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Remastering: Drama and romance of a furry flea

Capítulo 1

El alba apenas despegaba sus pestañas sobre Ikebukuro, y la ciudad —esa criatura insomne con alma de pandillero y corazón de neón— ya rugía con la intensidad de un adolescente con exceso de cafeína y traumas sin procesar.


Un grito desgarró el aire, afilado como bisturí sin anestesia, seguido del estrépito de algo —o alguien— que desafiaba con entusiasmo suicida las leyes de la física, la paciencia humana y el reglamento de tránsito.


—Te doy nueve puntos por la ejecución —tecleó Celty con su habitual calma espectral. La pantalla de su celular brillaba con la tibia luz del amanecer—. Y cinco por control emocional.


La estela de caos que dejaba tras de sí el proyectil humano, anteriormente conocido como jefe de los Blue Squares, era casi una obra de arte contemporáneo: una motocicleta vencida como héroe griego, una reja doblada como cucharita en manos de mentalista barato, y lo más trágico de todo, el eco inconfundible de una dignidad implosionando en cámara lenta.


Shinra emergió de su escondite, ajustándose los lentes con teatralidad quirúrgica. Se acercó al cuerpo con el entusiasmo clínico de quien encuentra drama humano antes del desayuno.


—Gracias por volar con Aerolíneas Heiwajima Shizuo —anunció con solemnidad fingida, como si narrara un documental—. Les recordamos que su vuelo no cubre reclamaciones de equipaje, ni orgullo. —


El cuerpo aún cálido, pero dramáticamente inerte, de Ran Kozuke emitió un gemido gutural. Era el sonido de un alma cuestionando sus decisiones de vida. Y también de costillas pidiendo licencia médica.


Celty, desde su moto, escribió:


—¿Está vivo? —


Shinra, alzando un pulgar que no sabía si era optimismo o inconsciencia:


—¡Vivo, sí! ¿Estable? Bueno… depende de qué tan estable consideres a alguien que pensó que podía despedir a Shizuo y vivir para contarlo. —


Celty dibujó una carita de calavera con un moño. Interpretación libre: se lo buscó


Ante todo este circo Shizuo simplemente dio media vuelta y se fue a casa. Durante el camino se lamentaba de lo ocurrido, ¿cuántas veces iban ya? Al menos unas doce, calculó. Aunque conociendo su temperamento y la falta de memoria de los que lo rodeaban, podría ser la vigésima. Y eso solo contando los vuelos no autorizados provocados por despidos o comentarios sobre su chaleco.


Caminaba con los hombros encogidos, cigarro en mano y expresión de quien ha perdido no una batalla, sino la esperanza de dejar de pelear.


—Idiota —murmuró para sí, sin saber si se refería a Ran, a él mismo, o a los dioses japoneses del caos urbano.


A unas calles de su apartamento, el silencio de la madrugada era apenas interrumpido por el murmullo distante del tren Yamanote y el latido de su propia vergüenza. Era en momentos como este, cuando la adrenalina se disolvía, que llegaban los pensamientos más peligrosos. No de violencia, sino de ternura mal manejada.


Al llegar al edificio, se encontró con un sobre pegado a su puerta. Su nombre garabateado a mano, con tinta roja. Otro aviso de embargue. Estrujo el papel y lo guardó en su bolsillo. A estas alturas vendería su alma si fuera necesario con tal de tener un trabajo.


—Ya llegué— anunció con tanta resignación que por poco se le cae el cigarrillo de entre sus labios


—Bienvenido, hermano— la voz de Kasuka funciona como un pequeño bálsamo en su alma o lo era hasta que —Acabo de colgar con el abogado de Ran Kozuke.


Todo color desapareció del semblante del pelirrubio, ahora entendía como se sentían los pobres cristianos cada que, sin querer, mandaba una nevera volando a su dirección.


 —Dice que no demandarán ni presentarán cargos —


Al oír esto parte del alma de Shizuo regreso a su cuerpo no sin antes adjudicar un peso extra a su conciencia. Seguramente Kasuka tubo que intervenir en esto, otra vez.


—Iré a dar una vuelta — gruñó, rumbo a la puerta como quien huye de sí mismo


—Hermano —la voz lo detuvo desde el umbral, con esa mezcla entre calma zen y amenaza pasiva-agresiva tan propia de Kasuka—. No olvides comprar leche, los víveres de la lista, y más pudin. Me comí el último.


     Shizuo soltó una risa seca, un suspiro y un "tch" tan pequeño que casi se lo traga el viento. Cerró la puerta tras de sí con la misma energía con la que se cierra un capítulo que inevitablemente volverá a repetirse.


 


Epílogo breve: La tragedia del pasillo cinco


 


Temo decir que en el supermercado no le fue mucho mejor. Buscaba el pudin con la devoción de un samurái en penitencia, cuando el destino decidió asestarle otro golpe —literal— en la cabeza.


 


En el tablón de anuncios, clavado con una tachuela roja como una gota de sangre, alguien había dejado esto:


 


SE SOLICITA: Asistente de medio tiempo


Preferentemente joven, bien parecido, extremadamente fuerte.


Alto rendimiento (no importa si es de carácter explosivo).


La paga es inmediata.


Comida y alojamiento incluidos.


Presentarse en: XX-XXX-XXXX


 


Shizuo leyó. Parpadeó. Releyó. Luego estrelló la frente contra la pared más cercana. Dos veces. Por si acaso.


 


El pudin ya no importaba.

Notas finales:

Esta es una remasterización con más estilo, más caos y más trauma que antes.
A los lectores nuevos: bienvenidos al desastre.
A los veteranos: ustedes se lo buscaron.
Actualizaciones (casi) regulares.
No se aceptan demandas emocionales.


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