de segundo -Aioria eligió el mal camino, igual que Aioros. Intento traicionar al Santuario.

 

-Eso lo se. -espetó, apretando los puños con rabia -Lo vi jurarle lealtad Saori Kido, yo mismo le informé al Patriarca de lo que había hecho el hermano del traidor. -y si hubiera estado en sus manos, no hubiera dudado ni un segundo en exterminar a los Santos de Bronce, Aioria, Shaina y la joven diosa.

 

-Entonces -habló con voz pausada -estas enterado que Leo ataco al Patriarca. -Milo jadeó, sorprendido.

 

La sorpresa no tardo en convertirse en una furia descontrolada, se mordió los labios haciéndose daño, el sabor de su propia sangre inundo su boca, pero no le importo. Se dio la vuelta en dirección de Leo, su rabia no sería calmada hasta ver la sangre del que era su compañero de armas. Ese maldito traidor ¿Cómo se atrevía? Con impotencia golpeo el pilar más cercano, provocando que este se agrietara por tremendo impacto. Shaka en ningún momento se exalto, no necesitaba verle para saber que el Escorpio estaba iracundo.

 

-Detente, Milo. Guarda esos deseos de venganza para nuestros enemigos, Aioria dejo de ser una amenaza. -profirió Shaka. Luego de unos segundos de silencio volvió a hablar -Siento tu preocupación como propia. Descuida, el Patriarca se encuentra... -se detuvo antes de afirmar que estaba bien ¿En realidad lo estaba? Después de haber utilizado una técnica prohibida ¿Se encontraba bien? No, no lo estaba. El alma del Santo Padre se había inundado de una tristeza imposible de ocultar. Shaka apretó los labios, debió haber matado a Leo, si lo hubiera hecho el Patriarca no estaría sufriendo por su decisión, un alma tan bondadosa no debía torturarse por alguien que no lo merecía -... Logre intervenir a tiempo, antes de que resultara herido.

 

-¿Crees qué eso me deja tranquilo? -espetó sin voltear a verle -¿Cómo se atreve Aioria a atacar al hombre que vela no solo por la seguridad del Santuario, si no por la de todo el mundo? En sus hombros hay una gran responsabilidad que nosotros, como caballeros, deberíamos ayudarle a cumplir sin dudar un solo minuto. -el abrumador silencio de Shaka dio cabida a que no era lo único -Tu eres más transparente que el agua, Shaka, hay algo más que paso y no quieres decirme. -le acusó, mirándole sobre su hombro.

 

Shaka frunció las cejas, dudando en responder. Exhalo, tarde o temprano el Santuario entero se enteraría. No tardarían en notar el cambio en el cosmos de Leo y que decir de sus ojos. Esos ojos que normalmente transmitían calma y confianza no quedaba nada de ello, ahora solo había un demonio en espera de una presa para atacar y despedazar al desdichado que se atreviera a ir en contra del Santuario.

 

-El Patriarca utilizo... -se detuvo -el Satán Imperial en Aioria.

 

-¿Q... qué dices? -tartamudeó, Milo abrió ampliamente sus ojos, incrédulo a lo que estaba escuchando -¿La técnica que controla la mente? ¿La prohibida? Pero...

 

-Su Ilustrísima hizo lo correcto, Milo, no dudes de ello. -se apresuró a responder -No quería perder la valiosa fuerza de Aioria, el piensa que al controlar su mente le dará tiempo para pensar las cosas y saber el camino correcto. -suspiro.

 

-Que sea la última vez que piensas que yo, Milo de Escorpio, estoy dudando de las decisiones del Gran Patriarca. -dijo ofendido -Es solo que me molesta que él haya preferido manchar su pureza por alguien como Aioria. Alguien que no duda en atacar a un ser tan magnánimo como lo es él Sumo Sacerdote no merece piedad.

 

Y Shaka no podía estar más de acuerdo con Milo. Aioria no merecía tal piedad. Debió haberlo matado.

 

-Ama con todo su corazón a cada uno de nosotros -dijo el rubio, con aires melancólicos -y le duele lo que le hizo a Leo. Fue una dura decisión que no cualquiera se hubiera atrevido tomar. -a Milo no le pasó desapercibido el temblor en las manos del hindú, aunque se mantenía en pie era obvio que el enfrentamiento con el cuarto guardián había sido desgastante -El Patriarca ama tanto a Aioria que prefirió usar una técnica maligna antes de verlo perecer. Él solo quiere lo mejor para todos nosotros. -Shaka se empezó a alejar rumbo a la salida -Incluido Aioria. Ahora, me iré a mis aposentos a descansar. -se detuvo un momento -Y, como te dije, el Patriarca se encuentra bien físicamente. Deja de preocuparte.

 

Milo esbozo una sonrisa irónica. -No dudo de tu palabra, pero no estaré tranquilo hasta verle con mis propios ojos. -se dio la vuelta, internándose en el oscuro templo de Sagitario.

 

Si Shaka quiso decirle algo mas no lo supo y menos le intereso, ahora lo que más le importaba era ir al Templo Mayor. El de Virgo negó con la cabeza suavemente, no valía la pena detener a Milo y sabía bien que no estaría tranquilo hasta comprobar que el Patriarca estaba sano y salvo.

 

Con calma salió del templo, sintiendo la frescura del viento nocturno golpear su rostro.

 

-X-

 

Los guardias apostados al lado de la puerta le abrieron con rapidez, ofreciendo una torpe y apresurada reverencia. Con rapidez camino sobre la alfombra roja, dejando a su paso una estela de polvo dorado. Arrugo el entrecejo al reparar en las partes quemadas de la tela, al lado del trono estaba una antorcha volcada y en los escalones había grietas que antes no había.

 

Maldito Aioria.

 

Cerro los ojos con fuerza y gruño. Hinco una rodilla en el suelo y encendió levemente su cosmos, anunciando su presencia al regente del Santuario. Espero por unos minutos que le parecieron una eternidad. En su mente mil escenarios pasaron, quizá Shaka estaba equivocado y el Sacerdote en realidad había resultado herido.

 

Alzo su cabeza de golpe, eso significaba que estaba en la fuente de Athena. Se levanto rápidamente y se dio la vuelta para emprender camino a la fuente, pero el sonido de algo siendo azotado proveniente del otro lado de las cortinas le hizo detenerse en seco.

 

Se quedo quieto, esperando escuchar algo nuevamente. Dudoso, se acercó hasta el trono. Quizá a una doncella se le había caído algo. El estrepitoso ruido de unos cristales rotos le alerto. Con rapidez y sin hacer el menor sonido entro a ese sacro lugar.

 

Observo con fascinación el largo pasillo que conducía a la estatua de Athena, con varias antorchas apostadas a la pared. A su izquierda había otro pasillo al igual que al otro lado, custodiados por pilares de varios siglos de antigüedad, pero que aún cumplían su función. Un terror se apodero de su cuerpo cuando escucho un gemido lastimero provenir de su derecha. Sin perder tiempo avanzo por el pasillo con los sentidos en alerta. Al llegar a la puerta, traspaso una pesada persiana roja y con extremada cautela aparto las cortinas blancas que le seguían y jadeo con sorpresa al darse cuenta que eran las termas privadas del Patriarca. El lugar era amplio y limpio, el aire estaba húmedo y con un ligero olor a vainilla. La terma era espaciosa y de aguas cristalinas que invitaban con su suave vaivén a internarse en ellas. Milo dio un paso hacia atrás para retirarse, quizá el Pontífice estaba desnudo, pero un sollozo proveniente de una apartada esquina le hizo detenerse.

 

Ahí, en medio del caos de cristales rotos y varios charcos de agua se encontraba el Pontífice arrodillado, con ambas palmas en el suelo. Aun lado de él estaba su mascara, mientras que el casco estaba sobre la repisa donde se encontraba una sotana oscura. La luz de la luna que se colaba por las ventanas le iluminaba tenuemente, dándole un aspecto divino e irreal. Su piel apenas estaba cubierta por una bata blanca, dejando al descubierto su trabajada espalda, su cabello negro caía cual cascada hasta su cadera. Varias gotitas de agua descendían hasta caer al suelo. Sus ojos permanecían ocultos por su rebelde flequillo, lo único que veía perfectamente era su nariz y sus labios gruesos ligeramente húmedos.

 

Milo le miro casi hipnotizado, sintiéndose bendecido por los Dioses al contemplar a ese ser casi celestial. Ahora entendía porque Afrodita hablaba tan seguido de la belleza el ser que gobernaba el Santuario, tenía toda la jodida razón del mundo. Sus pensamientos se vieron interrumpidos al escuchar un fuerte sollozo y varios jadeos.

 

El Patriarca estaba llorando. Y no era un simple llanto, era desolador y atroz. Cada lágrima que se deslizaba por su pálida mejilla era una puñalada directo en su corazón.

 

-Yo... Yo... -Milo tragó saliva al escuchar el tono doloroso en la voz del hombre que tanto respetaba, sus ojos se empañaron irremediablemente ¿Cómo es que alguien puede decir una simple palabra y hacerte sentir mil emociones? -Yo... perdón Aioria.

 

Abrió su boca levemente al escuchar el nombre del castaño. El Patriarca lloraba... Lloraba por Aioria. Por el traidor.

 

Al escuchar el nombre del Santo de Leo una rabia cegadora le hizo temblar de pies a cabeza ¡Ese traidor no merecía compasión!

 

-No lo merecías... -siguió diciendo a media voz -Perdóname, por favor...

 

Apretó los puños y bajo la mirada. Maldijo mil veces al desgraciado de Leo por provocar tal dolor en un ser que no hacía más que amarle sin dudas. El ver como se estremecía como si fuera una simple hoja a la intemperie le dolía más que mil golpes. Escucharle rogar de tal manera, era tan desolador ¡Debió matar al maldito León cuando tuvo oportunidad!

 

-Por mi culpa y debilidad es que... -guardo silencio un par de minutos -tu hermano está muerto... -Milo dio un paso al frente ¿acaso se refería a Aioros? -... Yo fui el causante de su muerte, merezco tu odio y tus reproches... -no, no, ¿Qué estaba diciendo? -... Soy un monstruo... Yo...perdóname Aioros...yo... -se tensó al escuchar el sonido metálico de una armadura, con torpeza tomo la máscara y se la coloco, carraspeo un poco para aclarar su garganta y habló -Milo de Escorpio...

 

El mencionado se arrodillo a espaldas de él, bajo el rostro y apoyo una mano en el frio suelo, mostrándole con esa sola acción un respeto enorme.

 

-Gran Patriarca. -empezó Milo, sin duda ni temor -Perdone mi atrevimiento al llegar hasta aquí sin permiso de usted. -observo con rabia los charcos de agua tenían un aspecto rojizo. Estaba seguro que el Pontífice había roto el espejo con sus propios puños -Aceptare la pena que usted quiera imponerme, incluso si desea terminar con mi existencia lo aceptare sin dudar. Solo quiero decirle una cosa. -el pelinegro se puso de pie con lentitud, con ambas manos se aferró a la bata blanca -Usted, mi señor, no tiene por qué pedir perdón a alguien como Aioria, el querer hacerle entrar en razón no es ningún pecado. No merece tal honor y menos sus lágrimas. -una lágrima escapo de entre sus ojos cerrados al escuchar el sollozo amortiguado por el metal -Y jamás diga que es un monstruo, usted es lo más santo y puro que conozco.

 

Saga de Géminis, el hombre que podía explotar galaxias con sus manos, atravesar dimensiones, asesino de Aioros, que fue su mejor amigo, y Shion, que lo crio como si fuera su propio hijo, se echó a llorar con mayor desconsuelo. Él, que su destino era proteger a su amada Diosa, no era más que un vil monstruo. En sus manos había tanta sangre inocente y en no muy pocas horas también la sangre de Athena estaría ahí, manchándole inmisericorde. Él, el impostor, el asesino, el desgraciado, el mentiroso, el demonio.

 

Se llevo ambas manos llenas de pequeños cortes a los costados, abrazándose a sí mismo, con lentitud volteo. Entre lágrimas vio a Milo arrodillado ante él, deseando poder decirle que no, que se equivocaba. Que él era el mal encarnado, que no merecía su respeto ni su devoción. Quería pedirle que acabara con su existencia de una vez por todas, que acabara con el mal que en el habitaba desde hace mucho tiempo. Un fuerte dolor le atravesó el cerebro.

 

Un sofocado gemido escapo de su garganta y sin tener control de su propio cuerpo sintió caer al suelo, sus piernas temblaban como gelatina y no sentía fuerza para impedir su abrupta caída. Todo a su alrededor se tornó borroso en un parpadeo. El dolor aumentaba a cada segundo, él estaba volviendo.

 

"Un poco más" suplico inútilmente "Por favor, un poco más" sus pies cedieron ante el dolor. Se desmayaría. Antes de que sus rodillas chocaran con el suelo, un par de brazos lo tomaron de los hombros

 

-¡Patriarca! ¡¿Se encuentra bien?! -profirió Milo con terror. Saga, incapaz de decir algo coherente, balbuceo -¿Señor? ¡Sus manos! -exclamó al reparar en unos pequeños cortes que aun supuraban sangre, sin importarle los mantos sagrados, aparto todo del banquillo para depositar al hombre en ella. Toco su pulso, comprobando que estaba débil. Miro con desesperación la fría mascara de plata, esos ojos inexpresivos no le decían nada. La respiración entrecortada del Padre le hizo presa del pánico, su mano actuó por cuenta propia, le tomo del mentón, con la clara intención de despojarle de ella -Necesito...

 

En la embotada mente de Saga, algo hizo clic. No, no podía permitirlo.

 

-N...no...no... -farfulló, aferrándose con debilidad a la muñeca del peliazul. Intento apartarse de su lado. Milo impidió que se pusiera de pie.

 

-Está bien señor, no lo hare. -se apresuró a decirle -Pero necesito ir por una de las doncellas de la fuente para que le revisen. -Saga negó con la cabeza -¡Pero Patriarca!

 

-No, Milo... -jadeo -solo debo... descansar... Tú, ve a tu templo... Te veré después.

 

-¡No! -se apresuró a decirle, los verdes ojos de Saga se humedecieron al contemplar la preocupación en el rostro del Caballero -No le dejare en estas condiciones. Si no me permite ir por una curandera, al menos déjeme llevarle a sus aposentos.

 

Saga conocía la terquedad del hombre frente a él, decirle que no era una opción que difícilmente seria aceptada. Una punzada le hizo temblar nuevamente, dando un suspiro cargado de derrota, dio un breve cabeceo.

 

Milo se apresuró a ponerse de pie, ayudando al pelinegro con ello, con delicadeza paso una mano por la estrecha cintura del Padre -Pase su mano por mis hombros. -le indico. El Patriarca no hizo caso omiso a su orden e hizo lo indicado. Aun temblaba. Dieron un par de pasos, pero al intentar dar un tercero, las piernas no le respondieron. El peliazul se apresuró a pasar su mano por debajo de las rodillas de Saga, alzándolo cual novia. Aunque el Patriarca fuera ligeramente mas alto, eso no había causado ningún inconveniente para alzarle. La protesta de Saga no se hizo esperar, era la primera vez en varios años que alguien tenía contacto físico con él, a menos que al otro se le antojara tener sexo.

 

-No...no... -murmuró el geminiano.

 

-No se preocupe, yo le llevare en mis brazos. -le anuncio, él volvió a negar -No le dejare caminar más, señor. -afianzando su agarre en el esbelto cuerpo, emprendió camino en dirección al pasillo por donde entro. Sus azules ojos se posaban de tanto en tanto en la figura en sus brazos, que por momentos gemía de dolor -¿A qué dirección esta su habitación? -preguntó en cuanto llegaron al pasillo principal. Saga no tuvo fuerza para decirle la dirección a seguir, sentía que su conciencia se estaba yendo lejos y él no podría seguir despierto por mucho tiempo. Milo, al no recibir respuesta, opto por ir a su izquierda. Atravesó un par de pasillos más y llego a una puerta de madera tallada, a un lado de ella estaba una doncella de cabellera rubia. La muchacha profirió un gritito al ver las condiciones del regente del lugar.

 

-¡Patriarca! -exclamó, apresurándose a llegar al lado de ellos.

 

-Abre la puerta, muchacha. -ordeno Milo. La mujer hizo lo indicado, apartándose de su lado.

 

La oscura habitación estaba apenas iluminada por unas cuentas velas apostadas en la mesa de centro, donde había un par de libros, un tintero y lo que parecía un cofre de oro. Una solitaria silla estaba ahí, a juego con la mesa. La cama estaba cubierta por unas sábanas blancas, varias almohadas se encontraban en ella. Un dosel de tela gris semitransparente la cubría. A los pies de esta había otro cofre más grande donde posiblemente había más prendas.

 

La rubia se apresuró a apartar la tela y las sábanas, acomodo una almohada y Milo deposito con suma delicadeza al pelinegro, que seguía respirando con dificultad.

 

-Ve por Amelia. -dijo Milo a la chica. Amelia era la curandera del Santuario -Dile que se apresure...

 

Antes de que la mujer saliera, Saga volvió hablar con voz ronca y cansada.

 

-No, solo necesito dormir... -a pesar de que ninguno de sus acompañantes podía verle a los ojos, ambos sintieron su mirada fija en ambos-Vete... -ella se quedó estática en su lugar, abrió un par de veces la boca para protestar, pero al no saber que decir se dio la vuelta, con semblante triste y preocupante. Se dirigió a la puerta y salió -Tú... -boqueo por aire - tú también, Milo.

 

El mencionado negó con la cabeza y antes de que Saga volviera a decir algo, Milo encendió su cosmos para despojarse de su armadura, acto seguido se arrodillo a un lado suyo. Tomó su mano apresándola con extremada delicadeza entre las suyas y apoyo la frente en ellas.

 

-No me iré, Patriarca, yo no le dejare en estas condiciones. -respondió con determinación -Puede pedirme otra cosa, menos abandonarle cuando es obvio que me necesita. -Saga tragó saliva, ahogando un quejido de dolor. Era claro que Él no tenía prisa en regresar a retomar el control de su cuerpo, lo estaba haciendo para castigarle por ser tan descuidado y no darse cuenta de la presencia del Santo -Señor...

 

Milo permaneció con la mirada fija en la sábana, intentando controlar su voz y encontrar las palabras correctas para darle sentido a su pregunta.

 

-Señor ¿Usted esta así por el ataque que recibió de parte de Aioria de Leo? -la respuesta que recibiera, determinaría si el nombrado merecía vivir o no.

 

Saga parpadeo lentamente, sintiéndose demasiado atontado para crear una respuesta convincente y certera. Lo primero que le vino a la mente fue lo que respondió.

 

-Es por el Satán Imperial. -un escalofrió le hizo temblar nuevamente -Demanda mucha energía de quien lo utiliza. -sintió sus parpados pesados, demasiado pesados -Milo, ve a tu templo a descansar. Mañana hablaremos. -su visión de fue tornando oscura hasta que la inconciencia le dio la bienvenida a su reino de tranquilidad y calma.

 

Sus palabras cayeron en el vacío, los ojos del Santo brillaron con rabia y odio. Un odio que iba dirigido a una sola persona.

 

-Jamás perdonare al traidor. -espetó el peliazul -Por causa suya es que usted sufre. -alzó la vista, mirando esos ojos rojos inexpresivos. El vaivén del pecho en el Patriarca le indico que había quedado profundamente dormido -Daria lo que fuera por aliviar su pena...

 

Los minutos pasaron sin demora alguna, Milo no dejo de ver ese rostro de plata con tristeza. Con ambos pulgares acaricio con mimo el dorso de la mano del hombre durmiente. Al bajar el rostro y reparar en las heridas que tenía el Patriarca se apartó sin hacer ruido. Camino hasta la puerta para ir por lo necesario para curarle. Al abrir, se encontró con la misma doncella de hace unos minutos. Ella no se había despegado de ahí.

 

-Caballero. -hizo una breve reverencia -¿Su excelencia se encuentra bien? -preguntó con preocupación.

 

-Ahora descansa. -respondió el peliazul, mirando sobre su hombro a la figura durmiente -Necesito que me consigas lo siguiente y regreses sin hacer mayor ruido. -la mujer le miro con atención y una vez que el Santo termino de decirle lo que necesitaba se fue casi corriendo a la fuente de Athena.

 

Milo permaneció de pie al umbral de la puerta, vigilando a distancia el sueño del hombre que tanto respetaba.

 

-X-

 

Con delicadeza paso el paño húmedo sobre el dorso de la mano del Patriarca, limpiando con cuidado los nudillos e inspeccionando que no hubiese un pedacito de cristal incrustado. Adhara, la doncella, le había indicado como hacerlo. La joven se encontraba del otro lado de la cama, haciendo lo mismo con la otra mano.

 

El pelinegro en momentos se removía entre sueños, balbuceando palabras que carecían de sentido.

 

Aunque todas y cada una de ellas parecían ser dedicadas a una sola persona; Aioria. En momentos profería ese nombre, llamándole con insistencia y desesperación. Pidiendo en entrecortados suspiros su perdón.

 

-Hasta en sueños sufre. -Milo trago saliva, envolviendo la mano en la venda que Adhara le había entregado.

 

-Todas las noches, antes de dormir... -los ojos castaños de la rubia no se apartaron del Patriarca -El reza por todos y cada uno de los habitantes del Santuario. Pide perdón por todos nosotros al no proteger a la Diosa que estábamos encomendados a cuidar, de no ser por el fatal futuro que nos aguarda a su lado. -un beso casto fue depositado en los dedos de Saga -Llora sin consuelo cuando uno de los Santos de Plata perece en batalla.

 

-Esos hombres murieron cumpliendo su deber con el Santuario. -dijo Milo, al cabo de unos momentos de silencio -En cambio ese maldito no vale la pena, no lo vale.

 

No se cansaría de decir que ese cretino, el hermano del mayor traidor del cual tenía conocimiento, merecía el amor del Patriarca. Un amor tan puro, tan transparente y compasivo. Un amor que no conocía límites y perdonaba sin dudar y se culpaba por los actos del idiota que se atrevía a ir en contra de él.

 

-Para él si lo vale. -dijo Adhara, interrumpiendo sus pensamientos -Pedir por las almas de aquellos que han errado el camino es propio de su Ilustrísima. Su amor por los pecadores no tiene límites. -Milo suspiro, posando sus ojos en el Padre.

 

A pesar de la máscara, no había perdido esa aura de divinidad. Su cabello negro estaba disperso por la blanca almohada, su piel pálida apenas iluminada por la luz de las velas atraía la mirada de cualquiera. Sus ojos vagaron por sus desnudos hombros, hasta descender a su pecho. Sus abdominales apenas eran visibles por la bata, mostrando que el Patriarca se mantenía en buena forma. Milo podía jurar que su piel era suave y tersa, una piel que no cualquiera podía tocar. El octavo guardián se removió incomodo en su lugar.

 

Aunque el Patriarca era un ser dedicado al bien del mundo, no dejaba de ser un hombre. Y como hombre, era claro que necesitaba la compañía de una dama que le ayudara a aliviarse cuando su cuerpo le traicionaba. Cuando sus instintos le guiaban a dejarse llevar por las más bajas pasiones. Y no dudaba que su acompañante era Adhara. Miro de reojo a la muchacha; No era mayor de veinticinco años, su cabello rubio estaba atado en un moño alto, dejando unos cuantos mechones sueltos. Enmarcaban perfectamente su rostro de porcelana, sus ojos eran castaños, pómulos altos y labios gruesos de un vibrante color carmesí. Poseía un cuerpo escultural y bien proporcionado que no cualquiera dudaría en amar sin reservas.

 

Su mente, como siempre, traicionera y pervertida no tardo en imaginar un escenario cargado de erotismo y sensualidad protagonizado por las dos personas que tenía frente a él. Imagino la forma de sus cuerpos danzando en un delicioso baile que no tenía más propósito que llevarlos a la cumbre del placer, al Patriarca cubierto de una ligera capa de sudor, con sus mejillas sonrojadas y sus deliciosos labios soltando una letanía de enloquecedores gemidos. Y sus ojos, los cuales desconocía, nublados de lujuria y deseo. Sería una verdadera dicha hacer que un hombre como él llegara al orgasmo.

 

Milo jadeo, haciendo que Adhara le dedicara una mirada extrañada.

 

Ante ese ese tórrido pensamiento no atino más que a asustarle y excitarse en partes iguales. Se regaño mentalmente por su mente pervertida y por ese inusual cosquilleo en su vientre ¡¿Qué le pasaba?! ¡¿Cómo podía pensar eso de la máxima autoridad del Santuario?!¡¿Por qué demonios le excito imaginar a un hombre?! ¡Y que ese hombre sea el mismo Patriarca!

 

-¿Caballero? -Adhara miro con preocupación al santo, pues se había puesto pálido -¿Se siente bien?

 

-Si, sí. -se apresuró a responder, levantándose -Es solo que olvide algo importante. -encendió sus cosmos, llamando a la armadura dorada para protegerle -Cuídalo por mí y comunícale que vendré a verle. -no se atrevió a ver al pelinegro, por su mente aún se reproducía la escena una y otra vez, haciendo que el calor se avivara dentro de él

 

Sonrojado y un poco aturdido, se humedeció los labios, nervioso. Se dio la vuelta en dirección a donde estaba la puerta, listo para salir de ahí. Con una última mirada de reojo, se despidió del Patriarca.

 

-...-

Notas finales:

Gracias por leer :D

SafiroBipolar


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