El líder de la secta Jiang, Jiang Cheng, era el terror de los casamenteros. No en vano estaba en la lista negra de los que intentaban concertar buenos matrimonios.
Jiang Cheng no era el soltero más codiciado. Ese título lo ostentaba el alfa Zewu-Jun.
Era bien conocido que los omegas realizaban su propia lista de cómo sería su alfa ideal. La lista no era muy compleja y todo giraba en torno a los sentimientos, la apariencia y la dote.
El líder de la secta Jiang no era un alfa sino un OMEGA.
La lista del líder de la secta Jiang era simple pero contundente.
Los requisitos eran los siguientes:
1- Naturalmente hermoso.
2-Obediente.
3-Nivel de cultivo no demasiado alto.
4-Personalidad no demasiado fuerte.
5-Que no hablé demasiado o no hablé muy fuerte.
6-Que no gaste dinero.
Y el punto más importante para este tío omega:
7-Debe tratar bien a Jin Ling.
Jiang Cheng sabía que en cuanto saliera su lista, más de uno se burlaría de sus gustos. Y de hecho, así fue. Los susurros decían:
"Su secta está completamente destruida y este omega es demasiado orgulloso para pedir todo esto".
"¿Quién querría estar con ese líder de secta? Su temperamento es terrible. Pobre niño... Estar bajo la custodia de ese hosco omega."
"Seguro que está tan desesperado por un nudo alfa".
Eso último fue tomado literalmente. Muchos alfas acudieron al Muelle de Loto para concertar un compromiso con Jiang Cheng como si fuera pan comido.
Lo que no esperaban era la furia que poseía el omega.
No se equivocaban. Jiang Cheng tenía un gran temperamento cuando los idiotas intentaban utilizarlo para sus planes egoístas.
Así es como su reputación se extendió por todo el mundo del cultivo.
¿Estaba pidiendo demasiado? ¿Era tan exigente?
¡Bah! Jiang Cheng tenía cosas más importantes que hacer. Necesitaba reconstruir la ciudad donde nació. El lugar por el que su madre luchó hasta el final. El lugar que los discípulos jóvenes y viejos murieron por defender.
Por su memoria.
Jiang Cheng no los defraudaría.
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Pasaron los años y Jiang Cheng se había establecido como un gran líder para su pueblo. Muchos quisieron rebajarlo por su segundo género. Era un omega pero nadie podía doblegarlo. Yunmeng Jiang se había posicionado como una de las primeras sectas con mayor influencia en el Jianghu. Le secundaba la secta Nie y en tercer lugar Gusu Lan. Los otros líderes acudían a él en busca de ayuda y apoyo.
Todavía era un omega soltero e indeseable. O eso decían los rumores establecidos hace unos años.
No se podía decir que Jiang Cheng fuera despreocupado. Tenía sentimientos y emociones como cualquier persona. En los momentos en que generaba su calor todo iba cuesta bajo. Cuando sufría terribles calores, Jiang Cheng llamaba a un alfa para calmar el fuego que consumía su interior.
Pero Jiang Cheng estaba solo.
Solo.
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Cuando se enteró de la verdad sobre su núcleo, algo dentro de él se rompió.
Además... Las palabras de Wei Wuxian fueron tan crueles que Jiang Cheng sintió que la mayor parte de su vida había sido una mentira.
Dejarlo todo en el pasado.
¿Cómo podía decir todo eso? ¿No podía ver el dolor en Jiang Cheng? ¿No veía el cansancio? ¿El tormento que cargaba sobre sus hombros?
No. Wei Wuxian nunca supo lo que realmente sentía. Siempre se dejó llevar por la superficialidad de Jiang Cheng. Lamentablemente sólo veía lo que todos los demás veían...
Sandu Shengshou.
Un omega defectuoso.
Temperamental, con nada más que ira y odio en su corazón.
Jiang Cheng aceptó las palabras de Wei Wuxian.
―Está bien. Dejemos esto en el pasado. A partir de ahora... Tú y yo ya no estamos conectados por ningún tipo de familiaridad o deber.
―A-Chen-¡Jiang Cheng!
―Señor Wei. Esto es un adiós.
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Se enteró de que Zewu-Jun había decidido aislarse del mundo.
Reclusión.
Jiang Cheng deseaba también elegir esa opción, pero su sobrino necesitaba su ayuda. Estaba en un nido de serpientes y Jin Ling necesita liderar la secta que le fue heredada.
Jiang Cheng leyó nuevamente la carta del gran maestro Lan.
Lo sentía mucho por Zewu-Jun.
Realmente lo sentía.
Escribió sus buenos deseos al gran maestro y la carta fue recibida por Gusu Lan esa misma tarde.
Estaba seguro de que todos habían hecho lo mismo. Después de todo, Lan Xichen era el gran Zewu-Jun.
Todos le tenían en gran estima.
Jiang Cheng miró su bandeja de cartas.
Grandes revelaciones ocurrieron en tierras de Yunmeng.
El desenlace final de Jin Guangyao ocurrió en tierras de Yunmeng.
¿Alguien había preguntado si Jiang Cheng estaba bien?
¿Alguien le había mandado sus buenos deseos? ¿Alguna preocupación?
Su bandeja de cartas estaba vacío.
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Jiang Cheng siguió con su vida como siempre lo había hecho.
Pasaron tres años.
Y Jin Ling estaba listo para convertirse en el líder de la secta Jin.
La ceremonia de coronación sería en unos días y Jiang Cheng invitó a todos los líderes de secta.
Cuando recibió la carta de Gusu Lan se sorprendió de que la carta no fuera de Lan Qiren sino del propio Zewu-Jun.
Había aceptado la invitación. Y este evento sería de nuevo su presentación en sociedad.
Jiang Cheng le escribió brevemente:
Bienvenido. Mis saludos a Zewu-Jun. Espero que se encuentre bien y será un honor verle en la ceremonia.
Al día siguiente, Jiang Cheng recibió una respuesta en agradecimiento. Zewu-Jun le pidió que su interacción no fuera tan formal.
"Hemos pasado por muchas situaciones que han cambiado nuestras vidas. El líder de la secta Jiang no tiene que ser tan estricto con el protocolo".
Jiang Cheng puso los ojos en blanco y le devolvió una respuesta:
"Entonces puedes llamarme Jiang Wanyin y yo te llamaré Lan Xichen"
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Se acercaba el día de la ceremonia y a Jiang Cheng sentía un constante dolor de cabeza. Sabía que se estaba esforzando demasiado, pero necesitaba confirmar la presencia de los invitados y también comprobar el trabajo de su propia secta.
Llegó un punto en que el dolor era tan insoportable que Jiang Cheng sintió náuseas.
¿Había comido algo más que té?
¿Tenía el tiempo para sentarse y descansar? No.
Su sanador llegó por la tarde. Sintió su pulso, el Qi que fluía por sus meridianos.
―Está muy cansado.
―Lo sé―gruñó.― ¿algo más?
―Sí. Líder de secta... Tus calores, ¿cómo los llevas?
Jiang Cheng intentó abrir los ojos. Pero sólo pudo entrecerrar los ojos.
Gruñó.
―No tan bien como me gustaría.
―Es un señal, me temo.
―¿Qué pasa? Dilo directamente, Jiang Li.
El sanador asintió.
―Sus calores se han estancado. Los supresores ya no hacen efecto y dentro de unos meses no funcionarán.
Jiang Cheng suspiró.
―¿Cuánto tiempo me queda? ¿Hay alguna otra solución?
El sanador Jiang Li hizo cálculos.
―No mucho. Dos o tres calores... O tal vez el próximo. La vida que lleva está acelerando las cosas. Le diría que se tomara las cosas con más calma, pero creo que sería inútil.
Jiang Cheng sonrió de lado.
―Ya me conoces. Pero todavía no me has contestado, ¿Hay alguna solución?
―Lo hay. Pero no sé si le gustará escucharlo.
―Sigue. Sin formalidades.
―Debo decirte que tus sofocos empeorarán. Y podrían durar una semana o dos. Lo mejor es...
―¿Qué?
―Que pienses en buscar una pareja.
Jiang Cheng cerró los ojos y gimió.
Esto no podía estar pasándole a él.