Sentí su lengua hacer contacto con mi cuerpo. Iniciando desde mi cuello, pasando por mis clavículas, bajando por mi pecho hasta perderse en mi vientre. Succionó un poco más debajo de mi ombligo y luego pasó su lengua por el mismo sitió hasta bajar a mi pelvis. Sus manos se aferraron a mis caderas mientras su boca devoraba mi endurecido miembro. Lo introdujo lento para en un abrir y cerrar introducirlo por completo. Sentí su tibia lengua juguetear con fiereza. Su viscosa saliva escurría hasta humedecer mis testículos. Sus manos rasguñando todo lo que podía llamarse carne. Mis piernas temblaban ante exquisito acto. El tan anhelado momento de la eyaculación estaba próximo a llegar. Mi espalda se arqueó, me fue inevitable no aferrarme de sus rojizos cabellos para enterrar mis garras en su cabeza. Gemí no una, sino mil veces entre cada succión que realizaba. Bajé la mirada y sus ojos estaban observando mi rostro. Nos quedamos viendo atentos mientras sentía como todo lo que tenía dentro, retenido, era expulsado con fuerza, llenando su boca hasta más allá de su garganta. Akura-Ou tragó cada milímetro sin asco y saboreó, lo que él mismo bautizó como “manjar de dioses”. Pasó su lengua por sus labios y acomodando su cuerpo sobre el mío, sujetando mi miembro, comenzó a penetrarse así mismo con la dureza de mi cuerpo. Sentí como su carne abrió paso a lo que aún pedía seguir disfrutando de tan delicioso momento. Acomodé mi cuerpo y le cogí de la cintura para ayudar con la penetración. Un fuerte gemido escapó de los labios de Akura-Ou, el mismísimo demonio, que hace tan sólo un par de horas atrás había exterminado, con sus propias manos, un pueblo entero sin discriminar entre hombres o mujeres, demonios o humanos, estaría allí, tan sumiso siendo embestido por un zorro.
Akura-Ou se aferró a mi cuerpo cruzando sus brazos por mi cuello y comenzó a moverse con mayor frenesí. Sentí su pene frotarse contra mi abdomen. Era delicioso. Seductor. Exquisito.
Cada encuentro, en la misma cabaña, después de eliminar la basura, era reconfortante. Agotador.
Al acabar era siempre el mismo repertorio. Akura-Ou se ponía de pie y caminaba, en dirección a la ventana, sin siquiera mirar atrás. Se quedaba allí, de pie, observando la profunda oscuridad que bañaba el paisaje nocturno sin luna de aquella noche.
—Oye, Tomoe —soltó en un bostezo-
—Uhm —dije sin agregar más. La viscosidad de su ser estaba desparramada por todo mi vientre mezclándose con la que estaba entre mis piernas.
—Mañana iremos a una Mansión en Koishikawa —sentenció mientras jugueteaba con sus cabellos—, una pequeña Aldea en Japón —sonrió—. Lo pasaremos bien, Tomoe.
—Como digas—dije en un suspiro. Acomodé mi cuerpo y me recosté entre las manchadas mantas que anteriormente sostuvieron nuestros cuerpos—, Akura-Ou.
Cerré los ojos y sin darme cuenta me hundí en un profundo sueño que llegó a su fin la mañana siguiente cuando al darme cuenta, después de vagar por el pueblo, volví a la cabaña y uno de los demonios estaba atormentando a una mujer Humana, llamada Yukiji.