La luna llenaba el cielo con su luz plateada, iluminando los restos de una ciudad que alguna vez fue bulliciosa. Las sombras danzaban entre los escombros, creando figuras que parecían cobrar vida. Shinji Ikari, sentado en lo alto de lo que había sido un edificio de oficinas, observaba el horizonte, su mente atrapada en recuerdos que no le pertenecían del todo.
Desde hacía semanas, las visiones de Trowa Barton lo atormentaban cada noche. Era un joven apuesto, con ojos verdes como esmeraldas y un aire de misterio que lo envolvía. En sus sueños, Trowa pilotaba un EVA, luchando contra enemigos que parecían salidos de sus peores pesadillas. Pero más allá de las batallas y el caos, había una conexión entre ellos, una atracción que Shinji no podía ignorar.
Una noche, mientras la brisa fresca le acariciaba el rostro, Shinji se quedó dormido. En el mundo de los sueños, Trowa apareció como siempre, su figura esbelta recortada contra un cielo lleno de estrellas.
—¿Por qué me persigues? —preguntó Shinji, su voz era como un susurro entre la calma del sueño.
Trowa lo miró con intensidad, sus ojos estaban brillando con un fuego interno.
—No soy solo un sueño, Shinji. —La voz de Trowa era profunda y resonante, llenando el espacio entre ellos con gran energía—. Te necesito.
Shinji pronto sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—¿Necesitarme? Pero ¿Quién eres realmente?
—Soy parte de tu pasado, de la guerra que olvidaste —respondió Trowa, su mirada fija en los ojos de Shinji, como si estuviera tratando de atravesar su alma.
Despertó de golpe, el corazón latiéndole con fuerza. La imagen de Trowa seguía presente, como un eco en su mente.
Los días pasaron, y la realidad de su mundo postapocalíptico se hacía más dura. La vida era una lucha constante por sobrevivir. Sin embargo, las noches eran un refugio, un escape a la conexión que había encontrado en sus sueños.
Una tarde, mientras buscaba suministros en un antiguo supermercado, se encontró con un grupo de sobrevivientes. Entre ellos, una figura familiar se destacó. Era un joven, de cabello castaño y ojos verdes que le recorrieron el cuerpo con curiosidad.
—¿Te encuentras bien? —preguntó el joven, acercándose a él con una sonrisa.
—Sí, solo... —Shinji titubeó, incapaz de articular una respuesta clara. Era como si el tiempo se hubiera detenido.
—Soy Trowa —dijo el chico, extendiendo una mano amistosa.
Shinji sintió que el aire se le escapaba.
—No puede ser... —murmuró, mirándolo fijamente.
Trowa se rió, una risa suave y contagiosa que resonó en el aire.
—¿Es tan sorprendente?
—Es que... yo te he estado viendo en mis sueños. —Shinji se sintió expuesto, como si hubiera compartido un secreto demasiado íntimo.
Trowa frunció el ceño, su mirada se tornó seria en un instante.
—Los sueños a veces son más reales de lo que pensamos.
Shinji lo miró, sintiendo en ese momento una conexión que iba más allá de lo que las palabras podían expresar.
—¿Por qué estás aquí?
—Buscando a quienes puedan ayudarme. Hay más de lo que parece en este mundo.
La conversación fluyó entre ellos, en cada palabra construyeron un puente que los unía más. Mientras hablaban, el sonido de pasos resonó en el suelo de concreto, y un grupo de hombres armados apareció en la entrada del supermercado.
—¡Rápido! —gritó uno de ellos, apuntando con su arma— ¡Nadie se mueva!
La tensión llenó el aire. Trowa y Shinji intercambiaron miradas.
—No podemos quedarnos aquí —dijo Trowa, su voz era baja pero firme.
Shinji asintió, el miedo agitándole el pecho.
—¿Qué hacemos?
—Sígueme —ordenó Trowa, tomando la mano de Shinji y arrastrándolo hacia la parte trasera del supermercado.
Corrieron juntos, el sonido de sus pasos resonando en medio del caos. Shinji sentía la adrenalina fluir por sus venas, y al mismo tiempo, la calidez de la mano de Trowa entrelazándose con la suya.
—¿Por qué me has traído aquí? —preguntó Shinji, su respiración estaba entrecortada.
—Porque creo que juntos podemos hacer algo. La guerra no ha terminado, y necesitamos luchar.
Finalmente, lograron escapar y se encontraron en un callejón oscuro. La luna brillaba arriba, y la calma del lugar contrastaba con la tensión que habían dejado atrás.
—No puedo creer que estés aquí, de verdad —dijo Shinji, aún incrédulo. Trowa sonrió.
—Y no pienso irme.
El corazón de Shinji latió con fuerza al escuchar esas palabras.
—Entonces ¿Qué haremos?
—Primero, necesitas aprender a luchar. —Trowa se acercó más, con sus ojos fijos en los de Shinji— Y segundo, quiero que confíes en mí.
Shinji sintió el peso de esas palabras, aunque él siempre evitó pelear, hubo algo en la presencia de Trowa que le dio valor.
—Confío en ti —la sinceridad resonó en su voz, y en ese instante, supo que no estaba solo.
Con el tiempo y tras numerosas como feroces batallas, se convirtieron en un equipo formidable. La confianza se volvió un hilo invisible que los unía en medio del caos. Las noches se llenaron de risas, y las batallas se convirtieron en su forma de vida.
Un día, mientras entrenaban en un viejo campo de batalla, Trowa se detuvo y miró a Shinji con seriedad.
—¿Alguna vez has pensado en lo que hay más allá de esto?
—Siempre —respondió Shinji, sintiendo que la verdad de su vida se manifestaba en esas solemnes palabras.
—Y si te dijera que hay un lugar donde podemos ser libres, donde esta guerra no nos alcance... —Trowa se acercó, casi susurrando.
Shinji sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, un sonrojo en sus mejillas también.
—¿De verdad existe un lugar así?
—Sí. Pero hay que luchar por ello.
Sus miradas se encontraron, y en ese momento, el mundo exterior desapareció por completo.
—Prométeme que no te irás nunca —dijo Shinji, con la voz quebrándose.
—Te prometo que no te dejaré solo —Trowa tomó su mano, y Shinji sintió que la conexión se profundizaba mucho más.
La angustia de la guerra seguía presente, pero juntos fueron más fuertes. Con cada victoria, su amor se fortalecía y crecía, convirtiéndose en el impulso que los llevaba hacia el futuro brillante que siempre buscaron.
Sin embargo, la guerra no perdona.
Un día, mientras se enfrentaban a un grupo enemigo, Trowa fue herido gravemente.
La escena se volvió un torbellino de caos y ruido, el sonido de disparos resonaba en el aire.
—¡Trowa! —gritó Shinji, corriendo hacia él mientras el mundo se desmoronaba a su alrededor.
Trowa estaba en el suelo, su rostro pálido y su respiración entrecortada.
—No, no, no... —Shinji se arrodilló a su lado, el terror apoderándose de él.
—Shinji... —Trowa sonrió débilmente, como si el dolor no existiera—. Esto no es el final.
—No me dejes, por favor. —Las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de Shinji mientras sostenía la débil mano de Trowa, la calidez desvaneciéndose lentamente.
—Siempre estaré contigo... en tus sueños. —La voz de Trowa se desvaneció, y sus ojos se cerraron para siempre.
Shinji sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor, un grito desgarrador escapó de su garganta.
—¡No! ¡Despierta!
La desesperación lo envolvió, y con ella, la determinación. Supo que no podía ni debía rendirse.
Días después, mientras luchaba contra el enemigo, Shinji recordó la promesa que se habían hecho. Lucharían por un futuro juntos, y eso le dio la fuerza que necesitaba más seguir adelante.
La batalla fue intensa, pero al final, Shinji salió victorioso. La guerra había dejado cicatrices profundas, pero su amor por Trowa se convirtió en su luz eterna, que lo guiaba cada día.
Al caer la noche, se sentó en la cima de una colina, mirando las hermosas estrellas que brillaban en el basto cielo. En su corazón, sentía la presencia de Trowa, como si nunca se hubiera ido de su lado.
—Te prometí que no estaría solo —murmuró, sintiendo la brisa acariciar su rostro.
Y aunque el dolor de la pérdida lo acompañaría siempre, también sabía que en cada sueño, Trowa estaría allí, luchando a su lado, recordándole que el amor puede trascender incluso las barreras de lo eterno.