Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Andante por Leonore Thompson

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Fic dedicado a Anako Chan, por su incondicional apoyo, su sinceridad y los ánimos que me ha dado para continuar con esta historia.

Silencio.
Las paredes de la iglesia rogaban por silencio y sobre todos los asistentes había caído un manto de solemnidad. El negro riguroso le brindaba algo de gracia a un estado que no lo permitía, pero todos los presentes, individual y voluntariamente, habían optado por la misma actitud: no llorar.
Eran familiares no vecinos, pero integrantes de una familia de personas orgullosas que veían en las lágrimas un símbolo de flaqueza que sólo se le podía permitir a los familiares cercanos del fallecido. O, tal vez no lloraban porque, cada uno , en cierto grado de profundidad, poseía un misticismo que los impulsaba a creer en que la muerte era la forma más efectiva de acercarse a Dios —aunque no estuviesen seguros de la redención, el perdón del pecado, y su existencia.
Itou Keita los consideraba los funerales un calvario porque, sencillamente, él era de la idea de que todo tenía que decirse y demostrarse porque, después de la muerte, todo era tarde. Y no sólo era la perdida de un ser querido lo que lo afectaba profundamente, sino que también era el hecho de que tenía que fingir ser poseedor de una fuerza que en realidad no tenia.
Trató de alejar los pensamientos deprimentes, los recuerdos dolorosos y olvidar que estaban reunidos por su prima, que el sacerdote oraba por ella; pero no lo logró. Todo se arremolinaba en su mente.
Cerró los ojos para tranquilizarse, y apretó fuerte sus puños sobre la tela del pantalón negro.
“Pronto todo acabara”, pensaba una y otra vez.
Pero el ocifio parecía alargarse a propósito,
Una cálida mano se posó sobre su puño derecho, repentinamente, haciéndolo abrir los ojos y mirar a la persona sentada junto a él.
Era su madre, tranquila, de perfil, con la espalda recta y la mirada en alto, con el pelo recogido en un peinado tirante, alto y enrollado sobre la nuca. El parecido entre ella y su hijo era innegable, así como el profundo vínculo de amor y comprensión que los unía.
Itou Keita sonrió aliviado, al contemplar un dejo de dulzura en su mirada aparentemente fría. No, en ningún momento había sido fría: ella lo entendía desde la distancia, en silencio. No eran necesarias las palabras para que comprendiera sus sentimientos y fingir era de hipócritas.
— También me duele, hijo, pero se fuerte. Ya todo esta por terminar.
Lo dijo bajito, casi en un susurro, como para no molestar a nadie, o para no ser oída por los demás.
Pero en estos momentos poco importaba.
Miró a su lado, donde su pequeña prima, la hermana de esa chica suicida que un día había aparecido colgada en su cuarto, sollozaba en silencio, recostada sobre el regazo de su madre, quien la confortaba con caricias sobre la cabeza, mientras que su padre lo hacia sobre su espalda, con la mirada tristemente enternecido.
No era amor lo que le demostraban, eran remordimientos.
— No mires, o todo te será más difícil de soportar.
El muchacho bajó la mirada avergonzado.
— Lo sé.
— Todo pasara;. ya verás.
Y por primera vez en todo el oficio, ella se volteó hacia él, sonriente y dulce como una aparición.
— Ya todo terminó —dijo, aliviada.
El estudiante de la Bell Liberty Academy miró a los presentes, quienes se comenzaron a poner de pie silenciosamente, e hizo el ademán de imitarlos, pero su madre lo tomó de la manga de su terno cuando se había medio incorporado.
— Creo que será mejor esperar a que la mayoría salga.
Keita obedeció y se sentó, contemplando un grupo de hombres que se dirigían hacia el ataúd, para tomarlo por las astas de bronce que sobresalían de la superficie de ébano.
Cuando todo estuvo algo despejado, se retiraron y salieron de la iglesia, para reunirse con el padre de Keita, quien le daba la mano a una pequeña vestida de negro.
Era otoño y afuera soplaba un leve viento que agitaba las hojas secas, haciéndolas danzar unos pocos centímetros sobre el suelo. Los arboles estaban desnudos y unos cuantos ofrecían los frutos de la estación .
La pequeña sonrió al ver a su hermano y se soltó de la mano de su progenitor para esperar Itou Keita al comienzo de la escalinata de mármol, sosteniéndose con una mano enguantada el ala de su sombrero ─demasiado elegante e inadecuado para una niña de seis años─ y, en la otra, un bouquet de Geranios oscuros y zinnias.
Como respuesta, el muchacho de cabello castaño sonrió tristemente al recordar el significado de estos dos tipos de flores (1)
— Espero que te hayas divertido…
Meiko se aburría con facilidad y, como toda hermana menor, quería toda la atención del papá para ella, de modo que cuando el funeral se le habia tornado muy tedioso, había pedido salir a tomar aire, pero no la habían dejado salir sola y su padre la acompañó, no muy contento por lo que estaban haciendo.
— Si —ella extendió su mano para mostrarle a su hermano el bouquet, sin dejar de sostenerse el sombrero—. Papá me lo compro. Pienso dejárselo a Meiko como disculpa por haberme ido.
Keita trató de sonreír, consiguiendo sólo la caricatura de lo que en otra ocasión hubiera sido una sonrisa abierta y espontánea.
— Entiendo… —dijo suavemente.

Se paseaba de un lado a otro de la habitación sin saber qué decir o como reaccionar. Es más, por primera vez en mucho tiempo tenía la extraña y desagradable impresión de que no sabia que pensar de una persona.
Es cierto que Itou Keita no era una persona muy comunicativa, en cuanto a saber exteriorizar sus sentimientos para canalizarlos de la forma más sana para mitigar el dolor y no angustiarse innecesariamente, y también era correcto decir que él no era la persona más adecuada para exigir una completa sinceridad a una persona, en el sentido de que él también había ocultado su estatus de director de la academia a sus amigos, y a una persona tan importante para él como Itou Keita.
Pero, en cierta medida, se sentía traicionado por él, en el sentido de que había ocultado la muerte de una prima con la excusa de «una reunión familiar». Y si, el funeral de un ser querido era una especie de reunión familiar, pero si hubiera sabido que en esa reunión se regalaría té verde y dinero gastado (2), se hubiera ofrecido acompañarlo, aunque hubiese sido visto como «colado»
— Tranquilo —Saionji Kaoru, de pie junto a la ventana, con los brazos cruzados y la mirada vagamente interesado en el enfermizo comportamiento de Endo Kazuki, aunque también ligeramente entretenido. ¿Así que Itou Keita era el único capaz de hacerle perder la tranquilidad a alguien como Kazuki? Tendría que empezar a darle más merito—. Si no te lo dijo, tendrá sus motivos. Tampoco el chico tiene que ser un diario y ventilar sus sentimientos.
Kazuki se detuvo y lo miró en silencio. Saionji dedujo que no había sido muy inteligente en esta oportunidad, así que fijó su mirada en el cielo, empañado de nubes grises. Afuera, un viento suave comenzó a soplar.
— Supongo que tienes razón —dijo finalmente el director de la Bell Liberty Academy, dando un hondo suspiro que al otro chico le parecio de resignación y pesar.
Kazuki metió la mano dentro del bolsillo de su chaqueta y sacó su teléfono celular, el cual abrió. Marcó con el dedo pulgar los dígitos del numero de Itou Keita, pero dudó al momento de presionar el botón «send», de modo que se quedó mirando la pequeña pantalla con los números marcados.
¿En estos momentos, acaso, no era mejor dejarlo con su familia y hablar con él cuando regresara a la Academia? A fin de cuentas, pese a que se conocían hace un buen tiempo, eso no quería decir que se tuvieran que meter en la vida privada del otro; de hecho, Keita había mostrado un gran respeto a la vida familiar de Kazuki y jamás había pedido muchas explicaciones al respecto, y mucho menos le había reprochado sus ausencias.
Era justo, por lo tanto, dejarle el mismo espacio, aunque no olvidaría el hecho de que él le había mentido.
Porque una mentira a medias, era una mentira, tal vez pequeña, pero una mentira a fin de cuentas.

Itou Keita siempre había sido un niño obediente, tal vez algo distraído y atolondrado, pero sus padres no podían quejarse de que los había desobedecido muy seguido… y sin olvidar las infinitas disculpas que les había pedido en esas extrañas ocasiones, debido a las malas jugadas que le hacía pasar la tiránica consciencia que lo atormentaba con las penas del infierno si hacía el más mínimo gesto de desagrado.
Por eso había aceptado llevarse a su hermana del cementerio cuando se había puesto a hacer preguntas que en otra oportunidad y ocaciónhubieran sido perdonadas por los adultos por considerar natural en una niña preguntar. Pero en un funeral, era mejor guardar silencio y solucionar las dudas en la casa.
— ¿Crees que estén enojados conmigo, hermano? —preguntó ella, de repente. Se aferraba a la mano de su hermano mayor, quien le transmitía tranquilidad y confianza, de modo que ese era el estado en el que ella se encontraba.
— No lo creo — dijo Itou, mirándola y sonriéndole dulcemente—. ¿Por que deberían estarlo?
— Porque hablé más de la cuenta.
— Ya se les pasará. Dentro de dos horas, ellos se habrán olvidado de lo ocurrido.
Meiko se quedó en silencio, fjando su mirada en la punta de sus zapatos de zuela dura y hebilla, Finalmente, le preguntó a su hermano:
— ¿Que haremos en estas dos horas?
Itou reflexionó un rato, mordiéndose la uña de la mano derecha, que era con la cual no estaba sosteniendo a Meiko.
— ¿Te parece si vamos a un café? Conozco uno donde hay unos pasteles que son verdaderamente deliciosos.

Nakajima Hideaki frunció el ceño mientras tecleaba incesantemente. Si no hubiese sido un segundo más lento, habría conseguido hackear el registro de la tesorería. Comenzó a sentir ganas de estrangular a la persona más cercana cuando imaginó el rostro tranquilo de Shichijou Omi, sonriendo ampliamente al frustrar otro intento de Hideaki.
Volvió a fruncir el entrecejo cuando sintió que Niwa, detrás de él, reventaba un globo de goma de mascar. Si, era genial molestarlo y tratar de franquear el limite existente entre su escasa paciencia y la envidiable puntería que poseía para lanzar estilográficos. La última vez había errado por unos escasos centímetros, pero si Niwa se empeñaba en mascar ese chicle como si fuera un crio de primaria… Nakajima, encantado, lo dejaría tuerto.
— Deja de hacer eso —murmuró Hideaki, sombriamente.
— ¿Que? —preguntó el rey, sentado a sus anchas sobre el sillón—. Ah —exclamó cínicamente—¿hablas de esto? —hizo un globo Rosado y lo reventó, tan sólo para fastidiar a Nakajima.
Un lápiz estilográfico se clavó a un costado de su cara.
Niwa tragó saliva… llevándose con ella el chicle.
En esta oportunidad había sido con alevosía, con toda la mala leche y mala intención de dejarlo tuerto.
— Si, hablaba de eso—contestó Nakajima, sentado delante del ordenador, dándole la espalda.

Esperaba a su hermana a la salida del baño de damas, con el rostro sonrojado. En lo personal, el prefería que las mujeres se enfadaran ante el hecho de que un hombre estuviese haciendo guardia a la salida del servicio, y no que se lo tomaran como parte de una humorada o sorprendente y divertido.
Siempre había odiado ser el centro de burla, y, esta tarde, al parecer lo estaba haciendo con ganas.
Sólo que, en esta oportunidad, el esfuerzo era nulo, porque ponerse de pie no era gran cosa.
Finalmente, la puerta se abrió y Meiko salió, sonriente.
— ¿Te lavaste las manos? —preguntó el hermano mayor, automáticamente.
Meiko se quedó unos instante en silencio, arrastrando un «este», lo cual hizo que su hermano mayor se cruzara de brazos y la mirara haciendo una parodia de la actitud que su madre tomaba cuando estaba a punto de reprender a alguno de ellos dos.
— Pues entra y hazlo.
Meiko dio media vuelta y entró con los brazos caídos, fingiéndose derrotada. Sabia que muy pocos hermanos se tomaban el tiempo de jugar con los más pequeños de la familia, así que lo aprovecharía al máximo, siguiéndole la corriente del juego y tratando de apoderarse la mayor parte de su atención.

Naruse Yukihiko suspiró hondamente.
Estaba sentado en la cafetería de la Academia, con los codos apoyados sobre la superficie de la mesa y las manos entrelazadas bajo su mentón. Frente a él había una taza de café a medio consumir y un pedazo de pastel cubierto de crema de frambuesa, que apenas había sido tocado.
Sabia que a Keita le encantaban las frambuesas y que, de no haberse tenido que ausentar tan repentinamente, en estos momentos él habría aceptado venir a pasar un rato con el capitan del club de tenis, para comerse el pedazo de pastel que ahora no le apetecía al rubio.
De hecho, Naruse lo había pedido porque pensó que así sentiría a Keita más cerca de él, pero terminó haciéndole sentir mucho más su ausencia y, en cierta forma, llegar a experimentar algo cercano al odio contra la prima de su adorado novato. ¿Como era posible que alguien actuara de una manera tan egoísta y le hiciera pasar un mal rato a su familia, y en especial a una persona tan cálida, amable y amigable como Keita? Tal vez él estaba siendo egoísta al pensar en el rato que hubieran pasado juntos, si este desagradable incidente no se hubiera presentado, pero...
Se puso de pie repentinamente. Esta mezcla de sentimientos no le gustaba, y mucho menos el sentirse tan abatido.
Decidido a que tenía que distraerse en algo, se dirigió a los camerinos, dispuesto a cambiarse de ropa para practicar saques. A nadie le gustaba sentirse triste, y Naruse no era la excepción.

Se habían enterado de la muerte de su prima tan sólo porque Hideaki habia tenido la suficiente desconfianza como para averiguar el destino de Keita y algo de su vida familia... Desconfianza que, obviamente, se había originado debido a lo repentino del viaje y el nerviosismo del novato al momento de dar las explicaciones sobre su ausencia, y, si bien Kazuki había creído, Hideaki había sospechado ─y con razón─ que algo no iba bien ─y de paso, que ese “algo” era algo grave.Sin embargo, nunca se había imaginado la verdad, y mucho menos que el asunto duraría como secreto un par de horas. Es cierto que había sido descuidado al contarle a ese pelirrojo revoltoso que se la pasaba sobre su bicicleta, y es cierto también que Taki Shunsuke era de los que se encargaban de que “los demás guardaran el secreto por ti”, pero algo de discreción, por parte suya, no habría sido malo. De echo, Hideaki recién en ese momento comenzó a sentir algo parecido al remordimiento, pero eso le duró sólo hasta que vió a Omi en el pasillo; instante en el que Keita dejó de ocupar gran parte de sus pensamientos y su atención, para ser reemplazado por Omi. Sin embargo, mientras Keita ocupaba su mente en el buen sentido de la palabra ─despertándole incluso un sentimiento casi cercano a la ternura, aunque sin concretarse en ello ─, Omi, sencillamente, le hacia recurrir a una torcida y sádica imaginación que le hacia máquinar la forma más inhumana de eliminar a un rival.
─ Hola ─lo saludó el de cabello gris─. ¿Como te encuentras?
Hideaki frunció el ceño.
─ Bien
Omi no era tan estúpido como algunos pensaban, de modo que decidió desviar el tema, debido a que se habia dado cuenta del dejo de hostilidad y rencor en la, aparentemente, queda voz de Hideaki.
─ Keita ya regresó.
Involuntariamente, Hideaki dejó ver su impresión en un leve alzamiento de cejas, pero rápidamente hizo que su semblante pareciera indiferente ante toda noticia repentina.
No le funcionó con Omi, quien aumentó la amplitud de su sonrisa, haciendo que su rival informático comenzara a considerar como válida la idea de “hacerlo desaparecer en extrañas y misteriosas circunstancias”.
─¿Acaso no volvía mañana?
─ Creo que supusimos mal. Al parecer, no es un chico muy apegado a su familia.
─ Entiendo ─dijo Hideaki fríamente.
Y se fue caminando por el pasillo rumbo a su habitación, mientras el encargado de los registros de tesoreria obserba a Hideaki
Omi observó la hora en su reloj de pulcera.
Diez y media de la noche.
El tiempo pasaba muy rápido cuando no se tenia nada que hacer.

Había algo de renuncia en su piel y algo de abandono en su actuar, pero Kazuni no podia descifrar que era lo que ─en esta oportunidad─ atormentaba a Keita. Era cierto que la muerte de un familiar no era fácil de superar, pero algo le decia al director de la Bell Liberty Academy que el problema de Keita era algo que lo involucraba tanto a él como al novato.Kazuki deslizó sus labios sobre aquel cuello suave y claro que él consideraba casi de su propiedad, y los dirigió hacia el oido derecho de Keita.
─ ¿Hay algo que te preocupa?─le susurró.
Las manos del alumno de primer año se cerraron sobre el cabello de Kazuni, repentinamente, comunicándole miedo y sobresalto.
─No.
“Mientes, Keita. Nuevamente me estas mintiendo”, pensó Kazuni tristemente, y se separó de él.
La habitación estaba medianamente oscura pero privada, y Keita se quedó sentado al borde de la cama ─aquel lugar que hace tiempo Kazuni le había enseñado que no sólo se usaba para dormir, como decia la canción (3)─, silencioso, con la camiza desabrochada, la respiración entrecortada. Sus manos estaban sobre sus piernas entreabiertas y, desde la altura, Kazuni podia distinguir la mirada gacha de Keita.
─Creo que es mejor continuar en otro momento─dijo Kazuni, ya caminando hacia la puerta─. No olvides cerrarla con llave─añadió, ahora de pie bajo el marco, con la mano cerrada sobre la manija.
El muchacho no contestó y, si Kazuki le deseo las buenas noches, no se percató. Su mente estaba en otro lugar y sólo se dio cuenta de la ausencia de su amante cuando la puerta se cerró con un ruido suave y seco.
Su mente estaba encargándose de reflexionar la idea de que nunca había amado a Endo Kazuni. Osea, en un comienzo lo había amado y deseado, y ahora, tristemente, se daba cuenta que el sentimiento por él se estaba enfriando.
Tal vez, incluso, su supuesto amor había sido algo que él se había autoimpuesto, como forma de agradecerle a Kazuki las atenciones que le había dado, y las veces en que lo había ayudado desde las sombrar, en la época en que su calidad de director no se conocía entre su grupo de amigos cercano.
Se cubrió el rostro con las manos, y movió las cabeza de un lado a otro, violentamente. No, no habia que pensar en ello. Tenia que estar seguro de sus sentimientos porque, de lo contrario, estaría engañándose asimismo y a Kazuni, a quién estimaba realmente.

Notas finales: (1) En el lenguaje de las flores, el «geranio oscuro» significa «melancolia», mientras que la « zinnia» significa «recuerdo de los amigos aurentes »
(2) En los funerales japoneses, es común dar billetes usados, arrugados y viejos. Esto indica que uno no estaba preparado para esa muerte, no sabía que iba a suceder y no podía haberlo organizado todo. A si mismo, la entrega de té verde es un acto tradicional en funerales y otros servicios fúnebres japoneses.
(3) Alusion a la canción “Me enseñaste” de Ricardo Arjona.

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).