Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Intentos por Mc-19051

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

La vida de un oficinista común y corriente que no estaba enredado en un complejo drama romántico, ni en un mundo de fantasía desbordante; era exageradamente aburrida, pero definitivamente prefería esa paz antes que seguir en la montaña rusa que fue su vida en los meses pasados.

Segundo seguía con su cortejo versión dietética, rozando en la inanición. Porque sus visitas se volvían más esporádicas, así cómo la presencia de Ryan en el edificio, jamás lo diría en voz alta, pero extrañaba al excéntrico rubio.

Pero en fin, debía enfocarse en su situación actual cómo oficinista normal, que vivía en una rutina tan asfixiante que cuando la masa con anabólicos le invitó a comer, accedió sin dejarle terminar de hacer la invitación en sí; se ganó una mirada de confusión que luego fue reemplazada por una extasiada.

Sólo esperaba que el oji-gris no estuviera haciéndose la idea de que ya lo tenía comiendo de su mano. Sólo necesitaba un día con algo relativamente variado, porque incluso Alexander parecía estar tan gris cómo su rutina de oficinista.

Cuando llegaron al sitio, uno definitivamente más barato que el de la ultima vez, se extrañó que aquel mastodonte escogiese eso, más no dijo nada al respecto, no quería hacerle rabiar.

Se sentaron, ordenaron y mientras esperaban el silencio entre ambos era asquerosamente insoportable ¿Acaso lo había invitado de manera automática? ¿Para decir ‘Hey, al menos te saqué a pasear la semana pasada’? Bueno, tampoco tenía mucho tema de conversación, estaba de más decir porque simplemente no quería entablar una conversación con alguien que lo casi lo mataba cuando habló de más.

Miraba a las demás personas comer y hablar para entretenerse, tal vez se enteraría de algún drama intra o interfamiliar por estar fisgoneando para mantenerse entretenido con la máquina de anabólicos que era su compañero. Le parecía curioso que ni siquiera estuviese hablando de su gloriosa rutina de ejercicios o cómo las proteínas le habían iluminado el camino, o algo por el estilo.

Ya fastidiado, porque no se enteraba de chismes interesantes y su comida se estaba tardando demasiado en llegar, preguntó:

—¿Pasó algo?

—No realmente—fue la única respuesta que obtuvo y allí murió ese intento de conversación.

Poco tiempo después, su comida finalmente llegó. Comieron con el mismo silencio que llevaban manteniendo desde que llegaron. De haber sabido que todo iba a ser así, habría preferido comer en cinco minutos y hablar con Agatha el resto de su descanso cómo llevaba haciendo desde hacia un mes que el drama romántico se había terminado.

Cuando vio que Segundo pagó la cuenta, supuso que ese intento de salida ya se había terminado.  Se puso de pie y su acompañante también, salieron en silencio a la bulliciosa calle; y sin embargo, todavía estaba esa aura incómoda entre ambos. Ya asqueado volvió a preguntar:

—¿En serio no ha pasado nada? —lo más racional era quedarse callado, pero él jamás iba a aprender.

—¿Realmente te importo o sólo estás actuando por miedo a que te haga algo? —cuestionó Segundo de regreso, mirándole sin ningún tipo de expresión en el rostro ¿Acaso recién había llegado a esa conclusión? Siempre pensó que lo sabía.

—Un poco de ambas —dijo—. Entonces sí pasó algo.

—Lo que siempre sabes pero que cuando lo ves, te impacta; es todo —Segundo se arqueó de hombros con aparente desinterés, hasta sus movimientos eran mecánicos—. Todos somos desechables.

Genial, charlas de crisis existenciales.

—¿Te diste cuenta que por medir dos metros no eres único e inigualable? —inquirió, estaban en público, dudaba que Segundo fuese a golpearle allí—¿Ryan finalmente se aburrió de ti?

—Preferiría que se aburriese a que me esté evitando —respondió Segundo, ausente, parecía que su mente estaba funcionando activamente después de muchos años en desuso—. Desde que le dije que estábamos saliendo me ha estado evitando cómo si combinase patrones o algo así.

—¿Qué clase de metáfora es esa?

—¿Qué? ¿Nunca lo has escuchado hablar de cómo odia que combinen patrones? —se defendió Segundo, mirándolo con confusión.

—¿Tú escuchas a Ryan? —eso era lo más sorprendente de toda la conversación, jamás consideró a Segundo como el tipo que escuchaba más allá que su propia voz, especialmente cuando el tema no le interesaba.

—¿Por qué no habría de hacerlo? —preguntó de regreso, irritado—¿Por qué clase de cretino me tomas? —ya su aparente paciencia se había esfumado, pero nuevamente le sorprendió al poder calmarse tras respirar bastante profundo, incluso la nariz le silbó—. En fin, siento que me está reemplazando con ese bastardo de Angello.

—Tal vez tiene un tipo, ya sabes, de los que podrían romperlo en la cama —ante su respuesta, el oji-gris lo miró con asco—. A mi no me mires así, tú eres el que se siente insultado porque Ryan no le gustó compartir su juguete sexual viviente.

—Jamás tuve sexo con Ryan si es lo que intentas decirme —y otra sorpresa más, increíble—. Cómo sea, no esperaba que me entendieras —el insulto sí que no era sorpresa—. Nadie realmente lo ha hecho —volvió a suspirar derrotado, con el ceño fruncido y con la vista fija en la calle mientras caminaban.

—¿No me vas a decir cómo has estado solo toda tu vida y que simplemente eres un incomprendido? —se sabía ese monologo, Trevor se lo dijo una vez; todo para que sintiera lastima por él y accediera a ser su pareja.

No caería dos veces por el mismo discurso.

Su compañero no dijo más nada, tal vez si lastimó algo allí dentro de esa bruta mente, pero él no era terapeuta para estar arreglando los problemas mentales de los demás. Ya tenía demasiado con los suyos propios. Sin embargo, una idea no muy brillante surcó su cabeza. 

—No me digas que te estás cuestionando sí realmente valió la pena el dañar tu relación con tu jefe—Segundo lo miró por unos instantes, pudo ver el campo de guerra tras sus ojos, vaya que eran claros—. Increíble —suspiró, sin saber realmente qué más añadir, así que de una vez sacó su defensa—: Que conste, yo no te pedí que hicieras nada por mi.

—No te lo iba a recriminar—le reclamó el oji-gris, aturdido. Al parecer su mente no estaba preparada para afrontar la realidad.

—O déjame adivinar, pensaste que una vez que mostrases ese increíble acto de amor, de dañar tu propio trabajo por mi ¿Yo mágicamente iba a caer en tus brazos, enamorado de ti? —preguntó, notando cómo empezaban a atraer miradas; era de momento de rematar esa situación allí—. Mira, Segundo, no sé qué versión de mí creaste en tu mente —empezó a decir firme,  el otro lo miró en silencio—. Pero definitivamente no soy el trofeo que creías que tendrías al ganar esta extraña carrera.

Su acompañante, simplemente bufó frustrado y lo dejó atrás sin decir más. Dejandole solo en la bulliciosa ciudad.

[…]

Cuando llegó al departamento, cansado del trabajo, no pudo evitar el preguntarse.

¿Habré sido demasiado duro con él?

Verle tan aturdido y perdido, al punto que ni siquiera podía enojarse, honestamente le dio un poco de lástima. Una parte de él gritaba que sí, que se merecía todo lo que le había dicho, y que merecía aún más; y otra parte de él le decía que había sido demasiado, y que el otro fuese un cretino, no significaba que él debía portarse cómo uno también.

Y la única persona que estaba presente en ese momento para quizá, darle un consejo era el pelirrojo que en una ocasión le dijo a una excompañera que si moría nadie le echaría de menos, y que atacó con violencia dos tipos que se habían metido en el departamento.

El humano más empático que haya conocido jamás, por supuesto.

La otra opción obviamente era Agatha, con quien tenía más o menos suficiente amistad cómo para comentarle, entre casos hipotéticos, y sin mencionar nombres y utilizar la frase de ‘Esto le pasó a un amigo de mi prima’ para evitar ser vinculado en todo el asunto.

Al final concluyó que lo más sano era simplemente olvidarse de aquella situación y evitar quedar a solas con Segundo, al menos mientras ese mastodonte seguía procesando sus sentimientos.  Entonces siguió con su típica rutina; se bañó, se tiró a dormir y esperó que el siguiente día fuese mejor que el anterior.

Y bueno, sorprendentemente, el siguiente día fluyó con normalidad; al menos no  fue atacado por un saco de anabólicos con sentimientos encontrados apenas plantó  un pie en la sede, saludó de forma habitual a sus compañeros y trabajó con normalidad.

Todo fluía normal hasta que vio a Ryan hablar entusiasmado con Angello, el cual le escuchaba de forma atenta, con una jovial sonrisa. Si supiera, pensó al verle tan tranquilo cerca de un hombre tan peligroso.

Bueno, no es que Segundo fuese un santo, pero al menos no caminaba con un puñal guardado en el bolsillo —o al menos eso quería creer—. Un fuerte olor a alcohol le sacó de sus pensamientos, cuando se giró, tenía al oji-gris a sus espaldas.

¿Quién demonios bebía un miércoles a las diez de la mañana?

—¿Por qué apestas a alcohol tan temprano? —quiso saber, cubriéndose la nariz un poco, sentía que se iba a emborrachar si se acercaba demasiado.

—Pienso mejor con un poco de alcohol en mi sistema —explicó Segundo con tranquilidad, arrastrando un poco las palabras y un acento extraño escapándosele, notó cómo aquel saco de anabólicos miraba a Angello y Ryan, para luego fruncir el ceño y preguntarle a él—: ¿Tú crees que ese sujeto sea mejor que yo?

¿Bajo que maldito estándar? Se preguntó mentalmente. Comparar a Segundo con Angello era cómo comparar ácido de batería con ácido sulfúrico. Tal vez uno era más fuerte que el otro, pero ambos hacían daño y eran peligrosos.

Aunque claro, hasta el momento Angello se había mostrado cordial y Segundo nunca perdía la oportunidad de insultarle; y nadie en aquel edificio consideraba a Angello ‘un mal necesario’, a diferencia de Segundo.

Pero claro, debía confirmar algo primero:

—¿Importa mi respuesta?

—¡Claro que importa! —gritó más alto de lo necesario—. Tú solo se honesto, no me voy a enfadar —su típica sonrisa de encantador le salió algo chueca y su expresión era torpe ¿Cuánto había bebido ya?

—Angello es mejor que tú —dijo firme.

—¿Qué? —Segundo lo miró cómo si le hubiese traicionado de la peor forma posible—. No puedes estar hablando en serio.

—Angello no ha intentado matarme—bueno, si omitía la vez que el hombre por reflejo le había sacado un puñal—. Y no me dice zorra cada chance que tiene bajo el pretexto de que eso es lo que soy.

Esos dos simples argumentos fueron suficiente para que se callara, al parecer sí era cierto que pensaba mejor cuando estaba ebrio. Que irónico. Pudo haberse extendido con la forma en la que básicamente lo soportaba porque estaba siendo extorsionado, pero eso ya sería demasiado.

Y tampoco sabía con certeza si Angello sería capaz de extorsionarle, y tampoco tenía intenciones de averiguarlo.

El mastodonte aquel se mantuvo en silencio, procesando toda la información.

—¿Me puedo ir ya? Necesito regresar a mi cubículo.

—¿Y si omitimos eso? —cuestionó Segundo entrecerrando los ojos—. Sé que fui un idiota esas veces —tomó una pausa y agregó—:. Bueno, otras veces también —él levantó una ceja, esperando que añadiera algo más ante su increíble despliegue de humanidad—. La mayor parte del tiempo soy un idiota, pero no por eso Angello es mejor que yo.

—¿Ah no? —cuestionó con la ironía presente en su voz.

—No —no hubo algún argumento detrás de esa simple respuesta, increíble.

—¿No crees que la necesidad de beber alcohol para ‘pensar mejor’—enfatizó haciendo comillas con sus propios dedos— es un problema para ti?

—A Ryan no le gusta el olor a alcohol—concedió después de unos momentos—. Aunque cuando me conoció, yo olía peor que ahora, no entiendo porque se queja tanto si sabe que me gusta el licor —le encantaría saber bajo qué circunstancias esos dos se conocieron, en serio.

—Ya, pero estar medio borracho a las diez de la mañana, definitivamente no te suma puntos para ser mejor que Angello—refutó, y pudo ver cómo las neuronas de Segundo hacían sinapsis al fin—. Hasta donde sé, él no necesita estar ebrio para pensar con normalidad.

—Mierda, tienes razón—por primera vez desde que lo conocía, le estaba dando sin problema alguno la razón—¿Y cómo hago? —momento, ¿Le estaba pidiendo ayuda? ¿Segundo le estaba pidiendo ayuda?

¿O es que acaso tenía a un impostor en frente y no se había dado cuenta? Y aunque le habría encantado seguirse deleitando con esa faceta de Segundo que no conocía, el teléfono de éste sonó,  a lo que le hizo unas señas y se despidió  sin más.

Vale, eso había sido un encuentro interesante.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).