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MERMELADA por De La Rosa

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Notas del fanfic:

Quienes recuerden el título de este FanFic puede que conozcan el pseudónimo que una vez usé, Mermelada está siendo reeditada esperando que años después de que la idea salió de mi cabeza pueda tener un mejor enfoque y narración llegando a más lectores. Disfruten. 

Notas del capitulo:

Primer capítulo.

     En algún momento debía suceder; nada es para siempre, ni la felicidad, ni la tristeza, la ira, la belleza o la vida.  Me gusta creer que no tengo nada de que arrepentirme antes de morir ya que después de casi mil años, cualquiera pensaría que no se dejan asuntos sin terminar, pero la verdad, es que mil años no me han alcanzado para emendar los errores de mi hermano y míos. Ni todos los castigos, ni el exilio de mi hermano, ni cientos y cientos de años con la misma tarea han sido ni serán suficientes para conseguir el perdón de los Espíritus de la tierra a quienes dañamos y ofendimos cuando éramos apenas unos niños.

     Aunque vivo en un enorme castillo, sólo somos Moraco y yo. A moraco lo encontré herido hace casi 100 años, los duendes tienen vidas largas y aunque sus cuerpos envejecen sus corazones son siempre los de un niño pequeño, por ello son siempre fieles, y llenos de amor. Cuando atendí sus heridas y lo traje al castillo no pude pedirle que se fuera y él tampoco se marchó, se quedó conmigo y me ha servido y cuidado en estos últimos momentos cuando mi cuerpo finalmente no responde como antes lo hacía. Además de Moraco y yo, también están los Espíritus de la tierra. A veces se dejan ver paseando por los corredores, a veces salen del castillo para sanar el mundo de sus heridas, en ocasiones se juntan y se vuelven un solo espíritu que se posa quieto en cualquier parte del castillo; ellos están y no están, a veces entran en mí y descansan en mi interior usando como puerta una gema incrustada en mi pecho. Duele cada vez que entran y salen por eso, una vez que entran permanecen un largo tiempo en mi interior, y entonces, me corresponde continuar cumpliendo sus funciones. Mermelada es un mundo muy grande a veces es bello, a veces no lo es. En ocasiones pareciera que a los espíritus ya no les importa mantenerlo sano, pero para eso estoy yo, cuando ellos prefieren dejar que el mundo comience a morir, yo puedo usar sus poderes y sanar algunas cosas, pero siempre con alguna consecuencia.

     Durante casi mil años he cuidado de los espíritus, ha sido mi castigo. Además de mantener en exilio a mi hermano y su ejército. Finalmente, mi vida se agota, pero no me dejarán ir hasta que alguien más ocupe mi lugar, y debo ser yo quien encuentre al indicado y lo sacrifique por ellos.

     Me llamo Ariel, vivo solo con Moraco que ha sido mi único amigo y compañía los últimos cien años  y los Espíritus de la tierra, de quienes he sido esclavo durante toda mi vida.

    

     Siempre evito que quienes me rodean se den cuenta. Estoy cansado; sé que apenas tengo doce años y no debería decir estas cosas, pero, hay muchos momentos del día y la noche en que quisiera ya morir.

     No recuerdo a mis padres, desde que tengo memoria vivo con mi abuela, ella es algo anciana y está enferma. Siempre me dice que mi papá fue un don nadie, que pudo ser cualquier adicto con los que mi mamá se involucraba, que ella nunca supo quién fue. Y dice que mi madre simplemente decidió que no me quería en su vida y me dejó en casa de mi abuela esperando que ella pudiera “encargarse de mí”, lo que sea que para ella haya significado eso. Debo mantener la casa limpia, es difícil cuando hay muchas goteras en el techo los días que llueve, no hay mucho espacio para guardar nuestra ropa o cosas que guarda mi abuela. No tenemos una cocina convencional, sino una vieja que apenas sirve que el recolector de basura nos regaló, antes debía cocinar buscando madera que fuera útil para cocinar. Mi abuela convenció al encargado del muelle de darme trabajo unas horas después de la escuela ya que ese es nuestro único ingreso ya que mi abuela no trabaja, aun así, ella siempre tiene algo de dinero extra para sus cigarrillos o alcohol. El mejor momento del día es cuando voy a la escuela, casi termino la primaria, aunque la abuela dice que no me dejará continuar estudiando para que pueda dedicar más tiempo al trabajo y ganar más dinero, sé que lograré convencerla cuando vea mi excelente promedio al terminar la primaria, mi maestro me alienta mucho para seguir estudiando, me dice que no me dé por vencido. En la escuela soy feliz, soy buen alumno, mis compañeros siempre buscan mi ayuda cuando tienen alguna duda, y mi maestro, el Sr. Derek, me ayudó a financiar mi uniforme y libros de mi último año en esta escuela. Él siempre ha sido muy bueno conmigo; sé que no debería porque es sólo mi profesor, pero a veces, imagino que es mi papá, o que tal vez mi padre podría haber sido como él.

     Me llamo Alejandro, tengo doce años y vivo con mi abuela que pocas veces está sobria, y así está bien porque cuando lo está, es cuando me hace más daño. Me gusta la escuela y me gustaría estudiar la universidad aunque tal vez no me dejen continuar con la secundaria. No he tenido sueños muy grandes más allá de una educación, mi abuela dice que nosotros no necesitamos soñar, sólo sobrevivir cada día con lo que podamos conseguir para comer. Mi jefe en los muelles, el Sr. Epstein es abusivo, malvado y le gusta golpear a los niños que trabajamos ahí, pero de alguna manera he logrado sobrellevar las horas que trabajo para él.

     Sé que la vida no es justa con todos, pero tampoco voy a quejarme de ello. Debo mantener bien a mi abuela que es la única que se ha hecho cargo de mí, superar cualquier herida y olvidar cualquier dolor. Apenas tengo doce, creo que deberían preocuparme las cosas que les importan a los niños de mi edad, pero no tengo el tiempo de hacerlo. Sólo me gustaría que genuinamente, alguien en serio se preocupara por mí bienestar además de sólo yo.

 

 

 

    

     Cuando Ariel se enteró que debía encontrar a alguien a quien sacrificar para continuar con su función cuando el partiera, primero se alegró ya que finalmente podría morir y tenía la esperanza de que muriendo él, su hermano, conocido en Mermelada como el Sr. Canoquio, también muriera. Sin embargo, no podría escoger un sucesor de su mundo. La carga y el poder de cuidar a los Espíritus de la tierra no era algo sencillo. Esa persona viviría por quién sabe cuánto tiempo, no tendría descendencia propia, vería morir familia y amigos con el paso de los años, y, con tal de proteger a los Espíritus, su contacto con el exterior estaría muy limitado; no tendría amigos, difícilmente tendría alguna compañía. Además, no podría buscar entre los habitantes de Mermelada, debía ser alguien de otro mundo a quien no le importara el poder sobre Mermelada. Si alguien de Mermelada fuese elegido, no habría garantía de que no tuviera codicia en el corazón y diera mal uso, en algún momento al poder de los Espíritus.

     -¿Cuánto tiempo se irá? – pregunto Moraco a su amo y amigo mientras le veía ajustando el blanco y largo abrigo que le cubría.

     -No lo sé, el necesario para encontrar a alguien a quien ofrecer a los Espíritus, espero que lo más pronto posible, no quisiera estar tanto tiempo fuera y dejarte solo. – No podría escucharse más deprimido o angustiado. Ariel siempre mantenía una postura regia ante cualquier circunstancia, y jamás se dejaba dominar por ningún tipo de emoción.  Pasaba sus dedos entre su larga cabellera gris para acomodar ese sedoso cabello.

     -¿Y si el Sr. Canoquio intenta atacar?

     -No sucederá, estará más ocupado intentado evitar que yo encuentre un sucesor para que la roca de los espíritus quede desprotegida. Hasta que vuelva, si los reyes de los reinos preguntan por mí, les dirás que estoy en meditación con los Espíritus y que no he de ser interrumpido. – En el interior de un espléndido dormitorio, junto a una elegante y casi gigantesca cama, Ariel ajustaba el borde de sus botas negras contrastando con el resto de su blanco atuendo. Sus grises ojos vieron a Moraco que junto a él sostenía una alforja de cuero y agachaba su mirada angustiada por su amo. Al verle, Ariel puso su mano en su hombro para hacerle levantar la mirada. Le dio una sonrisa fresca y feliz con sus ojos grises iluminados cuales ojos de un niño. – No te preocupes – le dijo con una voz animada – quien me suceda, estoy seguro que disfrutará tu compañía tanto como yo y te cuidará tan bien como tú me has cuidado a mí. – Moraco alcanzó a sonreír un poco mitigando su tristeza para evitar que Ariel se congojara por ello.

     -Mi señor, yo también ya estoy viejo, sería un honor partir el mismo día que usted.

 

     Caminaron por un largo y amplio corredor con varias puertas a sus costados, todas cerradas. Ningún cuadro o pintura, en las paredes, sólo puertas iluminadas tenuemente por las llamas en las velas y candiles de las paredes. Llegaron finalmente a una puerta que, a diferencia de las demás, no tenía cerrojo o picaporte; una alta y ancha puerta de madera vieja y enmohecida. Ariel tomó en su mano una piedra que pendía de una fina cadena de oro, la piedra en forma de gota era tenía un tono tornasol, la sostuvo y ésta comenzó a calentarse hasta provocar una quemadura en su mano, con la marca al rojo vivo, Ariel puso la herida sobre la madera de la puerta en una marca con la misma forma que la piedra. En la expresión de Ariel se reflejó el dolor mientras la madera parecía incrustarse en su herida y absorber la sangre en ella; se abrió la puerta en medio de un chirrido viejo y cansado, al interior una habitación apenas iluminada por unas cuantas velas sobre una mesa junto a un espejo largo con bordes plateado.

     -Te veré pronto – dijo Ariel en tono seguro y firme apoyando su peso sobre su rodilla para quedar a la baja altura de Moraco. Le abrazó con cariño y fuerza, no quería partir, pero debía hacerlo.

     -Ha vivido muchos años, debe estar cansado.

     -Lo estoy, pero es irónico, cuando sabes que estás por partir, hay un pequeño instinto que te hace querer quedarte. No me iré mucho tiempo. – Ariel se puso de pie. Y entró a ese cuarto dejando fuera a Moraco quien simplemente sólo pudo ver la puerta cerrarse frente a él con su amo y amigo adentro.

 

     Caminó lentamente hasta quedar frente al espejo sin reflejar una imagen suya, solamente el fondo de la habitación detrás de él.

     -Confío en los espíritus de esta tierra, en su juicio y su palabra. – La piedra en el collar de Ariel comenzó a brillar y el espejo finalmente reflejó su imagen frente a él, ésta le miraba fijamente y con sus ojos inexpresivos, miraba a Ariel de arriba a abajo, Ariel permanecía inmóvil.

     -Estás muriendo. – Dijo el reflejo que le miraba de frente.

     -Llegué a pensar que finalmente recibía su perdón.

     -No es misericordia lo que te estamos dando, es tu último castigo.

     -Confío en su juicio. – Respondió Ariel con voz leal y sumisa.

     -El portal te llevará al lugar donde encontrarás un sucesor, y la piedra te dirá quién será el adecuado sacrificio para nosotros.

     -Una vez que lo encuentre y lo traiga entonces yo…

     -Morirás, y tu cuerpo será una nube más en el cielo vagando en el viento.

     -¿Qué pasará si a quien ustedes elijan no quiere venir por voluntad?

     -Tu deber es asegurar que así sea, por voluntad, el elegido debe atravesar el portal a Mermelada, tus métodos para hacerle venir no nos son relevantes.

     -Puedo preguntar, ¿qué pasará con mi hermano al morir yo?

     -Su destino, no es tu asunto.

     El reflejo de Ariel frente a él desapareció del espejo y éste inmediatamente comenzó a brillar. Antes de atravesar lo que sería la puerta al mundo donde encontraría a su sucesor, Ariel puso gentil y suavemente su mano sobre uno de los bordes plateados del espejo y se acercó a susurrarle como si de una persona se tratase. -¿Puedes dejarme ver a mi hermano? – Le preguntó. El brillo del espejo se apagó y sobre su superficie poco a poco se dejaba ver un ambiente montañoso y desértico, con vientos que corrían fuertemente haciendo volar arena y polvo. Un viejo y olvidado castillo en medio de un cráter con lava hirviente. Acercando más la imagen, el espejo le dejó ver el interior de una habitación donde una siniestra figura con una capucha oscura cubriéndole de cabeza a pies. Se miraba parado frente a una ventana en una alta torre, con las manos posando en el borde y permitiendo observar que en ambas muñecas cargaba pesadas cadenas y grilletes ajustados. En el poco visible rostro de esa sombría figura se dejó ver una sonrisa que expresaba maldad y crueldad. A pies de la torre cientos de miles de antorchas, lanzas y espadas siendo empuñadas por temibles y feas criaturas de cuerpos corpulentos y armaduras robustas. La superficie del espejo volvió en sí tras esa imagen. Ariel, poco a poco notó su propio reflejo y vio su tristeza en su rostro, una lágrima rodó por la mejilla del reflejo de Ariel, él llevó su mano a su mejilla sintiéndola seca. – No te preocupes – Le dijo al espejo sonriendo para él. – Volveré con un sucesor, y Mermelada estará protegido. – Ariel acarició con gentileza es espejo y la superficie de éste nuevamente comenzó a brillar. Ariel, sin saber a dónde sería enviado, dio un paso dentro hacia el espejo hasta desaparecer de la habitación, donde las velas se apagaron, dejando todo en completa oscuridad.

 

    

    

     A medida que el brillo frente a él se iba disipando, poco a poco Ariel podía distinguir cosas que se encontraban a su alrededor. Dos grandes contenedores de basura con bolsas hasta el tope de ambos e incluso otras bolsas más en el suelo, bolsas que ya estaban rotas y parcialmente abiertas por obra probablemente de perros o gatos. Tres paredes a su alrededor indicando que se encontraba en un callejón cerrado, escombros de cosas que la gente deja de usar y simplemente tira, cajas de madera vacías que tal vez servían de refugio para animales callejeros e insectos. El olor era desagradable, un cielo nocturno estaba sobre él, y bajo sus pies, lo que parecía un charco de agua que le permitía ver la habitación que había abandonado desde una perspectiva alta, como si la viera desde el techo. Al inhalar un poco ese rancio aroma y mirar su desordenado y sucio alrededor, y tras escuchar el sonido de sirenas, autos y bullicio dijo para sí mismo con pesadez y pocos deseos de explorar ese lugar en busca de su sucesor - ¿por qué? ¿Por qué el mundo humano?

 

 

Notas finales:

Fin del primer capítulo, espero les haya gustado y tengan deseos de continuar leyendo. 

 

Saludos. 


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