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Intentos por Mc-19051

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Notas del capitulo:

Gracias por leer <3

—¿Qué mierda pasó con Segundo? —se atrevió a preguntar a su nueva compañera de cubículo, Agatha, quien tecleaba de forma mecánica, que ni siquiera apartaba la mirada del monitor cuando se le hablaba.

Jamás en su vida consideró la posibilidad de preguntar por los dos metros de arrogancia andante, pero iban dos días desde el accidente de Rebecca y Ryan, y el muchacho seguía hecho una fiera, y la mujer apenas se las había arreglado para dejar lustroso un puesto del estacionamiento, de los trescientos que había.

El ambiente en general era pesado en el edificio, venga que nunca fue particularmente alegre, pero eso era una exageración; Ryan podría aparecer aleatoriamente en cualquier sitio cómo una entidad y desangrarle el oído a quien se le antojase, ya no era cómo antes, que simplemente eran comentarios hirientes y poco más ya que el interés del muchacho se esfumaba con facilidad y pasaba rápidamente de persona.

Ahora era algo personal, así que la gente se ahorraba riesgos directamente no saliendo de los cubículos a no ser que fuese algo estrictamente necesario.

—Sufrió una intoxicación por comida— explicó la rubia en un tono de voz tan mecánico cómo sus movimientos, con dos días cómo Agatha cómo su nueva compañera, ya empezaba a creer que habían metido un robot en el lugar y él era el humano de prueba para la primera interacción humano-androide de la empresa.

Escuchó en el fondo la nueva crisis psicótica de Ryan, unos pisos más abajo con algún pobre diablo que simplemente no tuvo la suerte para evadirlo.

Definitivamente debía traer a Segundo de vuelta, pero ¿Cómo? Puso su mente a trabajar, debía ponerla a hacer algo más que llenar celdas de Excel y echarle pestes a Trevor. Entonces recordó las reiteradas ocasiones donde el hombre le habría dejado su número anotado en un post-it que luego él, inteligentemente botaba.

Todo en un intento para nada sutil de darle a entender a Segundo que simplemente no le interesaba tener una ‘’noche mágica’’ con él; nombre puesto por este último, sería excesivamente irónico y a la vez predecible que el sujeto fuese un muermo en la cama.

Pero no era momento de pensar en eso, era momento de pensar en cómo traer al adicto a la proteína lo más pronto posible.

—¿Recursos humanos no tendrá su número? —la pregunta de Agatha lo sacó de su trance, al parecer el robot le había estado leyendo la mente.

Así que no se contuvo la pregunta:

—¿Cómo supiste que estaba pensando en eso?

—Todos estamos pensando en traer a Ivanov de regreso—aclaró la mujer en un tono sombrío, finalmente despegando la vista del monitor, los ojos rojos decorados con grandes ojeras daban a entender lo mal que la estaba pasando—. Todos menos Obryan.

—¿Por qué no me sorprende? —la ironía era casi palpable en su voz, no era un comportamiento atípico de un lamebotas del calibre de Obryan, al fin y al cabo, fue ese mismo lunático que optó por regalarle un megáfono a la amenaza rosa.

Consideró sus opciones, o esperar pacientemente a que Segundo le saliese del culo regresar, que venga, dos días era demasiado para su cordura; o intentaba convencer a alguien de recursos humanos que le diese el contacto de algún empleado.

Bueno, todos sus encuentros nocturnos concluían que tenía una boca increíble, convencer era lo de menos.

[…]

—Ivanov no es empleado de aquí— fue la tajante respuesta de la mujer que le atendió, antes de que él pudiera decir algo, ésta miró a ambos lados para luego añadir con una voz aún más irritada—: ¿Tú crees que si tuviésemos el número de ese imbécil, estaríamos rezando todo el tiempo para que regrese?

Vaya, el repudio hacia los dos metros de arrogancia andante era casi universal, pero esa respuesta lo dejaba con un hecho que resultaba simplemente espantoso, pero debía confirmar.

—Entonces, el único que tiene forma de contactarlo es Ryan, ¿No?

El silencio fúnebre que se plantó en esa claustrofóbica oficina de recursos humanos, fue todo lo que necesitó para que toda pregunta y/o esperanza se disipara.

[…]

—¿Qué pasa, Javi? —esa voz era la que menos deseaba escuchar en ese momento, se detuvo en seco con lo que estaba haciendo; hurgar en el doceavo sesto de basura de la tarde con la esperanza de encontrar algún post-it arrugado con el número del millón.

Al girarse, se encontró con la amenaza rosa, quien jugueteaba con ocio con el popote que salía de la lata de refresco; lucía excesivamente calmado y de buen humor, todo lo contrario a la pesadilla que se había estado manifestando durante cuatro días ya.

—Se me perdió algo —fue lo primero que se le ocurrió—. Era una nota sobre unas cosas que tenía que comprar—complementó al ver el ceño ligeramente fruncido de Ryan, no era de molestia sino de confusión.

—¿Por qué anotar las cosas en lapel*? —jamás en su vida pensó que escucharía a alguien pronunciar mal la palabra papel—. Siempre se terminan perdiendo ¿No?

—Sí, lo que pasa es que a veces se me mete el fanatismo por lo analógico y bueno…—farfulló de manera vaga, desviando un poco la mirada.

Ahora que lo pensaba ¿Por qué mierda Segundo lo anotaba así cuando bien podía mandarle un mensaje? Aunque supuso que el sujeto sabía que habían límites con lo que acoso laboral respectaba, como para conseguir su número a través de recursos humanos y acosarle también por allí.

Era eso o la testosterona sin cerebro seguía aplicando cortejos de la era victoriana.

—¿Eres fan del anal? —la pregunta de Ryan lo sacó de sus pensamientos—. Bueno, si eres gay, es lo único que te queda ¿No? O —los ojos del muchacho se abrieron con sorpresa, al parecer una neurona había hecho sinapsis al fin—, te gusta que con las mujeres sea a la inserva* ¿Es eso?

La verdadera pregunta que ameritaba ser respondida era; cómo carajos Ryan había llegado a ese tema.

—Aunque —nuevamente la voz del rubio lo sacaba de su estupefacción—, que seas fan del anal a veces —todo el tiempo, lo corrigió mentalmente— no tiene nada que ver con se te haya perdido la nota, no entiendo.

Yo no entiendo cómo siquiera empezamos a hablar de esto; pensó.

—Bueno, verás —empezó a explicar a la par que salía del asombro, Ryan era increíble en todos los aspectos posibles, simplemente era difícil de creer que alguien así existiese—, de hecho, no tiene nada que ver.

—Pero dijiste que a veces eras fan de lo analógico.

Anal, analógico; anal, analógico. Definitivamente tenía que aplaudir el proceso cognitivo de Ryan, bueno para alguien que pronunciaba mal la palabra papel, era claro que una palabra compleja cómo lo era analógico, escapaba de su comprensión. Así que la relacionó con lo que sí sabía; anal. Entendía la relación de las palabras.

Pero cómo la vida era maravillosa, ahora él tenía que hacer un esfuerzo mental para no decir anal-ógico por culpa de relacionar ambas palabras.

—Anal… —se detuvo, corrigió mentalmente—analógico no se refiere a eso, se refiere a cosas antiguas —explicó lo más simple que pudo.

Su mente no daba para más.

—Es una palabra rara para referirse a eso —fue la simple respuesta del rubio, podía ver cómo el interés de éste rápidamente se disipaba—. No sé, pudiste haber utilizado que eras fan de lo viejo o algo así.

Estoy bastante seguro que te las habrías arreglado para malinterpretar eso también; concluyó para sí mismo.

—Supongo que me compliqué por gusto —musitó con una sonrisa un poco forzada.

—En fin, te deseo suerte con tu nota, adiós, Javi —se despidió con simplicidad Ryan, yéndose del sitio y dejándole de nueva cuenta solo.

Al ver cómo el brillo rosa desaparecía por un pasillo susurró de mala gana:

—Ni somos tan cercanos para que me llames así —bufó, mientras regresaba a su tarea de hurgar la basura.

Pero es que la suerte y él a veces no sincronizaban sus chacras o algo así, porque pensó que estaba solo, más no era así por otra voz que le volvió a interrumpir.

—¿De mal humor, Javi? —canturreó el pesado de Obryan que al igual que el anterior, se había materializado de la nada.

—Mira, no estamos en un drama romántico para que la agarres conmigo sólo porque no considero a Ryan lo más maravilloso del edificio—se apresuró a decir, sabía desde el momento inicial que vio a ese bicho con esos lentes que no le quedaban para nada bien, que iba a ser un dolor de muela.

—Sólo te estaba saludando, cálmate—pidió con el ceño ligeramente fruncido—. Todos me han estado tratando a las patadas todos estos días, sólo porque no saben lidiar con la situación.

—¿Y tú sí? —inquirió, levantándose de nueva cuenta, no podía dársela de digno si tenía medio cuerpo en el bote de basura.

—Pues claro, por algo no me ves metido en la basura buscando esto— sacó entonces de su bolsillo el dichoso post-it con el número de Segundo que tanto había estado buscando, y pensar cuántos chicles masticados tocó por ese trozo de papel.

—Muy bien, genio situacional ¿Qué es lo que quieres? —optó por cruzarse de brazos, y contar hasta diez para no tirársele encima a Obryan, no estaba en sus quince donde se peleaba hasta con los perros callejeros.

—¿Viste el buen humor que tenía Ryan? —él asintió de forma mecánica— Sería una verdadera pena que se le acabase.

—Al grano.

—Cálmate, ¿No te gusta sentir cómo lentamente se cuece el drama?

—No cuando me veo involucrado.

—Bien, digamos que como leal subordinado de Ryan, le hago saber que hay un empleado en específico que le estaba haciendo ojitos a su acompañante, ¿Cómo crees que reaccionaría? —el tono de villana de novela le resultó tan empalagoso que tuvo que suspirar de forma exagerada para no romperle los dientes con sus propios lentes.

—¿Y tú qué ganas de eso? Sí sabes que apenas Segundo regrese, que eventualmente lo hará, Ryan te zapateará cómo perro sarnoso, ¿No? —contó nuevamente hasta diez antes de segur—. Así de rápido como te escogió cómo monigote temporal, te desechará.

—Él no haría eso —musitó Obryan, bajándole considerablemente a su tono de villana novelesca.

—¿Has visto cuánto tiempo algo retiene su interés? —preguntó señalando hacia atrás, por donde se había ido el rubio, momentos antes—. Es un puto misterio cómo le ha hecho Segundo para que no se aburra de él en dos días —ya teniendo problemas para manejar su ira, agarró con brusquedad la corbata de Obryan, acercándolo a su rostro—. Así que, hazte un favor, cómprate dignidad y no te hagas enemigos aquí ¿Entendido? —dicho eso le arrebató de la mano el papel.

Cuando lo soltó, el hombre cayó sobre su retaguardia, estupefacto.

Él por su parte, se arregló un poco el cabello y salió del sitio con un aire de empoderamiento increíble.

 


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