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Intentos por Mc-19051

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Notas del capitulo:

Muchas gracias por todas las lecturas, tengo el mismo user en Wattpad e Inkitt por si quieren dar su apoyo también en esas plataformas ^^

Llegó a su apartamento compartido con un cansancio notorio y una fatiga habitual, sólo que en vez de toparse con su compañero, se topó con el casi-algo-que-no-es-algo-del-todo-pero-si-cerca-pero-no-demasiado de su compañero, un muchacho pelirrojo de mirada castaña turbia, el cual estaba bastante seguro que había matado a alguien; no tenía pruebas pero tampoco dudas.

Y su madre le había enseñado a no arriesgarse.

Así que lo saludó lo más natural que pudo, intentando no mostrar el miedo que le tenía e intentando no pensar en que el pelirrojo se había cansado al fin de esa dinámica que tenía con su compañero y lo había matado.

—Noche calurosa, ¿eh? —fue lo mejor que le pudo salir; el pelirrojo lo miró, aquellos ojos inexpresivos que parecían analizarle hasta lo más profundo del alma se toparon con los suyos propios por varios segundos.

Y al parecer había revelado todo su tren de pensamiento con una sola mirada.

—Jackobo se está bañando— habló después de un rato de silencio—. Yo hice la cena.

—Ah.

—Hice milanesas.

—Gracias —fue lo único que se le ocurrió decir mientras se las arreglaba para caminar hacia su cuarto asignado sin parecer que estaba huyendo despavorido.

Se encerró allí y se deslizó sobre la puerta hasta quedar sentado en el suelo.  Esa era su vida desde hacía varios meses.

Las cosas no eran tan malas en un  principio, al fin y al cabo podía fornicar libremente con Jackobo para liberarse la frustración pero desde que el primo perdido de chooki* llegó, Jackobo lo sacudió cómo si tuviese sífilis, ya que —según palabras del moreno— ‘No quería que Alexander se sintiese inseguro’; en otras palabras, a Alexander no le iba la poligamia.

Y eso era un creciente problema.

Ya que Jackobo era un excelente compañero de cama; y lo más cercano a un buen revolcón que le hiciese olvidar hasta cómo respirar, fue el que tuvo con un sujeto de mirada siniestra y sonrisa burlona, con una fijación por el cuero y las cadenas pero que se movía cómo una bestia y sabía dónde y cómo tocarlo, cómo si lo conociese de toda la vida.

Y si no fuese por la incomodidad de la espalda baja al día siguiente que tuvo después de semejante encuentro, pensaría que lo había alucinado porque de aquel sujeto ni la sombra encontró después.

Todo lo contrario al hostigador del trabajo, que a Ryan sólo le faltaba darle a los empleados con un látigo lleno de lentejuelas para recordarles a todos que eran sus perras.

Suspiró, estar tirado allí lamentándose de sus decisiones y vida sexual no lo iban a bañar, alimentar y tirar a la cama para repetir la rutina; así que se levantó, lo mejor del caso es que ya las cosas no podían empeorar de allí.

[…]

Claro que sí podían, un nuevo problema se había añadido a su compendio de desgracias alternantes. Se había manifestado cómo un hombre pálido de dos metros, con músculos bien desarrollados, cabello negro, mirada grisácea intimidante y con una sonrisa que irradiaba arrogancia, al igual que su perfume.

Ryan era detectado por su tintineo, su escolta debía ser detectado, lógicamente, por su olor.

Eran la dupla más rara del recinto, mientras que Ryan abusaba mental y físicamente de sus empleados, el escolta se quedaba de brazos cruzados a una distancia prudente del caos, observando cómo todos; y si las cosas se ponían muy reacias, se acercaba, cargaba a Ryan cómo un saco papas al hombro y se iba de allí cómo si eso fuese lo más normal del mundo.

Estaba bastante seguro que Ryan le pagaba no sólo para protegerlo, sino también para que le mostrase algún tipo tacto humano, porque después de un rato Ryan regresaba muchísimo más endulzado e ignoraba a quien había estado hostigando hasta la muerte momentos atrás.

Mientras que el escolta lucía cómo, bueno, cómo si hubiese tenido sexo con un cadáver.

Porque Ryan tenía una complexión raquítica que no cuadraba en absoluto con la energía que desbordaba en ocasiones; y sabía que ese cuerpo no era particularmente uno que despertase libido. A no ser que se estuviese hablando de alguien con gustos muy particulares.

—No nos hemos presentado, soy Segundo—se presentó finalmente el escolta tras haberlo arrinconado en un sitio lejano, su nombre no cuadraba en absoluto con sus niveles de arrogancia—. Un placer —sonrió antes de besarle la mano.

—No estamos en el siglo XV, minuto—decidió burlarse, si no hubiese estado tan cansado habría pensado en una mejor forma de burlarse del nombre de aquel sujeto—. Necesito regresar a trabajar —puntualizó mientras buscaba la forma de salir de allí.

—Venga, no hay necesidad de ser groseros —bufó él— ¿Por qué de tan mal humor?

— ¿En serio estás preguntando eso? —al parecer la altura le había enfriado el cerebro, o consideraba que el trato de Ryan hacia sus empleados era uno lleno de amor que no generaría fatiga o agotamiento alguno.

—Pues sí —al parecer la confusión fue suficiente para que quitase los brazos de la pared, que funcionaban cómo una prisión de carne—. Si te vas a amargar por alguien cómo Ryan, allá tú —se arqueó de hombros de forma ociosa— ¿Por eso estás tan grosero?

—Eso y que no eres mi tipo— aclaró, podía estar desesperado por sexo pero no se enrollaría con dos metros de arrogancia—. Así que si me disculpas —señaló con la mirada el pasillo, pero por si acaso, agregó—: Mis cuentas no se pagan con tu cortejo. Barato, por cierto.

Al parecer eso último fue suficiente cómo para tumbarle la máscara de conquistador bañado en rosas y tulipanes a Segundo, el cual frunció notoriamente el entrecejo, irritado. Y también fue suficiente para que retrocediera un paso y lo dejase ir sin decir alguna otra palabra.

Hasta le dio lastima esa reacción pero conocía demasiado bien a los sujetos así. Era del tipo que tan rápido se acabase la luna de miel, no dudaría en reorganizarle los huesos a su pareja de considerarlo necesario.

Recuento breve; muchacho endiablado en el departamento, jefe maltratador y sujeto con tendencias violentas en el trabajo. Bien, las cosas tenían dos rumbos; o podían ir a mejor, o podían ir a peor.

 

 

Notas finales:

Muchas gracias por leer, estaré actualizando cada tres días!


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