La luz de la ciudad iluminaba las calles, un edificio de cristal, varios pisos. Una habitación exquisita, una joven semi desnuda en la cama miraba a su prometida ida sentada en la ventana.
Imágenes, recuerdos, anhelos, miles de sensaciones, sentimientos se repetían una y otra vez, en la mente y el cuerpo de aquella joven que miraba perdida la luz de la luna ante sus ojos.
‘Esa noche… También era luna llena’ sonrió amargamente Alex, evocando la primera vez que estuvo en mis brazos, la hice mía, borre miles de besos falsos de su cuerpo, miles de manos recorrerla solo por sexo. Le mostré lo que era ser querida, amada, no solo ser deseada.
‘Querida mía, baja de allí y ven a la cama… Es bastante tarde, el clima esta frió puedes resfriarte’ Sintió las manos de su prometida rodearla lentamente los hombros. Se giro a mirarla profundamente, analizando, recordando como conoció a la joven que desde hacia par de años, se había convertido en algo mas que una amante.
Dos años atrás Paris Francia
La lluvia caía inclemente, con fuerza, relámpagos iluminaban las calles bañadas en sombras. Una joven caminaba perdida, ahogada en llanto, sin rumbo, ebria, con una botella de licor en mano, parecía un alma errante.
Sintió un golpe fuerte que la arrojo al suelo mareada, la botella se partió, lacerando gravemente la mano que la sostenía, se quejo profundamente, sintiendo ardor, y el dolor de una herida.
‘Perdóname, no te vi venir… ¿Te encuentras bien?’ Una joven que no distinguía, estaba muy tomada y comenzaba a sentir nauseas.
‘Que animal eres…’ Fue la respuesta de Alex, visiblemente ebria, intentando levantarse.
‘Creo que necesitas ayuda, estas herida’ Nathasha evito que la joven cayera al suelo, preocupada trato de sostener la mano de Alex.
‘¡Déjame! Puedo cuidarme sola…’ Grito seguidamente empujando a la joven para intentar de nuevo levantarse.
‘Te cuidaras sola estando sobria, mientras te vienes conmigo, hay que curar esa mano’ Hablo con voz fuerte Nathasha levantando con fuerza a la joven del suelo. La subió al coche sin darle tiempo a nada, y la llevo a su casa.
‘¡Que me dejes! ¡Maldita loca, me estas haciendo daño!’ Gritaba Alexandra intentando soltarse de Nathasha, quien la llevaba cargada al hombro como saco de papas.
‘Deja de lloriquear y patalear, te lastimaras mas esa mano’ fue la simple respuesta de la joven riendo divertida al abrir el portón de la mansión donde vivía.
‘Trae a la habitación el kit de primeros auxilios, y mi maletín de suturas’ Ordeno a una joven que vestía un uniforme de sirvienta, miraba visiblemente sorprendida como su jefa subía las escaleras con Alex gritando groserías enfadada.
Tiro a la joven en la cama, entrando al baño contiguo a lavarse las manos. Un mareo se apodero de Alex con violencia, nauseas, el mundo le giraba con fuerza.
‘Voy a vomitar…’ Dijo torpemente intentando levantarse, Nathasha la sostuvo llevándola al baño, la ayudo a desahogar su cuerpo del malestar que lo acosaba. Una vez boto toda porquería alojada, le quito la ropa, duchándola de prisa, la envolvió en una toalla de baño, Alex no podía sostenerse, estaba casi desmayada, demasiado alcohol para su cuerpo.
‘Vamos a tratar esa mano, estarás bien, no te haré daño’ Le sonrió afablemente a Alex recostándola en la cama.
Nathasha reviso con delicadeza la herida, se hizo cargo de limpiarla, no hizo falta suturarla, la vendo, aplico un ungüento. Se giro al ver que Alex ya no maldecía, para verla profundamente dormida. Se veía tan distinta, tan frágil, perdida. Sintió una corriente eléctrica recorrer su cuerpo, una ternura, unas ganas de saber que pasaba y como ayudarla.
Busco en la chaqueta de piel que llevaba la joven puesta: Alexandra Olivera. Leyó en voz baja al encontrar la identificación en uno de los bolsillos.
‘¿Olivera? Esta chica es la hija de la socia de mi padre… No es posible’ Meditaba mientras abrigaba a la joven quitándole la toalla, tenia un cuerpo divino, bien formado, se sintió tentada. Un calor la recorrió entera, la cubrió con calma, besándola en la frente. Cuidaría de ella hasta que despertara.
Alex despertó visiblemente turbada, la resaca de tanto alcohol, no seria una niñada. Miro a su alrededor desconcertada, no recordaba claramente donde estaba, sintió una punzada de dolor en la mano, y se alarmo un poco al ver que desnuda estaba.
‘No te asustes, no te sucederá nada ¿Cómo te encuentras?’ Entraba a la estancia Nathasha con un poco de comida, y ropa limpia.
‘¡Desgraciada! ¿Qué me has hecho?’Miro a la joven enfadada, cubriéndose con la sabana.
‘Debería haberte violado, y dejado tirada desnuda, sangrando, y en tu propio vomito en la calle. Pero te traje aquí y así me pagas’ Nathasha perdió la paciencia.
‘Tienes ropa limpia, comida, allí esta el baño… Eres libre de irte cuando quieras’ Hablo visiblemente enfadada, colocando la bandeja de la comida y la ropa, en la mesita de noche junto a la cama donde Alex la miraba ahora avergonzada.
‘Perdóname… He sido muy grosera, gracias por ayudarme, ya recuerdo lo que paso anoche’ Casi en un susurro hablo Alex, con la mirada baja, perdida en la sabana, evocando poco a poco lo que la noche anterior había pasado.
‘La vida se me hizo pedazos por la lujuria y el sexo… solo en el alcohol y la nada me pierdo, y me encuentro…’ Pronuncio amargamente la joven con lágrimas en los ojos.
‘La lujuria, el sexo, el amor, el miedo… son sentimientos, sensaciones, experiencias, anhelos, incluso divagaciones… El alcohol te hará mas daño, te ciega a la verdad, y a ese paso terminaras de una forma desgraciada. Afronta tus actos, deja atrás el pasado, y mira al frente… es lo único que puedo decirte, lo demás será una decisión que tomaras con el tiempo’ Pronuncio Nathasha saliendo del lugar.
Alex sintió una puntada en el pecho, esa desconocida tenía razón ¿Quién era esa joven que la ayudaba de esa manera? La recogió en la calle, evito que se matara, porque esas eran las intensiones que tenia.
Meses después de ese día, se convirtió en su amiga, luego su amante, para ser hoy en día, el nuevo amor de su vida.
De regreso al hotel…
‘Alex… ¿Mi vida en que piensas?’ Rodeo con los brazos a su prometida.
‘Recordando como la vida, el destino, esos tragos… Te trajeron a mi vida’ Beso gentilmente sus manos.
‘Esa noche fue la mas loca de mi vida, quien lo diría…’ sonreía la joven ante el gesto de su novia.
‘Necesito tu ayuda, no puedo quedarme con esto…’ Se giro Alexandra para mirarla profundamente a los ojos.
‘Me asusta esa mirada…’ Los ojos azules miraban fijamente a los grisáceos que tenia en frente.
‘Quizás sea egoísta, injusta, una desgraciada… Pero me duele inmensamente recordar esos besos, esas caricias, y saber que solo fueron venganza’ Explicaba pausadamente mirando los ojos de Nathasha.
‘La quiero destruida, llorando… Que de mi dependa su ultimo aliento, su vida, sus anhelos…’ La mirada de Alexandra era una mezcla de odio, dolor, sentimientos oscuros afloraban desde el alma.
‘Que sienta como se le va la vida, como lo sentí yo por amarla, y desearla… Michiru Kaio es tan culpable como ella, así que no solo Teno’u morirá en ese duelo, también su niñita mar, su diosa del agua, juntos mar y viento’ Una sonrisa macabra se apodero de los labios de la joven, imaginando como terminarían a su favor las cosas.
‘¿Serás tu quien lleve el volante del segundo auto? ¿O me dejaras sola en el encuentro?’ Pregunto seguidamente a su prometida, atravesándola al mirarla.
‘Sabes que no te dejare sola… Te prometí no hacerlo, y aunque se que quizás seamos nosotras parte de esas victimas, dejarte sola, seria quitarme la vida. Tu auto llega mañana ¿Mañana entonces en la montaña cristal termina este infierno?’ Acariciaba el rostro de Alex con una mirada llena de tristeza, su prometida estaba cegada por el odio, la venganza, en el fondo sabia que aunque quisiera no la detendría.
Alexandra asentó con un movimiento de cabeza, besando con ternura y pasión los labios de su cómplice, sellando el pacto, el deseo, tenia todo planeado, cada curva, una emboscada, un choque, una muerte.
Mientras besaba a su prometida, evoco el pasado: Haruka le había enseñado a domar el volante como ella lo hacia en la pista de carreras, a oír las ráfagas de viento, a unirse a el, y usarlo como su aliado y su amante en las carreras.
-¿Quién lo diría? Me enseño cada movimiento, cada gesto, cada técnica de manejar el coche, sin saber que ahora lo usaría, para verla destrozarse en mis manos. – Pensó para si la joven, llevando a su amada a la cama, necesitaba tomarla, olvidar entre caricias, gemidos y besos, los labios de la mujer que dentro de poco, se convertiría en su pasado, su condena, la muerte en sus manos que terminaría de abrirle las puertas al mismo infierno.
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