Para Yugi, la primera semana de instituto era la peor y estar cursando el último año lo hacía más grave. Cada profesor que les daba clase esperaba que le prestaran completa atención, como si cada uno de ellos no hubiera pasado las dos últimas semanas de descanso despiertos en la noche hablando por celular, en redes sociales, de fiesta o en su caso, jugando videojuegos.
Nunca había sido un alumno ejemplar, siempre había sido de dar lo mínimo suficiente para aprobar, pero era considerado un buen estudiante. Suponía que se debía a su conducta. No sabía que decía de él que se autodenominara ‘buena persona’, pero lo era, era ese chico dulce que siempre ayuda a todos y lo profesores lo tenían en cuenta.
–Tienes las manos muy suavecitas. ¿Cómo haces eso? –dijo su amiga Miho con quien se sentaba, ella acariciaba su mano–. Apuesto que eso te haría muy popular con los Doms.
Yugi trató de que su rostro no reflejara lo que el comentario le hacía sentir. –Miho, mejor concentrémonos en la clase. Nuestras notas no pueden seguir siendo tan malas este año.
Ella le hizo un puchero. –Pero es que este profesor es tan~ aburrido. No puedo concentrarme, sigo pensando en todos los chicos que conocimos con Tea en vacaciones. No puedo creer que no aceptaras nuestra invitación.
–Tenía otras cosas que hacer.
–Lo sé, jugar videojuegos –rodó los ojos. Estuvieron cinco minutos en silencio escuchando al profesor hasta que volvió a hablar–. ¿Qué tal un tres en línea? –movió las cejas mientras trazaba las líneas en su cuaderno.
Yugi quería reírse, esa chica definitivamente no iba a prestar atención ese día, o ninguno. Miró el banco junto al suyo, Tea y Ryou escuchaban atentamente al profesor y tomaban apuntes con lapiceras de colores incluidas. Definitivamente no se habían organizado bien en cuanto a los asientos. Ahora que lo pensaba, sentarse listos con listos y torpes con torpes no traería buenos resultados. Al menos no para los torpes.
–Está bien, pero yo empiezo –dibujó una cruz en el medio, el comienzo más obvio.
Al parecer ese año no iba a ser diferente a los otros, ya podía escuchar los rezongos de su mamá.
–Sabía que podía contar contigo –ella se rió malvadamente mientras dibujaba un círculo.
Cuando terminó la clase y comenzó el almuerzo, tanto su cuaderno como el de Miho estaban repletos de cuadros de tres en línea y rayones. Juntaron su banco con el de Tea y Ryou, siempre hacían eso para comer juntos durante el corte. Sacó el bento que su madre había preparado y se puso a picotear despacio mientras esperaban que Ryou volviera, él por lo general se compraba algo.
– ¿A que no saben quién me preguntó por Tea? –Ryou se sentó con emoción en su silla al volver.
Tea miró a Ryou con sorpresa y nerviosismo a la vez. – ¿Quién?
–Kaito, el chico alto de la clase de al lado –dijo Ryou como si hubiera conocido a una estrella de cine–. Todavía no puedo creer que se me acercara, casi me tropiezo, no podía entender por qué querría hablar conmigo.
Kaito estaba en el mismo año que ellos, solo que en una clase diferente. Era muy popular debido a su aspecto y también a su talento en el tenis, sus partidos con estudiantes de otras escuelas se llenaban de admiradores, a veces incluso las prácticas. Para Yugi, Kaito era uno de esos chicos que desde lejos podías notar que se trataba de un Dom, sus ojos eran paralizantemente azules y hacían querer que te diera un Comando aunque estuvieran en la escuela.
A Yugi no le gustaba la sensación que le daba, sabía que era normal desearlo, pero ser consciente de su deseo era algo que a veces le jugaba en contra. De todas formas, ellos eran sus mejores amigos y los cuatro eran Subs, no tenía por qué esconderse.
–Ahora mismo, me parece que eres la chica con más suerte de toda la escuela –admitió.
–Yo creo que exageras, quizá solo necesite algo –Tea respondió enrojeciendo un poco.
–Es increíble que siempre le gustes a los chicos lindos –comentó Miho.
Yugi olfateó un poco el aire. Quizá las personas pudieran mentir con palabras, pero no con el olor que soltaban inconscientemente. Conocía muy bien el aroma de sus amigos, para él eran ‘calma-confianza-seguridad-amistad’. Percibía claramente la vergüenza de Tea, pero también había una felicidad creciendo poco a poquito.
–Si hubiese querido algo solo me lo hubiera dicho –contradijo Ryou–. Se apartó de sus amigos y me preguntó qué cosas te interesaban, si estabas en algún club o algo así. Créeme Tea, su olor decía que estaba interesado.
– ¿Lo olfateaste? –Yugi se rió viendo como Ryou se sonrojaba.
–No te burles, no pude evitarlo. Él suelta muchas feromonas y yo no tomo supresores.
–Me pregunto si Kaito es de confiar, estoy segura de que lo vi coqueteando con una chica hace una semana –Miho soltó de repente–. ¿No te acuerdas, Tea? El sábado pasado, con la chica rubia.
En seguida el rostro de Tea fue de decepción, aunque trató de ocultarlo. Yugi notó como sus feromonas volvían a traicionarla, su olor se había tornado amargo.
–No, no me acuerdo –dijo bajito–. Igual no importa, yo tampoco creo que sea serio.
Yugi se decepcionó en nombre de Tea. Ella siempre había sido muy buena con él, incluso cuando se escondía y se alejaba de todos, le hacía compañía y le ayudaba a salir de su madriguera. Si alguien merecía un chico tan guapo e inteligente, era Tea. Pero si Miho decía que no era de confiar, era verdad, ella siempre estaba al tanto del último chisme.
–No puedo creer que me haya dejado engañar así –Ryou se quejó–. Al menos puedo decir que lo vi de cerca. Sus ojos son increíbles –Yugi se rió junto a Ryou.
–Yo digo que deberías de intentarlo, Tea. Al menos conocerlo –Yugi colaboró y señaló a Miho con un dedo–. Y tú, no molestes a Tea con tus chismes, déjalos ser felices si ambos se gustan.
Miho lo miró ofendida, iba a replicar, pero fue interrumpida por un ruido.
De la nada un montón de pasos corriendo entraron a su salón, los cuatro voltearon la cabeza de inmediato. Por la puerta pasó un chico de piel morena, alto y de cabello castaño, tenía una sonrisa tonta pero risueña. Yugi lo conocía, era Tristán Taylor, un Dom de la clase de al lado. Persiguiéndolo entró el famoso Joey Wheeler, otro chico alto con cabello llamativamente dorado y ojos desafiantes.
– ¿Lo quieres? –Tristán se rio mientras sacudía una chocolatina en el aire.
Joey lo miraba con cara de asesinato. No costaba entender que la chocolatina era de Joey y Tristán se la había robado. Nadie pensaba que fuera serio, eran mejores amigos y vivían haciendo de sus peleas un show visual para toda la escuela.
Tristán pasó junto a Yugi de un salto, su chaqueta desprendida del uniforme se enganchó en su silla y antes de darse cuenta Yugi fue a parar al suelo de golpe con un estruendo. Su cabeza había golpeado el piso y palpitaba. Escuchaba a sus amigos gritar de impresión en el fondo.
–Oh no, lo siento. Juro que no fue mi intención –la voz de Tristán sonaba lejana, pero su aroma inundó sus fosas nasales.
Yugi se paralizó ahí tirado en el piso. Podía ver a Tristán frente a él ofreciendo una mano para que se parara, pero solo podía concentrarse en el montón de feromonas que este soltaba por doquier. Tenía claro que Tristán era uno de esos Doms rebeldes, uno de esos que disfrutaba dejar clara su dinámica. En los círculos que frecuentaba seguro le era muy útil, pero para Subs débiles como Yugi, era peligroso e irrespetuoso.
La mirada de Tristán lo estaba hipnotizando para quedarse en el piso, todo lo que recibía de él le sonaba a peligro.
–A ver, muévete. ¿Qué acaso no ves que lo estás poniendo nervioso?
Joey empujó a Tristán y sin pedir permiso tomó la camisa del uniforme de Yugi y lo cinchó hasta que estuvo sobre sus dos pies. Yugi cruzó miradas con Joey, tenía unos bonitos ojos color miel y se sintió tranquilo casi de inmediato. El olor de Tristán salió de su cabeza y en su lugar entró... la nada.
–Gra-gracias –dijo confundido.
–No hay de qué, enano –Joey fue hacia Tristán y le quitó la chocolatina de la mano, luego le dio un puñetazo en el estómago por el cual Tristán se dobló mientras reía–. Eres un idiota. Y ya te dije que debes de controlar ese jedor. ¿No has pensado en bañarte un día de estos?
Joey comenzó a marcharse como si no hubiera pasado nada.
– ¡Oye, yo sí me baño! –Tristán comenzó a correr detrás de Joey–. No es mi culpa oler de esta forma, es mi olor de macho alfa incuestionable…
Joey soltó una carcajada. –Si tú eres un macho alfa, entonces yo soy el presidente.
De reojo vio como Ryou levantaba su silla del suelo y lo incentivaba a sentarse lentamente. Yugi se sentó mientras frotaba su cabeza donde se había golpeado. Sin duda Joey Wheeler era extraño, pero Yugi no podía dejar de pensar en el hecho de que no olía a nada.
En una sociedad como la suya los olores eran muy importantes y desde pequeños aprendían a controlarlos. Una vez en la adolescencia el olor aumentaba y aparecían nuevos motivos por los cuales una persona podía soltar feromonas y nuevamente tenían que aprender a controlarlos. No importaba que fuera: felicidad, tristeza, enojo, incomodidad… todo generaba un cambio a tu alrededor que el resto podía percibir. Claramente no todos podían controlarlo, así que existían los supresores. Pero Yugi nunca había escuchado de un supresor que apagara absolutamente todo el aroma de alguien, lo normal era que lo disminuyera cuando era extrañamente alto.
–Esos dos nunca cambian, uno espera que maduren con los años y es inútil –se quejó Tea–. Si siguen así van a conseguir que los expulsen.
–A mí me agradan, sobre todo Joey –admitió Yugi–. ¿Recuerdan el año pasado cuando me salvó de los buscapleitos de la otra escuela? No sé, creo que nos hace bien tener nuestra propia pandilla.
–Pues en ese caso sirve, pero no cuando ellos te atacan –Ryou comentó–. Son peligrosos.
Entre escuelas era sabido que las pandillas se atacaban “defendiendo su territorio” y dentro de la escuela las pandillas hacían lo mismo buscando el liderazgo. Joey y Tristán dirigían su propia pandilla, la cual era la cabecilla de las demás. Por eso nadie quería ir en contra de ellos y estarías en problemas si clavaban el ojo en ti. Al final, pasaban más tiempo en el castigo y huyendo del castigo, que en clase.
– ¿Creen que el director le haya obligado a tomar supresores? –preguntó Yugi. Era común que, si el Dom no podía controlar sus instintos, un superior podía obligarle a tomar supresores. Quizá su olor a Dom era demasiado fuerte para los Subs de su clase-. No tenía olor a nada.
–Puede ser –pensó Ryou–. Deberían considerar obligar a Tristán también.
–Pues yo no lo creo. O al menos si los toma, no es por eso –interrumpió Miho y puso la misma cara que siempre ponía cuando les quería contar algún chisme–, porque Joey no es un Dom, es un Sub.
Yugi juró que su mandíbula tocaba el suelo. De ninguna manera podía ser eso posible. ¿Joey Wheeler un Sub? Pero si era la persona más intimidante de todo el instituto. Lo había visto múltiples veces hacer duelos de miradas y cuerpo con personas que sí podía asegurar que eran Doms.
Un sub como él no podía hacer eso, ¿o sí podía?
–Ahora me agrada el doble –aseguró Yugi.
–Debe de ser asombroso poder hacer todo lo que él hace siendo Sub –admitió Ryou.
Desde su propia experiencia, ser un Sub era horroroso. Todos sabían que los Subs tenían problemas en la sociedad hicieras lo que hicieras, siempre tenías que estar teniendo cuidado de los Doms a tu alrededor. Sus hormonas y miradas podían afectarte fácilmente y terminar haciendo cualquier cosa que ellos quisieran antes de poder pedir ayuda. Para Yugi, el Sub era la categoría débil y él había nacido con la mala suerte de pertenecer a ella.
–Igual creo que debería comenzar a comportarse –dijo Tea y sonrió para decir a continuación–. Creo que a Joey le hace falta un tiempo en ese campamento que mencionaste, Yugi.
– ¿El campamento de ‘La Roca Milenaria’? –Yugi se echó a reír–. Creo que sí, ahí van chicos como él.
–Hablando de eso, ¿tú abuelo ya volvió de su visita? –preguntó Ryou mientas comía.
–Sí, ayer por la mañana. Al parecer le encantó –se elevó de hombros–. Está segurísimo de que la idea del Profesor Hawkins es estupenda, que los chicos rebeldes se vuelven buenos fácilmente y bla, bla, bla…
Hace dos años estaba mirando las noticias en la tele junto a su abuelo, cuando pasaron el aviso de la apertura de este nuevo Boot Camp para niños rebeldes. Al parecer es algo común en Estados Unidos, de donde es uno de los socios, Maximilion Pegasus, y pensaron en replicarlo en Japón. La sorpresa en la cara de su abuelo era enorme luego de que viera a su viejo amigo, el profesor Hawkins, parado junto a Pegasus y un señor más frente a la entrada del campamento. De inmediato se puso en contacto con su viejo amigo y ahora el abuelo está obsesionado con el modelo de aprendizaje del campamento.
A Yugi no le parecía la gran cosa, es más le daba miedo; ese lugar estaba lleno de Doms adolescentes y criminales con problemas de conducta que podrían aplastarlo como hormiga.
–Definitivamente suena como el lugar correcto para ese Joey Wheeler –afirma Miho.
El resto de la escuela pasó sin mayores imprevistos y Yugi terminó llenando cuaderno tras cuaderno de juegos tontos que se inventaba con Miho para no aburrirse.
Regresó a casa caminando junto con Ryou, prometiéndose que apenas llegaran se conectarían a “Magic & Wizards: duelo de monstruos”, el juego con el que estaban prácticamente obsesionados. Habían pasado las dos semanas de primavera jugando hasta tarde y compartiéndose trucos. Los videojuegos, y los juegos en general, siempre habían sido el fuerte de Yugi.
A veces deseaba poder vivir dentro de una computadora.
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Joey Wheeler odiaba la escuela y a la vez era el lugar donde más le gustaba estar de los que frecuentaba. Era extraño, sí, pero así era.
Podría decirse que odiaba tener que estar constantemente sentado en un pequeño banco con la mirada al frente y las piernas entumecidas, mientras escuchaba hablar a personas aburridas de cosas aburridas. Por otro lado, la escuela tenía una ventaja como las amistades y lo que uno hace con estas.
Nunca iba a casa después de la hora de salida, solía dar un esquinazo y con moderación dirigirse al salón destinado al ‘Club de Fotografía’, el cual ya no existía. Joey quería reírse cada vez que recordaba como el club desapareció, su pandilla necesitaba un lugar para establecerse y él les consiguió un buen lugar, eso hacía el líder. De todas formas, ese tonto club no tenía de qué quejarse, el sótano apestoso de la escuela servía mejor para revelar fotos.
Ese día fue el primero en llegar al club debido a que se fue antes de clase, sacó la llave y abrió la puerta. Dentro las ventanas estaban oscurecidas y las luces eran rojas, arrojó su mochila por ahí y se tiró en el reñido sofá.
– ¿Otra vez te escapaste? –Tristán entró por la puerta.
– ¿Ya te bañaste?
El rostro de Tristán se puso rojo de enojo y la habitación comenzó a soltar un feo olor agrio que haría salir corriendo a cualquiera, eso o los haría arrodillarse.
–Ya corta el rollo –le respondió amenazadoramente.
–Y tu corta con ese olor, ya sabes que no funciona conmigo –lo miró con aburrimiento desde el sofá.
–Sigo pensando que debes de ir al médico a revisarte, no creo que eso sea normal –Tristán se apoyó contra la pared incómodamente y de repente su aroma cambió a nerviosismo–. ¿Acaso eres… ya sabes, impotente?
Joey lo miró completamente ofendido. – ¡Claro que no, idiota! Además, ya he ido al médico, dice que es psicológico que me reprima a mí mismo y me resista al aroma de los demás. No sé qué hacer con eso. De todas formas, mejor para mí, no quiero tener a un Dom ordenándome cosas.
– ¿Piensas nunca tener sexo? –Joey se elevó de hombros, fingiendo que no le importaba, aunque sí lo hacía–. ¿O piensas en robarle el control al Dom?
– ¿Crees que pueda hacerlo? –preguntó con esperanza.
–La verdad, no –Tristán admitió, y Joey soltó un quejido–. No creo que a ningún Dom le guste renunciar al control o estar con alguien que no obedezca o no sienta nada.
–Ya lo sé, a mí tampoco me gusta –Joey se dio vuelta en el sofá y se dispuso a dormir siesta.
A veces agradecía ser como era, eso le permitía dirigir una pandilla a pesar de ser Sub, pero otras veces sentía que algo estaba mal con él, sabía que lo estaba.
Todavía recordaba el primer año de secundaria; con 13 años todos fueron pasados uno por uno a la enfermería para que les sacaran sangre y esperaron una tortuosa semana los resultados. En esos días, el resultado para Joey era un misterio, su cuerpo no tenía señales aun de ser ni un Dom ni un Sub, así que tener como resultado ser un Sub no lo alteró para nada.
Después de que todos tuvieron sus resultados las clases de sexualidad comenzaron a tornarse serias. Las Dinámicas de cada quién se volvieron importantes, ya no era Joey, ahora cuando conocía a otro niño era ‘Soy Joey Wheeler, soy un Sub’.
¿Y qué era todo eso de las dinámicas? Pues sexo, toneladas de sexo. O eso pensaba él.
Tu dinámica es el poder que tienes en una relación. Los DOMs son aquellos que tienen el deseo de ejercer el control sobre los Subs; quieren castigarlos, quieren elogiarlos, quieren protegerlos y quieren que dependan de ellos. Por el contrario, los SUBs tienen el deseo de ser controlados por Doms; quieren ser castigados, quieren que los cuiden y quieren que los elogien.
Joey es como cualquier sub, solo que no frente a los demás. Durante los primeros años parecía que su desarrollo era normal y entonces se estancó. Sus deseos de Sub se reservaban a la intimidad de su cuarto e imaginación, porque nadie había conseguido encender jamás sus dinámicas. No importaba que tan atractivo fuera el Dom o que tan poderosa era su mirada, a él no le afectaba y parecía que tampoco afectaba a los Dom, se había convertido en una pieza aburrida para ellos. Al parecer era infollable por su falta de olor y obediencia.
Vamos, eso le daba en el ego hasta a alguien como él.
Sabía que la mayoría de las personas pensaba que tomaba Supresores. Muchos Subs los toman para no ser afectados por los Doms, pero se sabe que son peligrosos si se toman el exceso, pueden enviarte directamente a un Estado de Frustración volviéndote susceptible a las llamadas ‘Miradas’ y haciéndote incapaz de resistirse a lo que normalmente podrías ignorar. Además, el Estado de Frustración también puede llevarte a un deterioro físico.
En conclusión, si tu cuerpo quiere satisfacerse, más te vale que lo hagas.
En cuanto a él, no necesitaba supresores, porque nunca sentía deseo o atracción por nadie. Todavía estaba esperando a que apareciera alguien que le moviera el piso, pero ya se estaba rindiendo a complacerse a sí mismo por toda la eternidad.
– ¿A qué hora entras a trabajar hoy? –Tristán preguntó.
–A las cuatro. No será mucho tiempo, el señor Nakamura no tiene muchas cosas que mover esta vez –Joey se sentó otra vez y se desperezó.
–Puedes venir a casa a cenar, si tú quieres –le ofreció–. A mi madre le gusta que vayas.
–Creo que no le va a seguir gustando si sigues bajando tus notas. ¿No se suponía que eras el chico malo inteligente por naturaleza? –Tristán rodó los ojos, aunque sabía que era verdad–. No iré.
–De verdad no hay problema, es mejor estar ahí que en tu casa.
Joey lo miró mal, odiaba que Tristán mencionara la situación en su hogar. Más teniendo en cuenta que en cualquier momento el resto de los miembros de la pandilla vendrían.
–No iré, solo sería una molestia –reafirmó y al ver a Tristán con intención de contradecirle agregó–. Más ahora que tú hermana tiene un hijo.
–Ese mocoso insoportable, ayer ni me dejó dormir –se quejó–. Recuérdame nunca tener hijos. ¿Qué clase de locos son los que tienen esas cosas chillonas?
Joey se carcajeó.
–A mí me gustaría tenerlos… supongo que es natural en mí –admitió en un susurro. Tristán elevó una ceja con sorpresa, pero no le dijo nada. Joey se sintió incómodo por haber admitido una cosa así–. Aunque nunca va a suceder, necesito fornicar para eso.
Se miraron seriamente unos segundos antes de estallar en carcajadas. Joey agradecía poder tener un amigo como Tristán quien, a pesar de ser un Dom, escuchaba atentamente todos sus problemas como Sub y lo incentivaba a buscar información para hallar soluciones. Obviamente había cosas que no entendía, pero trataba, tanto como podía y no lo juzgaba jamás.
A veces pensaba que necesitaba algún amigo Sub con quien comparar experiencias, quien le dijera qué cosas son normales y qué cosas no. Alguien que le ayudara a entender su propio cuerpo y sus propios deseos.
– ¿De qué se están riendo? –un compañero de la pandilla entró fumando un cigarrillo y se tiró en el sofá junto a Joey.
–De nada –dijo Tristán sin más.
–Me contaron que te divertiste acosando a un Sub hoy –mencionó Joey como si nada y enseguida el olor agrio del miedo se sintió, al mirarle Asahi estaba tenso mientras apagaba el cigarrillo en la suela del zapato–. Por supuesto que yo dije que no podía ser verdad, uno de mis chicos jamás haría tal cosa.
El silencio se tornó tenso mientras se miraban uno a otro. Por supuesto que sí Joey fuera un Sub normal, Asahi solo necesitaría darle una Mirada o un Comando mientras sus feromonas inundaban el lugar. Eso dejaría a cualquier Sub de rodillas esperando un elogio, pero a Joey no le hacía ningún efecto. Asahi lo conocía, sabía que era un Sub y que no era afectado por Doms, sabía que Joey le soltaría un izquierdazo si lo intentaba si quiera.
–No es un capricho, él si me atrae hace tiempo –confesó.
– ¿Y no puedes conquistarlo como una persona normal? –lo apoyó Tristán.
–Perdí el control. Perdón, jefe –se disculpó–. Yo quería… quería… verlo arrodillarse ante mí. Tomaré supresores apenas pueda.
Joey quedó satisfecho. En la pandilla nadie era bueno, pero no eran violadores, debían de aprender a controlarse. Tal y como él se había obligado a hacerlo hace tanto tiempo, y ahora, ya no podía volver a prender ese instinto.
Luego del trabajo fue directamente a casa a tratar de descansar, por suerte el señor Nakamura le había dado algo para comer de su tienda además del dinero por ayudarle. Metió la llave en la cerradura para abrir y se dio cuenta de que su padre no la había cerrado. Típico, igual no había nada que pudieran robarle además de un montón de botellas vacías.
Tenía sed así que fue despacio a la cocina tratando de no hacer ruido.
Su padre dormía en el único sofá de una plaza que había, tenía una botella de cerveza acurrucada en su pecho. El televisor estaba prendido en el canal de noticias de última hora, se acercó a apagarlo, no quería tener altas facturas de luz que luego él tendría que pagar.
“Gozaburo Kaiba, el gran empresario de ciudad Domino, fue hallado muerto en su mansión. Todavía la policía no ha dado muchos detalles de este misterioso suceso, pero se ha confirmado que fue empujado a través del ventanal de su oficina y cayó del segundo piso hasta el patio trasero. Al parecer su testamento ha dejado mucho que pensar…”
Al silenciarse el televisor su padre soltó un ronquido que le puso los pelos de punta, pero no despertó. Tomó su agua y se fue directo a la cama, al menos podía asegurar que tenía su espacio y uno que cuidaba con esfuerzo.
Tomó su teléfono y buscó la misma página en internet que estaba leyendo durante la clase de historia. Una psicóloga Dom recomendaba diferenciar la falta de deseo con deseo exigente, le proponía cerrar los ojos y pensar en la clase de Dom con quien quería intimar.
Se acomodó y tal como decía cerró los ojos.
Joey era alto para un Sub, fue una sorpresa incluso para él, nunca conoció a otro Sub tan alto. Así que admitía que el pensamiento de un chico grande le gustaba, alguien que pudiese moverlo, acomodarlo a su gusto sin preguntar. Se imaginó que ese chico le daba una Mirada, con ojos firmes y penetrantes y con voz autoritaria le ordenaba ponerse de rodillas. Joey simplemente caería a sus pies esperando una nueva orden.
Se quitó la remera al sentir calor envolverle. Algo se estaba resbalando fuera de él.
Joey deseaba que lo controlaran, que lo castigaran cada vez que no cumplía una orden. Quería que alguien lo deseara por ser él, a pesar de no tener un olor. Quería a alguien que quisiera cuidarlo porque estaba cansado de pasar tanto tiempo cuidándose a sí mismo y cuidando a los demás.
Joey no era impotente, al parecer su cabeza solo quería a alguien muy particular entre sus piernas para hacerlo sentir bien. Y de verdad esperaba que no se tratase de que solo una Pareja Par pudiese hacerlo sentir así o todo sería más difícil aún.
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Hubo un tiempo en que conocer otros lugares hubiera sido su mejor deseo en la vida, pero cuando lo que quieres lo obtienes a la fuerza ya no es tan interesante. Salir de su casa en Egipto era un sueño, ser arrojado en otra casa en un país completamente diferente era peor que una pesadilla.
–Buscaremos un lugar mejor ahora –Malik le hizo burla a su hermana mayor mientras caminaba de lado a lado de su habitación–. Sí, claro…
Japón era terrible; la gente era muy diferente a lo que estaba acostumbrado y hablaban el idioma más complicado del mundo. Ishizu siempre había sido una mandona sin remedio que necesitaba tener razón sobre los demás para ser feliz, pero nunca creyó que tendría el descaro de obligarle a seguirle para que ella cumpliera sus sueños de fama.
Era tan de Doms hacer eso.
Sus dos hermanos mayores eran Doms y así como se peleaban por tener el control, ambos deseaban ser el centro de atención y acumular logros a través de doradas medallas de lata. Sus padres habían sido igual de orgullos y presumían cada logro que ellos hacían. Mientras tanto, en cuanto a él, esperaban que floreciera como un bonito Sub.
Al menos ahora que estaban muertos, no podían verle fracasar.
Se juró volver a Egipto apenas cumpliera la mayoría de edad, venía jurándose eso mismo desde que puso un pie en este país hacía un año. La emoción de viajar a Japón se fue tan rápido como llegó, una vez que la palabra ‘permanentemente’ salió de los labios de su hermana, el viaje ya no era tan interesante como en un principio.
–Ya nos vamos a dormir. Por favor, termina tu lección y acuéstate –la cabeza de su hermano Odión apareció de la nada en la puerta abierta.
– ¿Ahora no puedo tener privacidad tampoco? –se quejó.
–No durante esta semana –Malik iba a responder cuando su hermano le dirigió una mala cara–. Conseguiste que te expulsaran de la escuela. ¿Acaso esperabas que te fuéramos a festejar?
–Pues sí, a ustedes les encanta festejar logros, ¿por qué no festejamos los míos un poco? –Malik le sonrió a su hermano sabiendo que eso lo haría enojar.
Odión rodó los ojos y apretó el puente de su nariz. –Malik, ya no eres un niño, ya es tiempo de que madures y nos entiendas a tu hermana y a mí.
– ¿Habrá algún momento en que ustedes serán comprensivos conmigo o esto otra vez solo se trata de ustedes? –contraatacó. Su hermano iba a responderle algo cuando lo cortó–. Y no digas que a ustedes realmente les importa, los dos sabemos que es mentira, ahórratelo.
–Algún día lo entenderás –Odión lo miró serio–. Mejor ve directo a la cama, mañana llegarán maestros para que continúes tu educación en casa.
Malik se rio irónicamente. –Supongo que eso fue idea de Ishizu, dudo que fueras tú el que pensó en volver a encerrarme tal como hacían mamá y papá –trató de tocar el nervio de hermano mayor de Odión, él siempre había sido el más fácil de manipular, sabía que tenía debilidad por su hermano menor.
Por un segundo Odión lo miró entristecido y Malik pensó que buscaría un perdón suyo, quizá podría manipularle para que lo dejara libre. Pero entonces la mirada de Odión se tornó firme tomando fuertemente el pomo de la puerta.
–No cambiaremos de opinión, Malik –aseguró–. Yo quería que tú fueras a la escuela como cualquier otro chico, tú fuiste el que forzó la situación. Ya ve a dormir.
Sin darle oportunidad de decir algo más, su hermano cerró la puerta y se marchó a su propia habitación.
Malik tomó uno de los almohadones de su cama y le dio un puñetazo. Odiaba esto, odiaba a sus hermanos y a este país, odiaba a su escuela y seguro odiaría a su próximo profesor. Nunca se había sentido tan incomprendido en su vida.
Con brusquedad abrió el cajón junto a su cama y sacó una caja de pañuelos, la volteó para abrirla por la parte de abajo y de allí sacó un cigarrillo. Sabía que sus hermanos revisaban sin descaro su habitación a fondo cuando no estaba, ellos sencillamente no creían que fuera más o igual de inteligente que ellos, así que debía de pensar muy bien los escondites donde guardaba sus cosas. El paquete de pañuelos solo era uno de sus lugares más creativos, después de todo, sus hermanos no eran tan malos como para negarle que se masturbara y seguro que jamás tocarían esa caja.
Sacó también el encendedor y prendió el cigarro. Fue a la ventana y la abrió, aprovechando lo grande que era se sentó en el alfeizar a fumar, ahora tenía que empezar a ser cuidadoso con el olor a humo.
Una pequeña piedra dio en su cabeza y frunciendo el ceño miró hacia abajo.
– ¿Cómo está el Sub más hermoso de todos?
Malik sonrió al ver a un chico pelinegro en la acera, tenía estacionada una moto negra detrás de él y llevaba un casco en la mano. Desde allí le daba una sonrisa sensual.
Toshi tenía 26 años y trabajaba en un local de tatuajes, fue ahí donde lo conoció, fue el único que le permitió tatuarse la espalda sin el permiso de sus hermanos. Para la última sesión no le cobró y terminaron follando por primera vez sobre la mesa. Era la persona en la que tenía más confianza en toda la ciudad, él le había enseñado todo lo que sabía de Japón y su gente, y alguna que otra cosa más excitante.
El chico se acercó al pequeño muro de la propiedad. La pequeña casa que sus hermanos habían comprado tenía dos pisos de altura y los techos eran bajos, así que lo escuchaba perfectamente desde ahí.
–Escuché que ya no estarás yendo más a la escuela, eso significa que puedes pasarte más tiempo en mi casa, en mi cama –el chico le sonrió lascivamente. Malik le devolvió la sonrisa.
–No lo creo, pasar tanto tiempo en tu casa fue lo que me metió en este lío en primer lugar –se quejó. Apagó el cigarrillo contra la pared exterior–. Me expulsaron por faltas y por encontrarme fumando múltiples veces. Y ya que estamos, tú me metiste en el cigarro también.
–Soy tan mala influencia –la sonrisa en su rostro perpetua demostraba lo orgullo que estaba de poder decir eso.
–Pues sí. Ahora comenzaré a estudiar en casa, me tendrán vigilado así que no podré ir a verte tan seguido.
La sonrisa desapareció del rostro de Toshi poniendo una expresión de disgusto. Así como vino se fue y pronto sonreía de oreja a oreja de nuevo.
–Bueno, entonces será mejor que nos pongamos al día –de la nada sacó una escalera que tenía escondida tras el muro de la propiedad. Malik no sabía si mantener la boca abierta o reírse al verle entrar a la propiedad y colocar la escalera en la pared junto a su ventana–. Dulce damisela, permíteme la entrada a tus aposentos.
Malik observó cómo el chico trepaba peldaño por peldaño hasta estar cara a cara frente a él. Toshi le robó un beso antes de empujarlo dentro de su propia habitación y seguirle el paso.
–Mi hermano está en la habitación de al lado –mencionó en un quejido mientras recibía besos en el cuello.
–No haremos ruido…
Malik se separó, siendo tomado de la quijada por una mano grande que lo obligó a hacer contacto visual. La mirada de Toshi era poderosa, le afectaba más que la de sus hermanos, le hipnotizó enseguida.
Haría cualquier cosa que él le pidiese. Quería que le ordenara algo, quería cumplir sus caprichos.
–Arrodíllate –sin más sus rodillas tocaron el suelo y miró a Toshi desde el suelo con anhelo–. Preséntate…
Sin más sus rodillas se separaron con deseo y sus manos volaron a su camiseta, la cual enseguida retiró por su cabeza. Dejó a la vista su pecho desnudo, y por si eso no era suficiente, trazó con las yemas de sus dedos su estómago hasta llegar a su pezón y pellizcarlo. Su mano libre desprendió su pantalón y bajó ligeramente su ropa interior.
El placer que sentía al ver como Toshi disfrutaba de la pose, le hacía confirmar una vez más para sus adentros que ese era su Comando favorito. Para él no existía la vergüenza cuando se trataba de su cuerpo, le gustaba poder ver en los ojos de alguien más lo deseable que era.
Había nacido para presentarse frente a Doms y enloquecerlos.