Miré el reloj de pared y entorné los ojos tratando de calcular qué hora era ya que no tenía el teléfono en mis manos.
Estaba sentado frente al director del Instituto central mientras lo veía revisar unos documentos (reportes) que la escuela había enviado sobre mi. El único sonido era el tic tac del reloj y las hojas que reacomodaba el director, una y otra vez. El resto era silencio.
Dejó unos papeles sobre el escritorio que nos separaba y, luego, como si no le convenciera lo que estaba leyendo, soltó un bufido nasal. Mi mirada se desvió hacia su rostro. Intenté acallar los gritos internos que amenazaban con asustarme, pero fue casi en vano. Quería exigirle que hablara de una buena vez, que me diera indicios de algo, que me explicara por qué razón me habían llamado de urgencia —hace una hora— y por qué me tenía allí sentado en un silencio tortuoso que apuntaba a darme un estreñimiento.
—Bien. —Soltó de repente y yo me sobresalté. Al fin abriría la bocota después de tanto rodeo.
Tensé el trasero y me sujeté a la silla. Era todo oídos.
—Tienes prohibida la entrada al Instituto Central, Cristopher. Tu comportamiento, por lo que se lee aquí —señaló el documento sobre el escritorio —está empeorando, y así no puedes ofrecer nada aquí. Lo lamento —terminó con una sonrisa en línea recta, sin una pizca de gracia ni de lástima.
Yo me quedé mudo.
—¿Alguna pregunta?
—¿Q-qué..?
—Que si tienes alguna pregunta. Eso. Ah, creo que hay exámenes que puedes hacer si sigues interesado en el Instituto de aquí a unos meses. Consultalo en tu escuela.
Por si me seguía interesando, ¿acaso no sabía que entrar al instituto era lo que más deseaba? Imbécil. Lo único en lo que había pensado los últimos tres años. Sabía lo que pensaba: que yo era como uno de esos tantos aspirantes que se anotaban a estudiar y luego dejaban de asistir sin aviso previo. Un irresponsable. Y si lo era, en todos los aspectos de mi vida, ¡pero este caso era la excepción!
Haría que se retractara de sus palabras.
Solo era cuestión de tiempo.
Salí del trance cuando el director habló nuevamente:
—¿Puedes irte? Tengo cosas que hacer. —me invitó a irme, señalando la puerta.
Hijo de perra.
Me senté en la acera mientras fingía esperar el autobús. En realidad estaba haciendo tiempo para volver a casa y demorar más. No quería decirle a mi mamá lo sucedido. No quería que saliera con un “¿ves que tenía razón?”. No quería que me cerrara la boca por estúpido. Simplemente necesitaba tiempo y aclarar mi mente.
Apoyé la espalda contra la pared y suspiré. Saqué el móvil del bolsillo de mi sudadera y tecleé. Abrí WhatsApp y le di al contacto de Matt.
No me lo vas a creer, estoy en el Instituto. Bueno, afuera del Instituto.
Envié el mensaje y esperé. Eché la cabeza hacia atrás y observé el cielo, las nubes. Ya estaba atardeciendo y el frío entraba por debajo de mi ropa. Cambios de temperatura abruptos, típicos de esta ciudad.
Revisé la hora fingiendo que era eso lo que me preocupaba cuando en realidad estaba ansioso esperando el mensaje de Matt, mi mejor amigo. Si no se lo contaba a él primero no se lo contaba a nadie más. Era el primero en enterarse de todo y era feliz con eso. Me entendía y no me juzgaba nunca, al contrario de mi. Yo no tenía problema en incluso prejuzgar si era posible.
El móvil vibró en mi mano y rápidamente deslicé la pantalla.
Matt
Te escucho.O te leo. Como quieras.
Inhalé hondo, exhalé y escribí:
Me sacaron del Instituto. No puedo seguir cursando hasta que no mejore mi conducta y las notas de la escuela
Matt
¿Es en serio?
Si. ¡Y sí, sé que me lo advertiste! y que no quise escuchar, pero como sea. No puedo decírselo a mi mamá aún, no puedo. No me da la cara. Por eso sigo aquí en la calle. No quiero llegar a casa. No todavía
Miré como los coches pasaban, mientras mi cabeza daba vueltas en el mismo asunto. Nunca creí que llegarían a este extremo.
Fingiré demencia. Daré un par de vueltas, compraré papitas y cuando tenga el valor de volver, me encerraré en mi cuarto a comer y… luego veré.
Matt
¿En qué parte estás? Estoy a unas cuadras
Le envié mi ubicación. Guardé el móvil y me encogí de hombros por el frío. La capucha no hacia mucho trabajo. Si hubiese mirado el pronóstico me hubiese traído bufanda o guantes. Miré una vez más el cielo; ya estaba tornándose de un azul más oscuro. Volví a mirar la hora: 19:25. Miré hacia los dos lados moviéndome en el lugar.
Matt
Voy. Llevo papas. ¿Comemos en el parque?
Siii. ¡Pero apúrate que muero de frío! >:|
Matt
Bien. Mientras prepara las palabras que le vas a decir a tu madre, si no quieres una patada
y un castigo de esos que sabe dar. Espérame ahí. Y no te preocupes, te acompañaré a tu casa y te ayudaré a hablar con tu mamá. No sé hasta donde funcione pero veremos qué onda.
Ensayé mentalmente: “Lo siento mamá, tenías razón cuando dijiste que mi mala conducta en la escuela me sería un impedimento para entrar al Instituto Central. Pero no tuviste razón al decir que jamás entraría porque si voy a entrar, no importa como, lo importante es el fin. Y todo medio justifica mis fines”
Sonreí y luego imaginé la cara de mi mamá al decirle que sería capaz de hacer lo que sea con tal de entrar. Quizá no era tan buena idea.
—Que va, inventaré algo mejor. —me relamí los labios — Si tan solo me cayera alguna ayuda del cielo. Algo. Alguien.
Espero que puedan decirme que les pareció <3