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Intentos por Mc-19051

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Notas del capitulo:

Espero lo disfruten <3

Esta historia también se encuentra disponible en Wattpad e Inkitt ^^

Dos y media de la tarde; ese momento precioso y único del día donde ocurría un fenómeno particular, repentinamente sus párpados pesaban más que todas sus deudas y ganas de tirarse a un tren juntas. Era consciente de cómo su ojo izquierdo se cerraba antes que el derecho y cómo el brillo absurdo del monitor se tornaba más bien opaco y hasta cómodo, era consciente del tecleo de sus compañeros en sus respectivas computadoras el cual cada vez se tornaba más lento.

Y era consciente cómo su compañera de escritorio había grapado tres veces accidentalmente el mismo documento debido al sueño que poseía, no la culpaba; gracias al sonido de la grapadora se fijó que había llenado una celda de Excel con puras ‘k’ en un intento de escribir kilos.

Se puso a borrar, pero nuevamente sentía cómo sus ojos empezaban a cerrarse en contra de su voluntad, cómo su dedo índice se volvía imposible de levantar de la tecla de borrado. Bostezó y ahí fue cuando lo escuchó.

El tintineo.

Ese maldito tintineo que era el presagio de algo malo, tintineo provocado por unos —absurdamente— costosos brazaletes de oro con incrustaciones de diamante. El escenario le recordaba a lo que alguna vez leyó sobre las serpientes cascabeles; que agitaban el cascabel de su cola para recordarle a cualquier depredador que estaban allí y que eran venenosas de cojones.

Bueno, su jefe no difería mucho de una cascabel ¡Hasta tenía el sonido de advertencia!

Volvió a escuchar el tintineo y todo su sueño se disipó ante el miedo, pero al parecer era un delirio suyo ya que su compañera —la cual finalmente había dejado al pobre documento en paz— estaba de frente a su computadora con los ojos cerrados e inmóvil, ya derrotada por el vil sueño que viene después de almorzar.

Entre el silencio absoluto de las oficinas, más allá del tenue tecleo por parte de sus compañeros, realmente no había sonido alguno ¿Lo habría imaginado? Podía ser, una inmensa falta de sueño, más una inmensa falta de sexo lo tenían mal.

Se dio un par de palmadas en las mejillas en un intento de enfocarse y terminar el trabajo, observó cómo su compañera de escritorio seguía en la misma posición de antes, ignorante de todo peligro, bueno si es que había algún peligro más allá de un supervisor con complejo de cascabel, que, al parecer, no se encontraba por ningún sitio.

Mejor así, reanudó su imprescindible tarea de llenar celdas de Excel.

 Si su yo de hace meses lo viese en esos momentos le preguntaría con sorna ‘¿Valió la pena chupársela a Trevor en el patio trasero de su casa?’ El rubio le había prometido que nada saldría mal y avivaría su relación —si es que había alguna—; sólo para que fuesen pillados en pleno acto por la señora Martindale que había decidido, convenientemente, abrir la ventana de su casa —la cual nunca abria según palabras de Trevor— y que daba para más maravilla al patio trasero de la casa de los padres del rubio.

La señora, que había sido la segunda madre de muchachitos rebeldes —incluyéndose— de la vecindad casi terminaba sus días al ver a sus casi dos hijos haciendo un acto no bíblico en plena luz del día.

Suspiró, no tenía caso seguir reviviendo ese cuento, ya todas las cartas habían sido echadas y Trevor se había desentendido de él, sus padres lo echaron de casa ya que no mantendrían a alguien que le fuese el exhibicionismo gratuito.

Porque sí, sus padres estaban de acuerdo con muchas de sus preferencias sexuales ¿Pero que diese espectáculos de semejante magnitud sin cobrar de por medio? Eso era impensable.

¿Por qué mierda no me volví un streamer porno cuando pude? Se quejó mentalmente, el trabajo era aburrido a morir, su superior un asco y su celibato involuntario sólo hacía las cosas peores.

Despegó la vista de la pantalla un momento para frotarse los ojos y cuando se tornó a ver a su compañera, se percató de algo que definitivamente no estaba allí hace unos momentos.

Un brazo, uno delgado que terminaba en unos dedos aún más delgados decorados con uñas más caras que su apartamento compartido, y que sostenía una trompeta en spray, de esas que se presionaban ligeramente y liberaban el sonido más ensordecedor conocido por el humano.

Este dichoso brazo con menuda arma mortal la sostenía su superior el cual resultaba un anuncio rosa neón en medio de paredes blancas y grises. Su compañera, ignorante de semejante monstruo que tenía detrás seguía plácidamente dormida.

Él y su superior intercambiaron miradas por una milésima de segundo antes de que éste último presionase aquella aberración; despertando de golpe a su compañera —y a cualquier otro incauto que hubiese estado en el mismo plan—, lo cual terminó en que el susto de ésta diese por tumbar su taza de café favorita del escritorio, dañando varios papeles y rompiéndose la dichosa taza en el proceso. Básicamente generando un desastre en el claustrofóbico cubículo.

—Buenas tardes, nena ¿Estabas soñando con que Dylan volvía contigo? —preguntó con sorna aquel demonio vestido de rosa, en aquel timbre tan odioso que estaba seguro nadie aguantaba en el edificio.

— ¡Esto es abuso al empleado! —se quejó Rebecca tan pronto cómo se las arregló para procesar al asunto—¡No puedes hacer—y antes de poder terminar su objeción, el demonio volvió a sonarle la trompeta en la cara por un tiempo prolongado, callándola en el instante.

Cuando terminó y todo quedó en silencio de nueva cuenta, la cosa que tenía por superior habló:

—Mi papi te paga para que trabajes, no para que duermas y chilles —puntualizó con una sonrisa antes de observar sus uñas con desinterés—. Si no te gusta tu trabajo, puedes renunciar en cualquier momento, querida —finalizó triunfal antes de darse media vuelta e irse tan campante, seguro a atormentar otra pobre alma.

Rebecca bufó notoriamente frustrada y con los ojos vidriosos por la rabia contenida. Se levantó, tumbando otras cosas más, y yéndose del sitio maldiciendo entre dientes a la cascabel de oro.

Porque sí, había llegado a esa conclusión, Ryan era una cascabel de oro, cuya toxicidad asemejaba a la de cierta plataforma de un pajarito, y que la forma de ubicarlo en el área era a través del tintineo de sus brazaletes más caros que las casas de algunos.

Y esos algunos, junto con él, se aguantaban aquel infierno porque la paga era buena, era lo suficientemente buena cómo para considerar dejar la cordura y dignidad propios en pro a conseguir más dinero en menos tiempo.

 

 

Notas finales:

Gracias por leer!


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