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Intentos por Mc-19051

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Notas del capitulo:

Doble capítulo por la festividad <3

Le molestaba no poder recordar qué pasó después de eso, sólo retomó consciencia de si mismo cuando estaba buscando con exaspero en su maleta de maquillaje, el primer para empezar desde cero.

Tuvo que detenerse al ver el caos que estaba haciendo con sus propias cosas, respiró hondo y al final suspiró. Se vio en el espejo, estaba en el baño de hombres del edificio y ya se había lavado el rostro.

Observó su reflejo en el espejo, y lo que le regresó la mirada no era él. Esa persona con piel grisácea, marcadas ojeras, esquelética y con cosas que simplemente no cuadraban en un rostro; una nariz alargada y encorvada, ojos grandes y unos labios absurdamente gruesos.

Ni siquiera tenían el mismo color de ojos, esa mirada azabache, profunda y llena de melancolía. Ese no era él, se repitió.

Desvió la mirada, al parecer hasta los lentes de contacto se los había quitado de forma automática. Optó por distraerse, pensando en la marca de los lentes, recordando el modelo y colores exactos, para volverlos a comprar porque en su arrebato, los había tirado al piso.

Pero no era lo mismo distraerse por casualidad que forzarse a distraerse, su mente regresaba al reflejo y al hecho que había perdido su más grande logro. Ante el recuerdo, volvió a sentir aquellas ganas inmensas de llorar.

Pero un empleado distraído lo interrumpió. Es que ni llorar en paz podía, en serio.

—Eh… —el sujeto habló, mirando a todas partes menos a él ¿Tan feo era que ni siquiera merecía el ser visto sino tenía un elaborado maquillaje encima?

—Soy hombre también—dijo, olvidando por completo su timbre usual, su garganta dolía demasiado cómo para esforzarse en hacerlo.

Eso pareció sorprender a su repentino acompañante, ¿Qué? ¿Acaso en serio creían que no era un hombre? Vaya, de lo que se enteraba uno.

[…]

La ausencia de Segundo al llegar a su casa sólo empeoró el sentimiento de abandono, la casa no estaba vacía, había otros empleados que hacían el trabajo de Segundo mientras éste no estaba ¡Pero simplemente no era lo mismo!

Necesitaba un hombro sobre el cual desahogarse, y si Segundo no estaba; estaba siempre su leal Señor Panda. Un oso peluche de su tamaño, que en algún punto de su vida consiguió, que al igual que con el edificio, no recordaba cuando lo consiguió, pero lo consiguió y eso era lo que importaba.

Sólo sabía que el Señor Panda era excelente escuchando y dando un suave hombro sobre el cual llorar libremente hasta quedarse dormido.

[…]

Los días sin Segundo eran horribles, tan horribles cómo Rebecca. Se sentía ahogado, no tenía con quien hablar y Obryan ya lo tenía harto ¡Que no lo dejaba solo ni por un minuto! Él necesitaba su espacio.

Necesitaba distraerse, pero sin una distracción sana y el constante recuerdo que había perdido algo tan importante por una ye —¿O era equis? — cómo lo era Rebecca, le atormentaba y su mal humor lo liberaba con quien se cruzase en su camino.

Así que para evitar migrañas y más lagrimas se sentaba en el estacionamiento a ver a Rebecca limpiar los puestos del estacionamiento con un cepillo de dientes. Era aburrido pero satisfactorio. Al final él había ganado y eso era lo que más importaba de todo.

Eso y la creciente sed que estaba teniendo. Por más cómodo que fuese su pequeño trono donde podía apreciar cómo ella limpiaba con ímpetu el puesto de estacionamiento, no podía evitar el sentir calor y cómo era de esperarse, sed.

 Ya luego la seguiría supervisando, primero debía beber algo. Se levantó de su trono y empezó a caminar hacia el interior del edificio, dónde el aire acondicionado lo recibió, quizá debería asignar a alguien que supervisase a Rebecca, no valía la pena pasar calor por ella.

Esa zona si estaba sola, no veía ni un alma. Quizá era la hora, quizá era porque había estado atacando a cualquiera que saliese de sus cubículos fuera de la hora de almuerzo, quién sabe. Siguió caminando hasta que se topó con una de esas máquinas expandidoras* de las cuales la gente sacaba cosas cómo refresco, café y agua.

Cuando llegó, se percató que incluso estaba disponible su bebida favorita ¡Definitivamente estaba de suerte! Ahora sólo debía buscar la forma de sacarla de allí. Observó detenidamente la máquina, no parecía tener una puerta con la cual se abriese para sacar las bebidas cómo si fuese una nevera,  pero sí que había una ventanilla abajo.

Pero estaba bastante seguro que su brazo no alcanzaría la bebida si lo metía por allí, no tenía pruebas, pero tampoco dudas. Había otro par de rendijas, pero ni idea qué hacían.

Hasta que finalmente se percató de los botones con números y letras, que estaban a un lado ¿En serio tenía que hacer matemática para comprar una simple bebida? ¡¿Qué se suponía que tenía que hacer?! ¿Multiplicar la be con el siete? ¿O tenía que dividir?

Siempre había escuchado de despejar la equis pero el problema era que no había ninguna equis para empezar. Él era bueno contando, pero eso le superaba.

Su sed estaba aumentando y no tenía tanta paciencia para eso ¡Estúpida máquina con su estúpida matemática rara! Ay, mandaría a Obryan a resolver eso, y también lo delegaría cómo supervisor de Rebecca.

Siguió con su camino para buscar al hombre con pésimo sentido de la moda, hasta que un ruido a sus espaldas llamó su atención, al girarse se dio cuenta que se trataba del bedel que había visto hacia unos días, y él estaba sacando tan tranquilo una lata de esa máquina infernal.

Quizá no era una matemática tan compleja si todo el mundo sacaba latas de allí con tanta rapidez ¿Verdad? Se acercó curioso hacia al hombre, era igual o un poco más alto que Segundo, mismo tipo de barba, lo que diferenciaba era el tipo de corte, y la nariz un poco desviada, quizá por un golpe.

Era interesante de ver.

Y por un momento se olvidó de la bebida, cuando estuvo lo suficientemente cerca, el bedel se percató de su presencia ¿Acaso no usaba colores lo suficientemente llamativos cómo para que su presencia se notara desde muy lejos?

El hombre presionó un par de botones, y el sonido de antes se repitió, y al igual que la primera vez, él se inclinó y sacó otra lata ¡Esta vez de su bebida favorita! Y antes de darle tiempo a comentar algo, el bedel se la ofreció.

La tomó por reflejo, intrigado del funcionamiento de la máquina.

—¿Cómo le haces para que te dé lo que quieres? — se dignó a preguntar al fin, sosteniendo la lata con ambas manos, estaba fría.

—Le digo lo que quiero —explicó y él quedó igual que antes, y supuso que se notó en su cara, porque el bedel dijo entonces—: Los botones corresponden a las filas y columnas, entonces digamos que esa bebida está en la fila B, columna cuatro, entonces yo presiono esos botones y listo, sale lo que quiero.

Vaya, y él pensando en cálculos avanzados. Sintió un poco de vergüenza, pero ¡Es que jamás en su vida había necesitado de una de esas máquinas! Volvió a mirarla, ahora tenía ganas de presionar todos los botones para ver qué pasaba, mientras seguía tocando los bordes de la lata.

Si sólo supiera cómo abrir una lata. Era curioso cómo algo de uso común no lo entendía en lo absoluto, bueno no entendía muchas cosas, pero el entender rápido era una de sus muchas habilidades.

—¿Me permites? —entonces una mano con un par de cicatrices apareció en frente de él.

—¿No se supone que los bedeles usan guantes? —preguntó, estaba bastante seguro que jamás había visto a un bedel sin guantes antes.

—Sí los tengo, sólo me los quité para poder beber un refresco sin llenar la lata de, bueno —el sujeto tomó una pausa a la par que él le entregaba la lata—, cosas, ya sabrás. —y en un simple movimiento la abrió, para luego regresársela.

Y finalmente pudo beber y calmar un poco su sed, pero era incomodo beber de allí así que luego de haber tomado un par de tragos, hizo una mueca, no había forma que beber directo de una lata pudiese considerarse cómodo.

—¿No te gusta?

—Sí me gusta —farfulló, mirando el líquido en el interior—. Sólo que se siente raro beber de aquí.

—Sí, no a todos les parece cómodo —concedió el bedel, iba a tener que preguntarle el nombre para no referirse a él cómo ‘el bedel’ todo el rato, se notaba cómo alguien agradable, y con su apariencia tan curiosa, iba a ser aún más fácil de recordar—. La cafetería está cerca, si quieres te acompaño para que consigas una pajita y puedas disfrutar tu refresco en paz.

—Sería genial —accedió alegre— ¿Y cuál es tu nombre?

—Angello —sonaba italiano. Vale, ya tenía el perfil, Angello el bedel con nombre italiano, amable que le regaló un refresco y le enseñó a usar una maquina expandidora* y que se parecía a Segundo.

Definitivamente iba a ser más fácil de recordar que el resto.

 

 

Notas finales:

Gracias por leer!


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