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Intentos por Mc-19051

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Notas del capitulo:

Espero les guste!

Otro día más sin Segundo, y su humor coincidía con el día; tormentoso y frío.

Odiaba ese tipo de días, a él siempre le daba más frío que a todos los demás ¡No era justo! ¿Qué le había hecho al clima para que el frío fuese tan cruel con él? Cada vez que le tocaba lidiar con uno de esos días tenía que usar al menos cuatro capas de ropa para no sentirse cómo un maniquí barato.

Eso sí, cada capa de ropa era más fabulosa que la anterior. Él sabía de estilo a diferencia que todos los demás en ese edificio, especialmente más que Obryan, aunque eso no era difícil. Alguien con una cara cuadrada jamás debía usar lentes estrictamente circulares ¡Era un insulto al estilo! E incluso una vez lo vio llegar con una corbata de patrones junto con una camisa con un patrón de círculos que casi le provocaba ceguera permanente ¿A caso nadie le había dicho que mezclar patrones diferentes era una pésima idea?

No entendía cómo había gente de esa edad sin saber cosas tan básicas de moda y etiqueta cómo esas. Otra delincuente más era la vil Rebecca.

Esa mujer no comprendía que no podía llevar aretes, pulseras, collar y anillo al mismo tiempo ¡Era una sobrecarga, por Prada! Y aún así la muy vulgar se dignaba a retarlo, trayendo tanta joyería consigo, aunque su trabajo fuese limpiar el estacionamiento con un cepillo de dientes.

Le debía reconocer la audacia ¡Pero él tenía limites! Así que para demostrar quien mandaba, se acercó a la cubeta que usaba para humedecer nuevamente el cepillo antes de seguir limpiando, y lo tumbó con el pie.

Obviamente la mujer lo miró con odio y él sonrió.

—Buenos días, Rebe —la saludó, la decencia, ante todo.

—Púdrete, engendro mal abortado —escupió la mujer mientras se levantaba de su lugar y recogía la cubeta.

—La única cosa mal abortada aquí es tu estilo —omitió la primera parte del insulto, mejor no intentar decir palabras complejas, no le daría el gusto a ella de confundirse—. Y tu aliento ¿Acaso estás usando el mismo cepillo de dientes con el que limpias el estacionamiento? —se quejó, el aliento de la mujer olía a cosas que no sabía decir qué eran.

Pero definitivamente no eran cosas lindas. Entre esas se destacaba el repugnante olor a cigarro, odiaba ese olor con fuerza, le traía pésimos recuerdos.

La mujer solo bufó y se largó. Bien, esa era su primera victoria de la mañana; el frío no lo detendría en su misión de tener gente con estilo trabajando para él.

[…]

No podía creer a sus ojos, tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no correr y lanzarse contra Segundo, el cual estaba más guapo que nunca, esperándolo en su oficina con su hermosa sonrisa de siempre.

Sus estúpidas piernas estaban entumecidas por el frío y estaba seguro que si corría se caería; cuanto quería abrazarlo, pero unos nervios traicioneros lo dejaron inmóvil en la puerta.

—¿No me vas a saludar, Ryan? —preguntó éste con su voz rasposa habitual, repentinamente el ambiente frío de oficina se había vuelto cálido, los colores neutros de las paredes se tornaban maiot, colorete y ponche, el olor de desinfectante era reemplazado por uno… Peor.

Aquel asqueroso olor nuevamente arruinaba su mañana.

Su burbuja de encanto se reventó antes de que siquiera pudiera formarla, bufó molesto. Nunca le dejaban terminar de pensar en algo. Quiso evitarlo, en serio, pero simplemente no pudo no arrugar la nariz al reconocer ese olor tan horrible.

—¿Estuviste fumando? —preguntó mientras se cruzaba de brazos, para demostrar autoridad y para volver a calentarse, que el ambiente frío de oficina le estaba calando los huesos y el oro; mandaría a apagar los aires acondicionados cómo esa asquerosa temperatura siguiera así.

Estúpida naturaleza y su empeño por hacerlo sentir mal, cuanto quisiera…

—Y ya vas a empezar con eso —se quejó Segundo, interrumpiéndole otra vez—. No llevamos ni dos minutos hablando y ya te estás quejando.

—¡Te dije que no me gusta el olor a cigarro! —gritó, uf que lo hacían enfadar rápido—. Y lo puse en el contrato que firmamos —finalizó, aún más molesto.

—Sí, sí, pero sabes que lo necesito —habló nuevamente él, mientras sacudía la mano con desinterés—. Además, fumé hace cómo una hora, no creí que te daría el olor.

—Pues me dio el olor —aclaró—. Y si ya pasó una hora desde que fumaste, volverás a fumar en un rato —sabía muy bien cuanto le duraba una caja de cigarros a Segundo cuando no lo supervisaba, fumaba cada hora cómo si de alguna alarma se tratase, no lo entendía ¿No era fastidioso hacer lo mismo cada hora?

—No lo haré ¿Bien? —intentó conceder aquella majestuosidad de hombre—. Sólo fumé para calentar el cuerpo.

—Pues bebe café —era menos complicado que fumar—-. No deja tan mal olor.

—No estás siendo flexible —¿Y eso que se suponía que significaba? —. Y esto se está extendiendo demasiado, ¿Qué te parece si olvidamos esta conversación?

—¿Cómo todas las demás? —ante su pregunta, Segundo rodó los ojos, menudo grosero, pero se lo perdonó porque era lindo cuando lo hacía.

—Mira, que el día esté frío y te ponga de mal humor no es mi culpa —ahora Segundo se cruzaba de brazos también—. Literalmente interrumpí mi descanso para venir a verte ¿No es eso lo que cuenta al final? No hay necesidad de discutir por un tonto cigarro, si no me quieres aquí, me puedo largar.

Eso lo perturbó un poco, al fin y al cabo Segundo hacía sus días más entretenidos y no se sentía tan solo. Al final suspiró, no había necesidad de espantar a su persona favorita por algo tan trivial ¿Cierto?

—Está bien, pero echa perfume o algo, estás apestando mi —hizo énfasis en mi— oficina, y mi oficina sólo puede oler a Le Garde Nº 12 ¿Entendido? —ante su demanda, Segundo simplemente sonrió de la forma tan encantadora que sólo él sabía hacer.

[…]

Con Segundo el día se pasó más rápido que todos esos otros días lentos y asquerosos, incluso Segundo se encargó de pedirle a Obryan que supervisase a la cabeza hueca de Rebecca, y aunque el hombre con pésimo sentido de la moda puso una mueca rara, al final accedió sin mucho problema.

Segundo era simplemente fantástico, y se veía tan genial hablando de las cosas que le gustaban, y aunque no entendía la mitad, igual lo escuchaba. Aunque lo notaba un poco ausente, mirando de vez en cuando por los pasillos, cómo si estuviese buscando algo.

—¿No te gustó la villa a la que te mandé?  —preguntó al fin. Una de las villas más caras de la región, lo mejor para su persona favorita, pero que Segundo luciese ausente significaba que no había descansado del todo.

¿Acaso era su culpa? Quizá porque Segundo quiso verlo e interrumpió su descanso estaba así.

—¿Ah? —Segundo se giró para verlo—. No, no, la villa fue excelente de hecho, había de todo allí, más de lo que podría pedir o hacer.

—Me alegra saberlo —sonrió, pero dejó de hacerlo apenas Segundo volvió a mirar a otra parte—¿Y qué es lo que estás buscando? —preguntó un poco fastidiado ya por ese comportamiento.

—¿De casualidad conoces a Javier Vènite? —esa pregunta lo desorientó un poco.

—¿A Javi? Sus padres no son hermanos —y allí estaba Segundo mirándolo con la misma cara que Javier ponía cada vez que hablaban—. Él pone esa misma cara cada vez que hablamos —confesó, divertido por la mueca.

No entendía porque la hacían, pero se le hacía graciosa, igualmente.

—¿Por qué preguntas por él? —quiso saber luego de ver cómo Segundo se recomponía y sonreía cómo siempre.

—Por nada en particular, le iba a preguntar sus padres también, pero te me adelantaste. Veo que ya estamos en sintonía.

Le encantó haber escuchado eso último, le encantaba saber que tenía cosas en común con Segundo y que ya entendía algunas de las intenciones de éste, ya que su aura misteriosa lo enganchó desde la primera vez que lo vio en la calle con cara de pocos amigos.

¡Ahora era puras sonrisas!  Y su sonrisa era de lo más encantadora, especialmente aquella que mostró al ver un punto específico en algún pasillo.

Cuánto se alegraba de haberlo conocido.

 

 

Notas finales:

Gracias por leer!


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