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Intentos por Mc-19051

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Bueno, ya había dejado a Javier en su departamento, un edificio que se veía… Humilde, para no decirle algo peor. No quería insultar el hogar del castaño, capaz y hasta resultaba más acogedor que la fúnebre mansión de su padre en algún país en vía de desarrollo.

Y tuvo que centrarse para no pensar demasiado en su padre, nunca le traía paz. Así que mejor centrarse en buscar a Angello en el trabajo, eran las cinco de la tarde, así que lo más probable era que todavía estuviese allí.

A diferencia de la mañana, que había desaparecido tan feo. Tendría que preguntar luego qué sitios limpiaba Angello, el edificio era enorme para que una sola persona lo limpiase de punta a punta.

Aunque no sabía si también limpiaba el estacionamiento… ¿El estacionamiento se limpiaba? Había asignado a Rebecca a eso, pero antes no había nadie limpiándolo, ¿Cierto? Bueno, había creado un nuevo puesto de trabajo.

Bueno, dos de hecho, si incluía el rol de Obryan de supervisar a Rebecca.

Que diligencial era él al estar creando nuevos puestos de trabajo, y aunque no pudiese despedir o contratar a nadie, seguía pudiendo hacer muchas cosas; cómo crear puestos de trabajo. Estaba de más decir que lo hacía para fastidiar a su padre y a su empresa, en serio porque ¿Qué padre le regalaba un edificio a su hijo?

O sea, sabía que no debía quejarse, porque había gente cómo Angello—

Cierto, Angello, darle el pastel a Angello.

Intentó de nueva cuenta centrarse en buscarlo, antes de que pasara más tiempo y ya no tuviese mucho sentido regalarle un pastel. Después de caminar por un rato, lo encontró, limpiando los cubículos.

—¡Angello! —lo llamó feliz por finalmente haberlo encontrado, el hombre se giró un poco sorprendido, pero sonrió al verle—. No tienes idea de lo que me ha costado encontrarte hoy.

—Lo siento, Ryan, he estado un poco ocupado —se disculpó aquel hombre, que aunque su apariencia impusiese demasiado, la verdad es que su actitud siempre era todo lo contrario.

Era curioso.

—Bueno, eso ya no importa, te traje esto —levantó contento ambos paquetes, finamente guardados en bolsas conmemorativas de la tienda—. No sabía si te iba a gustar algo detallado o algo simple, así que pedí el arreglo y el bizcocho aparte, no tienes idea de cómo logré que Drommegodteri me hiciera un simple bizcocho —comentó más que orgulloso su hazaña.

Pero al ver la confusión en la cara de Angello se recordó que primero debía explicar sus acciones.

—Te vi algo estresado esta mañana y pensé que un pastel te subiría los ánimos, pero cómo te dije no sabía si te gustaría algo detallado o simple, y la vainilla nunca falla ¿Cierto? —Angello todavía seguía estático en el sitio, viendo ambas bolsas, podía jurar que algo estaba haciendo corto en su cabeza—. O sea, pensé que cómo las cosas dulces me levantan el ánimo, pensé que a ti también te podría funcionar; a Javier le funcionó—susurró eso ultimo—. Le intentaron asaltar anoche y aun así vino a trabajar.

Al mencionar lo del asalto, algo finalmente empezó a funcionar otra vez dentro de la cabeza de Angello, algo que hizo que frunciera ligeramente el ceño, mostrando una cara similar a la que tenía en la mañana ¿Acaso también le habían asaltado de esa manera?

De lo que sí estaba seguro era que ese era el día de las personas con muecas raras y eso le estaba empezando a estresar.

—No hacía falta —susurró el hombre después de un rato, tomando con algo de pena ambas bolsas, no se iba ir de allí hasta que las aceptase—. En serio, es demasiada molestia, ni siquiera tienes que ver con lo que me tenía de mal humor.

—Lo sé, pero tú también me agradas, cómo Javi —le sonrió con tranquilidad—. Y pues, quería hacerte sentir mejor, no soy muy bueno en eso —confesó—. Digo, fracasé al intentar alegrar a Segundo y tengo casi todo un día sin saber de él —al mencionar a Segundo, pudo ver cómo Angello endurecía la mirada, bueno ¿Qué demonios estaba pasando que él no estaba enterando? Tantas expresiones lo estaban alterando.

—No puedo aceptar esto, Ryan, es demasiado; un pequeño pedazo habría sido más que suficiente.

—Bueno, entonces considéralo cómo un agradecimiento por haberme enseñado a usar una maquina expandidora* y chismosear conmigo— al ver que el hombre seguía empedernido en regresarle la comida, agregó—: Drommegodteri no acepta devoluciones ni yo tampoco —y cruzó sus brazos para mostrar autoridad, aunque había leído que separar los codos del cuerpo también lo hacía, pero se veía raro haciéndolo.

—Sólo gasté unos pocos centavos aquel día y me encanta hablar contigo —contratacó Angello sin pudor.

—Si no aceptas ese pastel, mañana vendré con uno más grande, y repetiré hasta que lo aceptes sin rechistar —amenazó, tampoco sin pudor.

Y eso fue suficiente para que el hombre finalmente aceptase su regalo, sonrió victorioso.

[…]

—¿Recuerdas a Javier? —preguntó cuando puso su plato en el mesón, el día había sido largo, lleno de muecas raras y…

Allí estaba Segundo haciendo otra expresión extraña, al parecer no iba a tener paz, ni siquiera cuando ya se había bañado, comido y estaba en la comodidad de su casa, finalmente con Segunda otra vez cerca.

—¿Qué te dijo? —preguntó éste sin rodeos, dejando de hacer de golpe lo que estaba haciendo, revisar con demasiada insistencia su teléfono.

—Más bien tuve que sacarle las palabras de la boca —dijo, y automáticamente se preocupó al ver cómo Segundo repentinamente era aún más pálido de lo habitual—¿Estás bien?

—Mira, lo que sea que te haya dicho es mentira —explicó su persona favorita, levantándose lentamente del mueble, y acercándose a él cómo si fuese a tener un ataque, ¿Por qué? Si estaba tranquilo…

Momento, ¿Mentira?

Entonces algo hizo clic en su cabeza, bueno no de forma literal, más bien algo empezó a tener sentido.

—¡Sabía que no lo habían asaltado! —gritó, ya sabía él que un asalto así no era común, en las películas siempre veía que los ladrones se acercaban con armas, no directamente a ahorcar a la persona, ahora entendía porque Javier estaba tan deprimido.

Ante su epifanía, Segundo tenía otra expresión rara, era una mezcla de alivio y preocupación. Lo normal, si también estaba angustiado por lo que sea que le haya pasado a Javier, aunque que él supiera ellos no habían hablado, ¿O sí?

Javier nunca mencionó a Segundo ni al revés, aunque claro; Bob no mencionaba a Margot, pero todos sabían que le gustaba, tendría que prestarles más atención a esos dos.

—¿Sabes lo que le pasó a Javier realmente? —quiso saber, había muchas cosas sueltas y recoger no estaba entre sus habilidades.

—Bueno, escuché por ahí que tuvo una discusión con su compañero de cuarto —explicó Segundo después de un rato, ya luciendo de nueva cuenta su lindo color de piel. Aunque eso no le cuadraba mucho.

—Imposible —refutó—. Ya me habría enterado, y si no yo, Angello lo habría hecho, y sino él, Obryan —comentó, recordando la tensa relación entre Obryan y Javier, aunque nunca los había visto interactuar, sabía que algo había pasado entre ellos, y dudaba que fuese algo de carácter romántico… Además, ¿Javier no le había dicho que más bien su compañero de cuarto finalmente le había hablado o algo así?

—No puedes enterarte de la vida de todos, ni tu complicada red de chismosos —contratacó Segundo, de alguna manera le molestó que llamase a Angello chismoso, aunque eso fuese lo que hiciesen; igual, no le gustó, y aparentemente se notó en su cara porque su compañero le bajó un poco a su tono—. Mira, quizá Javier tenía eso bien guardado, y no pudiste haberte enterado.

—¿Y cómo tú sí te enteraste?

—¿Qué?

—Quien te dijo que había discutido con su compañero de cuarto —se acercó al hombre—. Quiero saber el nombre de ese compañero de cuarto —exigió, si podía hacer algo más que dar una vuelta con Javier y comprarle un pastel para subirle los ánimos, lo haría.

—Lo oí por ahí —evadió Segundo—. Mira, es tarde ya, hora de dormir.

—¿Ahí en dónde? —no iba a soltar el tema tan fácil—. Además, son las ocho y tu serie no estrena capítulo hasta dentro de media hora, así que dime dónde escuchaste ese rumor —frunció el ceño— ¿A quién intentas defender?

—¿Desde cuándo te importan tanto tus empleados? —fue su respuesta—. Literalmente le tiraste una taza con café a una pobre mujer y la tienes limpiando el estacionamiento con un cepillo de dientes ¿Y montas este escándalo por un cualquiera?

—Javier no es un cualquiera, Javier es Javier —explicó cómo si fuese lo más obvio del mundo—. Y la grosera de Rebecca se lo buscó.

—No sé qué te habrá hecho ese mugroso porque que yo recuerde, para ti no existía hace unos meses —fue su otro argumento, gesticuló de forma exagerada los brazos.

—Javier simplemente se ha tomado la molestia de tratarme cómo alguien más dentro del edificio, no habla a mis espaldas y me gusta el lunar debajo de su ojo izquierdo ¿Feliz? ¡Y sí me preocupo por mis empleados! A Obryan le di un ascenso, a Susan le doy permisos para que pase más tiempo con su hijo recién operado, y tengo muchos otros ejemplos ¡Que no los recuerde ahorita no significa que no existan!

Ante sus infalibles argumentos, Segundo suspiró y se frotó la cara con desesperación, desesperado estaba él por saber qué estaba pasando y porque ese día estaba siendo tan caótico, era cómo si alguien estuviese pisando un acelerador imaginario, y no le gustaba para nada.

—Mira, he tenido un día de mierda, la aseguradora no tiene ni puta idea qué pasó con el auto, y nadie en el estacionamiento sabe cómo mierda fue robado, y tú vienes a estarme recriminando por un chisme que ni recuerdo dónde lo escuché.

—Pudiste haber dicho eso antes de empezar con tantas evasivas raras —puntualizó, ya sintiendo el dolor de cabeza asomarse—. Buenas noches —dijo para encaminarse hacia su cuarto.

—Ryan, no te pongas así, por favor —escuchó la voz de Segundo a sus espaldas.

—Buenas noches dije —y ya con eso quedó zanjada la conversación.

Algo había pasado a sus espaldas, y Segundo no quería que se enterara; ya vería cómo lo hacía.

 


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