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Enfermero por un día por barbychan

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Notas del fanfic:

Esta historia fue escrita en honor al aniversario del grupo origin_eyaoies, el reto era hacerlo en 1000 palabras, aunque la verdad me pase un poquito ^^U

De todos modos, va con mucho cariño para los del grupo y para Connor, Misa, Fer, porsupuesto que para Ayesha, para Remmy Levistratus, Asagi yami, Dulce, Al, Nyky y a los que lo lean y dejen comentarios ^^

Notas del capitulo: Esta historia fue escrita en honor al aniversario del grupo origin_eyaoies, el reto era hacerlo en 1000 palabras, aunque la verdad me pase un poquito ^^U

De todos modos, va con mucho cariño para los del grupo y para Connor, Misa, Fer, porsupuesto que para Ayesha, para Remmy Levistratus, Asagi yami, Dulce, Al, Nyky y a los que lo lean y dejen comentarios ^^

Enfermero por un día

 

-1-

 

Armando Ramos era un chico común, que estudiaba la escuela media y adoraba el deporte, iba a clases de jazz desde hacía un año, concretamente porque su mejor amigo también iba a dichas clases de danza, lo que ya no era tan común sin embargo era que cuando Armando y Darío, su mejor amigo regresaban juntos a casa o se encontraban por casualidad, el corazón de Armando latía desbocado, como si se le fuese a salir del pecho.

 

-2-

 

En cuanto el rubio y corto cabello de Darío era mecido a penas por una ráfaga de viento, divisó a la distancia que Armando, con su negro y rizado cabello atado en una coleta bajaba del bus.

 

Ambos chicos eran bastante distintos entre si, el cuerpo de Darío era más atlético que el de Armando, al igual que sus facciones y rasgos eran más masculinos, los ojos del rubio eran azules y los del pelinegro eran mieles, si distintos, pero por eso se complementaban.

 

-Armando, luces pálido, espero que no te hayas desvelado de nuevo.

 

-Conoces la respuesta Darío y te puedo jurar que estoy bien, además hoy no me dormí en clases- con su desfachatez habitual, el pelinegro le guiño un ojo a su mejor amigo.

 

-Es un auténtico alivio escuchar eso- fue la sarcástica respuesta del rubio, quien se adelantó a tocar el timbre del edificio donde estaba situada la academia de  baile a la que asistían.

 

-3-

 

Se encontraban a media clase, concretamente en los ejercicios de calentamientos, el lugar era bastante caluroso y todos se tenían el rostro y cuerpo cubiertos de sudor.

 

En medio del salón de danza, Armando jadeaba por el esfuerzo, no era que no estuviese habituado, todo lo contrario, se esforzaba por mantener su cuerpo en forma, pero el exceso de actividad física y la falta de sueño habían hecho que se enfermara, no se lo había dicho a Darío para que no se molestase con él, porque para ser sólo su mejor amigo era muy sobreprotector con el pelinegro, aunque claro, eso a Armando le encantaba.

 

Todo sucedió muy rápido, el pelinegro cayó desplomado al suelo y se habría lastimado seriamente si no fuera porque su eterno guardián estaba junto a él, Darío tomó en brazos al chico de ojos color miel y lo llevó a la salita de recepción de la academia, a esperar que su cuerpo se enfriara o por lo menos para ponerle su chamarra y salir con él, rumbo a su propia casa, ambos chicos vivían solos, en departamentos cercanos, por lo que el quedarse a dormir en casa de su amigo no supondría problemas o reprimendas para Armando, bueno, eso si no contamos la reprimenda que le daría su mejor amigo a penas le viese despertar, pues ya le había pedido que no se sobre esforzara y el pelinegro había hecho todo lo contrario.

 

-4-

 

Una hora después, Armand despertó en un cuarto que le era conocido… el cuarto de Darío.

 

El sonido de la puerta al abrirse sobre saltó a Armando, sabiendo que se llevaría una buena reprimenda por ir a bailar estando enfermo.

 

-Armando… no vuelvas a preocuparme así… si algo te pasara yo…

 

-Perdona, no lo volveré a hacer, en serio estoy bien, creo que puedo irme ya a mi departamento.

 

No era que Armando fuese un mal agradecido, pero no le gustaba causarle problemas a su amigo.

 

-Tú no te mueves de este lugar y menos de esa cama- el tono de voz de Darío era imperioso, el rubio caminó hacia la cama y se abalanzó sobre su indefenso amigo, mas no fue violento con él, todo lo contrario, se recostó sobre él y le atrajo en un beso que él mismo sabía que su adorado Armando deseaba, se lo decían sus ojos cada vez que se miraban, Darío amaba a Armando, pero se había terminado de dar cuenta cuando le vio a punto de lastimarse por exigirse demasiado.

 

-¿Da… Darío que?- fue todo lo que Armando logró decir antes de que sus labios fuesen reclamados en lo que si bien no era el primer beso de su vida, si era el primer beso que se daba con un chico.

 

-Te amo y no quiero que maltrates ese bello cuerpo tuyo- fueron las palabras del rubio una vez que dejó libre la boca del pelinegro, sólo para dedicarse a la placentera tarea de probar con la lengua el tibio cuello de Armand, quien se estremeció bajo el toque del chico que le ponía los sentidos de cabeza.

 

La exploración del cuerpo de Armando, por parte de Darío continuó, le desnudó con algo de prisa, lamiendo y acariciando cada trozo de piel que iba descubriendo, lo que ocasionaba que el indefenso y de momento débil pelinegro temblara de placer.

 

Una mano del rubio se dirigió hacia uno de los pezones de su amante, comenzando a acariciarlo y pellizcarlo, arrancando grititos de placer que lograban escapar de los labios firmemente cerrados de Armando.

 

La boca del ojiazul también estaba ocupada, con el otro pezón, lamiendo y mordiendo, al tiempo que su mano viajaba más al sur, concretamente a la entrepierna del pelinegro, donde comenzó un suave masaje, antes de tomar la ya notable erección del chico de ojos miel y comenzar a masturbarle con un ritmo vertiginoso.

 

Justo cuando Armando pensó que se derramaría, la mano de Darío presionó la base de su miembro, logrando evitar el orgasmo, lo que arrancó un grito de frustración por parte del pelinegro.

 

Mas pronto fue acallado por la boca de su amante, quien le besó con lujuriosa pasión, sacando un tubito de lubricante de debajo de la almohada de la cama, lo destapo y humedeció dos dedos en él, introduciéndolos luego en la estrecha y hasta ese momento virgen entrada de su amado Armando.

 

Nuevos gemidos llenaron la habitación, a pesar de que la boca del pelinegro estaba siendo aprisionada por la de su rubio amado, quien volvió a masturbarle ardientemente.

 

El ojiazul movía sus dedos en círculos, para dilatar prontamente la entrada de su amante, abriéndolos luego en forma de tijeras para estirarle aún más.

 

Tras un par de minutos de tortuosa preparación, Darío sacó sus dedos de dentro de Armando, dirigiendo su ansiosa erección hacia el estrecho túnel.

 

La penetración fue lenta y cuidadosa, pero la falta de experiencia causo que fuese algo dolorosa para el pelinegro, que aguantó lo mejor que pudo el dolor y agradeció con un suspiro cuando su amante estuvo por completo dentro de él y le dejó habituarse, pues sabía que de haberse empezado a mover en seguida le habría lastimado, pero su amado Darío evitaría por todos los medio hacer algo que lastimase a Armando.

 

En cuanto el cuerpo del de ojos miel se habituó a la intrusión, su amante comenzó a moverse, lentamente al inicio, pero conforme sus cuerpos lo iban pidiendo, el ritmo y la profundidad de las penetraciones fue aumentando, Darío llevó de nuevo una de sus manos al miembro de su amante, masturbándole al ritmo de sus acometidas, hasta quedar los dos sumidos en un mar de placer que los elevaba más allá de lo que hubiesen imaginado.

 

Porque un orgasmo es eso, una sensación irrepetible, en distintas intensidades, y es imposible saber lo que se siente a menos que se haya experimentado.

 

Ambos llegaron al clímax al mismo tiempo, el pelinegro manchando la mano de su amante así como las sábanas y sus vientres, mientras que el rubio se derramó dentro de su amado, llenándole con su tibia semilla.

 

Tras el orgasmo, ambos se miraron y fueron a darse una ducha, ya cambiarían luego las sábanas. En la regadera se amaron de nuevo, repitiéndose una y otra vez cuánto se amaban y el tiempo que llevaban enamorados que era más o menos desde que se conocían.

 

-5-

 

-A fin de cuentas sirvió de algo que me desmayara en clases de jazz- dijo un sonriente y adormilado Armando, acurrucado sobre el pecho de su amado Darío.

 

-Pero no me gusta la idea de que te descuides, lo sabes bien.

 

-Perdona cielo, prometo cuidarme más de ahora en adelante, pero no me puedes negar que eso de ser mi “enfermero” te ha gustado.

 

-Si esto- dijo señalando una marquita roja en el cuello de Armando- lo hicieran todos los enfermeros, jamás te dejaría ir a un hospital.

 

-Mmm acabamos de decidir estar juntos y ya empiezas con celos.

 

-Déjame terminar, no te dejaría ir a un hospital a menos de que yo fuese tu enfermero particular.

 

-Ya lo fuiste, por un día.

 

-Si, tu enfermero por un día y tu amante por el resto de tu vida.

 

Ambos chicos sellaron dicho pacto con un beso, quedándose dormidos al poco rato, seguros de que les auguraba un futuro prometedor, mientras estuviesen juntos.

   

~Fin~


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