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Intentos por Mc-19051

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Durante todo el trayecto, su pierna derecha no dejó de moverse, no podía estar sentado en paz por demasiado tiempo, su cuerpo simplemente no dejaba de moverse. El frotar constante de sus brazos simplemente no lo podía detener, al igual que su pierna derecha, que se movía frotándose contra el asiento delantero del auto, generando un ruido extraño que solo lo estaba estresando más.

El aire acondicionado se le hacía ruidoso y en su mente, al fondo, rebotaba cómo un extraño eco la voz de aquella persona que se había esforzado en olvidar, quería volver a encerrarla en ese sitio dónde había estado sin él siquiera ser consciente de ello.

El primer viaje al depa de Angello no había sido tan injustamente largo, frío y ruidoso. Quizá era porque el chofer no le agradaba, su uniforme simplemente le incomodaba con solo verle, e intentaba distraerse contando cuantas puntas quebradas tenía aquel señor.

Su teléfono lo apagó en algún punto cuando empezó a sonar con más insistencia.

En ese momento no quería más ruido. Sólo quería silencio y estar cerca de alguien que lo hiciera sentir seguro, ¿Era demasiado pedir? Le compraría muchas cosas a Angello ¡Le compraría el edificio completo incluso! Si lo hacía sentir seguro cómo sólo él sabía hacerlo.

Quizá podría prepararle otra de esas sopas instantáneas no tan instantáneas. Aunque si era honesto, su estómago simplemente se retorcía ante la idea de comer, y el nudo en su garganta le hacía difícil el tragar incluso su propia saliva; todo simplemente era una mezcla de cosas malas que no quería que estuvieran pasando ¡¿Por qué era tan difícil calmarse?! Se sentía horrible; todo parecía ser demasiado.

Ni para él eso tenía algún sentido.

El sonido del auto, la respiración del chofer ¡Incluso su inquieta pierna! Le estaban destruyendo la poca calma en su cabeza, cuánto quería que todo simplemente se quedara en silencio.

—Hemos llegado, joven Thuag —declaró el chofer en tono monótono, él miró el edificio a través de la ventana del auto y se bajó sin responderle nada al chofer, ya luego le daría una propina o algo.

Caminó con prisas hacia la puerta principal, fijándose que estaba cerrada; miró a los alrededores hasta que una guardia lo confrontó.

—¿Necesitas algo? —preguntó la mujer en tono gentil pero firme—. Es tarde y no pareces ser un inquilino.

—Ah sí, vengo de visita —respondió con voz temblorosa—. Vengo a visitar a Angello. Él vive aquí —aclaró.

—¿Angello? No me suena —respondió la guardia, frunciendo el ceño ligeramente—. De todos modos déjame confirmar, ¿Qué número es su departamento?

—Be ochenta y ocho —dijo, nervioso por algún motivo, recordaba ese número oxidado en la puerta, la B estaba tan dañada que parecía un tercer ocho, pero Angello le aclaró que simplemente se trataba de una be, ya que no habían tantos departamentos así para llegar al número ochocientos ochenta y ocho.

La mujer asintió y se retiró un momento, y él se quedó solo en la entrada de nueva cuenta, habían algunas personas caminando o estando sentadas a los alrededores pero él sentía que desencajaba demasiado, ¿Se habría equivocado de edificio? No lo creía, recordaba las mismas gastadas macetas en la ventana del tercer piso y el grafiti extraño en una de las paredes y el contenedor de basura volcado a un lado. Todo estaba exactamente igual que cómo la última vez que vino, la diferencia es que Angello no estaba allí para calmarle.

En lo que pareció una eternidad, la vigilante regresó, ahora mirándole con un poco de desconfianza.

—Aquí no reside ningún Angello, acabo de confirmar con la casera incluso, ¿No estarás confundido? —eso no podía ser posible ¡Si había venido con el mismísimo Angello a ese mismo sitio! No, no estaba confundido. Algo no estaba bien, simplemente.

—No, Angello vive aquí —contradijo lo más firme que pudo en ese momento—. Angello Serafini —repitió un poco más lento—. Es un nombre super italiano.

—¿Acaso tenías una cita con él o algo? —la mujer simplemente le miró con una mezcla de pena y desconfianza, era una mirada extraña— ¿Por qué no lo llamas? Así los dos nos ahorramos esto, mi turno está por terminar y cómo no contactes con él, tendrás que retirarte o llamaré a la policía.

Le habría encantado preguntarle si ella en sí no era una policía por el uniforme que llevaba pero decidió mejor sacar su teléfono, con manos temblorosas, y volverlo a encender. Apenas su teléfono cobró vida de nueva cuenta, se topó con una horrible cantidad de notificaciones y mensajes de Segundo, las borró todas y se enfocó en buscar el contacto de Angello.

Las letras y números se mezclaban de una forma desesperante, por lo que algo que no le habría tomado mucho tiempo, mágicamente se volvió en algo peor que una larguísima ecuación matemática. Pero al final logró llamarlo, el teléfono sonó varias veces antes de que le saltara el mensaje de buzón de voz.

Intentó varias veces ante la mirada expectante de la guardia, hasta que, cómo al décimo intento, escuchó la voz de Angello. Sonaba estresado y él quiso llorar.

—¿Angello? —quiso confirmar, sólo recibió un pequeño sonido afirmativo cómo respuesta y se alegró—. Estoy en la entrada, quiero verte, pero me dicen que no estás aquí y…

—En un momento bajo —le interrumpió Angello en un tono que no había usado con él jamás.

Definitivamente estaba siendo inoporotuno*, ¿Verdad?

[…]

Angello finalmente apareció y tras explicarle brevemente a la guardia que él simplemente estaba allí cuidando el departamento de alguien más, de un tal Zack o algo así, y que la mujer confirmara con la casera, finalmente le dejaron pasar.

El viaje hacia el depa fue súper incómodo; Angello parecía estar teniendo una crisis por su propio lado, con el cuerpo rígido y una mirada ausente. Cuando llegaron al depa, se encontró con que ya no estaban ni los papeles ni las cajas y que lo único que quedaba era el colchón en la esquina; en otra esquina había un cesto de basura dónde resaltaban varias cosas entre esas las botas que le había comprado recientemente y aquella taza de café que le regaló hace tiempo.

Ver eso le estrujó el corazón de una forma que no necesitaba en ese momento.

Sin embargo, pese a todos esos extraños detalles, Angello empezó a portarse tan servicial cómo siempre, sólo que muchísimo más callado, inclusive ofreciéndose a hacerle algún té. Cómo si hubiese recordado de la nada que debía actuar de esa forma en especifico con él. Todo era demasiado extraño.

Y aunque su garganta seguía enredada, accedió a la taza de té; Angello parecía tener un té para cada cosa, quizá tendría uno para una garganta enredada y un corazón dolido. Tras decirle que sí, Angello se retiró sin emitir palabra alguna, en más de una ocasión lo pilló mirando hacia la basura donde resaltaba de forma cruelmente escandalosa, la taza que le regaló hacia un tiempo.

¿Acaso nunca le había gustado en primer lugar y sólo había fingido todo ese tiempo? No, no debía pensar en eso, pero ¿Qué había pasado con las botas? Desde donde estaba todavía se veían bastante nuevas, no parecían dañadas, ¿Tampoco le habían gustado las botas? 

No quería pensar en eso pero entre el apartamento casi vacío, y su teléfono que no paraba de recibir mensajes y llamadas; el cesto atraía demasiado su atención, o bueno, no quería centrarse tampoco en lo que sea que estuviese murmurando Angello.

Si no lo quería ahí, sólo tenía que decírselo ¡No se iba a enfadar! Bueno, tal vez lloraría un poco pero definitivamente no se iba a enojar. No entendía porque todos parecían tenerle esa extraña clase de miedo por enojarse, o sea, sí se ponía a gritar y lanzar cosas, pero no hacía eso todo el tiempo; a veces salía a comprar hasta calmarse.

Que bueno, normalmente terminaba con todas sus tarjetas sobregiradas, y con un regaño de su padre cómo regalo. Que eran de las pocas veces que interactuaban; no era lo mejor del mundo pero definitivamente era mejor a cómo estaba en ese momento.

Sentado en el depa de alguien que ahora le resultaba desconocido. Cuando el té finalmente estuvo listo se lo entregó en un simple vaso, en sus ojos se veía una mezcla de vergüenza y desesperación. Agradeció y observó atento cómo Angello se sentaba a una distancia… No cercana, a diferencia de la primera vez que estuvo allí.

El silencio se puso entre ambos, y la atmósfera era aún más incómoda que en un principio.

—¿Te vas a mudar? —preguntó luego de un rato,jugueteando con el vaso entre sus manos, no había probado todavía el té, se veía bien aunque él no supiera mucho de esas cosas.

—Sí —fue su simple respuesta.

—¿Por qué no me dijiste?

—No lo consideré necesario —y allí moría la conversación.

Sabía que estaba llegando de forma muy repentina en la noche, pero no era para que Angello se portase cómo un ser completamente diferente al que llevaba meses tratando. Aunque una vez leyó que habían personas que tardaban más que otras en reaccionar al ser despertadas. Tal vez era eso, sí, tenía que ser eso. Explicaba todas las cosas extrañas que había notado desde que llegó.

—¿Y a dónde te irás? —Necesitaba saber si quería seguir en contacto con él.

—Eso aun no lo tengo claro —¿Acaso lo estaba haciendo a propósito?

—Te vas a mudar, ¿Y no sabes a dónde?

—Exactamente —frunció el ceño ante aquella respuesta, si Angello no quería hablar ¡Simplemente tenía que decírselo! No era necesario que estuviese lanzándole respuestas de una sola palabra, sentía que más bien le estaba sacando a raspadientes* las palabras de la boca.

—¿Estás molesto conmigo? —cuestionó, haciendo lo imposible para no llorar; ya lo había hecho con Segundo, arruinando su racha de ciento doce días, no quería llorar más esa noche.

—No —y vio cómo Angello se desesperaba un poco, al parecer estaba teniendo un severo problema con las palabras, le estaban faltando peor que a él y eso era preocupante; observó atento cómo se rascaba la cabeza con algo de fuerza, cómo si eso fuese a mejorar su falta de palabras.

No había tenido la oportunidad de verle con el cabello suelto, normalmente lo llevaba en una coleta o en un moño sencillo, y sorprendentemente, se veía lustroso y bien cuidado; mejor que el de él aunque Segundo una vez le comentó que era por las decoloraciones y los tintes, entonces eso significaba que el cabello negro de Angello era legitimo.

Sus ojos también eran oscuros, su cuerpo fornido y con varias cicatrices. Era bastante atractivo y aún así, no entendía porque la mayoría en el edificio se referían a Angello cómo el primo perdido de Segundo, ambos eran bastante diferentes.

Segundo hablaba demasiado, incluso cuando estaba molesto y confundido; Angello no.

—¿Sabes? Mi cabello natural también es negro —comentó casual, cambiando de tema e intentando tener una conversación que lo distrajera—. Siempre pensé que el negro era un color aburrido, vacío; pero en ti se te ve muy bien, me gusta cómo se ve el negro en ti—confesó algo apenado, estaba teniendo demasiadas emociones y muy pocas cosas estaban teniendo sentido, así que hablaba por hablar, pero sus palabras eran honestas—. Tal vez me anime a recuperar mi color original.

Tras eso, ambos quedaron otra vez en un silencio, nuevamente incómodo. Dejó sus puntas de lado y tomó un sorbo de aquel té, casi se ahogaba de lo amargo que era.

—¿Se supone que tiene que ser así de amargo? —preguntó, haciendo lo imposible por no escupir pero es que ¡Sabía horrible!

—No —respondió Angello igual o más desesperado que él pero sin soltar su regla de respuestas de una sola palabra ¡Que lo echara de una vez si iba a seguir así! Pero él no se iba a ir. No quería irse por egoísta que eso sonase ¡Y le daba igual que sonara egoísta! 

¡Sólo quería que le explicasen qué estaba pasando! Solo quería que alguien lo hiciera sentir bien, no quería estar solo ¿Era demasiado pedir?

—En serio, ¿Qué te pasa? —estaba enojado, cansado, triste y confundido. Cómo dejara su mente vagar, le terminaría lanzando el vaso a Angello entre las cejas—¿En serio no estás enojado conmigo? ¡Perdón por venir en medio de la noche! —su voz le falló al final, el nudo había empeorado y ahora era amargo de una forma real —.  Tú siempre me ayudas y, pensé que lo harías esta vez, no te gusta que te ayuden y pensé —respiró profundo—, que dándote regalos sería suficiente para compensar o algo así —frunció el ceño, un chofer una vez tuvo el descaro de decirle que no sabía cómo funcionaban las personas, ¡Claro que sabía! A todos les hacían felices los regalos.

Aunque Angello era una extraña clase de excepción ¿Acaso siempre malinterpretó todo?

—No te compliques —era la primera respuesta de más de una palabra que Angello le daba en un rato, él lo miró atento, esperando que continuara; la mirada que el moreno le dedicó era una simplemente indescifirabele*—. Mi estadía aquí ha sido simplemente para cumplir una misión, acercarme a ti solo resultó conveniente —pareció analizarlo para luego fruncir el ceño ligeramente— hasta cierto punto. No pierdas el tiempo echándome de menos. En serio.

—¿Qué dices? —su mente solo procesó hasta ‘no te compliques’, de allí, sólo sintió dolor aunque no entendía porque, si no había escuchado bien, por un buen rato las palabras de Angello se mezclaron de una forma que solo le desesperaron más—¡Habla bien!—exigió en su idioma materno al fallarle el otro, sabía que era estupido, era imposible que Angello supiese arabe pero no se contendría, lanzó el vaso, derramando aquel mugroso té por todo el sitio—¡Ojala te pudras y que las ratas se coman tus restos! ¡Eres un cobarde! —se levantó furioso, sin dejar de mirar a Angello quien lo observaba con la cara más vacía que habría visto jamás, eso sólo lo hizo rabiar más —¡Respondeme, carajo, dime que no es cierto! —y le habría encantado, en serio le habría encantado, que Angello le hubiese dicho o hecho algo.

Pero simplemente se quedó en silencio hasta que su teléfono sonó, se levantó y lo dejó solo en aquel lugar.

No, no podía irse así. No podía dejarlo solo así por así ¿Qué era eso de la misión? ¿Qué le estaba diciendo?

Se apresuró a seguirle el paso, sin pensarlo demasiado rescató la taza intacta de la basura, abrió la puerta y sin mirar demasiado lanzó con tanta fuerza que hasta su hombro protestó, la taza contra la espalda de Angello.

Éste se detuvo, se giró y lo miró.

‘Lo siento.’ fue lo que le dijo en su propio idioma antes de seguir cómo si nada. Cómo si realmente jamás haya sentido algo. Se quedó en el pasillo, con un brazo adormecido, con la mente en blanco por unos instantes. Sólo para que explotara con un trillón de preguntas, la más ruidosa siendo:

¿Habría sido muy mala idea si se hubiera quedado encerrado en su cuarto mientras a Segundo se quedaba dormido en el sofá de la sala?

 


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