-¡¡¡ARTERIN!!! ¡¡¡ARTERIN, POR FAVOR!!! ¡¡¡NECESITO VERTE!!!-
Los mortales, siempre son engañosos.
-¡¡¡ARTERIN!!! ¡¡¡PERDÓNAME!!! ¡¡¡NO QUISE OFENDERTE!!! ¡¡¡YO…!!!-
Son unos mentirosos, no se puede confiar en ellos…
Creen que por ser fuertes pueden actuar engreídos, obligando a los demás hacer su voluntad.
-¡¡¡FUE TU CUMPLA!!! ¡¡¡ERES TAN BELLA, QUE NECESITABA INTENTARLO!!!-
Culpando a los demás de sus terrible actos…
Bueno, yo no voy a perdonar tales faltas de respeto.
-¡¡¡ARTERIIIIIIIIIN!!! ¿Qué…?-
Todos merecen un castigo…
-No, no… ¡¡¡UN ESCORPIÓN!!! ¡¡¡HAAAAAAAA…!!!-
Aquel escorpión de color cerúleo, se encuentra aun con el aguijón perforando la planta del pie, de aquel hombre griego, que por el rápido dolor e invasión del veneno, no puede seguir su búsqueda
El veneno del escorpio, va irrigándose en el torrente sanguino, siendo tan rápido su efecto, que no puede dar un paso más, mucho menos seguir en pie.
El escorpión se había alejado de él pie, pero la muerte lentamente sigue invadiendo el cuerpo mortal.
-Necesito… Aahrr… Irme… Debo…- Intenta arrastrarse, pero no puede hacer ya nada, el veneno va inmovilizándolo rápidamente, como si petrificara sus nervios y músculos. –No, no quiero morir así… Sería una burla, como el poderoso cazador que soy…-
-No eres un cazador digno-
-¿Eh?- Al levantar su vista, puedo divisar la figura femenina y hermosa de la diosa de la caza, la cual lo mira con deprecio -¡¡¡ARTERIN!!! ¡¡¡POR FAVOR… GRRR… AYÚDAME…!!!- Su suplica rápido invade sus labios, mira con desesperación y cierta alegría.
Pero la inmortal, solo le dedica un enorme desprecio –Oristy, Debes pagar por tus terribles pecados- Su mirada estoica solo observa al hombre moribundo, al cual jamás ayudaría.
Suda frio, el dolor lo vuelve incapaz de seguir hablando correctamente, pero quiere intenta una súplica más –Arterin, Diosa Arterin, por favor… Se lo ruego… Perdóneme por mi falta de respeto…- Su voz de a poco se va quebrado, mientras un vomito se sangre sale de su boca, manchando su rostro, cuello y la tierra misma -Por ofenderla, por intentar hacerle daño… Yo…-
-¡¡¡SILENCIO!!!- Aquella voz que inflige terror a los humanos, provoca que tiemble el simple hombre, que poco a poco su visión se va haciendo borrosa, las últimas etapas antes de morir.
Su boca se seca de a poco, su sistema nervio comienza a fallar, pero aun escucha y Arterin le hace saber todo los actos atroces que ha hecho.
-No solo intentas violarme y fallar en el intento, sino que también atacaste a una de mis seguidoras de la manera más atroz posible, arrancándole su virtud virginal y dejándola con una terrible carga. La Diosa tiene conocimiento de aquel horrible acto, cometido contra sus servidoras, que lamentablemente no pudo proteger, pero si vengarse por esta maldad.
-No… Kh, khh… Kkh… No… Ella...- Intenta hablar, pero la voz ya no le sale.
-No solo tienes eso en tu listado de pecados, también te autoproclamabas como un gran cazador virtuoso, insolenté mortal, ese título jamás te corresponderá- Dedica estas palabras, mirándolo entre la maleza, viendo como se estremece y da su último aliento entre lágrimas, quien intenta estirar su mano, antes de que su corazón se detenga y ya nada lo haga levantarse.
La Diosa, simplemente ve a ese infeliz dando el último suspiro, no demuestra mayor sentimiento o emoción que alivio y paz.
Aquel escorpión de color cerúleo, se acerca a la joven Diosa, a lo cual ella solo dedica unas palabras –Hiciste un buen trabajo, gracias- Le reconoce su labor -¿Existe algo que desees?- Cuando los Dioses son agradecidos, conceden algún favor a quienes le son fieles y de buen corazón.
El escorpión, no puede hablar, pero si mirarla y asentir bajando su cabeza, lo cual ella entiende.
-No puedo hacer mucho contra las maldiciones que mi padre Zega ha hecho a un mortal, pero puedo hacer algo…- Su rostro se suaviza ante el pequeño animalito.
Su mano la posa sobre el escorpión, liberando un poco de su poder divino sobre él, para que poco a poco, al retirar la mano un tono rojizo brillante envuelve al pequeño, y lentamente la figura se va haciendo más grande, y en un momento, cuando aquel toque divino hace su efecto, deja ver a un joven hombre mortal, agitado, confuso pero aliviado.
Poseyendo unos ojos color azul verdoso, cabellos cerúleos semi ondulado, piel ligeramente tostada, con una musculatura bien marcada en su cuerpo, sin embargo y lamentablemente no todo es de humano. Del final de la columna vertebral una cola de escorpión se hace presente siendo del mismo tono del cabello del hombre, al igual que en la espalda, brazos y piernas, la piel se ha endurecido asemejando a un exoesqueleto.
Se mira una vez más su cuerpo y aunque es tan diferente ahora, esta conforme por volver a ser él.
Mira sus manos temblorosas, con una leve sonrisa, quedándose de rodillas, pues sus piernas no tienen tantas fuerzas, como antes.
-Es todo lo que puedo hacer… Aunque, sé que eso no es lo que tu corazón anhela- Arterin mira al hombre, que si bien, se encuentra desnudo, ella no le da ningún tipo de interés o vergüenza, no le interesa en lo más mínimo.
-Gracias…- Habla bajo, sin ser capaz de verla a la cara, no quiere ser grosero a ver una divinidad de frente, y menos que sus partes nobles la ofendan.
-Príncipe Milo, ¿Qué es lo que realmente deseas cumplir?- Le pregunta de manera regia, imperturbable y calmada.
El joven mortal, solo suspira, recodando brevemente como fue que se volvió un escorpión, apretando sus labios y puños, sintiendo que duele un poco su cuerpo, por la dureza de su piel y a la vez que se siente extremadamente pesado.
Pero eso no le importa mucho más, sabe muy bien lo único que quiere en su vida, que desea tener de nuevo, aquello que el Dios del trueno le robo.
-Por favor, le suplico Diosa Arterin, solo concédame… Ir al Olimpo para volver a ver… A alguien muy importante…- Su cabeza baja, posicionando su frente en el piso, para no verse imprudente y su suplica sea escuchada.
La joven Diosa cazadora, parece comprender lo que desea, no es difícil adivinar a lo que se refiere, después de todo, logra ver el corazón de ciertos humanos devotos a ella.
-Bien, se te concederá, pero... No pienso ayudarte más allá de tu deseo, según lo que vea- Lo deja en claro, no se involucrara de más en problemas mortales con otros dioses al momento.
Asiente, sonríe disimuladamente, sintiendo un toque de paz y anhelo por quien volverá a ver -Comprendo, y le aseguro… Que no provocaré ningún problema para usted- Su cuerpo tiembla, posee tantos sentimientos encontrados.
Había pasado tanto tiempo, que temía que a pesar de volver a ser él, podría suscitar que quien busca, ya no este, pero no perderá la esperanza, lo único que le queda.
Pidió un milagro y lo tiene ahora, para poder volver a ver a su amado prometido, a quien su corazón necesita volver a tener cerca.
Susurra, en un momento en que Arterin se da la vuelta, para conducirlo hacia el Olimpo –Voy por ti, Ganímus… Lo juro…- Con lentitud y pesadez se intenta poner de pie, para seguir a la divina mujer, mientras se cubrirse con algunas ramas y hojas su entrepierna.
Esperanzado, levanta la mirada hacia la luna que alumbra el camino, con un gran deseo de una vez más ver a quien aún ama con tal fervor.