La utopía de madrugada y la muerte de la mariposa.
Era una noche de aquellas frías, el incipiente fresco de invierno y unas hojas secas como muestra de otoño. Corría una gélida madrugada de marzo y las manos se entumían resguardas en los bolsillos de la ropa, mirando con rostros enrojecidos y ojos soñadores se encontraban aquel par de amigos, desafiando las crueles temperaturas de la naturaleza, bajo el portal silencioso sentados y muy juntos.
- Te comenté alguna vez que cuando era un niño soñaba con ser mariposa?- preguntó un de los jóvenes con una sonrisa divertida y la mente perdida y turbada por los efectos ya gastados del alcohol antes consumido. El otro respondió con una carcajada y un pequeño golpe en el hombro.
- ¿Y eso? ¿Porqué?- preguntó aun entre risas - Creo que les tengo envidia, debe ser por esa sutileza que tanto las caracteriza, o por lo libre, o su torpe forma de volar, o quizás por que tengo curiosidad en probar el polen de flores, o tal vez por lo efímeras que son sus vidas... Me gustaría que la mía se acabara así, de improviso, luego de todo un día de haberme posado de pétalo en pétalo... sí, creo que es eso, las envidio-
- Oh! Vamos no creo que te quieras morir así como así, recién con 18 años, te queda tanto por lo que vivir!... Además creo que las alas no te quedarían.-
- Je, tienes razón aún me queda... - Comentó lo último con desgana el más joven, dejando caer su cabeza en las piernas ateridas de su compañero, y recibiendo como compensación unas suaves caricias en los cabellos rizados. Una brisa soplaba tímida y el silencio se guarecía entre sus ojos.
- Que tal si te hago una propuesta? Mañana podrás ser mariposa, pero esta noche te quedas conmigo- Comentó el mayor mirando con decisión los ojos contrarios.
- Solo si mañana me dejas volar- respondió el otro
- Es un trato!-
Y así terminaron con aquella promesa utópica e invernal, solo los grillos fueron espectadores de lo que siguió, del desenfreno romántico y los besos en el cuello, las caricias furtivas y dos jóvenes resollando en las veredas nocturnas, lejos de las trancas sociales y las prohibiciones sin sentido, junto al fulgor lunar y una madrugada fría. Todo sería esa noche, ya que nadie sabe lo que sucede al amanecer.
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